Leer Once minu 18 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº365 FEBRERO 2007 } Nº IDENTIFICADOR: 365.004 Fotografías de Tania Castro JOSEP ÀNGEL SÁEZ-BENITO ARNEDO ● Profesor en el IES Bolavar, de Castelló de la Plana ● Correo-e: [email protected] JOAN ANDRÉS TRAVER MARTÍ ● Profesor en la Universitat Jaume I, de Castelló de la Plana ● Correo-e: [email protected] ENRIQUE MARTÍ DURÀ ● Monitor del centro de día Ateneu, de Castelló de la Plana ● Correo-e: [email protected] reportaje Tertulias contra la exclusión Jóvenes y adultos comparten lecturas y aprenden habilidades sociales utos (Paulo Coelho) facilita que cambien su percepción de los inmigrantes y las prostitutas. Exclusión / Exclusión social / Habilidades sociales / Lectura / Lectura infantil y juvenil En Castelló de la Plana, el instituto Bovalar y el centro Ateneu organizan unas tertulias de lectura dialógica con dos colectivos tradicionalmente excluidos del acto lector: alumnado de Compensatoria y personas con lesiones cerebrales sobrevenidas. Desde hace tres años y gracias a estas actividades cooperativas sus protagonistas adquieren estrategias sociales y aprendizajes que les permiten captar y reconstruir el sentido de los textos y, lo que es más importante, experimentan que su vida es mucho mejor. { Nº365 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 19 Al otro lado de la vía Hasta hace poco, la vía del tren dividía Castelló en dos realidades. Dalt de la via —encima o, mejor, “al otro lado” de la vía— era la expresión que describía gráficamente a una parte de la ciudad marginada del centro urbano. Desde que recientemente se soterraron las vías este territorio ha cambiado su entramado, a pesar de que aún quedan reductos de viejas inercias excluyentes. El instituto Bovalar se ubica precisamente desde hace seis años dalt de la via, en unas instalaciones precarias, el antiguo cuartel militar Tetuán XIV. Catalogado como CAES (Centro de Acción Educativa Singular) o de Educación Compensatoria, se nutre del alumnado de tres colegios de Primaria, dos de ellos también CAES. El centro atiende a unos 350 jóvenes, chicos y chicas con un alto índice de diversidad cultural, étnica y lingüística, muchos de ellos inmigrantes. En el colectivo existe además un núcleo con poco o nulo interés por las actividades académicas. Es el alumnado que participa en mayor medida en los talleres y actividades específicos del Programa de Compensatoria. Junto al instituto se ubica el Ateneu, un centro concebido para atender a personas cuyas lesiones cerebrales han marcado un antes y un después en sus vidas. Los distintos servicios que ofrece este centro de día suponen también un respiro para los familiares de los afectados. Los handicaps cognitivos, perceptivos, físicos, sensoriales o sociales, además del refuerzo negativo que les infringe la sociedad, empobrecen sus escasos hábitos lectores. El Ateneu, que presta atención neuropsicológica, psicológica, logopédica, en terapia ocupacional y fisioterapia, entre otros servicios, dispone de talleres para ocupar las necesidades de ocio y tiempo libre. En la sesión de hoy, Óscar, el estudiante que modera la tertulia, invita a Rogelio a comenzar su aportación. Rogelio ya ha cumplido los 50 años y acumula una singular experiencia biográfica. Alcalde durante doce años de un pueblo de la comarca de Els Ports, lideró la transformación de su municipio. Procuraba estar siempre cerca de los trabajadores y de la gente del pueblo y se llegó a codear con políticos importantes hasta que un accidente cerebrovascular cambió su vida. En las tertulias, este veterano luchador se siente útil y respeta a sus colegas. En justa correspondencia, todos lo escuchan con atención cuando toma la palabra. La tertulia es una experiencia solidaria e inclusiva. 20 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº365 } Hoy les dice: “La mayoría de las inmigrantes prostitutas lo son por necesidad y porque les retienen el pasaporte hasta que han pagado la deuda, yo he tratado con ellas y lo sé. Es muy fácil juzgar a una persona pero si nos ponemos en su piel comprenderemos que la necesidad y la desesperación hacen cosas desagradables”. Abderrahim, que le ha escuchado atento, pide la palabra: “Mi padre vinió a los 35 anios en patera durmiendo en las montañas y todo”. Estudiante de origen marroquí, de 15 años, vive en una barriada gitana y crece entre dos culturas. Vitalista, afectivo e inquieto, asume sus responsablidades en el grupo con todas las consecuencias. A pesar de su edad, Abderrahim posee una rica experiencia de la vida y se muestra orgulloso del gran esfuerzo que han hecho él y su familia para prosperar. Tras sus bromas y comentarios fáciles sobre las prostitutas, el joven no esconde su empatía con unas personas que necesitan alquilar sus cuerpos para malvivir. Por alguna circunstancia peculiar, Abderrahim se ha visto reflejado en las peripecias de la protagonista brasileña de la novela que ahora están leyendo, Once minutos, de Paulo Coelho, en la que una niña brasileña que sueña con una vida mejor acaba en Suiza ejerciendo la prostitución. Las personas que participan en las tertulias comentan entre ellas las historias contenidas en un libro: así comparten y aprenden unas de otras. Tras finalizar un libro, el grupo decide en asamblea la próxima lectura que abordará. Las andanzas de aquella inmigrante han provocado que Abderrrahim las iden- tifique hoy con las vivencias de su padre, en Marruecos. Es un proceso que se percibe muy próximo a estos lectores y lectoras y que sirve a su vez para que cambien poco a poco la percepción de las personas inmigrantes y las prostitutas, una transformación bastante lógica, ya que todos entienden que es normal querer disfrutar de unas condiciones de vida más dignas. La experiencia muestra que leer no tiene que ser necesariamente un acto individualista y solitario. Se abre la sesión Cada lunes a las 11 se abren las puertas de la pequeña salita de estar del Ateneu, el centro de día de atención a personas con lesión cerebral sobrevenida, en donde se citan los tertulianos. La actividad se lleva a cabo en una sala que dispone de unos sofás muy confortables dispuestos en forma de U, un lugar habilitado para el descanso y las siestas de las personas afectadas. La sala es un gran espacio abierto, sin interferencias ni barreras físicas que dificulten la accesibilidad y la comunicación, un lugar idóneo para dialogar en gran grupo. Una buena disposición de las infraestructuras, señala el monitor del Ateneu, “ayuda a encontrar sentido e interés a la práctica lectora, una actividad poco atractiva a priori para los colectivos a los que va destinada”. Poco a poco los usuarios habituales del Ateneu toman posiciones y se sientan. Algunos tienen en sus manos el libro de Paulo Coelho, que hojean lentamente en busca de una señal propicia. Otros buscan con la mirada y esperan. Sus semblantes y movimientos, de cadencias pausadas, contrastan con el ímpetu de la tormenta que acaba de entrar en escena: los alumnos de Compensatoria del instituto Bovalar. En un santiamén, los recién llegados, siempre en voz alta, saludan y buscan complicidades con sus miradas. Se provocan entre sí, ríen y se mueven hasta que, hundiéndose en los sofás, encuentran cómodamente su lugar. Sacan los libros, los abren y buscan la marca que los retorna al último pasaje en el que se quedaron la semana anterior. Kike, monitor del Ateneu, junto a Capi y Emili, profesores del instituto, también se sientan. Los dos últimos abren sus libros y esperan a que comience la tertulia. Óscar, 15 años, alumno del Bovalar, toma la palabra y resume la última sesión. “El otro día leímos que la chica conoce a un artista, Ralf Hart, que es diferente de los otros hombres, que sólo piensan en sexo. Ralf Hart la quiere no sólo por sexo y a ella le gusta que no la quieran sólo por sexo, la chica está enamorada o eso parece”. Consciente de la responsabilidad que supone moderar las intervenciones, Óscar pregunta a los presentes si desean compartir alguna cosa. Anota los turnos y da paso a las intervenciones. Iván, alumno del instituto, toma la palabra: “Yo no sé por qué se enamora de una puta. Ella ha estao con muchos hombres, yo no la aguantaría”. Ángel, compañero suyo de clase, añade: “Ella es una jamba aunque sea puta y también se puede enamorar, lo entiendo, pero yo nunca me enamoraría de una tía asín. Yo pa lo otro sí, pero pa mujer no me fío”. El moderador interviene para interpelarlo: “¿Por qué no te fías?”. Y Ángel responde: “Porque si lo ha hecho con muchos tíos seguro que me la pega”. Vicente, un lesionado cerebral con dificultades para la comunicación oral, que se desplaza en silla de ruedas, escribe en la pantalla de su ordenador parlante: “Todas las personas tienen derecho al amor”. El equipo docente está convencido de que conjuntar el mal llamado fracaso escolar del alumnado de Compensatoria con la relativa marginalidad de las perso- nas afectadas de daño cerebral, dos realidades ciertamente adversas, no plantea conflictos insalvables. Kike, Capi y Emili explican que son unas contrariedades inevitables, una especie de “daños colaterales” con los que hay que bregar. “Leer era antes algo extraño para los dos colectivos. Pusimos en contacto esas dos realidades tan distintas para ver si era posible transformar sus mundos a partir del trabajo con el lenguaje como instrumento de comprensión y expresión de la sociedad en la que viven”, advierte Kike. “Además de aumentar sus competencias en lectoescritura pretendemos que leer sea en sí mismo una actividad a la que le encuentren sentido, y que la experiencia desarrolle prácticas solidarias e inclusivas”. Conspiración de lectores Dice Daniel Pennac, profesor de instituto y novelista francés, que “cada lectura es un acto de resistencia” y que “una lectura bien llevada salva de todo, incluido uno mismo”. El alumnado del instituto arrastraba antes una mala relación con los libros, y los intentos del profesorado para animarlos a leer habían sido infructuosos, advierte Emili. «Los avances en la lectura con la gente de Compensatoria Literatura y vida La inmigración toca muy de cerca a algunos chicos cuyos padres llegaron a la Península en pateras. La lectura de Once minutos, de Paulo Coelho, los ayuda a expresar las razones que tuvieron para realizar esa peligrosa travesía o las duras condiciones de vida de sus familias. Además de un instrumento de acceso al conocimiento, la lectura les permite compartir y contrastar experiencias, sentimientos, actitudes y valores. Pero además, desarrollan habilidades que les disciplinan mental e intelectualmente: - Deciden qué páginas leerán hasta la semana siguiente. - Durante la semana, cada tertuliano subraya y extrae las ideas más relevantes de su lectura para compartirlas con los demás. - Están previstos unos tiempos para que los tertulianos reciban u ofrezcan ayuda para preparar la próxima sesión. - Los alumnos ayudan a los tertulianos del Ateneu sosteniéndoles el libro, ayudándolos a no perderse durante la lectura o realizando anotaciones para ellos. Por su parte, los más competentes en materia lectora del Ateneu tutorizan al alumnado con mayores dificultades. - La persona que modera la tertulia distribuye los turnos, facilita la participación y reconduce la discusión para que en el diálogo afloren todos los temas. - Al finalizar la lectura, una persona hace el resumen y completa un diario con las opiniones más destacadas del grupo, que luego se remiten al autor o autora del libro que se ha leído. { Nº365 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 21 Leen y buscan complicidades al mismo tiempo hasta que encuentran su lugar. para saber más ▲ Aubert, A.; Duque, E.; Fisas, M. y Valls, R. (2004): Dialogar y transformar. Pedago- ▲ ▲ ▲ ▲ gía crítica del siglo XXI. Barcelona. Graó. Elboj, C.; Puigdellívol, I.; Soler, M. y Valls, R. (2002): Comunidades de aprendizaje. Transformar la educación. Barcelona. Graó. Flecha, R. (1997): Compartiendo palabras. El aprendizaje de las personas adultas a través del diálogo. Barcelona. Paidós Pennac, D. (2001): Como una novela. Barcelona: Anagrama (8ª edición). Soler, M. (2003): “Lectura dialógica. La comunidad como entorno alfabetizador», en Teberosky, A. y Soler, M. (comp): Contextos de alfabetización inicial. Barcelona: ICE-Horsori, pp.47-63. 22 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº365 } se limitaban siempre a experiencias concretas sobre intereses próximos y funcionales, como sacarse el carnet de conducir u obtener en Internet datos sobre alguna necesidad o algún proyecto de trabajo”. Su compañero Capi añade: “Queremos que descubran que el hábito de leer puede ayudarlos a transformar sus realidades, y para eso tenemos que ser capaces de conectar la actividad con sus deseos”. Por su parte, Kike, el monitor del centro de día, explica que las tertulias ofrecen “contextos vivenciales ricos y estimulantes, para los usuarios del Ateneu, a los que difícilmente podrían acceder de forma autónoma». De hecho, Vicente, sigue escribiendo en su ordenador parlante: «En la tertulia me divierto leyendo y practico el lenguaje». Los impulsores de la experiencia tratan de ofrecer una respuesta educativa y social desde el aprendizaje dialógico para transformar también el propio contexto social. “Lo que más nos interesa es que esta gente tenga opciones de trabajar y capacitarse a través del diálogo”. Estas tertulias funcionan porque sus protagonistas las consideran útiles para compartir y disfrutar la diferencia y la solidaridad con otras personas, en un plano de igualdad. A mí que me lean «Y, evidentemente, no les gusta leer. Demasiado vocabulario en los libros. Demasiadas páginas, también. Para decirlo todo, demasiados libros. No, decidida- mente, no les gusta leer”. Lo dice de nuevo Pennac en Como una novela. Rogelio, el ex alcalde, reconoce sus dificultades iniciales: “La lectura queda lejos de nosotros, la vemos como algo extraño, como si a veces no tuviera nada que ver con nuestras vidas, pero al leer en grupo comprendemos mejor y entonces nos entran ganas de seguir leyendo, de empezar con otro libro y después otro”. Alan, uno de los alumnos más noveles del grupo de Compensatoria, precisa: “Leer libros es complicado y cuesta mucho. Te tienes que sentar, estarte quieto, pensar sólo en el libro… Y nosotros somos jóvenes. Pero en estas tertulias a veces es diferente, porque es como si no leyésemos; podemos hablar, enfadarnos, discutir, opinar, es como leer sin leer o algo así”. De hecho, el reto que el equipo coordinador se planteó antes de empezar fue presentar las lecturas como un placer a compartir, en lugar de una imposición. “La primera vez que detecté en su mirada una incipiente curiosidad fue tras leerles, en voz alta, un pasaje de El enemigo de la clase, una obra teatral”, explica Capi, uno de los profesores, que no daba crédito a lo que observaba: “¿Cómo era posible que, con sus sentimientos y su forma de vivir la escuela, se identificaran tanto con un texto que escondía unas conversaciones tan crudas? Era como si el texto les hablara”. Situaciones como éstas hicieron intuir al grupo promotor por dónde podrían avanzar en aquella singular tertulia literaria, hasta entonces sólo un tímido proyecto indefinido. En busca de la hoja de ruta “Cuando empezamos la tertulia me daba lache –vergüenza, en lengua caló– hablar ante tanta gente mayor y los del Ateneu me paraban un poco, no sabía cómo dirigirme a ellos ni qué decirles». El comentario corresponde a Manu, alumno del instituto. «A mí eso de leer siempre me ha aburrío, prefería ir a la obra, pero aquí no sólo leemos, hablamos de nuestras vidas y aprendemos desto, ¡ja!». Las personas usuarias del Ateneu, en cambio, como señala su monitor, “se dejaban llevar y al principio entendían la tertulia como una actividad menor, mientras esperaban turno para su terapia de rehabilitación”. Es el caso de Carlos, que dice que venía “para estar ocupado hasta la hora de ir con la psicóloga”, aunque reconoce que con el paso del tiempo “discutir sobre el libro y ver que puedo ayudar a compañeros que me necesitan ha hecho que me vaya enganchando y ahora madrugo todos los lunes para llegar a tiempo”. El reto es, además, que una comunidad de aprendizaje integrada por gente tan distinta sea sentida como propia por todos sus miembros, incluidos los coordinadores. Eso implica desarrollar la tertulia literaria en un escenario y con un guión educativo que ahora ya depende más del grupo que de los profesionales. “Como profesores y monitores, a través de una lectura centrada en la confianza que otorga la máxima del diálogo igualitario, queremos compartir la vida y los momentos que sirven para cambiar las cosas”, señala Joan, el anterior psicopedagogo del instituto. Óscar, el estudiante y moderador de la sesión de hoy, corrobora a su manera esas palabras: “Somos nosotros quienes mandamos aquí. Yo doy el turno de palabra, apunto las ideas en una libreta, intento que todo el mundo hable y paro a la gente cuando no escuchan o no respetan su turno». Ernesto, otro alumno del instituto, explica al respecto: “Me da mucha vergüenza hablar en público y cuando me tocó dirigir la primera vez, me puse muy nervioso, no sabía cómo hacerlo. Me pasé todo el rato intentando que los profesores me ayudaran, ¡puf!, pero ellos se hacían los despistados. Menos mal que al final me echaron una mano los compañeros que ya habían dirigido antes otras tertulias. Todos tenemos la oportunidad de ser moderadores y cuando le toca hacerlo a otro intentas no ponérselo difícil”. “La rotación en la coordinación y que todo el mundo llegue a moderar es fundamental para que la participación sea igualitaria”, añade Kike, el monitor del Ateneu. Tres años de tertulias continuadas han permitido a los profesionales disponer de recursos y estrategias y contar con tertulianos y tertulianas que les ayudan a regular, frenar o acelerar un proceso ya imparable. Al final, señala satisfecho Capi, “compensa ver que un adolescente deshauciado por el sistema educativo, por su supuesta hiperactividad, es capaz de participar como uno más, incluso de moderar un debate, y de culminar con éxito una experiencia enriquecedora en torno a la lectura”. Es el caso de José Luis, un alumno muy absentista, que en una de sus brillantes intervenciones ha confesado sentirse “muy a gusto” en la tertulia: “ayudo a Vicente porque él a veces no puede explicarse solo, o a Javi, que tampoco puede. Ellos también me ayudan cuando no entiendo alguna palabra”. Y añade: “Si no fuéramos tan perros la tertulia iría mejor”. Diálogo de besugos En el transcurso de la tertulia se produce un sonoro altercado. Dos alumnos y un usuario del Ateneu entran al trapo en la discusión. Hablan los tres sin escucharse, mientras el resto parece dispuesto a intervenir en la disputa de manera inmediata. Surgen conversaciones por los rincones y el ruido ambiental impide entender el debate principal. Óscar, el moderador, suda la gota gorda, mira insistentemente a los profesores y parece reclamarles en silencio que le echen una mano para enderezar la situación. Pero las miradas que le devuelven Capi, Emili y Kike le indican sin duda que debe intentar arreglarlo con sus propios medios. — ¡Eeeh! ¡Eeeh! Hablad de uno en uno. Y quien quiera decir alguna cosa que levante el brazo. Epi, continúa con lo que estabas comentando y después habla tú, Conchi. Epifanio, 45 años, es hemipléjico y camina ayudándose con un bastón. Tiene un problema de afasia en la evocación de las palabras: — Lo que yo digo… es que… cuando trabajaba en la obra… los moros eran buenos compañeros. Por su parte, Conchi, la compañera de Epi que se desplaza en silla de ruedas, tiene dificultades de memoria, que sin embargo compensa hábilmente con argumentos concisos pero rotundos, consecuencia de su intensa experiencia vital: “Todas las personas somos iguales. Aunque sea una prostituta, ella es como cualquiera de nosotros y merece que la respetemos”. Manuel, en tono burlesco y desconfiado, le contesta: “Pues una puta es una puta. Aunque sea una mujer es una puta, y si está buena pues mejor, y yo me la haría”. Tras la tertulia, Capi, un profesor de Compensatoria que se involucra en todas las iniciativas innovadoras que puede, comenta en qué consiste para él un auténtico diálogo: “Cuando alguien interviene en una conversación suele hacerlo por propia voluntad. A las personas se les puede obligar a picar piedra pero no a dialogar, como mucho se puede forzar a alguien a que responda a un interrogatorio, pero eso no es un auténtico diálogo. La comunicación interpersonal implica la libre decisión de colaborar en el acto comunicativo. En un diálogo de besugos falla la voluntad de comunicarse y al menos uno de los hablantes hace trampa para impedir el entendimiento. En un diálogo auténtico, como el que se desarrolla en nuestras tertulias, ha de haber voluntad de construcción de sentido porque es una creación comunicativa consciente y voluntaria. Sólo dialogamos si nos da la gana porque a la lectura, como al diálogo o al amor, nunca le sientan bien las imposiciones”. A trancas y barrancas, con dificultades en la expresión oral pero haciéndose entender, Epi contesta a la última intervención de Manuel: “Para decir tonterías te quedas en tu casa. Imagínate que esa chica es tu hermana. ¿Te gustaría que alguien la matara?”. Sin palabras para replicarle, Manuel, baja la cabeza consciente de que ha transgredido la máxima de respeto que todos han aceptado. Ahora, una persona a la que él valora mucho se lo ha recordado. Al acabar la sesión, se acerca a su compañero y le pregunta sonrojado: “¿No te habrás mosqueao, verdad?, perdona”. Epi sonríe y le devuelve con afecto una pequeña colleja. { Nº365 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 23