¿Por qué estudiar a Neuberg sobre la insurreccion armada?

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¿Por qué estudiar a Neuberg
sobre la insurreccion armada?
Iñaki Gil de San Vicente
Publicado por Matxingune taldea en 2013
Tabla de contenidos
La burguesía sí lee a Neuberg .........................................................................................
La socialdemocracia intentó asesinar a Neuber ...................................................................
El eurocomunismo negó la realidad y a Neuberg .................................................................
La necesidad de actualizar a Neuberg ...............................................................................
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NOTA: Presentación del libro La insurrección armada, de A. Neuberg, que va a
ser editado por Boltxe Liburuak este próximo mes de agosto, coincidiendo con el
Aste Nagusia de Bilbo.
Hay que estudiar a Neuberg por cuatro razones: una, porque fue sistemáticamente analizado por las
fuerzas represivas burguesas, y es muy probable que lo esté siendo de nuevo; dos, porque el reformismo
es irreconciliable con él; tres, porque su potencial revolucionario se está confirmando con el tiempo;
y cuatro, porque es una necesidad ética. Neuberg es un pseudónimo que oculta a un colectivo de
revolucionarios que dominaban el arte de la insurrección en la década de 1920, y que, bajo los auspicios
de la Internacional Comunista, se unieron para escribir este fundamental libro, editado por primera
vez en la Alemania de 1928, hace nada menos que ochenta y cinco años.
Antes de seguir, hemos de avisar que el libro de Neuberg sólo se centra en el acto último, insurreccional
armado del estallido revolucionario, pero no desarrolla los complejos procesos previos, las fases
anteriores, y menos todavía analiza, por razones obvias en aquella época, la interacción entre las
insurreccionales finales y las luchas de liberación nacional. Sí, afirma la existencia de diversas formas
insurreccionales: las armadas bien organizadas; las de masas populares mal organizadas, espontáneas;
los pequeños golpes de las guerrillas; y las insurrecciones minoritarias, sin base popular, los putsch.
También reconoce Neuberg que la insurrección armada es el final de un largo proceso muy complejo,
con altibajos, con derrotas y retrocesos, pero no desarrolla estas ideas, y menos la dialéctica entre
insurrecciones y luchas guerrilleras, especialmente las de liberación nacional.
No podía hacerlo porque en aquella época todavía no se habían generalizado las luchas de liberación
nacional en sus diversas variantes, desde las de guerrillas urbanas, campesinas, mixtas, así como
las que consideraban la necesidad de acumular las fuerzas políticas necesarias para forzar al Estado
ocupante a una negociación que devolviera al pueblo los derechos nacionales oprimidos. Tampoco
podía hacerlo porque se escribió en una fase política muy precisa, denominada «clase contra clase», en
la que, con mucho simplismo, se reducía la lucha a un choque entre dos bloques sociales, el proletario
y el burgués, sin considerar la existencia de amplias franjas intermedias, dudosas, imprecisas. El texto
da por supuesto que estas franjas ya se han posicionado por un bando u otro, lo que entonces era
mucho suponer.
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¿Por qué estudiar a Neuberg
sobre la insurreccion armada?
Sin embargo, como veremos, el libro sí contiene un método de análisis de las prácticas insurreccionales
que permite trascender a su limitado objeto concreto para profundizar en la praxis revolucionaria actual
en la que las diversas formas de insurrección deben ser vistas como un proceso complejo, diversificado,
interactivo y sistémico, como ya se sabía desde mediados del siglo XIX y ha quedado confirmado
durante todo el siglo XX y lo que llevamos de XXI. Vamos a adelantar sin desarrollarlos algunos de
los puntos nodales de este método que se centran en la importancia insustituible e imprescindible de
la moral de lucha, de la teoría, de la estrategia, de la toma del poder de Estado, de la organización
revolucionaria de vanguardia, de la política de alianzas, de la interacción sabia y oportuna de todas
las formas tácticas de lucha, etc.
La burguesía sí lee a Neuberg
Al margen del tiempo transcurrido, la burguesía lee detenidamente a Sun Tzu, Herodoto, Tucidides,
Jenofonte, Julio César, Tácito, Vegecio, Gengis-Khan, Maquiavelo Napoleón, Clausewitz…, porque
muchas de sus ideas son adaptables a las condiciones del capitalismo actual, a las necesidades de orden
político-militar, ideológico, de control, manipulación y sumisión de masas, y hasta a la economía.
Existen sesudos libros sobre la aplicación del Arte de la guerra de Sun Tzu a la buena marcha de
la economía capitalista y es innegable que la denominada guerra de cuarta generación, además de
basarse en Sun Tzu también lo hace en las doctrinas de otros estrategas político-militares. Lo esencial
de la denominada «pedagogía del miedo», uno de los núcleos de todas las doctrinas represivas desde
los asirios, está ya en las masacres de Cartago en la península ibérica, en Carlomagno, en los mongoles,
etc. Sin ir muy lejos, manipulación viene del latín manipulo, que era la unidad básica de combate
de la legión romana, similar a la compañía actual; y Napoleón, criticando los excesos represivos de
César, insistió en que la victoria militar debía estar reforzada con medidas apaciguadoras ya que las
bayonetas sirven para todo excepto para sentarse sobre ellas.
Hablamos de estrategas político-militares basándonos en las ideas de Francisco de La Noue, lúcido
militar hugonote, que escribió en el siglo XVI los Discursos políticos y militares en los que
recomendaba se aplicasen soluciones políticas siempre que fuera posible, dejando la guerra como
último recurso. Con la agudización de las contradicciones del capitalismo entonces en pañales, los
discursos político-militares se han endurecido, incluso más allá del ideario de Patton y Mac Arthur,
plasmándose en las actuales doctrinas imperialistas. Por tanto, debemos hablar a la vez de estrategas
económico-militares y no únicamente porque la política es la quintaesencia de la economía, sino
también porque economía y guerra forman una unidad demostrada desde el Mesolítico, si no antes. En
el -400 Dionisio de Siracusa organizó el posiblemente primer complejo industrial-militar al reunir a
técnicos y sabios con el objetivo de construir las mejores armas del momento, todo a cargo del erario
público. Siempre se ha valorado la importancia del secreto de producción de determinados productos
estratégicos económicos y militares: la antigua China condenaba a muerte a quienes revelaban el
secreto de la seda. El imperialismo intelectual está confirmado desde el -212 cuando el general
romano Marcelo ordenó que durante la conquista de Siracusa no se diera muerte a Arquímedes, sabio
reconocido y deseado por todas las potencias del momento, orden que no fue cumplida.
La palabra salario procede del trozo de sal que se entregaba a cada legionario romano. Durante las
Guerras Púnicas, Roma empleó métodos de producción bélica que reaparecerían en la guerra mundial
de 1940-1945. Mauricio de Nassau -antecedido por Juan de Meung en el siglo XIII- se adelantó a
Taylor al aplicar entre los siglos XVI-XVII la racionalidad militar grecorromana basada en la rigurosa
economía del tiempo, al igual que en este mismo siglo Francisco de Guisa aplicaba una muy racional
economía de medios en la defensa estática, adelantándose al magistral Vauban. Durante el siglo XVIII
el poder británico subvencionó el complejo científico-militar para mantener su supremacía naval, y en
el siglo XIX Napoleón hizo lo mismo con la química. Los servicios secretos prusianos accedieron a las
muy protegidas investigaciones británicas sobre máquinas de vapor, espionaje que facilitó la rápida
industrialización del imperialismo alemán. Se trata de una estrategia que aúna lo militar, lo económico,
lo político y los aparatos de Estado. El militar y político romano Mario lo sabía perfectamente cuando
reorganizó las legiones en el -107 para vencer a las sublevaciones esclavas y a los pueblos libres.
Pero la burguesía también estudia a fondo el marxismo, aunque sea incapaz de entenderlo. Es
cierto que la casta intelectual tardó un tiempo en darse cuenta del poder destructor concentrado
en El Capital de Marx, pero desde entonces no ha escatimado medios para destrozarlo. Los textos
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sobre la insurreccion armada?
militares de Engels, Lenin, Trotsky, Mao, Ho, Giap, Guevara, Roque Dalton, Marulanda, etc., son
sistemáticamente debatidos por el imperialismo. Weber, el sociólogo de cámara del imperialismo
alemán, copió a Trotsky su famosa definición del Estado como monopolio de la violencia. El Mein
Kampf de Hitler trasluce una lectura algo sistemática del marxismo; Mussolini había estudiado mal que
bien el marxismo en sus pocos años de socialista compañero de Gramsci. V. Serge explicó en 1925 que
el objetivo de todo sistema represivo es conocer lo mejor posible a las organizaciones revolucionarias.
Por no extendernos, es sabido que la CIA preparó el golpe fascista de Pinochet en Chile basándose en
la corrección de la tesis de Lenin de que ninguna clase dominante se suicida como clase abandonando
pacíficamente el poder. No lo abandona porque el poder y su violencia son vitales para el capitalismo.
Marx tenía razón al decir que la violencia es una fuerza económica y que el sistema fabril se rige
por la disciplina militar, como la tenía Engels al decir que un acorazado era la síntesis de la fábrica
capitalista. Esto también lo sabe la burguesía actual, y es por ello que no quiere que se vuelva a publicar
a Neuberg, porque es un torpedo lanzado a la quilla de la civilización del capital.
La socialdemocracia intentó asesinar a
Neuber
¿Pero qué diría el reformismo ante Neuberg? El reformismo clásico, el socialdemócrata, sostendría
que Neuberg estaba ya definitivamente superado antes de su redacción, en concreto desde finales
del siglo XIX cuando el reformismo rompió en la práctica con los tres pilares del marxismo: la
teoría de la explotación asalariada, la teoría del Estado como instrumento de violencia de clase y la
teoría dialéctico-materialista del conocimiento. La ideología reformista neoclásica, la eurocomunista,
aseguraría que Neuberg fue definitivamente superado en el proceso iniciado en el XX Congreso del
PCUS y que llegó a su culmen al final de la década de 1960 cuando la castrante manipulación de
Gramsci por el Partido Comunista Italinao (PCI) «demostró» que la violencia revolucionaria había
pasado ya definitivamente a la historia. La moderna ideología reformista, polifacética y multiforme,
además de repetir el «argumento» pacifista añade que ya no vivimos en la misma sociedad capitalista
sino en otra muy diferente, en la que hasta han desaparecido la clase obrera, la lucha de clases, el
Estado-nación, los partidos tradicionales, la militancia revolucionaria, etc., viviendo en la era de lo
inmaterial, de la multitud y ciudadanía global, de la gobernanza mundial que debe estar siempre atenta
a las presiones de la «opinión pública» expresada mediante la tele-democracia.
El reformismo socialdemócrata abandonó totalmente la perspectiva insurreccionalista porque había
abandonado previamente la teoría marxista de la explotación, del Estado y del conocimiento, por
lo que cayó en la creencia fetichista de que el parlamentarismo pacifista era el único instrumento
adecuado para avanzar gradualmente al socialismo. Su estrategia se centró en el aumento cuantitativo
de la fuerza electoral e institucional, parlamentarista, como basamento del futuro poder legal de la
socialdemocracia dentro del Estado neutral. Para imponerla no dudó en censurar y amputar un decisivo
escrito de Engels en el que precisamente se teorizaba la necesidad histórico-general de la insurrección,
aunque se exigía que ésta fuera siempre aplicada en las condiciones concretas de cada coyuntura y
contexto de lucha revolucionaria.
La táctica socialdemócrata se centró en la búsqueda del voto sin reparar en concesiones teóricas,
políticas y programáticas, de manera que poco a poco fue reforzándose en el seno de las masas el
interclasismo, el pacifismo y el nacionalismo imperialista de la burguesía. La obsesión suicida por el
pacifismo parlamentarista le llevó a oponerse a toda iniciativa crítica e independiente de las masas,
luchas que entraban de lleno en la concepción marxista de la praxis pre, proto e insurreccionalista que
luego expondremos. Y así se explica que el reformismo socialdemócrata ha terminado siendo una de
las fundamentales fuerzas defensoras del capitalismo.
El eurocomunismo negó la realidad y a
Neuberg
La lucha de clases está siempre activa, subterránea, invisible a simple vista, latente, aunque no se sienta
en la vida pública, aunque se certifique su desaparición en los períodos de «paz social», de «normalidad
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democrática». La lucha de clases siempre reaparece de una forma u otra, bajo ropajes meramente
economicistas, de exclusiva lucha salarial, pero resurge públicamente conforme se agudizan las
contradicciones del sistema capitalista. Durante esta tendencia al alza asistimos a un creciente malestar
popular, a incipientes luchas aisladas, espontáneas, apenas coordinadas, locales, luchas por objetivos
inmediatos, defensivos, sin contenido político alguno. Las organizaciones revolucionarias deben
estudiar atentamente estas señales para prever su evolución e influir en su interior. Neuberg cita los
tres consejos de Lenin para valorar correctamente la marcha de las luchas: la creciente debilidad de la
clase dominante para mantener su dominación; el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo
del pueblo, el aumento de sus sufrimientos; y el aumento sensible de las luchas de las masas.
Al margen de las formas externas muy diferentes con las que se expresan estas tendencias, sus
identidades de fondo son esencialmente las mismas porque surgen de la objetividad de la explotación
capitalista y del papel del Estado burgués en su seno. La dialéctica marxista permite conocer esta
realidad inexistente a simple vista e incidir en ella. La insurrección como proceso global complejo
y multiforme en su inicio, que va concretándose a la vez que asciende, es consustancial a la lucha
de clases. No sirve de nada negarlo porque la realidad es tozuda ya que es real. El eurocomunismo
renegó de ella al mezclar dosis socialdemócratas con dosis estalinistas y neo-reformistas basadas
en la descarada tergiversación de Gramsci. La polifacética praxis insurreccionalista, que se asienta
en una visión revolucionaria de la hegemonía política de masas, fue despreciada para aceptar la
claudicación pactista con la supuesta «burguesía democrática». Neuberg advierte del asesino papel
contrarrevolucionario de la supuesta «burguesía nacional», lección histórica olvidada o negada contra
toda evidencia. De la misma manera en que la socialdemocracia pacificó y amansó a las clases
explotadas al hacerles olvidar la praxis insurreccionalista, el eurocomunismo hizo lo mismo desde
finales de los años sesenta del siglo XX.
La necesidad de actualizar a Neuberg
Sobre los escombros del eurocomunismo fue formándose una tercera oleada reformista que además
de integrar tesis anteriores añadía otras relativamente nuevas según las cuales el capitalismo actual
no tendría nada que ver con el anterior. No tenemos espacio para mostrar cómo las sucesivas
crisis socioeconómicas locales que azotaban a cada vez más regiones y Estados ridiculizaban esas
«novedades», llegándose por fin a las lecciones aplastantes que se extraen desde 2007 hasta ahora.
Pues bien, a lo largo de estos lustros hemos asistido a un renacer de las experiencias insurreccionalistas
en toda sus gamas, desde los pequeños inicios en forma de motines y saqueos por hambre hasta grandes
sublevaciones más o menos organizadas desde el interior de sus países y apoyadas por el exterior.
Quienes censuraron a Engels a finales del siglo XIX precisamente sobre estas prácticas, convencidos
de que ya no volverían a darse, ven desde hace bastantes años que adquieren nuevas formas. Y quienes
se adhirieron al pacifismo eurocomunista no saben ahora cómo encauzar el creciente malestar por los
estrechos cauces del institucionalismo.
La verdad es que todas y cada una de las tesis del último reformismo han saltado hechas añicos.
En lo que concierne al problema de las prácticas insurreccionales, este reformismo ve cómo en las
grandes conurbaciones empobrecidas del capitalismo imperialista proliferan las protestas aisladas
que pueden coordinarse en muy poco tiempo e irrumpir en la calle en forma de piquetes, grupos
organizados, manifestaciones masivas que protestan contra opresiones e injusticias precisas pero
que podrían terminar desarrollando una estrategia política ofensiva si en su seno militasen eficaces
organizaciones revolucionarias. Tarde o temprano los movimientos sociales y populares, las luchas
sindicales, vecinales, estudiantiles, etc., antes aisladas, tienden a confluir si se propician determinadas
condiciones; pero también tiende a confluir la extrema derecha siguiendo una secuencia de clásica
polarización social, muy estudiada por el Estado que, a su vez, refuerza su poder represivo. La espiral
acción-represión-acción vuelve a ponerse en marcha a partir de un nivel cualitativo de contradicciones,
si bien puede ser abortada mediante eficaces doctrinas de contrainsurgencia.
Quien haya leído a las dos primeras generaciones de marxistas y de anarquistas sobre la abigarrada y
multicolor diversidad de colectivos explotados que iban confluyendo en las grandes movilizaciones de
masas preinsurreccionales, en absoluto sentirá desconcierto ante la gran variedad de luchas aisladas en
el capitalismo actual, y tampoco se sorprenderá al ver cómo tal multiplicidad tiende a desarrollar otras
dos características comunes: la complementariedad y la politización de la vida personal dentro de la
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¿Por qué estudiar a Neuberg
sobre la insurreccion armada?
colectiva y viceversa. Una de las confirmaciones más valiosas de la experiencia insurreccionalista en
su globalidad es la tendencia a la politización personal y colectiva. Las personas pueden ir tomando
conciencia en la medida en que su vida se hace cada vez más insoportable y en muchas de sus prácticas
aplican sin saberlo los mismos principios del arte de la insurrección pero a escala individual.
Neuberg nos recuerda las cinco reglas de Marx sobre el arte de la insurrección:
1. No jugar nunca con la insurrección, que una vez empezada debe ser llevada hasta el fin.
2. Ser superior al enemigo en el momento y en el punto decisivo.
3. Mantener siempre la ofensiva, porque la defensiva es la derrota.
4. Sorprender al enemigo, cogerlo disperso y desunido.
5. Mantener la superioridad moral logrando victorias todos los días, aunque sean pequeñas.
Y añade que Marx asume la enseñanza fundamental de Danton: «¡Audacia, más audacia, siempre
audacia!». Salvando todas las distancias, las personas o colectivos que inician una lucha por sus
derechos van aprendiendo, empíricamente la mayoría de las veces, que cuanto más decisiva y
trascendente es esa lucha menos se puede jugar con ella, sino que hay que llevarla hasta el final; que
debe empezarla cuando la ha preparado suficientemente; que no debe perder nunca la dirección hacia
su objetivo; que debe dividir al enemigo, y que ha de mantener la moral de lucha arrancando conquistas
parciales por pequeñas que fueran.
Estas reglas básicas son también válidas para cualquier lucha reivindicativa, incluso individual, porque
resumen la experiencia histórica de la lucha como proceso que tiende a su radicalización definitiva en
el momento definitivo, el de la conquista de la libertad, es decir, del poder y de la independencia, en
el nivel de que se trate. No hace falta, ni se tiene por qué, reducirlas únicamente a los excepcionales
momentos de la insurrección armada. En sus contextos específicos, son válidas aunque los objetivos
buscados sean bastante menos importantes a escala histórica general. Son válidas aunque no se quiera
aplicar ninguna violencia, sino desarrollar la lucha mediante la desobediencia civil, la no violencia
activa, la desobediencia personal o de masas, etc. La validez de estas reglas queda confirmada leyendo
el apartado del libro de Neuberg titulado «La sorpresa y el elemento “tiempo” en el comienzo
de la insurrección». Escoger el inicio de cualquier movilización; prepararla con suficiente sigilo y
efectividad para impedir las maniobras y contramedidas del poder opresor; preveer las respuestas
del poder opresor y anularlas en la medida de lo posible; iniciar la movilización cuando los puntos
anteriores, y otros más, ya han sido alcanzados; mantener siempre el control del tiempo e impedir
que lo haga el enemigo, estas medidas son necesarias para cualquier lucha colectiva o individual, sea
pacífica y no violenta, o de desobediencia activa o pasiva, o de mera acción parlamentaria en apoyo
a movilizaciones de masas en la calle.
Sin entrar ahora al debate estratégico sobre la violencia y el derecho inalienable a la rebelión, sí
insistimos en que son reflexiones urgentes y necesarias ante la multiplicación exponencial de leyes
represivas que desde multas hasta la cárcel, pasando por embargos, malos tratos y pérdidas de derechos
burgueses, golpean cada día más a cualquier pequeño colectivo que se atreve a hacer un escrache
u otra forma pacífica de ejercicio democrático. Pero no sólo se trata de preveer la represión, sino
fundamentalmente de aumentar la eficacia organizativa y la efectividad política de la militancia. Desde
esta perspectiva, la única válida, debemos actualizar para la complejidad del presente las reglas básicas
de la insurrección sintetizadas por Marx y adecuadas parcialmente por Neuberg para el contexto de
la década de 1920-1930 y para aquella orientación política, sabiendo que el imperialismo también ha
estudiado a Marx y a Neuberg, y ha desarrollado contrainsurgencias acordes a los tiempos.
Como vemos y como hemos dicho al inicio, en Neuberg sí existe una teoría profunda, amplia
y abarcadora sobre la praxis insurreccional que desborda con su potencial al estricto momento
del asalto armado al poder capitalista. Ese método teórico más extenso y rico en relaciones con
otras problemáticas sociales también insertas en la praxis insurrecionalista global, es el que está
demostrando su enorme efectividad liberadora conforme el imperialismo se convulsiona en su
crisis actual. Carecemos aquí de espacio para extendernos con el detalle necesario en todas sus
ramificaciones.
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¿Por qué estudiar a Neuberg
sobre la insurreccion armada?
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 21 de julio de 2013
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