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La Vida
Hace seis años un accidente de coche dejó a
su marido, Kardam de Bulgaria, príncipe de Tírnovo,
en coma. La vida de Miriam de Ungría cambió para siempre.
Se dedicó a cuidar de su esposo y sus hijos, conmocionados
por el ‘shock’. Enérgica y tenaz, ha emprendido un nuevo reto
profesional como diseñadora de joyas mientras aguarda
con optimismo el futuro. Por ELENA CASTELLÓ
fotografía de
gonzalo machado •
estilismo de
CA R LA AG U I LA R
ASISTE N TE DE ESTILISMO : C RISTI N A L Ó P E Z . ASISTE N TES DE FOTO GRAFÍA : DARÍO ARA N Y O Y DA N IEL GALLAR . MA Q U ILLA J E : GO Y O
A C E V EDO ( C OOL P ROD U C C IO N ES ) . P EL U Q U ERÍA : C RISA N TO B LA N C O
( C OOL P ROD U C C IO N ES ) .
sigue
IGUAL
VA N I T Y FA I R
SEPTIEMBRE 2014
en corto
S E P T I E M B R E
2 014
Miriam lleva
camisa con lazada
de Guess by
Marciano, pantalón
beis de Escada,
cinturón de Hermès
y abrigo de piel
de Pedro del Hierro.
Todas las joyas son
de MdeU por
Miriam de Ungría.
pisando fuerte
La diseñadora con
vestido y zapatos de
Christian Dior
y joyas de MdeU por
Miriam de Ungría.
SEP TI EMBRE
2 014
o
vamos a pensar en nada, ni bueno ni
malo. Vamos a dejar que las cosas fluyan, que sean lo que tienen que ser, porque todo, bueno o malo, puede ser. Vamos
a darle una oportunidad al día a día”.
Fue lo primero que Miriam de Ungría
(Madrid, 1963) le dijo a sus hijos Boris
y Beltrán, de 12 y 10 años por entonces,
Acebo y de Simeón de Bulgaria (rey del
hoy inexistente trono búlgaro, exiliado en
España desde los años cuarenta y ex primer ministro democrático de su país entre
2001 y 2005) tiene una mirada directa y
clara. Aunque sus respuestas en ocasiones
son breves no rechaza ninguna pregunta y
habla sin reservas sobre las consecuencias
del accidente que cambió para siempre su
vida familiar.
Miriam y Kardam volvían el 15 de
agosto de 2008, a primera hora de la tarde, de la casa de campo que poseen en
Riaza (Segovia), cuando el coche que conducían se salió de la autovía, chocó contra un árbol y quedó boca abajo tras dar
varias vueltas de campana. El príncipe
sufrió un traumatismo craneoencefálico,
del que hoy todavía solo se ha repuesto
en parte tras varios meses hospitalizado.
Miriam conserva una cicatriz redondeada en la frente y otra en el antebrazo
y tiene problemas de movilidad en los dedos pulgar e índice de la mano derecha.
Padeció una fractura de codo y varias
contusiones, pero pudo reanudar su vida
a las pocas semanas. “Tengo la mano reconstruida, soy Robocop”, dirá con hu-
nen amigos, los niños ya han vuelto del
colegio y yo ya he regresado también
del trabajo. En la cena estamos juntos, y
luego en el salón vemos una película, las
noticias... Y él está bien.
—¿Y sus hijos?
—En casa hemos vivido las cosas con
naturalidad, como son, ni mejores ni peores, con sus partes buenas y malas. Por
eso era tan importante para mí decirles
la verdad desde el principio. Necesitaban
tener a alguien en quien apoyarse al cien
por cien, y era yo. Si les mentía, su único
referente se les venía abajo. Siempre les
decía: “Antes de creer cualquier cosa que
os digan, por favor preguntádmelo a mí,
yo siempre os voy a decir la verdad, sea
la que sea”. De hecho, cuando volvieron
del colegio el primer día, me preguntaron:
“¿Es verdad que a papá le han cortado los
brazos?”. Menos mal que yo les había avisado, los niños no lo hacen con malicia,
pero son exagerados.
Quizá es esa mirada abierta, de grandes ojos azul claro, o su forma de hablar
pragmática y sin rodeos, lo que transmite
que nada es como parece en esta mujer
de aspecto frágil y aniñado, como ella
“No soy de las que se han puesto de rodillas en una iglesia
ROGANDO A DIOS. NUNCA HE
pedido nada. No mezclo la religión con lo que ha pasado”
en cuanto pudo salir del hospital tras el
accidente que había sufrido junto a su
marido, el príncipe Kardam de Bulgaria
(Madrid, 1962), en el verano de 2008. Faltaba poco para que los niños volvieran al
colegio y su padre permanecía ingresado
con graves lesiones cerebrales. “Les conté
toda la verdad. Todo lo dulce que se puede contar semejante realidad, pero no les
mentí”, recuerda Miriam hoy, sentada en
el pequeño jardín rodeado de cipreses
y adelfas en el que conversamos en una
tórrida tarde de julio. “Se publicaban
noticias que no eran ciertas y me preocupaba que mis hijos oyeran cosas terribles.
Les conté que su padre estaba en coma,
que podía morir, pero que también podía
vivir. De hecho, a Kardam le dieron un
mes de vida y ya han pasado casi seis años
desde entonces”.
Miriam de Ungría, princesa de Tírnovo tras su matrimonio con Kardam
de Sajonia-Coburgo-Gotha, hijo de la
aristócrata española Margarita GómezS E P T I E M B R E
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mor en la sesión de fotos cuando le cueste
adoptar alguna pose.
Cuando el príncipe de Tírnovo regresó del hospital, su hogar en Madrid
se adaptó a sus necesidades para recibir
rehabilitación. Desde el verano de 2009
hasta agosto de 2010, además, la familia
se trasladó a vivir a Galicia, cerca de Santiago de Compostela, para que Kardam
pudiera tratarse en la Fundación Foltra,
especializada en rehabilitación y tratamientos a base de hormonas del crecimiento y fisioterapia, y en el tratamiento
integral de daños cerebrales y medulares.
Luego regresaron a Madrid.
—¿Qué tal está su marido?
—Bien. Estable.
—¿Tiene comunicación con los que le
rodean?
—No puede hablar, pero digamos que
se hace entender. Y, sobre todo, comprende todo muy bien, así que está al día de
todo lo que le contamos. La última hora
de la tarde en casa es muy familiar, vie-
misma reconoce, de una delgadez casi
adolescente a pesar de sus 51 años. No
es “la mujer de”, sin otro papel que el de
consorte, ni una de tantas chicas guapas
de buena familia a las que todos admiran
en las mudas crónicas de la realeza.
D
e la misma manera que se sentó
frente a sus hijos
nada más sal i r
del hospital para
decirles, con cuid a do p e ro s i n
tapujos, que su
padre estaba en
coma y que había que esperar lo malo,
pero también lo bueno, así ha ido Miriam
de Ungría construyendo su vida desde el
final de la adolescencia, muy alejada del
estereotipo que parecía representar en la
distancia.
A diferencia de la mayoría de las mujeres de su edad y de su clase social,
“A mis hijos les conté toda la verdad sobre el accidente.
LES DIJE QUE SU PADRE ESTABA
EN COMA, QUE PODÍA MORIR
como también vivir. Le dieron un mes de vida
y han pasado seis años”
íntima
Miriam lleva vestido
de Michael Kors,
zapatos de CH
Carolina Herrera,
sombrero de Mimoki
y joyas de MdeU por
Miriam de Ungría.
SEP TI EMBRE
2 014
S E P T I E M B R E
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Miriam de Ungría, hija del empresario y
abogado de patentes Bernardo de Ungría
y Goiburu, marqués de Montefalcón, se
independizó en cuanto empezó a trabajar, con poco más de 20 años, como diseñadora de joyas y gemóloga, y se casó
pasados los treinta, una edad tardía para
lo que se estilaba en su círculo. “Siempre
he sido muy independiente, quizá por el
hecho de ser la única niña y la más pequeña de siete hermanos”, reflexiona cuando
le señalo ambas circunstancias. “Eso me
ha hecho buscarme la vida por mi cuenta, estuve muy protegida, lo que no tiene
nada que ver con ser mimada, más bien
todo lo contrario”.
D
e niña, Miriam se
recuerda jugando
mucho sola en su
habitación, tocando la guitarra, haciendo puzzles o
ensayando ballet.
Durante la adolescencia, sus ansias
de salir sola con amigas y de viajar se topaban casi siempre con un “no”.
Madrid. Trabajaba para clientes privados,
reformaba joyas, asesoraba inversiones.
Fundó, junto a otros profesionales, la
Asociación Española de Tasadores de
Alhajas a finales de los noventa. En 2000,
entró a trabajar en Carrera y Carrera con
su propia colección.
—Es curioso que, siendo la chica de
la casa, y la pequeña de siete hermanos,
le dieran tanta libertad.
—Sí, en esa época era normal que una
mujer viviese sola si sus padres estaban en
otra ciudad, pero no lo era tanto si vivían
cerca. Pero entendieron que me resultaba incómodo estar yendo y viniendo todo
el día con el coche al centro de Madrid
porque mis padres residían en las afueras.
También les pareció bien que estudiara
fuera. Aquello hizo que mi relación con
ellos madurara. Siempre me respetaron
mucho, a condición de que utilizara la
cabeza. Tuve una vida muy llena: viajé,
trabajé y seguí estudiando. Eso también
se lo inculco yo a mis hijos, que son tan
independientes como yo. Creo que retenerles no sirve de nada, mucho mejor
abrirles la puerta y que vean lo que hay
fuera. Si no, nunca van a poder defender-
M
iriam estaba a
punto de cumpl i r 33 años
cuando se casó
con Kardam
de Bu lgar ia,
licenciado en
Economía,
Fi l o s of í a y
Agricultura en Estados Unidos, y directivo en un banco de inversión. Fue el 11
de julio de 1996, en la iglesia ortodoxa de
Madrid y a la boda asistieron la reina Sofía, la infanta Cristina, de uno de cuyos
hijos es padrino Kardam, y los entonces
duques de Lugo, Elena de Borbón y Jaime de Marichalar. Kardam era el último
de los hermanos varones (Kiril, Kubrat
y Konstantin) en pasar por el altar, a pesar de ser el mayor. Poco después fueron
padres de Boris, que hoy tiene 17 años,
y Beltrán, de 15, y ella completó la modélica estampa familiar de los Bulgaria
junto a Rosario Nadal (marchante de
arte y hoy divorciada de Kiryl), Carla
Royo-Villanova, empresaria, casada con
Kubrat, y María García de la Rasilla, abogada, y esposa de Konstantin.
“Uno de mis hermanos murió muy joven en un accidente
DE COCHE. HE TARDADO MUCHOS
años en hablar de ello. Es algo que nunca voy a aceptar”
Tal vez por eso, en cuanto terminó el
colegio, sin saber bien qué iba a estudiar,
se marchó un año a Inglaterra, sola. Al
regresar, se matriculó en Geografía e Historia y se licenció en Historia del Arte por
la Universidad Complutense. Pero no iba
a la facultad en Madrid. Volvió a Inglaterra “para aprovechar el tiempo, viajar
por el país y seguir mejorando el inglés”,
y regresaba para los exámenes. Y, si algo
tuvo claro era que no se quedaría en casa
al terminar la carrera. “Tenía muchas ganas de empezar a trabajar, de ser independiente económicamente. Sin embargo, el
día antes de aceptar mi primer empleo en
una joyería, pensé: ‘No, no, porque esto
va a significar trabajar siempre para otros.
Tengo que seguir estudiando’. Creo que
fue una buena decisión”. Era 1988, y decidió formarse como gemóloga, primero
en España y luego en Italia, donde estudió
diseño. Lanzó su primera colección y en
cuanto recibió los primeros encargos, se
instaló en un apartamento en el centro de
se por sí mismos.
—Con tantos hermanos, ¿no sería usted el típico chicazo?
—No, nunca he sido muy de muñecas, pero tampoco chicazo. Jugábamos
a indios y vaqueros. Yo hacía de enfermera, y curaba a los dos bandos, por eso
me dejaban. Sí estaba más acostumbrada
al lenguaje de los hombres, y siempre he
tenido muchos amigos que me llamaban
y me pedían que intercediese con sus novietas. Tenía mucha confianza con ellos,
era muy normal para mí. Quizá por eso
le doy hoy tanta importancia a la amistad
entre mujeres.
—Uno de sus hermanos murió muy
joven en un accidente de tráfico.
—Sí… ¿Cómo lo sabe? He tardado muchísimos años en hablar de ello, y sigo sin
hacerlo. Es algo que nunca voy a aceptar.
No, nunca lo voy a aceptar. Siempre me
ha parecido…
—¿Profundamente injusto?
—Sí... Fue muy complicado para mí.
“Casarme no era mi prioridad —explica Miriam—. Era algo que hacían mis
amigas, que hacían los demás. Yo viajaba, estudiaba y trabajaba. No tenía prisa. Quizá porque siempre he tenido cara
aniñada no he sentido apremio. Pero creo
que eso va en el carácter. Tengo amigas
con hijas de 16 años y ya están buscándoles novio. Y a mí es algo que me parece
tan extraño… Yo no necesitaba casarme
para irme de casa de mis padres o para
ser económicamente independiente. Nunca he estado en contra del matrimonio,
ni muchísimo menos. Pero creo que la
primera vez que me planteé casarme fue
cuando conocí a mi marido. Kardam era
tan independiente como yo, me aportaba
cosas que nunca antes había conocido.
Había vivido diez años en Estados Unidos, dos en Argentina, tenía una cultura
impresionante y muy divertida”.
—¿Qué significa hoy en día pertenecer
a la realeza?
—Bueno, entendí que casarme
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sonriente
S E P T I E M B R E
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Miriam con falda
midi de Max Mara,
jersey de lana
oversize de Cos,
sombrero de Mimoki
y joyas de MdeU por
Miriam de Ungría.
luchadora
Miriam lleva jersey
de canalé de
Purificación Garcia
y pantalón de CH
Carolina Herrera.
Joyas de MdeU por
Miriam de Ungría.
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conllevaba ciertas responsabilidades, pero
no me costó mucho adaptarme. También
es cierto que la familia de mi marido no reina, y no es lo mismo. Pero los valores que
utilizo en mi día a día como amiga, como
esposa, como madre, no son distintos de los
que utilizo como princesa de Tírnovo. Yo
creo que en la vida lo que hay que hacer es
actuar con rectitud y realizar las cosas lo
mejor posible. Tienes que estar a la altura
de lo que representa ese título. Porque las
instituciones valen en tanto en cuanto las
personas que las representan valen. Si no,
dejan también de tener sentido”.
M
iriam tiene
c ono c i m ien tos básicos de
búlgaro. Solía
viajar al país
tres o cuatro
veces al año,
aunque hace
tiempo que
no ha vuelto. Sus hijos conocen algunas
frases y lo aprenderán en el futuro. Estudiaron en el mismo colegio que su padre,
el Liceo Francés. Hoy el mayor completa
su formación en Austria y el pequeño en
un centro español laico. Ambos son ortodoxos, como el príncipe Kardam. Ella
se casó como católica y decidió convertirse hace cuatro años. “Pensé que era el
momento. Sin que nadie lo supiera. No
en secreto, pero como una decisión personal, no creo que haya que hacerlo por
otros motivos”.
—¿Es usted religiosa?
—Soy muy creyente, pero no muy
practicante. No voy todos los domingos
a misa.
—¿Su conversión tuvo algo que ver
con los momentos complicados que estaba viviendo? ¿Fue un refugio?
—No. En absoluto. No sé de dónde
saqué la fuerza. De la necesidad de sobrevivir, de sacar a mis hijos y a mi marido adelante, de las ganas de luchar y
seguir viviendo. Tenía que estar yo bien
para hacer que Kardam estuviera lo mejor posible. Pero no soy de las que se han
puesto de rodillas en una iglesia rogando
a Dios… No. Esto ha pasado no sé por
qué. Lo que sí sé es que tengo que tirar
para adelante, porque no me queda otra.
Vivir no es nada fácil para nadie y el que
no tiene que luchar de una manera, tiene
que luchar de otra. Lo único que pido es
salud, nada más. Intento no mezclar mucho la religión con esto. Es un debate que
no me lleva a ningún camino.
—Me decía antes que nunca aceptará
la muerte de su hermano. Sin embargo,
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esto sí lo ha aceptado.
—Asumo las cosas como vienen. Pero
no las acepto ni me conformo. Yo lucho
para cambiarlas, evidentemente. Si las
aceptase, no lucharía. Pero las cosas que
suceden y no me gustan no las acepto,
claro que no. No me rebelo contra ellas,
pero lucho para intentar llevarlas al camino que yo quiero. Hay cosas que no
puedo cambiar, ojalá dependiera todo de
nosotros.
H
asta ahora Miriam no ha pronunciado ni una
vez la palabra esperanza. Probablemente sea demasiado vaga, y
la naturaleza de
su optimismo
—un término que sí utiliza con frecuencia— tiene más que ver con la determinación y la lucidez para luchar con todas las
armas a su alcance que con la espera. Más
con esa fortaleza de hija única que tenía
que reclamar su sitio sin ñoñerías si quería
jugar con sus hermanos y que le viene de
Durante estos seis años desde el accidente, Miriam no ha frecuentado ni siquiera
las reuniones del Gotha. La vimos, por
primera vez, en octubre de 2013, en la
boda del príncipe heredero de Luxemburgo, acompañada por su cuñado Kiryl y
sus suegros. La prensa lo interpretó como
un renacer de su vida social.
—¿Esta apertura de su nuevo negocio
es como una vuelta al mundo?
—Siempre estuve bastante retirada
de lo que se llama “mundo social”, en el
sentido de las fiestas con fotos. He seguido saliendo, igual que salía antes, aunque
evidentemente estuve dos años sin hacerlo, porque no podía. Siempre he sido muy
casera, soy más de ir a casas de amigos,
a cenas privadas. No me gusta mucho exponerme. Otra cosa es lo que el trabajo te
pueda exigir en un momento dado.
—¿No le da miedo la visibilidad que
implica este paso en su carrera?
—Es la parte que menos me apetece,
pero sé que es necesaria y tampoco tengo
nada que ocultar. Entiendo que a la gente
le interese la persona que está detrás de
una marca, cómo es, qué hace. Mientras
pueda preservar mi vida privada, que sé
De todo se aprende y hay que escoger
lo bueno. Y es verdad que con mis hijos
muchas veces he tenido que hablar como
padre y lo hago sin dejar de ser su madre
porque, si no, los pobres se quedarían sin
una cosa y sin la otra.
M
iriam se ríe con
hu mor, c a s i
con complicidad, cuando
menciona ese
dobl e p ap el
que le ha tocado desempeñar
en la vida.
—Parece una persona muy paciente.
—Sí, es verdad, pierdo muy poco la
paciencia. Pero también soy muy inquieta, y cuando tengo claro lo que deseo,
lo quiero enseguida. Aunque también
entiendo que hay cosas que requieren su
tiempo, que son carreras a medio plazo,
y otras en las que hay que ser un corredor
de fondo. Trato de encontrar la medida
de las cosas.
—¿Cómo ve el futuro de su nueva empresa, el de sus hijos, el de su vida familiar?
“No me gusta que me pongan como ejemplo de mujer coraje.
HAY GENTE ANÓNIMA QUE LUCHA
con muchos menos recursos. Nosotros somos privilegiados”
muy atrás. En ocasiones, suelta una breve
risa cuando recuerda esos episodios de
su infancia, y no puede evitar piropear a
su hijo pequeño, Beltrán — “¡Mira a ese
rubio, tan guapo!”— que acaba de llegar
del aeropuerto, tras pasar unas breves
vacaciones fuera de España, y que espera
pacientemente a que su madre termine la
entrevista dando vueltas por el jardín.
—¿Por qué ha decidido lanzar precisamente ahora su proyecto de joyería?
—Bueno, siempre he trabajado con mi
marca, MdeU, en los encargos que hacía
para clientes. Y hubo gente que me instaba a hacerlo, a lanzarme. Es otro camino
en mi carrera que he querido abrir. Hoy
me siento más preparada y he visto que
hay un hueco para mi manera de entender la joyería, con diseños más versátiles,
pero igualmente valiosos. Vendemos por
Internet y en puntos de venta seleccionados, pero la tienda propia tendrá su
momento. Eso sí, poco a poco, prefiero
ir paso a paso.
que no es fácil, lo voy a intentar.
—¿Le molesta cuando la gente habla
de usted como una mujer coraje, que ha
sacrificado parte de su vida?
—No le voy a decir que me moleste,
pero tampoco me gusta que me pongan
como ejemplo. Hay tanta gente anónima
que lucha una barbaridad, con menos
medios, con menos recursos, con mucha
menos capacidad de reacción. No puedo
evitar pensar en esas personas. No digo
que yo lo tenga fácil, pero hay gente que
no sabe dónde recurrir, dónde dirigirse.
Yo lo he visto, lo he vivido. No sabemos
lo que hay ahí fuera, circunstancias terribles, y eso sí que es sobrevivir, eso es
luchar, eso sí son madres coraje… Nosotros somos unos privilegiados. Por eso
me da casi un poco de apuro. Sobrevivir
es otra cosa.
—Usted ha tenido que hacer de padre
y de madre en estos años
—Sí, sí, absolutamente. Por eso me ha
venido tan bien tener tantos hermanos…
—Mi empresa es un proyecto bonito
que creo que resultará, tal y como está
planteado a día de hoy. Tiene visos de
crecer bien. Los españoles tendremos
que salir de esta crisis más pronto que
tarde. No es que yo me crea ninguna de
las encuestas que el Gobierno de España
está publicando, pero sí creo que tenemos
que salir del hoyo por pura necesidad. Y
en cuanto a mis hijos, como todas las
madres, les vamos trazando poco a poco
el camino con nuestra mejor intención,
a ver cual es el resultado... Confiamos
en que les estamos dando las mejores
herramientas para que luego ellos sepan
utilizarlas.
—¿Y su marido?
—Bueno, el conocimiento científico
avanza mucho. Hay muchas investigaciones que ya están dando resultados, aunque sea solo en fase de experimentación.
El cerebro es el gran desconocido, y hay
tantas puertas que están a punto de abrirse que soy optimista. �
SEP TI EMBRE
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de frente
S E P T I E M B R E
2 014
Vestida con jersey
plateado de Marella
y joyas de MdeU por
Miriam de Ungría.
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