Masada: fortaleza de Herodes y holocausto celote

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[Otra edición en: Revista de Arqueología 18, 1982, 16-36, allí con ilustraciones. Versión digital
por cortesía del autor, como parte de su Obra Completa y bajo su supervisión].
© José María Blázquez Martínez
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
Masada: fortaleza de Herodes y holocausto celote
José María Blázquez Martínez
Masada es la fortaleza más impresionante de todo el Próximo Oriente y aun de todo
el Imperio Romano. Su nombre significa fortaleza. Es una gigantesca pirámide rocosa,
coronada por una meseta, cortada a pico por todas sus partes y por lo tanto inaccesible.
Ya el historiador judío Flavio Josefo, que participó en la rebelión judía, que estalló el
año 66 contra Roma y que se pasó después al invasor, rebelión que ocasionó en el año
70, la destrucción del templo de Jerusalem, levantado por Herodes el Grande, calificó en
su famosa obra la Guerra Judaica, a Masada «de la más importante fortaleza de todas».
Masada hace su aparición en la Historia del pueblo judío en tiempos de Herodes,
cuando se sublevaron unos cuantos rebeldes, capitaneados por un furibundo nacionalista, contra el rey judío y contra los romanos, que apoyaban la causa del rey. La táctica de
los insurrectos consistió en apoderarse de todas las fortalezas del país, entre las que Masada era la primera. Herodes se adueñó de una detrás de otra y finalmente de Masada. De
las expresiones de Josefo se deduce que no hubo lugar, en esta ocasión, a un verdadero
cerco, sino a una entrega a traición, condicionada a la capitulación de la fortaleza.
Herodes, sin embargo, no fue el constructor de esta fortaleza, aunque lo había sido
de otra, también muy importante, llamada Herodion, hoy igualmente excavada. El
constructor de Masada fue «Jonatas, gran sacerdote», discutiéndose entre los historiadores actuales, qué personaje de entre los varios conocidos con este nombre fue el autor de
este complejo defensivo. Si Herodes no fue el primero que convirtió esta roca gigantesca del desierto de Judea, enclavada a pocos kilómetros del Mar Muerto, en fortaleza,
fue el que mandó levantar una serie de palacios y de fortificaciones, que la convertirían
en una residencia regia y en un lugar inexpugnable. Herodes, entre los años 36 y 30
a.C., construyó el muro, que rodea toda la meseta, las 37 torres de defensa, dos palacios,
los almacenes, las cisternas, para recoger el agua de la lluvia y los barracones. Estas
edificaciones herodianas sirvieron en el año 73 para albergar a las últimas bandas de
rebeldes, que después de la caída de Jerusalem, en manos de las tropas del emperador
Vespasiano y de su hijo Tito, opusieron una feroz resistencia a caer en manos de los
romanos y a ser crucificados o vendidos como esclavos.
Masada después de Herodes.
Después de la muerte de Herodes, Masada recibió una guarnición romana. Al comienzo de la gran rebelión judía del año 66, un grupo de celotas judíos, el partido más
ultraderechista del momento, acérrimos enemigos de toda dominación extranjera, se
apoderó por sorpresa de Masada, asesinó a la guarnición romana, acuartelada en la fortaleza y dejó allí a una de los suyos.
Los arqueólogos israelitas han realizado excavaciones en este lugar, entre octubre
de 1963 y mayo de 1964 y desde noviembre de 1964 a abril de 1965, bajo la dirección
de Y. Yadin, que ha publicado un bello libro sobre Masada, traducido hace poco al castellano. Masada se ha convertido hoy en el símbolo de la libertad de Israel contra sus
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enemigos. La visité en la Semana Santa de 1981 con un grupo de alumnos y profesores
de la Universidad Complutense.
Masada fue cercada y tomada, después de suicidarse sus defensores, por el ejército
romano, mandado por el general Flavio Silva. Con ocasión de narrar estos sucesos, Josefo en su Guerra Judaica hace una descripción exacta del lugar, aunque en el año 73,
cuando Masada cayó en poder de Roma, el historiador judío residía ya en Roma y no
fue testigo de los sucesos que describe, como lo fue del cerco de toma de Jerusalem, en
los que participó activamente. Josefo pudo obtener información precisa de la relación
oficial, que después de la victoria Flavio Silva envió a Roma y que Tito pondría a disposición de Josefo. Lo sucedido dentro de la fortaleza durante el cerco pudo ser del dominio público por lo contado por dos mujeres supervivientes del suicidio colectivo, que
escaparon a la matanza.
Descripción de Masada.
La plataforma de la fortaleza tiene 8 hectáreas de superficie con una longitud
máxima de 600 m. y una achura de 200 m. Se eleva el macizo rocoso, separado de todo
lo que rodea, 375 m. sobre el nivel del cercano Mar Muerto, y de 100 a 175 m. sobre el
de los valles vecinos. La altura de la roca oscila entre 70 y 150 m. Las laderas del macizo están cortadas a pico, y Josefo ha escrito acertada mente que "son intransitable a
todo pie de viviente".
La descripción de Josefo es la mejor descripción de Masada y es muy exacta en todos sus detalles. Esta narración es de grandísimo valor histórico por los datos que da
sobre el cerco y asalto de una ciudad por parte del ejército romano. Josefo conserva
también el nombre del cabecilla que dirigió la defensa de la fortaleza, que se llamaba
Eleazar.
Las fortificaciones romanas de Masada.
Masada fue rodeada con un muro para que no fuera posible la huida a ningún defensor. La fortaleza fue, pues, circunvalada, al igual que lo fueron Numancia en el año
133 a.C. por Escipión el Numantino, o Alesia en la Galia, en el 52 a. C., por J. César, o
Jerusalem por Tito. Esta circunvalación, hoy perfectamente visible, recorre la base de
las paredes rocosas de la fortaleza y tiene un perímetro de 1,50-1,80 m. y una altura de
1,50 m., pero originariamente debía ser el doble. Ocho campamentos rodeaban a Masada, algunos de ellos se encontraban pegados al muro. Dos de ellos eran el cuartel de
media legión cada uno, la X Fretensis, dos albergaban una cohorte respectivamente;
dos, otras cohortes más pequeñas.
Algunas de estas cohortes, según testimonio de un diploma militar del año 86, eran
en origen hispanas. Sus nombres eran la I Augusta Lusitanorum y la II Cantabrorum,
aunque en la fecha del cerco de Masada sus componentes ya no lo fueran probablemente. En total cercaban a Masada unos 8.000 ó 9.000 hombres. El campamento menor
mide 190 m. de perímetro. Estos campamentos fueron estudiados por A. Schulten en
1933, ya que en todo el Imperio Romano no existe un conjunto de obras militares tan
bien conservado y tan completo. Los campamentos son perfectamente visibles desde
Masada y están por excavar. El lado oriental de la fortaleza quedó libre de campamentos, pero aquí se levantaron las torres de vigilancia; la onceava se encuentra emplazada
a la espalda de los campamentos.
El ejército romano, según .puntualiza Josefo, se vio obligado no sólo a traer de muy
lejos los víveres, sino incluso el agua, a costa de grandes fatigas. El aprovisionamiento
fue el primer problema que solucionó el general romano. La población más cercana de
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Masada era Hebrón, donde probablemente había establecido el general romano el almacén de subsistencia. De agua podía abastecerse en Engadi. Ambas poblaciones estaban
muy lejos, por lo que fue necesario construir calzadas hasta ambas ciudades y una tercera hacia el Mar Muerto, por donde llegaban los materiales de construcción. De estas
calzadas se conservan tramos bien visibles y son los únicos de todo el desierto de Judea
que han llegado a nosotros.
Acceso a Masada.
Hoy día, el acceso a Masada no plantea ningún problema, pues se sube por un teleférico. Antes de su construcción, a pie, se tardaba una hora aproximadamente, por un
camino que faldeaba la roca. Josefo nos dice que para subir a la cumbre había dos caminos. El primero arrancaba del Mar Muerto, que distaba 4 km, e iba por el lado del
Oriente. El acceso por el segundo era más fácil y estaba situado a poniente. Al primero,
Josefo le llama Serpiente, "por su estrechez y sus continuas vueltas; serpentea, en
efecto, bordeando las prominencias de los precipicios y muchas veces vuelve atrás,
alargándose con esto un poco, y así hace fatigoso el avanzar. Quien lo tome debe caminar con muchísimo cuidado, pues el peligro de muerte es inmediato, porque por ambos
lados se abren abajo unos precipicios tan profundos como para llenar de espanto a cualquier hombre animoso". La longitud de este sendero es de 5,5 km. Es impresionante el
contemplar los barrancos desde la plataforma de Masada y más aún lo sería desde el
camino de subida. De esta camino no quedan huellas visibles en la actualidad.
El segundo camino está tapado por el terraplén romano y sólo es visible en un corto
trecho de la parte superior. Junto a él pasamos, al visitar el palacio de Herodes. Está tallado en la roca y da escalofríos el pensar que hubiera que subir por él, pues, además de
ser muy estrecho, no hay posibilidad de sujetarse apoyándose en los lados.
La Meseta.
La plataforma está rodeada de una muralla, bien conservada en la actualidad, sobre
todo por el lado oriental, levantado por Herodes; mide 1.300 m. de longitud, siendo su
anchura de 4 m. en algunos puntos y de 6 m. en otros. La muralla estaba coronada por
37 torres, bien localizadas en la actualidad, de 15 m. de altura cada una, desde las que se
pasa a los edificios construidos en el interior, vecinos a la muralla.
El palacio de Herodes.
Josefo escribe que "Herodes construyó también allí un palacio en la subida occidental, más abajo de la murallas, de la cima y mirando hacia el septentrión; el muro del
palacio era muy alto y sólido y tenia cuatro torres en los ángulos de 18 m. de altura. La
disposición de las habitaciones interiores, así como la de los pórticos y los baños, era
muy variada y suntuosa; columnas monolíticas servían de sostén en todas partes; las
paredes y los suelos de las habitaciones estaban revestidos con piedras multicolores". El
descenso al palacio hoy día está facilitado por un camino moderno con barandilla, pero
en la antigüedad debía ser peligroso, ya que era estrecho y muy empinado. El palacio se
encuentra repartido entre tres plataformas superpuestas. En el inferior la parte más lujosa es la sala decorada con paneles de pintura de estilo pompeyano, entre columnas
coronadas por finos capiteles corintios. Las tonalidades de estos paneles son el rojo, el
amarillo claro y las imitaciones de mármoles veteados. El visitante se queda estupefacto
al encontrarse estas pinturas en el desierto de Judea, que podían perfectamente haber
aparecido en Pompeya y que no desmerecen su comparación en nada con la pintura romana del cambio de Era. Demuestran el profundo grado de romanización alcanzado en
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los gustos de Herodes y de su corte y el lujo en que vivía ésta. Pinturas semejantes aparecen en otros edificios de época de Herodes, en Palestina, como en Samaría, Cesárea,
Jericó y a la citada tumba-fortaleza de Herodes, el Herodión, también situada en el desierto de Judea, y no lejos de Masada. Los capiteles estaban también pintados. Uno de
ellos lo estaba de color de oro. En esta terraza hay unos suntuosos baños, tan necesarios
en el desierto. Este lujo escandaloso contrasta con la pobreza de los elementos recogidos
de los días del cerco; como huesos de olivas, granos y granadas. En la parte del palacio
dedicada al baño se descubrió el esqueleto de un celota y armas de diferentes tamaños. Un
segundo esqueleto era de una joven, junto a ella se encontraban, bien conservadas, unas
sandalias de cuero y unas trenzas del cabello. El tercer esqueleto pertenecía a un niño.
La parte del palacio de la segunda terraza estaba consagrada al esparcimiento. Debía ir decorada, probablemente, con estatuas, de las que se conservan los nichos, pintada
y era de planta circular.
En la terraza superior se encontraba la vivienda propiamente dicha, compuesta de
cuatro habitaciones entre varios corredores, con un pórtico semicircular, con magníficas
vistas hacia Ein-Gedi por el lado Norte, y hacia los montes de Moab al otro lado del
Mar Muerto, por el Este. Las paredes, como en la terraza media, son dobles. Este área
fue habitada posteriormente por los monjes en el siglo V, que añadieron al edificio original algunas habitaciones. El pavimento está decorado con mosaicos bellos por su sencillez, de estilo romano, al igual que las pinturas, como uno en blanco y negro, con el
tema decorativo de hexágonos, motivo bien documentado en la propia Roma por estos
años del cambio de Era. Este mosaico es uno de los más antiguos hallados en Israel. Las
paredes de la zona residencial del palacio herodiano iban también decoradas con pinturas, que han llegado en desastroso estado de conservación. De ellas sólo quedan pocos
fragmentos, que permiten hacerse una idea de! conjunto.
Las termas.
Masada tenía una casa de baño de estilo romano o termas que ha llegado a nosotros
en relativo buen estado de conservación, que puede visitar hoy el turista. Bien conservado está el caldario, o baño de agua caliente, con 200 pilares. La puerta de la izquierda
conduce al tepidario, o baño de agua templada. El caldario tenia un gran nicho semicircular en uno de sus lados, por donde penetraba el agua del exterior a gran presión. En el
lado opuesto se encuentra situada una cisterna de forma rectangular, usada para bañarse
en agua caliente. Estas termas son gemelas a las conocidas de Pompeya, de Herculano y
a otras casas de baños hallados en Israel, como en Herodión y Jericó. Las paredes del
tepidario estaban decoradas con frescos de tonalidades blancas y negras, gemelas a las
descubiertas en la parte del palacio herodiano de la terraza inferior. De la habitación del
tepidario pasa el visitante al cuarto de baño de agua fría o frigidarium y de aquí al apodyterium o habitación dedicada a desvestirse los bañistas. Las paredes del apodyterium
estaban pintadas con diseños de combinaciones geométricas y florales. El pavimento era
un mosaico en blanco y negro de motivos triangulares.
Las termas sufrieron varios cambios importantes en su estructura primitiva, a lo
largo de los años, bien debido a obra de los celotes, bien a la guarnición romana, que
estuvo aquí acuartelada durante varios decenios, después de la caída de la fortaleza, el
año 73.
Estos añadidos son particularmente reconocibles en el apodyterium; así en la esquina noroeste se construyó un pequeño depósito rectangular con un banquillo, que tapaba parte de las pinturas originales que decoraban las paredes.
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La gran sala de las termas va hermoseada con un pavimento de mosaico, que repite
el mismo motivo de hexágonos de la terraza inferior; prueba evidente, como afirma Yadin, de que el palacio y las termas son de la misma época y son obras de los mismos
artistas, que nosotros creemos que debieron ser romanos, y que formaban una unidad
con el palacio.
Almacenes.
Un palacio fortaleza, asentado en pleno desierto de Judea, tenía que disponer de
grandes almacenes, descritos por Josefo: "uno se admiraría, escribe el historiador judío,
aún más de la opulencia y duración de las provisiones almacenadas. Porque estaba depositado mucho trigo, suficiente para alimentarse mucho tiempo; había también gran
cantidad de vino y aceite, como igualmente se había almacenado toda clase de legumbres secas y de dátiles. Cuando Eleazar con los sicarios se apoderó a traición de la fortaleza, encontró todos estos alimentos en el mejor estado de conservación y no de peor
calidad que los depositados últimamente, aunque desde que se proveyó la fortaleza
hasta su conquista por los romanos, el tiempo transcurrido era casi de cien años (en
realidad desde el año 34 a 33 a.C. hasta el 73 d.C.); los romanos encontraron que no
estaban estropeados los frutos que quedaban. No anda errado quien atribuye la causa de
la conservación al aire, que debido a la altura es puro, sin mezcla de lodo o tierra.
Se encontró también una gran cantidad de armas de todo tipo, reunidas y guardadas
por el rey, y suficientes para armar a 10.000 hombres, como igualmente hierro en bruto,
bronce y plomo, y esto porque los preparativos obedecían a graves causas. Se dice que
Herodes había dispuesto para sí esta fortaleza, como lugar de refugio, temiendo un doble peligro, uno procedente de la población judía, que intentase deponerlo y restaurar en
el trono a los reyes anteriores, y el otro, aún más grave, de parte de Cleopatra, reina de
Egipto".
Estos almacenes están perfectamente reconstruidos hoy. Forman un gran edificio
rectangular, dividido por un corredor en dos grupos de habitaciones alargadas contiguas,
siendo la longitud de las de un lado mayor que las del otro. Se encuentran situados al este
de las termas y aparecieron en casi total estado de destrucción por obra de los celotas.
Algunos almacenes contenían material arqueológico importante para reconstruir la
vida de la ciudad en los últimos días del cerco, como ánforas y jarras, que fueron destruidas intencionadamente para que no pudieran caer en manos de los romanos. Cada
almacén guardaba un diferente tipo de recipientes; así hay habitaciones sólo con jarras
de aceite; otras tienen ánforas de vino etc. Muchos de estos recipientes datan del periodo herodiano, pero fueron reutilizados por los defensores. Algunos llevan pintados
los nombres de sus dueños: Schmudben Ezra, Shimeon ben Yoezen, etc. Otras jarras
están marcadas con la letra hebrea T, que es una abreviación de la palabra judía Truma,
con significación de "obligación sacerdotal", lo que sería una prueba, según Yadin, de que
en la defensa participaron no sólo celotas, sino otras gentes cumplidoras de su religión.
En estos almacenes hay señales claras de fuego, lo que confirma la narración de Josefo sobre los últimos días de la ciudad, que fue incendiada. También hallaron los excavadores cerca de un ciento de monedas judías, acuñadas en los primeros momentos de la
revuelta.
Masada ha proporcionado gran cantidad de moneda judía, recogida en otros edificios, como en los almacenes, en las termas, en los baños rituales, llamados mikve, y en
los barracones. Igualmente en las almacenes han aparecido metales y armas, citados por
Josefo, y concretamente puntas de flechas.
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El palacio de Herodes, las termas y los almacenes formaban un conjunto monumental, al que se entraba por una puerta, adosada a la muralla, puerta que ha sido descubierta y que se encontraba entre ésta y un gran edificio rectangular, vecino de los almacenes, con puerta, dedicado a la administración. Tenia un patio rectangular en el
centro. Junto a esta puerta de entrada y en dirección del palacio había abierta en la muralla una segunda puerta, por la que se salía para recoger agua de las fuentes, que manaban en la falda de la fortaleza, junto al terraplén levantado por los romanos.
El cuartel.
A la espalda de los almacenes se asienta un edificio rectangular con patio central y
habitaciones divididas, varias de ellas por un tabique interior, que es probablemente el
cuartel de la guarnición romana. En el patio y en dos de sus lados, los celotas añadieron
algunas edificaciones. Aquí vivieron seguramente, durante el cerco, los cabecillas celotas. En este edificio aparecieron numerosos vasos de alabastro y de cosméticos. También se hallaron 38 shekels y medios shekels de monedas de plata, acuñadas en el año 4
de la revuelta judía y que debido a su excelente estado de conservación no circularon.
La iglesia bizantina.
Cerca del ángulo sur del cuartel se asienta la iglesia bizantina, relativamente bien
conservada, que consta de una sala rectangular y de un ábside circular, con sus correspondientes ventanas. La capilla fue levantada en el siglo V, cuando los monjes cristianos se asentaron en. Masada, como lo prueba la fecha del mosaico, que decoraba el
suelo y que pudimos examinar detenidamente. El motivo decorativo está formado por
16 medallones con diseños vegetales, de frutos naturales y de figuras geométricas, separados por cables de trenzas. Es interesante en este edificio el sistema de construcción de
los muros, con piedras pequeñas incrustradas en la argamasa, lo que da una gran originalidad a las paredes.
Los monjes vivían en Masada en celdas y en cuevas, en cuyas paredes han aparecido varias cruces pintadas, que ocuparon hasta la llegada de los persas o de la conquista
musulmana en el siglo VII, cuando Masada fue abandonada definitivamente.
El palacio del lado oeste.
Este palacio impresiona al visitante por su reconstrucción, muy bien lograda, y por
su tamaño, pues ocupa 36.000 pies. Consta de tres grandes edificios: uno, con patio
central y habitaciones rectangulares, estaba dedicado al servicio; el segundo, que ocupa
el centro del conjunto, es la parte noble y tiene el salón del trono; junto a él se conserva
aún in situ un bello mosaico en color con tema geométrico en el interior. El resto del
palacio son almacenes alargados y oficinas de la administración. Este palacio no está
citado en Josefo, pero es de época de Herodes, como lo indica el mosaico con paralelos
en Delos.
La sinagoga.
En el ángulo noroeste, que forma la muralla, se encontraba situada la sinagoga o
lugar de reunión religiosa. Es un edificio rectangular con cinco pilares en el centro y
escalonado en las paredes para servir de asiento a los asistentes. En el interior recogieron los excavadores material de cierta importancia para reconstruir ¡a vida de la ciudad,
como ostraca (conchas) con nombres propios, lámparas, rollos de libros sagrados, concretamente parte del libro de Ezequiel y del Deuteromio, de otros libros y de apócrifos
del Antiguo Testamento, y jarras del período herodiano. Algunas proceden de Italia y
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demuestran que el rey Herodes recibía vino de Italia. La importancia de esta sinagoga es
grande, por ser la más antigua de Palestina; las restantes descubiertas son ya de finales
del s. II. o de comienzos del siguiente.
Últimos días de Masada.
Josefo nos ha dejado una descripción de la toma de Masada por los romanos.
Aprovechando un promontorio de 90 m más bajo que Masada, en el lado oeste, se levantó un terraplén, hoy día perfectamente visible, de 60 m de altura. Sobre él se construyó una plataforma para que pudieran actuar las máquinas de asedio, según la táctica
seguida por los emperadores Vespasiano y por su hijo Tito. En esta plataforma actuaba
una torre forrada de hierro, para que no pudiera ser incendiada por los sitiados, de 18 m.
de altura. Desde ella disparaban los asaltantes las catapultas y ballestas y así los sitiados
no podían defender la muralla. La muralla era golpeada continuamente por un ariete,
hasta que se cuarteó, lo que obligó a los sitiados a levantar una segunda muralla, que fue
incendiada, pues, para resistir las embestidas del ariete, se construyó de madera. Poco
faltó para que el fuego se volviera contra los romanos, al cambiarse la dirección del aire.
Josefo pone en boca de Eleazar un discurso en el que se demuestra que la religión estaba
en la base de la revuelta: "Hace tiempo que decidimos no servir a los romanos, ni a otro
alguno, sino a Dios, pues solamente El es el verdadero y justo señor de los hombres...
creo que Dios es quien nos ha concedido esta gracia de poder morir con nobleza y libertad". Se eligieron a diez personas, que asesinaron a todos, varones, mujeres y niños y
finalmente ellos también se suicidaron. Josefo puntualiza que sólo quedaron con vida
dos mujeres y cinco niños, que se habían ocultado en las minas que traían el agua. El
número de victimas voluntarias, según testimonio de Josefo, fue de 960. Antes del suicidio colectivo se incendiaron el palacio y otros edificios. Ello sucedió a comienzos de
abril del año 73.
Masada pereció con una defensa y suicidio en masa, como Sagunto en el año 219
antes del asalto de Anibal; Astapa, en la Bética, ante los romanos a comienzos de la
Segunda Guerra Púnica; Numancia, ante Escipión o Calagurris, en el 72 a.C.; en esta
última se llegó a comer carne humana para resistir los sitiados más tiempo fieles a la
memoria de Sertorio.
BIBLIOGRAFÍA
Boree, W., Masada nach der Eroberung durch die Römer, Journal of the Palestine Oriental
Society 13, 1933.
Richmond, I.A. The Roman Siege Works of Masada, Israel, Journal of Roman Studies 52, 1962.
Schulten, A. Masada, Die Burg des Herodes und die römischen Lager, Zeitschrift des deutschen
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Yadin, Y. Masada, Herods Fortress and the Zealots last Stand, London, 1979.
Yadin, Y. The Ben-Sira Scroll from Masada, Jerusalem, 1965.
Josefo, F. La Guerra judaica, Barcelona, 1960, VII, 275-407.
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