Superar la Discriminación

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SUPERAR LA DISCRIMINACIÓN
Los estereotipos y prejuicios que provoca en muchos sectores humanos la realidad
de la diversidad racial y sociocultural, se ha expresado histórica y estructuralmente
en las actitudes racistas y discriminatorias. Las ciencias sociales, por ejemplo, han
demostrado la igualdad humana en la diferenciación racial y las habilidades
consecuentes de algunas razas en ciertas actividades humanas, sobre otras. Lo
objetivo es que no hay causas naturales que justifiquen las prácticas racistas y
discriminatorias. Si ellas se dan, es por razones de conveniencia y no por diferencia
substancial fenotípica.
A pesar de esa conclusión científica, el racismo y la discriminación siguen vigentes
y activos en muchas prácticas de relación social. La discriminación es muy amplia
y afecta a variados ámbitos de la vida humana y social. El pasado 15 de febrero en
Prensa Libre, en el sector Mundo Económico, se informaba de una investigación
hecha por Asies, con respecto al racismo económico y discriminación en el campo
laboral hacia los trabajadores indígenas. El estudio presenta el hecho de que los
indígenas reciben salarios más bajos que los mestizos o ladinos, aunque su nivel
profesional sea el mismo y sus tareas similares. Con ello se reafirma, desde el
campo laboral, la discriminación secular y centenaria hacia los pueblos indígenas.
Aunque en Guatemala, en la estructura administrativa del gobierno existe CODISRA
(Coordinadora contra la Discriminación y el racismo), la realidad es la pervivencia
de la desigualdad y afirmación de la “diferencia” con carácter negativo. (No
olvidemos que la diferencia, asumida positivamente, es un desafío en la
construcción de la sociedad pluralista y equitativa).
Se han llenado miles de páginas sobre la cuestión de la discriminación. Es cierto
que se va caminando hacia relaciones más comprensivas y recíprocas, pero, a
menudo, saltan a la palestra los prejuicios y estereotipos raciales, las actitudes de
superioridad y dominio sobre los otros, el mantenimiento de pautas y acciones que
siguen reflejando la “diferencia en negatividad”. Podríamos externar aquí
abundancia de datos al respecto.
¿Qué hacer y sugerir, como largo proceso, que conduzca a la erradicación de
creencias, criterios y actitudes, que justifican la discriminación y no permiten una
convivencia pacífica, simétrica y recíproca? En esta pequeña reflexión queremos
compartir alguna inquietud al respecto.
Favorecer e incentivar “una nueva mentalidad”. Las leyes y promulgación de los
derechos de personas y pueblos, pueden resultar inoperantes mientras no se afecte
el universo interno de las personas y grupos socioculturales constituidos. La
conciencia viva y necesaria de considerar a los “otros” como incluyentes para el
“yo”, sin caer en dominación, superioridad étnica, se visualiza como un imperativo
socio-ético y político”. Hay que empezar por estimular en los individuos la obligada,
valorativa y respetuosa relación con los demás, donde se incluyen sus diferencias
fenotípicas, culturales, etc. Hay que estimular en la mentalización - desde la familia,
escuela, grupos, comunidades, iglesias…- recíproca y mutuamente influyente.
Una mentalidad renovada, abierta y recíproca, demanda establecer “nuevas
relaciones intersectoriales y culturales”; es la exigencia de la interculturalidad. Hace
unos años recorrió por los distintos departamentos del país una exposición
motivacional para asumir la diversidad socio-cultural en
nuestro país, desde
criterios de alteridad/diferencia en simetría. La interculturalidad , como proyecto de
intercambio y búsqueda común de horizontes relacionales, se nutre de la práctica
de esas nuevas relaciones, que vayan superando las estrechas y prejuiciadas
relaciones del presente. Dicho cambio e intercambio afecta a los distintos ámbitos
de la persona y la sociedad. La relación intercultural, en clave de reciprocidad
favorable, no puede ser una simple etiqueta o slogan publicitario, de captación
política o discurso populista, sino un firme desafío a configurar en esta Guatemala
diversa y desigual.
El intercambio interinfluyente, con su mentalidad y nuevas relaciones, empuja hacia
un “nuevo modelo y estructura socio-político”, como en varias ocasiones hemos
insinuado en nuestras editoriales. ¿Podemos vivir juntos?, señalaba una
investigación hace varios años. Ello no será factible si no se habilita una alternativa
de
sociedad
que
incorpore
lo
diverso,
sea
por
la
vía
de
la
descentralización/regionalización, federalismo, espacios autonómicos, equitativa
participación y responsabilidad de los colectivos sociales y culturales. Seguimos
viviendo de la herencia liberal que arrastra criterios colonialistas, con su modelo
unitario de ciudadanía; estructura propicia para reproducir conductas y relaciones
discriminatorias. La globalización, que nos articula a todos, está urgida de incorporar
formalmente el tejido multicultural.
La discriminación, de diversas expresiones, que se vive y padece en Guatemala
desde hace siglos, ha de ser superada, en un mundo donde los derechos
individuales y colectivos son elemento substancial de nuestra naturaleza humana.
La discriminación en el campo laboral, nos ha permitido volver a reflexionar sobre
esta vetusta y antihumana desigualdad, en razón de las diferencias fenotípicas y de
conveniencia socio-cultural, económica y política.
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