TALAPEN Agurtzane Aldai Peron Dejo que fluya el pensamiento, hacia atrás, hacia los recuerdos de niñez. Veranos enteros en la playa de Talape. Las mujeres que habitualmente se juntaban, pagaban a un señor mayor, para limpiar de piedras y hierbajos que obstruían las escaleras desde la cantina de la Talaya, hasta las rocas de la playa. Por entonces la cantina se llenaba de cochecitos de niño, que las madres como la mía, dejaban allí, y bajábamos muy despacio con todos los bártulos. En Talape aprendí a nadar, como tantos otros niños, aquel era un mundo salvaje, sin explorar, siempre con nuevas sorpresas, aguzando aun mas, nuestra imaginación sin barreas. Jugábamos a ser piratas, las rocas mas grandes, tan difíciles de trepar eran islas. No había temor a los fideos; con las sandalias de goma que nos ponían nada mas llegar. Eso si, todo los días acabábamos con un nuevo arañazo o maratón, alguna caída, o se bebía mas agua salada de lo recomendable. Recuerdo, que cuando mejor nos lo estábamos pasando, (y no se porque todos los días nos entreteníamos con algo), ama nos llamaba a comer, así como mil veces, hasta que le cambiaba la cara, y mi hermano Anest y yo, obedecíamos. Extendía las toallas en una roca a la sombra, y sacaba el odioso termo de puré de lentejas, o porrusalda, o vainas, y luego la fruta. Nos amenazaba con dejarnos sin baño, si no comíamos todo. Aun así, a veces nos dejaba por imposible. Cuando la marea bajaba, surgían pozos tan grandes para nuestro tamaño, que eran como piscinas naturales, y pobres los animalitos que s e quedaban atrapados. Recogíamos magurios, o cangrejitos que metíamos en el balde, y que si por un milagro no volcaba hasta llegar a casa, ama te obligaba a soltarlos, haciendo oídos sordos de las suplicas y rabietas. Otras veces recogíamos los cristales que el mar va gastando, nos decíamos que eran las joyas que perdieron los piratas, después de saquear los pueblos, naturalmente, utilizaron las escaleras de Talape para escapar hacia sus barcos, pero las olas hundieron los botes, esparciendo la resaca del fondo el tesoro por toda la costa. Creíamos que las rocas mas grandes habían sido animales prehistóricos, monstruos que se murieron allí, fosilizándose. Recuerdo el cielo azul intenso. Pasados los años, deje de ir con mi madre, para ir con las amigas de la escuela, y luego con la primera cuadrilla de amigos, y siempre en Talape, o en Atxetas. Cuando cruzaba el umbral de las escaleras que bajaban a esta ultima, me sentía trasmigrar a un sereno sueño, donde el color gris en todas sus gamas era predominante. Un sueño en blanco y negro. En las rocas de la playa, arropada por el latido incesante del mar, el olor a salitre inundando mi interior, escribí los mas bellos poemas, sobre la vida, la muerte, el amor y el desamor. Un lugar que conocía mis mas íntimos secretos. Cuantas veces he escapado de la rutina, a ese mundo al que me entregaba sin reservas. Este es uno de tantos sentimientos que la playa me inspiro a escribir. ANTES DE IRME Antes de irme, Subiré hasta el acantilado. Y frente al mar, me complaceré, De la pena de marchar. Muda será la despedida, No saldrá voz de mis labios. Mas allá del horizonte, Se hunde la mirada. Levanto los brazos segura, De que de veras el reflejo de mi mano. En su gesto, un adiós en silencio. Balanceándose, surgen entre los dedos, Como pájaros blancos de añoranza, Llevando en sus alas , la tristeza del alma. AMAIERA Amaia Gonzalez Eskuak izerdiaren ondorioz tximortuak eta aurpegia bero nituela somatzen nuen, bidetik arineketan nihoala. Gaurko egunean egin behar dudala pentsatzean pausuen erritmoa haundituz doalarik. Gero eta bide gutxiago geratzen zitzaidan bakoitzean, nire poztasun egunean pentsatzen nuen eta horrela ibilbidea gero eta luzeagoa egiten zitzaidan. Jadanik heldu naiz herriaren goiko aldera mihia aho kanpoan dudala, hankak handituta ditudala ibil naizen kopuruaren ondorioz. Hemen nago eta burutik jota daudenan etxeari buelta ematean ikusiko dut nire txangoaren muga eta amaiera. definitzen duen hitza. Bai, amaiera hori da bidai hau hobeto Baina niri beste guztiei ez bezala ez dit amaiera hitzak beldurrik ematen, ez, poza ematen dit. Eta guzti hau pentsatzen nihoala nire helburua ia lortu nuela ikusi zuten nire begiek. Heldu nintzelako Atxetako goiko aldera, bere balkoira nondik bere edertasun osoan ikusten den. Non bere harrietako bakoitzak disdira berezi bat duen, magurio perlak itsatsirik dituztelako, itsasoko urak egunero - egunero laztanduz. Karramarroak bezalakoa izan nahi nuen, hondartzako karkabetatik ezer ez delakoan murgiltzeko. Baina ez da horrela izan eta ni pertsona jaio nintzen, nahi ta nahi ez, horrela zen. Pozez inguraturik nengoen nire ametsa, nik gehien nahi nuena betetuko zelako. Naturarekin bat egingo nintzelako. Itsas gatzarekin dantzatuko dudalako olatuen murrumurrua entzuten dudan bitartean. Hori da poztasuna. Bai, banoa, begiak itxiko ditut eta irekitzean haitzen gainean egongo naiz etzanda gehiago inoiz ez altxatzeko naturarekin bat eginez. Inoiz gehiago ez iratzartzeko asmoaz, askatasun usainaz inguraturik, karramarroen sistada artean deseginez haiei bizi itxaropena handiagotuz. Hondartzako beste elementu bat izango naiz. Putzuetako ur – kaldo marroi artean bizi den sustantzia bat, animali munduari jaten emanez pozik irauten duen sustantzia. Eta horrela nagoenean ez dut ezta magurioen, ezta karramarroen ezta berdinaren inbidiarik izango. Olatuekin dantzan egiten duen dantzaririk onena izango naizelako bizitzaren amaiera honen orduan. Nire haragia atxekin bat eginez. ATXETAK Bixen Perez Con su halo inmenso descubrió el horizonte acariciandome, envolviéndome con la luz que Dios habia delegado, descubriéndome que un dia estuve vivo igual que vosotros. Y ahora recuerdo,nostalgia acabada, dónde estábamos entonces: en el fondo de un óceano sin memoria ni recuerdos, ni ambiciones, ni siquiera sufrimientos, que el dolor forma parte de la mente cuando no es inmediato y yo no era capaz de verte. Entonces se estableció el nuevo orden. Y volamos, todos volamos hacia un mundo que ya no sería el de antes porque la tierra era la mar y la mar era la tierra porque Dios habia muerto en aquel instante o quizás nació al conocerte. ¡No me importó en absoluto! No estoy celoso aunque mi condena se parezca más a un castigo que a lo que dispone la suerte. Seguiría viendo el sol eternamente. ¿Que me importaban tus devaneos si los contemplaría siempre? Así que nos resignamos. Creía que estariamos juntos hasta que llego el hombre, tremenda energia pensante, compendio de barbaridades, bola de gruyere sin queso, insulto a las vanidades, vanidoso sin remedio, engreido compulsivo y prepotente. ¿A quien iban a preguntar? ¿Por qué tenernos en cuenta si fuimos millones de años los únicos pobladores? Demasiado tiempo acaso para hacer reivindicaciones. Ahora les tocaba a ellos gobernarnos impunemente. ¿Es que yo he gobernado a nadie? ¿No habia ya orden antes? ¿Por qué vais a legislarme? Sólo soy una piedra, un fósil, un recuerdo de cuando la armonia no necesitaba de normas una época en que la anarquía brotaba del fondo del mar. Y ahora me vais arrojar al abismo del Cuaternario sin más garantía que el progreso demoledor. Sin más ciencia que la teoría Sin más vida que la misma muerte. Sólo soy un fósil y como no pienso no voto ¡Qué paradoja desternillante! ¡Si el que vota tampoco piensa! ¡Votad todas las piedras ahora! ¡Botad todas al mismo tiempo! Revolución mineral, desparpajo cósmico inalterable. ¡Acabad con el humano arrogante! ¡Arrojaos contra él y no dejéis que piense! Que el peligro es ese precisamente: giran en torno a un punto con la ilusión de un progreso inexistente. EL REFUGIO Cristina Mora “Mutxikin” -Verano 1978Hoy me he levantado la primera de todos mis hermanos, en la cocina escucho a la abuela que andará con sus cacharros, no me da tiempo a decirle buenos días, y ya me está diciendo que me meta en la bañera. Se me olvidaba que hoy es domingo, entre semana nos damos duchas rápidas, pero el domingo la abuela dice que hay que bañarse, como dice mi padre, son cosas de viejas pero yo, a callar. No me importa meterme en la bañera, lo que odio es el domingo, porque me ponen la ropa de los domingos, o sea la que se supone que es nueva y bonita, pero que nada de nada. Yo nunca tengo nada nuevo, todo lo heredo de mi hermana o de mi prima y ellas son las que van guapas. Cuando nadie lleva los vestidos de flores con lazo detrás, yo sí. Y no me puedo quejar, porque sólo consigo un coscorrón de la abuela y las frases de siempre, que no tiene dinero, que se me meta en la cabeza que somos muchos y que hay que aprovechar la ropa. El domingo empieza con el primer coscorrón cuando le digo que como ya tengo nueve años me puedo bañar sola. Luego se van levantando todos, y se van bañando y se ponen guapos, y yo con mi vestido de flores con baberito de ganchillo horrible. Desayuno pensando en el parque, y en que si tuviese madre seguro que no me obligaba a ponerme este vestido tan pasado de moda. Cuando salimos de misa vamos todos, mi padre, la abuela, mis hermanos y yo. Allí sólo hay niños y niñas que van muy bien vestidos, y a mí me miran con caras raras. Mi hermana se junta con mi prima y me dice que no vaya con ellas, ellas tienen diez años, no son muy mayores, pero yo sé porqué no me dejan ir. Les da vergüenza, llevo unas sandalias que son bonitas, pero se supone que se tienen que ver los dedos de los pies, y como me quedan grandes no aparecen los dedos por ningún lado, por supuesto que las he heredado de mi hermana, pero por mucho que le he dicho a la abuela que no me las ponga, ella gana, y yo a callar. He intentado subir al tobogán, pero en las escaleras se me ha caido una sandalia, me quedan muy flojas aunque mi padre hizo otro agujero en lo de atar. La abuela dice que ya se van a casa a preparar la comida. Como ya no aguanto más y no quiero gastarme el duro que me han dado me voy con ella. Mientras subimos por el Torrontero intento darle pena a la abuela para que me quite la ropa de los domingos. Le doy mi duro, para que me lo guarde con los otros, estoy ahorrando para comprarme un salabordo. La abuela me dice que ya no me queda mucho por ahorrar, que si me porto bien a la tarde, igual pone ella el dinero que me falta. Oh, la tarde del domingo, hay que ir paseando hasta los molinos, otra vez con el vestido y las sandalias. Dios mío, Dios mío, con toda la familia y los vecinos, y todo sea por el salabordo......me portaré bien. Mi padre sale a la mar muy temprano y dice que hay no viene con nosotros a descansar, le pregunto si me puedo quedar con él, pero dice que no. Y me explica, que no puedo estar todo el día triste y protestando porque no voy a ir a Atxetas. Y yo a callar. Pero lo que más me gusta del mundo es Atxetas, allí soy un pirata, y me subo a las rocas grandes, y escondo mis tesoros entre dos rocas pequeñas; A veces soy un naúfrago y meto mensajes en una botella, y la tiro lejos. Cuando baja la marea recojo magurios y la abuela los cuece y son mejor que las pipas y cuando tenga salabordo....cojeré quisquillas y estoy quitándole el miedo a los calamares peludos, a veces busco piedras de todos los colores y las tengo escondidas allí. En Atxetas nadie se fija en mis sandalias de plástico, ni en mi bikini. Las mujeres toman el sol, y sus hijos juegan conmigo y no miran si soy pobre, se me pasan las horas sin darme cuenta, y cuando sube la marea, apenas tengo sitio para jugar, pero recojo fita que ha arrastrado el mar hasta allí y subo a la talaya y hago un collar de margaritas para mi abuela. Todo de Atxetas me gusta, su olor me llega según bajo las escaleras de Bastarre y entonces empiezo a correr para llegar pronto, y ver allí mi refugio, mi sitio ideal, donde no hacen falta juguetes, ni ropas bonitas, porque Atxetas tiene todo para que yo juegue mis amigos, y con los niños que van con sus madres. En Atxetas somos todos iguales. Pero hoy es domingo y esta tarde tengo que ir a los molinos. Mientras caminamos siempre pienso, ésta es la última curva, pero siempre hay otra, y se me hace muy largo y cuando llegamos, la abuela saca los bocadillos y nos sentamos en una campa a merendar, la gente que pasea nos saluda y yo veo a mi maestra del cole y me dice que guapa estoy con ese vestido, y entonces se levanta mi prima y le dice, era mío, pero ya no me vale, y como no tienen dinero se lo hemos dado, y mi tía le da un coscorrón y mi abuela me mira, y a mí me salen dos lágrimas pero no digo nada y mis vecinas que han venido con nosotras miran mis sandalias, y entones yo me quiero morir, pero la abuela me da una llave y me salva. Me dice que vaya a casa, me quite el vestido y me ponga lo que quiera, ¡pero lo más viejo! Dice, total para ir a Atxetas.................... Y yo corro todo el camino de regreso a casa, aunque se me han escapado las sandalias un par de veces, no me importa, porque está baja la marea, y voy a Atxetas a coger magurios y a soñar que soy pirata de los mares. DECISION TRAGICA Shanti Munitiz A lo largo de mi vida las playas siempre habían sido mi refugio, como cuando de pequeño en aquel pueblecito, en aquella playa de las Atxetas. Apenas apure el cigarrillo volví a encender otro. Debía tomar aquella decisión, por eso estaba allí. Estaba ligeramente pasado. Antes de la discusión había estado bebiendo por los bares y en la casa de un amigo. En realidad era una tontería, una tontería que se repetía. Luego regresábamos a casa y hacía el amor. A veces no. Nuestras peleas no duraban demasiado. En los últimos dos años siempre era lo mismo. Desde que estoy en el paro, pues aunque diga que estoy escribiendo una novela, lo mismo sigo en el paro. Ella va al Gobierno Vasco, trabaja y viene a la tarde; antes en verano. Es verdad que no había recogido su ropa y se mojó; pero estaba cansado, mas que harto de lavar ropa. No se, antes del feminismo no les gustaba lavar ropa; por eso inventaron el feminismo; pero de eso a pensar que a mi, no a los machistas cabronazos, sino a mi, me gustaba lavar la ropa había una diferencia meteórica, era una aberración neurótica. Desde luego que Maku estaba bien buena, esa cosa moderna y provocativa. Solo pensar cuando hacemos el amor me pone cachondo. Pero estoy mas que harto, broncas cada dos por tres; pero que carajo, un escritor no es nada sin sus musas, sin inspiración, ni sin estro. Espurrir: Rociar con un liquido expelido por la boca. Mientras tanto Magdalena, la del supermercado se muestra muy amable conmigo. Maku cada día esta mas seca, quiere ir aquí y allí, hacer parapente y tirarse con una cuerda atada a los pies. Ya tuvimos lío con el submarinismo. La mayor parte de aquellos gilipollas me pone enfermo con su vitalidad, sus coches, su dinero, sus adicciones, sus sus.. para ti tus tus.A mi me apetece mas quedarme en casa filmando, masturbándome y bebiendo ginebra. Lo cierto es que a veces me sentía muy mal y no entendía la perdida de este mundo. Ahora que lo pienso tal vez sea el uniforme que se ajusta; pero lo de dentro... Solo de imaginármela agachada con aquellas enormes caderas y su pelo por la espalda me pone frenético. El otro día al devolverme la tarjeta me toco la mano como por accidente y sonrió. Yo intentaba la rapidez al mirar su pecho tan grande y materno. Tenia una hija pero no estaba casada. Maku se levanta a las siete y media haciendo un ruido horrible con la licuadora. Cuando estoy animado me levanto, la toco el culo, meo a gusto y vuelvo a meterme a la cama tocándome los huevos. Otros días me parece insoportable aquel ir y venir que si el sujetador , el jersey...Si me ve despierto me pregunta que ponerse. Al fin descanso cuando sale a las ocho y puedo volverme a dormir. Esa es la verdadera decisión trágica, la del amor, no la de la muerte. Quien elige la propia muerte en lugar de la del amigo no toma una decisión trágica, toma una decisión heroica. No dan medallas por decisiones trágicas. La decisión del amor, esa es la verdadera. Elegir el amor a pesar de los dioses mismos. Soy un personaje absolutamente trágico sentado al plenilunio de la playa, aquí en la marea que trae las sombras y los reflejos lunares a veces a un tiempo. Aquí, yo Néstor, debo decidir entre Maku y la cajera... Cada día digo mas tonterías. Vuelvo a encender un cigarro, tengo la boca seca y pienso beber agua salada de un pozo. Agua sagrada que recoge la luna en su espejo, yo de allí bebo y por la claridad de la noche....con sus túnicas de mármol se deslizan por el escenario ninfas y cariátides, mientras Néstor desde lo oscuro ilumina su rostro con la fresca luz del pozo. Es cierto que hay que darle escenario al estro en su primera acepción. Mira Maku cásate con un asaltapuentes, que te haga el amor submarino y déjame en paz comprando mis lechugas. Tu dinero me da asco, Maku. Ya, pero tendría que ponerme a trabajar. Hummmm, de gigoló de secretaria bragas negras de Bilbobilbao. Bueno, no se, seguro que me llevaba a bailar cha cha cha a bares de mambo y me pide azotes con el latiguito que guarda en su mesita de noche. Maku, chúpamela, pero a mi, no al sillón del director, ni al monitor de windsurf, ni al coño depilado de tu amiga. Magdalena, cajera mía, déjame untar tu desayuno entre la nata de esta leche que se corre por... la verdad es que tiene unas tetas en plan almohada. Ahí si que dormiría feliz cada noche al calor satén de su cuerpo. Seguro que huele a colonia infantil como todas las madres. Maku coge tu móvil y métetelo por el culo. La verdad es que la otra noche estuvo bien. No se si porque le iba a bajar la regla tenia los labios hinchaditos y la di mil besos de dulzura infinita. Me gusta como se desliza mi pene al amanecer, la textura irreal y entresoñada de sus muslos, sus gemidos de entresueño.. demasiados entresueños para un escritor. Debería volver. Ya se le habrá pasado. Cogeré unas rosas del jardín de Kafran, mi arrepentimiento...es maja Maku. Esta un poco loca pero es maja. Mientras caminaba regreso de su casa nuestro héroe Ulises planeaba entregar una nota disimulada a la cajera cuando pagara con la tarjeta. LAGUN Kepa Munitiz A los diez días la Guardia Civil me puso en libertad. Aunque tenían bastante claro que algo ilegal había sucedido en aquella pedregosa playa, no encontraron ninguna evidencia de robo, asesinato, ni prueba alguna que me implicara en la desaparición de una persona que ni siquiera sabían si existía. Lo que yo les conté tampoco les ayudó mucho. Solo sabía que llevaba tres o cuatro días desfasando en las fiestas de Bermeo, que me había tomado drogas de todo tipo en cantidad suficiente como para colocar a todo el pueblo, que había bebido vino barato en cantidad similar y que, cuando me encontraron semiconsciente en la playa de Frantxunatxetas, no sabía ni quién era, ni cómo había llegado, ni por qué me dolía tanto la cabeza. Por supuesto, no tenía ni la más remota idea de a quién podía pertenecer la ropa que hallaron junto a mí. Cuando regresé a Gernika, nada era lo mismo. Mis amigos, o mejor dicho, mis conocidos dejaron de hablarme poco a poco. Siempre encontraban una excusa para no quedar conmigo. Noté como la gente se apartaba de mí, cambiaban de acera y después me miraban atemorizados por la espalda. Creo que me consideraban un drogadicto loco, un asesino sádico capaz de cualquier brutalidad. Tal vez fuera verdad. Abusaba bastante de las anfetaminas y del alcohol, además de ser bastante bocazas y muy violento en algunos momentos. Sin embargo, no terminaba de creer que hubiera asesinado a nadie y menos que, como oí decir a mi vecina de abajo, hubiera troceado su cadáver con un cuchillo y lo hubiera troceado usado como carnada para quisquillas. Así que un día de invierno, cansado de soportar las miradas de mis vecinos, cogí mis escasas pertenencias, las metí en una mochila, y cogí un tren que iba hacia el sur con la esperanza de encontrar un lugar donde nadie me conociera ni hicieran demasiadas preguntas. Diez años después sigo viajando. No. Sigo alejándome lo más posible de aquella maldita playa, huyendo aterrorizado y acobardado por el terrible fin que imagino me espera tras mi muerte. Poco a poco fui recordando lo que sucedió aquella noche fatal. Visto mi lamentable estado, mis amigos de juerga desistieron de la idea de llevarme de vuelta a Gernika y me dejaron en Bermeo. Debía de ser ya 11 de septiembre Llevaba ya tres noches sin dormir. Mi cuerpo aguantaba en pie como podía gracias a las anfetaminas, cocaína, pastillas y tripis que había tomado. Mi cerebro racional me había abandonado la primera noche. Mis últimas neuronas funcionales las asesiné con una raya de cocaína de un cuarto de gramo pasado. Recuerdo haber gritado diciendo que era una perica de la ostia, que íbamos a quemar el pueblo. Bocazas. Quemado tenía yo el cerebro cuando conocí a Lagun. Iba ya para la cuarta noche sin dormir. Mis pocas neuronas vivas estaban demasiado maltratadas como para darme una pizca de lucidez. Chirriaban tanto que no podía oír mis propios pensamientos. Aunque estos eran bien pocos, ya que no era capaz de concentrarme mas de medio segundo en nada que no fuera llevarme el vino a la boca. Mi nivel de agresividad había llegado a unos niveles extremos, y aumentaba según me daba cuenta de que nadie se acercaba a mí aunque yo gritaba pidiendo más vino y más música, no podía entender por qué en este jodido pueblo nadie hacia caso a alguien tan cojonudo como yo que solo quería animarles una mierda de fiestas. Me dirigí a la barra a pedir otro vino. Hacía tiempo que no me servían, aunque yo no me enteraba. Tampoco tenía dinero para pagar, pero eso es un detalle sin importancia: a la alegría de la casa nunca se le cobra. Todos se apartaron de mi camino y se abrió un hueco en la barra. Me encantaba ser respetado y que se reconociera mi valía haciéndome un espacio para que pudiera pedir sin apreturas. Una persona enorme, de uno dos metros de altura y ciento treinta kilos de puro músculo se apoyó junto a mí. Su mirada era sincera y su expresión alegre. Me habló con voz serena, amistosa: -Epa, nire izena Lagun da.- yo no hablo euskera, pero le entendí perfectamente, aunque en ese instante no me di cuenta de ello.- Bakarrik eta nekatuta zauz. Gure bazu, etxera juten lagunduko txut. Mi cerebro dejó de chirriar un momento y pude sentir todo el agotamiento de mi cuerpo. Por un instante, la idea de dejarme llevar a casa por aquel tipo y descansar me pareció estupenda. Pero soy, o era, más buscabocas que listo. Los engranajes de mi mente volvieron a echar humo y con ello a nublar toda mi capacidad intelectual. Es increíble como, diciendo una sola frase de dos segundos de duración, puedes cagarla para toda la vida. -Mira, maricón, no me hables en ese puto idioma de subnormales, y si crees que me vas a llevar por ahí a darme por culo estas jodido. ¡Largo de aquí si no quieres que rompa los dientes a patadas, jilipollas! -Benetan ez zauz ondo. Itxistaizu lagunduten, ba! -¿Y por qué no te vas tú a tu puta casa y pasa de mí, tío? Creo que la puta de tu madre y el borracho de tu padre andan buscándote. Creo que esto debió dolerle bastante, porque su aspecto cambió radicalmente. Me pareció que aumentaba de tamaño y que su cara adquiría un aspecto demoniaco. -Zeuk guzanzu. Neugaz etorko zara nire aitxe eta ama ezetuten. Iba a contestarle una burrada cuando mi cuerpo y mi mente gritaron ¡basta! y dejaron de funcionar. Caí desvanecido al sucio suelo del bar. Algunos testigos declararon a la Guardia Civil que yo había caído desmayado y que un gigantón que dijo ser amigo mío me cogió en brazos y se ofreció para llevarme al ambulatorio. Lo siguiente que recuerdo es que el tal Lagun me llevaba al hombro. Aunque no era muy consciente de lo que pasaba, observé que todas las edificaciones se iban difuminando lentamente, y que las luces desaparecían, para dar paso a una noche clara iluminada por una luna llena que se escondía tímida tras una nube algodonosa. Llegamos a una playa de piedra. Me tendió sobre unas piedras llenas de algas y verdín y señaló hacia la mar. -Orain nire ama esetuko zu.- La mar se iluminó lentamente desde las profundidades. Me incorporé como pude, alucinado. Comprobé que no era una sola luz, sino varias, que se aproximaban danzando al ritmo de las olas, tranquilas pero vivas. Iluminada por estas luces emergió de entre la espuma una mujer de gran belleza, con una larga cabellera morena que le cubría los pechos, unas algas de vivos colores que adornaban su cuerpo como si de una tela tejida por un sastre mágico se tratara. Se acercó hasta donde yacía yo deslizándose sobre las aguas. No tenía pies, sino unas patas palmeadas similares a las de los patos. Era una lamia. -Eta begira, nire aita dator- Dicho esto, las grisáceas nubes y una oscuridad más negra que la noche dibujaron en el firmamento el rostro gigantesco de un ser increíble. Su pelo parecía una tormenta de verano. En su rostro negro, dos luceros rojos fulguraban en las cuencas que el vacío ocupaba sobre sus pómulos, tallados con el brillo de las estrellas. Era Gaueko, Señor de la Noche y de las Criaturas Oscuras. Lagun, de pie junto a mí, imponente, habló: -Laster esetukozu nire Aitaren eta nire Amaren poderea. Ordurarte, zoaz eta ibilli mundutik zure moduan. Dicho esto, la ropa que llevaba se deslizó por su cuerpo formando un revuelto montón a sus pies. Caminó hacia el agua introduciéndose lentamente en ella. Mientras se hundía su cuerpo se transformaba. Contemplé atónito como sus brazos se unían a su cuerpo y su cuello desaparecía absorbido por sus anchos hombros. Se zambulló dando un pequeño salto y reapareció unos metros más adelante, junto a su madre y las luces que la acompañaban convertido en un impresionante delfín azul. Ambos me miraron con una mezcla de compasión y desprecio antes de desaparecer en las profundidades. Gaueko me miraba de igual manera desde el firmamento, y fue desvaneciéndose lentamente, como el humo de un cigarro, hasta dejar paso de nuevo al cielo estrellado. Caí rendido por la increíble experiencia allí mismo, despertando unos días después en la cama de un hospital, esposado y vigilado por un guarda. No pude explicar cómo había llegado allí ni lo que le sucedió al gigantón que me acompañaba. Tampoco sabían quién era, puesto que no llevaba identificación, así que me soltaron. Ahora vivo en Nueva York. Llegué hasta aquí huyendo. Me dedico a vender mi cuerpo para conseguir los dólares necesarios para seguir bebiendo. Soy puto y borracho, tal y como llamé a los padres de Lagun. Hace poco conocí otro mendigo vasco en una situación similar a la mía. Me contó que, viéndose atrapado en la mar una noche de galerna, recurrió a todos los santos que conocía pidiéndoles que le ayudaran a salir de tan desesperada situación. Por su puesto hizo todo tipo de promesas. De entre las olas apareció un gran delfín azul, y juró que nunca más pescaría un pez si intercedía por el ante los dioses de la mar y le sacaban sano y salvo de aquel terrible apuro. El delfín le habló, lo que dejó estupefacto al pobre hombre, y le dijo que él era Lagun, que ayudaba a los hombres que respetaban la naturaleza. Le salvaría a cambio de que el marinero cumpliera su promesa. Una vez a salvo en tierra, nuestro pobre marinero se convirtió en un vanidoso patrón que se jactaba de haber vencido a la mar al haber salido ileso de la peor tempestad que se había conocido en décadas. Pasados varios años, olvidado ya el suceso del delfín, un hombre que se presentó como Lagun, le recordó que había incumplido su juramento y que la Naturaleza le castigaría por ello, ya que ésta devuelve con creces lo que se le da. Ahora, también él huía de la venganza de Lagun, escondido como yo, intentando pasar inadvertido. Demasiado tarde he comprendido que tuve un amigo en el que podía haber confiado plenamente, una oportunidad que a muy pocos mortales se les presenta y que desaproveché cegado por mi egoísmo y falta de respeto. Espero resignado lo que me espera tras mi muerte, la cual intuyo muy, muy cercana. MUJER SOLA EN MARMOL PULIDO Shanti Munitiz Mujer sola Marmol pulido. Tictac parado de las olas. Infinita tristeza. Un barco, una vela Desmoronandose entre las piedras Sol blanco y sufriente. Fosil humedo y circular. Rapidos crustaceos tras caracolas lentas. Peces flotantes navegando entre medusas. Se apaga la hora y todo es humo. SIETE ERRANTES Agurtzane Aldai Peron No se puede enumerar las veces que me he acercado hasta la costa, para encontrarme con ella. La primera vez que la vi, me pase horas observándola, y ella estática, ausente, creo que ni tan siquiera parpadeaba. Solo su cabello rizado era mecido por la brisa. Desde entonces mis visitas por las rocas de la playa fueron mas asiduas, con la secreta intención de volver a verla. Supongo que mi obsesión comenzó el día que empecé a preguntar por ella. Quería saberlo todo, quien era, donde vivía, si trabajaba; pero las respuestas que fui obteniendo, solo me llenaron de confusión. Una tarde al fin, la encontré, sentada al borde del acantilado. Me acerque, muy despacio, con el profundo temor de perderla de vista un instante, lo suficiente como para desvanecerse como un espejismo. Una hermosa alucinación. Tan solo me faltaban unos pasos para estar junto a ella y las piernas me temblaban, me faltaba el aliento, pero ella sin volver la cabeza, sin mirarme siquiera, me dijo: - Me preguntaba cuando ibas a decidirte. Y sentí que estaba en el lugar correcto, que era mi oportunidad, y la seguridad me envolvió arropándome, serenándome, y me senté en silencio a su lado. Sedienta de sus conocimientos , expectante por descubrir la verdad, le dije: - Siento que te conozco de otra vida.- Ella me devolvió una amarga sonrisa, antes de contestar. - De una solo no, de muchas mas.Hacia miles de años, yo pertenecía a una raza de a que el hombre actual ignora hasta su nombre. Era tal nuestro poder que olvidamos el temor a las consecuencias de nuestros actos. - ¿Y que ocurrió?. - Hay seis mas que yo – contestó, y en sus ojos descubrí un destello de añoranza, que pronto desapareció. Siete errantes por el mundo por toda la eternidad. ¿Eres inmortal?. No como tu piensas. También nosotros creímos que el conjuro vencería a la enfermedad, al envejecimiento, decrepitud. Ganar a la mismísima muerte, convirtiéndonos en dioses, pero nos equivocamos. Nos maldijimos. - Volví a preguntarla . - ¿Qué quieres decir?.- He muerto de todas maneras imaginables, por enfermedad, en guerras, accidentes y hasta asesinada. He muerto siendo niño, adulto, anciano. Recuerdo con toda nitidez, el sufrimiento, el dolor, la desesperanza de cada final. He sido de ambos sexos, nacido en todos los rincones del planeta, por lo tanto he pertenecido a todas las razas, como tu, como todos. En una de mis vidas me convertí en un rico comerciante, señor de grandes haciendas, con muchos siervos y esclavos, ambicionaba el poder, y utilice el saber adquirido en vidas anteriores solo para provecho mío. Iba recorriendo los campos recién cosechados, mirando hacia el cielo, riéndome de la ignorancia del hombre que sufría con la esperanza del paraíso, y una víbora me mordió la pierna, inyectándome su veneno mortal. Por eso en mis posteriores existencias, he intentado vivirlas sin pena ni gloria, envidiando a los demás en el su bendito desconocimiento, de la Rueda de la Vida. - Juntas en vidas pasadas – susurre, y tuve ganas de preguntar quien fui, que hechos experimente. Pero no hizo falta, porque ella parecía leer mi pensamiento, y atravesándome con su mirada me dijo: - No te importe para nada lo que fuiste ,ni lo que hicieras. Solo vive en toda plenitud del momento, que es único, intransferible. Busca siempre lo mejor de ti mismo, nada mas. Las gaviotas parecían venir a nuestro encuentro, delicadamente ella se puso en pie, bruscamente yo hice lo mismo, me di cuenta que no era tan alta como creía, era la grandeza que emanaba, lo que aumentaba su estatura. No quería despedirme, quería saber mas, detener el tiempo, no separarme otra vez. Ella me rozo la mano con sus blancos dedos, y antes de volverse me dijo: - Nos veremos, no te preocupes, sabrás reconocerme, siempre lo haces. Hasta pronto. Comenzó a bajar la colina, me quede allí observándola, sin poder digerir lo acontecido, extasiada, hasta que ella llego a las rocas de la playa, y desapareció de mi vista. LA CANCION DE LOS KARRAMARROS Teresa Beltran de Gebara Bordeando el alto muro de ladrillo, a través de la alameda de falsos plátanos, ellos suben lentamente a la atalaya. Sus pies van sorteando recintos irregulares de luz, que descubren las sombras de los árboles. Levantando la vista, se distingue a lo lejos el azul difuminado de un mar que se confunde con el cielo. En el sendero que desciende entre huertas a las calas de Tonpoi, ella se ha detenido para sacarse una piedrecilla de la sandalia. Dos mujeres que ascienden les saludan cuando pasan junto a ellos. En un recodo del camino, desde el que se divisa la pequeña explanada donde arrancan las dos escaleras que conducen a las playas, distinguen dos uniformes, entre un grupo de personas que se cierran en torno de ellos. Continúan bajando hasta encontrarse con el grupo. Varias mujeres se han tendido en la hierba, con las sillas, las toallas, las cremas..., y toman el sol ajenas a cuanto sucede. Ellos quieren continuar su camino, pero los cuerpos de los agentes impiden el paso. Una mujer fuerte y morena se dirige a los guardias. Les ha dicho, que trabaja en el Sanatorio y que ella conoce a ese hombre, Emilio. Lleva ya un año internado y tiene esperanzas de salir pronto. Hace tiempo que nadie viene a visitarlo y ya sabe con el calor del verano... La mujer fuerte y morena se seca el sudor de la cara con un pañuelo que ha sacado del bolso. Un bolso grande y cuadrado lleno de toallas, bañadores y cremas, que la mujer tiende a uno de los agentes. La mujer le dice al agente que no pasará nada, que no es peligroso. Que el hombre, Emilio, estará más tranquilo si la ve a ella. Dice que ya llevan un buen rato esperando y que para un día bueno que tenemos hay que aprovecharlo. Las personas que están escuchando, apoyan las palabras de la mujer con exclamaciones y movimientos de cabeza, pero el agente no dice nada, solo mira a la mujer que se acerca ya a las escaleras. El agente intenta con un gesto detenerla pero ella se adelanta. Dice que ella le conoce bien, que es importante que Emilio la vea. Estará nervioso con el jaleo que han armado por bajar el pobre hombre a la playa. ¿ No tendrá derecho como todo el mundo, a darse un baño o a tomar el sol?. Ahora, todos se han asomado al borde del acantilado para ver como la mujer que ha bajado las escaleras, se aleja saltando ágilmente entre las piedras. Se dirige al final de la cala, donde un muro de rocas separa Tonpoi de Talape. Detrás están las Atxetas, piensa ella. Encima de una de las peñas del muro, distingue la silueta de una persona que está sentada. Debajo, a pocos metros, los dos agentes se vuelven hacia la mujer que ya está cerca de ellos. La mujer morena y fuerte se ha detenido, ahora está hablando con los agentes. Todos pueden ver como después se dirige hacia la roca y comienza a escalar hasta que el hombre puede verla. Ella imagina que es un hombre joven, lleva un año encerrado y ha sentido deseos de darse un baño. ¡Hace tanto calor!...Ha ascendido dejándose llevar, buscando un buen lugar donde soñar con las olas. Es perfecto, puedes comprobarlo. La mujer morena y fuerte le dice que todos están preocupados, que no se ha presentado a comer y ha saltado la alarma. Cuando le han encontrado en lo alto de la roca, han pensado que quería suicidarse. El hombre se ríe, recuerda las palabras que pintó en el muro de ladrillo: "la cordura y sentir que también... que cárcel". Está desnudo, la ropa recogida a un lado. Solo quiero estar aquí, cantando con los karramarros. La mujer le dice que baje con ella y continúa subiendo hasta estar a su lado. Después el hombre se levanta. La mujer le ayuda a ponerse el chaleco gris perla sobre la camisa blanca. El hombre agita su bastón al aire, levanta las piernas. Está bailando, piensa ella, está cantando una vieja canción. La mujer fuerte y morena le pasa el brazo por la espalda, le anima a acompañarla. La dice que tiene que bajar, no dejan a nadie estar en la playa hasta que él no vuelva. La mujer mira el reloj, ha transcurrido algo más de una hora desde que bajaron a la playa y comienza a impacientarse. Tienes que hacerme este favor. La mujer comienza a bajar lentamente, agarrándose con manos y pies a las hendiduras del muro. El hombre comienza a descender tras de ella y pronto se encuentran ambos junto a los agentes. La mujer le pasa el brazo por la espalda, les explica que todo ha sido una falsa alarma, que el hombre no ha pensado en suicidarse. El hombre se ríe, vuelve a recordar las palabras que pintó en el muro. La mujer morena y fuerte va abriendo el paso, le sigue el hombre agitando su bastón y bailando. Detrás, cerrando la marcha los agentes. Cuando pasan junto al grupo de la explanada, ella mira detenidamente al hombre. Es joven, tal como ha supuesto, y está cantando una vieja canción. El hombre le devuelve la mirada, donde asoma una profunda tristeza, antes de alejarse bailando al son del pasodoble. Sombrero en mano entró en Bermeo La sobrina de Bollar Su tío el koixo la esperaba En el coche consular Lameratik bueltie emon da Jun zen dizen Talara Ta izterrak errefreskatzen Bajatu zien Talapera