superyo | testimonio Mauricio era mínimo: pesó sólo 980 gramos. En el momento del parto lloró como un gatito, algo muy suave. Yo no lo pude ver, porque se lo llevaron directo a terapia intensiva” 68+SALUD testimonio | superyo Relato de vida / María Graciela Nieves “Decidimos intentar llevar una vida normal” Durante su primer embarazo, en 1999, sufrió preeclampsia. Aunque ella y el bebé sobrevivieron, al recién nacido le pronosticaron una vida breve. Junto a su esposo, se propuso disfrutar al máximo de su hijo. Hoy, pese a su parálisis cerebral, el pequeño Mauricio logra comunicarse a través de un lenguaje creado por él Mílitza Zúpan | Fotografía Roberto mata Lo buscamos mucho. Nos habíamos hecho algunos tratamientos y, por fin, logré salir embarazada de Mauricio, mi primer hijo. Empecé a controlarme con una obstetra. Cuando tenía 5 meses se me empezaron a hinchar un poco los pies. Mi papá, que es pediatra, me dijo que no le gustaba esa hinchazón, que fuera a consulta. La doctora me tranquilizó, pues dijo que esa condición era normal por el aumento de peso. A las 33 semanas de embarazo, de sábado para lunes, aumenté cuatro kilos. Ese mismo lunes fui a consulta y la doctora me hizo una ecografía. Y como desde ese fin de semana Mauricio comenzó a patearme con menos fuerza que de costumbre, también me indicó un eco doppler para detectar y medir el flujo de sangre, pero la cita me la dieron para una semana más tarde. Despues de realizarme el estudio, la especialista me dijo: ‘tienes que hacerte una cesárea de emergencia’. Tenía preeclampsia. Cuando me hicieron la cesárea –el día 13 de julio de 1999– la tensión se me disparó. Los espe- cialistas dijeron que durante la semana de espera por el eco doppler el bebé tuvo falta de oxígeno y sufrimiento fetal. Mauricio era mínimo: pesó sólo 980 gramos. En el momento del parto lloró como un gatito, algo muy suave. Yo no lo pude ver, porque se lo llevaron directo a terapia intensiva. El neonatólogo me dijo: ‘señora Nieves, si hubiese sido niña tendría más posibilidades de sobrevivir. Los varones son más débiles’. Mauricio estuvo dos meses en terapia intensiva. Creo que hace trece años no se tenía mucho conocimiento sobre el tema. Quizá hoy sería diferente. Esos dos meses fueron terribles. Había mucha tensión. Mi esposo y yo le hablábamos al bebé a través de la incubadora. Cuando Mauricio salió de la clínica no llegaba a los 2 kilos. En casa fue difícil. Era un bebé muy pequeño. Me daba miedo cargarlo. Mi papá sabía que vendría con ‘algo’ y me dijo que lo llevara a terapia. Comenzamos a asistir a un centro de estimulación cuando Mauricio tenía 4 meses. No hacía más que llorar durante las terapias. También lo 69+SALUD superyo | testimonio Él es muy divertido, ríe muchísimo, tiene buen carácter y, además, le encanta estar con la gente” llevábamos al neurólogo, pero todavía era muy pequeño para ser diagnosticado. A sus 8 meses nos dimos cuenta de que había muchas cosas que no hacía para su edad. En el centro de estimulación nos dijeron que tenía ‘parálisis cerebral’. Entonces decidimos llevarlo a Boston (Estados Unidos). Allí fue peor. Después de varios estudios, nos dijeron que tenía una enfermedad en las mitocondrias (minúsculas estructuras que proporcionan energía a la célula), que iba a comenzar a involucionar y moriría pronto. Fue como si se nos acabara la vida a mi esposo Luis y a mí. Decidimos no seguir haciéndole exámenes en el hospital. Para disfrutar el poco tiempo que nos quedaba con Mauricio, nos fuimos a la casa de un amigo en Estados Unidos. Al regresar a Caracas busqué información en Internet y encontré cosas horribles. No volví a hacerlo. Decidimos intentar llevar una vida normal. Mauricio comenzó a hacer terapia en otro centro, en el que continúa hoy. Cuando cumplió el año le colocamos una sonda de gastrostomía para poder alimentarlo. Tres meses después quedé embarazada de nuevo. En Boston nos habían dicho que no tuviéramos más hijos, porque iban a venir en ‘peores condiciones’. Sentí terror. Mi mamá me dijo que me pusiera en manos de la Virgen, y eso hice: rezar y quedarme tranquila durante mi embarazo. El ginecólogo con el que empecé a controlarme me dijo que el niño vendría sano. Tenía razón. Emiliano, mi segundo hijo, nació sin problemas y pesó 3 kilos con 100 gramos. Mauricio va a su terapia todos los días y también va a un colegio para niños con problemas de déficit de atención e hiperactividad. Desde el preescolar nos dimos cuenta de que no tenía facilidad para caminar. Sólo da pasos cuando va agarrado de alguien y ha aprendido a desplazarse en una silla de ruedas. No habla nada, pero se expresa de maravilla y entiende absolutamente todo lo que le digan. 70+SALUD La terapista de lenguaje creía que nosotros le habíamos enseñado a tocarse la frente para afirmar y el pecho para negar. Estaba fascinada con el ‘método’. Resulta que lo inventó él para darse a entender. Así ha ido construyendo su lenguaje. Ahora estamos tratando de que aprenda a escribir y a leer con un teclado. Para mí, es más importante que logre eso a que camine. Cuando tenía 6 años le comenzamos a dar alimentos blandos por la boca. Hoy, ya come de todo. La relación con Emiliano es muy buena. Como todos los hermanos, se pelean, pero se adoran. A Mauricio le encanta estar conmigo. Paseamos y vamos juntos a hacer mercado. Siempre hemos estado muy unidos. Nunca he sentido rechazo de la gente. Todos están dispuestos a apoyarnos. Sus primos, y la familia toda, también lo han integrado y lo tratan como si fuera igual que ellos. En la medida de lo posible, tratamos de que sea lo menos diferente, de que haga todo como los demás. Él es muy divertido, ríe muchísimo, tiene buen carácter y, además, le encanta estar con la gente. También le gusta montar a caballo, lo hace una vez a la semana. Es su pasión. No soy la misma mujer de hace trece años. Antes, tal vez, me preocupaba por cosas triviales, ahora siempre trato de ser positiva y esas cosas que me perturbaban me parecen tontas. Serio es tener una enfermedad irreversible como la que le diagnosticaron a Mauricio en Boston. Ahora veo cómo está progresando y, así sea lento, me llena de satisfacción. A veces me desmorono, pero trato de seguir teniendo una actitud positiva. Mi apoyo más grande han sido mi esposo y mis padres, pero todo el mundo ha aportado su granito de arena. Cuando vives experiencias así, dejas de juzgar a la gente, ves las cosas buenas que tienen los demás. Yo siempre trato de hacer un recuento de lo que he aprendido de cada quien, eso me encanta. Sé que puedo aprovechar de cada persona algo bueno que tiene para mí y para aportar a nuestras vidas”. •