Personajes Representativos

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R12 b PODER
LATERCERA Domingo 5 de octubre de 2014
Tiro al blanco Fernando Villegas
Personajes Representativos
A
Antigua es la práctica de mostrar el
tono espiritual de una época examinando en detalle la vida, obra y
milagros de personajes que presuntamente la -o las- representaron. En
la antigüedad el ejercicio más famoso de ese género fue Vidas Paralelas
de Plutarco. Plutarco, un historiador, biógrafo y ensayista griego nacido posiblemente el 45 d.C -durante
el gobierno del emperador romano
Claudio- y fallecido el 120 d.C, perpetró una obra de varios volúmenes,
aun muy leída por profesionales y
aficionados a la historia clásica,
donde se compara en cada capítulo
la vida de un personaje romano con
la de uno griego que hubieran cumplido papeles semejantes como estadistas, generales, demagogos, oradores, etc. César es comparado con
Alejandro Magno por haber sido, los
dos, grandes capitanes, mientras
Demóstenes y Cicerón lo fueron por
su condición de famosos oradores.
Ralph Waldo Emerson (1803-1882)
hizo algo no tan diferente con sus
Hombres Representativos y Lytton
Strachey (1880-1932) con su
Eminent Victorians, un retrato de
época a través de las peripecias de
eminencias de variado pelaje.
¿Por qué no podríamos hacer lo
mismo con Chile aunque sea en
miniatura, sin pretensión ni histórica ni literaria, en sólo ocho mil
caracteres, con las puras patas y el
buche?
Siglos XIX y XX
Los individuos que se nos vienen a
la mente como representativos del
siglo XIX chileno tenían la pata pesada. Sus pasos y nombres resuenan
con gran eco en las salas del museo
de la memoria. Se trata de paladines
de la independencia como
O’Higgins y Carrera, formadores del
Estado como Portales, Montt y Varas, educadores a la Andrés Bello,
generales como Baquedano, héroes
del temple de Prat, adelantados a su
época al estilo de Balmaceda y Bilbao. En el XX, al menos hasta sus
tres cuartas partes, el tonelaje es
también contundente. Hubo hombres y mujeres de peso en la derecha, centro y la izquierda, arriba y
abajo, en la calle y en las aulas. Salvador Allende, Alessandri Palma y
Frei Montalva fueron enormes acorazados de la política; el Congreso
estaba repleto de elocuentes oradores que se despachaban discursos
dignos de un Senador Romano; desde paraninfos universitarios declamaban hombres del peso académico de Gómez Millas; la medicina
conoció a creadores de Facultades,
hospitales, leyes y políticas de salud;
la literatura a Neruda, a la Mistral,
a Prieto, Edwards Bello y varios más.
Y así sucesivamente.
Aunque mirando retrospectivamente puede caerse -y se cae a menudo- en el agrandamiento derivado de la ilusión óptica y el paralelo
desvanecimiento de los rasgos meramente humanos, de las pequeñeces y mezquindades, aun así poca
duda cabe que se trató de personajes y no de simples personas. Tenían
que serlo, porque les tocaron grandes tareas: fundar una república,
crear y organizar instituciones, ganar guerras, impulsar reformas, desarrollar cuerpos legales. Acertaron
y se equivocaron en grande pues en
sus vidas resaltó mucho más la vocación y el designio de alto vuelo
que el cálculo de poca envergadura,
el provecho personal, las reelecciones por secretaría y el dinero. Si
eran tan honestos como tendemos a
imaginarlos, si salían de La Moneda y el Senado con los bolsillos pelados, no podemos estar seguros,
pero no por nada es la imagen que
proyectan, la de seres imbuidos de
una lógica republicana y no de mesa
de dinero.
El XXI...
Nuestros tiempos son de menor calado. No es época de grandes óperas sino a lo más de teleseries o, peor
aun, de “cafe-concert”. Más que
personajes abundan las personas
jurídicas. Nada se hace sino es en
patota, en hordas vociferantes, en
Más que personajes
abundan las
personas jurídicas.
Nada se hace sino
es en patota, en
hordas
vociferantes. El
individuo,
INDIVIDUO, es un
dinosaurio en
extinción.
organizaciones no gubernamentales, en pandillas, sensibilidades,
facciones, bancadas y tribus urbanas. El individuo, INDIVIDUO, es
un dinosaurio en extinción, sino
ya extinto. No es que falten tareas
de importancia, como la es hoy la
pretensión de impulsar “profundas transformaciones”, pero los
protagonistas lucen más como actores de reparto para fugaces cameos históricos que como estrellas
resplandecientes. Esa distancia entre grandes metas y el discreto tonelaje personal es precisamente
uno de los rasgos notorios de esta
época. No es que seamos malas personas, sino algo pigmeos. Hay tiempos cuando ya los De Vinci han
muerto y los Picasso aun no nacen,
cuando en vez de creadores pululan
los epígonos, los perpetradores de
refritos ideológicos, repetidores de
fórmulas, jóvenes indisciplinados y
los mendigos del derecho y los bonos. En fin, son, además, épocas de
cobardía y estrechez mental.
Nombres...
Quizás no debiera dar nombres
porque no quiero molestar; nadie
es culpable de haberle tocado vivir
en tiempos cuando se valora más el
beneficio y un cómodo adaptarse a
la masa que la gran tarea y el sacrificio. Por eso más que actores históricos hay mediocres partiquinos
con disfraces de quita-y-pon como
los de la desaparecida Casa Hombo. Uno muy popular, muy representativo, es el del sujeto políticamente correcto, el tipo o tipa que
no puede pronunciar dos palabras
seguidas sin mentar la solidaridad,
la equidad, la justicia y luego hablar de “espacios de diálogo”, “mesas de consenso”, “comisiones” y
“participación ciudadana”. Carolina Tohá podría servir de ejemplo.
Aunque inteligente, está totalmente atrapada en ese papel, el cual desempeña a la perfección. “Perfección” significa que lo hace en toda
hora y lugar. Hoy es en el escenario antes bucólico -hoy vespasiana
pública- del Parque Forestal, donde ha demostrado varias veces sus
inclinaciones progresistas “a la
mode”. Lo mismo en su gestión
educacional.
Si del socialismo se trata, el registro señala que los Allende y los Recabarren fueron sustituidos por los
Andrade. Andrade es un caso ejemplar. Si antes en el socialismo había
un discurso teórico ambicioso, Andrade prefiere el retruécano pobretón y agrias expectoraciones ad hominem que imagina pasan por con-
signas “luchadoras”; todo sea para
remecer el alma de las audiencias de
ese sector, hoy septuagenarios jubilados de ferrocarriles y de la Contraloría General de la República. El PC,
por su parte, vio salir del escenario
a Gladys Marín, heroica en su persistencia y entusiasmo, para ser reemplazada por Teillier, impasible,
inexpresivo, porfiado, inamovible y
sin fulgor. Su estilo taciturno y flemático, cuasi cataléptico, recuerda
el de los funcionarios del imperio
turco en los años de su disgregación
final.
¿Qué decir de Girardi, de los Quintana, de los Walker, de tantos otros?
Confieso en esta ocasión estar corto de adjetivos para hacerles justicia. Será para otra vez.
¿Y la derecha?
La derecha tuvo, en el pasado,
grandes nombres. Aun Jorge Alessandri parece ahora, por comparación con sus herederos, una figura gigantesca. No hay, en los sucesores, mucho pensamiento en
sus cabezas y ni siquiera dureza en
sus corazones, sino la blandenguería de cuerpos en descomposición, de clases en retirada, la
agitación bulliciosa y estéril de
pequeñas frondas huyendo en estampida hacia sus dachas, fundos, directorios, empresas y segundas viviendas en resorts de
lujo. Biznietos desgastados de oligarcas de pata en quincha, a veces
hablan fuerte y golpean la mesa,
pero apenas se les oye. Por eso
aunque los Ossandón, los Allamand y los Larraines son pintorescos y lucen distintos, son ramas
del mismo árbol reseco. Sólo los
separan posturas de marketing y
cómo se las baten con el “¡sálvese
quien pueda!”. Algunos ya corren
en busca de cobijo bajo la tóxica
sombra del progresismo corriente, otros no saben ni siquiera hacer eso. En cuanto a las figuras jóvenes del sector, a veces provistos
de enjundiosas columnas periodísticas, no son muy distintos
aunque quizás más cosmopolitas.
Tienen los ojos puestos más en
cargos docentes en el exterior o
una gerencia en una institución financiera que en la república. Al
día en el vestuario y la motorización, su alimento mental se funda en publicaciones del instituto
Libertad y Desarrollo y poco más.
Se pregunta uno si ha habido
otros tiempos con tanta distancia
entre las metas y problemas por
un lado y los tripulantes de cabina por el otro.R
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