Los Acuerdos de Paz que se firmaron en Chapultepec, México, entre el FMLN y el Gobierno de El Salvador significaron, la superación de un cruento y dramático conflicto, entre hermanos salvadoreños. Se solucionó por lo la vía política negociada, después de un esfuerzo y un proceso para muchos único, novedoso en el mundo. Un proceso tan ejemplar que todavía hoy se sigue estudiando y se trata de extraer de él, enseñanzas para aquellos pueblos que buscan superar conflictos internos como el que nosotros vivimos. Hoy debemos honrar y agradecer a todos aquellos que en el mundo sean estas organizaciones internacionales, países, gobiernos, pueblos amigos que colaboraron de mil formas para ayudarnos a avanzar hasta el logro de la paz. Una mención especial al entonces Secretario General de Naciones Unidas, Don Javier Pérez de Cuéllar, a su representante personal, Don Álvaro De Soto, a todo el equipo de apoyo a las negociaciones. A países como: España, México, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Cuba, Francia, Nicaragua y tantos otros… los Estados Unidos de América, que en la fase final también se sumó a apoyar el esfuerzo de la negociación. Pero sobre todo, nuestro reconocimiento al noble y valiente pueblo salvadoreño, a sus organizaciones y líderes sociales, religiosos, gremiales, académicos, que se expresaron por años demandando la paz con justicia, a costa de sufrir cárcel, persecución e incluso la muerte. A lo largo del proceso negociador hubo que superar enormes desconfianzas. Fue necesario un gradual acercamiento de posiciones, ganando palmo a palmo terreno a quienes desde dentro y desde fuera del país seguían alentando desenlaces militares, en oposición a la sensatez y a la cordura, que exigían salidas al conflicto basadas en reconocer las profundas raíces estructurales, históricas y sociopolíticas, del conflicto mismo. El conflicto se vino incubando, como se ha dicho esta mañana, a lo largo de décadas y se desencadenó abiertamente, no por la sinrazón de nadie, sino porque las vías pacíficas, las vías de la participación política del pueblo, se habían cerrado. Por ello, los acuerdos firmados hace veintiún años, destacan en primer lugar la fortaleza y la decisión inquebrantable de nuestro pueblo salvadoreño de vivir en paz, en justicia y en democracia, eligiendo para sí, la forma de gobernarse y de ser gobernado. Subrayan también, los acuerdos que los derechos humanos de nuestra gente no pueden ser conculcados, atropellados, negados, que está en la esencia del ser salvadoreño, el vivir con dignidad y en libertad o luchar con firmeza cuando se le quiere oprimir. Las armas, callaron entonces, y a diferencia de otros experimentos similares en otras latitudes del mundo, las armas de los guerreros en El Salvador no volvieron a sonar. Han pasado veintiún años de aquel acontecimiento, un acontecimiento que marca la historia de nuestra nación. Dimos por cerrado un período doloroso e iniciamos un largo proceso de transición democrática en el que aún estamos caminando. Esto nos trae a la memoria que el proceso de pacificación, de una sociedad es un proceso continuo en el tiempo. Porque la paz no sólo es la ausencia de la guerra, la paz para el pueblo es vida, la paz es libertad, es prosperidad, es el goce pleno de sus derechos, la paz es convivencia social justa y armónica. La ausencia de la guerra no es necesariamente la paz, pero es una condición imprescindible para acercase a ella, entendida como una paz sostenible y verdadera. A lo largo de estos veintiún años, como nación hemos protagonizado una experiencia extraordinaria, una constante lucha por refundar el país, rediseñando la arquitectura jurídico-política e institucional, ajustando al Estado salvadoreño a las exigencias que impone la construcción de una sociedad democrática. Paralelamente, ha ido tomando fuerza una nueva cultura política ciudadana, que reconoce mayoritariamente, que no es la fuerza, no es la imposición, no es el atropello, sino la razón, las ideas, las palabras, los argumentos, el respeto, la tolerancia, lo que debe prevalecer a la hora de buscar soluciones a los problemas nacionales. Todo ello es muy positivo. Pero no podemos negar la realidad de que aún con lo mucho realizado, es aún insuficiente. Seguimos mostrando importantes rezagos en temas que fueron ejes de discusión en aquella… o en aquellas jornadas de negociación de la paz. Hace veintiún años el gran reto era avanzar hacia un sistema político pluralista, con plena supremacía del poder civil, basado en un respeto al Estado de Derecho. Nadie en su sano juicio podría negar los frutos de esta apuesta nacional… pero el reto de hoy, es darle al ciudadano más voz y más participación. El fin de la guerra y lo sabíamos en su momento, no iba a traer automáticamente el bienestar social y la prosperidad económica, pero sentaba las bases para trabajar por una sociedad más productiva, más incluyente y solidaria. Hay que reconocer que todavía, en la sociedad salvadoreña prevalecen enormes desigualdades, grandes inequidades. Hoy, afortunadamente vivimos en un período donde la agenda de los Acuerdos de Paz, que en realidad era una agenda de nación, se retoma con nuevo ímpetu, principalmente en la superación de la exclusión social y la marginación de grandes sectores del pueblo. Lo que ayer parecía imposible, es una realidad, que empieza a tomar fuerza, como lo demuestra el ímpetu que tienen las demandas de respeto e inclusión de las mujeres, de los niños y la niñas, de los adultos mayores. Vivimos un momento también de ampliación de los horizontes de la participación política de lo s ciudadanos, que esperamos tenga muy pronto un nuevo avance, como sería el reconocerle a nuestros compa triotas en el exterior, su derecho a votar y a elegir a las máximas autoridades del gobierno. Hoy discutimos abiertamente como superar definitivamente la impunidad, que tanto ha minado la credibilidad del sistema de justicia y del sistema político en este país. Uno de los grandes compromisos de la paz fue poner fin a la impunidad, pero los reclamos sobre este tema siguen estando presentes y no podemos darles la espalda. No podemos darle la espalda al reclamo de la sociedad por la verdad y por la justicia. En fin, vivimos un momento propicio para culminar con la agenda de los Acuerdos de Paz, reconociendo lo avanzado y asumiendo los nuevos rasgos sociológicos, culturales, económicos y políticos que presenta la sociedad salvadoreña de inicios de este siglo veintiuno. La sociedad ha cambiado en dos décadas, su perfil se ha venido modificando y sus exigencias también han evolucionado. Por eso, yo invito a mis colegas Diputados y Diputadas a una reflexión, es necesario destacar nuestro papel como Asamblea Legislativa, a la luz de los Acuerdos de Paz, nuestro papel es contribuir a superar las desigualdades sociales y a fortalecer la institucionalidad democrática del país. Esa institucionalidad es indispensable, por ello debemos continuar edificando un Órgano Legislativo creíble y transparente, con una democracia interna basada en el diálogo, los entendimientos políticos y la buena fe. Hoy, en muchos foros y ámbitos se habla de la necesidad de un nuevo pacto de nación. Retomar la agenda social y política en los temas que urgen a nuestro pueblo debería ser el primer paso para ese nuevo acuerdo de nación. Consecuente con ello, en los próximos días estaré invitando a los líderes políticos de todos los grupos parlamentarios presentes en esta Asamblea Legislativa, para que nos reunamos, en el seno del Comité de Agenda de País, e intentar ahí tener un diálogo y una aproximación sustantiva a esa agenda nacional, desde la función estrictamente legislativa, pero también, en estrecha cooperación con los otros dos Órganos Fundamentales del Gobierno y en un diálogo abierto con la sociedad organizada. Estaremos así cumpliendo con uno de los más altos objetivos de los acuerdos firmados hace veintiún años: el diálogo, como método civilizado para encarar nuestras diferencias y definir los caminos de solución a nuestros problemas. Honremos, este día, a los salvadoreños y salvadoreñas que dieron su vida en ese amargo conflicto, para que hoy tengamos la posibilidad de vivir en paz y en democracia. Honremos, a los combatientes, a los veteranos de ambos ejércitos, a los lisiados de guerra, honremos a la población civil que sufrió persecución y vejámenes… honremos y recordemos a los negociadores de la paz por parte del FMLN y el Gobierno de El Salvador, de aquella época o de aquellas épocas. Honremos y recordemos a Schafik Handal, Jefe de la delegación negociadora del FMLN, que ya no está con nosotros, al Doctor Abelardo Torres, destacado intelectual miembro de la delegación del gobierno, que ya no está con nosotros y honremos por sobre todas las cosas al pueblo salvadoreño, artesano de la paz. Muchas Gracias.