MEDICOS, CIRUJANOS Y LOS BAILES DE MASCARAS BARCELONESES DE 1798-99 Dr. A. CARDONA c. de la Real Academia de Medicina de Barcelona de los Reales ColeL gioscreación de Cirugía en España en A el siglo XVIII fué muy beneficiosa para el progreso general de la medicina, pero por otra parte agudizó la rivalidad existente desde remotos tiempos entre médicos y cirujanos. Los hombres de la décimooctava centuria se mostraban en general muy celosos del rango y la jerarquía, y las disputas por cuestiones de prestigio eran frecuentes entre ellos. Los cirujanos, que habían visto muy mejorada su preparación gracias a los nuevos métodos de enseñanza introducidos por los Reales Colegios, se consideraban científicamente superiores a los médicos salidos de las aulas de las enquilosadas Universidades españolas dieciochescas; uno de los aspectos de estas cuestiones entre dichos facultativos, sietecentistas, era la invasión mutua de sus artificialmente delimitados campos. Un ejemplo de lo que vamos diciendo lo constituye el incidente ocurrido el 29 de octubre de 1767, en la clase del Real Colegio de Ci- rugía de Barcelona, en que Antonio de Gimbernat daba sus lecciones, clase en la que penetró un grupo de estudiantes de medicina que se sentaron en los sillones reservados a los que tenían el grado superior, en lugar de hacerlo en la gradería como les correspondía y como hacían los estudiantes de cirugía. No habiendo hecho caso dichos estudiantes de medicina de los ruegos de aquel ilustre profesor para que se pusieran en su debido lugar, Gimbernat se vió obligado a reclamar el auxilio de tropa de guardia en el Hospital para hacerles abandonar el aula. En otras ocasiones, las rencillas entre los profesionales de ambas ramas del arte de curar influyeron en hechos muy alejados de la ciencia hipocrática. Así sucedió con los bailes de Carnaval que se celebraron en Barcelona en 1798. Dichos bailes habían reanudado en 1771 una antigua costumbre interrumpida en 1714 por el sitio y rendición de Barcelona a las tropM de Felipe V; la causa de la reanuda1 (1) Carta del Presidente del Real Colegio de Cirugía de Barcel~na de 29 de octubre de 1767. Novbre. ~ Dicbre. ANALES DE MEDICINA Y CIRUGfA ción fué el deseo del Capitán General de Cataluña de allegar fonQOS con los cuales se pudiera hacer frente a la miseria provocada por la guerra que sostenían España y Francia (aliadas por el Pacto de Familia), contra Inglaterra. Desde 1771, ev enero de cada año, el Capitán General oficiaba a la Junta de Comercio de Barcelona, comunicándole el número de ba.iles que debían celebrarse, en los cuales el ejército cuidaba del orden exterior, con centinelas y rondas, mientras que la Junta, por su parte, cuidaba del orden interior, designando tres vocales con esta misión. Estos bailes benéficos dieciochescos se iniciaron, al parecer, en el teatro de la Santa Cruz (después Principal), según un «Aviso» convocando los de 1771, que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Barcelona; no tardaron en celebrarse también en el antiguo salón del siglo XIV de la Lonja donde se hacían los anteriores a 1714; más adelante, el éxito obtenido por estas fiestas hizo que se habilitaran otros dos locales con el mismo objeto en sendos almacenes situados, uno en la Barceloneta y otro junto a Santa Mónica. El Barón de Maldá, en su «Calaix de Sastre», alude con frecuencia en los meses de enero y febrero de 1798, a estos bailes y refiere que fué a ver personalmente el local de la Barceloneta la víspera de uno de ellos; por la desct;ipción que hace, permite suponer que el aspecto 423 de la sala de fiestas sería muy semejante al de los actuales entoldados, ostentando cortinajes, cornucopias, arañas de cristal, palco para el Capitán General y tablado para los músicos. Estos, en los cuatro referidos locales tocaban danzas de figuras (minués, pasapiés, fandangos y contradanzas) ; añade el Barón que él no asistiría a ninguno de dichos bailes por la aglomeración que en ellos se producía y los empujones que se han de soportar en los mismos; corrobora sus manifestaciones diciendo que el día 8 de febrero acudieron 1.500 personas al baile del Teatro y 700 a cada uno de los de La Lonja y la Barceloneta, habiéndose enterado I'le que algunos aristócratas de Madrid y de provincias se habían trasladado exprofeso a Barcelona para sumarse a estos festivales. Teniendo "en cuenta que los bailes de figuras necesitan mucho más espacio que los actuales de pareja, realmente debemos convenir en que la platea del antiguo teatro de la Santa Cruz, y el antiguo salón de La Lonja, habían de ser insuficientes para acoger cómodamente tal número de personas. Que la agitación y aglomeración debieron ser grandes lo confirma la existencia de abundantes noticias de «Pérdidas» y «Hallazgos» de objetos en dichos bailes, incluídas en las páginas del «Diario de Barcelona» del 10 al 26 de (ebrero de 1798. Según el mencionado «Aviso» de 1771, estaba prevista la asistencia 424· ANALES DE MEDICINA Y CIRUGíA de un médico y un cirujano a cada uno de estos bailes del Carnaval barcelonés, para prestar sus servicios a los que los necesitaran; sin embargo, en la práctica, tomo veremos más tarde por la exposición de D. Gaspar Balaguer, únicamente iban los médicos; pero en 1798 debieron presentarse cirujanos. Lo que ocurrió en los bailes de este año, no lo hemos encontrado descrito en ningún lugar, pero sí tenemos su repercusión en entidades oficiales, pues que dió lugar a que la Real Academia de Medicina de Barcelona se reuniera en sesión extraordinaria el día 13 de fehrero, en la que el censor -D. Vicente Grassot- manifestó haber elevado al Capitán General una protesta por el rumor que circulaba, según el cual los facultativos que asistían a los bailes habían cometido excesos en la comida e introducido personas sin pagar; añadiendo el Dr. Grassot que los médicos,. no sólo seguirían prestando sus servicios gratuitamente a los concurrentes accidentados, sin o que, además, pagarían su correspondiente entrada. Persuadido por estas manifestaciones, el Capitán General atribuyó los desmanes a los cirujanos y, para demostrar que estaba convencido de la inocencia de los médicos, ordenó a la comisión de festejos que les obse- (1) Vol. XXXV. ~ N.º 125~126 quiara, y llegó a ofrecerles su propio palco (1). Sin embargo, las cosas no quedaron así, porque -como hemos in.sinuado al comenzar- se trataba mejor de una rivalidad entre profesionales que de un verdadero asunto de orden público. Al año siguiente (1799), los comisionados de la Junta de Auxilios, nombraron cirujanos con exclusión de los médicos para asistir a los bailes, evidenciando que los procedimientos suaves y diplomáticos del Doctor Grassot no habían dado ningún resultado. En vista de ello, el Teniente de Protomédico de Cataluña, D. Gaspar Balaguer, envió a la superior autoridad militar del Principado, en 13 de enero, una intencionada exposición en la cual hacía constar que: « ... los médicos, de tiempo inmemorial, han asistido a los Saraos públicos que se han hecho en Barcelona, cuidando solos de socorrer las asfixias, lipotimias, esputos de sangre, cólicos, abortos y demás accidentes del resorte de la medicina», palabras que debían reflejar el resultado de la aglomeración, pero no referirse a la moralidad de los bailes, pues que por una parte no podemos suponer que la autoridad militar permitiera que éstos se convirtieran en una especie de bacanal, y por otra, el Barón de Maldá que -según antes hemos dicho-hacía casi Libro de actas de las sesiones de la Real Academia de Medicina de Barcelona. Novbre. ~ Dicbre. ANALES DE MEDICINA Y CIRUGiA a diario durante los meses de enero y febrero algún comentario sobre los saraos de Carnaval no hubiera q,ejado de consignar su opinión desfavorable, que no aparece por ningún lado. El escrito del Dr. Balaguer avisadamente añadía que, según una Real Cédula refrendada por el Supremo Consejo de Castilla en 7 de junio de 1797, ordenada cumplir por el propio Capitán General de Cataluña y el Real Acuerdo (institución borbónica barcelonesa constituída por la suprema autoridad militar en funciones de virrey y la Real Audiencia), quedaba pro- 425 hibido que nadie que no fuera médico, ejerciera la medicina, bajo la multa de cincuenta libras. En vista de esta especie de informe, el Capitán General ordenó a los cirujanos que no intervinieran en casos de medicina, sino que aconsejasen llamar a un médico, con lo cual se hizo indispensable la presencia de estos últimos. Parecidas cuestiones se suscitaron entre los encargados de la enseñanza y la práctica de la medicina y la cirugía, hasta que ambas ramas del arte de curar se reunieron definitivamente en 1827. •