Juan de la Cruz, la aventura vivida (El legado de Domingo Ynduráin) JUAN ANTONIO MARCOS (Madrid) El 27 de marzo de 2003 moría Domingo Ynduráin. Tenía cincuenta y nueve años. Quizás nadie como él ha sabido ver el optimismo trascendente que recorre todos los versos sanjuanistas, especialmente los de Cántico. Dado que la aventura que se revive en los tres grandes poemas de San Juan de la Cruz es un encuentro amoroso logrado y pleno, no queda en ellos lugar ni para la tristeza ni para el dolor. Mientras que en la poesía del momento los motivos eglógicos aparecen ligados al amor perdido, como testigos de una ausencia y un recuerdo, en San Juan aparecen en una formulación positiva, en el momento de la plenitud amorosa, con el amado presente: «Mi amado, las montañas...» No es recuerdo ni tristeza 1. ¿Quién habló del doctor de las nadas? Es verdad que hay cierto tono de melancolía en el Cántico, propio del Renacimiento, y que el mismo encuentro aparece como una realidad fugaz, pero cuando llega, la enamorada (el alma) se cree Dios y da por bien empleados todos los trabajos y peligros. Aunque se haya pasado por el trance de la purgación, sequedad y sufrimiento, la memoria selectiva reduce ese trance al mínimo, porque la intensidad de lo logrado es tan alta que al recordar su aventura, lo que recuerda y canta es su dichosa ventura o la llama de amor viva 1 Cf. YNDURÁIN, D., Aproximación a San Juan de la Cruz. Las letras del verso, Madrid, Cátedra, 1990, p.60. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (62) (2003), 389-403 390 JUAN ANTONIO MARCOS que tiernamente hiere 2. Los grandes poemas sanjuanistas rebosan de elementos positivos: flores, verduras, fuentes cristalinas, rosas, azucenas, huertos, ninfas, perfumes, esmeraldas, guirnaldas: belleza, amor y hermosura. Sólo desde esta clave positiva es posible leer el conjunto de las obras de San Juan de la Cruz. Sin tener en cuenta este optimismo trascendente que lo envuelve todo, nunca se interpretará adecuadamente su obra. D. Ynduráin moría trabajando hasta el último minuto y sin perder el buen humor, tras una larga enfermedad, como eufemísticamente gustan titular los periódicos 3. Catedrático de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid, acababa de ser reelegido secretario de la Real Academia Española. Sus estudios se centraron sobre los más variados autores y temas de la historia de la literatura española, desde Berceo a San Juan de la Cruz, desde el humanismo a Espronceda o Machado. Pero sobre todo se circunscribieron al arco que va de los siglos XV al XVII, donde la figura de San Juan de la Cruz ocupa un puesto más que relevante, dada la indisimulada pasión que D. Ynduráin mostró siempre por la poesía de nuestro místico 4. De San Juan de la Cruz cabe hacer una interpretación filológica o literaria y otra doctrinal, quizás sean esas las dos laderas a que 2 Cf. YNDURÁIN, D., «La poesía de San Juan. Estudio preliminar», en: San Juan de la Cruz. Cántico espiritual y poesía completa, Barcelona, Crítica, 2002, p. XVIII. 3 Cf. El País, 29-3-2003, p. 35. 4 He aquí todos los estudios que D. YNDURÁIN llevó a cabo sobre San Juan de la Cruz: San Juan de la Cruz. Poesía, Madrid, Cátedra, 1987; Aproximación a San Juan de la Cruz. Las letras del verso, Madrid, Cátedra, 1990; «“Y pacerá el amado entre las flores”: el verso», en: La espiritualidad española del siglo XVI. Aspectos literarios y lingüísticos, Salamanca, Universidad, 1990, pp.37-43; «San Juan, Doctor de la Iglesia», en: Insula, 537 (1991), p.20; «En púrpura tendido», en: El Ciervo, 485-486 (1991), pp.29-31; «La aventura vivida», en: ABC Cultural, 13-12-1991, p.15; «El pájaro solitario», en: Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, vol. I. Filología, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1993, pp.143-161; «Canto de serenas», en: Presencia de San Juan de la Cruz, Granada, Universidad, 1993, pp.35-48; «La poesía de San Juan de la Cruz», en: Boletín Informativo. Fundación Juan March, 270 (1997), pp.24-28; «Mi amado las montañas», en: Boletín de la Real Academia Española, 77 (1997), pp.165-196; «La poesía de San Juan. Estudio preliminar», en: San Juan de la Cruz. Cántico Espiritual y poesía completa, Barcelona, Crítica, 2002, pp.IX-XVIII. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 391 hacía referencia Dámaso Alonso. Pues bien, los estudios de D. Ynduráin se refieren a la primera, a la interpretación filológica, y se centran casi exclusivamente en Cántico, tanto en el poema como en su declaración en prosa. Porque precisamente, uno de los aspectos que siempre preocupó y ocupó a Ynduráin es el de la relación prosaverso. Para Ynduráin está claro que las declaraciones de San Juan no explican la poesía: «hay casos en que el salto entre lo uno y lo otro es absolutamente arbitrario o, si se prefiere, fruto de unas correspondencias subjetivas, estrictamente personales» 5. Téngase además en cuenta, a este respecto, como atinadamente apunta Ynduráin, que «los poemas que llevan comento son precisamente aquellos —y sólo aquellos— en que aparecen imágenes y metáforas eróticas, a la vez que faltan las referencias directas y explícitas al mundo doctrinal. Los peligrosos, los mejores: a nadie se le ocurrió pedir declaración del romance sobre In principio erat verbum» 6. Lo cierto es que, como es sabido, y ya desde el mismo siglo XVI, los poemas han circulado exentos, pues si bien las declaraciones exigen la presencia de los versos, no ocurre lo mismo en el caso contrario. Además, las declaraciones en prosa, como reconoce el mismo San Juan, son siempre insuficientes y dejan insatisfecho al mismo autor. Y es que el verso sanjuanista está en otro nivel, en un nivel al que no parece llegar la razón discursiva. Y esto es más patente en unos casos que en otros. Y así, las declaraciones de Noche y Llama que aparecen en Subida del Monte Carmelo, Noche oscura y Llama de amor viva, parecen ilustrar más sobre Cántico que sobre dichos poemas, según opinión de Ynduráin, ya que Cántico es más explicable y conceptualizable. Y con todo, lo que se pretende en la poesía es la cuadratura del círculo: racionalizar lo inefable. Fue ese racionalismo renacentista lo que le impulsó a San Juan a intentar racionalizar su experiencia. Para ello narra una historia con la que pretende dar cuenta, siquiera aproximada, de la aventura vivida 7. Junto al tema de las relaciones prosa-verso, Ynduráin también exploró detenidamente el tema de las fuentes. Más aún, quizás esta 5 6 7 Cf. «San Juan de la Cruz. Poesía», o.c., p.27. Ib., p. 30. Cf. «La aventura vivida», a.c., p.15. 392 JUAN ANTONIO MARCOS fue la verdadera obsesión de Domingo Ynduráin. De hecho, sus dos libros sobre San Juan vuelven una y otra vez sobre el tema de las fuentes. Con ello, lo que buscaba Ynduráin es situar la obra de Juan de la Cruz en una tradición, en un contexto doctrinal y literario concreto. Y por eso rastrea las fuentes de su prosa y verso en un sinfín de autores (muchos de los cuales ni tan siquiera son citados por San Juan): San Bernardo, Laredo, Osuna, Diego de Estella, San Agustín..., y tantas otras fuentes bíblicas y literarias. San Juan de la Cruz utiliza la tradición y las fuentes como sustrato para fabricar su propia realidad desde criterios espirituales y literarios nuevos 8. Incluso llega a ocultar sus fuentes, o apela a ellas de una manera vaga y genérica. Si la Biblia y la literatura amatoria profana están siempre al fondo, más receloso se muestra Ynduráin frente a las posibles fuentes árabes, sobre todo en lo referido a símbolos universales tales como la fuente, el cabello, el vino, la noche..., ya presentes en el mundo clásico. «Esto es así porque el Mediterráneo es una comunidad cultural, una civilización bien establecida desde la más remota antigüedad, de manera que las influencias van y vienen en todas las direcciones, pero sobre todo en una, la que procede de Grecia y, más tarde, de Roma» 9. Sencillamente, muchos de los elementos que aparecen en la poesía sanjuanista andaban dispersos en la literatura y el arte de su tiempo: el erotismo neoplatónico, la filosofía negativa, los recuerdos clásicos y la tradición pastoril... Se trata de los mismos temas que descubren y desarrollan los humanistas. San Juan, valiéndose de todo ello, busca comunicar vivencias personales, y lo hace amalgamando fuentes bíblicas y clásicas, la literatura cancioneril y la italianizante, hasta el descoyuntamiento de la sintaxis hebrea parece encontrarse ahí 10. Todo lo cual hace que los textos de este hombre renacentista sean tan transparentes y directos incluso hoy en día, y ello a pesar de los cuatrocientos años largos transcurridos desde que fueron escritos. 8 9 10 Cf. «Aproximación a San Juan de la Cruz. Las letras...», o.c., p.12. «La poesía de San Juan. Estudio preliminar», o.c., p.XIII. Cf. «La aventura vivida», a.c., p.15. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 393 No hay que olvidar que el Renacimiento supuso el triunfo del yo y de la subjetividad, lo cual aparece reflejado, mejor que en ninguna otra parte, en nuestros místicos. Con San Juan de la Cruz hemos aprendido que las vivencias inmediatas son más valiosas que las teorizaciones doctrinales, y que lo afectivo está antes que lo meramente intelectual. Y por eso San Juan optó por contarnos sus vivencias a través de una historia de amor, a través de la búsqueda del amado. Aun cuando sólo empiece a escribir cuando ya lo ha encontrado 11. Es bien sabido que en todas las tradiciones místicas, vengan de donde vengan, el recurso al amor humano, a la unión amorosa entre hombre y mujer, ha sido siempre la metáfora más afortunada para dar razón del amor divino. Y esto es lo que, en puridad, llevó a cabo San Juan de la Cruz. Y así, como atinadamente apunta Ynduráin, versos como «Gocémonos, amado..., entremos más adentro en la espesura..., y luego me darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día, ...en mi pecho florido, ...allí quedó dormido y yo le regalaba, ...cuando yo sus cabellos esparcía»: son fórmulas bien establecidas en la literatura amatoria profana, de una manera que sólo como transposición (bastante atrevida por lo demás) pueden entenderse como referidas al amor divino 12. Todo esto aparece reflejado de una manera impresionante en Noche, Llama de amor viva y sobre todo Cántico, obras escritas en primera persona como experiencia vivida y gozada. «Son tres canciones de amor logrado y recordado, revivido, donde si algo queda claro es que San Juan utiliza como referente una relación amorosa plena entre un hombre y una mujer. Es una historia o una experiencia u oración en la que no se pide nada, no se desea ni se lamenta nada, sólo se recuerda y se canta, se expresa el amor vivido como si fuera actual. [...] lo que objetivamente se cuenta es una historia amorosa, y sólo como transposición de esa historia cabe hablar de una correspondencia o metáfora del amor divino» 13. Pues bien, esa historia amorosa o de amor es el leit-motiv del que nos vamos a servir para estructurar y dar razón de las aportaciones más relevantes de D. Ynduráin al sanjuanismo. El amor 11 12 13 Ib., p.15. Cf. «La poesía de San Juan...», o.c., p.XIII. Ib., p.XVII. 394 JUAN ANTONIO MARCOS humano como la gran metáfora del amor divino. Ese mismo amor humano (y divino) que recorre todos los versos de Cántico a través de la narración, en el tiempo y el espacio, de toda una sucesión de encuentros y ausencias, búsquedas exteriores e interiores, los espacios concretos de esas búsquedas y encuentros, las diversas concepciones del amor, los motivos eróticos, etc. Y al fondo, un amor humano que, como el divino, es concebido, metafóricamente, como auténtica aventura vivida y fascinante viaje interior. 1. LA HUELLA DE UNA AUSENCIA Todo comienza con la huella de una ausencia, o la herida de un encuentro. Ya la primera estrofa de Cántico es reveladora al respecto. Nos sitúa en el planteamiento tradicional de la poesía culta y profana, la mujer que plañe el abandono o ausencia del amado 14: ¿Adónde te escondiste / amado, y me dejaste con gemido? Para San Juan de la Cruz la mujer es el alma, y el amado es Dios. La ausencia del amado es lo que provoca el gemido, gemido que es anejo a la esperanza. Y es esa misma ausencia la que provoca el deseo de Dios. Podemos decir que hay una carencia y petición de aumento: la ausencia del amado provoca el deseo, expande y abrasa el sentimiento 15. Se pena porque no se posee a Dios, de ahí la gradación in crescendo de adolezco, peno y muero. El deseo de eso que llamamos Dios, deseo que habita en el corazón del hombre, es una huella más de su ausencia. Y el deseo no cumplido es lo que provoca la insatisfacción. Lo habitual en la literatura amorosa es proclamar el deseo, el amor no realizado, incluso cierto tipo de insatisfacción que permanecerá tras haberlo conseguido 16. Y junto al deseo aparece el desamparo. Es lo que pone de manifiesto el verso: ¡Ay, ¿quién podrá sanarme?!, donde confluyen la exclamación con la pregunta y la queja. Si en la estrofa cuarta se había preguntado a los elementos de la naturaleza (¡Oh bosques y 14 15 16 Cf. «San Juan de la Cruz. Poesía», o.c., p.34. Ib., p.40. Cf. «Aproximación a...», o.c., p.143. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 395 espesuras...!), ahora, en la nueva pregunta se ha sustituido el «que» por el «quien», es decir, los elementos materiales por los personales. Esa llamada patética de carácter impersonal expresa el desamparo y la soledad de la amada 17. La ausencia del amado, de Dios, se va ahondando, y en el mismo grado crece el patetismo de quien lo busca. El desamparo termina por convertirse en frustración. Es la misma frustración que podemos rastrear en la estrofa doce del Cántico. Aparece una nueva exclamación (¡Oh cristalina fuente...!) que, paradójicamente, no revela el momento de eclosión en el proceso, sino más bien frustración y carencia. De hecho, cuando se produzca el encuentro, no habrá exclamaciones 18. La fuente, según afirma el mismo Santo, simboliza la fe. La «fuente» tiene una larga tradición mitológica desde Narciso hasta León Hebreo, Garcilaso, Soto, Almeida, etc. 19 El término «semblante» (si en esos tus semblantes plateados...) humaniza la fuente, a la que sólo le falta que se le formen unos ojos para parecer enteramente un rostro. Deseo, desamparo, frustración (¿se formaron los ojos?). Seguimos en la dinámica de una ausencia. Que pervive incluso en los procesos más avanzados de Cántico, como en la estrofa 34, donde aparece la tortolica, que simboliza la viudez inconsolable, la separación. La tórtola es ave solitaria y contemplativa. «Tanto si está viuda como si no, rehúye la compañía de los demás y construye su nido en lo alto; y en soledad» 20. Bien lo sabía San Juan: En soledad vivía / y en soledad ha puesto ya su nido. Y con todo, las ausencias de que da cuenta San Juan de la Cruz están transidas de una fuerza positiva muy constante, muy persistente. Sólo porque primero hubo un encuentro y una presencia, puede haber ahora una ausencia. Eso sí, una ausencia cargada de resonancias que impulsan a la búsqueda. Por eso, la inconsolable tortolica (que es nuestra alma) es también la «blanca palomica» que vuelve con el ramo (al arca de Noé), pero eliminada toda tragedia del diluvio. Todo termina con el encuentro amoroso en las «riberas ver17 18 19 20 Cf. «San Juan de la Cruz. Poesía», o.c., p.57. Ib., p.77. Ib., p.81. Cf. «El pájaro solitario», o.c., p.150. 396 JUAN ANTONIO MARCOS des» (estrofa 34). El verde es el color del amor nuevo, y simboliza la satisfacción y armonía que produce el encuentro. 2. LA BÚSQUEDA DE UNA PRESENCIA Es la huella de una ausencia lo que invita a la búsqueda de una presencia. Cántico es también búsqueda, búsqueda exterior y búsqueda interior. Estamos haciendo un viaje en el que hay «dos caminos: uno, hacia afuera, la ascensión por la cadena áurea de las criaturas; el otro, la interiorización, pues en el interior del hombre habita la verdad. Ahora bien, en cierta medida son procesos o caminos equivalentes, pues el ascenso por el exterior lleva a la interiorización, y el descenso hacia uno mismo acaba en el otro, en Dios» 21. La búsqueda hacia afuera está centrada en las estrofas 2 y 4 de Cántico. Se comienza preguntando a sujetos personales: Pastores, los que fuéredes / allá por las majadas al otero. Entramos así de lleno en el ambiente pastoril típicamente renacentista: hay una conexión evidente con Garcilaso o la novela pastoril. Es absolutamente normal, en los medios renacentistas, que la enamorada comunique sus penas a los demás pastores 22. Una y otra vez, a lo largo de las páginas que Ynduráin escribió sobre San Juan, insiste machaconamente en las posibles fuentes de la obra sanjuanista. Se trata del tema más recurrente a lo largo de todos los estudios que dedicó a nuestro místico. De la pregunta a las criaturas, se da el salto a la pregunta a la naturaleza. Seguimos en la búsqueda exterior, hacia afuera: ¡Oh bosques y espesuras / plantadas por la mano del amado...! Es la exclamación que surge ante el recuerdo del amado. El texto se sitúa en el idealismo renacentista, donde la naturaleza es modelo, reflejo y escala de belleza del sentimiento amoroso que va desde lo más bajo a lo más alto, hasta Dios. La pregunta abarca a la totalidad de la naturaleza, con una gradación de los elementos invocados: comienza con el conjunto (los bosques), para ir descendiendo a la 21 22 «Aproximación a San Juan...», o.c., p.34. Cf. «San Juan de la Cruz. Poesía», o.c., pp.38-39. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 397 espesura, el prado y, por último, las florecillas que salpican o esmaltan el prado, como elemento menor y más bello 23. La estrofa 5 (Mil gracias derramando...), no es propiamente la respuesta de las criaturas, pues como apunta Ynduráin, el último verso, en ese caso, debería estar en primera persona del plural (vestido nos dejó de hermosura), lo que no ocurre. Si en un sentido la hermosura de los sotos procede de Dios, en otro no menos cierto, dicha belleza no sería más que una proyección del sentimiento subjetivo sobre el exterior, algo muy a tono con las convenciones y formas de la poesía amorosa a lo humano 24. Dicha belleza o hermosura exterior siempre había estado ahí, pero ahora por primera vez la amada (el alma) comienza a tener ojos nuevos para verla. Se está operando toda una revolución interna en la persona, y es esto lo que hace que la misma realidad se vea de una manera diferente. La búsqueda hacia afuera es inseparable de la búsqueda hacia adentro, la búsqueda interior. Esto aparece muy bien reflejado en la estrofa 7: Y todos cuantos vagan... Ahora se ha dado un tránsito desde los elementos dispersos o particulares (sotos, los que fuéredes...) a la totalización de la insuficiencia (todos... todos). El grado máximo de pasión amorosa («muriendo») se alcanza por el genial balbuceo del último verso: un no sé qué que quedan balbuciendo. Desaparece la comunicación conceptual de verbos tales como «decir» o «referir», y comienza la búsqueda interior 25. En las estrofas 8 y 9 esa búsqueda interior se va definiendo progresivamente. La «idea interior» (de lo que del amado en ti concibes) ha sustituido a la naturaleza y a los mensajeros. Y la búsqueda se personaliza todavía más en la estrofa 9: ¿Por qué pues, has llagado / aqueste corazón, no le sanaste? Y aquí conviene llamar la atención sobre la deíxis («aqueste, así») que sirve para mostrar directamente un estado que no necesita ser descrito, pues se impone por su evidencia: obliga al lector a reconstruir el estado, participando en él, recreándolo. Con la expresión «aqueste corazón», se busca cierto distanciamiento, de manera que el corazón sea «aqueste corazón» y no mi corazón. Pero el dativo de interés o simpatético del 23 24 25 Ib., pp.44-48. Ib., pp.49-50. Ib., pp.60-63. 398 JUAN ANTONIO MARCOS tercer verso (y pues me le has robado) y el acusativo interno del quinto (el robo que robaste) marcan respectivamente la adscripción personal y la interiorizada realidad de la búsqueda 26. 3. EL ESPACIO DE UNA VIVENCIA La ausencia lleva a la búsqueda, la búsqueda al encuentro, y todo encuentro tiene lugar en un espacio. Si Cántico es una historia de amor entre una hombre y una mujer (en sentido metafórico entre Dios y el alma), esa historia se desarrolla en una cadena de espacios o lugares. Son lugares metafóricos, porque los verdaderos protagonistas de esta historia son el alma y su Dios, y son lugares poéticos, porque su referente es la poesía amorosa del Renacimiento: el locus amoenus, el locus eremus, el hortus clausus, la bodega interior y el lecho conyugal son algunos de esos espacios del encuentro. El locus amoenus es el lugar por excelencia del encuentro de los enamorados, y buena parte del léxico que recorre Cántico da sobrada razón de ello: montes, riberas, flores, bosques, espesura, prados, sotos... Es el motivo tradicional eglógico, floral o pastoril por excelencia, tan garcilasiano. Junto al lugar ameno, aparece en San Juan, y casi yuxtapuesto, el locus eremus, el desierto, con sus fieras, fuertes y fronteras, términos militares o guerreros que desvelan el nuevo espacio de encuentro de los enamorados 27. Si en un primer momento el encuentro entre los enamorados alterna entre espacios abiertos y tan dispersos como prados y desiertos (porque de todo hay en el amor), poco a poco los espacios se van reduciendo. Y así, las escenas amorosas ya no se dan en un campo eglógico-pastoril, sino en un lugar cerrado, choza, casa, castillo: huerto, muro, bodega... Hay una relación amorosa en constante tensión, y en un lugar cerrado (el hortus clausus) y protegido 28: Entrádose ha la esposa / en el ameno huerto deseado (estrofa 22). Hay en Cántico un continuo movimiento de repliegue hacia el interior, expresado en versos como escóndete, carillo (estrofa 19), en la in26 27 28 Ib., pp.67-68. Ib., pp.42-43. Ib., p.117. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 399 terior bodega (estrofa 26), entremos más adentro (estrofa 36) 29. Con ello va en aumento la sensación de reposo, sosiego y placidez. Hasta llegar al «lecho conyugal»: Nuestro lecho florido (estrofa 24). Estamos en el desposorio y en una de las estrofas más extrañas de Cántico. Un lecho «en púrpura tendido»: «el sentido de “tendido” es un lienzo o paño de púrpura que cubre y protege el lecho florido» 30. Los términos aislados con los que se describe el lecho (florido, cuevas, enlazado...) sí tienen sentido en tanto que reflejan el ambiente pastoril que recorre todo Cántico. Pero la sintaxis es extraña, y quizás una de las claves esté en el cuarto verso, donde se combina un elemento material («edificado») con otro abstracto («paz»): de paz edificado 31. La última escena o espacio del encuentro de los enamorados es la «bodega interior»: En la interior bodega / de mi amado bebí... (estrofa 26). «Bodega», en el verso de San Juan de la Cruz, hay que relacionarlo ante todo con la ebriedad clásica. La expresión «de mi amado bebí» es metafórica, y en ella vino y amada se identifican y expresa la unión amorosa con un evidente sentido erótico 32. La reiteración anafórica del «allí» en la estrofa siguiente sitúa a los enamorados más allá de lo espacial, en una nueva dimensión o estado de conciencia. Todo el poema Cántico ha ido creando sus propios símbolos y puntos de referencia. Y por eso, a partir de un momento dado funciona como un organismo autónomo y autosuficiente. Se ha ido tejiendo una red de recuerdos, evocaciones y repeticiones que definen y crean una congruencia 33. Y se retoma con toda naturalidad en las estrofas 36 y 37 para expresar ese nuevo espacio íntimo al que han entrado los enamorados, lugar metafórico donde el encuentro de los enamorados es ya pleno: es la espesura y las subidas cavernas de la piedra. 29 30 31 32 33 Ib., p.133. «En púrpura tendido», a.c., p.31. Cf. «San Juan de la Cruz. Poesía», o.c., p.144. Ib., p.152-155. Ib., p.182. 400 4. JUAN ANTONIO MARCOS EL GOZO DEL ENCUENTRO Hemos hablado de ausencias, de búsquedas, de espacios para los encuentros, pero ¿cómo son dichos encuentros? Juan de la Cruz recoge, a lo largo de Cántico, toda una serie de términos que definen o al menos apuntan, hacia algunas de las notas que caracterizan el encuentro: vista, presencia, mirada, quietud y plenitud. En la estrofa 10 el encuentro (que se da en el deseo más que en la realidad), halla su expresión analítica a través del sentido de la vista: y véante mis ojos / pues eres lumbre dellos (estrofa 9). Se retoma aquí el planteamiento visual que aparecía en la estrofa 5: Y yéndolos mirando... Se eliminan los sotos, reflejos sin más del amado, y se pide la visión directa de la hermosura del amado, pues ya nada de aquello es suficiente 34. De la vista se da el salto a la «presencia», ya en la estrofa siguiente: ¡Descubre tu presencia / y máteme tu vista y hermosura (estrofa 11). Es la estrofa nueva que San Juan de la Cruz añadió en la segunda redacción de Cántico (B), y viene a marcar el punto máximo de un proceso de entusiasmo, al que sucede la reflexión. Al decir «tu vista» aparece la importancia de la mirada (con sus reminiscencias veterotestamentarias), que es la que transforma a la enamorada, al alma. La presencia del amado supone la muerte de la amada: frente a las fórmulas durativas de las estrofas anteriores (me llagan, déjanme muriendo, no viviendo...), se impone la conclusión, «máteme» 35. La mirada y el sentido de la vista se convierten en la columna dorsal que recorre todo el Cántico. Sobre el mismo tema se volverá a la carga en la estrofa 33: ya bien puedes mirarme / después que me miraste. En las estrofas 14 y 15 el encuentro se ha transformado en «quietud». Recuérdese: Mi amado las montañas / los valles solitarios nemorosos... Se trata de una enumeración florida, llena de metáforas y rapidez enunciativa. En todo caso estamos ante imágenes visionarias. Es el momento de quietud tras la búsqueda de las estrofas anteriores y tras el dinamismo tan marcado de la estrofa 13. De acuerdo con el desarrollo del poema (no así en las declaraciones), la unión se 34 35 Ib., p.70. Ib., p.72. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 401 produjo en la estrofa 13, el resto es un «después». La agitación previa, la intensidad del encuentro, la quietud y sosiego y satisfacción posterior no dejan lugar a dudas. Todo termina con la cena que recrea y enamora: la cena es un complemento indispensable en las relaciones amorosas más refinadas, al aire libre y sobre la hierba 36. Pero la «plenitud» del encuentro, a manera de recapitulación, se dará en la estrofa 39: El aspirar del aire / el canto de la dulce filomena... Es la misma sensación de plenitud que aparecía en las estrofas 14 y 15. En la estrofa 17 deseaba la amada que el austro, que recuerda los amores, aspirara por su huerto, y aquí eso se produce. La dulce filomena, símbolo del amor, que anuncia la primavera y canta la noche, está presente y puede identificarse con el ambiente de la soledad sonora y la música callada 37. La última estrofa (Que nadie lo miraba...) es el anticlímax: las formas verbales durativas crean una sensación de deslizamiento, de suavidad y sosiego en este final teñido de melancolía. 5. AMOR, IRRACIONALIDAD Y PARADOJA Que ya sólo en amar es mi ejercicio: si Cántico es una historia de amor, entonces el amor tiene que empapar toda esta historia. Y ese mismo amor es el que aparece expresado a través de diversas concepciones metafóricas. El amor es «vuelo», «rapto» y «comida». El amor es vuelo porque les da alas a los enamorados. El «voy de vuelo» de la estrofa 13 es el salto amoroso, el impulso ascensional producido por la pasión, tras la vista de los ojos del amado. Es el grito de la amada convertida en amorosa paloma. Inicia el vuelo llena de entusiasmo, vuela hacia adentro y ciega por encontrar la presa. Y la presa es un ciervo, el ciervo huidizo del inicio del poema, que ahora regresa, él también herido de amor 38. El amor es vuelo y es rapto. Aparece aquí la caza (la cetrería) como nueva metáfora del amor. Y el rapto se identifica con el éxtasis, sea humano o divino. «La estrofa inicial de Cántico define con 36 37 38 Ib., pp.93 y ss. Ib., p.190. Cf. «Aproximación a San Juan...», o.c., pp.94-95. 402 JUAN ANTONIO MARCOS exactitud las cosas, pues nombra al agresor como ciervo (si bien indirectamente), como presa u objeto de la caza y, al tiempo, como causador de la herida que provoca la búsqueda: salí tras ti clamando» 39. Al final es ella, la amada, la que con su belleza atrae al cazador, de ahí la concepción del amor como «rapto» de la amada, del alma. El amor es vuelo, es rapto y es comida. Piénsese en el verso «y pacerá el amado entre las flores», imagen extraña, que habla no sólo de un mero deleite del amado, pues «lo que el amado pace es el alma de la amada, aliñada de yerbas» 40. La transformación supondrá, pues, la ingestión del uno por el otro. El alma aparece como comida de Dios, que al ser comida se ennoblece y transforma, lo inferior se transforma en lo superior, se endiosa. Entre los escritores espirituales es un tópico muy difundido. Al iniciar Cántico la belleza estaba en el amado, y era la amada quien le buscaba. Poco a poco la amada se ha ido embelleciendo, y de este modo él puede pacer o deleitarse en ella. Y si en sentido metafórico el amor es comida, dentro de la comida ocupa un lugar privilegiado el vino. Con el vino, el amor comparte ciertas propiedades: sujeta el corazón, embelesa y trastorna, oscurece la razón... Entramos así en el inevitable componente de irracionalidad que caracteriza en un momento u otro toda experiencia mística. Se trata de un rasgo apenas descrito en Cántico, donde sólo aparecen una «serie de reverberaciones y como reflejos que dificultan la percepción racional, al tiempo que intensifican las sensaciones» 41. En Cántico sí hay espacio y tiempo, es una canción típicamente renacentista, aunque descoyuntada. En Cántico no se describe propiamente la unión, sino el proceso que lleva a la misma. Pero sí se hace en Llama o en Entréme donde no supe, poemas en los que aparece con claridad ese momento de «absoluta irracionalidad, en el que conoce por “nescientia”, intuitivamente» 42, poemas descoyuntados e inconexos, carentes de referencias espacio-temporales. 39 40 41 42 Ib., Ib., Ib., Ib., p.92. p.20. p.50. p.50. JUAN DE LA CRUZ, LA AVENTURA VIVIDA 403 Amor, irracionalidad y paradoja. Son tres notas claves de la experiencia mística. Me hice perdidiza y fui ganada: he aquí el verso que de una manera más afortunada resume esa historia de amor que Juan de la Cruz nos cuenta en Cántico. Es la paradoja (sólo aparente, y tan evangélica) del mundo recreado por el místico. Toda paradoja, como reza el Diccionario académico, es idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de los hombres. Desnudarse para vestirse, perderse para encontrarse, bajar para subir, salir para entrar..., y de la misma manera la negación se convierte en plenitud, la luz en oscuridad, y el no saber en sabiduría, y viceversa, el abatirse supone ascender, y viceversa también. «Y no seré yo quien, en este sistema, ni en sus alrededores ni aledaños, afirme, al ver una escalera (o escala) que sirve para subir o para bajar. Aunque esto sea lo de menos si sirve para salir que, en definitiva, es entrar» 43. Domingo Ynduráin dixit. 43 Ib., p.199.