El periodismo en Cuba: La Revolución (Cap. 31) La tumba definitiva de Diario de la Marina Juan Marrero El 11 de mayo de 1960 no fue el final de Diario de la Marina, periódico fundado en 1844, aunque sus propietarios dicen que fue en 1832 por su antecedente El Noticioso y Lucero de La Habana. Lo cierto es que, desde entonces, fue una verdadera desgracia para el pueblo cubano, pues defendió siempre todo aquello que afectase a las aspiraciones de independencia y soberanía de Cuba, la implantación de la justicia social y dignidad de las clases trabajadoras. José Martí lo dijo en 1869: “El Diario de la Marina tiene desgracia. Lo que aconseja por bueno es justamente lo que todos tienen por malo”. El Decano, así lo identificaban, fue vocero de los esclavistas, del colonialismo español, de los latifundistas, e incluso, del imperialismo norteamericano. Volvió a editarse en Miami, con una periodicidad semanal, desde el 21 de diciembre de 1960 hasta el 29 de abril de 1961. Se publicó en Miami, en forma de tabloide, bajo el nombre de 7 Días de DIARIO DE LA MARINA en el exilio, y bajo la dirección de José Ignacio Rivero, Pepinillo. El contenido de los 17 ejemplares editados en Miami, algunos con 20 páginas, otros con 12, no se diferencia mucho del que tuvo el periódico durante casi el primer año y medio de su existencia tras el triunfo de la Revolución cubana, en que se caracterizó por atacar la Ley de Reforma Agraria y las medidas de beneficio popular, y a los líderes revolucionarios que derrocaron a la dictadura de Batista en la lucha en la Sierra Maestra y en los llanos. Para este periódico todo aquello que oliese a socialismo o comunismo era nocivo a “valores” como la propiedad privada y el libre mercado. Decía ser defensor de la democracia, pero en sus páginas todo lo que se publicaba respondía a los intereses de la oligarquía y la burguesía cubanas, de los ricos, no de los obreros, los campesinos, los estudiantes o las amas de casa. Y su edición de Miami tenía la misma orientación, y si alguna diferencia tuvo con el periódico que editó en La Habana es que fue más agresiva en el uso de calificativos contra la Revolución cubana y sus líderes, lo que es mucho decir. Abundan en sus editoriales y artículos, algunos de estos últimos bajo las firmas de Gastón Baquero y Francisco Ichaso, expresiones como “hordas comunistas”, “plaga maldita”, “régimen brutal y sanguinario”, “régimen de sangre y terror”, “milicias formadas por delincuentes y lacayos de todas las especies”, etc. etcétera. La edición de Miami no dejó de ser mercantilista. La publicidad comercial estuvo presente en sus páginas, aunque no en igual proporción a la de La Habana. Entre los avisos que publicaba estaba, en cada número, el libro “La Gran Estafa”, del peruano Eudocio Ravines, una obra de propaganda contra el comunismo en América Latina. “Por solo $2.00 puede recibirla en su domicilio. Envíe hoy su cheque o Money Order al Diario de la Marina. 1206-Road. Miami Beach.” Y esta edición de Miami tenía una característica: sus principales páginas se presentaban en inglés en el cuerpo final del semanario. Sus editores buscaban que el amo también tuviese la posibilidad de leerlas. El análisis de los 17 números permite a cualquier investigador advertir de inmediato que 7 Días de Diario de la Marina en el Exilio nació con el propósito de contribuir a derrocar por la fuerza al Gobierno Revolucionario de Cuba. Apoyar, en fin, los planes militares de la CIA puestos en marcha por la administración Eisenhower-Nixon y heredados por el presidente John F. Kennedy a partir del 20 de enero de 1961. El primer editorial que publicó, el sábado 31 de diciembre de 1960, intentó preparar el camino llamando a que había llegado “la hora de la unidad” de la nación “para expulsar a los rojos del poder” cuando ni siquiera aún la Revolución cubana había proclamado su carácter socialista. “Es preciso –escribía—extirpar a Fidel y al Socialismo y a todo lo que se le parezca sin contemplaciones de ninguna clase”. En esa misma edición publicaba un comentario sobre el fin del periódico Información, el 23 de diciembre de 1960. “Se le toleró solo por unos meses más, si bien con la censura roja instalada en los talleres, de donde se devolvían a la redacción los materiales que no se podían publicar”. Mentiras y fantasías como esas abundaban en las páginas del Decano en el exilio. Atacaba en su primer número al “Fair Play for Cuba Comitte” (Comité por un Trato Justo a Cuba) y, en particular, a uno de sus integrantes, el periodista Robert (Bob) Taber, quien había trabajado como reportero en Columbia Broadcasting System y había estado en la Sierra Maestra en los días de la lucha contra Batista. Taber era el editor del boletín del Comité por un Trato Justo a Cuba. Diario de la Marina presentaba a ese grupo, solidario con la Revolución Cubana, como “una quinta columna antiamericana” y que “trabaja para el comunismo en América Latina”. Escritores y destacados académicos norteamericanos, entre ellos C. Wright Mills y Carlenton Beals, también eran atacados por el periódico de Pepinillo Rivero por haber estado en Cuba y expresado solidaridad con su revolución. Particularmente interesantes son los últimos números de 7 Días de Diario de la Marina en el Exilio. Vieron la luz en abril de 1961, dos de ellos antes de la invasión de Playa Girón (8 y 15 de abril), y los dos últimos (22 y 29 de abril) tras el fracaso de la fuerza mercenaria organizada, entrenada, armada y financiada por el gobierno de los Estados Unidos. En la misma cuerda que la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, Diario de la Marina hacía el 8 de abril un llamado a la OEA para que cooperase con los cubanos anticomunistas a la liberación de Cuba, e hiciese de la liberación un asunto de interés propio. Como se sabe, el plan de la CIA consistía en crear una cabeza de playa en Playa Girón, instalar allí un Gobierno Provisional que pediría el reconocimiento de la OEA y, entonces, las fuerzas militares de Estados Unidos desembarcarían en Cuba para garantizar a ese gobierno provisional “emanado del pueblo cubano”. En la edición del 15 de abril el Decano publicaba el listado de los integrantes de ese Gobierno Provisional, que encabezaría Miró Cardona, y escribía: “Se aproxima el fin de Castro…Es evidente que la descomposición interna del castrocomunismo, unido a la resistencia heroica del pueblo cubano, unida a su vez con la ruina casi total del país y el hambre creciente, permiten pensar en la próxima caída del primer gran ensayo ruso en América…Las enérgicas manos que echen a empellones a los comunistas, tomarán las riendas del poder”. Los articulistas del periódico también hablaban el mismo lenguaje que el director. “Es probable que el destino de Cuba se decida en los próximos días”, escribía Luis Ortega Sierra, quien en esos días tenía una columna titulada “Del block de notas de un periodista”. Ortega, como se sabe, en su historial en la prensa en español en Estados Unidos, se movía como un felino: si olía dinero de la CIA o de otras agencias ponía su pluma bien mordaz al servicio de ellas y si no había plata se colocaba en el bando opuesto, y se presentaba como el mayor denunciador del Imperio dentro del Imperio. La edición del 29 de abril de “7 Días del Diario de la Marina…” es lamentos y llantos por todas partes. Se culpa a Kennedy de haber abandonado a los mercenarios, y también a los gobiernos del Hemisferio, pues “toda la palabrería panamericana que endulzó los oídos durante décadas, se hundió”. En conclusión, escribió: “El fracaso de Girón ha sacudido al exilio, ha desalentado la lucha anticomunista y ha quebrantado el prestigio de los Estados Unidos”. La victoria del pueblo cubano en Playa Girón significó, además, la sepultura de Diario de la Marina. Este líbelo halló su tumba definitiva en las arenas de Girón. Desde entonces, ni el pueblo cubano ni ningún otro han tenido que enfrentar la desgracia del periódico que aconsejaba como malo todo lo que es bueno.