“TRES MUJERES” EN DIEZ, DE JUAN EMAR: LUCHA ENTRE EL

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S OLEDAD T RAVERSO
TRES MUJERES EN D IEZ , DE J UAN E MAR:
“TRES MUJERES” EN DIEZ, DE JUAN EMAR:
LUCHA ENTRE EL INSTINTO
Y LA LIBERTAD INTERIOR
SOLEDAD TRAVERSO
Penn State University-Erie
La antología de cuentos Diez, del autor chileno Juan Emar, publicada
en 1937, consta de diez cuentos organizados de la siguiente manera: “Cuatro
animales,” “Tres mujeres,” “Dos sitios” y “Un vicio.” A su vez, “Tres Mujeres” incluye los cuentos “Papusa,” “Chuchezuma” y “Pibesa.” En ellos, los
personajes femeninos son representaciones que sirven de espejo al narrador:
es por medio de su reacción a los acontecimientos desencadenados por estas
representaciones que el protagonista1 logra verse a sí mismo.
Una breve explicación de la anécdota de cada cuento ayudará a entender,
primero, el personaje femenino como representación y, luego, la función que
tiene cada uno en relación a Emar.
En el primer cuento, el personaje Papusa,2 forma parte de un mundo
en el interior de un ópalo, que Emar heredó de su padre y que, a su vez, viene
de generaciones anteriores. Después de muchos años de haberlo recibido de
mano de su padre el día mismo de su funeral, Emar guarda la gema en un
cajón por mucho tiempo. Hasta que una noche la redescubre y allí, dentro del
ópalo, se le revela una escena solemne: El Zar Palemón, dueño y señor de aquel
mundo, domina y controla a cada uno de sus súbditos. La escena en cuestión
describe el momento en que el Zar y su corte intentan someter a Papusa por
medio de una serie de actos sexuales y violaciones. Sin embargo, nada pareciera conseguir el propósito que se ha propuesto el Zar.
Uno de los espectros de la corte del Zar le dirige la mirada a Emar y
le revela que, en su origen, los seres humanos vinieron sin sexo y que, una
vez que “los sexos cayeron sobre ellos,” éstos se nutren de la sangre y de las
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Un narrador autodiegético al que nos referimos por Emar, señalando cuando se trate del autor.
Papusa = Hay varias versiones acerca del origen de este nombre: El tango “Ché Papusa oí”, Natalia
García Céspedes lo atribuye al autor ocultista Papus o posiblemente al hecho de que a Emar lo
llamaban Papo.
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ideas del ser humano. El sexo, por tanto, paulatinamente llega a apoderarse
de la persona, volviéndose “un intruso que se apodera de sus ideas” (Diez 105).
Todo ello ocurre así, salvo que la persona tenga la capacidad de “desconectarse,” es decir, separar sexo y mente. Cuando alguien logra romper esta
conexión, alcanza la libertad interior. Por el contrario, quien la mantenga, se
hace esclavo de sí mismo y, como consecuencia, susceptible de volverse
esclavo de otro. El Zar Palemón, un alter ego del diablo, ve en esta conexión
una forma eficaz para mantener el total control de sus súbditos. La escena que
Emar ve en el interior del ópalo es, justamente, el momento en que el Zar
Palemón y su corte intenta someter a Papusa, sin éxito, puesto que ella “ha
desconectado.” Y no es que sea frígida, sino que “es libre y pura.” Papusa no
tiene miedo y, además de libre, es obediente. Representa, por tanto, la total
libertad interior que pueda lograr un ser humano, incluso en circunstancias de
absoluto sometimiento exterior, como apunta Alejandro Canseco-Jerez, “El
sexo de Papusa no se anuda con su mente” (Canseco 49).
Chuchezuma3 es tanto el nombre del cuadro que el pintor Luis Vargas
le obsequia a Emar como también la mujer que éste descubre el día
en que iba a visitar a su amigo artista. O, quizás, es ambos a la vez. Antes
de llegar al taller, Emar tiene un presentimiento mientras cena en un restaurante
de París. Llegando a la puerta del taller de Vargas Rosas, ve una silueta y la
sigue. Se trata de una joven de 17 años, descendiente directa de Moctezuma.
Por la ambigüedad que permea la narración, lo que acontece pareciera ser parte
de un sueño. La mujer acepta irse con Emar a un hotel. Sin embargo, cuando
se dirigen hacia allí, unos perros que les salen al encuentro atemorizan a Emar.
A raíz de este hecho, Chuchezuma explica que los perros evocan en Emar al
lobo-garú, a lo que le sigue una larga cita sobre el hombre lobo.
Rosas4
Finalmente no llegan al hotel y Emar regresa al departamento que
comparte con su hermano Bertino, quien en ese momento se apresta a cocinar
una langosta. Este hecho reactiva en la mente de Emar la cita sobre el lobogarú y el vampiro negro. Ambas entidades sugieren seres muertos que recuperan su energía chupándole la sangre a los vivos.
Emar vuelve a la calle con el propósito de regresarle un mapa de París
a Chuchezuma y la encuentra en la puerta de un bar; le devuelve el plano,
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Chuchezuma = Repetimos las palabras de Adriana Castillo: “¿Qué chileno al hojear las páginas de
Diez o revisar su índice no se detendrá sorprendido —por decirlo fríamente— frente al título
‘Chuchezuma’?” Un inteligente juego de palabras en donde al insulto ‘chucha de su madre’ se le da
otra categoría al combinarlo con ‘Moctezuma’.
Luis Vargas Rosas, pintor chileno del Grupo Montparnasse. Para más información sobre la relación
de este pintor con Juan Emar, véase, Jean Emar. Notas de Arte.
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junto con fijar una cita para el miércoles a las 5. Mientra esto se lleva a cabo,
un hombre los vigila; Emar piensa “el tipo hubiera querido sangre.”
El personaje del tercer cuento, Pibesa,5 es una muchacha con quien Emar
un día descubre por azar “un permiso para visitar la cordillera,” solamente
válido para ese día. En este lugar, donde parecía haber “algo artificial,” todos
los elementos que los rodean producen en Emar “una excitación desenfrenada”
y, a la vez, un estado de cosas semejante a un sueño: al deseo de poseer a
Pibesa, le sigue el correr de ésta y la imposibilidad de Emar de alcanzarla
“como quisiera;” este retardo genera un dolor en él, el cual la muchacha percibe
y finalmente se deja alcanzar. Pero ella se desdobla en dos: Pibesa y otra mujer,
a la que Emar posee. Sin embargo, éste se da cuenta sólo después de que no
era Pibesa. Un hombre, que posiblemente estaba con esta mujer desconocida,
los persigue e hiere a Pibesa de un balazo. Ambos logran huir.
Hasta aquí, la anécdota de los tres cuentos. En ellos el personaje femenino queda en un segundo plano. Lo que Papusa, Chuchezuma y Pibesa
entregan son prototipos de mujeres: la mujer pura, la mujer fácil y la mujer
que se desdobla en otra, o, podríamos decir, a la que se engaña y con quien
se engaña. Es importante aclarar que en los tres cuentos los personajes femeninos son difusos, debido al mundo onírico del cual forman parte.
Desde mi punto de vista, lo que resalta en estos tres cuentos es lo que
le pasa a Emar-personaje, emocional y mentalmente, en su relación con los
personajes femeninos. Natalia García Céspedes, en un planteamiento similar,
afirma que las tres mujeres “van abriendo puertas y que hacen posible al
narrador descubrir(se). Como ya mencioné, la mujer cumple el papel de
síntesis, es decir, el paso necesario y obligatorio por el cual debe pasar Emar
para acceder al ser” (García).
En “Papusa,” por ejemplo, Emar no tiene acceso a la muchacha libre
y pura, porque El Zar Palemón se la ha robado y, por lo tanto, de nada le sirve
a él llevar el ópalo engastado en un anillo en su dedo anular. Como decíamos,
en este cuento se desarrolla el concepto de libertad interior, el que consiste
en la capacidad de desconectar el sexo de la mente, es decir, impedir que el
deseo sexual controle la mente y el pensamiento. Cuando reproduce esta
desconexión, la persona ya no es presa del miedo:
Pero la unión, el pacto de ser humano y sexo, lo han
roto… Entonces los sexos pueden seguir viviendo su
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Pibesa = de “piba,” muchacha en Argentina.
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propia vida, nutriéndose tal vez de un poco de sangre, siempre; mas sin alcanzar de hacer ninguna idea
su presa. Recuerda, ahora, en ti mismo un hecho
lejano, acaso olvidado, pero cuya esencia ha quedado en ti causándote pavor cada vez que la vida te ha
ofrecido algo análogo. (106)
Y, por lo tanto, puede conocer el goce y, a la vez, mantener su libertad
de pensamiento, como sucede a Papusa.
Chuchezuma despierta en Emar una voluptuosidad en donde el rol de
lo sexual no es lo que predomina, sino la misma noción de una cierta irresponsabilidad que él interpreta como la libertad total:
Su esencia es otra que podría definir: “la irresponsabilidad.” La irresponsabilidad se presentaba del
siguiente modo: sentir profundamente dentro de sí
mismo —...— que puede uno hacer cualquier acto,
especialmente los contrarios a cualquier moral y a
cualquier ley, sin que se produzca sanción alguna ni
proveniente de fuera, es decir, de los demás hombres, ni creciendo de la propia conciencia. (113)
Sin embargo, es aquí cuando aparecen los perros que generan el miedo
en Emar y, a raíz de esto, Chuchezuma le explica que el miedo que él tiene
en realidad se debe al temor por el lobo-garú y al vampiro negro. A diferencia
de lo que postula Adriana Castillo en su artículo ya citado, en donde no ve
en estas historias una lógica explícita, creemos que ambas entidades juegan
un papel preponderante en este cuento: son representaciones de la “animalidad,” es decir, cuando el instinto toma posesión del ser humano y lo gobierna.
Una afirmación similar también está en “Papusa,” como lo hemos visto en las
palabras del espectro. En la misma línea de pensamiento, cuando Emar está
en el hotel y busca a Chuchezuma, éste reflexiona en torno a la imposibilidad
de tener control sobre la mente cuando lo que lo mueve en ese momento es
el instinto:
Nosotros no conducimos nuestros pensamientos. Toda
mi voluntad está actuando sobre poder manipular esa
tez y esa sangre. Pero la sangre se aísla, deja a Chuchezuma para presentárseme sola y hacerse pensar.
…
Sólo me llena lo que susurra a su alrededor, como
los pájaros alrededor de las torres de una catedral.
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Lo que agoniza, lo que muere, lo que vierte sangre,
lo que devora y chupa. (127-128)
Este concepto de la pérdida de libertad, a merced del instinto, queda
además confirmado por el hecho de que el ser humano busca alimentarse del
instinto: cuando Bertino cocina la langosta explica que, en el momento de la
muerte, el animal deja escapar “un doble” suyo, que lleva en sí las cualidades
que tuvo en vida. En este punto, Emar piensa en Chuchezuma, sin embargo,
no puede dejar de lado las ideas en torno al lobo-garú y la influencia que el
instinto tiene sobre el ser humano: “Pero a pesar de mis intentos, mi mente,
como un autómata, repitió las líneas de Eliphas Lévi leídas pocos meses antes
en su Historia de la magia;” y luego cita lo que el ocultista explica en relación
a la fisiognomía en los humanos respecto de los animales, es decir, que las
personas tienen rasgos que las asemejan a un animal y, como consecuencia,
se puede deducir el carácter de una persona, como, por ejemplo, “un hombre
hosco se asemeja a un oso” (122). Así pues, deduce Eliphas Lévi6:
…cada forma animal representa un instinto particular, una aptitud o un vicio. Si dejamos predominar
en nosotros el carácter de la bestia, tomaremos más
y más su forma exterior, a punto de imprimir su
imagen perfecta en la luz astral y de vernos, en
estado de sueño o de éxtasis, tal como seríamos
vistos por sonámbulos o extáticos, y tales como sin
duda aparecemos ante animales. Que la razón se
apague entonces, que el sueño perseverante se trueque en locura y hemos cambiado en bestias como lo
fue Nabucodonosor. Así se explican las historias de
los lobos-garús, algunas de las cuales han sido jurídicamente constatadas. Los hechos eran constantes, probantes, mas lo que se ignoraba era que los
testigos no estaban menos alucinados que los mismos lobos-garús. (123)
Sale en busca de Chuchezuma movido por el deseo de poseerla, lo que
finalmente ocurre en una casa que parece sacada de un sueño de su infancia,
en una atmósfera onírica. Recordemos que cuando Emar se aterra al enfrentar
al tipo que estaba con Chuchezuma, piensa que es como si “hubiera querido
sangre,” es decir, como el lobo-garú y el vampiro negro que, después de todo,
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Eliphas Lévi (1810-1875), seudónimo de Alphonse Louis Constant, ocultista francés estudioso de la
magia y la necromancia.
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son “nuestros hermanos sin hipocresía.” En el acto de posesión de Chuchezuma pareciera repetirse el acto de alimentarse de la sangre de otro ser: “El
primer acto de nuestra conciencia es chupar. Quisiera ver jugar a Chuchezuma
con este verbo como hace un momento jugó con ‘decir’. El único color vital,
el rojo. Así como ella viste ahora” (125).
En “Pibesa,” Emar nuevamente ve surgir la voluptuosidad y el deseo
frente a la muchacha a la que le levanta las faldas: “Hice un segundo intento
con esta segunda Pibesa retardada. Volví a cogerla por atrás, a alzarle sus
faldas gris perla y ver sus carnes que, sombreadas ahora por los primeros
tramos de la escalera de caracol, eran también de perlas azuladas. Entonces
la poseí” (132). Pero al deseo y a su satisfacción le sigue el miedo de poseer
a una mujer que no era la suya al darse cuenta de que Pibesa se había
desdoblado y era la otra: “Tuve un miedo instantáneo y horrible.” El hombre
del sombrero mejicano aparece a reclamar a su mujer mientras Emar racionaliza su miedo en silencio, tratando de convencerse a sí mismo de que en
realidad no fue tan terrible lo que pasó, aunque reconoce que no estuvo bien;
sin embargo, nada pareciera estar claro: “Y lo que más me atemorizaba y hacía
de aquel momento de angustia, era la vaguedad de ese mal” (133).
Ambos huyen, pero al llegar al pie de la escalera Emar escucha el primer
balazo y luego ve a Pibesa aparecer en la esquina del zaguán: “Al llegar junto
a mí, me alargó esta mano. Destilaba de ella la sangre. Luego vi que desde
la cintura, desde el punto exacto en que antes la apoyaba, empezaba todo su
talle a teñirse de rojo, rápidamente hacia arriba como un vaso que se llena;
hacia abajo como un vaso que se desparrama. Así el rojo de su sangre iba
tragando el gris perla de sus sedas” (135). Luego se le inyectan los tacones
y Emar comprende que Pibesa se desangra, pero “el mal corría por dentro.”
Dejan atrás el gentío, a la policía y al hombre de la pistola. Finalmente, pasan
frente a la casa de Emar y éste se despide de Pibesa, corre al subsuelo y desde
allí la ve pasar: “Vi sus medias beige, sus pies de raso y sus dos taconcitos
agudos, bañados en sangre escarlata” (139).
Vemos, pues, que los personajes femeninos de estos tres cuentos son
representaciones que van a explicar la conducta del ser humano frente a la
sexualidad. Esto es, la lucha entre el instinto y la mente.
En el primer cuento, Papusa, más que la pureza, encarna la libertad
interior que se logra cuando el ser humano no deja que el sexo controle sus
pensamientos y sus emociones. En el segundo, Chuchezuma encarna la tentación frente a la mujer fácil y, en Pibesa, en el tercero, vemos tanto a la mujer
engañada como a ‘la otra’, por medio de esta especie de desdoblamiento del
personaje que se da en el cuento.
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Frente a cada una de estas representaciones se despierta en Emar el
deseo sexual. Y cabe notar que cada mujer le genera este estado voluptuoso
por una circunstancia particular. Sin embargo, en los tres cuentos acontence
algo que hace que este clímax sea seguido o interrumpido por el miedo.
Posiblemente sea en “Papusa” menos evidente, puesto que Emar es sólo un
observador, pero aún así en el instante en que se espera que la muchacha
conecte sexo y mente y, como consecuencia, caiga presa del miedo, Emar se
siente “cogido y ahogado por mil presentimientos oscuros” (103). A ello se
suma la explicación del espectro en relación al descubrimiento del ser humano
ante la vida autónoma que el sexo:
Pavor nacido no de un instante súbito como aquél,
sino lentamente incubado ante el estupor de la vida
en uno del sexo. Pavor ante el misterio de esa sensibilidad, de ese movimiento, que no se logra llamar
totalmente yo; …Pavor hecho pacto. Pavor permanente. Pavor de lo que tiene que ser nuestro destino
así acoplado. (107)
En “Chuchezuma”, a la voluptuosidad que despierta la mujer en Emar,
le sigue un estado de irresponsabilidad que éste interpreta como la libertad
total, como el sentir profundo de que uno puede hacer “cualquier acto, especialmente los contrarios a cualquier moral y a cualquier ley,” como, por
ejemplo, “penetrar en cualquier casa, violar, asesinar y la cuenta se saldará
fuera, lejos, sin parte de uno” (113). Pero este estado termina cuando “un hecho
ajeno se produjo y todas mis sensaciones cambiaron por otra, por una: miedo;”
se refiere al momento en que súbitamente aparecen “varios perrillos ladrando
con estrépito” (114). Es aquí cuando Chuchezuma explica que en realidad es
temor al lobo-garú y al vampiro negro. En “Pibesa” aparece el temor a raíz
del acto de poseer a la mujer de otro y, sobre todo, miedo frente a la vaguedad
de este acto y sus consecuencias.
Pensamos, por tanto, que a nivel del texto los personajes de los cuentos
que conforman “Tres mujeres” son representaciones que le permiten a Emarpersonaje verse a sí mismo frente a situaciones en que el deseo sexual controla
sus emociones. Por otra parte, ahora a nivel extratextual, los cuentos “Papusa,”
“Chuchezuma” y “Pibesa” describen y desarrollan la idea de que el instinto,
en particular el sexual, controla las emociones del ser humano cuando éste no
ha alcanzado la libertad interior y el control mental. Esta es una de las tesis
que proponen la mayoría de los pensadores ocultistas del siglo XIX, del cual
Eliphas Lévi es uno de ellos:
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Jamás debemos olvidar que la libertad no consiste
en la licenciosidad de la pasión emancipada de la ley,
pues la licenciosidad se manifestará como la más
horrenda tiranía; la libertad consiste en obediencia
voluntaria a la ley; lo correcto es cumplir con el
propio deber, y sólo los justos pueden llamarse libres. (Lévi 32)
Sabemos que el escritor chileno se nutre de diversas teorías esotéricas
y ocultistas a lo largo de su obra literaria.
Podríamos concluir, entonces, que “Tres mujeres” tiene esta doble
función: a nivel de texto los personajes le revelan a Emar-personaje sus
reacciones en relación a la problemática de la conexión entre mente y sexo;
a nivel extratextual, a través de los cuentos Emar escritor desarrolla la tesis
ocultista acerca de la relación mente, sexo y libertad interior. Lo que nos ha
interesado aquí ha sido ver la función que los personajes femeninos tienen en
“Tres mujeres,” y no hemos entrado en el uso mismo que las teorías ocultistas
tienen en la obra literaria de Emar.7 Por otro lado, no hay que dejar de lado
el hecho de que estas teorías, la magia y lo onírico, entre otros, son temas que
forman parte de la vanguardia, como lo desarrolla claramente Castillo en su
excelente artículo sobre “Chuchezuma.”
BIBLIOGRAFÍA
Canseco-Jerez, Alejandro. Juan Emar. Estudio. Santiago: Documentas, 1989.
Castillo, Adriana. “Texto e intertexto en “Chuchezuma” de Juan Emar,” Revista
Chilena de Literatura, Nº 40, 1992.
Emar, Juan. Diez. Santiago: Universitaria, 1971.
——. Notas de Arte. Jean Emar en La Nación (1923-1927). Estudio y recopilación de Patricio Lizama. Santiago: Dibam/Ril Editores, 2003.
García, Natalia. “Aproximaciones a Chuchezuma de Juan Emar,” Cyber
Humanitatis Nº 6 1998, http://www.uchile.cl/facultades/filosofia/publicaciones/cyber/cyber6/textos/ngarcia.htm
Traverso, Soledad. Juan Emar: La angustia de vivir con el dedo de Dios en
la nuca. Santiago: Ril Editores, 1999.
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