La Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos

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La Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
(La muerte del Siervo del Señor) Domingo de Ramos ciclo B
Introducción y comentario a los textos de la Pasión según San Marcos
“La muerte del Siervo del Señor”. Llamamos así al relato de la Pasión según San
Marcos, que hoy la Iglesia nos proclama en el Evangelio del Domingo de Ramos, en la
Pasión del Señor. Porque el tema central del evangelista, es el de Jesús como Hijo de Dios,
el Siervo de Dios mártir, vaticinado por Isaías (ver Is 50,4-7; 52,13-53,12), que muere en la
cruz.
Con la proclamación de Jesús como “Hijo de Dios”, comienza San Marcos su
Evangelio (Mc 1,1), y termina también, a los pies de la cruz, en boca del centurión (Mc
15,39). Esto, porque el relato de la Pasión de Cristo es la culminación de su Evangelio. A lo
largo del mismo, el evangelista nos “lleva de la mano” hasta este momento supremo de la
vida del Señor. Se dice que el Evangelio de San Marcos es el “Evangelio de la Pasión del
Señor”, precedido por los relatos de su vida, desde el bautismo hasta el Calvario.
El relato de la Pasión de Cristo según San Marcos, no es una simple crónica del
acontecimiento, pese a que el evangelista apela a aquellos que estuvieron de cerca, a los
testigos presenciales (Mc 14,33; 15,21.40-44), sino más bien una buena noticia del
acontecimiento de la cruz. Nos presenta el sentido religioso y salvador del aparente
fracaso de Jesús. La narración comienza con la unción de Jesús en Betania (Mc 14,3-9;
15,42-47), y termina con su muerte en la cruz.
Abundan en este relato las referencias a las Escrituras e intenta hacer comprender
cómo un crucificado puede ser el Mesías. Por eso, Jesús aparece como Señor de los
acontecimientos. La muerte pesa abrumadoramente sobre su destino, pero vista desde
dentro, queda dominada por la actitud de Jesús. La humillación de Jesús es exaltación, la
cruz es salvadora y el seguimiento de sus discípulos un camino de sufrimiento y de
plenitud.
San Marcos acentúa la soledad y el silencio de Jesús. Los discípulos se duermen y
huyen en Getsemaní, el muchacho del huerto se escapa desnudo, Pedro le niega, la gente
lo acusa, es condenado por las autoridades y “abandonado” por Dios. El silencio de Cristo
en el relato de la pasión, es roto solamente tres veces ante el sumo sacerdote, ante Pilato
y ante Dios. Su soledad y aislamiento es compensado por la presencia y compañía de las
mujeres, que “miran desde lejos”. En todo el relato se presentan maniobras siniestras y
procesos reveladores de la debilidad o perversidad humanas.
Al principio del Evangelio hubo cuatro discípulos, los llamados a primera hora (ver
Mc 1,16-20). Al final serán fieles unas cuantas mujeres discípulas, que descubrirán la
buena nueva de la pascua (Mc 15,40- 41.47; 16,1-8). La última palabra de Jesús que
recuerda san Marcos –“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”- es parte de un
salmo, pero indica un abandono total (Mc 15,34). Al final, un capitán o centurión romano,
que representa a los catecúmenos y cristianos procedentes del paganismo (a quienes
escribe Marcos), confiesa con fe: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc
15,39). La resurrección se encuentra más allá del silencio y de la oscuridad de la pasión, al
amanecer el nuevo día. San Marcos nos invita a creer en la “paradoja” de la cruz.
Ofrecemos, pues, unos comentarios a cada uno de los diversos momentos de la
pasión, a partir de los textos mismos, como sigue:
 La conspiración contra Jesús
14. 1 Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos
sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle
muerte. 2 Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un
tumulto en el pueblo».
Poco antes de la celebración de la fiesta de Pascua, Jesús va a sufrir su pasión y su muerte,
para luego resucitar. Los dirigentes de Israel que, en los comienzos mismos del ministerio de Jesús,
ya habían decretado su muerte (Mc 3,6), preparan su fin y quitarlo de en medio. Mientras ellos
buscan la forma de hacerlo, a espaldas de la gente, Jesús se prepara también a pasar por el cáliz de
la amargura, siendo objeto de un gesto de amor y veneración por parte de una mujer anónima, en
Betania, durante una cena.
 La unción de Jesús en Betania
3 Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una
mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco,
derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. 4 Entonces algunos de los que estaban allí se
indignaron y comentaban entre sí: “¿Para qué este derroche de perfume?” 5 “Se hubiera
podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres”. Y
la criticaban. 6 Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra
conmigo. 7 A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles bien cuando
quieran, pero a mí no me tendrán siempre. 8 Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo
anticipadamente para la sepultura. 9 Les aseguro que allí donde se proclame la Buena
Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo».
La mujer en mención prepara a Jesús para su sepultura y realiza, además de su gesto de
cariño y deferencia, una unción mesiánica, en silencio, enseñando la verdadera dignidad de Cristo,
en contra de aquellos que alegan el aparente derroche de este perfume carísimo de nardos. Ella
destaca por su cariño desinteresado y fiel hacia el Maestro, preparándolo a la unción que otras
mujeres harían de su cadáver (Mc 16,1). El gesto contrasta con la actitud egoísta y aparentemente
honrosa con los pobres, de los presentes, con el complot criminal y secreto de los sacerdotes y la
actitud de Judas, como en seguida veremos.
 La traición de Judas
10 Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a
Jesús. 11 Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una
ocasión propicia para entregarlo.
Judas Iscariote, busca a los dirigentes judíos, con el fin de “entregarles” a Jesús (el texto
nos habla propiamente de “traición”). Judas es el “instrumento” de Dios para la realización de la
salvación humana, al entregar a Jesús (ver Jn 3,16), aunque nos suene repugnante la forma en que
ejecuta su acción (Jn 12,6).
 Los preparativos para la comida pascual
12 El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual,
los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida
pascual?”. 13 Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se
encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, 14 y díganle al dueño
de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el
cordero pascual con mis discípulos?”. 15 Él les mostrará en el piso alto una pieza grande,
arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario». 16 Los
discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y
prepararon la Pascua.
Los discípulos, instruidos por Jesús, preparan la cena pascual, en la cual se conmemoraba
la liberación de Israel (ver Éx 12,6.14.20), y durante la cual, se comía el cordero pascual y los panes
sin levadura. Por eso, Jesús quiere celebrarla con los suyos y prevé hasta los más mínimos detalles.
El texto enseña que es Dios quien dirige aquellos acontecimientos y cómo Jesús conoce de
antemano y domina la situación, pues sabe de antemano lo que sucederá, nada lo toma por
sorpresa.
 El anuncio de la traición de Judas
17 Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. 18 Y mientras estaban comiendo, dijo: «Les
aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo». 19 Ellos se
entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: “¿Seré yo?”. 20 Él les respondió:
«Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. 21 El Hijo del hombre se
va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será
entregado: más le valdría no haber nacido!».
Jesús anuncia la entrega (traición) de Judas, como parte del plan de Dios (ver Sal 41,10), en
el que uno de los doce apóstoles del Hijo, lleva a cabo tal acción. Esta “entrega” no sorprende a
Jesús, que sabe lo que le va a suceder, pese a que lo que realiza Judas, nos parezca detestable.
 La institución de la Eucaristía
22 Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». 23 Después tomó una copa, dio gracias
y se la entregó, y todos bebieron de ella. 24 Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la
Alianza, que se derrama por muchos. 25 Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid
hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
Jesús, ante la traición de Judas, el abandono de sus discípulos que ya intuye y que luego
veremos, instituye la Eucaristía como sacramento de su alianza inquebrantable con ellos. Su
“cuerpo” es su persona entregada a la muerte (identificado con el pan), enseñando que es
alimento verdadero, que sacia al ser humano. Su sangre es su vida (significada en el vino del cáliz).
Cuerpo y sangre, son su persona total, que se entrega a la muerte por todos, anunciando con ella
su resurrección y garantizando que, con esta cena, anticipa la cena del Reino de Dios para toda la
humanidad.
 El anuncio de las negaciones de Pedro
26 Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. 27 Y Jesús les
dijo: «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: ‘Heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas’. 28 Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».
29 Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré». 30 Jesús le
respondió: «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda
vez, me habrás negado tres veces». 31 Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo,
jamás te negaré». Y todos decían lo mismo.
Si Jesús había anunciado la traición (entrega) de Judas Iscariote, ahora, después de cenar y
cantar los salmos, anuncia el abandono de sus discípulos y la negación triple de Pedro, poniendo
en evidencia, por contraste, su fidelidad incondicional para con ellos, como amigo, maestro y
pastor, utilizando un pasaje de Zacarías (Zac 13,7), que trata de disculpar la debilidad y cobardía de
ellos, que escaparán ante el peligro, dejándolo completamente solo… Aún así, Él, como Pastor,
permanecerá fiel, pese a todo.
 La oración de Jesús en Getsemaní
32 Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense
aquí, mientras yo voy a orar». 33 Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó
a sentir temor y a angustiarse. 34 Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de
muerte. Quédense aquí velando». 35 Y adelantándose un poco, se postró en tierra y
rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. 36 Y decía: «Abba –Padre–
todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 37
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón,
¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? 38 Permanezcan
despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la
carne es débil». 39 Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. 40 Al
regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no
sabían qué responderle. 41 Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora pueden dormir y
descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los pecadores. 42 ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a
entregar».
Jesús se enfrenta a una durísima prueba, en la soledad y oscuridad de la noche. Es un ser
humano como nosotros (as), que sufre y es tentado (Mc 1,12-13), se angustia y siente horror ante
la muerte (Heb 5,7-10), pero que busca, además de la compañía de sus discípulos, la fortaleza en
la oración hecha a su Padre Dios, en el cual se abandona. Mientras tanto, sus discípulos duermen…
Ha llegado la hora (Jn 12,27), ante la cual se somete a la voluntad divina. Exhorta a los suyos a la
vigilancia y a la oración, pues son débiles… Aún así, Él se encuentra solo ante su destino y ante
Dios.
 El arresto de Jesús
43 Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce,
acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los
escribas y los ancianos. 44 El traidor les había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a
besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado». 45 Apenas llegó, se le acercó y le dijo:
«Maestro», y lo besó. 46 Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. 47 Uno de los
que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
48 Jesús les dijo: «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.
49 Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero
esto sucede para que se cumplan las Escrituras». 50 Entonces todos lo abandonaron y
huyeron. 51 Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron. 52
Pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
Una gran “pelota” de gente, todo un tumulto, llega a apresar a Jesús, dirigidos todos por
Judas (el contraste es evidente, ¡mucha gente armada contra un hombre solo e inofensivo!). Judas
lo besa y lo entrega y Jesús queda a merced de ellos (en el fondo, de Dios). Queda completamente
solo ante el peligro, alguno intenta defenderlo inútilmente, al cortarle la oreja al criado del sumo
sacerdote, los discípulos huyen en desbandada… y hasta un muchacho semidesnudo en aquel
alboroto, huye de ellos (algunos actualmente lo identifican con san Marcos, el evangelista). Lo
cierto es que Jesús queda en manos de sus enemigos.
 Jesús ante el Sanedrín
53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes,
los ancianos y los escribas. 54 Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio
del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. 55
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder
condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. 56 Porque se presentaron muchos con
falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. 57 Algunos declaraban
falsamente contra Jesús: 58 «Nosotros lo hemos oído decir: “Yo destruiré este Templo
hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho
por la mano del hombre”». 59 Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
60 El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: “¿No
respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?”. 61 Él permanecía en silencio y no
respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: “¿Eres el Mesías, el Hijo del
Dios bendito?”. 62 Jesús respondió: «Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre
sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo». 63 Entonces el
Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
64 Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?”. Y todos sentenciaron que
merecía la muerte.
65 Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras
le decían: “¡Profetiza!”. Y también los servidores le daban bofetadas.
Jesús es llevado ante Caifás y ante el Consejo supremo de los judíos. Éstos buscan cómo
acusarlo en asuntos relacionados con el templo. Buscan falsos testigos, que no coinciden en sus
testimonios. El sumo sacerdote, finalmente, lo interroga y le “arranca” su declaración. Jesús
confiesa que es el Mesías e Hijo de Dios (san Marcos nos ha llevado en su Evangelio, hasta esta
confesión del mesianismo de Cristo; un secreto que ha ido revelando a lo largo de la predicación y
ministerio del Señor). Jesús rompe su silencio (señal de inocencia), para presentarse como el Hijo
del Hombre, el juez celestial, que vendrá al final de los tiempos. Es consciente de lo que le
aguarda, pues es acusado de blasfemia y este delito se paga con la muerte. Por eso, sufre las
humillaciones, burlas y escarnios por parte de los esbirros de Caifás, cumpliendo así las profecías
del Siervo del Señor, que es ultrajado (Is 50,5.8-9; Mt 8,17).
 Las negaciones de Pedro
66 Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote
67 y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también estabas con
Jesús, el Nazareno». 68 Él lo negó, diciendo: «No sé nada; no entiendo de qué estás
hablando». Luego salió al vestíbulo y cantó el gallo. 69 La sirvienta, al verlo, volvió a decir
a los presentes: «Este es uno de ellos». 70 Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde,
los que estaban allí dijeron a Pedro: «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres
galileo». 71 Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que
estaban hablando. 72 En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las
palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás
negado tres veces». Y se puso a llorar.
Pedro, que poco antes firmemente ante Jesús, le había dicho que nunca lo negaría, y lo
había seguido hasta el patio del sumo sacerdote (Mc 14,54), ahora lo niega tres veces, incluso
llegando a maldecir y a perjurar, demostrando su debilidad y claudicación ante Jesús. Su actitud es
similar a la de Judas que lo entregó, a los demás discípulos que lo abandonaron y huyeron, y a la
de Caifás y el Sanedrín, que condenaron a Cristo como Enviado de Dios.
 Jesús ante Pilato
15.
1 En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los
ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo
entregaron a Pilato. 2 Este lo interrogó: “¿Tú eres el rey de los judíos?”. Jesús le respondió:
«Tú lo dices». 3 Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. 4 Pilato lo
interrogó nuevamente: “¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!”. 5 Pero
Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
 Jesús y Barrabás
6 En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. 7 Había en la
cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un
homicidio durante la sedición. 8 La multitud subió y comenzó a pedir el indulto
acostumbrado. 9 Pilato les dijo: “¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?”.
10 Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. 11 Pero
los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. 12 Pilato
continuó diciendo: “¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los
judíos?». 13 Ellos gritaron de nuevo: “¡Crucifícalo!”. 14 Pilato les dijo: “¿Qué mal ha
hecho?”. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: “¡Crucifícalo!”. 15 Pilato, para contentar
a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar,
lo entregó para que fuera crucificado.
El Sanedrín o Consejo supremo corrobora la sentencia de muerte pronunciada contra
Jesús y lo llevan y entregan a Pilato, ante quien presentan como rebelde o subversivo y lo acusan
de ser el rey de los judíos. De la acusación religiosa, pasan a una acusación política (ver el letrero
de la cruz en Mc 15,21). Ante la pregunta de Pilato, Jesús le responde con una afirmación y, a la
vez, una reserva. Luego, se queda en silencio, que nos recuerda la actitud del Siervo del Señor en
Is 53,7: “…no abría la boca…” (1 Ped 2,21-23).
Para indultar a Jesús, Pilato utiliza una maniobra política, al presentarlo junto a Barrabás,
para que la gente decida la suerte de ambos. Y sabemos que, en este juego, cede el lugar a
Barrabás, manipulado por la gente y los líderes religiosos y luego entrega a Jesús (como Judas) al
pueblo, para ser crucificado, no sin antes hacerlo azotar, como preludio a su crucifixión. Mientras
tanto Jesús, en silencio, acepta su destino, sin participar en la artimaña montada en su contra.
 La coronación de espinas
16 Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
17 Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
18 Y comenzaron a saludarlo: “¡Salud, rey de los judíos!”. 19 Y le golpeaban la cabeza con
una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. 20 Después de haberse
burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego
lo hicieron salir para crucificarlo.
Condenado por supuestamente hacerse pasar por rey de los judíos, Jesús es sometido al
ultraje y al escarnio de los soldados, al ser vestido como rey, con un manto de color púrpura y
coronado de espinas. San Marcos enseña que el verdadero Rey es Jesús y no el César (porque en el
fondo, la burla no es tanto para Jesús, sino para el emperador romano). Jesús no es rey como el
emperador o los reyes de este mundo. Él se ha presentado, en todo este proceso, como Juez
verdadero ante el Sanedrín y Rey soberano ante Pilato. Despojado de sus ropas, coronado de
espinas, vestido como los reyes de ropa de púrpura, en toda esta burla y parodia de los soldados,
éstos, sin saberlo, lo están proclamando Rey de reyes y Señor de señores. Esto es lo que la Iglesia
sabe y anuncia…
 El camino hacia el Calvario
21 Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del
campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. 22 Y condujeron a Jesús a un lugar llamado
Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo».
 La crucifixión de Jesús
23 Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24 Después lo crucificaron.
Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada
uno. 25 Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. 26 La inscripción que indicaba la
causa de su condena decía: «El rey de los judíos». 27 Con él crucificaron a dos bandidos,
uno a su derecha y el otro a su izquierda. 28 Y se cumplió la Escritura que dice: “Lo
incluyeron entre los malhechores”.
Después de un breve viacrucis, Jesús es llevado al Gólgota. En el camino, un africano
llamado Simón de Cirene, padre de dos cristianos de la comunidad de Roma (ver Rom16, 13), es
obligado a llevar la cruz de Jesús, siendo convertido en su seguidor, según Mc 8,34. Los detalles de
su crucifixión no son contados por el evangelista san Marcos, sino que lo hace en función del
cumplimiento de las Escrituras, como el detalle de la bebida embriagante (ver Prov 31,16; Sal
69,22), el reparto de sus vestiduras (Sal 22,19), o los malhechores crucificados con él (Is 53,9.12).
Llama la atención la sobriedad del relato, que no responde a intereses piadosos, doloristas
o compasivos, comunes entre nosotros con textos de meditación de la Pasión, o de películas de
corte sangriento o violento, como “La Pasión” de Mel Gibson. Porque, en realidad, el sufrimiento
más doloroso para Jesús, más que sus dolores físicos, fue el rechazo sufrido en sus comienzos en
Nazareth (Mc 3,6), la negación de Pedro y el abandono de los suyos (Mc 14,50.66-72). Es decir, su
radical soledad y la incomprensión más cruel, manifestada en un juicio injusto por parte del poder
religioso y político, en las burlas de las que fue objeto a lo largo de su pasión y ahora, colgado en la
cruz. Sobre ella, ostenta el título de su condena, por sus “pretensiones reales”. Bien sabemos los
cristianos de qué clase de Rey se trata… Aquel cuyo reinado es la entrega y el amor hasta las
últimas consecuencias.
 Injurias a Jesús crucificado
29 Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: “¡Eh, tú, que destruyes el
Templo y en tres días lo vuelves a edificar, 30 sálvate a ti mismo y baja de la cruz!”. 31 De
la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: “¡Ha
salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! 32 Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje
ahora de la cruz, para que veamos y creamos!”. También lo insultaban los que habían sido
crucificados con él.
En efecto, aquellos que pasan, los dirigentes de Israel y hasta los compañeros de suplicio,
se sienten con derecho a insultarlo y a burlarse de Él. Le echan en cara la salvación que a tantos
otorgó, pero su propia incapacidad para salvarse… su aparente debilidad y fracaso, al negarse a
bajar de la cruz. Esta es la gran paradoja de la cruz, que nos presenta san Marcos: Jesús no baja de
ella, pero, desde ella, nos salva. Las burlas con las que es humillado el Señor, son una verdadera
blasfemia, pues al ser rechazado, se rechaza al mismo Dios presente en su Hijo. Burlas que ya
estaban insinuadas en las Escrituras (ver Lam 2,15; Sal 22,7; 109,25). Jesús es el inocente, el
hombre justo por excelencia.
 La muerte de Jesús
33 Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; 34 y a esa hora, Jesús
exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?». 35 Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
«Está llamando a Elías». 36 Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la
punta de una caña, le dio de beber, diciendo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo». 37
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
38 El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 39 Al verlo expirar así, el centurión
que estaba frente a él, exclamó: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!”.
Las mujeres que siguieron a Jesús
40 Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María
Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, 41 que seguían a
Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con
él a Jerusalén.
Jesús que durante todo su proceso y pasión, había permanecido prácticamente callado, en
un silencio casi total, ahora habla; más bien grita su abandono y su confianza en Dios, con el salmo
22,1-2, que es un grito de dolor, de angustia y de abandono en las manos de su Padre, a quien
llama “Dios mío, Dios mío”. Ante esto y ante el aparente silencio y ausencia de Él, Dios le responde
con varios signos “apocalípticos”:

La oscuridad o las tinieblas, símbolos de su presencia y de su juicio, que recuerda el
llamado “Día del Señor” anunciado por los profetas y por el mismo Jesús (Am 8,9; Mc
13,24). La creación entera se asocia a la pasión del Salvador.

El velo del templo de Jerusalén que es rasgado, con el cual se significa que Jesús mismo es
el verdadero y nuevo templo y, por el cual, Dios mismo abre sus puertas al mundo entero,
gracias a la muerte de Cristo. Es decir, que su salvación es universal.

Y finalmente, la confesión de fe del capitán o centurión romano, donde claramente
manifiesta quién es Jesús: el Hijo de Dios. Confesión que aquí alcanza su punto culminante
y a la que san Marcos nos ha llevado desde el comienzo de su Evangelio (ver Mc 1,1), al
presentar la verdadera identidad y mesianismo de Jesús: es el Mesías de la cruz, el Siervo
del Señor (Mc 9,7; 12,6), el que ha abierto las puertas del templo nuevo (de Dios mismo), a
todos los pueblos, a todos los hombres y mujeres de la tierra. Jesús, pues, es presentado
en todo el drama de la pasión como Juez universal, como Rey y Mesías, como el verdadero
Hijo de Dios. En todos estos pasajes se resume la cristología del Evangelio de Marcos.
La presencia de las mujeres, aunque “de lejos”, demuestra su valentía y fidelidad hacia
Jesús, en contraste con la cobardía de los discípulos, ausentes en el Calvario. Su presencia en el
entierro de Jesús, aunque pasiva, pone un signo de esperanza ante la tumba de Jesús y una cierta
actitud expectante, casi como una pregunta que se queda en el ambiente: ¿Qué sucederá ahora?
Su presencia aquí no indica el final de todo (Mc 15,47).
 La sepultura de Jesús
42 Era un día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, 43 José de
Arimatea –miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la
audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se asombró
de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había
muerto. 45 Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. 46 Este compró una
sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en
la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 María Magdalena y
María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
Víspera del descanso sabático, José de Arimatea, fariseo y miembro del Consejo de los
judíos, creyente en la futura llegada del Reino como todo israelita, se hace cargo del cadáver de
Jesús. Quiere respetar las prescripciones del Deuteronomio, en cuanto a los cadáveres de los
ajusticiados (ver Dt 21,22-23; Gál 3,13). Por eso, valerosamente solicita a Pilato el permiso de
sepultar el cadáver de Jesús, luego lo baja, lo envuelve en una sábana comprada a propósito, y lo
sepulta en un sepulcro excavado en la roca, tapándolo con una piedra.
Al parecer, todo ha terminado. Jesús ha muerto y ya no hay nada qué hacer… Las mujeres
que se han quedado allí, viéndolo todo, aunque queditas y en silencio, parecen enseñar o esperar
lo contrario: que la esperanza no ha sido destruida con la muerte del Maestro. Y que el regreso de
ellas a su tierra galilea no será en vano… La muerte de Jesús, aparentemente, ha sido un rotundo
fracaso y un punto final a todo. Pero no es así, dará paso a su resurrección, que había prometido
(Mc 14,28). Por eso, el domingo ellas mismas irán al sepulcro, para ungir el cadáver, lo buscarán
ansiosas (Mc 16,1), y, para su sorpresa (y para nosotros), el sepulcro está abierto… Jesús ha
resucitado (Mc 16,6). Lo encontrarán en Galilea.
Jesús es el Crucificado que vive, y no hay que buscarlo en la tumba del Calvario, ni ayer ni
hoy, sino que hay que buscarlo en el encuentro con Él, como las mujeres o los discípulos (Mc 16,914), pero no es su tumba, propiamente. Ésta viene a ser un signo de la Pascua, de la acción de Dios
que rescató a su Hijo de la muerte, de un Dios que llama a la Vida, “que da vida a los muertos y
llama a la existencia a las cosa que no existen” (ver Rom 4,17).
P. Mario Montes Moraga
Centro Nacional de Catequesis
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