El proyecto personal de vida: esquema para la

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EL PROYECTO PERSONAL DE VIDA
Un camino de identificación con la propia vocación
Asumir la responsabilidad de la propia formación y del crecimiento como persona obliga a un
esfuerzo constante de conversión y de renovación. Elaborar el propio proyecto personal de
vida es un gran medio para el crecimiento en ese esfuerzo de formación y maduración
personal. Es importante que cada persona, como primera responsable de su propio
crecimiento y maduración personal, dé valor al ‘Proyecto personal de vida’, poniendo una
especial atención en algunos elementos:
1. ¿Para qué hacer el proyecto personal de vida?
El Evangelio es el proyecto de vida del cristiano. Hacer el proyecto personal significa
colocarse en un proceso de acogida del proyecto que Dios tiene sobre ti. De este modo, el
proyecto de Dios se convierte en tu proyecto. Hacer el proyecto no es principalmente
buscar tu realización, sino acoger tu vocación y asumir responsabilidades para tus
opciones. Tal vez te has hecho la pregunta: “¿Para qué hacer el proyecto de vida?”. Te
propongo algunas motivaciones: tú podrás buscar otras, más próximas a tu experiencia.
Antes de comenzar a hacer el proyecto, es necesario estar motivados.
La vida está siempre en construcción y Dios te dice: “Antes de formarte en el seno
materno, ya te conocía” (Jer 1,5). Dios tiene un designio para tu vida, que estás tratando
de descubrir y hacerlo tuyo. El proyecto te ayuda a hacer esto: buscar el camino que Dios
ha trazado para ti; descubrir lo que Dios quiere de ti; proyectar tu vida para tu propio
futuro como piensas que Dios la querría. El proyecto se convierte así en un instrumento
para la identificación con aquello que Dios quiere de ti.
Este cuadro de tu futuro, que descubres como fruto de un discernimiento, te ofrece la
dirección para tu vida. Es difícil de recomponer las mil piezas de un puzzle, sin tener
previamente el “cuadro final”. Cuando sabes adónde estás llamado a llegar, es más fácil
hacer converger todos los elementos de tu existencia cotidiana –aspiraciones, energías,
valores- hacia la consecución de la meta. ¡No permitas que tu vida esté fragmentada, o se
disperse, o se deje arrastrar por la corriente! ¡Quien no sabe adónde va, acaba en otra
parte!
Conjuntando todo hacia una meta, tu vida se hace más unificada. Así, mientras vas
avanzando y pasas de una fase a otra de tu vida o de unos momentos y lugares a otros,
haces experiencias que tienen que estar integradas en una nueva síntesis vital. El proyecto
personal es precisamente este instrumento de unificación y así puedes superar el peligro
de una vida fragmentada.
Mientras vas dando pasos para unificar tu vida, puedes evaluar algunos aspectos de cómo
vives. Comienzas a conocerte con mayor lucidez en tus valores y en tus límites; te das
cuenta de lo que debes cambiar, si quieres alcanzar la visión de tu vida en fidelidad a la
llamada de Dios. Te vas convenciendo cada vez más de la necesidad y hasta de la belleza
del nuevo planteamiento que quieres dar a tu existencia. Te sientes impulsado a hacer
esfuerzos para cambiar, para trabajar sobre ti, para tomar decisiones difíciles, etc. Así el
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proyecto se convierte para ti en un medio de conversión y de renovación y te lleva a una
mayor autenticidad.
De este modo tomas en tus manos tu vida y asumes responsabilidades para tu vocación y
para tu crecimiento personal. Mediante el proyecto personal, guiado por el Espíritu de
Dios y de Su gracia, te haces “protagonista necesario e insustituible” de tu formación,
ejercitando tu libertad, definiendo tus metas, construyendo tu identidad, llegando a ser
aquello para lo que Dios te llama.
Por tanto, como habrás notado, el proyecto no es una simple declaración de intenciones o
de deseos, ni un plan de especialización profesional. El proyecto personal de vida es la
descripción de la meta que tú quieres alcanzar y de los pasos que quieres dar para llegar a
ella, siempre mirando al crecimiento en la vocación. Caminando por este camino, caminas
hacia la santidad.
2. ¿Cómo formular el proyecto personal de vida?
Vamos a indicar el modo de formular tu proyecto personal de vida. Te propongo un
recorrido en tres pasos.
Puesto que el proyecto personal de vida es un proceso de discernimiento, es obvio que
tienes necesidad de un tiempo de silencio y recogimiento para hacerlo, por ejemplo
durante algún retiro o convivencia de comienzo del año o durante los ejercicios
espirituales. En un momento de oración te pones delante de Dios y le dices con las
palabras de Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Le preguntas qué quiere de ti
“aquí y ahora”.
En el primer paso se trata de identificar la llamada de Dios. Por medio del Evangelio,
conoces ya lo que Dios quiere de ti. Dios habla a tu corazón mediante el Espíritu. Si te
mantienes disponible a su voz, te darás cuenta de los ámbitos de tu vida en que sientes
mayor necesidad de crecer. Te sugiero que des una mirada a las cuatro dimensiones de
crecimiento personal (humana, espiritual, intelectual, educativo-pastoral) y que
encuentres las metas que Dios te pide para el año que comienza. Dios se sirve también de
personas, como el guía espiritual o el confesor, los cuales te pueden ayudar a escuchar Su
voz y a discernir tu situación. Abre tu corazón al guía espiritual: habla de tus relaciones, de
tus temores, de tus descubrimientos; confronta con él tu proyecto de vida, reza mientras
lo estás formulando y cuando lo vayas a evaluar.
Ahora, no se trata tanto de pensar en las cosas que tienes que hacer, sino en las metas que
Dios te inspira y que querrías alcanzar, que te prometen un sentido de alegría y
representan un paso adelante en el camino de tu crecimiento vocacional. Estás
formulando para ti mismo la visión de lo que Dios te llama a ser. Es importante que esta
visión del futuro no sea descrita como algo intelectual o frío, sino como algo que te
apasiona, atrae y estimula, que responde a tus deseos y a tus expectativas, que indica las
posibilidades que pueden resultar de tu esfuerzo. Cuanto más te atraiga y te entusiasme la
meta, más decidido te sentirás en los pasos que has de dar para conseguirla.
Habiendo ya identificado para qué te llama Dios, llega ahora el momento de considerar el
punto en que te encuentras, es decir, tu situación actual en relación con la llamada de
Dios: tus recursos y tus debilidades, tus capacidades y tus posibilidades, tus limitaciones y
tus condicionamientos negativos. Generalmente, hay la tendencia a comenzar hablando
de las debilidades o de los puntos negativos; por el contrario, parece mejor estrategia
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considerar antes los “éxitos”, las posibilidades, en relación con el futuro que se desea.
Luego se pasa a identificar las dificultades, las debilidades, los aspectos que tienen
necesidad de ser mejorados en función de las metas que hay que ir logrando.
Es útil recordar que no es de gran ayuda hacer una lista interminable. Una buena
elaboración del proyecto presupone la capacidad de individuar los dos o tres puntos que
son decisivos y que prácticamente determinan todo lo demás; se trata de captar los
aspectos principales que requieren atención.
Finalmente, has llegado al tercer paso, en el que tratas de asumir el mensaje que te viene
de Dios en respuesta a tu petición: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. A la luz del
conocimiento de ti mismo, logrado con el segundo paso, tú escoges las líneas de acción
que te propones realizar en el curso del año para llegar a las metas que te has propuesto
en el primer paso. Buscas adónde debes ir y qué te sugiere el Espíritu. Es deseable que tus
líneas de acción sean realistas y realizables dentro del año; que sean pocas y esenciales;
que se refieran a los aspectos importantes de tu vida, de tu crecimiento personal.
También es de gran ayuda que el plan de acción marque pasos graduales, que deben
concretarse mes por mes, semana por semana. Dando estos pasos uno después de otro, te
vas creando una cierta confianza en ti mismo y te vas haciendo más decidido y optimista,
viendo el progreso que estás haciendo.
3. Punto de referencia para el camino personal
Ahora que has formulado tu proyecto personal, debes estar seguro de que no se quedará
en el papel, sino hacer que se convierta en un medio eficaz para tu crecimiento. Para
lograrlo, no necesitas medidas extraordinarias, sino los medios que la metodología de la
vida espiritual y la tradición salesiana han recomendado siempre. No se crece si no hay un
método serio de caminar; el proyecto de vida es un nuevo recurso para la vida espiritual
que valoriza elementos tradicionales, dándoles una nueva función y organicidad.
Ante todo, es necesario hacer la evaluación del camino que estás haciendo. Tu proyecto ya
debería haber fijado los tiempos o las fechas concretas para este ejercicio. Debes dedicar
tiempo suficiente para la evaluación.
Habiendo formulado el proyecto con tu guía espiritual –como sugería antes- el
acompañamiento llega a ser un medio importante para avanzar en el camino; por eso,
compartes el proyecto, te confrontas y haces la evaluación con el guía. Hablas de las
dificultades que experimentas y pides consejo.
También te servirá de ayuda la metodología pedagógica del meditar escribiendo, de tomar
notas, de fijar por escrito tus experiencias y las reflexiones que el Espíritu te sugiere. Al
texto que has escrito podrás referirte en todo momento, para una confrontación y una
integración. Escribir es un medio para no quedarte en la superficie, para facilitar la
reflexión y la oración.
Es obvio que deberías ejercitar la vigilancia sobre tus pasos cotidianos. Sin una conciencia
vigilante, es decir, si no se está atento y vigilante, no se hace camino. Entre los medios
comunes, el examen de conciencia cotidiano es un momento sustancial y profundo.
También la oración diaria, es una oportunidad para “tomar alguna buena resolución y
buscar el modo de ponerla en práctica”, reforzando aquello sobre lo que estás trabajando.
Pero, sobre todo, la celebración frecuente del sacramento de la Penitencia es un momento
de gracia que, juntamente con la evaluación de tu vida y con el arrepentimiento que
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suscita en ti, con el perdón de Dios que te reconcilia consigo, te ofrece la gracia
sacramental de la curación y de reanudar el trabajo.
Esquema para la elaboración del Proyecto de Vida
LA LLAMADA DE DIOS
¿Qué quiere Dios de mí en las circunstancias en que me encuentro?
1.
Encuentra un tiempo de silencio y recogimiento, por ejemplo, durante un retiro,
convivencia o en los ejercicios espirituales, y abre tu corazón al Señor pidiéndole luz y valor.
2. Pregúntate ante el Señor qué quiere Él de ti. Por el contexto en que vives, ¿cuál es el
perfil de joven cristiano que te sientes llamado a ser?
3.
Para identificarte con el perfil que has descubierto, debes comprometerte en tu
formación humana, espiritual, intelectual y educativo-pastoral. Con respecto a las cuatro
dimensiones de crecimiento, ¿en qué te sientes particularmente interpelado por el Señor este
año y en esta fase de tu vida? Descubre las dos o tres cosas importantes para cada una de las
cuatro dimensiones, que tú crees que el Señor espera de ti este año. Éstas son tus metas.
TU SITUACIÓN ACTUAL
¿Dónde te encuentras respecto de la llamada de Dios?
1. Tomando tus metas en relación con cada una de las dimensiones, identifica los puntos
favorables-positivos y los elementos desfavorables presentes en tu vida.
2. De modo semejante, en cada una de las dimensiones identifica los puntos significativos
que tienen necesidad de ser reforzados o cambiados en tu vida.
TUS LÍNEAS DE ACCIÓN
¿Qué pasos quieres dar? ¿En qué dirección, por qué caminos, con qué compromisos?
1. A la luz de lo que ha surgido en los pasos precedentes, escoge algún objetivo, las líneas de
acción más convenientes para alcanzar tus metas, y acciones concretas. También aquí las
líneas de acción se han de referir a las cuatro dimensiones formativas.
2.
Determina cuándo y cómo piensas evaluar el proyecto.
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