III. El Gijón de Jovellanos - Instituto Feijoo del siglo XVIII

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El Gijón de Jovellanos: la villa, el escenario
Ramón Alvargonzález Rodríguez. Universidad de Oviedo
La segunda mitad del Siglo de las Luces está presidida en Gijón por la figura de
Jovellanos, a quien se deben las mejoras y embellecimientos urbanos, la creación
del Real Instituto Asturiano, y el impulso de las infraestructuras de comunicaciones, la carretera de Castilla y el puerto, fundamento de la futura pujanza económica de la ciudad.
Un arrabal manufacturero y comercial al pie de un puerto renovado
Por lo que se refiere al puerto, a mediados del siglo XVIII su capacidad era ya
insuficiente para encarar el crecimiento del tráfico y la procura de atraque a unas
embarcaciones de arqueos cada vez mayores. Por si esto fuera poco, presentaba un
creciente deterioro como consecuencia de las frecuentes galernas que lo azotaban.
Las acontecidas en el invierno de 1749 habían hecho especial mella en el viejo cay.
Las gestiones del ilustrado gijonés consiguieron, tras varios intentos fallidos, que
en 1790 finalizasen las obras de los diques de abrigo proyectados años antes por
los ingenieros de Marina.
Aún con sus instalaciones en deficiente estado, los muelles hubieron de hacer
frente a la creciente actividad mercantil desencadenada por las medidas liberalizadoras del comercio colonial, adoptadas a lo largo del siglo XVIII para dinamizar la economía del país. Esas disposiciones fueron aplicadas primero a las
Antillas (1765), y a partir de 1778 se extendieron al resto de los dominios americanos. El volumen de ingresos obtenidos revistió niveles modestos (1,2 millones
de reales en 1778) si se comparan con los obtenidos ese mismo año en otros puertos norteños dotados de consulados del mar, como los de Santander y La Coruña,
con 16,4 y 10 millones de reales respectivamente. Las principales mercancías
exportadas desde el puerto gijonés eran carbón y frutos del país, en tanto que los
productos desembarcados incluían bienes de consumo de diversa procedencia.
Algunas de las naciones con las que se mantenían estrechas relaciones marítimomercantiles contaban con viceconsulados en la villa; es el caso de Francia, que lo
abrió en 1704, e Inglaterra, que lo hizo en 1751.
El desarrollo del comercio a consecuencia de las mejoras de las comunicaciones del puerto y de la apertura de la carretera de Castilla, había hecho de Gijón
sede de un artesanado numeroso que elaboraba artículos exportados a Ultramar
[pág. 88]
Maqueta del puerto y villa de
Gijón a finales del siglo XVIII
2003
Autoridad Portuaria de Gijón
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y a los puertos de Inglaterra y Francia, amén de satisfacer las necesidades del propio país. Ya en 1752, el Catastro de Ensenada arrojaba en Gijón un sector secundario de 558 personas, con gremios tan numerosos como el de tejedores, con 129
integrantes, y otros tan significativos de la existencia de una actividad manufacturera como los de azabacheros (33 miembros), sastres (63), latoneros (2), plateros (5), doradores (2) e hilanderas (19 agremiadas). Este artesanado, concentrado
en la villa, debió incrementar sus efectivos, pues en 1794 González de Posada afirmaba que había en Gijón «fábrica de loza fina, de sombreros, de medias, de curtidos, de cerveza, de diges de azabache y de botones de uña».
Estos establecimientos estaban agrupados en el apéndice urbano localizado
junto al puerto en los planos de la villa de finales del XVIII y comienzos del XIX.
Así, en el Plano de la Concha de Gijón (1789), de Tofiño de San Miguel, y en el
Plano del puerto y Villa de Gixón en Asturias (1812), de Ramón Lope, está diferenciado un núcleo de caserío, al pie de la dársena, defendido de los embates del mar
por el paredón de Natahoyo, que entonces ocupaba una posición más interior
respecto a la línea de muelles actual en esa zona; línea adelantada en los años
setenta del siglo XIX por iniciativa de la Sociedad de Fomento, entidad promotora de los muelles de su nombre que, al construirlos, ganó terreno al mar.
La misma localización de este espacio, acotado en la actualidad entre las calles
Marqués de San Esteban, Comercio, Álvarez Garaya, plaza del Carmen y Corrida,
a pie de puerto en un lugar apto para recibir y expedir las mercancías por vía
marítima sin necesidad de desplazamientos inútiles; y la elocuencia del callejero
decimonónico en la zona, con nombres como Comercio, Almacenes, Horno, Rastro y Rueda, son muestra bien patente de la especialización funcional con que
nació este ámbito urbano, del que Somoza dice que «era centro industrial y
manufacturero en el último tercio del siglo XVIII».
Pero, a mayor abundamiento, la documentación municipal ofrece testimonios
inequívocos de la época y contenido con que surgió el actual barrio del Carmen.
En 1792, un vecino de Gijón y otro de Oviedo solicitan permiso al Ayuntamiento
para establecer sendos almacenes junto al matadero del concejo, situado en la
Rueda; en 1798, otro vecino de la villa pone en conocimiento de la corporación
municipal «tener determinado llevar a perfección la obra principiada en la fábrica
de loza a la ynglesa establecida en el arrabal de la Rueda, calle que va a Natahoyo»
y a partir de 1788, y hasta finales de siglo, son relativamente frecuentes las solicitudes de terrenos de propios en La Rueda para edificar. Por otra parte, el mismo
Jovellanos calificó en 1795 el arrabal de «barrio nuevo», y la vía que salía de su
extremo occidental hacia el paseo de las Viudas se llamaba de Villanueva. Esta arteria suburbana originaba poco después un núcleo de caserío conocido en el siglo
XIX con el nombre de «casas de Villanueva».
[pág. 90]
Ramón Lope
Plano del Puerto
y Villa de Gijón en Asturias
1812
Archivo General Militar. Madrid
En este plano se reflejan con
claridad los plantíos
jovellanistas del paseo de la
Estrella, el paseo de los Reyes,
el paseo de las Viudas y la
carretera de Castilla. Como se
aprecia en el plano, la carretera
de Castilla, que partía de la
plazuela del Infante —actual
Seis de Agosto— cerraba el
circuito de alamedas de forma
casi rectangular.
91
[Pág. 93]
Thomas O’Daly
Nuevo proyecto del Puerto de
Gijón. Mapa de la Rada y Barra
de Gixon
28 agosto 1754
Museo Naval. Madrid
Una tormenta destruyó la
dársena e inutilizó el puerto;
finalmente, se aprobó la
construcción de un nuevo
muelle, cuyas obras,
encargadas al ingeniero naval
irlandés Thomas O’Daly,
comenzaron en 1753 y se
dieron por concluidas, según
proyecto de Reguera, en 1789.
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La seca y saneamiento del Humedal. El plantío de árboles
Otro capítulo de la expansión de Gijón en el siglo XVIII es el del saneamiento de
las marismas del Humedal, una zona endorreica a poniente del cerro de Santa
Catalina, ocupada por una laguna esporádica que puede verse representada en el
Plano de Gijón del Atlas del Rey Planeta, de Texeira, fechado en 1634. Este proceso
sienta las bases de la formación de unas reservas de suelo urbano ocupadas en
parte en los años centrales del siglo XIX, y aleja de la villa un foco de insalubridad permanente que había tenido consecuencias negativas para la higiene pública
del municipio.
Aunque no se conoce el término inicial del proceso de desecación del Humedal, en 1782 el regidor decano del concejo afirmaba que «se había visto enjuta la
dilatada, profunda, pestífera laguna del Humedal contigua a esta villa». El saneamiento de la zona se hizo aterrándola con arenas extraídas de las inmediaciones
de la villa, con los materiales sacados de la limpieza de la dársena y, eventualmente, con los lastres de los buques que tocaban el puerto. El acarreo de estos
materiales se hacía en los carros del concejo, aplicándose una suerte de sextaferia
no redimible; simultáneamente se abrieron varias zanjas de desagüe al mar.
Así, en 1784, el Ayuntamiento elevaba un memorial al Contador general de
propios y arbitrios del Reino manifestando la utilidad que recibiría el público «de
entrarse a cultura el término de el Humedal de esta villa», y pidiendo autorización para arrendar por cuatrienios los terrenos divididos, para evitar que viniesen a parar en pocas o en una sola mano las suertes formadas, y obtener además
un mayor producto. El juez noble y portavoz del concejo reconocía que la renta
debía ser «proporcionada y suave por carecer el pueblo de jornaleros en cuya clase
caigan los repartimientos, por no haber otros que peones de obras cuya miseria
los aleja de sufrir los gastos previos, cultivo, aperos, cierros y lo más necesario
para entrarlo a cultivo, ni haber tampoco labradores efectivos». Por otra parte, el
concejo preveía formar 14 o 16 suertes de tres o cuatro días de bueyes cada una.
El resultado fue que la villa incrementó sus propios en una extensión considerable; parte la plantó de álamos, dando lugar al paseo público de la Estrella, tan
citado en los Diarios de Jovellanos, utilizado como campo de instrucción por las
tropas de la guarnición, y parte la cerró, formando lotes arrendados o aforados a
los vecinos del concejo.
El paseo de la Estrella, que abarcaba una superficie de planta triangular algo
mayor que la de la actual plaza del Humedal, obedece al modelo de vías radiales divulgado durante el reinado de Carlos III. Su centro era una plazoleta circular, o luneta, a la que confluían parte de las nuevas vías arboladas de acceso a
la villa. En ella desembocaba el paseo de los Reyes, abierto en 1798, el paseo de
las Viudas, y la hijuela del camino real de Castilla, que seguía el trazado de la
actual calle de Magnus Blikstadt. Desde la plazuela del Infante, al final de la calle
ancha de la Cruz, o Corrida, una alameda bordeaba la nueva carretera de Castilla, completando un circuito de vías arboladas de planta casi rectangular en las
afueras de la villa.
En 1787 debió culminarse la seca del Humedal, porque en dicho año, según
se desprende de un informe del alférez mayor del concejo, Francisco de Paula
Jovellanos, se planificó el paseo de la Estrella y se sortearon diez cierros entre los
vecinos de la villa de Gijón y de las parroquias de Tremañes y Ceares. En el pliego
de condiciones para la adjudicación de los lotes, la villa exigía de los futuros llevadores que debían echar cada año cien carros de arena sobre cada día de bueyes
de los de su suerte, hasta que el terreno tomase la elevación necesaria para derramar las aguas hacia las zanjas inmediatas, que en los cuatro primeros años debían
sembrar de maíz el terreno adjudicado, que debían entretener los árboles y cercas
de su respectivo cierro, y que no podrían edificar sin licencia del concejo. El 21 de
93
Segunda sede
del Real Instituto Asturiano
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
Jovellanos fijó el
emplazamiento del edificio del
Real Instituto Asturiano, cuya
construcción arrancó en 1797,
como centro ordenador de
referencia en la nueva trama
urbana; estaba flanqueado por
dos plazas, de las que sólo se
abrió la de su lado oriental.
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junio de 1788, se adjudicaron los diez cierros a ocho vecinos de la villa y a dos de
la parroquia de Ceares.
El Plan de Mejoras de Jovellanos
Aparte del crecimiento que la villa experimentó hacia poniente, a través de la seca
del Humedal, se inició también en esta época su primer desarrollo meridional. El
instrumento que canalizó esta expansión urbana fue un Plan de Mejoras presentado por Jovellanos a la corporación municipal en octubre de 1782, que ésta
aceptó nombrando para su ejecución comisarios con facultades para usar de los
fondos de la villa con destino a la ejecución de las medidas adoptadas.
Las líneas programáticas de la memoria jovellanista son, en líneas generales, las siguientes: reparación del paredón antiguo desde la peña de Santa Ana
a la capilla de los Valdés, y construcción de una tapia, prolongación del muro
de San Lorenzo que entonces llegaba hasta donde hoy está la Escalerona, que
viniera a enlazar con el Arco del Infante, en la Puerta de la Villa, pasando por
delante de la capilla de Begoña, para preservar a la villa «de los insultos de las
arenas y del mar».
Pero lo que confiere especial sustantividad al Plan de Mejoras es la propuesta
de un auténtico plan de ensanche. Para librar a la villa de las arenas que quedaban en el interior de la cerca, y en previsión de un crecimiento de población, proponía el establecimiento de una red viaria de trazado cuasiradial, es decir un
conjunto de calles trazadas a cordel desde las estribaciones del cerro de Santa
Catalina hasta el borde del recinto acotado por la tapia citada, cortadas por otras
«que corriesen de Oriente a Poniente en debidas distancias». En el centro de la
trama resultante, una plaza sería el nuevo centro de la entidad urbana.
El dibujo parcelario resultante sería el resultado de subdividir las manzanas
rectangulares alargadas que hoy todavía definen el centro de Gijón. La adjudicación de las parcelas correría a cargo del concejo, que procedería a dividir los terrenos en suertes y adjudicarlos a los solicitantes bajo un canon moderado a favor
de los propios de la villa, con la condición de que cada adjudicatario cerrase con
cerca de piedra seca su lote, con facultad de dedicarlo a huerta, prado o edificio,
siempre que se guarden «la forma y orden de las líneas, que deberían tirarse y
estacarse antes del repartimiento». Por otra parte, y en razón de la diferente calidad de las suertes, se establecía un sistema de exenciones fiscales a favor de los de
peor calidad o situación. Nos encontramos, pues, ante una propuesta de formación de suelo urbano, lo que convierte este Plan en un antecedente directo de los
planes de ensanche decimonónicos.
En otro orden de cosas, se proponía también una limpieza de la dársena, y su
mejora, y una profusa campaña de plantío de árboles, pinos en el arenal para fijar
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el suelo, y álamos en las nuevas calles y en las vías de acceso a la ciudad, así como
en las plazas y plazoletas existentes. Y ello, porque, en palabras de Jovellanos,
Los árboles no sólo contribuyen a la hermosura, sino también a la riqueza
de los pueblos que hacen abundar en ellos la leña y madera de construcción, que los libran de las inclemencias del sol y de los vientos, que purifican, templan y refrescan los aires destemplados del invierno y verano; y
finalmente que dan una idea a quien los ve del orden y la buena policía
que reinan en los pueblos donde abundan
Un examen detenido de los Diarios confirma que el mismo Jovellanos financió
la plantación de gran cantidad de álamos en la trama viaria del nuevo «ensanche», así
como en el arenal de san Lorenzo, en la luneta del Infante, actual plaza del 6 de
Agosto, en el Humedal y en los lugares de Ceares y Contrueces. Por su importancia,
y lo exótico de algunas de las especies, cabe reseñar la compra que hizo de 500 árboles a los jardines de Aranjuez; incluía tal adquisición chopos de Lombardía y Carolina, plátanos de Louisiana, sauces de Babilonia, mundos o árboles de nieve, abedules,
paleras y pinos, con los que pobló extensas zonas del arenal de San Lorenzo. Pero la
especie ornamental más utilizada por Jovellanos fue el álamo blanco «porque es un
árbol que se pone en vara y sirve al mismo tiempo de vivero».
La funcionalidad del modelo jovellanista quedó puesta de manifiesto en los
años siguientes. En el mismo año de la formulación del Plan de Mejoras se trasladó la Puerta del Infante desde su primitivo emplazamiento, en el arenal de la
Trinidad, a la salida de la villa, al final de la calle ancha de la Cruz. En 1784, la villa
destina arbitrios para la construcción de la cerca desde el extremo del paredón de
San Lorenzo a la Puerta de la Villa; en 1790, con motivo de una petición de
terreno público junto al paredón de San Lorenzo, el concejo responde que
en aquel paraje, y otros públicos y comunes de esta Villa, se están trazando calles y plazuelas para su mejor adorno, de cuyo plano se dará
parte... para después hacer la competente distribución de el demás
terreno a fin de levantar edificios, cerrar huertas y otros útiles al público.
En 1794 comienzan las peticiones de terrenos en la nueva zona urbana, y en
1797 se inicia la construcción del edificio del Real Instituto Asturiano, y de las plazas proyectadas en el Plan de Mejoras contiguas a él, elementos que actuaron
como centros ordenadores de referencia en el reciente entramado urbano, pues
en tal punto terminaba la calle homónima, y de allí partían tres calles que finalizaban en la alameda de Begoña.
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La actividad del Real Instituto Asturiano había comenzado, en 1794, en un
edificio familiar contiguo a la casona solariega de Cimadevilla, pero la favorable
acogida despertada por el centro aconsejó construir un edificio de nueva planta
en el proyectado «ensanche» de la villa. Sus planos fueron encargados al arquitecto Juan de Villanueva, con la intención, en palabras de Jovellanos, «de que no
sea ni demasiado grande, ni muy magnífico, pero sí un edificio noble y bello y
además cómodo y conveniente a los objetos que debe alojar». Colocada la primera piedra en noviembre de 1797, dos años después las obras sufrieron un
parón, coincidiendo con el apartamiento de Jovellanos del poder, de suerte que el
nuevo edificio no quedó finalizado sino en 1807, con una huerta anexa que llegaba hasta el alto de Begoña.
Otro exponente expresivo de la importancia alcanzada por la nueva villa lo
constituyen las Ordenanzas de Policía Urbana formadas por el Ayuntamiento en
1809. En los primeros años del siglo XIX, la ciudad evolucionó bajo los criterios
del Plan de Mejoras. El plano de la villa levantado en 1836 por los profesores del
Instituto Asturiano Alonso Rendueles y Sandalio Junquera refleja como límite del
perímetro urbano el de la cerca que defendía la villa de la invasión de las arenas
en los años anteriores: una línea identificable con las actuales calles de la Libertad, plaza del 6 de Agosto, calle de Pelayo, paseo de Begoña, calles Covadonga,
Menéndez Valdés, Cabrales y San Agustín.
En 1826, según el abate Miñano, las calles principales de la villa eran las de
San Bernardo y Corrida, y una gran parte de su caserío era de dos plantas. Por
otra parte, según el mismo autor, el moderado precio de los alquileres atraía a un
número apreciable de habitantes de las aldeas del concejo, que venían a establecerse en la población movidos por su actividad comercial.
bibliografía
VV. AA., Gijón, puerto ilustrado, Barcelona, Lunwerg, 2003.
ALVARGONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Ramón, Gijón: industrialización y crecimiento urbano, Salinas, Ayalga, 1977.
GARCÍA PRADO, Justiniano, «La descripción de Gijón para el mapa de Tomás López», Boletín del
Instituto de Estudios Asturianos, núm 7, Oviedo, 1949, págs. 93-102.
GUZMÁN SANCHO, Agustín y SANCHO FLÓREZ, J. G., El Instituto de Jovellanos, Gijón, Real Instituto
Jovellanos, 1994.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios, ed. de Julio Somoza, 3 vols., Oviedo, Instituto de
Estudios Asturianos, 1953-1956.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Gijón. Apuntamientos para el Diccionario Geográfico-Histórico de
Asturias (1804), ed. de J. González Santos y J. López Álvarez, Gijón, Museo Casa Natal de
Jovellanos, 2001.
SENDÍN GARCÍA, M. A., Las transformaciones en el paisaje urbano de Gijón (1834-1939), Oviedo,
Instituto de Estudios Asturianos, 1994.
97
Mariano Ramón Sánchez
Vista de San Lorenzo
y Campo Valdés de Gijón
Hacia 1793
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón
Esta vista fue regalada por
Sánchez a Jovellanos, en cuya
casa familiar figura inventariada
en 1826. El cuadro hacía
pareja con una Campiña de los
alrededores de Gijón no
conservada.
98
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Mariano Ramón Sánchez
Dársena de Gijón
Hacia 1793
Patrimonio Nacional
Este pintor y topógrafo realizó más
de cien vistas de puertos españoles
por encargo de Carlos III. Entre
ellas, ésta de Gijón tomada desde
el muelle de tierra, en que se
observa la dársena y la Plaza de la
Barquera, hoy conocida como Plaza
del Marqués.
100
Francisco Leal
Plano de Gijón y Rada de Torres
1752
Museo Naval. Madrid
101
Thomas O’Daly
Plano del proyecto de reparo
de los muelles de la villa de Gijón
1753
Archivo General Militar de Madrid
102
Andrés de la Cuesta
Plano del Puerto de Gijón
1776
Museo Naval. Madrid
103
[1]
Miguel de la Puente
Plano de la ensenada de Gijón,
situado por observación el cabo
de Torres
Museo Naval. Madrid
104
[2]
Vicente Tofiño de San Miguel
Plano de la concha de Gijón
levantado por el brigadier
de la Real Armada
1787
Museo Naval. Madrid
El artesanado estaba agrupado
en el apéndice urbano
localizado junto al puerto;
en el plano se advierte este
núcleo de caserío, al pie de la
dársena.
[3]
Diorama del puerto de Gijón
2005
Autoridad Portuaria de Gijón
Representa la ciudad en
octubre 1808, al comienzo de
la Guerra de la Independencia.
105
José de Castellar
Plano de Gijón y proyecto de
fortificación
1835
Ministerio de Defensa. Archivo
Cartográfico y de Estudios
Geográficos del Centro
Geográfico del Ejército
107
[1]
Manuel Reguera
Puerta de la Villa o Arco de
don Pelayo, Gijón 1782
Grabado de La Ilustración
Gallega y Asturiana, I, nº. 16
10 de junio de 1879
Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII
La puerta del Infante se
trasladó desde un primitivo
emplazamiento en el arenal de
la Trinidad a la nueva salida
de la villa, en el arranque de
la carretera de Castilla,
alcanzando en dirección
sudeste el trayecto de las
calles Moros y Corrida. En un
ángulo se enterraron varias
monedas, una guía de
forasteros, el Mercurio del mes
de julio, las Gacetas de la
semana, la Historia de Gijón
de Gregorio Menéndez y un
acta testimonial. Fue derruida
en 1886.
108
[2]
Luis Paret (dibujo)
y Blas Ametller (grabado)
Escudo y empresa del Real
Instituto Asturiano de Gijón
1794
Biblioteca Nacional de España
En su divisa: Quid verum, quid
utile (a la verdad y la utilidad
pública). El galeón, la brújula,
el globo terráqueo y los
matraces ilustran las disciplinas
impartidas en el Instituto.
[3]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Noticia del Real Instituto
Asturiano
1795, Oviedo: Francisco Díaz
Pedregal
Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII. Oviedo
Dice Jovellanos al comienzo de
esta Noticia de su obra más
querida: «¿Qué sería de una
nación que, en vez de
geómetras, astrónomos,
arquitectos y mineralogistas, no
tuviese sino teólogos y
jurisconsultos?» Con vistas a la
captación de fondos para la
construcción de la nueva sede
del Instituto, Jovellanos envía
ejemplares de la Noticia a
Cuba, Venezuela y Puerto Rico.
109
[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Representación al Ayuntamiento sobre las ideas que propone para aumentar la población,
la industria y el comercio de la villa (Plan de mejoras de Jovellanos)
4 de octubre de 1782
Archivo Municipal de Gijón
El Plan fue el instrumento que canalizó el crecimiento de la villa en dirección meridional.
Decía en él Jovellanos: «Cuando un país cualquiera piensa en su mejoramiento, exigen la
razón y el buen orden que antes trate de remover los estorbos que se oponen a él, que de
promover los medios que puedan asegurarlo. Nuestra villa, conducida por esta sabia
máxima, trató primero de separar los inconvenientes que se oponían a la franqueza y
seguridad del puerto y después de librar la parte oriental de la población de las ruinas
que frecuentemente causaban las arenas traídas por el Nordeste».
110
[2]
Primera sede del Real Instituto
Asturiano, en la plazuela de
Jovellanos
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII
La Casa del Fornu fue cedida
como sede por el hermano de
Jovellanos, Francisco de Paula,
que sería su primer director.
[3]
Casa natal de Jovellanos
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
Enrique III donó a Laso García
de la Vega en 1397 las ruinas
del antiguo alcázar, como
premio por su apoyo frente al
infante rebelde y conde de
Gijón, Alfonso Henríquez. Su
nieto, Juan García de Jove, el
fundador, reconstruyó la torre
occidental en el siglo XV; su
hijo, Gregorio García de Jove, el
rey chico, levantó en el siglo
XVI la torre nueva y añadió el
cuerpo central propio de las
casonas palaciegas asturianas.
111
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