Chile y la desafección política estado de la cuestión

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Chile y la desafección política: Estado de la cuestión
Roberto Mardones A.∗
Resumen
La falta de involucramiento ciudadano en los temas públicos, el inmovilismo y las pocas
ganas de participar en nuestra incipiente democracia, genera un problema necesario de ser
investigado toda vez que el desencantamiento respecto de los temas políticos puede
determinar el cómo se hará la política a futuro. No es menor el hecho de que nuestra
institucionalidad se vea constantemente cuestionada y que nuestro padrón electoral se este
envejeciendo habiendo una cantidad importante de gente joven que se mantiene al margen.
Lo más complicado, desde nuestra perspectiva, es que no se ve, de parte de la ciudadanía,
generación de nuevas formas de participación, estamos en un estado de cuestionamiento, de
crítica, pero no de crítica práctica, sino más bien teórica. La desafección ha avanzado y no
se la ha estudiado, pretendemos aproximarnos a ella y dar un paso en la línea de generar
una investigación más profunda que permita visualizar mejor el fenómeno y, quizás,
proponer algunas formas de acción a futuro.
Palabras clave: Desafección política, democracia, cambios sociopolíticos, expectativas
Abstract
The lack of citizen involvement in public issues, the status quo and also the few willing of
participation of our society in our fledgling democracy, creates a great problem. This matter
needs to be investigate, because if not, the disillusionment over political issues can
determine how politics will be done in the future. Is no less the fact that our institutions are
constantly question and also our voters are each day getting older, and we have no or less
participation of young electors. Youth prefers to, remain on the sidelines and not get
involved in politics. The most complicated, problem, is that there aren`t, new forms of
participation, we are always questioning, criticizing, but not in a critical practice, but rather
than a theoretical one. This disaffection has grown and has not been studied, we intend to
approach it and take a step in the generation of further research to enable a better picture of
the phenomenon, also perhaps suggest some forms of action in future.
Keywords: Political disafection, democracy, socio-political changes, expectations
∗
Politólogo, académico de la Universidad San Sebastián.
2
Introducción
De la algarabía y fuertes expectativas respecto de lo que implicaba la recuperación de la
democracia, y la gran participación e involucramiento ciudadano para lograrlo, pasamos, a
finales de los noventa, a convertirnos en un país donde el apoyo a la democracia no era
mayoritario y se comenzaba a notar el fenómeno de la desafección política, aunque bajo. La
actualidad, basada en los distintos estudios, nos indica que la población esta desencantada
de lo político en términos generales, la desafección ha aumentado no solo en lo que
respecta a la política institucional, sino también a lo no institucional.
Si tomamos al segmento más joven, toda vez que corresponde al recambio y por tanto
necesario es su involucramiento en los asuntos políticos, vemos, por ejemplo, que la
tendencia a creer que da lo mismo cualquier tipo de gobierno y que a veces es mejor un
gobierno autoritario, bordea el 32% y la insatisfacción con la democracia el 50% (Instituto
nacional de la juventud 2007). A esto podemos agregar el hecho que, de la gran cantidad de
no inscritos en los registros electorales, un gran porcentaje corresponde al segmento más
joven. Si tomamos en cuenta el último censo, llevado a cabo en 2002, los chilenos mayores
de 18 años eran 10.444.605, de estos dos millones cuatrocientos mil, aproximadamente, no
están inscritos, a su vez “casi dos millones tienen menos de 29 años, de lo cual se
desprende que solo el 62% de los mayores de 18 años está inscrito”, lo más complicado de
este dato es que los menores de 30 años solo representan el 7,6%.
Así las cosas, desde nuestro punto de vista, creemos estar frente a un escenario de
desafección política y con la característica de ser no democrática. ¿Por qué? porque el
desapoyo a la política convencional y la desconfianza en las instituciones democráticas,
está acompañado de una falta de apertura y creación de nuevos espacios políticos, el
ciudadano se ha retrotraído a tal punto de no ver y generar alternativas nuevas. Es decir,
desde nuestra perspectiva, la desafección política, no debería implicar una falta de interés
por los asuntos políticos y una no participación tanto individual como grupal en dichos
asuntos, esto en tanto la política es una actividad humana, no está necesariamente ligada a
la política institucional tradicional, el interés en ella debería ir por el lado del compromiso y
deberes ciudadanos, generando alternativas al modelo que se encuentra aparentemente
gastado, con el cual el segmento más joven de la población no se encuentra identificado.
Si bien es cierto que hemos avanzado en estos años de ejercicio democrático, creemos
necesario dar un salto cuantitativo y cualitativo. Así, nuestro trabajo apunta hacia dos
objetivos, uno analizar la desafección política como concepto, para aproximar una
conceptualización particular para el caso chileno; en segundo lugar, dar cuenta del
fenómeno, tomando como referencia la población joven, describiéndolo a partir de los datos
que nos proporcionan distintos estudios y encuestas, aproximándonos a cómo está
afectando a nuestra democracia, básicamente a como nos está impidiendo mejorarla y
profundizarla en términos de ampliar su base tanto conceptual como práctica.
Aproximación conceptual a la desafección política
¿Qué es la desafección política? La discusión respecto del tema, resulta ser bastante
interesante y a su vez compleja. Esto, toda vez que los estudios que acerca de ella se han
3
realizado se ajustan, en mayor medida, a la realidad en que se encuentran los países
desarrollados, por tanto, sus causas y efectos son muy distintos a los que se producen en
países subdesarrollados o en vías de desarrollo, como es el caso de países latinoamericanos.
Para Mariano Torcal, la desafección política corresponde al “sentimiento subjetivo de
ineficacia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones
democráticas que generan distanciamiento y alienación pero sin cuestionar la legitimidad
del régimen político” (Torcal 2001:5). Es esta una definición que contiene conceptos que
nos servirán para articular elementos que nos lleven a aproximar una definición para el caso
de Chile. Para ello, la analizaremos y haremos algunos alcances a la misma en relación a
tres ideas presentes que, en nuestra opinión, son llamativas y nos dan una pauta, a saber, el
“cinismo”, la “alienación” y que la desafección “no implica cuestionamiento al régimen”.
En relación al concepto de cinismo, este está referido a la actitud que toma la clase política
respecto del ciudadano. En este sentido, Ludolfo Paramio alude al cinismo político diciendo
que es un rasgo, según él, característico de la desafección política y que se puede definir
como una forma de actuar en que se percibe que “los políticos no se ocupan de los
problemas de la gente común, sino de sus propios intereses” (Paramio 1999:3). Esta actitud,
de una u otra forma, mina la base identitaria de los ciudadanos respecto de la clase política,
lo cual se ve reflejado en que “una mayoría relativa de los chilenos sostiene que los
partidos son grupos cerrados” (LAPOP, 2007: 161) o, como la indica la Encuesta nacional
sobre partidos políticos y sistema electoral (2008), quienes creen que los partidos políticos
“privilegian sus intereses por sobre los intereses del país” llega a un 55% y los que creen
que “no representan los intereses de la gente” a un 44%, por tanto el ciudadano promedio
siente que operan para su beneficio y del pequeño entorno que los rodea, esto tiene un
impacto que se ve reflejado en el interés que presenta la gente por la política y en la
confianza que tiene en las instituciones, particularmente en los partidos políticos.
Así, por ejemplo, si sumamos, respecto del interés, los ítem “bastante interesado” con “muy
interesado”, da un escueto 11%; si tomamos la frecuencia con la cual se conversa acerca de
política, medido en cantidad de días, y sumamos amigos y familia, solo el 9% dice hacerlo
todos los días. Pero además se genera desconfianza, en la actualidad el chileno promedio no
solo no confía en las instituciones, sino que además la confianza interpersonal es baja.
Ahora bien, no deja de ser llamativo que en un país como Chile, que vivió un largo régimen
militar, la confianza este depositada en carabineros y las fuerzas armadas (57% y 51%,
respectivamente); en tanto la institución en que menos se confía es el congreso y los
partidos políticos (16% y 6%, respectivamente).
Ahora bien, todo indica que también se podría hablar de un cinismo desde el punto de vista
del ciudadano. Desde este punto de vista, y siguiendo la reflexión de Torcal, es posible que
se de desafección por satisfacción con las autoridades, es decir, “la gente tiende a participar
menos cuanto más satisfechos están con el funcionamiento de la democracia” (Torcal
2001:39), esta situación tendría su ejemplo en los Estados Unidos, donde los niveles de
participación son bajos en una población que, se supone, maneja información y entiende de
política, sus intereses están seguros por tanto su participación no es necesaria.
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Respecto de lo anterior, la pregunta es si esto cuadra para la realidad chilena, ¿será que los
ciudadanos chilenos no participan por estar satisfechos? Los datos dicen que no, si bien
comparativamente el chileno siente que la democracia funciona mejor aquí que en los
países vecinos, es muy crítico de la misma, de hecho “solo el 23% dice que se gobierna
para el bien de todo el pueblo” (Latinobarómetro 2008: 105). Desde este punto de vista, no
sería incorrecto pensar que nuestra democracia funciona bien pero además ser críticos de la
misma, eso sería ejercitar el pensamiento crítico, claro, pero para que esto sea así, se tendría
que ver una intención en la ciudadanía de querer mejorarla, tratar nuevos temas como la
diversidad, la integración, la incorporación de nuevos grupos, etc. pero esto no esta
ocurriendo. Más bien hay una suerte de inmovilismo y contradicción en la percepción de lo
que la democracia implica, por ejemplo, se asume que las marchas, protestas y
manifestaciones en la calle “son normales en democracia” (73%, el promedio de
Latinoamérica es 63%) pero a la vez, mayoritariamente, la opinión es que “solo producen
desmanes y destrozos” (71%, el promedio de Latinoamérica es 49%) y solo el 11% afirma
haber asistido a manifestaciones autorizadas (Latinobarómetro 2008).
Por tanto, podemos deducir que, en el caso de Chile no es posible decir que exista una
desafección por satisfacción. El cinismo ciudadano, en este caso, podría estar radicado en lo
que se dice (como se responde a las encuestas, por ejemplo) versus lo que se hace en la
práctica cotidiana, es decir, resulta fácil criticar desde la comodidad de la casa, pero
complicado salir a expresar el descontento. Pero además, y por lo visto en los datos, la
memoria ciudadana es frágil y no se está generando rendición de cuentas. La encuesta
Adimark (abril 2009) indica que la aprobación a la presidenta esta en un 67%, lejos de ese
35% de hace poco más de un año; la aprobación al gobierno pasó de un 26% (septiembre
2008) a 53,6% (abril 2009) en tanto que la desaprobación bajó de 59% (septiembre de
2008) a 35% (abril 2009), hay claramente una inconsistencia que podría hacer parte de este
cinismo ciudadano, “chaqueteo”, se le denomina en Chile.
De lo anterior debemos decir que efectivamente concordamos en la idea de que existirían
dos vertientes para el cinismo, la política y la ciudadana, en lo que no concordamos es que
en este caso este relacionado con la satisfacción.
Respecto de la alienación, y siguiendo la reflexión de Paramio (1999), esta se podría definir
desde dos puntos de vista en función de la profundidad que presenta. Así, una estaría
relacionada con la apatía y la otra sería la alienación propiamente tal. En el primer caso
estaríamos hablando de que “existe una indiferencia hacia la política y los partidos que
puede ser compatible con la participación electoral esporádica” (Paramio 1999:3). La
afirmación anterior concuerda con lo que ocurre en Chile, efectivamente hay indiferencia
hacia la política y hacia los partidos políticos, de eso no cabe ninguna duda. Respecto de la
participación electoral esporádica, si lo traducimos a nuestra realidad, tendríamos que decir
que más que una participación electoral esporádica, producto del esquema actual en el cual
la inscripción es voluntaria y el voto obligatorio, lo que se ha dado es una no inscripción, de
hecho están fuera del sistema aproximadamente tres millones de potenciales votantes de los
cuales un alto porcentaje es gente joven, lo cual sin todavía tener ribetes de dramatismo, si
es preocupante toda vez que entre 2005 y 2008 el padrón disminuyó aproximadamente en
110.000 votantes.
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Lo anterior, concuerda con otro dato que dice que “quienes menos participan
electoralmente en el sistema político chileno (tal vez porque no se encuentran bien
interpretados por la estructura actual de la competencia partidaria), son quienes poseen
mayores niveles de participación en protestas” (LAPOP 2007: 188), ahora bien esto último,
dentro del contexto chileno, ya que los niveles de participación en protestas en general es
muy bajo, con tendencia más alta entre el segmento joven, que es a lo que se refiere el
estudio. El mismo estudio concluye, a partir de lo anterior, que no se trataría de apatía sino
más bien “parecería tratarse de un segmento de la población que se encuentra alienado
respecto del funcionamiento actual del sistema político chileno” (LAPOP 2007: 188) con lo
cual estamos de acuerdo en parte ya que nosotros si creemos que hay apatía, los niveles de
participación no consideramos sean satisfactorios como para pensar que no la hay, pero si
estamos de acuerdo en que habría una alienación respecto del sistema político, producto de
un no sentirse interpretado ni identificado con la clase política, lo cual estaría en
consonancia con lo que plantea la definición de Paramio al relacionar apatía con alienación.
Por otra parte, estaría la alienación propiamente dicha que se presenta como una alienación
“respecto del sistema político y a los valores de la democracia, incluyendo la creencia en
otras posibles formas de gobierno más eficaces o más justas” (Paramio 1999:3). Esto último
resulta ser bastante complejo y está en la línea de lo ocurre en Chile en tanto los estudios
indican que entre la población cada vez toma más fuerza la idea de que cualquier forma de
gobierno da lo mismo o que a veces un gobierno autoritario podría ser conveniente, por
tanto, y tal como se indicó más arriba, hay una alienación respecto del sistema político
chileno. En este sentido, la apatía y la alienación propiamente tal para el caso chileno,
serían complementarias.
En este punto, cabe destacar que no se percibe una distinción precisa entre alienación como
apatía y desafección, ¿cuál es la diferencia entre ambos conceptos? En este sentido, es más
clara la diferencia que hace Montero, Gunther y Torcal (1999) respecto de la alienación, ya
que para ellos es un “sentimiento persistente de extrañamiento respecto de las instituciones,
valores y líderes políticos existentes, y que tiene como consecuencia que los ciudadanos se
consideren a si mismos forasteros o intrusos” (Montero, Gunther y Torcal 1999:124). Esta
definición, consideramos es coincidente con la segunda forma de alienación expuesta por
Paramio debido a que ambas apuntan hacia una cuestión más de índole sistémica en tanto
interrelación de los distintos actores que participan dentro del sistema político en donde
uno, el ciudadano, se siente desmedrado respecto otro, la clase política. Pero además, en
ambas se alude a cuestiones de orden valórico. Recordemos que los sistemas políticos
tienen como función el asignar autoritativamente valores al sistema, los cuales deben ser
cumplidos obligatoriamente, esto en el entendido que las pautas valóricas sirven como
hojas de ruta que permiten que el sistema se mantenga en equilibrio no obstante está
sometido a perturbaciones constantes de los distintos ambientes que lo rodean y lo que está
ocurriendo es que hay un sentimiento, por parte del ciudadano, de sentirse fuera del sistema
en general, ajeno a él, pero sin embargo, obligado a seguir sus pautas. En tanto, desafección
sería “un conjunto de sentimientos mucho más difuso, y por el que los asuntos políticos son
vistos como algo lejano, faltos de importancia o carentes de sentido” (Montero et all
1999:124), aquí la idea es que la desafección tiene como sustrato una serie de actitudes
respecto del sistema político que se identifican con el desinterés, la desconfianza política y
el cinismo político, al cual ya nos hemos referido.
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Respecto de lo expuesto anteriormente, nos parece, que a partir del planteamiento de los
autores, desafección y alienación son conceptos que suponen niveles distintos, la pregunta
es ¿cuándo estamos frente a uno u otro fenómeno? o ¿cuándo o cómo se pasa de
desafección a alienación?, sobre todo si asumimos que esta última no solamente supone una
falta de confianza en las instituciones y un alejamiento de la política sino también “un
sentimiento de incapacidad para poder influir en el sistema y de que el sistema, a su vez,
responda a las demandas de los ciudadanos” (Torcal 2005:1), es decir, se percibe una
imposibilidad de cambiar el curso de las cosas, por tanto, si el esfuerzo no se ve
recompensado lo más probable es que deje de hacerlo, esta situación, para el individuo,
“representa, ante todo, no tener confianza en poder cambiar el curso de su vida o en poder
incidir sobre la marcha del país. En consecuencia, este tipo de personas tiende a retrotraerse
del ámbito político” (PNUD 2002:112), lo anterior refuerza la interrogante respecto del
límite entre una cosa y otra, de hecho ese retrotraerse de lo político es muy parecido al
“extrañamiento”, por tanto, la discusión no esta cerrada del todo.
Finalmente, el tercer punto en discusión respecto de la definición de Torcal, es la que dice
relación con la idea de que la desafección “no implica un cuestionamiento al régimen”, de
hecho se refiere a una “desafección democrática”, la cual tiene como características “la
existencia de un apoyo mayoritario de los ciudadanos a sus regímenes democráticos y una
gran moderación ideológica y tolerancia, conjuntamente con una falta de confianza en las
instituciones, un alejamiento de la política, un sentimiento de incapacidad de poder influir
en el sistema y de que el sistema, a su vez, responda a las demandas de los ciudadanos”
(Torcal 2005:1). No obstante la existencia de dichas características existe apoyo y
satisfacción con la democracia, lo que comprueba con datos de otros barómetros y con un
estudio hecho para el caso español, es decir, si bien hay desafección política, la democracia
no está en peligro.
Lo anteriormente expuesto es discutible para el caso Latinoamericano, y el chileno en
particular, cuestión que el mismo autor salva al reconocer que existen democracias
tradicionales y nuevas. En las tradicionales la desafección ha generado la aparición de
nuevas formas de participación, ha disminuido “la utilización de mecanismos más
convencionales de participación al tiempo que contribuye a aumentar la propensión a
utilizar otros mecanismos alternativos de expresión de preferencias” (Torcal 2001:42), esto,
según el autor, genera nuevos tipos de relación entre los ciudadanos y las autoridades y la
propia democracia representativa. En cambio, en las nuevas democracias, los ciudadanos
“no están adquiriendo actitudes positivas hacia las instituciones de la democracia ni una
mayor implicación política” (Torcal 2005:3). Lo cual queda claro al revisar algunos datos
que nos proporcionan las encuestas del Instituto Nacional de la Juventud en 2004 y 2007,
los jóvenes que piensan que la democracia es preferible a cualquier otro tipo de gobierno
descendió de un 70% en 2004, a un 57,1% en 2007, y aquellos que les da lo mismo un
sistema democrático que uno autoritario, más los que creen que en algunas ocasiones es
preferible este último, sube de 17% en 2004 a un 32% en 2007 y este es nuestro recambio.
Esto tiene que ver con nuestra historia política, los éxitos y fracasos que en el transcurso de
esa historia hayan sucedido, sobre todo en como ha mutado la relación Estado – ciudadano
y el sentimiento de pertenencia con dicha institución. Claramente el Estado posautoritario
tiene unas características que lo hacen diametralmente opuesto al existente antes de la
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instalación de las dictaduras militares, es decir, para Latinoamérica en general, “las razones
de la desconfianza son tanto debidas a su pasado, presente en algunos casos, de dictadura,
oligarquías, autoritarismos, concepciones patrimonialistas del Estado, al igual que a un
presente donde los sistemas políticos no logran generar confianza debido sobre todo a la
ineficacia e ineficiencia de su funcionamiento” (Vásquez 2002:2).
Al ser nuestra trayectoria histórica distinta a la de los países desarrollados, se genera un
escenario político particular en el cual se mezclan elementos de continuidad y cambio, lo
cual nos lleva a plantear que quizás estemos ante un fenómeno que, si bien se puede rotular
como desafección política, más tenga que ver con la alienación o con una graduación del
fenómeno dentro de un contexto de democracias nuevas y poco desarrolladas.
Lo anterior en función de que no hay involucramiento en la política convencional y
tampoco se está dando una profundización de mecanismos no convencionales para hacer
política, es decir, estamos hablando de una desafección que no solo es institucional sino que
tiene características de desapego generalizado de toda actividad de índole política. Hay un
cuestionamiento al sistema democrático no dentro del esquema del pensamiento crítico,
sino más bien dentro de un contexto no proactivo, estamos en un escenario de inmovilismo
ciudadano, de cuestionamiento sin involucramiento, en resumen, de una alienación como
apatía y en algunos sectores, como alienación propiamente tal.
Chile: algunos cambios importantes
Ahora bien, ¿qué cosas han ocurrido en Chile en los últimos años para que se de la
situación que estamos presentando? ¿Qué pasa con nuestra denominada tradición
republicana y democrática? Chile, tras la vuelta a la democracia, se ve envuelto en un
sistema global que lo empuja a adaptarse a una serie de situaciones nuevas que requieren de
un proceso de acomodo no exento de problemas. Esto, toda vez que se ha ejercido presión
sobre cuestiones consideradas fundamentales, elementos simbólicos internalizados e
institucionalizados tales como los valores que a su vez influyen sobre la configuración de
los intereses individuales. En cuanto a lo primero, el Estudio Mundial de Valores (2006)
nos indica que en Chile se están produciendo una serie de cambios en términos
sociopolíticos, relativos a la importancia que se le atribuye a ciertos temas, que podemos
observar en el siguiente cuadro1:
1990
2006
Familia
85%
90%
Trabajo
70%
62%
Tiempo libre
33%
47%
Religión
51%
40%
Política
14%
6%
1
Elaborado a partir de los datos proporcionados por el Estudio Mundial de Valores 2006.
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La familia y el tiempo libre son los únicos temas que en este largo periodo han aumentado
su importancia para los chilenos. Esto, según el estudio, tiene relación con que al aumentar
el bienestar de las sociedades, asociado a un aumento del ingreso, se tiende a pensar, por
una parte, en la familia como la concreción de un ideal, por otra, a pasar más tiempo en
actividades de esparcimiento que en el trabajo, lo que de alguna forma explicaría la baja de
este último en cuanto a su importancia.
Al transformarse en una sociedad más abierta, diversa y librepensadora, surgen nuevos
temas y por ende, nuevas preocupaciones, lo que vendría a explicar la baja en la religión y
la política, aunque esta última baja tenga más que ver, en la práctica, con el accionar de la
clase política y de las expectativas2 que de ella tenía la población. Al ser una sociedad más
abierta y diversa, la idea de identidad nacional3 también se ve mermada, pasando de un
83% en 1990 a un 53% en 2006.
Estos cambios se producen en forma paulatina, por ende, todavía no alcanzan el nivel que
permita situarnos dentro de lo que Inglehart y Welzel (2006) denominan “valores de
autoexpresión”, propios de las sociedades postmodernas desarrolladas en las cuales se ha
logrado un nivel de seguridad socioeconómica tal que les permite situar su preocupación en
cuestiones que tienen que ver con aspiraciones humanas universales, donde se facilita la
autorregulación y la autonomía individual. Estos valores de autoexpresión fomentan el
capital social vinculante por sobre el aglutinante, “tienden al humanismo y van en contra de
la discriminación hecho que les confiere un carácter procívico” (Inglehart y Welzel 2006:
192).
Desde el punto de vista del interés individual, la pregunta que surge es ¿hasta que punto es
positivo/negativo el individualismo? Por un lado, podríamos decir que estamos asistiendo a
un proceso de individuación constante y profundo, que trasunta en un debilitamiento de los
vínculos sociales y una menor disposición espontánea a las lealtades. Esto se expresa en un
menor grado de involucramiento de las personas hacia la vida ciudadana, “la vida con otros,
en una palabra, tiende a ser concebida más bajo el paradigma del contrato, que del
encuentro en el mundo de la vida” (Ministerio de Educación, 2004: 15), lo cual es propio de
sociedades en las cuales prima el paradigma liberal de ciudadanía, donde el individuo es el
eje, el aparato y los temas públicos solo son tenidos en cuenta desde un punto de vista
funcional, más que participación, se tiende hacia el paradigma de la representación, hay un
cierto grado de desimplicación ciudadana. Por otra parte, esta visión contrasta con la idea
de la autonomía individual como base para el desarrollo de los temas cívicos, se expone
(Inglehart y Welzel, 2006) que no es real que el individualismo sea igual a egoísmo o a
actitudes anticívicas, de hecho la “individualización proporciona independencia social a las
personas” (Inglehart y Welzel, 2006: 190), lo cual permite avanzar en la autonomía
respecto de la elección humana. No obstante, creemos que, efectivamente, esta percepción
de un individuo imbricado con los temas públicos y las problemáticas que le rodean,
correspondería a una situación a nivel ideal porque no se ha concretado el paso a los valores
de autoexpresión, con los cuales está relacionado.
2
El tema de las expectativas creemos que en el caso de Chile influye mucho en la configuración del
fenómeno que estamos describiendo, lo trataremos en el apartado siguiente.
3
Medida a través de la disposición a defender al país en una guerra.
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Todo indica que estamos pasando por una serie de cambios, procesos de adaptación en los
cuales algunas cosas deben cambiar y otras deben quedar igual, una paradoja que le
preocupaba a D. Easton, cuando se preguntaba como sobrevivir en un mundo donde
conviven la estabilidad por un lado y el cambio por otra.
Claro, esta es una sociedad de contrastes, por una parte en términos internacionales se
destaca su estabilidad y sus buenos índices, en términos internos se asume que todavía hay
mucha desigualdad, pero ¿por qué no se expresa claramente? La sociedad chilena revela
una paradoja claramente, los clivajes no se dan a conocer. Lo vimos durante el siglo XIX y
luego a principios del XX cuando los obreros crearon sus propias orgánicas, estos clivajes
configuraron el eje partidista en izquierda y derecha, se artículo una forma particular de
hacer política que se mantuvo hasta el golpe de Estado y que fue reavivado a partir de 1990
cuando se produce el cambio de régimen. Esto no es menor, porque quizás la respuesta a
nuestro planteamiento devenga de aquí, en tanto las expectativas que se tenía respecto del
restablecimiento de la democracia a lo mejor fueron desproporcionadas debido a que, en
pro del logro de la estabilidad, muchos temas quedaron en el aire, como el de los derechos
humanos, otros como la justicia social, la igualdad de oportunidades y acceso a bienes y
servicios, apertura a nuevas temas, etc., son cuestiones que se han ido abriendo paso
lentamente.
Expectativas ciudadanas y democracia real
Como dijimos anteriormente el tema de las expectativas parece ser clave, sin ser el único
elemento que nos permitiría interpretar el fenómeno. El descontento del individuo con la
democracia, producto del incumplimiento de sus expectativas, las cuales tienen que ver con
encontrar, sobre todo, mayor justicia social e igualdad de oportunidades, se produce en
general porque “los ciudadanos acogieron el advenimiento de la democracia, dando paso a
un renovado sentido de optimismo y confianza en el futuro político de sus países” (Zovato
2002: 44). Tenemos la impresión que, aquellos que vivieron la dictadura militar y que
anhelaban la vuelta a la democracia, tenían unas expectativas muy por encima de lo que
realmente se podía hacer, tomando en cuenta el contexto Latinoamericano y, por tanto, la
confianza y el optimismo comenzaron a bajar constantemente debido a la percepción de
que tanto los actores políticos y las instituciones democráticas “no resuelven los problemas
de los ciudadanos y que defraudan constantemente sus expectativas” (Zovato 2002:44), lo
que se ve reflejado en los bajos niveles de apoyo y satisfacción con la democracia. Por
tanto, la percepción, subjetiva, de incumplimiento lleva a que el individuo se aleje del
ámbito político y que la identificación con dicho ámbito sea cada vez más débil.
El descontento del individuo con la democracia, producto del incumplimiento de sus
expectativas, las cuales tienen que ver con encontrar, sobre todo, mayor justicia social e
igualdad de oportunidades, se produce en general porque “los ciudadanos acogieron el
advenimiento de la democracia, dando paso a un renovado sentido de optimismo y
confianza en el futuro político de sus países” (Ibidem 2002: 44). Tenemos la impresión que,
aquellos que vivieron la dictadura militar y que anhelaban la vuelta a la democracia, tenían
unas expectativas muy por encima de lo que realmente se podía hacer, tomando en cuenta
el contexto Latinoamericano y, por tanto, la confianza y el optimismo comenzaron a bajar
constantemente debido a la percepción de que tanto los actores políticos y las instituciones
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democráticas “no resuelven los problemas de los ciudadanos y que defraudan
constantemente sus expectativas” (Ibidem 2002: 44), lo que termina reflejándose en los
bajos niveles de apoyo y satisfacción con la democracia, Latinobarómetro (2008) nos indica
que Chile en estos ítems tiene 51% y 39%, respectivamente.
Ahora bien, si fijamos el análisis respecto del incumplimiento de expectativas en el ámbito
económico, el crecimiento sostenido que tuvo Chile hasta el año 1997, podríamos decir
generó una idea poco real de lo que la democracia podía hacer como sistema. Poco a poco
entre la ciudadanía se comenzó a percibir que dicho crecimiento no beneficiaba a todos por
igual, más bien las diferencias se habían agudizado. Un punto clave aquí es la crisis
Asiática, que golpea bastante fuerte, el porcentaje de cesantía estuvo entre el 9 y el 11 por
ciento, en tanto se pasó de un crecimiento anual de casi 7% a un 3%. El punto crítico de
esta situación se ve reflejado en la Encuesta Nacional del PNUD para Chile llevada a cabo
en 2001.
Cuadro 1: ¿pensando en el desarrollo económico del Chile actual, usted se siente……?
Ganador
38%
Perdedor
52%
NS – NR
10%
Fuente: Encuesta Nacional PNUD, 2001
Es decir, después de once años, el 52% de los encuestados sentía que había perdido, percibe
una situación desmedrada respecto del desarrollo económico, y con un sentimiento de
inseguridad (54%) respecto del sistema económico “si sumamos a estas personas aquellas
que exhiben sentimientos de enojo o pérdida, resulta que el 75% de los encuestados tienen
sentimientos negativos frente al sistema económico” (Lechner 2002: 2), tal como lo refleja
el cuadro 2.
Cuadro 2: ¿Cuál de los siguientes sentimientos lo representa mejor frente al sistema
económico chileno?
Confianza
16%
Enojo
10%
Orgullo
2%
Inseguridad
54%
Entusiasmo
5%
Pérdida
10%
Ninguna
3%
NS – NR
1%
Fuente: Encuesta Nacional PNUD, 2001
Si bien lo anteriormente descrito se refiere a un escenario político - económico pasado hace
ya una década, podríamos situar un punto de inflexión respecto a la situación de
descontento con el sistema. El ciudadano común comienza a percibir que la situación ya no
le fue favorable y, peor aún, comienza un escenario de crisis para el cual no está preparado.
Ahora bien, el periodo de bonanza económica generó una descompensación en cuanto a lo
que realmente podía ocurrir y hay una extrapolación hacia lo político en tanto la población
11
no distingue entre la responsabilidad del gobierno de turno y el funcionamiento del sistema
en general y la influencia en este de situaciones de orden internacional, “es por esta razón
que las crisis económicas afectan no solo a la satisfacción con el funcionamiento del orden
pluralista, sino que también afecta el grado de apoyo que da a la democracia” (Flacso 2002:
33), por tanto los malos resultados económicos, en este periodo, coinciden con un bajo
índice de democracia y bajos niveles de apoyo y satisfacción para el año 2001. Respecto del
apoyo, este alcanzaba a un 48%, aunque la situación para 2002 y 2003 solo varió en 2
puntos porcentuales, remontando a 50%. En tanto el grado de satisfacción es el más bajo, el
promedio para el periodo 1996 – 2002 fue de 31%.
Tal como apuntábamos anteriormente, el impacto del aspecto económico en el sistema
democrático no es menor, esto porque las expectativas no han sido cumplidas, lo que se
transforma en una actitud poco favorable del individuo para con el mejoramiento y
profundización del régimen. Esto debido a que, como la percepción acerca de los
acontecimientos es negativa, las personas comienzan a sentir que lo ocurre es que existen
circunstancias externas que deciden el curso de su vida, por tanto surge un “conformismo
amoral, en el sentido de que no respeta al prójimo con tal de satisfacer los intereses
propios” (Lechner 2002: 4), esta actitud queda reflejada en el cuadro a continuación.
Cuadro 5: frente a lo que le propone el sistema económico del Chile actual, usted…….
Se siente motivado y trata de aprovechar al máximo las oportunidades
20%
que el sistema le brinda.
Hace todo lo que se espera de usted para ser parte del sistema económico
9%
Lo único que importa es satisfacer las necesidades suyas y de su familia
34%
Está dispuesto a hacer lo que sea necesario para lograr lo que quiere en la
24%
vida
Sus valores se oponen a los que propone el sistema
9%
NS-NR
4%
Fuente: Encuesta Nacional PNUD, 2001
Aquel 34% es bastante decidor, esto porque estamos frente a un individuo que vive para
trabajar y mantener a su familia y a si mismo, de esto podríamos concluir que él no está
preocupado por la marcha del país, debido a que cree que no puede influir en ella, por tanto
tenemos a un potencial desafecto político, ha perdido el lazo del “nosotros”.
Es decir que “una proporción de este progresivo descontento puede atribuirse a la siempre
negativa correspondencia entre las expectativas idealizadas sobre la democracia, por una
parte, y por la otra, a su desempeño real en el contexto de coyunturas políticas y
económicas difíciles” (Zovato 2002: 45) que el individuo no percibe, porque para hacerlo
tendría que estar muy bien informado, esto implica seleccionar la información y además
entenderla, algo difícil en sociedades como la chilena en que se lee poco y donde lo medios
de comunicación prácticamente exponen solo una visión y los temas presentados
corresponden a una “miscelánea” que no contribuye al desarrollo de opiniones críticas.
12
Tabla 7: Temas más cubiertos por los noticiarios, 2000.
Temas específicos
Total (segundos)
Fútbol
446.443
Derechos humanos
255.811
Seguridad ciudadana
181.484
Otros deportes
128.874
Elecciones
111.667
Espectáculos
106.208
Accidentes
104.701
Salud
96.118
Transporte
83.788
Iglesia
73.677
Fuente: Secretaría de Comunicación y Cultura, 2001
Total (porcentaje)
15
8
6
4
4
3
3
3
3
2
La tabla es bastante elocuente, ausencia absoluta de temas de tipo económico e
internacional, si consideramos el tema Derechos Humanos y Elecciones, a la política se le
dedicó el 12%, sin embargo entre el Fútbol y otros deportes, ocupan el 19% de los
noticiarios, excesivo para un país que no exhibe grandes logros en ese ámbito, lo demás
corresponde al “relleno” del noticiario, que, paradojalmente, es el programa más visto,
35%, y más comentado, 82%, según la Encuesta Nacional del PNUD del año 2001.
Por tanto, al individuo ya no le interesan los temas políticos, se ha transformado el espacio
de lo público a partir de la influencia de la televisión y si en algún momento la política fue
el “cemento cultural de la sociedad chilena”, ahora habría que preguntarse hasta que punto
o “en que medida la política contribuye a la construcción cultural de la convivencia en
Chile” (PNUD 2002: 108), el individuo se ha alejado de dicho ámbito porque vive
preocupado de llevar el sustento a casa y, cuando llega a esta, prende el televisor (según
Latinobarómetro 2008, la confianza de los chilenos en los medios se distribuye de la
siguiente manera, radio 61%, televisión 54% y diarios 51%) que, básicamente, le aporta
distracción y un barniz de lo contingente que le ayuda a formarse una rudimentaria opinión
respecto de temas relevantes.
Tenemos la impresión de que el concepto de “desafección democrática”, tal como dijimos
en párrafos anteriores, pierde sentido en el caso de Chile, la extensión de la percepción
negativa respecto de los resultados económicos al espectro político puede haber
determinado la percepción displicente respecto de la política. Así, Chile se transforma en
“uno de los países con mayor número de ciudadanos lejos de la política y del tipo de
régimen entre todos los países de América Latina” (Latinobarómetro 2002: 6), afirmación
realizada en 2002 que se mantiene vigente en 2008.
Ahora bien, ¿será que solo los malos resultados económicos de un momento, extrapolados a
la política, explican el fenómeno de la desafección política? Todo indica que no es así. Si
tomamos en cuenta que la pregunta que se hace para medir satisfacción esta relacionada
“con la EFICACIA de la democracia para resolver los problemas económicos, políticos y
sociales” (Latinobarómetro 2002: 7), quiere decir que no solo importa el aspecto
económico para la democracia. Se desprende de los datos que, efectivamente, hay otro tipo
de elementos que juegan un rol fundamental, como los valores.
13
No obstante se ha podido establecer alguna relación entre bonanza económica y
satisfacción con la democracia, no es menos cierto que “el impacto de la economía sobre la
democracia es bastante moderado, si bien observamos un vaivén de acuerdo a los grandes
ciclos económicos, habiendo menos apoyo en épocas de vacas flacas y más en épocas de
vacas gordas” (Latinobarómetro 2007: 77), este vaivén depende de las expectativas de las
distintas sociedades y cuanto estas se ajustan a sus realidades.
La consolidación de la democracia involucra otros elementos, el que el individuo este
insatisfecho, no este interesado y más bien se presente displicente ante el los temas y el
sistema político no está directamente relacionado a la “coyuntura económica, ni a la
política” (Latinobarómetro 2007: 79), esto más bien parece tener que ver con cuestiones de
orden cultural y valórico, y en este caso “Chile no está satisfecho con su democracia porque
esta no ha producido igualdad de trato, esa igualdad ante la ley esperada” (Latinobarómetro
2003: 37), como apunta Lechner (2002)“las políticas de crecimiento económico tienden a
ser “blindadas” como supuestos “imperativos técnicos”. Desde luego que la producción
económica aporta el piso ineludible de todo desarrollo, pero no basta. Hay que tener en
cuenta también las experiencias subjetivas de las personas”, experiencias que se ven
mermadas sino existe una identificación, sino hay imaginarios colectivos, recordemos que
la política tiene una dimensión cultural, sino existe ésta difícilmente tendremos una mejor
democracia.
Conclusiones
Este trabajo corresponde a una aproximación conceptual a la desafección política, que nos
permita ajustarlo a nuestra realidad. Así, nos queda claro que, no obstante asumimos que
pueda haber otras perspectivas, el mencionado fenómeno tiene características particulares,
de las cuales la literatura revisada no da cuenta por estar relacionada con otras realidades.
De esta manera, en Chile se estaría presentando como apatía y alienación, no quedando
claro cuando estamos frente a una u otra, toda vez que la línea que las separa es bastante
tenue.
Otra cuestión importante dice relación con que no sería una desafección democrática, esto
en el entendido que, por una parte, ha aumentado, tal como lo indican los distintos
barómetros y encuestas, el porcentaje de individuos que opinan que da lo mismo cualquier
forma de gobierno, inclusive la autoritaria, y, por otra, si bien hay crítica a la democracia,
no se visualiza movilización ciudadana, organización en redes, etc., que haga pensar que,
no obstante presentar un desinterés por la política en términos institucionales, se van
generar formas alternativas de presión hacia el sistema, lo cual es tremendamente nocivo en
tanto y en cuanto, estamos delegando nuestra capacidad de decidir los designios de la
política a la clase política, de la cual se supone, estamos desencantados.
Claro, en esto tienen mucho que ver los cambios que se están produciendo a nivel social.
Estos, si bien muestran que hemos avanzado en cuanto a la discusión de temas que nos eran
vedados hace unas décadas, todavía no han alcanzado el nivel suficiente como para poder
situarnos a un nivel de valores de autoexpresión, en los cuales se refleja un compromiso
14
con el entorno, con el mundo cotidiano intersubjetivo, donde nos intentamos comprender a
partir de nuestras percepciones, abandonando, pero sin perder de vista, la petición
reivindicativa común de inicios del siglo XX.
Desde este punto de vista, se podría decir que se produjo una inconsistencia entre lo que
subjetivamente pretendíamos de la democracia respecto de lo que la implementación de la
misma a partir de 1990. Es decir, nuestras expectativas estaban desproporcionadas ya que,
probablemente hubo una idealización respecto de lo que se podía lograr, sobre todo
pensando en el “despegue” económico que nos llevo a crecer a niveles no vistos. Pero eso
mismo marca un poco de inflexión, desde 1997 en adelante, la desafección avanza y
nuestro sistema democrático comienza a presentar un desgaste prematuro, pero se
mantiene, esto toda vez que en vez de reflejarse las fracturas sociales, por ejemplo la
profundización de la desigualdad y la mala distribución del ingreso, la crítica se queda solo
en el plano de lo teórico, no hay crítica práctica. El escenario actual debería ser el caldo de
cultivo para la agitación social (crisis económica, política de súper oferta, producto del
escenario eleccionario, algunas manifestaciones reivindicativas, etc.) pero no, no hay
movilización concertada ni presión organizada al sistema, no se ejercita el pensamiento
crítico activo, más bien hay un inmovilismo, el cual queda refrendado por nuestro bajo
nivel de “rebeldía cívica”, 7%, el más bajo junto al de México, 6%.
El escenario no es muy halagüeño, creemos que podemos avanzar, pero para eso es
necesario identificar el fenómeno y sus características, de manera de poder atacarlo en
forma eficiente y efectiva y así mejorar y profundizar nuestra democracia.
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