Apunte de la ctedra - Introducción a la Biología (LIGA)

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INTRODUCCIÓN A LA BIOLOGÍA (LIGA)
(Apunte de la cátedra)
LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE
Cuando el tronco de los homínidos se originó en el Mioceno, cada una de sus líneas dio
lugar, a su vez, a numerosas líneas menores y subordinadas. Desconocemos los detalles
precisos de esta radiación pero poseemos los suficientes datos fósiles como para asegurar que
sucedió en realidad. Desde luego, las pruebas son exasperantemente escasas; podemos
reconstruir la evolución de casi todos los mamíferos muchísimo mejor que la nuestra. Sin
embargo, los escasos fósiles de homínidos que se han encontrado nos indican que el grupo
original ha dado lugar a una serie de líneas diversas. Por lo tanto, los miembros conocidos del
grupo de los homínidos, incluidos nosotros, no parecen estar relacionados directamente.
Probablemente se remontan independientemente y a través de un tipo desconocido de
ramificación hasta varios antepasados diferentes igualmente desconocidos, los cuales, a su
vez, derivan del tronco originario de homínidos de comienzos del Mioceno. Por tanto, la serie
de homínidos que puedan haber dado lugar a nuestra propia especie nos es desconocida; los
demás homínidos que conocemos tienen con nosotros una relación de "tíos" o "primos"........
Todas las líneas de homínidos, exceptuando aquella de la que el hombre se originó, se han
extinguido en uno u otro momento de los últimos 30 millones de años. Tan difícil nos es
determinar el momento exacto de la extinción de una de estas líneas como determinar el de su
origen, pues si el hallazgo de un fósil determinado nos indica la época en que dicha especie
vivía, no señala, en cambio, el momento en que se originó o se extinguió. No es necesario
encontrar un esqueleto fósil completo para poder precisar la apariencia externa del animal a
que un determinado resto pertenece. Las proporciones relativas de las distintas partes del
cuerpo pueden deducirse con bastante aproximación a partir de los hombres vivos, de los
monos antropomorfos o de esos esqueletos completos de tipo homínido que se han hallado.
Por ejemplo, un diente, una mandíbula, una bóveda craneana o un hueso de la pierna pueden
identificarse por su forma no sólo como pertenecientes a determinado homínido, sino que
también nos proporcionan una serie de datos importantes acerca de los restos que faltan. Los
cráneos son, de una manera general, las piezas esqueléticas que más información pueden
suministrarnos. Huesos gruesos o delgados, resaltes supraorbitarios prominentes o reducidos,
frente huidiza o vertical, caja craneana grande o pequeña y la barbilla poco pronunciada,
indican con bastante claridad si un fósil dado pertenecía a un homínido primitivo o avanzado.
También es posible aprender de las distintas señales de la actividad cultural asociada a
menudo con un resto; por ejemplo, tipos de utensilios ó de armas revelan muchas cosas sobre
el estado evolutivo del homínido en cuestión. Nótese, de paso, que los homínidos pueden
considerarse como seres prehumanos o humanos, aparte de sus diferencias anatómicas, gracias
a los hallazgos de tipo cultural. Cualquier homínido que fabrique utensilios además de usarlos
puede ser llamado "hombre". En cambio, si sólo utilizaba piedras o palos que hallara ya
preparados a su alrededor, es considerado prehumano. Si transformó deliberadamente los
objetos naturales en utensilios normales, aunque éstos fueran muy toscos, es considerado
hombre. Según este criterio, sólo unos pocos homínidos han sido “hombres”.
El comienzo de la historia de los homínidos nos es casi totalmente desconocido. El hallazgo
en África Oriental de un mono fósil del género Procónsul, de una antigüedad de 25 millones
de años, nos proporciona alguna luz respecto al antecesor común de los póngidos y de los
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homínidos. Este animal pertenecía claramente a la radiación de los póngidos, pero ciertos
detalles de su cráneo, particularmente la dentición, indican que quizás el antecesor de los
homínidos no fuera muy diferente a él. El Oreopithecus, cuyos restos se hallaron en el norte
de Italia, es también un primate más relacionado con los póngidos que con los homínidos.
Este fósil tiene una antigüedad de unos 10 millones de años, o sea, de los comienzos del
Plioceno. Los dientes y la mandíbula inferior del Oreopithecus eran más bien propios de los
homínidos, pero en otros aspectos el animal era todavía semejante a un póngido.
El principal fósil que ha marcado el inicio del linaje de la familia es el “prohombre de
Tchad” (Sahelanthropus tchadiensis) llamado comúnmente Toumaï….(ver Figura atrás). Hay
otros hallazgos más recientes en Etiopía (Orrorin tugenensis) de aproximadamente 6 MAA y
una tercera especie: Ardipithecus ramidus, de hace unos 5 MAA, que se estiman posibles
antecesores de los Australopitecinos.
En 1986, al norte de Kenia, se halló un cráneo fechado en 2,5 millones de años y es el cráneo
de un Australopithecus macizo y el más antiguo hallado hasta la fecha. Este hallazgo hizo
añicos la teoría de una evolución progresiva hacia una mayor robustez y una posterior
extinción, sustentada por algunos antropólogos. Los más antiguos de ellos constituyen un
grupo de géneros de los cuales es representativo el Australopithecus u "hombre-mono
meridional" (Australopíthecus robustus). También se hallaron otras dos especies de este
grupo, A.boissei y A. afarensis (entre estos estaba LUCY y una familia entera de individuos,
todos esqueletos bastante bien conservados, de Etiopía). Los restos de muchos de este grupo
han sido hallados en Africa y su antigüedad es de un millón de años aproximadamente. Su
volumen cerebral se mantenía en los 600 cm3 y caminaban en posición erecta o casi erecta.
Los cráneos y las restantes partes de su esqueleto revelan una mezcla de características
simioides y humanoides, pero estas últimas predominan y evidentemente los australopitecinos
están dentro de la familia de los homínidos. De hecho, algunos investigadores suponen que
este animal estaba bastante estrechamente relacionado con la línea que dio origen al hombre
moderno.
Un homínido más reciente y comparativamente mucho mejor conocido es el Homo erectus,
dotado de características verdaderamente humanas, pues era capaz de fabricar utensilios de
piedra y de hueso y de usar el fuego para preparar sus alimentos. Se han encontrado restos de
distintas especies de este tipo en Java y en China, y la edad de los fósiles se ha cifrado en unos
500000 años. El volumen cerebral de este homínido llegaba ya a los 900 ó1000 cm3. El
cráneo estaba dotado de una frente achatada y huidiza y de gruesos resaltes supraorbitarios; la
mandíbula, muy saliente, carecía prácticamente de mentón.
Se posee mucha más documentación de otra especie del género Homo, el llamado Homo
neanderthalensis, una especie parecida a la nuestra y el más conocido de los hombres
prehistóricos. El hombre de Neanderthal vivió probablemente hace 150.000 años, alcanzó su
apogeo durante la penúltima glaciación y se extinguió solamente hace unos 25.000 años,
cuando se inició la retirada de los casquetes de hielo. El cerebro de este hombre tenía una
capacidad de 1450 cm3, frente a sólo 1350 cm3 del hombre actual. El cerebro tenía distintas
proporciones que el nuestro; el cráneo se prolongaba por detrás, donde era relativamente
redondeado, y la frente era baja y huidiza. Existían todavía anchas prominencias
supraorbitarias y la mandíbula era maciza y carecía casi de mentón.
Culturalmente los hombres de Neanderthal eran trogloditas paleolíticos. En general todos los
homínidos del Pleistoceno se consideran pertenecientes al Paleolítico. Pero, mientras que los
primeros homínidos sólo eran capaces de fabricar toscos utensilios de piedra, el hombre de
Neanderthal hacia una serie de armas, herramientas, hachas y mazas de caza así como
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utensilios domésticos. Sin embargo, era aún un nómada que vivía al día y no practicaba la
agricultura ni tenía clase alguna de animales domesticados. No se dedicó a ningún trabajo de
cerámica y no dejó ningún arte a la posteridad. Se extendió por la mayor parte de Europa pero
se han hallado también restos de sus poblaciones en las costas africanas y asiáticas del
Mediterráneo. Fue contemporáneo del hombre moderno y todo parece indicar que fue
desplazado por él. La época en que se originó nuestra propia especie, Homo sapiens, no puede
ser precisada con exactitud. Su más antiguo representante parece ser el hombre de
Swanscombe, del cual se poseen solamente algunos huesos del cráneo. La antigüedad de estos
restos parece ser de unos 500000 a 250000 años. Así pues, los primeros grupos de hombres
modernos convivieron con los otros Homo, por lo menos temporalmente.
Los grupos posteriores comprenden al llamado hombre de Cro-Magnon (Ya un Homo
sapiens). Los hombres de Cro-Magnon tenían por término medio unos 180 cm de altura y su
cerebro un volumen de unos 1700 cm3. Su cultura pertenece todavía al Paleolítico. Además
de los diversos útiles de piedra, los hombres de Cro-Magnon utilizaban agujas de hueso, con
las que cosían las pieles de animales para hacerse toscas vestiduras. El perro se adaptó a vivir
en su compañía pero el hombre no domesticaba aún animales que le sirvieran de alimento ni
practicaba la agricultura; el hombre de Cro-Magnon fue un cazador troglodita. No obstante,
desarrolló un arte notable, como puede apreciarse por las pinturas halladas en las paredes de
muchas cuevas.
El hombre de Cro-Magnon fue contemporáneo de otros grupos de Homo sapiens que vivían en
diferentes partes del mundo. A finales del Pleistoceno, esto es, hace unos 20 000 ó 25 000
años, todas las especies y subespecies de homínidos distintas de la nuestra se habían
extinguido. El hielo comenzó su retirada, los climas se caldearon progresivamente y,
finalmente, el hombre no necesitó ya refugiarse en cuevas. Durante los siguientes 15000 años
se desarrolló lo que se ha dado en llamar la cultura mesolítica, caracterizada principalmente
por grandes perfeccionamientos en los utensilios de piedra. El hombre era todavía un cazador
nómada.
El Neolítico comenzó hace unos 5000 años a. de J. C., poco antes del comienzo de la historia
en las regiones egipcia y mesopotámica. Entonces tuvo lugar una gran revolución cultural. El
hombre aprendió la fabricación de la cerámica, desarrolló la agricultura y fue capaz de
domesticar los animales. A partir de este período la civilización avanzó a pasos agigantados.
Hacia el año 3000 a. de C. se inició la Edad de Bronce. La Edad de Hierro comenzó unos
2000 años después. Y no mucho tiempo después el hombre descubrió el vapor, la electricidad
y, hace poco, el átomo, el espacio exterior y su propio genoma. Si tenemos en cuenta la
longitud de los procesos evolutivos, ha transcurrido sólo un tiempo muy corto entre el
momento en que una “bestia peluda” descendió de los árboles y se transformó en un estudiante
o profesor universitario………………...
No hay ninguna duda de que la aparición del hombre actual se debió a las mismas fuerzas que
operan en la evolución de los organismos en general; pero no es menos evidente que el
hombre es, con mucho, el resultado más notable de esta evolución. A menudo se describe al
hombre de una manera simplista como si fuera sólo otro animal. Otras veces, por el contrario,
se le considera tan radicalmente distinto que el nombre de "animal" adquiere el carácter de un
insulto. Ninguno de los dos puntos de vista es exacto. El hombre es ciertamente un animal,
pero un animal dotado de atributos exclusivos de él. El hombre camina totalmente erguido y
tiene una columna vertebral de doble curvatura, un mentón prominente y unas extremidades
posteriores adaptadas a caminar. Su organismo es de tipo generalizado en muchos aspectos,
ya que no está especializado ni en cuanto a la velocidad ni a la fuerza ni a la agilidad, ni está
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adaptado a medios ambientales estrechamente definidos. En cambio posee un cerebro mucho
más desarrollado y mucho más complejo desde el punto de vista funcional que cualquier otro
animal. Y precisamente la mayor parte de las características propiamente humanas derivan de
la posesión de un cerebro como éste.
El cerebro humano se originó por medio de un proceso evolutivo extremadamente rápido,
explosivo...... Si observamos los fósiles del Mioceno y los monos antropomorfos vivientes,
vemos que los hominoideos que vivieron hace unos 30 millones de años debió tener un
volumen cerebral de 300 ó 400 cm3, semejante al que presenta actualmente un niño recién
nacido. Desde entonces hasta el comienzo del Pleistoceno, el volumen del cerebro aumentó
hasta unos 600 cm 3 como puede apreciarse en los australopitecinos. En alguno de éstos el
cerebro alcanzó un volumen algo mayor, unos 800 cm3 . Por tanto, el volumen cerebral de los
homínidos poco más o menos se duplicó en un plazo de unos 29 millones de años. Pero
durante la primera mitad del Pleistoceno, en un período de sólo 500000 años, el tamaño
cerebral volvió a crecer, ahora más del doble, desde los 600-800 cm3 hasta los 1400-1700 cm3
propios del Homo sapiens.
Evidentemente, el cerebro humano aumentó de tamaño en una proporción mucho mayor que la
que siguió el cuerpo en su crecimiento general. Además, este aumento de volumen no es
debido simplemente a un aumento similar de las distintas porciones del cerebro; ciertas
regiones de éste lo hicieron más deprisa que otras. El crecimiento más intenso se produjo en
los lóbulos temporales, que participan en el control del lenguaje, y sobre todo en los lóbulos
frontales, que controlan el pensamiento abstracto. Como consecuencia, una diferencia
cualitativa básica entre el hombre y un mono antropomorfo o cualquier otro primate es que
aquél tiene la capacidad de pensar según una nueva dimensión temporal, a saber, el futuro. Un
mono antropomorfo, como cualquier otro mamífero, posee un cerebro capaz de enfrentarse
con los problemas que plantea el presente, y hasta cierto punto con los del pasado; las regiones
posteriores del cerebro están bien desarrolladas. Pero estos animales sólo tienen, cuando más,
una concepción rudimentaria del futuro. No posee lóbulos de control bien desarrollados para
esta dimensión de la existencia, es decir, carecen de lóbulos frontales.
El hombre es capaz de llegar mucho más allá, efectuando cosas que no podría alcanzar ni el
más inteligente de los chimpancés; como por ejemplo, planificar una acción determinada,
evaluar las consecuencias de un acto que no se ha realizado todavía, efectuar una elección
entre varias alternativas o mantener un propósito razonado. También es el hombre el único
animal capaz de pensar de manera simbólica, de generalizar, de experimentar una sensación
estética y de llorar y reír. Directa o indirectamente, todas estas cualidades del pensamiento
humano se fundamentan en la capacidad de trabajar con las entidades inconcretas, las no
específicas y las consecuencias que prevé para sus actos. De hecho, esos atributos están
dirigidos fundamentalmente hacia el futuro. El hombre puede "invertir mentalmente el sentido
del tiempo" y por ello es el único animal "filosofante ". ¿Cuál es el valor adaptativo de estas
notables cualidades y qué cosa explica su evolución? La respuesta puede hallarse en la
alimentación, la vida familiar y la neotenia.
Nuestros antepasados, que tenían un régimen herbívoro u omnívoro, se mantenían de plantas
que podían obtener de una manera relativamente fácil y, sobre todo, de animales a los que
debían cazar. Como cualquier animal apetecible para los primeros homínidos era
normalmente mucho más grande y más veloz que ellos mismos, se hizo necesaria la aparición
de la caza en grupo. Pero, evidentemente, los éxitos de un grupo de caza serán tanto mayores
cuanto mayor sea la capacidad del grupo para establecer planes de caza, es decir, cuanto más
capaces fueran de planificar una situación futura. Por lo tanto, la selección natural obró
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favoreciendo el desarrollo de los lóbulos frontales del cerebro. Además, como ocurre todavía
actualmente, la caza era principalmente una función distintiva del macho. Pero, como la
mayoría de los mamíferos, los primeros homínidos debieron ser sin duda polígamos; cada
macho ejercía su dominio sobre tantas hembras como podía y rechazaba a cualquier posible
competidor. Este sistema social es decididamente incompatible con la caza en grupo, ya que ir
de caza significaba abandonar las hembras y dejarlas expuestas a las “atenciones” de otros
machos. Aquí también el potencial de supervivencia se vio incrementado por la capacidad de
prever y razonar, pues probablemente pareció claro a esos homínidos que la posesión de
numerosas hembras era menos importante que la caza; la caza significa aporte de alimentos y
supervivencia, pero las mujeres no, y, por otra parte, basta una sola hembra para asegurar la
reproducción. Así, en el conflicto entre la preocupación emocional con las mujeres y la
preocupación realista con el alimento, la selección natural debió favorecer de nuevo la razón y
el alimento, y, con ello, el aumento de tamaño de la parte anterior del cerebro. Una
consecuencia posterior fue la aparición de la familia humana monógama, una institución social
efectiva a la vez para reproducirse y para procurarse alimento. Si tanto la alimentación como
la vida familiar pudieron estimular el desarrollo cerebral, la neotenia proporcionó el
mecanismo para ello. El desarrollo embrionario del hombre, como el de todos los mamíferos,
empieza antes para la región anterior que para la región posterior del cuerpo; la última porción
del embrión en diferenciarse es la cola. Pero, más tarde, el desarrollo de la cabeza se hace más
lento, mientras que el del cuerpo continúa al mismo ritmo durante un período adicional, de
manera que finalmente el tamaño relativo de la cabeza con respecto al resto del cuerpo
disminuye. Por ejemplo, cuando el embri6n de un mamífero alcanza el tamaño de un grano de
arena, las estructuras cefálicas pueden formar sus tres cuartas partes. Pero en el momento del
nacimiento la cabeza no puede comprender más que un sexto o un octavo de la longitud total.
Si el ritmo de desarrollo se hiciera más lento, una consecuencia sería que el animal naciera en
un estado embrionario relativamente precoz, es decir, cuando la cabeza representa todavía una
fracción importante de la longitud del organismo. Si después del nacimiento el crecimiento se
realiza a la misma velocidad en las distintas partes del cuerpo, se mantendrá el gran tamaño
relativo de la cabeza y este carácter neoténico pasará a ser permanente.
En la evolución de la línea de los homínidos se dio realmente esta disminución en la velocidad
de desarrollo y el resultado fue la aparición de animales dotados de gran cabeza y con un
cerebro voluminoso. Otro resultado del mismo proceso fue la adquisición de otras
características neoténicas, como por ejemplo la ausencia de una piel peluda. En los mamíferos
en general, uno de los últimos procesos del desarrollo consiste en la adquisición de una capa
pilosa de recubrimiento, pero si el nacimiento ocurre cuando el embrión está todavía en una
fase temprana, como es el caso en el hombre, este recubrimiento no se formará. Por tanto, el
vello que cubre el cuerpo humano es escaso, y podemos advertir que la posesión de un cerebro
de gran tamaño y la ausencia de pelo van siempre juntas. Otros caracteres neoténicos del
hombre son, por ejemplo, la presencia de una mandíbula pequeña con menos dientes que en
los monos antropomorfos, la ausencia de grandes resaltes supraorbitarios y la posesión de
cráneos y huesos menos robustos en general.
El retardo en el desarrollo embrionario se tradujo, ante todo, en un alargamiento considerable
de la duración de la vida. El hombre es uno de los animales que alcanza mayor longevidad.
Todas las fases de su ciclo biológico se alargaron, incluida la del desarrollo postnatal y
adolescencia. De este modo aparece una característica única de la especie humana: un período
juvenil proporcionalmente muy largo. Un mono antropomorfo, como por ejemplo el
chimpancé, es adulto a los 5 ó 6 años y senil a los 30 años, edad en que el hombre acaba de
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alcanzar la madurez. Con ello el hombre dispone de más tiempo para aprender y almacenar
experiencias y esta gran capacidad de aprendizaje es otra de las características específicamente
humanas.
El aprendizaje fue desde el comienzo, como lo es aún en la actualidad, un proceso asociado
con la vida familiar; el macho de la familia humana monógama asume una nueva función:
además de su papel de padre en el sentido biológico, toma también el papel de padre en
sentido social, es decir, es un padre que enseña a cazar a sus hijos. Es evidente que, cuanto
más largo sea el período de aprendizaje de la infancia y juventud, tantas más posibilidades de
supervivencia adquirirá el joven. La adquisición del lenguaje desempeñó aquí un papel de
creciente importancia. En realidad, el ensanchamiento y movilidad de la lengua se vio
acompañado por la adquisición de una barbilla prominente, otro carácter específicamente
humano. Posteriormente, el aprendizaje y el lenguaje dieron lugar a las tradiciones y a la
acumulación de conocimientos a través de generaciones sucesivas.
Esta transmisión de conocimientos se efectúa por mecanismos extrabiológicos; aquí tratamos
en realidad con un nuevo tipo de evolución. Lo antiguo es la evolución biológica; su vehículo
son los genes. Lo nuevo es la evolución social; su vehículo es el lenguaje hablado y, más
tarde, el escrito. El hombre es único en el hecho de haber evolucionado y continuar
evolucionando mediante tradiciones heredadas, transmitidas no sólo por genes sino también
por palabras.
El origen de los humanos modernos
Actualmente se acepta en general que los primeros homínidos -todos los australopitecinos y
H. habilis- evolucionaron en África durante un período de cuando menos 3 millones de años.
Sin embargo, hay todavía un interrogante fundamental que aguarda respuesta y que concierne
a los acontecimientos de los últimos pocos centenares de miles de años, el período durante el
cual ocurrió la evolución de los humanos modernos. Los fósiles de H. erectus se han
encontrado no sólo en África, sino también abundantemente en Asia y Europa, aunque aquí
aparecieron un poco más tarde. Hasta hace poco, a base de estos hallazgos fósiles, muchos
expertos han suscrito el así llamado modelo del candelabro de la evolución moderna. De
acuerdo con este modelo, hubo múltiples migraciones tempranas desde África, comenzando
tal vez hace un millón de años, y estas migraciones establecieron diferentes poblaciones de H.
erectus que evolucionaron separadamente para producir las diferentes razas humanas
modernas. Las similitudes entre ellas se mantuvieron por flujo de genes, evitándose de esta
manera la especiación.
En oposición a la hipótesis del candelabro está el modelo del Arca de Noé (pero nada que ver
con el Arca....eh!!). De acuerdo con este modelo, un pequeño grupo de humanos modernos,
comenzando en algún lugar, colonizó todo el mundo (como lo hicieron los sobrevivientes del
Arca de Noé, según el viejo Testamento). Algunos hallazgos fósiles sustentan este punto de
vista. Por ejemplo, los más antiguos cráneos humanos inequívocamente modernos, que datan
de hace aproximadamente 100 mil años, han sido encontrados en África Meridional y
Oriental. Los siguen en antigüedad los cráneos del grupo de Qafzeh, en Israel, en el corredor
hacia el Viejo Mundo, donde fueron encontrados en los años 30 y han sido fechados
recientemente en 92 mil años. Los modernos humanos de Europa aparecieron hace unos 40
mil años. (O bien nos tomó un largo tiempo el abrirnos paso hacia el norte o aun deben
descubrirse evidencias más antiguas.........). Asimismo, tampoco han sido encontrados fósiles
que parezcan inequívocamente intermediarios entre H.erectus o los neandertalenses y los
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humanos modernos. Por último, la proporción de las extremidades de los primeros humanos
modernos de Europa parecen ser típicas de individuos ecuatoriales y no de individuos
adaptados a un clima frío, como lo fueron los hombres de Neanderthal.
El modelo del Arca de Noé está recibiendo actualmente el apoyo de parte de los biólogos
moleculares. Las moléculas en cuestión no son las proteínas ni los DNA cromosómicos que
están demostrando ser tan valiosos para resolver otros rompecabezas taxonómicos. Ellos
acumulan cambios demasiado lentos para dar información acerca de acontecimientos tan
recientes en la historia evolutiva. En lugar de ello, las moléculas estudiadas son los genes
mitocondriales. Estos orgánulos tienen su propio DNA. Al igual que el DNA cromosómico,
el DNA mitocondrial acumula lentamente cambios al azar a lo largo del tiempo, y estos
cambios, parecidos a los cambios en el DNA nuclear, pueden servir como una medida del
tiempo y, así, de las distancias evolutivas. Sin embargo, hay dos diferencias importantes.
Primero, de acuerdo con los estudios efectuados en grupos animales diversos cuyos pasados
evolutivos están bien establecidos, el reloj mitocondrial funciona aproximadamente 10 veces
más rápido que el reloj nuclear. (Sin embargo, la calibración del reloj es todavía motivo de
cierta controversia.) Dado que el reloj funciona más rápido, es más adecuado para rastrear
hechos más recientes, aquellos que se miden en miles en lugar de millones de años. En
segundo lugar, en los vertebrados, todas los mitocondrias son de origen materno, eliminándose
así la posibilidad de que los cambios en la secuencia de nucleótidos sean el resultado de
recombinación sexual y no del funcionamiento del reloj. Un par de individuos que se
reproducen pueden transmitir sólo un solo tipo de DNA mitocondrial, aunque llevan cuatro
conjuntos haploides de genes nucleares transmisibles. Uno tiene 16 tatarabuelos, pero todo el
DNA mitocondrial proviene de uno solo de ellos. En consecuencia, los linajes mitocondriales
son más fáciles de trazar.
Estudiosos de la Universidad de Berkeley en California, extrajeron el DNA mitocondrial de
147 individuos en cinco poblaciones geográficas diferentes -África, Asia, Europa, Australia y
Nueva Guinea-. Este DNA fue cortado con enzimas de restricción y los patrones de los
fragmentos fueron determinados y comparados. Basados en ellos, los biólogos construyeron
un árbol evolutivo, análogo al árbol construido, por ejemplo, a partir de los datos obtenidos
con el citocromo C ……………..¿se acuerdan, no? Sin embargo, la diferencia importante fue
que éste estaba basado en variaciones dentro de una misma especie y no entre taxones
diversos.
Los resultados del árbol mitocondrial fueron inesperados en varios sentidos. En primer
lugar, en la base del árbol había un solo antecesor común, que popularmente se conoció como
la "Eva mitocondrial". Esto no significa que hubo una única mujer de la cual hemos
descendido todos nosotros, sino que en una población de tal vez varios miles, por azar sólo se
transmitió un conjunto de genes mitocondriales. (Este hallazgo, tal vez el más sorprendente
para nosotros, es el menos discutido por los genetistas de poblaciones y otros familiarizados
con la deriva genética y las leyes de la probabilidad.) En segundo lugar, esta mujer vivió hace
sólo unos 60 mil años….; este hallazgo se basa en la tasa de mutación conocida para el DNA
mitocondrial. En tercer lugar, vivió en África. La base para esta conclusión es que la
población africana es más diversa que las otras, indicando simplemente que ha existido
durante más tiempo. En cuarto lugar, sobre la base del grado de variación entre los grupos no
africanos, las poblaciones fundadoras originales dejaron África probablemente hace poco más
de 100 mil años (ver más abajo....). Finalmente, no existe evidencia de ninguna introducción
de nuevo DNA mitocondrial en las poblaciones que permanecieron en África o en aquellas
que colonizaron los otros continentes. Si estos nuevos hallazgos son apoyados por datos
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posteriores, tendremos un panorama claro de una población de humanos modernos que
existían en Africa hace aproximadamente 200 mil años, que comenzaron a migrar a través de
Asia hacia Europa hace aproximadamente 100 mil años y que a su llegada reemplazaron a las
otras poblaciones humanas residentes - H. erectus y H.neanderthalensis-.
Las implicaciones de estos nuevos hallazgos se interpretan de diversas maneras. De acuerdo
con Stephen Jay Gould, "Nos hacen comprender que todos los seres humanos, a pesar de las
diferencias en la apariencia externa, son realmente miembros de una sola entidad que ha
tenido un origen muy reciente en un lugar. Existe una clase de hermandad biológica que es
mucho más profunda de lo que hayamos comprendido jamás".
Por otra parte, está la cuestión no resuelta de la desaparición de las poblaciones de H. erectus
y de los neandertalenses. Una explicación posible es que los humanos modernos migrantes
llevaron consigo enfermedades a las que no eran inmunes las poblaciones de H. erectus y de
los neandertalenses. Otra, (más humana??) es que Homo sapiens los eliminó……
En suma, desde sus comienzos, el estudio de la historia de la evolución humana nos ha
obligado no sólo a mirar los huesos secos de nuestros antepasados, sino también a examinar lo
que significa ser humano. Dependiendo de nuestra interpretación del pasado y de nuestra
visión del presente, podemos hallar en nuestra historia biológica las justificaciones para
nuestros actuales defectos o las esperanzas para nuestra salvación. Alternativamente,
podemos concluir que sobre la base de nuestro conocimiento actual, el comportamiento
humano en el pasado parece haber sido tan complejo y contradictorio como sabemos que es en
el presente, y, por tanto, guarda poca relación con nuestro futuro. En estas circunstancias, lo
mejor que podemos hacer es confiar en nuestra capacidad craneana recientemente aumentada
y hacer nuestra propia elección entre las desconcertantes alternativas (Con respecto al destino
del planeta, seguramente no haremos bien las cosas, como parece predecible luego de la
última “Reunión Cumbre” de la Tierra.....)
Spencer Wells, un genetista que trabajó con el cromosoma Y exclusivamente, ha asegurado
recientemente que la historia de la “Gran Migración humana” comenzó en Africa hace sólo
50.000 años, cuando el hombre debió abandonarla por los cambios climáticos (enfriamiento y
glaciaciones, con gran sequía en el Africa).
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TEORÍAS ACTUALES DEL ORIGEN DEL HOMBRE
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