SHIOTA CHIHARU texto castellano

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SHIOTA CHIHARU
Cartas de Agradecimiento
Menene Gras Balaguer.
La correspondencia por correo postal ha sido un dispositivo de transmisión de
información habitual hasta la aparición de internet y, pese a su sustitución por
otros medios alternativos más eficaces, ha desempeñado un papel crucial en el
sistema de comunicación desde la invención del papel. El género epistolar
suele dirigirse a un otro imaginario, el destinatario al que el sujeto que escribe
habla pensando en sí mismo, y su discursividad se basa en una construcción
narrativa como la que caracteriza el micro relato. En la historia de la literatura
universal, cartas y diarios de escritores y artistas han sido decisivos por su
carácter autobiográfico y por las revelaciones que sus autores hacían acerca
de sí mismos, a la hora de abordar las circunstancias particulares y generales
en las que se ha producido una determinada obra y la experiencia subyacente.
Con la intervención que ha planteado específicamente para el EACC, bajo el
enigmático nombre de “Cartas de Agradecimiento”, dentro de un programa
expositivo que tiene muy en cuenta a los públicos a los que cree deberse,
Chiharu Shiota rinde homenaje a esta escritura, en ocasiones considerada
erróneamente residual. Ha bastado una década para que la artista acabe
realizando más de seis exposiciones individuales al año y otras tantas
colectivas, sea en Japón, Europa, EE.UU y en otras partes del mundo. Hace
apenas dos años ocupó la sede de Casa Asia con el proyecto “Sincronizando
Hilos y Rizomas”, y en febrero de este año presentó un nuevo proyecto en la
Galería Nieves Fernández de Madrid. El EACC acoge ahora la última
propuesta de la artista, coincidiendo con su nombramiento para representar a
Japón en la próxima edición de la Bienal de Venecia, que tendrá lugar en mayo
de 2015.
“Cartas de agradecimiento” es una obra participativa, concebida como una
instalación, en la que se brindaba la oportunidad de contribuir a todos los
interesados que fueran capaces de escribir una carta dando las gracias, fuera
cual fuera el motivo de la gratitud del yo que escribe a un supuesto “otro”, sin
necesidad de identificarlo. En las bases de la convocatoria, incluso podía
tratarse de una alteridad imaginaria, la única condición es que el contenido
tuviera una relación con el correspondiente sentimiento de gratitud. Esta
instalación en el EACC supera por su magnitud todas las expectativas, tanto
por la superficie que ocupa como por el número de misivas enviadas. Alrededor
de diez mil cartas escritas por habitantes de Castellón y la provincia se han
reunido construyendo los fragmentos de un relato hecho de narraciones
breves, que la artista articula y anuda a sus arquitecturas hechas de hilos que
parecen transformarse en cuerdas que nos atan al mundo. En una de sus
entrevistas más recientes y que ella considera clave para entender su
experiencia como artista, explicaba a Omori Toshikatsu que esta instalación
significaba mucho para ella, porque la asociaba a la figura del padre, que
lamentablemente murió sin poder ver su exposición individual en el Kochi
Museum of Art, entre julio y septiembre de 2013. Su padre era de Kochi, donde
ella también nació, aunque después la familia se trasladara a Osaka, y siempre
le había dicho que esperaba ver este sueño cumplido, deseando su regreso.
Pero, murió en otoño y esta instalación que contó con 2.400 cartas de
agradecimiento se convirtió en un homenaje póstumo, en el que la artista
muestra su agradecimiento al padre que algunas veces odiaba, pero al que
amaba también por encima de todas las cosas y que empezó a entender
realmente cuando se fue a vivir a Berlín y después de tener a su hija.
Esta instalación de Chiharu Shiota tiene que ver con muchos elementos
referenciales de la cultura japonesa, lo que entiende como universo exterior, y
a la vez con su experiencia personal o universo interior, cuyas dimensiones son
para ella comparables. Entre uno y otro, el primero representado por la cultura
de origen y el segundo identificado con el yo separado de la raíz, tensa los
hilos que tejen las densas redes que unen materialmente las partes de un
todo específico constituyendo una nueva espacialidad. Los hilos se pueden
identificar a su vez con el flujo del tiempo y con un acontecer que pone en
comunicación la vida y la muerte del mundo. Pero, el uso de los hilos que ella
hace recuerda el tipo de cuerda de paja de arroz trenzada (shimenawa), que se
emplea en ciertos rituales de purificación en los santuarios sintoístas. A estas
cuerdas se atan en zigzag tiras de papel (shide) con ofrendas o deseos, al igual
que los oráculos escritos (omikuji) sobre tiras de papel dobladas se cuelgan de
las ramas de los árboles sagrados. Los destinatarios son los kami u otras
deidades de la mitología japonesa, a las que se atribuye el poder para
ahuyentar la desgracia o satisfacer las peticiones que se han hecho por este
medio. “Cartas de agradecimiento” se puede entender así como una propuesta
de ritual, cuyos antecedentes, se hagan o no conscientes, tienen que ver con
las cuerdas, los papeles y las tabletas tradicionales (ema) que venden en los
templos, sobre las que se escriben deseos y se cuelgan de un árbol sagrado
para que los dioses puedan leerlos. Es una obra en la que un colectivo
anónimo comparte secretos sin contar y que, a través de las muestras de
agradecimiento, narra historias particulares exponiendo el mundo de afectos
que forma parte de cada universo personal.
Al igual que si dibujara, la artista entreteje los hilos uniendo diferentes puntos
de la nave central del EACC, como si se tratara de rizomas que se prolongan a
través de caminos que se pierden en una geografía extraordinaria, propiciando
una especie de intertextualidad, que el ojo difícilmente discierne sin extraviarse.
Esta ocupación del espacio, al igual que en otras instalaciones de la artista, no
se hace sin atrapar todos los objetos que se encuentran entre ellos: los
vestidos de novia, las camas de hospital vacías, los zapatos que fueron
llevados por seres que han desaparecido, los espejos rotos, los pianos
callados, los libros leídos, las maletas llenas de lágrimas y las cartas anónimas
de agradecimiento, como es en el caso actual. Los hilos son comparables a
cuerdas que impiden el paso al transeúnte, pero también a las venas del
mundo que se dispersan y se entrecruzan recíprocamente generando una
circulación en múltiples direcciones. La diáspora experimentada por la propia
artista precede el inicio de estas creaciones de hilos con las que se inventan
caligrafías y actos de habla, cuya exploración indica el intento de
resemantización por parte de la artista de nuestro entorno más doméstico y
cotidiano. No obstante, estos hilos son también las gotas unidas de lluvias de
una melancolía lúgubre muy antigua, que se transmite de generación en
generación a través del cordón umbilical que nos une al mundo. Nuestra
experiencia de lo real y la realidad activa un sistema relacional entre yo y el
mundo que introduce la noción de tiempo en un espacio dado, activando una
especie de topología de red, mediante la cual la percepción sensible amplía su
campo de visión. Todo empieza en el dibujo y la línea, que se transforma en
una lluvia horizontal que es la viva imagen del dolor de la pérdida y la
melancolía del tiempo que obra el nacer y morir de las cosas de este mundo,
su aparición y desaparición, al igual que la presencia y ausencia de todo lo que
existe. Así que este texto también es una carta de agradecimiento, pero en este
caso a la propia artista por todo lo que nos dice a través de su obra.
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