Zurbarán y el retablo mayor de la Granada (Llerena)

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Zurbarán y el retablo mayor
de la Granada
MANUEL MARTÍN BURGUEÑO
1. DEL ENCUENTRO DE UN RETABLO PERDIDO
Un mediodía semiotoñal de la rara primavera que hemos tenida este año,
José Antonio López de las Peñas me puso en el camino que ha desembocado en
este trabajo. Puesto en el rumbo, di con una curiosa anotación en uno de los
libros del archivo parroquial de la Granada, de Llerena. Archivo al que se ha
prestado muy poca atención por los zurbaranistas allegados a dicha ciudad en
distintas fechas, convencidos, quizás, de que ante la ausencia de los correspondientes libros de fábrica, los existentes de poco podrían servir en el seguir
de la singladura del Zurbarán artista. Ante la singularidad del documento, decidí dar cuenta del mismo por su directa relación con el célebre retablo de Zurbarán
que ya no está en el altar mayor de la iglesia de la Granada y del que, todavía,
seguimos ignorando cuál fue su destino y hoy su actual paradero, si es que en
algún sitio quedan sus restos o parte de ellos.
La primera noticia «seria» sobre este retablo de Zurbarán vino de la mano
de la famosa zurbaranista María Luisa Caturla.
Siguiendo los pasos de Zurbarán y ayudada desde Llerena por algunos
inestimables, y casi siempre olvidados, colaboradores -como lo fueron José
María Lepe, Arturo Gazul o Emilio Hurtado, por solo citar a los más destacados-, María Luisa Caturla se plantó en Llerena, donde por aquellos años no
había ningún archivo catalogado, ni en condiciones propicias para un trabajo
de investigación. Además, en Llerena ya faltaba el todavía poco conocido, pero
muy importante, Archivo del Provisorato de la Provincia de San Marcos de
León, que a finales del siglo XIX fue trasladado a la capital pacense por decisión, muy discutible, del entonces Obispo de Badajoz al ser suprimidas las
Ordenes Militares y quedar anexionadas los territorios santiaguistas de la Baja
Extremadura a la diócesis pacense. Su importante fondo pasó desde entonces
a formar parte del Archivo Diocesano de Badajoz (ADB).
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MANUEL MARTÍN BURGUEÑO
De cómo María Luisa Caturla llegó al «descubrimiento» del hoy retablo
perdido de Zurbarán, nos da testimonio Arturo Gazul en una enjundiosa. carta1
que éste escribió a Antonia Zambrano. En ella y con su inconfundible estilo
relata Arturo Gazul: «Por que no la cité en el trabajo que le he enviado a Ud,
al aludir de pasada al pintor, se enfadó conmigo.
Verá Ud. que no venía a cuento. Estuvo varios meses sin escribirme.
Inquirí la causa. Me dijo que un señor de nombre grotesco, D. Dalmiro de la
Valgomás, le había telefoneado diciéndole. ¿Quién es ese Gazul que al hablar de Zurbarán omite tu nombre?
Ella no conocía mi trabajo por que yo, curándome en salud, no se lo
mandé. La verdad es que se me pasó aludir a su labor. Le di explicaciones y
quedamos amigos de nuevo. Ahora bien, ha sido una especie de venganza
poco airosa no decirle al periodista que en Llerena no sólo se le dieron todas
las facilidades, sino que yo mismo le llevé un montón de protocolos a su casa,
con permiso del alcalde. Y, es más, yo por servirla, me pasé días y días revolviendo protocolos y acuerdos y, respirando polvo del siglo XVII, le llevaba
los libros donde había yo encontrado datos interesantísimos, mezclados con
otros que no traían nada de Zurbarán, para darle la impresión de que ella los
había descubierto. Ante un hallazgo sensacional se puso a gritar, estaba yo
presente.
-Pepita, Pepita, Zurbarán pintó un retablo para la Granada! ¡Que hallazgo!»
Aquel grito de rebosante gozo, incomprensible para la sorprendida Pepita, que no era otra que Josefa Mendoza Montero, Condesa de la Corte, resonó
en todo el universo del zurbaranismo. Desde entonces para acá muchos esfuerzos se han concitado para difuminar los puntos oscuros de la historia de tan
famoso retablo perdido, del que se han ocupado más recientemente, si bien en
obras sobre aspectos generales de la retablística en la Baja Extremadura, Román
Hernández Nieves2, Carmelo Solis, Francisco Tejada Vizuete y Julio Cienfuegos
Linares3.
1
Carta de Arturo Gazul a Antonia Zambrano Jaraquemada (1950). Archivo particular
2
HERNÁNDEZ NIEVES, R.: Retablística de la Baja Extremadura. UNED. Mérida 1991
3
SOLÍS RODRÍGUEZ, C., TEJADA VIZUETE, F. y CIENFUEGOS LINARES, J.: «Escultura y pintura del siglo XVII». Historia de la Baja Extremadura. Vol. II.
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2. EL SINO DEL ALTAR MAYOR DE LA GRANADA
La factura arquitectónica que hoy presenta la iglesia parroquial de la
Granada data del siglo XVIII. Fue en aquel siglo cuando se acometieron las más
de las obras que le dieron su aspecto actual. Desde entonces siguen perdidos
algunos elementos histórico artísticos de esta singular iglesia de Llerena. Entre
ellos, el lucillo de alabastro del fundador de la iglesia y de su esposa, que,
integrado en el conjunto del retablo hoy perdido, también estaba en el altar
mayor.
Despues se han efectuado otras obras de envergadura, como las que
siguieron desde el año 1936 hasta el 1949 a consecuencia del estado en que
quedó la fábrica del edificio por los trágicos sucesos del 5 de agosto de 1936. A
estas últimas hay que añadir las ejecutadas, ya en la siguiente década de los
años 70, para restaurar y pintar el interior, reparar la techumbre y limpiar su
esbelta torre.
Pero con todo, el elemento de esta iglesia que más modificaciones ha
sufrido, ha sido el altar mayor. Su actual retablo, erigido en 1949, fue costeado
íntegramente por Mariana Jaraquemada tras la guerra civil. Se construyó para
sustituir al anterior calcinado el 5 de agosto de 1936, que databa del siglo XVIII.
Este a su vez vino a sustituir al que por causas aún no esclarecidas se retiró a
finales del siglo XVII4 y en el que intervino Zurbarán. Fue también en el siglo
XVIII cuando se llevaron a cabo las obras que condujeron a la factura del
camarín de la Virgen, que junto con la actual sacristía, constituye un discutible
añadido al templo, por construido a expensas de tapar la obra gótica de sillería
que remata parte de la cabecera de la iglesia y del exterior de la aneja Capilla de
San Juan Bautista. Desde estas obras ejecutadas en el siglo XVIII han quedado
cerradas algunas puertas y ventanas en distintas partes del grandioso edificio,
que por ello ha perdido parte de su original configuración.
El retablo dieciochesco que consumieron las llamas del lamentable incendio del 5 de agosto de 1936, fue concebido, como el actual, para acoger como
centro de veneración a la Virgen de la Granada, desde entonces entronada en
su camarín para poder ser vista desde cualquier parte del templo, otrora
4
DE LA PEÑA GÓMEZ, M.ª Pilar: Arquitectura y urbanismo de Llerena. Ed. Ayuntamiento de Llerena, Universidad de Extremadura. Cáceres 1991, pp. 87 y 88.
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santiaguista y, hasta 1874, exento de la jurisdicción del obispo diocesano de
Badajoz.
Durante el siglo XVII en los territorios santiaguistas de la Baja Extremadura
se produce un movimiento de renovación artística de los retablos de una buena
parte de sus iglesias5. Dada la importancia de la prosapia santiaguista de Llerena,
lógico era que en la ciudad se realzase la piedad hacia el Apóstol, que ya era
titular de la parroquia de su nombre, autentico monumento funerario al último
Gran Maestre de la Orden. Pero en Llerena la Orden de Santiago también regentaba la parroquia de Santa María Mayor de la Granada, cuyas paredes y columnas aún conservan muchos testigos mudos de su pasada pertenencia
santiaguista.
La exaltación devocional en tan majestuoso templo al Patrono de la Orden propició en 1636 un acuerdo municipal por el que se estimó la conveniencia
de dotar de un nuevo retablo al altar mayor. A esta nueva obra se quiso quedara
prendida la idea, muy en la línea de los secretos de Zurbarán, de que el Apóstol
Santiago no solo había sido el invicto matamoros de las crónicas y leyendas
medievales de la Reconquista, sino que, además de peregrino de la esperanza,
también había sido mártir de la fe. Idea esta que fue muy común entre los
pintores de la España de los Austrias, desde Juan Fernández Navarrete el Mudo
(1540-1579) hasta Zurbarán, pasando por Pedro Orrente(1639). Ellos hicieron
objeto de su arte tres visiones distintas y barrocas del martirio del Apóstol
Santiago.
Conseguido el acuerdo municipal, los mentores de la Orden encargaron
el retablo a quien ya conocían de años pasados en la ciudad. Aunque Zurbarán
había dejado en 1629 Llerena para trasladarse a Sevilla, las relaciones seguían
vivas.
El tema central del retablo fue espigado de entre los episodios de la «vida
escondida» del Apóstol. Otra elección se antojaba vana. Se prefirió una escena
de la vida de Santiago que, aunque poco conocida del pueblo de los fieles, sin
embargo estaba muy trabada a los postulados ideológicos de la Contrareforma.
5
TEJADA VIZUETE, F.: Pintura y escultura del siglo XVII en la Baja Extremadura (en torno
a Zurbarán), en Actas el Simposium Internacional: «Zurbarán y su época». Junta de
Extremadura, p. 54 y siguientes.
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El martirio del Apóstol contrastaba por su piedad y sencillez con la visión
tradicional del «Hijo del Trueno», propiciada por las necesidades de las campañas medievales contra las fuerzas agarenas. La Orden de Santiago hacia años
que había dejado de ser adalid en las descampadas guerreras. Los tiempos
habían cambiado. La realidad de la Orden exigía la oferta de una nueva imagen
acorde con las tendencia más modernas de las prendidas a la España tridentina.
Escenificar para el conocimiento de los fieles la muerte del mártir Apóstol
como un dulce tránsito a las moradas celestiales constituía un mensaje muy
propicio para las diestras manos de Zurbarán, que, aparte de su oficio, también
conocía a Llerena, sus costumbres y sus tradiciones. A pesar de que ya estaba
solicitado por doquier y metido de lleno en su particular aventura americana,
Zurbarán aceptó el encargo con la condición de que también tomara parte en el
mismo, como ensamblador, su amigo, el sevillano Jerónimo Velázquez.
«Debido a la escasez de recursos, la fábrica -escribe Pilar de la Peña- se
paraliza desde 1638 hasta 1639. En este año se concluye la obra de escultura y
en diciembre de 1644 se efectúa el dorado del retablo»6
A la postre, sin embargo, el tiempo y otras razones que todavía siguen sin
ser desveladas del todo, destronaron el propósito de los mentores santiaguistas
y, como parece ser el sino del altar mayor de la iglesia de la Granada, aquel
«otro» Santiago que de la mano de Zurbarán, y para ser acompañado de otras
escenas de la simbología cristiana, había sido recreado para la parroquial de la
Granada, se perdió de ella en cuestión de años, sin que se sepa a ciencia cierta
si alguna vez estuvo colgado aquel retablo perdido, el más artísticamente trabajado de todos cuantos han estado en el mismo altar mayor de la simbólica
iglesia, pero tambien el más efimero de todos ellos en su testimonio de días de
rezos y cantos en el corazón de la Llerena siempre mágica.
3. LAS PINTURAS Y LAS CUENTAS DEL RETABLO
Una de las obras cimeras del barroco en Llerena fue este retablo que por
el Concejo, como Mayordomo de la iglesia, le fue encargado a Zurbarán.
Por Julián Ruiz Banderas se ha escrito que «podemos conocer, siempre
con cierta probabilidad, cinco óleos de esta fábrica, que se contrató con Fran-
6
DE LA PEÑA GÓMEZ, M.ª Pilar: Ibídem, pp. 87 y 88.
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cisco de Zurbarán en 1636. Pero poco sabemos de su estructura, disposición,
configuración escultórica (a cargo de Jerónimo Velázquez), fecha de remate,
número de cuadros, etc.»7
Formaban parte de tan singular retablo -sin lugar a dudas el más importante de todos los que, en las muchas iglesias de Llerena, han desaparecido o
aún siguen colgados-varios cuadros de Zurbarán. Uno de ellos era El Cristo de
Llerena (tabla, 1,5x0,75). En los últimos tiempos este cuadro, que coronaba el
retablo que se encargó a Zurbarán, ha estado en lo alto del altar de San Pedro,
lugar próximo pero distinto a aquel para el que fue concebido. Durante algún
tiempo fue discutida la autoria del cuadro. A la postre se ha impuesto la opinión
del Profesor M. Soria, considerándose el cuadro una obra auténtica de
Zurbarán8. Parece ser que tras su reciente restauración a cargo del madrileño
taller de conservación y restauración Tekne, el cuadro volverá a formar parte
del patrimonio artístico de la iglesia de la Granada de Llerena, en la que se puede
ver, aunque en otro lugar distinto al que últimamente había tenido, que confiamos haya elegido con el mayor de los aciertos.
En el Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz también se exponen
otros dos cuadros de aquel retablo mayor de la iglesia de la Granada. Se trata de
«Cristo bendiciendo» ( lienzo 0,51x0,26) y de «La Virgen de las Nubes» (lienzo).
Estos dos cuadros, antes de salir de Llerena en los años cincuenta, estaban
colgados del muro de cerramiento del lado del evangelio. «Cristo bendiciendo»
estaba por encima del retablo de la Dolorosa y «La Virgen de las Nubes» a la
derecha del cancel de entrada de la puerta principal. Parece que el cuadro de
«La Virgen de las Nubes» ocupaba la parte central superior del retablo y el del
«Cristo bendiciendo» estaba en el sagrario manifestador.
El más famoso de los cuadros del retablo es sin duda «El martirio de
Santiago» (lienzo), que hubo de ser requisado por las tropas del mariscal Soult
a su paso por Llerena. Después de un singular periplo, la obra aparecería en la
7
RUIZ BANDERAS, J.: «Siete visiones sobre El martirio de Santiago». RFMP. Llerena
2001, p. 66 y siguientes.
8
LEPE DE LA CÁMARA, J. M.ª: Estudio sobre la pintura de Zurbarán. «Cristo muerto en
la cruz»; existente en la iglesia de la Granada de Llerena. V Congreso de Estudios
Extremeños, 1967, p. 71 y siguientes.
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colección de Luis Felipe de Orleans y, pasados los años, regresó a España. Hoy
se encuentra en el madrileño Museo del Prado, si bien no se encuentra expuesto al público.
El 20 de diciembre de 1646 Zurbarán hizo público reconocimiento de haber recibido el importe de la pintura y dorado del retablo9 y el siguiente día
veintitrés lo dieron por definitivamente puesto «en su lugar y honestamente
dorado» el Provisor de la Provincia de León D. Diego de Baños Salgado y Don
Pedro de la Fuente Moreno, cura también de la iglesia10. El Mayordomo de la
Fábrica de la Virgen lo era Francisco de Castro y, en aquella fecha, Prior de la
provincia de León Toribio Posada y Valdés.
A Zurbarán se le pagaron 17.050 reales «por el dorado y pintura del
retablo». De ellos se le habían entregado 550 al contratar el retablo en 1639. El
resto se le pagó después en dinero y con la entrega de una lámpara de plata11.
Junto con los dineros entregados a Zurbarán, por el retablo también se
pagó a Juan Rodríguez, albañil «de sacudir la Yglesia, traer la cal y blanquear
la capilla maior para asentar el retablo nuevo de la dicha Yglesia»; al pintor
Manuel Rodríguez12 «por dorar dos atriles y las varandillas del altar maior»
así como por ayudar asentar el retablo como tal pintor»13.
El importe económico del retablo fue costeado por los vecinos de la
ciudad -se recaudaron dos mil trescientos sesenta y un reales de vellón y
ochenta y cuatro reales de plata-, por la propia parroquia de la Granada, que
para ello vendió una lámpara de plata, de dieciocho marcos y medio menos
media onza -valorada en mil sesenta y cinco reales-, por el Consejo -donada por
el indiano Miguel Nuñez Santiago, que a tal fin había mandado desde América
un barretón de oro, valorado en tres mil cincuenta y nueve reales y un cuartillo
de vellón.
9
Llerena. A.H. Cristóbal de Aguilar, 1646, folio 503.
10
APLL (Granada). Libro III de matrimonios, folio 52 vuelto (1.2.1 (3).
11
ADB, Legajo 378, N° 16.042.
12
A Tejada Vizuete se deben las escasas noticias que se tienen de este pintor. Discípulo de
Diego de Duelas y autor del retablo mayor del convento del Espíritu Santo, de Guadalcanal
(Sevilla), Manuel Rodríguez, además de haber tomado parte corno pintor en el retablo del
altar mayor de la Granada, colaboró con Velázquez para obras de pintura análogas a las que
habían sido ejecutadas en Llerena.
13
ADB, legajo 378.
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La importancia que tenía para la iglesia de la Granada la terminación, por
fin, de aquel retablo fue celebrada en Llerena con la tirada de «quatro dozenas
de cohetes que se hizieron en zelebrazión de la fiesta que se hizo quando se
puso el retablo14.
4. APÉNDICE DOCUMENTAL
Ofrecemos a continuación el texto del documento a que se refiere este
trabajo. Dice así:
«Año del 1646
Asiento del Retablo de nuestra Señora Santa María de la Granada.
En veintitrés de diciembre de mil seiscientos cuarenta y seis años se
puso el retablo nuestra Señora Santa María de la Granada en su lugar y
dorado dicho retablo, siendo curas de dicha iglesia los señores licenciados
Don Diego de Baños Salgado y Don Pedro de la Fuente Moreno, ambos del
hábito de Santiago y el Sr. Licenciado Don Diego de Baños, Provisor de esta
Provincia de León y mayordomo de la fábrica de nuestra Señora Francisco
de Castro, y Prior de esta dicha Provincia su señoría el Sr. Don Toribio de
Posada y Valdés».
(Archivo de la Parroquia de la Granada, de Llerena. Libro IJl de Matrimonios. Folio 52 vuelto).
14
ADB, legajo 378.
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