Lope dramaturgo

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Lope de Vega (1562-1635)
Biografía de Lope de Vega
En el caso de Lope de Vega, hay una inextricable vinculación entre la obra y la
biografía. Nace el 25 de nov. (ó 2 de diciembre) de 1562 en Madrid, en la familia de un
bordador poeta aficionado, en cuya ascendencia es posible que haya sangre judía, aunque
el hecho es difícilmente averiguable. Parece que Lope fue el fruto de la reconciliación
entre los maridos tras la fuga del hombre con una amante. En su adolescencia asiste al
estudio de Vicente Espinel y estudia con los jesuitas en el Colegio de los Teatinos y en la
Universidad de Alcalá, sin terminar la carrera. Se incorpora como voluntario en 1583 a la
breve expedición naval de Felipe II en la Isla Terceira (Azores) que pertenecía a los
portugueses. Cuando regresa entra en contacto con Elena Osorio (Filis en los romances
pastoriles y Zaida en los moriscos): paga sus favores entregando obras al padres de ésta,
autor dramático; ella (que está casada) acepta a amantes más ricos que él; el autor
empieza a dar sus comedias a otro comediante, Porres. Los amores con Elena Osorio da
origen a una larga serie de textos literarios (lírica pastoril y morisca del romancero;
narración incluida en Novelas de Marcia Leonarda; en el teatro Belardo el furioso;
inspira su novela La Dorotea). La relación termina con un proceso debido a la falta de
discreción del poeta en sus versos, que primero fueron fervorosos, luego satíricos
respecto a la familia de Elena, de modo que Lope para a la cárcel de donde sale
condenado a 8 años de destierro de la Corte y dos del reino.
Parte para el destierro en febrero 1588 no antes de raptar – con la anuencia de la
raptada – a Isabel de Urbina. Parece que se alistó (real o ficticiamente) a la Invencible
para obtener más pronto el perdón real. Se establece con Isabel en Valencia, gran centro
dramático: aquí nace la nueva comedia, a la confluencia entre la tradición valenciana y el
genio de Lope. Gaspar de Porres, su empresario, trae sus obras a Madrid a medida que
éste las escribe.
Vuelve a Castilla (en Toledo) en 1590, y busca la protección de la familia de
Alba (cuyos miembros protegieron décadas antes a Juan de Encina y a Gracilaso).
Nombrado secretario del duque vive en Toledo y Alba de Tormes hasta 1595 y por fin
regresa a Madrid. Parecería que vive un período más tranquilo, dado que su mujer Isabel
había muerto en 1594 y la familia de Elena había retirado por fin su demanda de castigo,
con mucha probabilidad pensando en recuperar el favor del Fénix y sus comedias. Pero,
al entrar en Madrid, ya es procesado por otro asunto de “inmoralidad”, esta vez por el
amancebamiento con Antonia Trillo.
En 1598 se casa con Juana de Guardo, que será la madre de Carlos Félix, su hijo
favorito, y de otras dos hijas de las que poco se sabe. El mismo año es secretario del
duque de Sarria, justamente cuando los teatros cierran en signo de duelo por la muerte de
la hija de Felipe II, doña Catalina. En cambio, el Fénix compone el auto sacramental
presentado en las bodas de Felipe III e Isabel Clara Eugenia, lo que muestra su gran
éxito. En 1605 se vuelve secretario del duque de Sessa, de cuya correspondencia
amorosa se ocupaba como otro Cyrano de Bergérac. Su vida amorosa es por estos años
de lo más tormentosa: tiene dos casas, con Juana (la dirección oficial en Toledo) y su
amante Micaela de Luján (en Sevilla). Esta actriz muy famosa tenía un marido en el Perú
y antes y después de la muerte de éste (1603) la pareja siguió atribuyéndole los hijos,
nada menos que cinco. El amor con Micaela de Luján (Camila Lucinda en sus versos) le
inspira muchas obras (La hermosura de Angélica, EL peregrino en su patria, novela a la
que acompaña una lista de sus comedias) y su relación con ella se rompe la relación por
1608.
En 1610 se instala en Madrid y el poeta trae a su casa a los hijos de Micaela de
Luján, Marcela y Lope Félix. En 1613 muere su hijo predilecto y Juana de Guardo, estas
dos muertes provocándole una honda crisis que lo llevan a la decisión de la ordenación
sacerdotal en 1614. Sigue dependiendo financieramente del duque de Sessa.
Después de dos años de ordenación regresa a la vida amorosa con Marta de
Nevares (Amarilis o Marcia Leonarda), una joven de 26 años (él ya tenía 53), malcasada
desde los trece años con un negociante. De esta relación nace Antonia Clara. El marido
se entera de la relación y las distensiones escandalosas dentro del matrimonio
apresuraron la muerte del marido ultrajado. Marta se traslada a la casa de su madre,
vecina de la de Lope, y pasa por crisis periódicas debidas a sus enfermedades: tiene una
grave enfermedad de ojos que la lleva a la ceguera completa en 1623, en 1628 tuvo
ataques pasajeros de locura. Muere en 1632.
Los últimos años de Lope están ensombrecidos por la estrechez económica y las
desdichas personales: Marta había muerto, su hijo Lope Félix muere ahogado en un
naufragio, a su hija preferida Antonia Clara la rapta un noble que luego la abandona, su
hija Marcela profesa en las Trinitarias en 1623. A pesar de su fama, del éxito de la
novela dramática autobiográfica La Dorotea (1632), del reconocimiento enorme (el Papa
lo había hecho caballero de la Orden de San Juan), Lope muere triste el 27 de agosto de
1635. Los funerales organizados por su protector el duque de Sessa duraron nueve días,
pero se prohibieron unas honras fúnebres organizadas por el Ayuntamiento de Madrid,
sin duda porque no se le perdonó la vida irregular. Los restos del Fénix pararon a un
osario porque el duque de Sessa no pagó sino el aparato, eso es el entierro y las honras, y
se negó a comprar una tumba.
Obra de Lope de Vega
Aunque Lope de Vega debe su fama inmensa a su obra dramática, cultivó todos los
géneros literarios con acierto.
- En prosa escribió novelas como La Dorotea, El peregrino en su patria, La Arcadia.
- La mayoría de sus obras líricas se encuentran incluidas dentro de sus obras
dramáticas y novelescas. Destacan especialmente sus romances y sus sonetos. Son
famosos sus libros: Rimas, Rimas sacras, Rimas humanas y divinas del licenciado
Tomé de Burguillos.
- Obras épicas como Isidro, La hermosura de Angélica, Jerusalén conquistada.
- Escribió alrededor de 1.500 obras de teatro de las que se conservan unas 300.
Con razón se le llamó el Fénix de los Ingenios y también Monstruo de la Naturaleza,
aunque el caudal de sus obras dramáticas es desconocido: el mayor número atribuido es
1800, lo que hace pensar en la existencia de un taller y da la prueba de que a Lope
mismo le gustaba redondear las cifras para llamar la atención sobre su productividad
descomunal. Hoy se catalogan hoy 317 auténticas, 27 muy probables, 74 dudosas. Entre
las obras importantes figuran: Fuenteovejuna; El mejor alcalde, el Rey; El caballero de
Olmedo; Peribáñez y el comendador de Ocaña; El castigo sin venganza.
Lope dramaturgo
El el siglo XVII el género teatral se convirtió en uno de los más representativos
de la cultura española y conoció un auge nunca superado. Se llevaron a escena gran
cantidad y variedad de asuntos: religiosos, caballerescos, pastoriles, sucesos históricos
etc. Las obras teatrales se representaban en corrales, que eran patios rodeados de casas,
donde asistía un público ansioso de ver acción y deseoso de ser sorprendido. Las obras
más representadas eran las comedias que, según los autores del Barroco, eran obras
teatrales en las que se mezclaba lo trágico con lo cómico. Entre los temas más
importantes del teatro barroco se destaca el honor, sentimiento muy arraigado en la
sociedad española del siglo XVII, donde se consideraba que cuando el honor quedaba
manchado por una ofensa, debía ser lavado incluso con la sangre. Este honor no era sólo
patrimonio de la nobleza, sino que también los villanos luchaban por mantenerlo intacto.
Otro tema importante es la religión, debido al avance de la Contrarreforma. Se
cuestionan temas teológicos, siendo el más frecuente el de la Eucaristía, que dio origen a
los Autos Sacramentales, que son obras de un solo acto en verso, con personajes
alegóricos como el vicio, la mentira, el pecado. La tradición nacional es otro de los
temas llevados a escena: los romances sirven de inspiración para crear comedias y se
abordan temas de historia de España, especialmente del período medieval, así como
variedad de asuntos caballerescos, pastoriles y mitológicos. Los personajes típicos del
teatro barroco son el galán, hombre apuesto y valeroso, portador de valores nobles como
la valentía, hidalguía, audacia; la dama, de singular belleza, noble y con altos
sentimientos amorosos; el gracioso, criado del galán, consejero de su amo y amante del
buen comer.
El creador del paradigma de este teatro clásico (comedia nacional) es Lope de
Vega, que supo reflejar en sus obras los anhelos, los conflictos y los ideales de las gentes
de su pueblo y de su tiempo. Sus innovaciones formales hacen más amenas sus
comedias, produciendo así su enorme éxito de público. Estas innovaciones son: mezcla
de lo trágico y lo cómico (antiguamente se reservaba lo trágico para la tragedia y lo
cómico o gracioso para la comedia); mezcla personajes nobles y plebeyos (no hay
separación por razón de escala social, aunque entre el personaje y su modo de hablar,
vestir y comportarse hay una adecuación perfecta); Lope introduce bailes y cantos
populares, lo que da gran variedad y espectacularidad a la obra; combina estrofas muy
diversas (eus obras están en verso; pero no utiliza el mismo verso o la misma estrofa en
todas ellas); división en tres actos, que suelen corresponder con la exposición, la
trama y el desenlace.
Lope teoriza sus innovaciones en El arte nuevo de hacer comedias, que muchos
críticos actuales encontraron indigno de su autor y lo juzgaron como incoherente,
palinódico, breve. Ellos olvidan no obstante que se trata de un texto escrito en una
circunstancia muy especial y que se trata de una epístola de corte horaciano, que es
transformada en lección académica, mediante un soliloquio que la teatraliza. Se abordan
diez problemas: tragicomedia, unidades, división del drama en tres actos, lenguaje y
personaje, métrica, figuras retóricas, temática, duración de la comedia, uso de la sátira,
representación. Tres de estas cuestiones rompen la tradición clásica: tragicomedia,
unidades y polimetría. Pero ¿de qué comedia se trata? ¿Comedia como género
específico o comedia – pieza de teatro? En comparación con la tragedia, la comedia se
distingue, según Lope, por la mezcla de personajes elevados y bajos, de lo trágico y lo
cómico. Él no escribió tragedias no por incapacidad sino por convencimiento ético,
estético, económico: “Escribo oir el arte que inventaron / Los que pretendieron el vulgar
aplauso/ Como el vulgo paga / es justo hablarle en necio”.
Lope tenía todo tipo de “trucos” para asegurarse del triunfo de una obra: terminar
un acto con una frase muy sonora, hacer mutis muy eficaces al momento, despertar la
curiosidad gradualmente, no dar el final previsto. En el espectáculo usaba música y
danza, disfraces.
Alberto Blecua considera que la comedia nueva es un cambio notable en la serie
literaria occidental, enriquecedor para la misma, pues recoge y sintetiza tradiciones
cultas y populares y retórico-literarias, aportando novedades que afectan a la concepción
del arte. Por ejemplo, la aparición del campesino que puede desempeñar funciones
elevadas. La tragicomedia es un género movible entre la tragedia ideal y la comedia
ideal, presentando todos los grados posibles (temáticos, de personajes, de tono, de
desenlace). Se destaca la co-presencia de problemas graves y situaciones cómicas, la
armonía entre lo jocoso y lo elevados, la variedad social de los personajes que van desde
los campesinos más humildes hasta el propio rey, en tanto portador de un mensaje
nacional, conservador. Se puede notar también el sentido cristiano de la providencia
omnisciente y perfecta, tan distinta de la moira de los griegos.
De las tres unidades tradicionales, Lope acepta la de acción, rechaza la del tiempo
y no menciona la del lugar. La acción debe ser acompañada por una acción secundaria
que corre paralela a la principal, la complementa y hasta la explica: una acción única, si
compleja, barroca. Por las dos acciones se llega a dividir el teatro de Lope en dos
grandes núcleos: el histórico (donde se incluyen también las obras de carácter leyendario
y hagiográfico) en que la acción secundaria es separable, como en Fuenteovejuna y el
novelesco donde las acciones se integran en una sola trama, sin desarrollo separable,
como en El perro del hortelano.
La métrica llega a especializarse: décima y soneto para diálogo, el romance al
principio sólo se utilizaba en relaciones pero después se diversifica; los metros italianos
expresan sentimientos nobles etc.
Los personajes tipo de su teatro son el galán y la dama (intriga amorosa), el
gracioso y la criada (que les ayudan), el padre o viejo (depositario del honor familial) y
el poderoso (que suele trastocar o solucionar la intriga, ya como agonista, ya como juez).
Sobre estos seis tipos básicos (multiplicados por su habitat – mitológico, pastoril,
urbano, palaciego) se crean infinitas situaciones, temas y argumentos, tanto de tragedia
como de comedia. Un detalle significativo consiste en que en el teatro lopesco raras
veces aparece la madre, en cambio sí está enfatizada la instancia paterna.
Según el género y el tema, sus obras se pueden clasificar en: obras que tienen
como base una historia (mitológica, bíblica, hagiográfica, cronística o legendaria); las
que proceden de una fuente novelesca, las inventadas a partir muchas veces de la
realidad de su tiempo (ya en tono palaciego, ya en el medio urbano, ya en ambiente
pastoril).
Entre las obras mitológicas destacan El amor enamorado, El marido más firme
(Orfeo), Adonis y Venus. Las obras bíblicas: La hermosa Ester, El robo de Dina. Obras
hagiográficas: Juan de Dios y Antón Martín, El cardenal de Belén sobre san Jerónimo,
Lo fingido verdadero (sobre el tema del gran teatro del mundo). Obras europeas: Roma
abrasada, El escalvo de Roma, La imperial de Otón (Polonia), El gran duque de
Moscovia. Obras relacionadas con los Reyes Católicos: El bastardo Mudarra, El duque
de Viseo, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón (de tema indio). La trilogía
que aborda el papel del rey – El mejor alcalde, el rey, Peribañez y Fuente Ovejuna (en la
primera el rey actúa directamente en la acción, en la segunda interviene en un caso que
hoy figuraría en la página de sucesos, el la última interviene en un caso que figuraría en
una primera plana de la crónica sociopolítica) [La harmonia mundi es un tema central].
Obras de inspiración novelesca – El castigo sin venganza, El mayordomo de la
duquesa de Amalfi, Castelvines y Monteses (con el tema de Romeo y Julieta). Obras de
imaginación propia: El perro del hortelano, El villano en su rincón, La moza del
cántaro, La dama boba.
Lope poeta y prosista
Como en su teatro, Lope logra también en la poesía y la prosa aunar la vida y la
literatura y dar muestra de una gran creatividad, trasponiendo casi todo lo que le ocurre y
lo que pasa en su derredor al terreno de la poesía. Se vale de unos yoes de ficción,
llamados Zaide, Belardo, Tomé de Burguillo, y a sus amadas les da nombres poéticos: a
Elena la nombrará Filis y Zaida, Isabel aparecerá bajo el nombre de Belisa, María Luján
se llamará Celia, Camila Lucinda, Marta de Nevares llevará el nombre de Dorotea,
Amarilis, Marcia Leonarda. Paradójicamente, estas máscaras hacen más natural y más
creíble la confesión lírica. Estrictamente líricos son los libros: Rimas sacras (1604),
Romancero espiritual (1619), Triunfos divinos con otras rimas sacras (1625) y una serie
de folletos con uno o varios poemas, como Cuatro soliloquios (1612) y las églogas
Amarilis (1633) y Filis (1635). Libros misceláneos son las Rimas (1602), formado por
doscientos sonetos, y los poemas épicos La hermosura de Angélica y La Dragontea; y
las burlescas Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (1634), donde
incluye La Gatomaquia. Intercala poesías líricas en varios de sus volúmenes en prosa,
las junta a diversos poemas épicos y las mezcla con prosas y comedias en La vega del
Parnaso (1637).
Lope maneja con una soltura impresionante todas las formas métricas de su
tiempo: italianas (sonetos, canciones, tercetos encadenados); cultas castellanas
(redondillas, quintillas, perqués) y tradicionales (villancicos, romances, letrillas). Su
temática es también muy variada, destacándose por su cantidad y su calidad la poesía de
tema amoroso y la de tema religioso. Dámaso Alonso distingue cuatro Lopes: a) el Lope
humano, cantor del universo familiar y de las pequeñas realidades cotidianas (casa, hijos,
mujer); b) el Lope manierista-petrarquista, que lleva a la perfección el paradigma clásico
renacentista; c) el Lope imitador de Góngora, que intenta dar la réplica a su rival
forjando una poesía culteranista perfecta, lo que muestra de hecho una gran admiración
oculta tras la hipócrita crítica del poeta cordobés; d) el Lope filósofo, que intenta crear
una fórmula conceptuosa, cuya sutileza lógica sea a la medida de la inventiva formal de
Góngora. Se pueden enumerar también otros Lopes: el poeta que se enternece en sus
villancicos con el Niño Jesús, el poeta religioso apasionado, el poeta burlesco de primera
calidad, el parodista anticulterano, el conceptista frío y manierista.
Una prueba elocuente de la capacidad de Lope por narrar poéticamente su vida
amorosa es el ciclo de los romances moriscos, escritos en su juventud y relacionados con
el episodio amoroso de Elena Osorio. Estos romances, nunca publicados juntos en
volumen sino desparramados en varias Flores y Romancero general (1600 y 1604), se
pueden dividir en función de las tres etapas del amor: a) el período feliz del amor
ensombrecido sólo por las quejas de Elena porque su amante iba a hacer conocer sus
amores a través de sus versos y comedias (“Mira, Zaide, que te aviso…” etc.); b) la
ruptura entre los amantes por causa de un rico competidor, el proceso y la condena al
destierro, donde aparece un tono sarcástico y desengañado (“Azarque, indignado y
fiero”); c) la cárcel, el destierro, las despedidas (“Ensíllenme el potro rucio…”). Los
moros que aparecen en estos romances son evidentemente seres de papel y
caracterizados por atributos específicamente literarios (valor, generosidad, arrojo), pero
es sugestivo que Lope prefiere hacer su autorretrato espiritual de este modo. Se considera
pues superior a su rival, y lo afirma poéticamente como para superar el papel de amante
rechazado que le tocó desempeñar. Se despide de su amada, llamada allí Zaida: “Dejas
un pobre muy rico, / y un rico muy pobre escoges”. Los romances pastoriles, escritos en
su mayoría durante el destierro y el matrimonio con Isabel, tienen un tono melancólico,
porque el poeta, disfrazado de pastor y llamado Belardo, sigue herido por el amor
pasado, aunque se esfuerza en demostrar a su nueva amada (Isabel - Belisa) que todo ha
sido olvidado (“Llenos de lágrimas tristes…”, “Amada pastora mía…”).
Para muchos, Lope llega a la máxima expresión creativa en los poemas escritos
en las formas tradicionales (villancicos, seguidillas, coplas), y es aquí donde mejor se
puede manifestar, tanto en la vertiente sacra como en la profana, su sobrecogedora
humanidad, que vibra intensamente tanto ante las cosas nimias de la cotidianidad como
ante los misterios de la muerte o de la religión. La mayoría de sus poemas en versos
tradicionales aparecen en sus comedias, creando este ambiente popular de su teatro que
tanto influyó en su éxito de público.
Lope agrupó la mayor parte de su poesía en metros italianos en varios tomos de
cuya edición cuidó personalmente. Con todo eso, muchos de sus sonetos están dispersos
en sus comedias y novelas. Se puede observar una trayectoria que va desde un estilo
petrarquista fecundado no obstante por su talento específico de expresar la espontaneidad
y la pasión verdadera (La Arcadia y Las rimas) hasta la tonalidad amargada y
desengañada de la vejez (Rimas de Tomé de Burguillo) que parece el envés del brillante
metaforismo petrarquesco de sus años juveniles. Entre estos dos momentos se ubican el
período de búsquedas religiosas (Las rimas sacras), el momento culterano y el fugaz
período de calma familial reflejado en sus epístolas. Las Rimas son un hito importante en
la corriente poética que parte de Gracilaso y representan el penúltimo canzoniere, el
último siendo el ciclo dedicado por Quevedo a Lisi. De cierta forma, la evolución de este
sector poético lopesco muestra que el temario petrarquesco ya estaba en plena
descomposición a principios del siglo XVII: aunque el autor de las Rimas se nutre de él y
le da un último esplendor, en Las rimas sacras busca un destinatario más alto que la
mujer para sus versos, en La Circe y La Filomena se aleja de los grandes amores fatales
que eran habituales en los líricos del garcilacismo para acercarse al universo familial y
cotidiano, y en Rimas de Tomé de Burguillos se entrega plenamente a la parodia más
llana. Con todo esto, la vena del petrarquismo no dejó nunca de inspirar, en la
profundidad, al poeta: incluso en sus últimos años escribe bellos poemas neoplatónicos
dedicados a Marta de Nevares.
Lope utiliza dramáticamente los sonetos: en sus comedias están empleados en
tanto enlace entre dos situaciones: “el soneto está bien en los que aguardan”, dice el Arte
nuevo de hacer comedias. El famoso “Un soneto me manda hacer Violante” lo recita
Chacón en la comedia La niña de plata, el “Ya no quiero más bien que sólo amaros”
aparece en Los comendadores de Córdoba, de donde pasa, junto a otros poemas
empleados en las comedias, a los libros de poemas. Muchas de sus obras en metros
italianos, como églogas, canciones, se publicaron sueltas. Interesan mucho las escritas en
la vejez, como Amarilis sobre la muerte de Marta de Nevares, la égloga Filis que da
cuenta de la fuga de Antonia Clara, la Égloga a Claudio que es una carta en versos a su
amigo de juventud en que pasa revista a su vida.
Los sonetos amorosos de Lope son un claro exponente de la poesía petrarquesca,
a la cual Lope sabe dar su sello vitalista personal. Las aventuras con Elena de Osorio
forman poéticamente el ciclo del manso (“Suelta mi manso, mayoral extraño”), donde el
manso está engañado por los “collares de oro” del rival. Camila Lucinda (María Luján)
inspira los más numerosos sonetos que revitalizan el concepto del amor fatal e
irrefrenable, teñido sin embargo de cierto pesimismo con acentos casi quevedescos. De
los sonetos religiosos son admirables los que expresan el sentimiento humano puro de
Lope, de va desde un amor a lo divino muy apasionado hasta efímeros arrepentimientos,
y menos logrados los que se lanzan en manierismos católicos y se contentan con
describir en versos llanos festividades eclesiásticos, vidas de santos etc. En cambio, los
sonetos del último período, incluidos en las Rimas de Tomé de Burguillo, el soneto
lopesco se vuelve por completo antipetrarquesco, dejando lugar a la parodia llena de
humor pero sin amargura ni hielEntre los poemas largos de Lope se destaca La filomena y La Circe, considerado
este último por Cossío el poema mitológico “de más empeño y pretensión que
emprendiera”. En los tres grandes cantos con un total 3322 versos se narra, en las huellas
de Homero y Ovidio, el mito de Ulises y Circe. En el canto II se incluye la fábula de
Polifemo y Galatea, y el deseo de rivalizar con Góngora es evidente: se nota claramente
aquí que la concepción de Lope está más próxima a Gracilaso que al poeta cordobés. Es
también notable el poema burlesco La gatomaquia, una epopeya cómica, cuyos
protagonistas son los gatos Marramaquiz, Micifuf, enamorados por la dama gata
Zapaquilda: Lope muestra aquí su capacidad por la ironía de la sociedad española y por
la autoironía respecto a su propia producción dramática así como al mundo literario en
cuyas querellas había participado con tanto fervor durante toda su vida.
De la producción de Lope, los críticos consideran los menos afortunados los
poemas épicos, y eso que el Fénix había soñado durante toda su vida con convertirse en
el poeta épico nacional. Escribió La Dragontea, que narra las aventuras del corsario
Francis Drake en Canarias y en Américas para realzar la causa española y del
catolicismo. El Isidro, poema castellano, está excepcionalmente compuesto en quintillas
octosilábicas, en correspondencia con el carácter popular del santo madrileño cuya vida
narra. La hermosura de Angélica representa la única contribución de Lope a la épica
imaginaria ariostesca, farragosa y caótica. Las mil octavas reales de la Jerusalén
conquistada se inspiran esta vez en Tasso y se funda en una tergiversación histórica, que
hace que el rey Alfonso VIII participe en la tercera cruzada. Como en los otros poemas,
lo más interesante (lo más legible) de este poema son las digresiones, donde el poeta
vacía su experiencia personal por alusiones a Lucinda.
Lope se encontraba más a gusto con los versos, pero su afán de abarcar todos los
géneros literarios de su época lo hizo orientarse también hacia la novela. Sólo tres
géneros narrativos no lo han interesado: el caballeresco, el morisco y el picaresco. Y así,
escribió dos novelas pastoriles, La Arcadia (1589) cuyo argumento encubre peripecias
amorosas del duque de Alba, y Los pastores de Belén (1612) que es una novela pastoril
de tema sacro, definida por su autor como „prosas y versos al Niño Dios”. En 1604,
cediendo al prestigio europeo de la novela bizantina, publica El peregrino en su patria,
obra miscelánea en que las aventuras de los protagonistas se entremezclan con poesías y
comedias. Conforme al modelo de la novella italiana que Cervantes había introducido,
escribe sus cuatro novelas dedicadas a Marcia Leonarda: una de ellas está incluidas en
La Filomena (Las fortunas de Diana) y las otras tres en La Circe (La desdicha por la
honra, La prudente venganza y Guzmán el Bravo)- Sigue los pasos de Cervantes, a quien
estimaba poco y al que, sin embargo, dice, “no faltó gracia ni estilo”. Lo más interesante
de estas novelas queda el juego del narrador a veces omnisciente otras veces exterior,
comentando en nombre propio los aprietos en que ha puesto a sus personajes, la
necesidad de cierta descripción, las dudas acerca de lo divertido de la novela etc.
Mientras, viejo y cansado, cuida a Marta de Nevares, Lope da una última obra
maestra, elaborando tal vez materiales muy anteriores: La Dorotea (1632, año en que
muere Amarilis), donde evoca sus amores mozos con Elena Osorio. La denominó
“acción en prosa” y está dividida en cinco actos. De hecho, es un largo texto
irrepresentable, en la estela de La Celestina, en donde los personajes encubren apenas a
los protagonistas de aquellos episodios juveniles. Los amores de los jóvenes don
Fernando y Dorotea se ven mellados por la intervención de la vieja alcahueta Gerarda,
dada al vino y a la brujería, que convence a Teodora, la madre de Dorotea, que su hija
acepte como amante al rico indiano don Bela. La joven cede ante las presiones de su
madre y los regalos de su nuevo pretendiente, y don Fernando, despechado, se va a
Sevilla en compañía de su amigo Julio y con la ayuda material de Marfisa, que está
enamorada de él. En Sevilla no puede sosegarse pensando en Dorotea y, sin al menos
despedirse de su fiel Marfisa, decide volver para reanudar las relaciones. La joven
Dorotea sigue enamorada de don Fernando, aunque no tiene escrúpulos en aceptar los
regalos de don Bela. Esta situación irregular, cargada de pasión explosiva, lleva no
obstante a la ruptura. La acción en prosa cierra con la muerte de don Bella, apuñalado
por no haber podido prestar un caballo a un señor que se lo había pedido, y con la muerte
infame de Gerarda que cae cuando iba en busca de vino a la bodega. Es interesante
subrayar que esta obra no es mera narración de un episodio juvenil, y su fuerza no
consiste en el poder de evocación, sino en la verdad poética de los personajes. En
Dorotea se funden rasgos de varias amantes de Lope, y sobre todo los de Marta de
Nevares, su último amor, fusionan con los del modelo principal, que es Elena Osorio. En
don Bela existen rasgos del Lope viejo, animado por impulsos más ideales que carnales
en su relación con Marta. Don Fernando aparece como una reconstrucción de la
exaltación y el idealismo de la juventud de Lope, pero a la vez como una prueba de la
vanidad que se esconde detrás de estas galas de poeta: desvergonzado, ingrato, iracundo,
pasando su vida jugando a la literatura e intentando imitar a los héroes de los libros. Las
discusiones interminables sobre la literatura que lleva don Fernando con sus compañeros
y con la Dorotea que también está “muerta por los hemistiquios” son sólo un biombo que
esconde su egoísmo y su brutalidad sentimental. Con todo esto, Lope evita el cinismo o
la amargura senil al analizar el desajuste entre la cotidianidad y los modelos ideales, que
no sólo fueron los ídolos de su juventud sino también las criaturas que él mismo difundió
en su teatro.
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