Valle sin Aurora - Revista PERITO (Literario Artístico)

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COMO EL RAYO
La revista digital “COMO EL RAYO”,
presenta el último poemario de:
José Antonio Sáez
Valle sin Aurora
José Antonio Sáez
Los trabajos no pueden ser reproducidos por ningún medio o
técnica informática sin permiso de los autores:
Texto: José Antonio Sáez.
Ilustraciones. Ramón Fernández.
COMO EL RAYO
NOTAS PARA UN PRÓLOGO
Nos anuncia el propio José Antonio Sáez que su «poesía es, ante todo, un vasto
territorio de libertad y búsqueda personales, donde se mezclan las vivencias con la
tradición cultural y el ahondamiento interior». Lo cual es ya una invitación, un vector
a tener en cuenta, aunque este poeta de la comarca del Almanzora nos evoca más
sentimientos ocultos de lo que nos dice con sus versos, y nos lleva de la mano con
asombro por un universo de imágenes mediterráneas con corales y peces, y podría
atreverme a decir que intuyo nostalgias de los clásicos: Horacio, Ovidio…
Se da cuenta José Antonio, como escribió el crítico José Luis García Martín que la
«poesía es algo más que música y decorativismo», por ello nos trae una poesía actual,
con un estilo propio que podríamos llamar sáeziano: nostalgias, recuerdos y
sentimientos que nos hablan de una tierra desforestada y de alacranes bajo las piedras
pulidas, de luz, de ámbar, de turquesas. Una poesía que como los novísimos recupera
el pasado histórico, arqueólógico, con alusiones a la Dama de Baza, o las ruinas de
Baria (Villaricos).
Este Valle sin Aurora ya floreció en la editorial Corona del Sur, colección Almud
Liteario, de Málaga en una edición muy limitada, pero ahora por medio de las nuevas
tecnologías podemos abrirlo a un amplio sector de lectores. Es lástima que muchos
poemarios de gran calidad como éste, queden prácticamente en el anonimato a causa
de ediciones reducidas, carencia de publicidad o de críticos que se ocupen de ellos en
semanarios de alcance nacional, sin embargo, no por encontrar escollos a su
desembarco público, desmerece de sus aciertos, ¿cuántos poemas de calidad dormirán
el sueño eterno de los justos en el limbo de un cajón o de una caja de zapatos? Pero la
realidad siempre es cruel como el cuchillo mal afilado que al cortar la fruta de la ilusión
deja las marcas de sus mellas, de su ferocidad.
José Antonio nos trae 17 composiciones: 9 poemas y 8 composiciones en prosa
poética, filosofía de la experiencia, de su visión personal del mundo, que, además nos
adentra en la etopeya de su soledad interior, de un deseo de libertad espiritual y de
un partir hacia un paraíso mítico y extraño en «Dejaré mi casa y la de mi padre/ y me
marcharé a algún lugar extraño» (vv. 3-4 del poema 1 «Sal de tu patria»). En este
poema, en los versos «hunde, viril, el arado en el surco/ o la corteja y mima en su
quebranto» encuentro ciertas semejanzas hernandianas con la octava real de Perito
en lunas (1933) de Miguel Hernández, cuando escribe «Párrafos de la más hiriente
punta»,[XX] (Surco). o también en Vientos del pueblo (1937), con «El niño yuntero»,
«Lo veo arar los rastrojos,/ y devorar un mendrugo/» (vv.45-48). Este hernandismo
le viene a José Antonio de cuando en los años ochenta estuvo en Orihuela preparando
su licenciatura sobre Ramón Sijé.
No puedo olvidarme del poema núm. 14 «Luz de otoño» dedicado a la memoria de
su madre, donde un andamio de conceptos nos lleva por un camino de flores y
madreselvas en un campo del adiós y el recuerdo de unos sentimientos que acongojan
al poeta, con un dolor de pecho que sólo puede aliviar, no por el jinjoli, (especia de
azufaifo que en medicina se usa contra el dolor de pecho) sino con una memoria
activa, un no pensar en la eternidad que como exclama el poeta queda muy lejos.
El poeta recorre un camino noctámbulo para encontrarse a sí mismo «buscándome a
mí mismo, envuelto en mi miseria/ sin hallar lo que busco:» (vv.11-12. 7-II «Lugar de
notívagos»), un mundo quizás de altas quimeras encontrada en esa realidad de la
muerte, enquistada en las raíces de una tierra reseca que reclama su revancha.
El director.
Ramón Fernández Palmeral
COMO EL RAYO
1
SAL DE TU PATRIA (I)
Dije: “Me iré de aquí y me llevaré
a los míos, pues no vive esta tierra”.
Dejaré mi casa y la de mi padre
y me marcharé a algún lugar extraño
donde los ríos corran por los valles
y pueblen sus riberas los hermosos
frutos del grácil melocotonero,
las uvas doradas que han de ofrecerme
el dulce mosto extraído en las prensas;
las cerezas, los higos, las granadas
y cuanto manjar sabroso concede
la tierra fecunda a quien, con sudor,
hunde, viril, el arado en el surco
o la corteja y mima en su quebranto.
No he de sentir nostalgia en la partida,
pues me supe de paso en el camino.
COMO EL RAYO
2
PIEDRAS SOLARES
Un lugar donde yace el lecho de algún río
que antaño caudaloso fuera,
y en donde las avispas circundan una lágrima
bajo un sol de justicia. Donde los alacranes
hallan ocasional refugio
junto a piedras pulidas de un sudario
y los cantos rodados del erial.
Páramo de cenizas
entre cardos que exprimieron la savia
calcinada en la antorcha
de incombustible pira.
Zumban los moscardones
por el aire inflamado en la ardentía
y estallan las cigarras en la víspera
bajo un cielo imposible.
Algo crepita, ¿pero dónde?
Todo el valle semeja un holocausto.
COMO EL RAYO
3
JARDINES DEL DESIERTO
(Hortus conclusus)
Oasis de verdura te cercan por doquier.
El agua, una caricia del vientre y su planicie.
A sorbos se la beben los picudos limones,
las orondas naranjas, la aceituna ovalada,
las flores del almendro perfumadas y puras.
Semejan un milagro, un espejismo acaso,
estos árboles míos que en el alma atesoro.
Palmeras como fuegos de nocturno artificio,
bastiones inmortales en el solar celeste,
señales del espíritu enfrentado a su esencia:
altivas y distantes os quise para mí.
Como en huerto cerrado laboro en mi interior
y remuevo la tierra que alienta las raíces,
os cultivo y cosecho, pues la vida me dais,
alivio de los ojos, consuelo de heredados.
COMO EL RAYO
4
RADIOGRAFÍA MARINA
En los días nublados, el mar es una franja
de plomo derretido.
Y la tristeza viene y se va en ondas
sucesivas que el aire dispersase
entre blancos veleros que surcan la bahía.
Avisto las gaviotas bajo un cielo
de hollín que acongoja el espíritu,
dejándome llevar por el reflujo.
Siempre me supe de este mar
que acaricia cuerpos adolescentes
sobre la rubia arena
y del aire que dora sus miembros esculpidos.
La luz envuelve los objetos
hasta transparentarlos
y la cal purifica esqueletos de peces
sobre la playa de ámbar y turquesa.
Seré ceniza un día,
ceniza gris que entregaré a las aguas.
COMO EL RAYO
5
RUINAS DE BARIA
Altos muros de piedras seculares que habéis vencido al tiempo, alzados
por el brazo de los que aquí habitaron; de los que comerciaban con las
naves venidas desde allende los mares; de los hijos de Baria que usaron
estas ánforas para sus salazones, las piletas de piedra, los aljibes, los
canales por donde circulaba el agua que lavara el pescado ante los ojos
absortos del joven que
observa, con sosiego, en la distancia. Rubias
monedas acuñadas en la prosperidad de la urbe laboriosa, que ofrecéis
certero testimonio de un esplendor pretérito que eterniza por siempre en la
memoria a los hijos del río que miraron al mar. ¡Dormid, dormid, vecinos de
las aguas, soñad en el letargo de la resurrección que ha de llegar un día
para renombre vuestro: los muros de mi patria! Vierais días de gloria, los
hijos de la desembocadura, pobladores del estuario de un río que algunos
llamarán de la Victoria.
COMO EL RAYO
6
LUGAR DE NOCTÍVAGOS
I
- ¿A qué has venido aquí, tú que en la noche buscas
sin saber qué deseas?
¿Acaso algún lugar, algún enigma clave
para hallarte en la nada?
Entra en mi casa pobre y sacúdete el polvo
del manto con que cubres
tu oscurecido rostro, sumerge en la jofaina
tus manos y tus pies,
come el pan de centeno y tus huesos reposa
en humilde aposento;
pues quien da lo que tiene comparte su pobreza.
No receles de mí,
ya ves que no he de herirte, dolida sombra mía.
COMO EL RAYO
7
II
- Años ha que recorro este valle de lágrimas
sin detenerme apenas.
Los niños me apedrean al cruzar por los pueblos,
hacen burla de mí
las gentes en su mofa, mascullando desprecio.
Quieren verme humillado,
inservible desecho, y arrojan su limosna
a quien no la recibe.
¿De dónde eres -preguntan-, montoncito de estiércol?
Mas sigo mi camino
buscándome a mí mismo, envuelto en mi miseria
sin hallar lo que busco:
acaso una quimera, un imposible acaso.
Y es que acaso pretenda
no enfrentarme a la vida para no ver la muerte.
COMO EL RAYO
8
EL APARECIDO
En el principio fueron las mareas, cuando el divino aliento se cernía
sobre la superficie de las aguas. Sobre ellas anduvo su pie descalzo y avanzó
hacia las barcas de aquellos que en la noche no le reconocieron. “Dadme
este mar -les dijo-, echad la red, tupida, entre las olas y emerjan desde el
fondo las criaturas amadas que habitan en las algas. Vengan a mí desde los
arrecifes, donde el coral extiende sus dominios. Sean los peces, como antes
los panes fueron en la alacena”.
Zozobraban las naves bajo el peso de la carga y se alejó ante sus ojos,
aquel aparecido, que anduvo sobre las olas del lago en donde faenaban.
COMO EL RAYO
9
ESTADOS DE ALMA
Quédate con mis ojos, tú, que me los robaste, y devuélveme mi tristeza,
pues me avengo a tu yugo. Pedí a los montes lejanos mi tristeza y me
mostraron sus laderas desnudas, las cárcavas donde el agua discurría, los
cabezos truncados que señalan el paso de culturas pretéritas. Con Lawrence
de Arabia, las dunas conquisté y caí sobre Ákkaba. Vi pasar los neblíes y las
grullas reales en bandadas que el cielo oscurecían. Les gritaba: ¡Llevadme
con vosotras, mis picudas amigas! Mas ellas transportaban en sus alas mi
espíritu. Di mis sueños al mar, testigo de mis horas, y me abrió su refugio. A
su abrigo me quise. La eternidad, con él. Y con él, la tristeza.
COMO EL RAYO
10
DAMA DE BAZA
Señora que en el hueco de la espalda alberga las cenizas de los
príncipes, erigida en majestad sobre un trono austero que enaltece a quien,
sedente, gobierna con rígida figura; diosa, quizás, dormida en el solar
crepuscular de un tiempo remotísimo: hoy siento tu llamada que me exige ir
hacia ti como despojo hipnótico. Guardiana de la vida, que adornaste tu
figura de túnicas polícromas; de labrados collares y pendientes, tu cabeza
cubierta con un manto solemne, junto a las urnas cinerarias y el sobrio ajuar
de un bravío guerrero: vienes a mí desde tu larga noche en el Cerro del
Santuario, allá en Basti. Tú que calzas los diminutos pies y a la inmortalidad
miras de frente con un pichón oculto entre los dedos; a ti, señora de la Olla
más fértil del Guadiana, confío mis cenizas.
COMO EL RAYO
11
LA HORA DECISIVA
“No me dejéis solo esta noche” -suplicaba implorante-, pues tenía la
certeza de su final cercano. Vi el miedo asomarse a sus ojos: él no deseaba
enfrentarse en solitario con la más rotunda verdad que nos asola. “¡Quédate
con nosotros! ¡No vayas con los muertos!”, -le hubiera gritado a voz en
cuello-. Enmudeció de pronto, como si presintiera la batalla perdida. Y se
nos fue alejando hasta que se nos perdió de vista. Yo le fallé esa noche,
como tantas veces he fallado, y ando por la vida exánime, como el aparecido
al que los vivos no admiten ni los muertos.
COMO EL RAYO
12
MANUEL MOYA
El amigo que oye los cascos de las yeguas resonando en la noche. El que
habita el silencio fecundo y cumplida nos entrega la ofrenda de su sangre,
derramada en los versos. El que fabrica máscaras en el taller del tiempo y su
casa instaló colgada de un talud. El que surcó los mares con tan frágil
barcaza y residió en las islas del coral más hermoso. El muchacho al que
ofrecen su fruto los castaños y se puso al cobijo de una lección de sombras.
El que, pese al combate, no se rindió a la vida y sangra en cuanto siente. El
que se bebe a sorbos la madeja de nieve de su barba y obsequia con flores a
Violeta, allá en la fuente donde lavan sus llagas los heridos. Aquél que mira
al cielo tras el cristal nublado de sus gafas y lleva el corazón envuelto en un
sudario. El más cordial, mi amigo... Manuel Moya se llama.
COMO EL RAYO
12+1
LA TRAYECTORIA DE LA BALA
Llegamos siempre a un punto. Iniciamos la carrera como la bala que
irrumpe tras el estallido horrísono de la explosión de pólvora, una vez
apretado el gatillo. En su trayectoria imparable, despliega su mortal carga a
toda velocidad. Mas, paulatinamente, disminuye su euforia y, frenándose,
viene a chocar contra algún cuerpo, terminando así lo que con vigor y
empuje irreparables se iniciara. La trayectoria de la bala: algo así el devenir
humano. Nacer, abrirse a la vida, desplegarse en el aire e ir dejando atrás la
medida energía rebosante que nos fuera otorgada. Ir perdiendo siempre
cuanto vamos dejando, aun sin ser conscientes de lo que por gastar nos
queda. La vida, así, un simple desgaste, una absoluta pérdida. Nos precede
una explosión, un soplo, un rapto. Y el déficit de lo perdido nos acaba.
COMO EL RAYO
14
LUZ DE OTOÑO
A la memoria de mi madre.
Está en oro el jinjolero bajo el sol del membrillo. Sembraron sus hojas
una áurea alfombra alrededor de las ramas. Una tumba de hojas es la tierra
abonada. Yacen mariposas difuntas al aire de noviembre. Septiembre
marchitó las últimas rosas que regara la mano amantísima de la pálida
ausente. El deshabitado se fue poblando de ausencias. Superficie arrasada,
vasta extensión del caos, espacio sembrado de sal que, a su suerte,
abandonó el conquistador... Páramos para la desolación del invisible. Espíritu
o barca a la deriva, entre la niebla espesa. Tardes de otoño: Qué frágil
vuestra luz, qué quebradiza, qué delicada seda, qué tejido suave, qué sutil
fragancia en el aire más frío, qué rosa efímera en el jardín de hogaño, qué
roce o qué caricia que apenas insinúa su túnica aparente... Así la vida, dulce
como el licor destilado en el alambique, inaprensible siempre. La eternidad:
¡qué lejos!
COMO EL RAYO
15
RELOJ BIOLÓGICO
Llevamos en los genes escrita nuestra muerte.
Conocen nuestras células la fecha de ese día.
Obvia caducidad anuncian en un código
cifrado que heredamos, según lo estipulado.
En su reloj impreso se va nuestra fortuna.
No existen subterfugios, no tiene escapatoria,
ni atrasa ni adelanta la instrucción recibida,
programado reloj del tiempo bien medido
que, paulatinamente, va agotando su cuerda
en una suerte lenta de lento acabamiento.
COMO EL RAYO
16
VALLE SIN AURORA
Valle sin aurora, valle de lágrimas,
larga noche del mundo, edad oscura
del alma cautiva y en perenne exilio:
no busques otra eternidad posible.
Este lugar no exige una conquista
ni demanda tampoco una cruzada.
¿Por qué entregar la vida? ¿A qué estandarte?,
¿En memoria de quién que lo merezca?
Tierra entregada, tumba mía, fosa
del sol ardiente que agosta los surcos
en barbecho: ¿qué sudor deslizante
te regara fecundando tu vientre,
despojo que se arroja a derrotados,
festín oscuro en la boca del perro?
No hallaste otra resurrección posible
que no fuera la del recién nacido.
COMO EL RAYO
17
SAL DE TU PATRIA (II)
Dije: Me iré de aquí. Abandonaré
esta tierra donde el viento golpea
sin piedad los tejados. Cogeré
a los míos y partiré con ellos
hacia un lugar de olvido tras los montes,
donde los ríos fluyan por los valles
y pueblen los frutales sus orillas.
Dejaré la casa que vio nacer
la herencia de mi sangre renovada.
No miraré hacia atrás, por que no asome
una furtiva lágrima a mis ojos.
Esta tierra se muere y yo me duelo
como si me separasen las uñas
de la carne fundida en donde moran.
No debí echar raíces como el árbol.
He perdurado aquí en la desmesura.
COMO EL RAYO
DATOS DEL AUTOR:
Para José Antonio Sáez la poesía es, ante todo, un vasto
territorio de libertad y búsqueda personales, donde se mezclan las
vivencias con la tradición cultural y el ahondamiento interior. Una
poesía de experiencias, vitalista, asediada por la conciencia del
desvalimiento y la condición humana, a la que no son ajenos ni el
amor, ni el dolor, ni la soledad ni la muerte. En la constatación de
esas esencias, un cierto latir desengañado y pesimista se asoma a
sus versos, de los que tampoco está ausente la esperanza. La poesía
supone también una vía de acceso al cultivo del conocimiento y del
espíritu, a través de la cual el ser humano accede a territorios
vedados para otras vías que entorpecen la búsqueda interior.
José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957) es profesor de Lengua
Castellana y Literatura. Pertenece a la Asociación Colegial de
Escritores (ACE) y a la Unión de Escritores y Periodistas Españoles
(UEPE). Fue miembro fundador de la Asociación Andaluza de
Críticos Literarios y participó en el Salón de Escritores
Independientes.
Ha colaborado en multitud de revistas literarias y suplementos
culturales de prensa de toda España, aunque en los últimos años
ha venido escribiendo con asiduidad en suplemento cultural “Papel
Literario”, del Diario Málaga, que se publica en esta capital
andaluza.
Pertenece al Grupo Literario “Batarro” y es miembro del consejo
editor de sus colecciones de poesía, narrativa y ensayo; así como del
consejo de redacción de la revista literaria del mismo nombre, la
cual ya ha cumplido su trigésimo aniversario.
Entre sus libros de poesía cabe destacar Vulnerado arcángel
(Murcia, 1983), La visión de arena (Almería, 1987 y Málaga, 1988),
Árbol de iluminados (Málaga, 1991), Las aves que se fueron
(Granada, 1995), Libro del desvalimiento (Granada, 1997), Liturgia
para desposeídos (Málaga, 2001), La edad de la ceniza (Granada,
2003) y Lugar de toda ausencia (Granada, 2005). Del mismo modo,
ha publicado ediciones críticas y ensayos, algunos cuentos y una
novela corta titulada Virginia Woolf no pudo amarme (1983). Su obra
se halla representada en diversas antologías de la poesía española
de las últimas décadas. Ha sido finalista en dos ocasiones del
Premio Nacional de la Crítica y en otra del Premio de la Crítica
Andaluza por sus obras Libro del desvalimiento y La edad de la
ceniza.
COMO EL RAYO
COMO EL RAYO. Valle sin Aurora.
Derechos de copia reservados:
Texto de José Antonio Sáez.
Ilustraciones de Ramón Fernández
Alicante, noviembre 2005
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