El Rey que Rabió

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Prensa y Comunicación
Dosier de Prensa
El Rey que Rabió
Música de Ruperto Chapí
Libro de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza
Del 22 de noviembre de 2008, al 11 de enero de 2009, a las 20 horas
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Los Madrazo, 11-2ª pta.
28014-MADRID
Fax: 91.523.30.59
Tlf: 91.360.50.78 y 91.524.54.00
http://teatrodelazarzuela.mcu.es
e.mail: [email protected]
Prensa y Comunicación
Del 22 de noviembre de 2008, al 11 de enero de 2009, a las 20 horas
(excepto lunes y martes y días 24, 25 y 31 de diciembre )
Miércoles (Día del Espectador) y Domingos a las 18 horas
El Rey que Rabió
Zarzuela cómica en tres actos y siete cuadros
Música de Ruperto Chapí
Libro de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza
Estrenada en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, el 21 de abril de 1891
Edición crítica a cargo de Tomás Marco
(Ediciones Iberautor, Promociones Culturales SRL /
Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 1996)
Versión teatral de Luis Olmos
Producción del Teatro de La Zarzuela
(2007)
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Los Madrazo, 11-2ª pta.
28014-MADRID
Fax: 91.523.30.59
Tlf: 91.360.50.78 y 91.524.54.00
http://teatrodelazarzuela.mcu.es
e.mail: [email protected]
Reparto
EL REY ........... Julio Morales / Alejandro Roy
ROSA ........... Susana Cordón / Sonia de Munck
MARÍA ........... Amelia Font
EL GENERAL ........... Luis Álvarez
JEREMÍAS ........... Emilio Sánchez
EL ALMIRANTE ........... Lorenzo Moncloa
EL INTENDENTE ........... Francisco Javier Jiménez
EL GOBERNADOR ........... Fernando Latorre
EL CAPITÁN ........... Ismael Fritschi
JUAN ........... Emilio García Carretero
EL ALCALDE ........... Celestino Varela
PAJE 1º / BAILARÍN ........... Luis Romero
LORENZO ........... Luis E. González
ALDEANO ........... Román Fdez. Cañadas
ALDEANA ........... Ana Santamarina
CENTINELA / PAJE 2º ........... Marcos Rivas
ARTISTAS DE CIRCO ........... Olho Branco, Stefano Fabris,
Bárbara Govan, Morgane Jaudou, Ilia Miña,
Marcos Rivas, Roberto C. Rodríguez,
Endika Salazar y Daniel Sánchez
BALLET / FIGURACIÓN Remedios Domingo, Damián Donado,
María Ángeles Fernández, Natxo Martín,
Iris Muñoz, Gabriel Nicolás, Ana Pérez,
Billie Pérez y Luis Romero
Dirección Musical ........... Miquel Ortega / José Miguel Pérez-Sierra
Dirección de Escena ........... Luis Olmos
Escenografía ........... Juan Sanz y Miguel Ángel Coso
Figurines ........... Pepe Corzo
Dirección del Coro ........... Antonio Fauró
Iluminación ........... Fernando Ayuste
Coreografía ........... Michelle Man y Luis Olmos
Maestro de Luces ........... Manuel Muñoz
Ayudante de Dirección ........... Begoña Miralles
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Titular del Teatro de La Zarzuela
Coro del Teatro de La Zarzuela
Realización de Escenografía ........... Odeón Decorados
Realización de Vestuario ........... Cornejo
Atrezo ........... Antiqua Escena
Tocados ........... Gerardo y Tony
Soluciones Artísticas Circenses ........... El Elefante Blanco
Montaje y Seguridad de Elementos Circenses ........... Bungy Sistem
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Argumento
La acción transcurre en un país imaginario (en realidad, España) a finales del siglo XIX.
Primer Acto
Cuadro Primero
Un salón del palacio real. Cortesanos, damas y autoridades se disponen a recibir al Rey, que
regresa de un viaje por sus estados muy satisfecho de la prosperidad de que goza su pueblo. El
joven monarca es saludado por los presentes con vítores y bravos. Luego se queda a solas con
El General, El Gobernador, El Intendente y El Almirante y les pregunta si es cierta tanta
felicidad en su reino. El Almirante le responde: «No ha de serlo, reinando vos y gobernando
nosotros?». El soberano, aburrido por el carácter oficial del viaje realizado, desea emprender
otro, pero esta vez de incógnito y vistiendo ropas humildes. Los consejeros, aterrados, tratan
de disuadirle, pero El Rey está decidido a ello, y a pedirles la dimisión si se oponen. Al oír
esta palabra, todos acceden. El Gobernador sugiere, para salvar la situación, averiguar la ruta
que seguirá El Rey y repartir dinero entre el descontento pueblo para organizar festejos. El rey
sale disfrazado de pastor y se lleva consigo al General, vestido de igual manera.
Cuadro Segundo
Plaza de un pueblo, con el ayuntamiento y un mesón. Cae la tarde. El pueblo se queja al
Alcalde de lo mal que vive y de la penuria de sus campos exhaustos. Hasta El Alcalde está
arruinado, pues además es posadero y por su fonda no ha pasado nadie desde hace tiempo, y
propone escribir una carta al Gobierno para pedirle que les libere de los impuestos.
Jeremías, sobrino del Alcalde, se lamenta porque su prima Rosa no corresponde a su amor. El
Alcalde le promete la mano de la chica cuando haya cumplido el servicio militar.
Llega El Gobernador de incógnito y va a ver al Alcalde. Jeremías y Rosa hablan en la plaza.
Ella se burla de su primo, que siempre se está lamentando. Entran El Rey y El General y se
sientan en el mesón. Rosa vuelve con agua de la fuente y El rey se enamora al instante de ella,
siendo correspondido por la muchacha. Se organiza una fiesta y El Rey baila con Rosa, lo que
provoca los celos de Jeremías. De pronto, llegan unos soldados que vienen a alistar a los
mozos, y además de reclutar a Jeremías, se llevan también al soberano. El General se une a
ellos como voluntario.
Segundo Acto
Cuadro Tercero
Patio de un castillo. Empieza a amanecer. El General se queja al Rey de la dureza de la vida
militar. El Capitán ha decidido que El General dirija la instrucción de los reclutas, lo que le
exaspera aún más. Llegan Rosa y El Alcalde, que entra en el castillo en busca de su sobrino.
El monarca convence a Rosa para escapar juntos. El Alcalde y Jeremías advierten su fuga. El
General se da a conocer al Capitán, que lo manda encerrar creyendo que está borracho. Llega
El Gobernador, que revela la personalidad del soberano y ordena sacar al General del
calabozo.
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Cuadro Cuarto
Patio de una casa de campo. Es de noche. Llegan unos segadores contratados por los dueños
de la casa, Juan y María. Entre ellos están El Rey y Rosa. Después de cenar, los hombres
duermen en el pajar y las mujeres en la cocina. Llaman a la puerta con gran estrépito. Es
Jeremías, que se ha escapado del cuartel en busca de Rosa y pide a Juan y a María que le
oculten, para que no le arresten por desertor. Cuando trata de esconderse es mordido por el
perro de la casa. Llegan El General, El Gobernador y El Capitán preguntando por un soldado.
Juan y María creen que se trata de Jeremías, y la mujer cuenta que ha sido mordido por un
perro. Todos se alarman, al pensar que el supuesto Rey ha podido coger la rabia. El General y
El Gobernador ordenan al Capitán que lo devuelva a palacio y se lleve también al perro para
examinarlo. El rey, desde su escondite, observa divertido la escena, y Jeremías se queda
perplejo.
Tercer Acto
Cuadro Quinto
Jardín de palacio. Unos pajes comentan la ausencia del Rey, el ir y venir de los consejeros y la
llegada de todos los médicos del país. Llegan El Intendente, El Gobernador, El Almirante y El
General, preocupados por el monarca y el veredicto de los doctores, que salen de su reunión
con este parecer: «¡El perro está rabioso!… ¡O no lo está!».
Cuadro Sexto
Antecámara de palacio. El Rey entra con disimulo y los pajes se sorprenden al ver su ropa de
segador. El soberano les ordena discreción y manda llamar a Rosa. La muchacha se dispone a
pedir perdón para su pastor, y cuando aparece El Rey se cree burlada y desea marcharse, pero
el monarca la retiene. Luego recibe a sus consejeros y asciende al Capitán, al que obliga a
callarse.
Cuadro Séptimo
Salón del trono. Van llegando los cortesanos, los alabarderos, El Rey y sus consejeros. El
soberano debe recibir a los embajadores y elegir esposa por los retratos que éstos le presenten.
Tras contemplar los retratos, el monarca anuncia que se casará con Rosa. Los consejeros se
oponen, pero un nuevo riesgo de dimisión les obliga a aceptar la boda.
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Un joven versátil para un maestro polivalente
Por Robert Pourvoyeur
L’Orfeo de Monteverdi destronó a Euridice de Peri como el hito que nos permite celebrar los
400 años del nacimiento de la ópera, sin que nadie lamente esa pérdida. Antes que nada,
«natura non facit saltus» (la naturaleza no da saltos), pero avanza por medio de multitud de
ensayos casi simultáneos. Así, tampoco la zarzuela moderna es fruto de una súbita floración
en un jardín encantado, repleto de una vegetación multicolor y manantiales burbujeantes. Pero
así es cómo aparece el mundo de la zarzuela ante el extranjero que descubre este espectáculo.
La zarzuela no llegó a establecerse verdaderamente como género hasta que logró apartarse del
italianismo y volver la vista a las formas y melodías españolas y a las costumbres, típicamente
españolas, del “teatro por horas”, antesala del “genero chico”. El tiempo fue pasando y a la
generación de los padres fundadores le sucedió —antes de la nueva ola del fin de siglo— una
nueva generación para la cual la zarzuela sería en lo sucesivo un hecho establecido. Lo
italianizante queda arrinconado para volver a la tradición nacional, aunque renovada y
modernizada, apoyándose además en Francia, sobre todo en lo tocante a los libretos. Media
docena de compositores dominan la escena, entre los cuales Ruperto Chapí ocupará casi en
seguida un lugar preponderante, al producir no solamente zarzuelas grandes o piezas breves
de un acto pertenecientes al género chico, sino también algunas óperas que podrían
corresponderse con las obras representadas en la ópera cómica en Francia, tanto del repertorio
anterior a la revolucionaria Carmen (1875) como las compuestas después de esa fecha. En
este último género, bien diferenciado del primero, Chapí conocerá el éxito de La tempestad
(1882) y producirá alguna de sus obras mayores en este estilo que cultivó hasta su muerte, por
ejemplo Margarita la Tornera (1909).
Junto a esta situación de equilibrio en su producción entre la zarzuela (tanto el género grande
como el chico) y la ópera cómica, que impulsa la puesta en escena de obras dramáticas, Chapí
también se interesaría, al igual que Barbieri, por otros aspectos de la música española,
postulándose como acérrimo defensor de esta y de sus compositores y autores dramáticos,
ante la explotación a la que eran sometidos por parte de empresarios, editores y directores.
Dirigió las iniciativas que conducirían, tras El Rey que rabió, a la constitución de la Sociedad
de Autores.
Esta polivalencia, que se observa en la gran cantidad de obras variadas compuestas por Chapí,
tendrá mucho peso e influencia en la manera en que decide componer su Rey, aun cuando
prácticamente no tuviese imitadores.
Había muchos caminos para buscar el éxito en Europa en ese momento. En España habría que
citar los siguientes. Ante todo estaba la influencia italiana, fagocitada en parte por la
absorción parcial de todo aquello que representa de romántico y prestigioso con su sucesión
de grandes compositores italianos —Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi y sus contemporáneos
menos geniales—, presentes en todo caso y apreciados por el esplendor de sus éxitos
europeos. Además, el verismo y el impresionismo de Puccini se impondrán en la zarzuela
antes de la muerte de Chapí, e incluso antes de la llegada del nuevo siglo, con la nueva ola del
verismo y su estética.
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En lo sucesivo se impondrá el españolismo «puro», tanto el musical en sus melodías como el
literario con los libretos, de temática mucho más española que antes, que muestra los
personajes característicos y muy diversos de los pueblos y aldeas que pueden encontrarse en
España más que en ninguna otra parte.
Conviene destacar la influencia francesa, que llega a ser un aliado impagable en la lucha
contra lo italianizante y es lo suficientemente diferente de lo español para no convertirse en
igual de peligrosa que la influencia italiana. Francia dispone de una gran cantidad de obras
teatrales de toda clase, pequeñas y grandes, cómicas y melodramáticas, de temática burguesa
o histórica, que se prestan fácilmente a una españolización intensiva que las dejará muchas
veces irreconocibles. Sobre todo está el caso de autores franceses de éxito que aportan un
cambio de escenario geográfico para el repertorio existente, muy sometido a las descripciones
de la típica vida española y sus costumbres. La zarzuela de ambiente extranjero facilitará otros
medios y lugares, y la aparición de las obras de Julio Verne en español unos meses después de
su publicación en París, con tal éxito de público que se sucederán las reediciones en España,
va a propiciar la creación de un estilo de zarzuela viajera, que se prolongará durante el siglo
XX.
Los ingleses optaron desde el siglo XVIII por una vía específicamente británica, y tendrán
una influencia reducida, que no se notará hasta mucho más tarde, sobre todo con las
contribuciones norteamericanas a partir de 1950.
Viena, en cambio, totalmente rendida a Offenbach desde 1856-1860, se liberará del yugo de
Offenbach, que deberá dejar los escenarios austro-germanos con sus propios imitadores de
éxito, que utilizan frecuentemente libretos franceses durante algunos años (Suppé, Johann
Strauss hijo, algo más tarde Lehár o Gilbert). Paradójicamente, poco después de la guerra
franco-prusiana alguno incluso se instala en el mismo París. En España —donde ya se ha
estrenado El Rey que Rabió— esta influencia austriaca (y de la opereta italiana) hará posible
abarcar bajo la calificación de zarzuela (!) toda una serie de célebres operetas austriacas (con
aportación de muchos elementos húngaros) e italianas, lo que entrañará algunas confusiones
terminológicas poco afortunadas.
En cuanto al propio Chapí, tras El Rey que Rabió volverá de nuevo al estilo puramente
zarzuelero, pero afrontará esta experiencia, dramática y musicalmente, teniendo en cuenta las
aportaciones extranjeras, con vistas a una ampliación del campo de la zarzuela. Se nota sobre
todo la influencia francesa, harto difícil de negar, en ese estupendo ejemplo del estilo bufo
que es El Rey que rabió, que caricaturiza hasta la inverosimilitud (algo que viene a ser un
sello distintivo del género), pero al mismo tiempo se introduce con plena vitalidad y fuerza un
romanticismo inspirado en la emperatriz Sissi, que se apunta paralelamente a la acción
principal y se desvía de ella, una vez que se entra en el juego y desde el comienzo de la obra,
con las motivaciones románticas y sentimentales, que desbaratan las buenas intenciones
iniciales y realzan los efectos cómicos.
En esta concurrencia de influencias en el espíritu de Chapí, Francia no ocupa un lugar
preponderante, porque ella misma no ha optado verdaderamente por un camino claro, ni por
lo bufo ni por el realismo campestre, ni entre las grandes operetas ni entre las pequeñas piezas
en un acto, por lo que continúa componiendo obras de todas las clases y producirá obras muy
destacables en los diferentes dominios.
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El propio Chapí, a escala nacional, pudo saborear personalmente el milagro del éxito que
Offenbach (1819-1880), considerado generalmente como el padre de la opereta, no pudo
conocer más que in extremis, tomado en el sentido macabro del término, es decir, después de
su muerte. Vamos a tratar de demostrar este punto, no sin antes haber exorcizado la expresión
“padre de la opereta”, puesto que la opereta no tiene padre: existe desde que existe la ópera.
Es decir, si se acepta la versión de los «400 años», en tanto que «pequeña ópera», el vocablo
llegó a Italia desde Alemania, donde se utilizaba ya hacia 1740. Mozart llamó así a algunas de
sus obras maestras. Offenbach, eso sí, es el padre de la ópera bufa francesa y escribió unas
cuantas óperas cómicas ligeras.
Está claro que Offenbach no contaba con todas las cartas que había en la baraja de Chapí.
Llegado a Francia para hacer carrera en la música en general y en la música teatral en
particular, para la cual contaba con una predisposición instintiva fabulosa, no llegó a destacar
desde el principio por ser mucha la competencia. En cambio, Chapí compuso su primera
zarzuela a la edad de 15 años, la estrenó a los 16 y fue representado en el Teatro Real cuando
tenía 25. Obtuvo un extraordinario éxito con La Tempestad, en el Teatro de la Zarzuela, ¡a la
edad de 30 años! Offenbach primero tuvo que aprender a hablar el francés (con 13 años no lo
hablaba) y sus obras no se tocaban en ninguna parte, con la excepción de un pieza en un
vodevil con 20 años y un primer concierto con 24 años. No llegó a ser representado realmente
hasta la edad de 34 años y estrenó en el Teatro Bufo Parisiense en 1855, es decir, a los 36
años. Pero a partir de 1847 compuso impresionantes manuscritos de ópera, jamás tocados
pero perfectamente representables. La posibilidad que le ofrecía el Teatro Bufo no le permitió
en todo caso representar otra cosa que no fueran pequeñas piezas en un acto. Tuvo éxito con
su dedicación a las graciosas óperas breves, en las que se buscan sobre todo los hallazgos
cómicos. Destacó por fin, obteniendo un éxito mundial, con su primera obra «entera»,
provista de un número ilimitado de personajes y actos, con coros y ballet: Orphée aux Enfers
(1858), que desde su estreno se convirtió en una obra maestra absoluta de la ópera bufa
francesa. Las puertas cerradas de París se abrieron por fin, con un gran ballet en la Ópera y,
casualidades de la vida, con una gran ópera cómica en la Ópera Cómica … y luego el invento
acabaría encallando. Hizo cuatro tentativas posteriores, más una gran ópera romántica en la
Ópera de Viena: todo excelente, pero sólo una de las seis, Les Contes d’Hoffmann, conocería
el éxito … después de la muerte de su autor. Chapí, más afortunado, llegará a tener éxito y a
mantener su fama en los dos campos: la zarzuela y la ópera. ¿Tan flexible era el público
español? ¿Estaba Chapí más predispuesto subjetivamente, es decir, en su relación
«cualitativa» o «simbiótica» con el público ? ¿Quién puede saberlo? Debemos añadir que los
éxitos de Chapí se circunscribirán al ámbito nacional o como mucho hispano, mientras que
Offenbach será reconocido en todo el mundo.
Pero volvamos sobre El Rey que Rabió.
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Numerosas son las obras que nos presentan a un «poderoso» que desea conocer por sí mismo
cómo viven sus súbditos: ¿son felices, están satisfechos, son leales, gozan de prosperidad? Ya
en la antigüedad hay relatos de viajeros disfrazados de manera modesta, para pasar
desapercibidos. Vemos a Júpiter y Vulcano visitando a Filemón y Baucis o, en cierto cuento
flamenco, los visitantes son Jesús y San Pedro. El fabuloso mundo de los cuentos está plagado
de personajes extraños, a menudo hijos de reyes, que buscan una perla codiciada en pueblos y
aldeas. En las descripciones fabulosas o en los relatos precursores de la ciencia ficción, muy
numerosos en Francia pero también en España en la época de El Rey que Rabió, también se
encuentran visitantes enigmáticos que llegan para explorar el mundo.
Nada hay de asombroso en ver a un rey, cansado de no conocer otra cosa que decorados
engañosos al estilo Potemkine y suponiendo que se le oculta la verdad, que querrá saber la
verdad y comprobar que todo el país está formado por gentes que no se aburren. Porque
encima reconoce que él sí se aburre y que quiere gozar de la tranquilidad de viajar de
incógnito. Sus ministros tendrán, pues, que preparar el terreno y colmar al pueblo escogido
con toda clase de favores por adelantado.
El Rey, que no sospecha nada, grita «¡viva la libertad!», algo un tanto extraño para 1891. Pero
nadie va a detener al Rey… salvo el encuentro con una joven de la que se enamora en el
campo. Aquí entra el espíritu vienés y el flechazo será recíproco. «¡Ay de mí!». Y nuestro
fantástico rey se hace reclutar como soldado...
¿Acaba todo bien? Depende… Cuando termina su viaje iniciático, el Rey se volverá más
despótico y fantasioso que nunca y sus ministros y consejeros tendrán un comportamiento
más abyecto que nunca.
El éxito de la zarzuela es incontestable y espectacular. El tema, con sus desarrollos continuos
y sorprendentes, y la música, que efectivamente es muy próxima a la opereta francesa, son las
causas del éxito.
Pero he aquí que el periódico Madrid Cómico acusa a los autores del libreto, Vital Aza y
Miguel Ramos Carrión, de haber plagiado una opereta bufa francesa anterior, Un Roi en
vacances. Se consultó a Juan Martínez Villegas, conocedor de la obra, quien confirmó que
apenas tenían unos pocos puntos en común. Y ahí quedó la cosa.
Ahora bien, no he encontrado rastro de este Martínez Villegas en ninguna de las fuentes
francesas y españolas que he consultado, siendo particularmente experto en la música
francesa, y las pruebas bastan para exonerar a los acusados de toda sospecha. No hay rastro de
un «dossier» o de «elementos» que parezcan haber convencido al jurado: todo lo que existe,
¿se habrá guardado al mismo tiempo que se ha destruido? … Las últimas biografías de Chapí
no mencionan todas ellas este tema.
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Para quedarme con la conciencia tranquila, he consultado todas las obras francesas de la
época (y las anteriores), muy numerosas en Francia. Hay una obra, valiosísima, que recoge
los títulos de todas las operetas representadas entre aproximadamente 1860 y 1900 en París y
muchas veces también en provincias. Muy a mi pesar, debo constatar que el mencionado Un
Roi en vacances jamás existió, aunque sí hay multitud de títulos que incluyen la palabra «rey»
en la relación de obras líricas compuestas y representadas en París en esa época tan fecunda.
En todo esto debe tenerse presente que demostrar que algo existe es mucho más sencillo que
demostrar su inexistencia.
Pero para mí se plantea inmediatamente otra pregunta: en vez de tratar de encontrar un mítico
Roi en vacances, los adversarios de Chapí y sufridores de su indiscutible éxito múltiple, ¿no
deberían proponer el nombre de una obra muy similar al tema de El Rey que rabió, una obra
de talla europea y considerada por muchos como la mejor de toda la producción del propio
Offenbach? Se trata de La Périchole, en la que un monarca —virrey de Perú en el siglo
XVIII— se escapa de palacio «a través de una puerta secreta» para averiguar qué piensan sus
súbditos de él y que se encuentra también en medio de decorados engañosos, preparados por
sus dos adjuntos inmediatos y que constan de ciudadanos pagados por ellos para que griten
«¡Viva el virrey! » y hagan como si estuviesen entretenidos. Lo más cómico es que se trata de
un tema español con personajes españoles. La Périchole es una invención basada en la
realidad colonial de América del Sur en el siglo XVIII, del hispanizante Prosper Mérimée.
¡Verlo para creerlo!
Basémonos en la ópera bufa francesa, debió decirse Chapí. Pero en su Rey todo queda
imbuido del almíbar vienés (adaptado al gusto español, qué duda cabe), con una heroína que
hará que el héroe se olvide se sus fabulosas intenciones iniciales para perseguir a una dama …
Por aquí y por allá, eminentes críticos recuerdan todavía el asunto, el cual suscita diversas
preguntas. ¿El artículo del Madrid Cómico fue instigado por el propio Chapí? Es inverosímil
(¿por qué habría de hacerlo?) y no encajaría de ningún modo con el resto de lo que sabemos
de su vida. ¿Una trama urdida por sus enemigos? No parece muy inteligente, habida cuenta de
que pasaron por alto La Périchole…
No me queda más remedio que dejar la cuestión en suspenso. Tal vez un estudioso enamorado
de la zarzuela, que quiera hacer un trabajo extra y no viva en Bruselas, como yo, sino en
Madrid, pueda y quiera consultar, para empezar, los viejos números del Madrid Cómico…
A propósito de la búsqueda del mítico Un Roi en vacances, he pensado en la extraña filiación
de El joven Telémaco de Rogel, citado a menudo y jamás representado, hasta el año pasado y
con gran éxito. Recomiendo comparar las fuentes francesas y españolas unas al lado de otras.
Resulta muy estimulante. Júzguenlo por ustedes mismos.
Tendría que empezar con el augusto prelado Fénelon y su libro, pero me lo salto, porque no
escribe de zarzuela, estoy seguro de ello.
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En 1856, primer éxito de Rogel en el Teatro Tirso de Molina, con Las garras del
diablo.
Igualmente en 1856, «presentación» (Alier) en el mismo teatro de El Joven Telémaco
(¿sin música?).
El 5 de mayo de 1866, estreno en el Théâtre des Délassements Comiques (París) de Le
Fils d’Ulysse (?) (es decir, Telémaco), opereta en un acto de Eugène Moniot.
El 15 de septiembre de 1866: cartel de la nueva compañía de Arderius, con el anuncio
de El Joven Telémaco, con música compuesta por Los Bufos Madrileños.
El 22 de septiembre de 1866, en el Teatro de Variedades, estreno de El Joven
Telémaco.
El 27 de marzo de 1880, estreno en el Théâtre des Célestins (Lyon, Francia) de Le
jeune Télémaque, de G. Derriaz (¿el autor de la música ?), Laurence y F. Cumin.
Para terminar, permítaseme recordar una cita francesa que los franceses han olvidado. Es de
un poeta de finales del siglo XIX, François Coppée: «¿Qué puedo imitar para ser original?»
Traducción: Michel Angstadt / Linguagrama
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