Economía Umbareana Por Alberto González García (críticas, sugerencias y comentarios a [email protected]) - ¡Oh Umbar, princesa de los puertos, mercado de innumerables pueblos costeros! - Eärnil I, rey de Gondor. Umbar ofrece una imagen característica de lo que ha sido durante siglos. Se trata esencialmente de una ciudad comercial, con los inconvenientes inevitables -afición a la especulación, malestar social, predominio de las cuestiones monetarias, inmoralidad- que determina tal condición, pero con las ventajas también que de ella resultan: riqueza material, actividad y energía incomparables, innovación intercambio cultural e implantación de nuevas ideas. En esta ciudad donde toda prosperidad viene necesariamente del mar, la atención de todos se vuelve con ansiedad hacia el. Desde que fue fundada por los númenóreanos de antaño, Umbar ha venido siendo la gran potencia marítima de la Tierra Media, Reina del Belegaer señora de los mares occidentales, prodigiosamente rica y próspera, sede de una república aristocrática de gran poder e influencia. Diversas causas contribuyeron a producir esta maravillosa grandeza. Entre ellas, una sobre todo, se impone en primer término a la atención de la Historia: el magnífico desarrollo de la vida económica, el esplendor del comercio umbareano. Comercio marítimo La organización del comercio maritimo.- Los númenóreanos comenzaron la andadura de la ciudad dotándola de su infraestructura más importante: un arsenal marítimo, progresivamente engrandecido en el transcurso de los siglos, y donde, con una ciencia ingeniosa, siempre progresando e introduciendo las innovaciones necesarias, fueron construidos los buques de los tipos más variados, desde poderosos dromon de guerra y monumentales palanristi hasta humildes mercantes. El Consejo de Capitanes que tradicionalmente ha dirigido la ciudad se ha guardado siempre de desinteresarse de la Marina Mercante; vigilaba muy atentamente incluso las construcciones en astilleros privados. Todo buque construido en el territorio umbareano deben tener ciertas dimensiones prescritas; de este modo se obtenía una unidad en los tipos que permite, en caso de conflicto, transformar en buques de guerra las embarcaciones de comercio y constituir, para el mayor beneficio de Umbar, escuadras numerosas y perfectamente homogéneas. Los mercantes que surcan las rutas comerciales del Belegaer son en su mayor parte barcos destinados a la carga de grandes volúmenes (generalmente materias primas) y que transportan grano, madera, sal, vino y pescado. Los umbareanos dominan este comercio gracias a su situación geográfica privilegiada y sus expertos comerciantes venidos de todos los rincones de Endor; de una red de carreteras, silos, embarcaciones y de una marina mercante equipada con el fantástico bajel mercante umbareano. El bajel mercante umbareano es un barco lento, de armazón ligera, prácticamente desarmado, con una larga quilla, la proa abultada y el fondo casi liso, que sólo precisa de 12 marineros para manejar su relativamente escaso velamen, lo que lo convierte en el carguero ideal, con un desplazamiento igual o superior a las 200 toneladas. Aunque no estén al nivel de los palanrisiti, su bajo coste de construcción y mantenimiento supone unos fletes más económicos, que son los que aseguran la supremacía umbareana en el comercio marítimo de forma que incluso en Gondor se reconoce, no sin cierta envidia, que la flota mercante umbareana triplica en número y tonelaje a la de Gondor. A mediados del siglo XVII de la Tercera Edad la flota mercante de la ciudad-estado es algo asombroso: 800 barcos dedicados al comercio en el Lejano Harad, Anbalukkhôr, Tulwang e Hyarn, con un desplazamiento medio de 100 ton., 300 barcos (de 120 a 150 toneladas) en los Siete Dominios y el subcontinente de Mûmakan, 450 barcos de 20 a 40 ton. en la Bahía de Belfalas, 2.000 pesqueros y 250 barcos destinados al comercio en la Bahía de Ormal y el Oriente de la Tierra Media. Esto supone unos 3800 navíos con un tonelaje aproximado de 215.000 toneladas. No ha de extrañar por tanto que Umbar esté en situación expansiva y sea capaz de obtener cuantiosos beneficios, casi a contracorriente de las tendencias dominantes en la economía internacional, lo que, por sí solo, ya es un importante logro. Esta posición preponderante se debe, en parte, al eclipse de la capacidad económica y naval gondoriana. Hacia 1600 tienen unos 1.200 barcos mercantes que arrojaban un total de 80.000 toneladas, de las que una tercera parte pertenecen al príncipe de Lond Ernil. La réplica de Gondor a los umbareanos ha sido la guerra. Los astilleros gondorianos nunca intentaron imitar el modelo del bajel mercante umbareano. La clásica unidad naval mercante de Gondor es un barco defendible de cien y más tone1adas, de construcción más sólida, de líneas más aerodinámicas, más rápido, que necesita más tripulación que los bajeles umbareanos y suele llevar un contingente militar por razones de seguridad, ya sean soldados o mercenarios. Tales barcos son muy adecuados en las turbulentas aguas de la Bahía de Belfalas para hacer frente a los Corsarios, pero en muchas otras rutas no pueden competir con los umbareanos en tiempos de paz. Las relaciones entre los dos Estados siempre han sido hostiles desde el fin de la Lucha entre Parientes. Aunque los recursos umbareanos para la construcción de barcos sean muy superiores a los de sus enemigos, su capacidad para transformados en barcos de guerra eficaces es limitada, y el mantenimiento en servicio permanente de la flota de guerra entera, impracticable –mantener un solo dromon en activo cuesta 400 me anualmente. La gran desventaja umbareana de tener que proteger un gran volumen comercial se equilibra con el bloqueo efectivo que las naves umbareanas hacen con todo el comercio de Gondor al sur de la bahía de Belfalas. La administración naval de Umbar tiene el inconveniente de la descentralización y dispersión en seis Capitanías y un Almirantazgo, y de la fricción existente entre las provincias. Los barcos gondorianos llevan un número muy superior de soldados, pero se enfrentan a navíos más maniobreros y mejor artillados. Todos estos factores contribuyen a equilibrar la balanza en el conjunto de batallas sostenidas entre umbareanos y gondorianos El Estado vigila y determina minuciosamente, además el empleo de ese admirable instrumento que es el comercio. Una legislación severa fijó desde un principio las reglas del comercio en la ciudad-estado. Prohíbe a los súbditos de la república comprar o vender en ciertos países (como Gondor, siempre que hay guerra); impide que los buques umbareanos embarquen mercancías para cualquier destino que no sea Umbar, bajo pena de multa o confiscación, a menos que se adquieran las caras y necesarias licencias; y grava fuertemente la entrada de buques extranjeros, a pesar de lo cual no dejan de aumentar en número. Una fiscalización exacta reprime el contrabando y el fraude (o lo favorece, si va orientado contra sus enemigos); y el cuidado que la ciudad-estado pone en las cosas del mar se manifiesta en la multitud de funcionarios -proveedores del arsenal, agregados gubernamentales, proveedores generales del mar, capitanes de la Bahía, etc.-, que sucesivamente se crearon para asegurar y defender su potencia y su riqueza marítimas. El comercio «con el enemigo», no obstante, continúa siendo un elemento básico de la economía de Umbar. Después de la gran invasión de 1634 los umbareanos no solamente siguieron comerciando con Gondor, sino que, probablemente, este comercio aumentó porque durante los años previos a la expiración de la tregua, Umbar se había convertido en centro del tráfico de armas y municiones. No deja de ser irónico que incluso los odiados bucaneros al servicio de Gondor, que hostilizan sin descanso a los umbareanos, encuentren proveedores de armamento en la propia Umbar con la complicidad de miembros del almirantazgo, a pesar de la tajante prohibición del Consejo. Más de un potentado umbareano contribuyó a financiar las actividades de los piratas de las costas de Harad. El Consejo vigila del mismo modo la buena organización del tráfico. Naves de guerra escoltan los convoyes y patrullan a lo largo de las principales rutas comerciales para disuadir a los piratas. Dos veces al año, en fechas fijas, grandes flotas comerciales, agrupadas a las órdenes de un representante del Estado y patrocinadas por el Consejo de Capitanes salen de Umbar con rumbo a los diversos países con que la ciudad realiza negocios. Ninguna baja de los 10 ó 12 navíos. Estas caravanas suponen, allá donde fondean, un reguero de actividad para las transacciones comerciales, y su vuelta a la Bahía no es menos impacientemente esperada. Coinciden con el momento de las grandes ferias que se celebran a principios de Mayo y fines de Octubre por todas las grandes ciudades de la Bahía de Belfalas. Los convoyes más destacados son: - El del Norte (¡sólo en tiempos de tregua!): que asciende hasta Ethir Anduin y se divide en dos grupos, uno que va a Pelargir, Harlond y Osgiliath y otro que se dirige a Linhir, Lond Ernil, a veces Lond Galen y hasta Tharagrondost, y en ocasiones incluso dobla el Cabo Andrast y, haciendo escala en Lond Angren, alcanza Lond Gwathló (Súduri) y Tharbad. - El del Lejano Harad, que desciende costeando el borde occidental de esta tierra hasta los mercados del Raj, Anbalukkhôr e Hyarn (Bozisha-Dar y Kadar an-Khâradûn, fundamentalmente). - El de los Siete Dominios, que avanza sin apenas escalas hasta las populosas ciudades de Mispír, Ostelor, Ró-Molló y Arpel. - El del Lejano Sur, que acompaña al anterior y continúa hasta las bahías de Ûsakan y de Koros, (Sarûl y Korlan), alcanzando E-Sorul Sare antes de retornar. - El de la Bahía de Ormal, que acompaña a los dos anteriores y continúa hasta Tul Harar y las ciudades comerciales de la costa de la Bahía, muchas de las cuales son antiguas colonias numenóreanas, en Bulchyades, Chy, Olyas Kriis y Codya. Algunas de las naves del convoy en ocasiones se aventuran aún más allá, hasta Shay y Lochas Drus, o incluso el gran imperio de Womawas Drus. A la cabeza de estos equipos elegidos se hallaban capitanes activos, experimentados y valerosos. No sólo prometen al partir mantener en buen estado sus buques, tratar bien a sus hombres y trabajar con diligencia en beneficio de la ciudad-estado, sino que juran pensar en todo momento «en el honor del Consejo y de Umbar». y de hecho, en cualquier lugar del mundo a donde su destino les conduzca, todos los umbareanos, desde el más humilde hasta el más grande, modestos mercaderes u orgullosos patricios, todos, comerciantes o guerreros, políticos, viajeros o escritores, tienen un cuidado común que no está exento de belleza: recoger informes útiles, recopilar observaciones aprovechables. sobre las costumbres, la lengua, el comercio, la geografía de los países que visitan; en una palabra, todo lo que pueda, por cualquier motivo, aumentar la prosperidad y la gloria de Umbar. Estos convoyes representan un volumen muy considerable del comercio. Por ejemplo, cuando el de las costas de Harad parte de Bozisha-Dar de vuelta a Umbar, deja en esa ciudad almacenados bienes por valor de 100.000 me y dinero por un importe similar, y siempre se quedan allí al menos 15 representantes comerciales del Consejo que tratan personalmente sus asuntos. No obstante, es la navegación privada la que alcanza los puntos más lejanos y exóticos y la que trafica de manera bastante más dinámica, sin dejarse influenciar por las ferias o la temporada. Los mercaderes umbareanos aparecen asentados por doquier en la mayor parte de los puertos de la Tierra Media, en colonias o factorías que suponen una ciudad dentro de la ciudad. Por ejemplo, en Arpel, el barrio umbareano ocupa, con gran sentimiento de sus ciudadanos, uno de los mejores emplazamientos del puerto. Los mercaderes de Umbar poseen allí tiendas, un bazar, muelles de desembarque, toda una pequeña ciudad incesantemente acrecentada en el transcurso del tiempo. Lo mismo ocurre en los puertos de Harad. En cada uno tiene Umbar un barrio bastante amplio, con un mercado, varias casas, edificios para los representantes del Consejo, almacenes para sus comerciantes, tiendas, molinos, baños y uno o más muelles de desembarque. Por otra parte, los colonos umbareanos poseen muchas veces en las afueras de la ciudad propiedades que cultivan para ellos labradores locales, y tienen por la munificencia de los príncipes el disfrute de una parte de ciertas rentas, tales como las Aduanas o tasas de puerto. Todas esas colonias se hallan dotadas de una organización, calcada de la de la metrópoli. Todo el esfuerzo de la ciudad-estado tiende, en efecto, a fin de obtener de esa situación privilegiada las mayores ventajas posibles, a asegurar a sus súbditos, en los países en que se han establecido, una situación excepcional, de tal modo que no tengan que recibir ninguna orden ni que reclamar justicia más que de los representantes de su ciudad. Por ejemplo, lo líderes de las colonias o enclaves de Bozisha-Dar y Arpel ejercen autoridad sobre todas las colonias de sus respectivas regiones. Los umbareanos tienen sus tribunales especiales, que juzgan incluso sus contiendas con la población indígena, en el caso de que el umbareano fuese el acusado. Para las demás cuestiones que conciernen al comercio, los gobernantes suelen concederles el privilegio de una jurisdicción especial o de favor. El barrio umbareano de Bozisha-Dar comprende dos tabernas, un baño, una panadería, la embajada, media docena de comercios y uno de los embarcaderos del puerto, y la tolerancia del Consejo Regente llega hasta tolerar de manera tácita la venta de drogas y venenos. Esa prodigiosa fortuna no deja, sin embargo, de tener sus peligros. Un poco exaltados por el maravilloso éxito de, sus empresas, orgullosos de su riqueza, sus tradiciones y sus privilegios, los umbareanos disimulan mal su arrogancia e insolente desdén, y los gondorianos se quejan vivamente de la proverbial facundia y avidez de los umbareanos. La materia del comercio.- La ciudad y el Estado de Umbar tienen una compleja y agitada actividad artesanal e industrial. Fuera de la construcción de buques, que como parece lógico es muy activa se encuentran industrias de la madera y del metal (orfebres, fundidores, batidores de oro, armeros), fabricación de textiles(damascos, lino, tisú de plata y de oro), tinte de las telas, cerámica y vidriería, trabajo de cueros y pieles, los famosos ladrillos umbareanos que aparecen en las construcciones de gran parte de Harad, etc. Los productos naturales como grano, pescado fresco o en conserva, sal, hierro, cobre y acero también tienen gran importancia. Exportaciones por un valor total de 4.000.000 de me que reportan un beneficio del 20 al 40%. Del Norte se importan los refinados e innumerables productos de la civilización (desde libros de Minas Anor a tallas en madera de Esgaroth) y productos naturales como granito, mármol, madera de lebethron, lana y perlas de Lebennin y Belfalas, vino y lana de Ithilien, pieles, lana y ámbar de Eriador, plomo y otros metales de las Ered Luin, madera, cuero, miel, cerveza, lácteos y poderosos caballos de Rhôvanion y el Valle del Anduin, vinos, tintes y marisco de Dorwinion, y mithril de Moria. De Harad y el Lejano Sur, azúcar de caña y, sobre todo especias (ruibarbo, musgo de las Montañas Amarillas, pimienta, canela, nuez moscada, clavo, alcanfor, acíbar, incienso, nantarb, charbis, rosan y sinabaud de Sirayn) bellos brocados teñidos de púrpura y bordados de plata y oro, mirra, áloe, perfumes, dátiles, ámbar del desierto, maderas preciosas de las junglas de Lejano Sur, bálsamo, sándalo, goma, exóticas piedras preciosas, marfil, la vidriería y la alfarería, alumbre, índigo, cochinilla, esclavos, algodón y sedas. Del Este, armas y manufacturas exóticas, hierbas, especias y venenos como la codiciada menta azul, ganado, caballos, minerales y productos de los enanos de las Ered Harmal, curiosidades y rarezas de los pueblos del este, etc. Los cereales.- Los desastres que paulatinamente se van abatiendo sobre Endor en la segunda mitad de la Tercera Edad acentúan la demanda de una población hambrienta por el propio descenso de la producción agrícola. Esto conduce al asombroso aumento de los precios de los productos agrícolas y especialmente de los cereales. Hasta el final de la Tercera Edad el sector agrícola disfrutó de una posición privilegiada, debida al precio del trigo y al atractivo que esto supone para la inversión de capitales y para la explotación de las tierras marginales de la ciudad-estado. Harad siempre ha dependido en mayor o menor medida de la importación de grano de Umbar Los cargamentos de cereales que pasaron la boca de la bahía de Umbar confirman la impresión, apuntada al principio, de la prosperidad de la agricultura. Los datos sobre los derechos de paso demuestran que las exportaciones anuales rondan las 55.000 toneladas de centeno y el trigo las 10.000 toneladas. De ello podría deducirse que el centeno es cinco veces más importante que el trigo, pero esta irregularidad se explica en el hecho de que los impuestos sobre el centeno son muy inferiores a los del trigo y así, en muchas ocasiones el trigo es declarado como centeno en las aduanas. Un comercio de tal envergadura requiere transporte, silos y embarcaciones. Necesita de comerciantes dispuestos a correr riesgos en los mercados. Umbar tiene todo esto, y los grandes latifundios de las vastas zonas cerealistas de la bahía ofrecen tierra fértil y abundante mano de obra –en muchos casos esclava- son el símbolo de la prosperidad de este comercio. Minería y metalurgia.- El sector minero-metalúrgico es uno de los más importantes de la economía de la Ciudad de los Corsarios. Con sus ricas minas de hierro y cobre, bajo fuerte control real, Umbar domina el comercio de estos metales en gran parte de Harad. Desde 1619, la fuerte demanda de los reinos del Cercano Harad de cobre para su acuñación ha multiplicado la actividad minera. Al cesar ésta en 1626, el Consejo se vio obligado a buscar otras salidas y, parte de la producción, se destinó a la acuñación propia. A pesar de todo, la producción ha duplicó durante la guerra con Gondor, alcanzando su cota más alta en 1640 con 2.941 toneladas métricas. Este es el nivel de producción más alto conseguido durante el siglo XVII porque las treguas de los años siguientes, en este sector, significaron la recesión. No obstante, a principios del siglo XVIII el cobre umbareano disfruta de una mejor situación que el producido en Gondor o Moria, a pesar de los esfuerzos de la Corona Alada para promocionar su producción con destino a los mercados de Rhôvanion, Rhûn y Amrûn, y ocupa un lugar de privilegio en los mercados internacionales. El hierro también es de suma importancia para Umbar. Durante el siglo XVI su producción creció gracias a la promoción directa del Consejo, que contrató técnicos enanos. El acero umbareano, de excelente calidad, siempre ha sido muy demandado, y después de 1600 supera, por el valor de las exportaciones, al hierro, a pesar de ser dos veces más caro. La media anual de exportaciones de hierro y acero pasan de 1179 toneladas métricas en el período 1620-24 a 3747 en 1630-49 para estabilizarse durante los siglos siguientes en torno a las 2600. Umbar suministra más de un 40% de la demanda de todo Harad. Mientras los conflictos a lo largo y ancho de la Tierra Media van haciéndose cada vez más graves en virtud de la creciente animosidad entre Gondor y Umbar, enzarzadas de nuevo abiertamente desde 1634 y la miríada de conflictos que se gestan en otros lugares, en medio de la tormenta provocada por el Señor Oscuro, la construcción y equipo de las flotas, la fabricación de armas y municiones, las fortificaciones y la movilización de los ejércitos ofrecen buenas oportunidades. Los financieros umbareanos, no tardan en dar señales de vida: una asociación de comerciantes de Umbar financia unos altos hornos y armerías en Ramlond desde el primer tercio del XVII y hace fuertes inversiones en las minas . En 1627, el Consejo le concede el monopolio para la fundición de un cupo de hierro, que conserva hasta 1648. Las armas de acero umbareano dominan el mercado y, con un precio equivalente, son preferidas a las gondorianas. Las grandes operaciones en el comercio metalúrgico son cosa común en Umbar habiendo fábricas de artillería de asedio y municiones y armerías en la ciudad y sus inmediaciones, con las que abastecen a distintos ejércitos y atraen a compradores de todo Harad entre los que se cuentan los agentes de Akhôrahil y Adûnaphel. Este fácil mercado no cesó de aumentar en el cada vez más violento entorno de la segunda mitad de la Tercera Edad. Las especias.- El comercio de especias es uno de los más importantes y lucrativos de los que se manejan en la ciudad-estado. A principios de la Tercera Edad, las grandes distancias a recorrer, unidas a los impuestos, exacciones y la codicia de los propios mercaderes encarecían enormemente el precio de las especias por la ruta terrestre: El quintal de jengibre, que se pagaba a 11 me en Bozisha-Dar, valía 4 en Sarûl. El precio del quintal de pimienta variaba entre 25 y 35 mp; ahora bien, en el Dar no era raro pagarlo a 80 me, el quintal de canela se vendía en Mûmakan de 3 a 5 me; los precios de las demás especias eran análogos, y los de venta en Bozisha-Dar, forzosamente determinados en igual proporción. Sin embargo, los navíos umbareanos que navegan directamente a los puertos de Sarûl y Korlan pueden vender en Umbar esas mismas especias a la mitad o la cuarta parte del precio del Dar, sin dejar por ello de obtener un enorme beneficio. No sorprende que estas condiciones los umbareanos posean el monopolio de las especias, y suprimiendo a los intermediarios hagan imposible toda competencia, al menos en los mercados que dominan. Así por ejemplo, los convoyes de 1603 trajeron de Mûmakan 35.000 quintales de pimienta, canela, jengibre y nuez moscada, por un valor de más de 400.000 me. Los costes para armar el convoy no pasaron de 50.000. Las ganancias de los particulares están en una proporción semejante: con una aportación de 2.000 me, una casa comercial de Umbar realiza un beneficio de 5.000. Moneda La casa de la moneda está fuertemente protegida por una pequeña guarnición de centinelas leales. Las antiguas monedas son fácilmente retiradas de la circulación, fundidas y convertidas en nuevas monedas oficiales de curso legal. Cualquiera que sea encontrado culpable de falsificación de moneda (en particular la antigua práctica de fundir monedas de cobre y luego sellarlas y dorarlas para hacerlas pasar por monedas de curso legal) sufrirá como mínimo la pena de prisión, así como la confiscación de sus propiedades y la obligación del pago de una multa equivalente al dinero falsificado. Si se demuestra que trabaja para una potencia hostil como Gondor, su castigo será una sumarísima ejecución. No obstante, la falsificación de moneda como parte de la guerra económica con Gondor es algo tolerado y estimulado, siempre y cuando se disponga de los permisos oficiales. La ceca produce de cuando en cuando emisiones de monedas gondorianas falsas con las que inundar el mercado y reducir la confianza de los comerciantes en la moneda del Reino del Sur. La ceca principal se encuentra en la propia Umbar, si bien hay cecas menores en las ciudades de Dûsalan, y Ramlond. En ellas se trabaja día y noche de modo casi industrial, para producir el río de moneda que requiere la ciudad-estado para mantener su economía. Hombres sudorosos y ataviados de negro se afanan en la fundición y acuñación día tras día, año tras año, en tres turnos diarios, sin apenas ver el sol. Mientras que las cecas menores sólo acuñan cobre y bronce, la gran casa de la moneda de Umbar tiene el monopolio exclusivo para acuñar plata y oro. Recientemente, el agotamiento de los escasos filones auríferos de Umbar y la dependencia de la importación de oro del Lejano Harad ha llevado a las autoridades a abandonar la acuñación de oro en favor del electro, una aleación de oro y plata, para inmovilizar el oro de la ciudad-estado y evitar la fuga de capitales. De igual modo, la ceca de la ciudad tiene la exclusiva para crear lingotes comerciales, grandes y sólidas planchas de metal puro con un valor de hasta 500 monedas de oro, así como anillos comerciales, anillos pequeños o grandes de metal de valor equiparable a monedas de 20, 50 y 100 monedas de oro. Cualquier cantidad mayor que estas monedas puede ser manejada con gemas y joyas, aunque la sofisticación del sistema bancario umbareano ha producido las letras de cambio. La Ceca de la ciudad-estado acuña anualmente por valor de medio millón de monedas de electro, y otro tanto en plata. La moneda umbareana sigue el patrón gondoriano, con piezas de cobre de ½ onza, ¼ de onza para el bronce y la plata y ½ de nuevo para el electro, en sustitución del oro. La moneda de electro de 1/2 de onza equivale a 1/2 corona gondoriana de oro o a una pieza arthadan de oro de ¼ de onza: 1me=10mp; 1mp=10mb; 1mb=5mc. El cada vez más escaso mithril ha desaparecido prácticamente del sistema monetario para ir a acumularse en las reservas estatales. No obstante, algunos mercaderes han encontrado un negocio particularmente lucrativo al hacer acopio de mithril para ir a venderlo al Lejano Sur, donde su valor en oro es de ocho a diez veces superior a mediados de la Tercera Edad. La moneda umbareana muestra en su anverso la efigie de Castamir, el último rey “legítimo”de Gondor, según los Corsarios que dominan Umbar. Antes de la toma de la ciudad en 933 las monedas presentaban la efigie de Ar-Pharazôn el Dorado; en su reverso aparece un navío de guerra con proa en forma de serpiente, el tradicional emblema de la ciudad adaptado a las monedas; la inscripción está realizada en adûnaico con caracteres tengwar. Umbar es el principal centro de comercio de la fachada occidental de Endor y su moneda las más común de las tierras del sur. Pero como consecuencia de ello, monedas de todas las nacionalidades se encuentran en la ciudad-estado. Aunque teóricamente la moneda umbareana sea la única de curso legal en todo el país, el oro contante y sonante es aceptado siempre que se demuestre su autenticidad. En estos casos, los servicios de los cambistas son indispensables. Préstamo y cambio de dinero; Banca Controlados celosamente por los subordinados del Consejo de los Capitanes, los prestamistas gozan del mayor respeto en Umbar. Suelen ser los que mejores contactos tienen, además de que pocos negocios pueden sobrevivir más de una década sin unos pocos préstamos con algo de riesgo sobre los que apostar los envíos de cargas de materias valiosas. Cambiar una moneda por otra es otro negocio constante de los prestamistas, que obtienen un 10-20% de beneficio de estas transacciones básicas. Los préstamos pueden ser de cualquier cantidad, pero el receptor debe una garantía ante el préstamo. Se firma un contrato entre el cambista y el receptor especificando la cantidad del préstamo, la garantía (propiedad valorada en, al menos, el coste del préstamo), el tiempo límite para devolverlo y todos los términos de interés. Se realizan préstamos por periodos de un mes, tres meses o un año, con unos intereses que tienen establecidos sus tipos de acuerdo a la extracción social del solicitante: 4% para miembros de la aristocracia, 8% para los mercaderes, y el tipo estándar del 12%, que puede dispararse hasta un 40% para cantidades muy grandes (por encima de las 10.000 mo), o dependiendo del riesgo. Naturalmente, todos aquellos que sean rechazados por los bancos e instituciones de crédito pueden recurrir a usureros, que prestan con un interés escandaloso que oscila entre el 60% y el 100%. El impago de una deuda permite a la oficina de préstamos para imposibilitar y reclamar la fianza. Si se usa una propiedad inanimada o ganado como garantía, el receptor debe mostrar pruebas de propiedad en el momento del préstamo. Los usureros no dudarán en recurrir a métodos violentos para “animar” a su clientes a devolver lo pactado. La más importante de las entidades bancarias de la ciudad-estado es el Banco de Umbar, anexo a la Ceca, el banco nacional de la ciudad portuaria. Este banco no tenía en principio otro objetivo que facilitar las operaciones financieras del gobierno, protegerlo contra las especulaciones en los cambios y evitar los riesgos que conllevan las transacciones en efectivo o en especie. Pero, poco a poco, ha ido convirtiéndose en un medio para facilitar el sistema de pagos internacional, en el cual se libran letras de cambio para respaldar las cuentas bancarias. Este sistema se refuerza con las grandes reservas estatales de oro y plata guardadas en el depósito grande (que en 1640 se elevan a 4.127.550 me, equivalentes a 204.290 kg de plata). Estos datos demuestran la extraordinaria importancia de la banca en Umbar. El banco estatal confiere estabilidad a una “bolsa” independiente de los sistemas monetarios nacionales, propensos a la devaluación a los largo de la segunda mitad de la Tercera Edad. Aunque los comerciantes y financieros utilicen cada vez más el endoso de letras de cambio, la inseguridad que suponen las constantes guerras y la presión fiscal del gobierno pone al descubierto la rigidez del potencial crediticio de Umbar, porque el sistema monetario está estrechamente vinculado a la crisis de oro y plata. Así por ejemplo, en el Banco de Umbar, los créditos pasaron de 46.210 me en 1600 a 48.285 me en Nórui de 1622. Tal es en la ciudad el movimiento de capitales, que el Banco paga por los depósitos que recibe un interés anual del 5%, que supone un total de 250.000 me. Los seguros marítimos constituyen uno de los más refinados ejemplos del adelanto de las economías de los reinos dúnadan de la Tierra Media, aunque se hallen limitados por las circunstancias adversas y la crisis engendrada por el Señor de los Anillos. La prima varía considerablemente dependiendo del riesgo: para un viaje a Ostelor era el 18% sobre el valor de la mercancía, en 1635, tras la Gran Incursión y la reanudación de la guerra con Gondor; para Bozisha-Dar, en la misma fecha la prima era del 12%. Sin embargo, en Hithui de 1648, tras el alto el fuego, estos porcentajes bajaron al 5% y 2% respectivamente. Impuestos A continuación están los impuestos indirectos básicos del Consejo de los Capitanes, norma en todo Umbar, que gravan El gobierno de la ciudad-estado se sostiene en estos tributos (recogidos por los gobernantes de las ciudades y llevados regularmente a la capital), antes que en los impuestos directos sobre la renta de sus súbditos. Obviamente, sólo se incluyen los impuestos que puedan tener un cierto interés en una campaña o escenario: o o o o o 1 mc por puesto de mercado y día, recogido con recibo entre la salida y la puesta de sol por la milicia del Consejo o la milicia de las casa mercaderes con permiso. Esto compra el uso exclusivo del lugar dicho desde el amanecer hasta el atardecer, y la habilidad de vender mercancías a cualquier precio que el mercado soporte y en cualquier subasta. En la ciudad de Umbar, el doble. 2 me por carreta de caravana (llena o vacía) partiendo de Umbar o Ramlond; 1 me en otras ciudades umbareanas; 1 mp por camello, mula, etc. 5 me por barco entrando en cualquier puerto umbareano, recogidos al capitán. Esto asegura un lugar de amarre en el puerto, mantenimiento de brea y agua fresca para diez días. Si el barco abandona el puerto y regresa, se aplican impuestos adicionales. El 10% del valor de cualquier producto que se introduzca en la nación por parte de extranjeros. Los ciudadanos umbareanos están exentos del impuesto. 1 mp por cabeza para cualquier persona que entre en una ciudad del Estado Umbareano. Estos pesados impuestos animan a muchos comerciantes a introducir sus mercancías en la nación a través de la ciudad semiindependiente de Dûsalan, puerto franco, lo cual ha provocado un gran crecimiento y una prosperidad sin precedente en esta urbe. Los impuestos directos son pocos y simples, recogidos una vez al año durante varios días en cada ciudad; por ejemplo, los impuestos de Umbar se recogen durante los últimos días del verano, mientras que los impuestos de Ramlond se pagan en la Buena Cosecha (principios de otoño). Los impuestos incluyen: o o o o Un “impuesto de hogar”. Es 1 me por casa de vivienda individual, tienda o acre de tierra de la ciudad. La gente en hogares y edificios de vivienda múltiple pagan 3 mp por habitación principal (baños y cuartos por debajo de los cuatro pies cuadrados están exentos). Para complejos (varios edificios dentro de unas murallas que los rodean) o fincas fuera de la ciudad, los impuestos son 2 me por edificio y 1 por cada 20 acres. Un “impuesto portuario”. 10 me por negocio o familia mercante que use los puertos de la nación, pagado para reparaciones o expansiones necesarias. Impuesto sobre la renta, recae sobre las personas que han obtenido rentas de su trabajo, su capital u otras fuentes de ingresos, con un tipo impositivo del 10% sobre los ingresos totales. Impuesto de Sociedades, que pagan las sociedades mercantiles proporcionalmente a los beneficios obtenidos (un gravamen del 35%) Al tratarse de una oligarquía cerrada y apoyada por la fuerza de las armas, los amos de Umbar no temen a los nuevos ricos -el último mercader que se creía que podía convertirse en rey de Umbar está remando en un dromon- y favorecen la libertad de comercio incluso en el caso de los lucrativos intercambios con el Lejano Sur y el Extremo Oriente, creando una fiera y saludable competencia entre los mercaderes privados, que acaba automáticamente con los débiles y poco escrupulosos y mantiene a perpetuidad un comercio competitivo que el decadente reino de Gondor de mediados de la Tercera Edad es incapaz de batir. Precios y trueques Los precios medios en Umbar son normalmente los básico de los manuales de ICE para las comidas, materias primas, equipo y otros utensilios. Los precios podrán ser más o menos elevados dependiendo de la época del año, lugar en el que uno se encuentra y disponibilidad de los productos buscados. Por regla general, los mercados de Umbar o Ramlond son más caros que los de Dûsalan o Gobel Ancalimon, y las ciudades son más caras que los pueblos y villas, aunque éstas tengan selecciones más limitadas de objetos. Los precios también varían entre los vendedores que son miembros de una cofradía y aquellos que son independientes. Para un haruze, cualquier cosa parece barata en Umbar, pues los mercaderes comienzan pidiendo precios superiores en un mero 75% al precio que esperan conseguir (mientras que en el resto de Harad el precio inicial va del 300 al 500% y el dominio del arte del regateo es indispensable para sobrevivir).