american beauty

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AMERICAN BEAUTY
(22.1 1.2012 )
Tras varios intentos frustrados de ir a Cineuropa a ver
alguna de las nuevas películas que nos ofrece el panorama
audiovisual europeo, decidí quedarme en casa y revisionar
una de mis películas favoritas, American Beauty. De vez en
cuando me gusta comprobar que las películas que tanto me
cautivaron al verlas por primera vez siguen provocándome la
misma intensidad emotiva. Y la verdad es que, para mí,
American Beauty es un film que gana con cada visionado,
una película fresca y demoledora al mismo tiempo.
La crisis del american way of life
Después de una breve secuencia a modo de prólogo, que se explicará más
avanzada la película, entramos en American Beauty de la mano de la voz de Lester
Burnham y de un movimiento de cámara que nos introduce en su barrio. Es el
propio Lester quien nos adelanta que en menos de un día estará muerto. A partir
de ahí, la historia se nos presenta a modo de flashback, descubriéndonos la
problemática que frustra la vida de éste marido insatisfecho y padre mediocre.
Estrenada en 1999 bajo la debutante dirección de Sam Mendes, American Beauty
plasma la desestructuración de una típica familia norteamericana, al mismo tiempo
que ahonda en la profundidad del ser humano como individuo.
La temática de esta película abarca desde la satisfacción de las aspiraciones
individuales y la necesidad de sentirse bien con uno mismo, hasta la
homosexualidad, las drogas y la problemática vida del adolescente. La belleza,
presente ya en el título, se plasma tanto de la forma más convencional, mediante la
presencia de la seductora Angela (Mena Suvari) y de las rosas (todo un símbolo
donde los haya), como a través de la videocámara de Ricky (Wes Bentley), que
capta escenas simples y cotidianas, pero que no por ello resultan menos
interesantes.
Rutas de un mapa social
Una de las razones por las que American Beauty resulta atrayente es la
variedad de sus personajes y su exquisita definición. Podría decirse que la base de
cada uno es un estereotipo (el cuarentón insatisfecho, la mujer obsesiva, la
adolescente que no se comunica con sus padres), pero Alan Bell los per fila en el
guión de forma mucho más compleja. Así, consigue que el espectador identifique
los personajes con su entorno, pero sin que la obra pierda la capacidad de
sorprender con cada decisión que toman o palabra que pronuncian.
Aparte de los tres personajes centrales, Lester (Kevin Spacey), Carolyn
(Annette Bening) y Jane (Thora Birch), American Beauty se sostiene en numerosos
personajes secundarios. La magia de esta película reside en gran parte en que estos
personajes no se limitan a apoyar la caracterización de los protagonistas. Es posible
deducir la historia que hay detrás de cada uno de ellos, todos son relevantes en este
film, todos son distintos y a la vez comparten ciertos rasgos y aspiraciones. La
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variedad coral de American Beauty es lo que le permite a Sam Mendes plasmar a
toda una sociedad en crisis.
Unos buenos personajes se quedarían en nada sin un buen reparto. En este
caso, las interpretaciones son uno de los puntos más fuertes de la película. Kevin
Spacey está espectacular en el papel protagonista. Tras ver American Beauty,
resulta difícil imaginarse a cualquier otro actor haciendo de Lester. Spacey
consigue transmitir cada mínimo detalle de la personalidad de su personaje, lo cual
no es tarea sencilla si hablamos de una película con una fuerte base dramática
mezclada con un ácido humor. Annette Bening es otro miembro del elenco a
destacar. Su interpretación resulta demoledora, siendo quizá la de mayor
intensidad dramática. Las escenas en las que intervienen tanto Bening como
Spacey son, por lo tanto, extraordinarias.
Cuando al reloj le funcionan bien los engranajes
American Beauty constituye la primera obra cinematográfica que dirige Sam
Mendes. Su debut en la industria hollywoodiense no podría ser mejor. Es
admirable que, siendo primerizo, no caiga en la tentación de recurrir a lo fácil.
Mendes logra engancharnos a la pantalla desde el primer momento, alterando el
orden cronológico de los hechos y adelantándonos ya en la segunda secuencia el
final de la película. Final, sin embargo, que llega por sorpresa y cuya gran carga
emotiva no permite que el espectador permanezca indiferente.
La fuerza de la película no sería la misma sin otros dos puntos clave: la
fotografía y la música. En una obra que gira en torno a la belleza, ésta tiene que
estar presente en cada imagen. Y así sucede con este filme gracias a la fotografía de
Conrad L. Hall.
La música que acompaña a esta película se ha convertido ya en todo un
referente en el cine actual. Thomas Newman aporta frescura y vitalidad con
melodías innovadoras, muy características. American Beauty emplea también la
música para caracterizar a los personajes en escenas como la de Carolyn cantanto a
viva voz en el coche Don’t rain on my parade, o la música de The Who que
compaña a Lester durante su entrenamiento físico.
Obra maestra
Volver a ver American Beauty apaciguó mi frustración por no poder ir a
Cineuropa. Es una película que se puede ver una y otra vez sin perder el interés por
ella, es más, con cada visionado corrobora su maestría. Lester Burnham dice que es
maravilloso comprobar que aún tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo.
Igual de maravilloso es comprobar que tu película favorita, vista ya en muchas
ocasiones, consigue cautivarte siempre igual que la primera vez.
Marta Rodríguez Castro
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