Instituto Hispano-Arahe de Cultura ACTAS de las 11 JORNADAS DE CULTURA ARABE E ISLAMICA (1980) MADRID, 1985 335 UN VILLANCICO MORISCO VALLISOLETANO Por el Dr. don Francisco MARCOS MARIN, de la Universidad de Valiado lid. En su Libro de todas las cosas y otras muchas más incluyó don Francisco de Quevedo el siguiente apartado: Para saber todas las ciencins y artes mecánicas y liberales en un día Si quieres saber todas las lenguas, háblalas entre los que no las entienden, y está probado. Si escribes comedias y eres poeta, sabrás guineo en volviendo las rr ll, y al contrario: como Francisco, Flancisco; primo, plimo. Si quieres saber vizcaíno trueca las primeras personas en segundas, con los verbos, y cátate vizcaíno: como]uancho, quitas leguas, buenos andas vizcaíno: y de rato en rato su ]aungoicoá. Morisco hablarás casi con la misma adjetivación, pronunciando muchas xx o jj: como espadahan de jerro, boxanxé, Xorriquela y Mondoxas, mera boxanxé: y así en todo. Los autores del Siglo de Oro fueron muy sensibles a estos fenómenos lingüísticos, que se convirtieron en deformaciones· estereotipadas, con el tiempo, pero que, efectivamente, arrancan de una observación precisa de la realidad(!). De este modo, ha.hlas como el morisco, el guineo o habla de negros, el vizcaíno, u otras variedades idiomáticas, incluida la fabla contrahecha arcaizante,' a la que se pueden añadir las demás lenguas peninsulares, se reflejan con frecuencia en los textos: nadie puede olvidar el vizcaíno del Quijote, o la fama de Lope de Rueda como intérprete de papeles de negra en escena, o como autor de juegos idiomáticos, o la importancia del habla de negros en Diego Sánchez de Badajoz. Por volver a Quevedo -en cuyos Desenfados y juguetes se encuentra el texto que abre nuestra exposición-, además, sobre los moriscos en concreto, tenemos la célebre Confesión de los Moriscos (ms. de la Academia de la Historia, reproducimos la ed. de la BAAEE): 336 337 "Yo picador, macho herrado, macho galopeado, me confieso a Dios barbadero y a soneta María tampoco y al bien trobado san Miguelecajo y al bien trobado san Sánchez Batista, y a los sonetos apóstatas san Perro y san Palo, y a vos padre espertual, daca la culpa, toma la culpa. Vuélvome a confesiar a todos estos que quedan aquí detrás, y a vos padre espertual, que estás en lugar de Dios, me deis pestilencia de mis pescados, y me sorbais dellos, amén Jesús". Villancico del nacimiento de Xrysto, en morisco, portugués: guineo vizcaíno. Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent(2) han destacado que '"los moriscos han sido una minoría vilipendiada pero no olvidada". Sus sublevaciones y revueltas, así como la expulsión de 1609-1614, con los graves transtomos socioeconómicos que supuso, ocupan muchas e importantes páginas de nuestra literatura, donde, con frecuencia, el tratamiento no es hostil. Desgraciadamente, el peligro que suponía esta "quinta columna", ante la constante amenaza de desembarcos berberiscos, primó sobre cualquier otra consideración, uniéndose fatalmente a la definitiva incompatibilidad de dos civilizaciones: exilios voluntarios, de pueblos enteros, expulsión definitiva, e inicio de un patrón de estado moderno, cuyas consecuencias negativas (como las positivas) seguimos recogiendo. El 18 de diciembre de 1499 se sublevaron los mudéjares del Albaicín de Granada, en 1500 lo hicieron los alpujarreños, y en 1502 los rondíes. Tal inestabilidad provocó un reflejo legal en el Norte, de situación muy diferente, y el 12 de febrero de 1502 una Real Cédula obligaba a los moriscos castellanos a elegir entre la conversión y el destierro, con la previsible mayoría de conversiones. En 1526 se convierten los moriscos de la Corona de Aragón, en el momento de plenitud de la política imperial que coincide con la estancia de Carlos V en Granada. 1555-1556 ven el incremento del peligro musulmán en el Mediterráneo y la abdicación del Emperador. Entre 1568 y 1570 tiene lugar la sublevación de los moriscos granadinos. Entre 1570 y 1571 son exiliados, repartidos por España, sobre todo por Castilla. La Junta de Lisboa, en 1582, es partidaria de la expulsión. En 1598 hay paz entre Francia y España, y muere Felipe 11, y entre 1609 y 1614 se produce la expulsión general de lo:; moriscos. Estos detalles cronológicos, insisten Domínguez y Vincent, son fundamentales a la hora de estudiar las implicaciones del triste hecho. A nosotros, en nuestro modesto objetivo, han de servimos sólo de bastidor sobre el que se van tejiendo algunos detalles lingüístico-literarios. Nos detendremos en el primero de los villancicos que se conservan en una hoja suelta, irregularmente cortada, en el convento de la Concepción de Nuestra Señora del Carmen, en Valladolid. Por el interés que tiene la breve muestra, se incluye la transcripción de los cuatro textos diferentes, morisco el primero, vizcaíno, negro-guineo, y portugués, respectivamente, los restantes: Exte que dezher el cora que extar el heyjo de deox veslo ali meraldo vox Pardez que yo no xaber como diox nacer cadaanio chequetico e de vn tamanio xen engordar ne crecer el cora xempre dezher que extar el heyjo de deox vexlo ali meraldo vox. tener diox paxencia tanta que poderse extar sin guerra e baxar por elio a terra! dezher que mucho meexpanta. Matar por xomana xanta elogo naxer por nox vexlo ali meraldo vox. tantax cosas me dezher ayer en caxa del cora que parecerme locora e comenc;arme a reher logo leuarme querer donde tratar mal a nox vexlo ali meraldo vox (columna b) coando extar en confexion no hazher sino xacar pontiliox para leuar ala xanta Quexexion yo negar en concluxion por quedar libre dexpox vexlo ali meraldo vox 338 Otro vascongado al nacimiento. Mira J uancho que entre pajas a dios de cielo le baxas Muchachico le[-]es valiente mas que san Miguel de Oñate que viene a mundo a rescate de tanto perdido gente como amor tienes ardiente aunque aca mas nieue cuajas a dios de cielo lebaxas Jaungaycoa si vinieras yrun . o . Fuente rrahya. J urasle por vida mía que en pesehro no nacieras. Pardiez Perucho le dieras posadalleno de alhajas a dios que de cielo baxas! (vuelto, columna a) Recua de angeles que viste venir con nueua a pastores porque a señor de señores mas, rico cama, no diste arrahias arrecebiste perucho, quando entre pajas a dios de cielo lebajas a los Reyes en guineo dialogo de dos negros P. r. P. O como veño pantaroz Puruque? deque lo Re de Guine adora vn menino denuro cuytaroz. ehesa lo pe. P. Plimo, na polo sofli tanto festa a gente hranco. caya que [e ] vn siñole franco que e nuro e poble porti Que embesihil eso assi? r. P. 339 r. P. si bofe. e que lo Re de Guine adora vn menino denuro cuytaroz ebesa lo pe. P. Na polia se siñole vini con caualo egente? r. Si. que e yose nepotente ([Dios omnipotenteD que manda la luna e sole (columna b) P. r. P. P. r. P. r. corpo de risa medole puruque? de que lo Re de Guine adora vn menino denuro cuytaroz ebesa lo pe. Tanto Re? tanto tropel vini dora se sequito? e por ser yose enfenito que parlo lanjo Gorbel ha dorale hacharel dorare porque lo Ré de Guine adora vn menino denuro cuytaroz ebesa . lo pe. ala misma fiesta otro en Portugues Quero m 'yr minha may ay pola haixa mar con cestinho e H!ili,Q [margen: azadon ] sacho pera mariscar. [margen: buscar pescadillos] Pois os Reyes trazem mimo.s ao menino sera bon insino fazer como fazem e pois al nao acho vome pelo mar con cestinho e sacho para mariscar. (columna e) Seeu prata tiuera 340 e muytos cruzados o panos prezados bofe que lleos dera. aquí trago vn tacho [margen, cortado: cald [ero]] trempes para o lar [margen, cortado: treued [es]] e vn cestiño e sacho sacho pera mariscar Fin No cabe, propiamente, hablar de "descubrimiento" de esta hoja. Se encuentra una referencia a ella en Víctor García de la Concha(3), cuya descripción del convento damos ahora: El convento de la Concepción de Nuestra Señora del Carmen, de Valladolid, constituye la cuarta fundación de Santa Teresa. Ella misma reseña en el capítulo X del Libro de las Fundaciones _sus primeros avatares. Erigido, al principio, en una finca de Río de Olmos, junto al Pisuerga, se instaló definitivamente, el 3 de febrero de 1569, en el lugar que hoy ocupa. Madre Teresa lo frecuentó mucho e, incluso, manifestó en una carta a la priora, su prima María Bautista, el deseo de retirarse definitivamente a esta Casa al final de su interminable camino de fundadora. La celda en la que ella se alojaba es hoy oratorio, donde, entre otros recuerdos venerables, se conserva una magnífica colección de sus cartas y el autógrafo de la segunda redacción del Camino de Perfección. Estamos de acuerdo con el mencionado profesor en que no se guarda, por lo demás, una gran riqueza bibliográfica en el monasterio, aunque haya algunas interesantes muestras literarias: sobre algunas de eVas trabajó Blanca Alonso - Cortés(4 ), sobre otras lo hace Francisco Javier Satorre Grau, quedando, además, algunas cosas sueltas, de las cuales tal vez la más curiosa sea esta hoja de villancicos. El texto se encuentra, junto con las composiciones que estudia F. J. Satorre, en una carpeta de vitela, cuyo número en el catálogo es el140; dentro de ella le corresponde el 4 como número de orden. Es una hoja de papel, originariamente rectangular, pero actualmente irregular, por haberse cortado de ella un rectángulo vertical en el lado inferior izquierdo de la cara recta, corte que se hizo después de escrita la composición, puesto que, como señalamos al transcribir, se han cortado los finales de las glosas al margen de la columna b del verso o vuelto del folio. No se ha cortado, sin embargo, otra cosa de la • composición: el folio recto consta de dos columnas, y el verso de tres, la última 341 de las cuales sólo tiene cuatro líneas, de las que la final es la que contiene la palabra fin. Su estado de conservación, salvo algún doblez, borroso, es bueno, y se lee con facilidad. La letra es cursiva común, propia de los siglos XVI y XVII, aunque nos inclinamos a creer que del primer cuarto del último de esos siglos(5). Otros datos nos ayudan a fecharlo: aunque, en rigor, pudo haberse copiado antes de 1569, fecha de Jundación del convento, parece más razonable suponer que es posterior. El texto morisco, precisamente, hace pensar en una época en torno a su destierro, decretado en Castilla en 28 de diciembre de 1609. La acumulación del tema de las hablas marginales, a la que ya nos hemos referido, es otra razón externa, ahora literaria, que apoya, aunque no exclusivamente, esa fecha de transición entre el XVI y XVII, pues ya hemos tenido ocasión de señalar cómo su auge se prolonga. No nos sirve, en cambio, el detalle iconográfico de ser negro el Rey Mago que motiva el villancico en guineo, pues ya desde el siglo XIV tenemos representaciones en las que uno de los Reyes es negro(6). Hemos dado anteriormente una transcripción de todo el texto, en la que el criterio paleográfico ha primado sobre el crítico; pero con algunas licencias, especialmente a la hora de separar palabras que el texto ofrece próximas, si no unidas. Ahora concretaremos nuestras observaciones al texto morisco, tanto en lo que se refiere a los problemas sociohistóricos como a los lingüísticos, especialmente de transcripción, es decir, gráfico-fonológicos. Desde el punto de vista histórico externo debemos preguntarnos qué condiciones sociales -especialmente demográficas-- favorecen la existencia de un texto morisco en la vieja capital castellana, teniendo además en cuenta las connotaciones críticas que se desprenden de su simple lectura. Pues bien, hemos de tener en cuenta que Valladolid podía tener moriscos de un doble origen: castellanos o andaluces. Bartolomé Bennassar(7) cita un documento del Archivo General de Simancas (Cámara de Castilla, Leg. 2162-ll, fol. 36), a propósito de la deportación de moriscos granadinos a la zona de Valladolid: "Según un informe del 29 de marzo de 1571, muerta la mayoría de estos moriscos, quedaban 251 en las localidades de los alrededores, 21 de ellos en Tudela, 27 en Simancas, 19 en Peñaflor, 20 en Villanubla, 13 en Cabezón, 12 en Laguna, 14 en Mojados, etc.". Su conclusión es que los moriscos fueron reagrupándose en Valiado lid, ciudad, poco a poco. La documentación(S) confirma la recepción, en 1570-71, de una cifra importante: 139 vivos en marzo de 1571, 231 enjulio. La relación del abad de Valladolid (1589, Leg. 2196) incluye, entre hombres, mujeres y niños, 1.171 moriscos, repartidos por parroquias. Para Bennassar "es probable que la mayoría de esos moriscos, instalados en 350 casas, estuvieran en Valladolid desde 1575". Este contingente de población tenía que ser, por tanto, mucho más significativo que los restos de moriscos indígenas antiguos, sometidos ya desde 1502 a la Real Cédula que los obligaba a convertirse, como dijimos, y que incluso habían conocido condenas capitales en los autos de 1559 y 1561. Hasta es posible pensar que, desde el punto de vista religioso, podrían tener 342 343 relación con algún grupo de esclavos, muy numerosos en Valladolid, ~según las diversas fuentes. Su integración en la vida económica de la ciudad, por otra parte, no es desdeñable(9): incluso en 1609 (Archivo General de Simancas, Estado, Leg. 227) algunos seguían ejerciendo oficios como carpintero, escayolista, cantero, en la tradición de los que a pr\ncipios del XVI habían trabajado en la obra de San Gregorio(lO); pero su gran industria, al parecer, era la textil, especialmente la seda, con el comercio que implicaba, hasta el punto de exigir la entrada en vigor de ordenanzas inspiradas a las de Toledo y Granada, desde noviembre de 1587. "Es lamentable -prosigue Bennassar- que el censo de moriscos efectuado en 1589 recoja sus ocupaciones sólo excepcionalmente: sin embargo, entre ellos se señalan dos comerciantes en sedas, con una realización de 8.000 ducados para uno de ellos, y dos sederos tejedores. Desde 1583 a 1590, diez comerciantes de telas solicitan y obtienen del Ayuntamiento el derecho de vecindad". En lo que se refiere al campo y a las huertas, también en estos dominios su actividad era importante. Según otro documento de Simancas (también citado en el imprescindible trabajo de Bennassar, A.G.S., Estado, Leg. 227), había 51 vecinos moriscos hortelanos en 1609. Su repercusión en el mercado del trabajo agrícola puede, tal vez, apoyarse en las quejas que presentaron los obreros del campo a las Cortes de 1573 a 1589. · Frente a esta potencia económica, poco podrían significar los moriscos indígenas, y menos tras las restricciones a las que ya nos hemos referido. En el barrio de Santa María (la Morería), al este de la calle de Santiago, residían treinta carpinteros, "obligados al fuego", o sea, bomberos, a los que un documento de 1499 llama moros, y otro de 1603 Moriscos(ll). El barrio de Santa María, a juzgar por el párroco de Santiago y su coadjutor, quienes se quejan amargamente en 1561, estaba habitado por moriscos, "tan moros como los de Fez". Para Bennassar, la difere~cia demográfica entre indígenas y granadinos se obtiene de la comparación de un documento de 1589, que cifra en 1.17llos de Granada, y otro de 1594, que los recoge a todos, y los estima en 1.473. Dada su tendencia, varias veces comprobada en· los documentos, a residir en la ciudad, abandonando las localidades cercanas, no cabe duda de que su incidencia social justifica un documento como el texto de nuestro villancico. Todavía en 1589 (Bennassar, pág. 418) "el abad de Valladolid [Valladolid no fue Obispado hasta el 25 de septiembre de 15951 como antes el párroco de Santiago, se quejaba de su actitud religiosa: ¡el domingo, y los días de precepto, se van al campo, tratan por todo los medios de esquivar la misa, descuidan los preceptos cristianos y no se preocupan en absoluto de que los aprendan sus hijos! Sólo se confiesan una vez al año, y sus confesores tienen una triste idea de su fe, por lo que a menudo les han de negar la comunión". Claro es que nuestro villancico también nos hace ver el otro punto de vista; pero, en todo caso, es impresionante que, a la hora de la expulsión, el obispo de Valladolid sólo excluyó a una familia granadina, la del zapatero Agustín de Segovia, además de a una mujer, Isabel de Soto, mientras que sesenta y cinco familias de moriscos indígenas iban al destierro(l2). Segregados y autoexcluidos, como lo confirman los escasos matrimonios mixtos, resistentes a la aculturación y a la transculturación, diríamos hoy, tristes, sin embargo, en su obligación de medianía, sin excitar -la envidia, carentes de riqueza o poder, ni la ira, por su miseria, pagan el crimen desconocido del recelo, la desconfianza o la rareza; pero al hacerlo, saben también dejarnos el testimonio de su protesta, igualmente débil, para no desmerecer de tan frágil origen. La Iglesia hizo lo posible por asimilarlos, apoyando sinceramente los matrimonios mixtos, a los que ellos se resistían; pero no podían entender el drama cultural que los obligó a su destrucción, pues tampoco en los países musulmanes pudieron mantener sus características, ni se sintieron integrados, de donde se desprende que, a pesar de la apariencia, la religión no lo era todo. Hechas las puntualizaciones sociohistóricas previas, nuestro interés recae ahora sobre los aspectos lingüísticos del texto, que podemos organizar en tomo a las siguient~s preguntas: qué rasgos reflejan los fenómenos propiamente moriscos, cuáles podrían permitirnos determinar si se trata de moriscos castellanos, indígenas o "viejos", o si, por el contrario, hay rasgos granadinos, qué información podemos obtener acerca de las transformaciones lingüísticas del siglo XVI, y, también, si los'datos nos permiten, de alguna manera, determinar, o separar, lo que haya de convención lingüístico-literaria de lo que sea naturalmente lingüístico. Tras ello podremos volver a considerar el texto en conjunto, para establecer su valor general y considerar su intención última, incluso en relación con los otros. La primera consideración de que hemos de partir es que, para explicamos muchos de los fenómenos gráficos de los textos moriscos, incluso los fingidos o literarios, puede pensarse más en una "retranscripción" que en una transcripción. Con ello no aludimos a un hipotético original en caracteres árabes, sino a algo más matizado: el morisco, bien en árabe, bien en aljamía, se vale de un medio lingüístico cuya representación habitual, "natural", es el alifato; cuando se usa el alfabeto latino, por tanto, puede pensarse más en la correspondencia entre la letra árabe y latina que en la que existe entre fonética (y fonología) y la representación gráfica. El problema es bien conocido, e incluso permite aplicaciones modernas, como la de lacob Hassán para el judeoespañol(13). El texto es, además, una copia, de manera que se nota cómo, en algunas ocasiones, el copista, con casi seguridad inconscientemente, ha "castellanizado", es decir, usado una grafía castellana en lugar de la que hubiera correspondido a la "retranscripción" morisca. Así, para la representación de las sibilantes(l4), se recurre a las siguientes grafías: La x no sólo representa a la s castellana sorda, de acuerdo con la conocida 344 345 correspondencia con el Jin árabe, como en exte, extar, xaber, xen, expanta, xanta, concluxion, o al archifonema resultante de la neutralización posicional de sorda / sonora, fácilmente admisible, como en vox, nox, vexlo, tantax, dexpox, sino también a la /z/ sonora de caxa y Quexexion ('Inquisición'), y a la africada sorda ~ / 8 / en paxencia y naxer, como vimos al principio el boxanxé de Quevedo, por boxancé ('vuesa merced'); voxancé aparece en el Baile de los Moriscos(15). La africada (ya probablemente fricativa, en la lengua general) sonora / z / se representa, en cambio, con aceptable regularidad, por medio de zh. Esto supone, en general, un acomodo a la transcripción aljamiada habitual de las fricativas; aunque la grafía zh sea llamativa, y lleve a pensar en la th para la interdental, se hace difícil aceptar, sin más, un ciceo. Menéndez Pidal, en su edición del Poema de Y u~ uf, ya había señalado que el texto aljamiado distingue la correspondencia de ~ y z (mediante el sin y el zay), pero no la /s/ sorda (-ss-) de la /z/ sonora (--t.t-)(16), aunque haya que matizar, debido a la evolución fonológica posterior, las tendencias conservadoras coinciden con las preferencias gráficas tradicionales. Pueden deberse, al menos en parte, a descuidos, errores de copia (muy fáciles, como hemos comprobado personalmente), o desajustes de "retranscripción", los usos de z (pardez), s (cosas que hasta pudiera estar corrido en coxas, pues hay borrón sobre la clara s, que sobresale de la caja, y pudiera ser el resultado de intentar poner una x, menor, encima, sobrescrita, veslo), ~(comen­ ~arme) o e (nacer, crecer, parecerme). Sin embargo, para el uso de x por e, ~. estando presentes estas grafías en el manuscrito, uso no tradicional aljamiado, aunque sí tardío, la única explicación coherente (frente a la distinción señalada para el XIV por Menéndez Pidal) parece ser que el texto refleja ya una confusión de sibilantes, que no afecta a la africada (o fricativa dental) sonora /z/, conservada. Es decir, que hay en el mismo una tendencia al seseo/~e~eo, compatible así con la interpretación de alguna de estas grafías x como ultracorrección. Las grafías paxencia, naxer podrían ser así explicadas a partir de pasencia / pasensia, naser, explicación no incompatible porque estos últimos fueran hipercorrectos, es decir, falsas correcciones de pacencia (forma todavía hoy vulgar por paciencia) y nascer, debidas al deseo de remediar hábitos c;ec;eosos. El texto no ofrece zezeo.(17). Menéndez Pidal había señalado ya cómo el aljamiado granadino ofrece ejemplos de c;et;eo (que él llama ceceo), con las ultracorrecciones habituales(18): ~uzedio, ~u~ediese, ne~e~idad, va~allos, con silben 'sirven', vesinos, sus altesas. La h- procedente de f- inicial latina (heyjo, hazher) impide la sinalefa, aunque no podamos saber si ello implica su aspiración, lo cual sería un meridionalismo flagrante. La posibilidad de impedir la sinalefa, en cambio, como licencia, llega hasta bien tarde: en 1598 publica Lope La Arcadia, con el célebre escudo de las torres en la cubierta, que motivó la sátira gongorina ("Por tu vida, Lo pillo, que me borres / las diecinueve torres del escudo"); pues bien, en el soneto de Góngora, en el último cuarteto, alusión a la condición de carnicero de Antonio de Guardo, padre de la mujer de Lope, Juana, el último verso tiene una h- que impide la sinalefa: No fabrique más torres sobre arena si no es que ya, segunda vez casado, nos quiere hacer torres los torreznos.(19) Góngora, no lo olvidemos, era andaluz; pero son muchos los ejemplos en los que se v.e cómo la h- podía o no impedir la sinalefa. Un ejemplo negativo ahora: el verso justicia, Señor, me hazed de un romance contenido en un pliego suelto en 1637, de la Biblioteca Real de Copenhague(20), con sinalefa. La grafía heyjo, por su parte, además de la h- inicial, normal también en la correspondencia castellana habitual hijo, ofrece la dificultad de yj. Puede pensarse, desde luego, que se trata de un diptongo ey, en vez de la i etimológica y castellana, en la línea de la exageración deJas alternancias vocálicas de la que luego hablaremos. Sin embargo, esto puede ser más rebuscado que suponer sencillamente que la y sirve para indicar que la j siguiente no se pronuncia como velar (la jota moderna), sino como patatal (la medieval [g] o [zD. En este caso, que nos parece el más probable, se buscaría insistir (como en x por s) en una pronunciación diferencial, e, indirectamente, se nos daría otra muestra de cónto ya era la pronunciación velar la habitual en Castilla(21). Suponer que se trate de una pronunciación mediopalatal (Ichlnut) nos parece aventurado con este solo dato; lo más simple es interpretarlo como que no es velar. Dos datos confirman esta suposición nuestra. El primero es la constancia en grafía aljamiada (alifato) de la representación con gim que corresponde a la africada (extendida a la fricativa) patatal sonora: la profecía morisca del afio 884 H. (1479 J. C.) ofrece precisamente higo, entre otras muchas formas, en varias ocasiones(22). Los manuscritos aljamiados van conservando este rasgo, hasta el siglo XVI (p. ej., en la RAH, ms. V8, ms. V6, Tl2; B. N. Madrid 4944). Dado el tipo de manuscritos puede, a veces, pensarse en copias de textos anteriores; pero difícilmente en arcaísmos gráficos, cuando tan fácil es representar la velar y las aspiradas con el alifato: parece rasgo morisco la conservación del carácter patatal de esta consonante, y esto es lo que señalaría la grafía yj del texto. El segundo dato que lo confirma es que encontramojj en otros textos "moriscos", es decir, ahora espúreos, la forma hejo, por ejemplo en la Loa en morisco que ha de echar vestido de peregrino, y luego se desnuda y queda de Amatillo, publicada en 1644(23). De este modo, la e corresponde a la alteración de la ~ propia de estos textos, y la y no parece formar parte de ningún falso o 346 347 fingido diptongo, sino, con bastante claridad, un indicador del carácter palatal (no velar) que corresponde en la lectura a la grafíaj que sigue. El exceso en las correcciones de e por i (efecto burlesco en estos casos poco fino para nosotros; pero de indudable seguridad en el auditorio de su tiempo, a quien se destinaba) aparece en otras palabras en las que (por su condición etimológica de i larga latina, tónica) es también extremo: el Baile de los Moriscos tiene veno 'vino', sustantivo. Las otras palatales tienen también más variantes: li y ni se utilizan por ll y ñ (elio, tomanio), pero también aparece la simple l por ll, seguida o no de i vocal en este caso aU, levar). El texto no ofrece yeísmo, lo cual sería normal tanto en Valladolid como en Granada, aunque no siempre en textos aljamiados(24). Para comprender las alteraciones del vocalismo hay que tener en cuenta que la grafía árabe (y no se olvide que jugamos con el concepto de retranscripción) sólo puede representar las tres vocales clásicas, a, 'u, i largas o breves, pero que el sistema fonológico del hispanoárabe era más amplio(25). Locora, cora, pontiliox, son normales alterancias u/o, en las que, naturalmente, no falta el elemento burlesco. En xomana por semana (=xemana) puede pensarse también, si se quiere, en el efecto velarizador de la labial, conocido en hispanoárabe: al-mudawwar ('el [lugar) redondo') Almodóvar, Bakr Búcar(26). La alternancia i/e, también bien conocida (cfr. topónimos comoA~bacete <al-basif 'el llano', sustantivos como talega ta'liqa, verbos como acecak!r/acit;alar ~iqál(27), se refleja en xen 'sin', y puede tener otras concausas, · como la disimilación, en chequetico por chiquitico, que tiene también inicial palatal. romances de Juan Alonso Aragonés, editados en apéndice por L. Cardaillac (B. N. Madrid, ms. 9067, fols. 205 r-208 v, 212 r-215 v). Mientras otros textos no nos permitan saber si hubo una hipotética variedad con forma en -er en estos infinitivos (en un habla real, no en una parodia literaria), tenemos que suponer que se trata de una extensión morfológica de la;exageración burlesca de e por i. Encontramos así, en la Loa en morisco, decirnos on cora 'decimos un cura', junto a Decer que aliá, aliá a lo alto, e decer es como poede, Decer que estando jontilios. Hablamos de extensión morfológica porque, en efecto, puede producirse (aunque no regularmente) el paso a la segunda conjunción, favorecido por el mismo fenómeno de poner e en vez de i: en la misma Loa tenemos decelde por decidle. Este último ejemplo nos presenta, además, una metátesis como la que tiene nuestro villancico: meraldo, y corresponde también a otro rasgo arcaizante de la lengua morisca, bastante atestiguado. No es exclusivo, R. Lapesa, en su Historia de la Lengua (pár. 95), nos certifica que "la lucha entre dalde y dadle, teneldo y tenedlo se prolongó hasta la época de Calderón". > < 1 1 1! ¡1 1 11 11 > < En otros casos, sin embargo, el timbre e en vez de i expresa diferencias paradigmáticas de mayor envergadura, como en los infinitivos en -er, dezher y reher. Aunque el primero procede de un verbo latino de la tercera, con e breve, y el segundo de un verbo con e larga, de la segunda, los resultados románicos hacen pensar en una forma vulgar rídere, con la e tratada como breve(28). Se trata de dos formas no castellanas, ante las que, teóricamente, cabe preguntarse varias cosas: si se tratará de un leonesismo (león, dizer) utilizado como .recurso paródico, si será, en el caso de dezher, un uso relacionado con el dato que el DECH toma de Cuervo en el sentMo de que en varios países de América se emplee díceres con el valor de decires, llevándonos así a una alternancia del XVI que no se documenta con más frecuencia, o si se trata de una preferencia lingüística de los moriscos. Desgraciadamente, ni el Yíu;uf, ni los otros trextos aljamiados aragoneses (editados por Galmés: la Historia de los amores de Paris y Viana y El Libro de las Batallas) nos sirven para confirmar una hipotética forma dizer, dezer, que no es esperable en aragonés. Ni en el glosario de Galmés en la edición del Libro de las Batallas, ni el recuento de formas verbales del Par(s y Viana realizado por María S. Salazar(29), aparecen estas formas, o reer, reher. Lo mismo sucede en los Una última consideración fonética: el texto evita los diptongos, o los contactos de vocales en la misma sílaba. Hemos visto cómo separaba reher, ahora llamamos la atención sobre pardez 'pardiez', logo 'luego', dexpox 'después' (vexlo no está por veislo sino por la forma de voseo, veslo). La excepción es diox, que no sólo conserva el diptongo ió, sino que incluso aparece como deox, con el comentado cambio de e por i. El fenómeno no tiene de particular sino estar en contradicción con esta afirmación de Gisela Labib para el aljamiado "auténtico"(30): "Faltan ejemplos para la anulación del hiato por medio de la caída de una de las dos vocales, lo que nos parece sintomático. Las vocales siempre se conservan". En relación con la Morfología (y la Lexicología), un pequeño detalle: el diminutivo chequetico, con su forma hoy aragonesa, granadina y murciana, no es significativo en esta época. R. Lapesa(31) afirma que "autores de las dos Castillas usan -ico (pasico, polvico, menudico) hasta la época de Calderón, sin la limitación geográfica que después ha hecho a -ico, en la Península, exclusivo de Aragón, reino de Murcia y Andalucía oriental". El uso de extar por ser, en el v. 2; así como el predominio de infinitivos en construcciones como que parecerme locora e comerqarme a reher, donde tratar mal a nox, y hasta el final, no son sino acumulación de procedimientos para indicar -burlándose- un mal uso del castellano. El morisco del texto es, por tanto, un artificio literario, y no una muestra de habla real; sin embargo, pese a sus evidentes deformaciones y exageraciones, nos permite discernir un predominio de rasgos meridionales (sibilantes, posible aspiración de la h- o algún resto fonético de ella, cuando procede de f- inicial latina), junto a otras peculiaridades (vacilación de timbres vocálicos, escaso 348 349 dominio de la sintaxis, y, al parecer, rechazo de la jota velar). Todo ello, insistimos, pasado por el tamiz de la hipérbole. Lo inquietante del texto no es lo lingüístico formal, sino el contenido, porque, bajo la apariencia de un villancico, con la convención literaria de la parodia lingüística, se esconde una intención netamente favorable a estos oprimidos. Los dieciocho primeros versos, dentro de las convenciones burlescas, son, aparentemente, inocuos, aunque, en realidad, leídos a la luz crítica de los catorce últimos, puede verse que las afirmaciones cristianas dependen siempre del cura. En todo caso, nada hay en ellas que tenga que considerarse irreverente, irrespetuoso o poco cristiano: el final matar por xomana xanta 1elogo naxer por nox es perfectamente aceptable, dentro de la perspectiva ortodoxa. La ortodoxia, en realidad, tampoco sufre en la segunda: lo que sucede es que en ella se esconde una denuncia, referida al sacramento que más molestaba a los moriscos, el de la Penitencia. (Y debemos reconocer que si, efectivamente, la acusación formulada fuera cierta, su prevención estaba más que justificada). Luis Cardaillac nos transmite algunos testimonios claros(32): "En Tortosa, los confesores acaban rápidamente con su tarea: 'porque, confesándoles, no les hallavam ningún pecado porque no se confesaban de nada X33). No lejos de allí, en Miravete, todos iban a confesarse con el prior, porque era sordo. Los moriscos se divertían en responder a todas las preguntas gritando 'no, no', para regocijo de los que, a cierta distancia, asistían a la escena". No faltan las críticas directas. En el romance de Juan Alonso Aragonés que ocupa los folios 205 r-208 v del ms. B. N. Madrid 9067(34) se nos dice: No es éste el espíritu de nuestro villancico. La crítica se _nace, parece, desde dentro: este morisco dice también no, no, como los de Miravete; pero no pone en duda -en el texto- ningún sacramento, sólo un uso inadecuado, abusivo, inquisitorial El espíritu general de estos villancicos puede quedar más claro al relacionarlos con el del otro pueblo oprimido, el guineo de los esclavos negros, mucho menos conflictivo, desde luego. Ambos coinciden, de todos modos, en damos una especial imagen de este Carmelo donde se guarda texto tan peregrino: Plimo, na polo sofli 1 tanto festa a gente branco, dirá el esclavo negro, también en resumen de su desgracia personal. Hay una conciencia de sociedad injusta, que no es ocioso relacionar con el espíritu abierto de las hijas de Santa Teresa. El Carmelo, que conocía bien en su interior, y desde su fundadora, el drama de la otra minoría que aquí no aparece, los judeoconversos, el convento de la Concepción de Nuestra Señora del Carmen, extramuros y frente a la Judería, en el arrabal Norte de la ciudad, nos repite hoy, cuatrocientos años más tarde, que las quejas de los marginados encontraron un refugio testimonial, hasta nosotros, en esta hoja allí guardada, texto que, en su inocente y pobre apariencia, arrastra también la carga de la edad conflictiva. A una cosa me río del otro quentra en el tenplo con más culpas y pecados que canícula en enero, y (a) los pies de un confesor le diga muy de secreto que le perdone sus culpas y él le diga: "Ego te asuelbo". pero que se salga el otro mirad si es grazio(so) el cuento muy contento porque entiende que aquél le a dado remedio. Y estará con más pecados y más ediondo que un puerco con más cazcarrias al rabo que algún lanudo cordero. NOTAS (1) La ya Importante bibllo&rafía sobre lo que, con criterio social, llamamos ''hablas mara:inales'' se encuentra sabiamente recogida en laHistorÜJ de-la Lengua Española de Rafael Lapesa, 8a ed. refundida y muy aumentada, Madrid (Gredos), 1980: para ese aspecto de un habla rústica, el sayagués, cfr. pár. 72, n. 29, y pár. 84, n. 9; para vizcaínos, moriscos Y negros, cfr. pár. 84, n. 10. Destacamos, para el habla de negro, el libro de Germán de Granda: Estudios lingüísticos hispánicos, afrohispánicos y criollos, Madrid (Gredos) 1978, especialmente el cap. IX, con amplia bibliografía. Cfr. et. Antonio Domínguez Ortiz "La esclavitud en Castilla duran,te la Edad Moderna, Estudios de HistorÜJ Social de España, 11, 1952, 367-428; -John Brooks, "Slavery and the Slave in the Works of Lope de Vega", Romanic _Review, XIX, 1928, 232-243; Juan R. Castellano, "El negro esclavo en el entremés del Silllo de Oro", HispanÜJ, XLIV, 1961, 55-65; Howard M. Jason, "The Language of the Negro in Early Spanish Drama", College Language AssociDtion Journal, X, 330-340; Antonio Ruméu de Armas, España en el Africa Atlántica, Madrid, 2 vols., Y William E. Wilson, "Sorne Notes on Slavery- durina the Golden Aa:e", Hispanic Review VIl, 1939, 171·174. Para el portugués, R. Lapesa, cit., pár. 84, n. 11. Más amplio que lo lingüístico es A. Legarda, Lo vizcaíno en la literatura castellana, San Sebastián, 1953. El tema morisco está en relación con· todo el tema a]jamiado, cuya extensa bibliografía trataremos de reducir Para el lector (teniendo en cuenta la remisión a la H. a Lengua de R. Lapesa hecha arriba, Y ahora a los pár. 69, n. 39 y 93, nn. 34 y 36. Añádase J. Fradejas Lebrero, "Musulmanes Y moriscos en el teatro de Calderón", Tamuda, V. 1967, 185-228.): Reinhold Kontzi, Aliamiadotexte, Wiesbaden (Steiner) 1974, 2 vols., es una imprescindible antología, que completa la de poesía religiosa morisca de Manuela Manzanares de Cirre en Bulletin Hispanique, LXXII, 1970. La 'Colección de Literatura EspañolaA]jamiado Morisca, dirilida por Alvaro Galmés de Fuentes (ed. Gredos, Madrid), ambiciona dar cumplida muestra del género, con textos y estudios. Para la grafía cfr. O. Hegyi, "Algunos aspectos del sistema de escritura a]jamiado-español". Iberorromanica, VIII, 1978, 30.41. Jalones históricos básicos son el discurso de ingreso de F. Codera en la· R.A.E., cap. IX y X (ahora en Discursos leídos en las recepciones públicas de la Real Academia Española, serie tercera, 1, págs. 291-356, especlalmente 320, 321·2, 363-4); "La lengua morisca", en la edición de J. F. Montesinos de El cordobés valeroso Pedro Carbonero de Lope de Vega (Teatro antia:uo español, VIl, i 1 1. ¡j !1 350 351 Madrid, 1929, págs. 218·226): la obra de R. Menéndez Pida), Poema de Yúc;uf, Materiales para •u eatudio, publicada en lteuiata de Archioo•, Bibllotecaa y Muaeo•, VII, 1902, páp. 91 y qa., 276 y ca., 347 y ca., ae reeditó, ampliada con laa notas del ejemplar del autor, en (9) Valladolid ... , plig. 228-229. Domínguez y Vincent, op. cit., pllg. 81, sitúan a 8.336 moriscos en los Territorios de la Inquisición de Valladolid, según el recuento inquisitorial de 1594. En el Archivo de Sirnancaa,. según estos autores (pág. 126). "la documentación de Bienes de Moriscos ocupa bastantes legajos" distribuidos en la Contaduría Mayor de Cuentas, 2a época, y la Contaduría de la Razón. Los bienes de moriscos castellanos alcanzaron 430.657.313 maravedíes (113.360.254 en pueblos de señorío). (10) Juan Agapito Revilla, Las calles de Valladolid, pág. 48, citado por Bennassar, pág. 229. (11) Valladolid au siecle d'or, pág. 412. B. Bennassar remite a un artículo de J. Agapito Revilla, en BoL de la Soc. Cast. de Exc., III, pág. 228. (12) B. Bennassar, cit., págs. 417-418. A. Domínguez y B. Vincent, op. cit., Pág. 200, según los registros de salida, cifran en 44ó626 los expulsados de Castilla (toda) y Extremadura. De la ciudad de Valladolid (pág. 191) salieron 1.119. "A.unque los moriscos vallisoletanos no fuesen muy numerosos· -dicen Domínguez y Vincent, pág. 205-, su falta se dejó sentir. Entre otros indicios tenemos la correspondencia de Felipe III con el CabUdo de la catedral acerca de algunas funciones piadosas que el rey había mandado hacer con los bienes que dejaron; el cabildo hizo presente que, bajando lo que se había dado a la Inquisición, apenas rentarían 300 ducados, porque lo que dejaron fue algunas casas viejas y huertas, aparte de que muchas de las casas que ocupaban en el barrio de Santa María pertenecían a la catedral; y añadía que se le debía recompenaar "por los daños que le reaultan de la ida de los morilcos, u! anti&uoa como granadinos, no sólo en la pa&a de 1aa poaesionea que tenían a cenao perpetuo, que no habrá quien laa tome, sino en la disminución de los diezmo1, por ser tiatoa loa que labran laa huertas y mucha parte de las tie~ru de Valladolid, y sólo elloa loa que huta aquí han traído en arrendamiento la mayor parte de las rentas, que el Cabildo no puede administrar sino con mucha costa y ocupación' [la n. 15 remite a A.G.S., CJH. legajo 510 )"· 1952, por la Universidad de Granada, y se incluye hoy (sin estas notas) en el tomo XII de sus Obras Completas, Madrid (Espasa Calpe) 1976, 421-519. Desde el Punto de vista hispanoárabe, es imprescindible F. Corriente, A Grammatical Sketch of the Spanish Arabic Dialect Bundle, Madrid (Instituto Hispano Arabe de Cultura) 1977. Util visión histórico crítica es James T. Monroe, Islam and the Arabs in Spanish Scholarship, Leiden (Brill) 1970. Como fuentes históricas dependemos de Julio Caro Baroja, Los moriscos del reino de Granada. En•ayo de hiator#tJ aoclal, Madrid (Inatituto de Eatudioa PoU'ticoa) (19117 (2.a ed. 1976); A. Galletlo y Burín y Alfonao Gámir Sandoval, Lo• morlaco• del reino de Granada según el •(nodo de Guadlx de 1664, Universidad de Granada, 1968: L. Cardaillac, Moriaco• y cristianos. Un enfrentamiento polémico (1492-1640), Madrid (F.C.E.) 1979 (ed. francesa, KUnckaieoh, 1977), y Antonio Domín¡uez Ortiz y Bernard Vincent, Historia de los moriscos, Madrid (Rev. Occidente) 1978. Cumplido estudio es F. Márquez Villanueva, "El morisco Ricote o la hispana razón de Estado". en Personajes y temas del Quijote, Madrid, 1975. Nuestra mayor ayuda, en lo concerniente a Valladolid, como reiteramos en el texto, ha sido Bartolomé Bennassar, Valladolid a u siecle d'or. Une ville de Ces tille et sa campOflne au XVIe siecle, París-La Haya (Mouton) 1967. (2) En el prólo&o a su Historia de los moriscos, cit. (3) "Tradición y creación poética en un carmelo castellano del siglo de oro", BBMP (Santander), LII, 1976, 101-133. La descripción está en laa páginas 101-102, la referencia a nuestros villancicos en la 103 y, esp., 104. (4) Dos monjas vallisoletanas poetisas, Valladolid (imprenta castellana) 1944. Tesis doctoral sobre María de San Alberto y Cecilia del Nacimiento. (5) Zacarías García Villada, Paleografía española; usamos la reimpresión de Barcelona (el Albir) 1974. En I, 330, se reproducen los alfabetos de letras minúsculas de los si&los XVI y XVII. Nuestras p, q, s se acercan mb al XVI, d y :x más al XVII, así como la P mayúacula (ibid. 3811). La y lleva lliempre punto aobrepueato, incluao cuando lleva acento. Hemos reproducido fotográficamente la hoja en nuestro trabajo Cuatro muestras de hablas marginales en una hoja suelta del Carmelo de Valladolid, folleto publicado en Valladolid, 1980. (6) Más difícil todavía sería resumir la inmensa bibliografía sobre los Reyes Magos, tema que nos ocupa desde hace años. No obstante, las características icono&ráficas básicas pueden encontrarse, recientemente, con biblio&rafía y algunas observaciones import,antes, en Isidro G. Ban&o Torviso, "Sobre el ori&en de la prosquinesis en la epifanía a los ma&os", Traza y Baza, 7, 1978, 25-37. Cfr. tb. el Dictlonnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, ed. en París, a partir de 1924, por F. Cabro!, H. Leclerq y H. Marrou. (7) Valladolid au siecle d'or, pág. 180, texto y n. l. Cfr. especialmente Bemard Vincent, "L'expulsion des marisques du royaume de Granade et leur répartirion en Castille (1570-1571)", Mélanges de la Casa de Velazquez, VI, 1970, 211-247, A. Domín&uez y B. Vincent, en su Historia de los Moriscos (pág. 54), donde se corrige el cuadro de procedencia de los moriscos instalados en Castilla publicado por Vincent en el artículo citado anteriormente, &racias a los documentos del A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 2 16f\, 2 167 y 2 169, precisan que los llevados a Castilla la Vieja procedían de Granada, Vega de Granada, Motril y Trevelez. Habría más traslados ( o p. cit. pág. 67): "los de Toledo fueron enviados a Medina del Campo y Tordesillas y los de Plasencia hasta Ciudad Rodrigo, adonde lle&aron 513 moriscos el 3 de enero de 1572. (Remiten a A.G.S. Cámara Cédulas, libro 257, fol. 50b y Cámara de Castilla, le&. 2172, 2178 y 2187). Cuando podían, sin embar&o, iban volviendo a sus anti&uos ho&ares. Varias noticias nos confirman que los instalados en Valladolid no contribuían a tranquilizar los ánimos inquietos de los castellanos viejos: cuando, en abril de 1577, pareció posible el retomo a Andalucía, tras una contribución que incluso se empezó a recaudar, Valladolid no fue ajena a la resonancia de la (falsa) noticia (Domín&uez Vincent, pág. 60). La lacra del bandolerismo, lógica consecuencia de tanta inestabilidad, azotó también a Valladolid, junto con otras zonas (ibid. pág. 64): "Llegó a confiarse al doctor Francisco Hemández de Liévana, presidente de la Chancillería de Valladolid, la misión de acabar con ellos. Liévana comprobó la muerte de unas 200 personas perpetrada por los miembros de seis o siete bandas entre 1577 y 1581, y a fines de 1582 pudo presentar un balance favorable de su actuación; pero este éxito era sólo provisional". (8) Valladolid. .. , pág. 187. A.G.S. Cámara de Castilla, Leg. 2 162, foL 192-193, Y Leg. 2196. Cfr. tb. E. García Chico, "Loa morilcoa de To!dulllu", Simancaa, I, 19110, 240-341. (13) Iacob M. Hassán, "Transcripción normsf.zada de textos judeoespañoles", Estudios Sefardíes, I, 1978, 147-160. (14) Para todo lo concerniente a los fenómenos lin&üísticos es básico el capítulo XIII de la Hiatorla de la Lengua, de R. Lapeaa, cit. Para las conaonantea cfr. especialmente los Pár. 92, 93 Y 94. En lo concerniente a las sibilantes, téngase en cuenta, además, los siguientes estudios: Amado Alonso, Estudios Lingüísticos. Temas españoles, Madrid (Gredos) 2a ed. 1961, págs. 108·124, Y De la pronunciación medieval a la moderna en español, t. I, Madrid (Gredos) 2a ed., 1967, esp. cap. III, págs. 79 al final, y t. II, 1969, passim; Alvaro Galmés de Fuentes, Las sibilantes en la Romaniat Madrid (Gredos) 1962, esp. págs. 12-116: Diego Catalán, "The endo of the phoneme /z/ L= ! ] in Spaniah", Word, XIII, 19117, 283-322, y "El l,lel,leo-zezeo al comenzar la expansión atláñtica de Castilla" Boletim de Filo/ogia (Lisboa), XVI, 1956-67, 306·334; Ramón Menéndez Pida!, "Sevilla frente a Madrid", en Estructura· lismo e historia. Miscelánea homenaje a André Martinet, La Laguna, t. 111, 1962, 99-165: R. Lapesa, "Sobre el ceceo y el seseo andaluces", en Estructuralismo e Historia, cit., I, 19ó7, 67-94: Manuel Alvar, "A vueltas con el aeaeo y el ceceo", Romanice, 11, 1972, 41-117, y "Sevilla, macrocosmos lingüístico", Estudios Filológicos y Lingüísticos. Homenaje a Angel Rosenblat, Caracas, 1974, 13·42, y James P. Lantolf, Linguistic Change as a Socio-cultural Phenomenon: a Study of the Old Spanish Sibilant Deooicing, tesis de The ,Pennsylvania State University, 1974 (University Microfilms, 76-97). (16) En la quinta parte de las Comedias de diferentes autores, Barcelona, 1616, reproducido por Emilio Cotarelo Y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes. jácar y mojigangas desde fines del siglo XVI mediados del XVIII, t. I, vol. 2.o Madrid, NBAAEE, núm. 1911, páp. 483 a-484 a (en adelante, Cotarelo y el número). (16) Ed. de Granada, Pá&. 44, insiate en plig. 50; O.C., XII, pqa. 460-4111. (17) Uso estos términos con el valor que precisa Lapesa en el artículo de 1967 citado en nota 14. (18) Poema de Yúc;uf, ed. Granada, pqa. 41-42. Los eJemplos corresponden al "Memorial de Francisco Núñez Muley", de 1567, respuesta a la pragmática de 1566, editado POr R. Foulché-Delbosc en Revue Hispanique, VI, 1899, 206·239. Cfr. tb. K. Garrad, "The Original Memorial of Don Francisco Núñez Muley", Atlante, 11, núm. 4, 1964, 168·226, Vid, etc. R. Lapesa, Historia de la Lengua, pár. 92.6. (19) O. C., ed. Millé, pág. 652. (20) E. Gi&aa, "Ueber eine Sammlung spanischer Romanzen in fliegenden Blllttem in der K&l Bibliothek zu Kopenhagen". Centralblatt für Bibliothekswesen, II, 1886, 157-172. a 352 Agradezco a Arthur L. Askins la noticia de este trabajo, para mi estudio sobre el romance, y a Rudolf Dutter por haberlo hecho llegar a mis manos. (21) Lo cual parece bastante claro a--la luz de los datos que se nos han facilitado en los últimos años. Cfr. R. Lapesa, Historia de la Lengua, pár. 92, 6 .. Especialmente, Peter Boyd-Bowman, "A Sample of Sixteenth Century 'Caribbean' Spanish Phonology". en 1974 Colloquium on Spanish and Portuguese Linguistica. Washington, (Georgetown Univ. Press), 1975, 1-11, y Lawrence B. Kiddle, "The Chronology of the SPanish Sound Change: s >x", en Studies in Honor of Lloyd A. Kasten, Madison, 1975, 73-100. (22) Ms. T18 de la RAH, fols. 128 r-132 v, publicado en transcripción por Cardaillac, op. cit., 413-418. (23) En las Fiestas del Santissimo Sacramento, Madrid, 1644, Cotarelo, núm. 175. (24) Cfr. Al Galmés, "Lle-yeísmo y otras cuestiones lingüísticas en un relato morisco del siglo XVII", Estudios dedicados a Menéndez Pida!, VII, 1956, 273·307. La Loa on morisco (Cotarelo, 175) trae aliá, e incluso coatelea 'costilla', deformación extrema, que es ilustrativa de los fenómenos típicos de "retranscripción". (25) F. Corriente, Sketch, párrafo l. (26) F. Corriente, cit., 1.1.9. En la citada Loa en morisco (Cotarelo, (1975) se leen cora, ame¡o, mochas, ono, enmodecerme, etc. (27) F. Corriente, cit. 1.2.1. (28) Cfr., para decir, J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario crítico etimológico Castellano e hispánico (DECH), Madrid (Gredos) 1980, s. v.: "Sólo en castellano y algunas hablas gallegas pasó DICERE a la conjugación en -ir; los demás romances conservan formas correspondientes a la 3a conjugación latina, incluso port. dizer, ast. dicer (V; junto a dicir, V) Y cat. dir (*DIRE, contracción de DIC'RE); en castellano el cambio es muy aeneral y antiguo", Para re(r, J. Corominas, en su DCEC, s.v., afirma que "sólo se encuentra refr en cast. y rir en port., mientras que los demás romances tienen formas correspondientes a una conjugación RIDERE". Cfr. especialmente Steven N. Dworkin, "Latin SARCIRE, SE· RERE, SUERE, SURGERE in Hispano Romance: a Study in Partial Homonimy, 'Week' Sound Change, Lexical Contamination", Ro. Phil., XXVII, 1973, 26-36; Yakov Malkiel, "New Problems in Romance Interfixation (1): The Velar Insert in the Present Tense (with an Excursus on .zer/-zir Verbs)". Ro.Phil., XXVII, 1974, 304-355; Thomas Montaomery, "Complementary of Stem-vowels in the Spanish Second and Third Conjugations", Ro.Phil., XXIX, 1976, 281-296; Dana A. Nelson, "The Domain of the Old Spanish -er and -ir Yerba: a Clue to the Provenience of the Alexandre". Ro.Phil., XXVI, 1972, 265-303 (con Post· script de Y[akov] M[alkiel], 303-305), y R. J. Penny, "Verb..Clasl as a Determiner of the Stem-Vowel in the Historical Morpholo¡y of the Spanish Verbs". RLiR, 36,1972, 343-359. (29) Trabajo de doctorado de la Cátedra de don Rafael Lapesa, Universidad Complutense, inédito. (30) "El papel de la lengua a)jamiada en la transmisión de algunos aspectos estructurales de la lengua árabe sobre el aragonés", en Actas del Coloquio Internacional sobre Literatura A!iamlada y Morisca, Madrid (Gredos), 1978, p4Cs. 337-363,la cita en PllC. 349. (31) Historia de la Lengua. pár. 96. 4. (32) Moriscos y cristianos, cit., pág. 40. (33) En su nota 80 remite a Ignacio Bauer y Landauer, Relaciones y manuscritos (moriscos), Madrid (ed. Ibero-Africano-Americana), s. d., pág. 73. En la 81, para lo que viene a continuación, al mismo, pág. 45. (34) Editado por Cardalllac, cit., pág. 499.