El retrato de Dorian Gray Oscar Wilde Club de Lectura y Cine “Leer en imágenes” Biblioteca Pública de Mérida “Jesús Delgado Valhondo” Marzo de 2011 www.bibliotecaspublicas.es/merida http://clubdelecturaycine-merida.blogspot.com/ El retrato de Dorian Gray Sobre Oscar Wilde Oscar Wilde (Dublín, 1854 - París, 1900) provenía de una familia relacionada con el ambiente literario. A los once años ingresa en la Portora School de Enniskillen, donde permanece durante seis años. Después estudiará en el Trinity College de Dublín y, a partir de 1874, en el Magdalen College de Oxford, donde gana el premio “Newdigate” en 1878 por su poema Ravena. En ese mismo año Wilde se traslada a Londres; en 1880 escribe su primer drama y en 1881 aparece su primer libro de poesía, Poemas. En 1884 se casa con Constance Mary Lloyd, con quien tendrá dos hijos. En seguida empiezan a circular los rumores sobre sus relaciones homosexuales con Robert Ross, que se harán públicas en 1889. En esta época Wilde trabaja en la revista Pall Mall Gazette y, después, como director de Woman´s World; mientras, aparecen sus primeros cuentos, publicados en diversas revistas. Es éste un período de gran actividad literaria para Wilde, durante el que escribirá la mayor parte de sus obras. En 1891 viaja a París, donde escribe su polémico drama Salomé, que será prohibido por la censura en Inglaterra. Wilde inicia sus relaciones con Lord Alfred Douglas y lleva una vida al borde del escándalo Esta situación irrita al marqués de Queensberry, padre de Douglas, que, en 1895, denuncia a Wilde por sodomía. El escritor es condenado a dos años de trabajos forzados. En 1897 sale de la prisión y marcha a Francia, donde intenta rehacer su carrera de escritor. A lo largo de sus últimos años Wilde lleva una vida bohemia, marcada por constantes problemas económicos. En 1900, de vuelta en París, Wilde es operado de una otitis que le llevará a la muerte el 30 de noviembre. En 1908 se publican sus Obras completas. Entre sus obras destacan El abanico de lady Windermere, Un marido ideal, La importancia de llamarse Ernesto, Salomé y El retrato de Dorian Gray. A la izquierda, retrato de Oscar Wilde, por TolouseLautrec. En su extensa carta a Lord Alfred Douglas, Epístola: In carcere et vinculis, Wilde dejó un testamento desolador: “La Sociedad, tal y como la hemos establecido, no tiene sitio para mí ni puede ofrecerme nada. Pero la Naturaleza, cuya suave lluvia cae por igual sobre justos y pecadores, tendrá oquedades en las rocas donde pueda esconderme y valles secretos en cuyo silencio pueda, finalmente, llorar tranquilo”. El retrato de Dorian Gray (original en inglés: The Picture of Dorian Gray) es una novela que escribió el autor irlandés Oscar Wilde, publicada en el Lippincott´s Monthly Magazine el 20 de junio de 1890. Posteriormente, Wilde revisaría la obra, haría varias modificaciones y agregaría nuevos capítulos. La versión modificada fue publicada por Ward, Lock, and Company en abril de 1891. Está considerada una de las últimas obras clásicas de la novela de terror gótica con una fuerte temática faustiana. El libro causó controversia cuando fue publicado por primera vez; sin embargo, es considerado en la actualidad como “uno de los clásicos modernos de la literatura occidental”. Comentarios sobre El retrato de Dorian Gray El retrato de Dorian Gray es una novela claramente esteticista. Lo es ya desde el prólogo, en el que Oscar Wilde enumera los principios de su poética. Éstos son algunos de ellos: “Un libro no es moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo”. “Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo”. “Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo”. “Existen los elegidos, para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza”. “Todo arte es completamente inútil”. La historia de Dorian Gray es la realización minuciosa de esta prédica (con un añadido moralista de última hora, incluido sólo para detener la avalancha de acusaciones puritanas). La escena que abre la historia es, ya, decadente: aromas pesados de rosas y lilas, divanes tapizados con telas persas, flores color miel, alusiones al arte japonés. Un pintor, Basilio Hallward, y un aristócrata, Lord Henry Wotton, conversan ingeniosamente sobre arte y belleza. Hay, en el estudio, un retrato casi terminado: el retrato de Dorian Gray, un joven cuya espléndida belleza ideal domina la mente del pintor y pica la curiosidad de Lord Henry. El pintor se cree retratado indirectamente en aquel cuadro, porque “todo retrato pintado con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo. El modelo es meramente el accidente, la ocasión”. Pero en seguida aparece el modelo, el mismo Dorian Gray, casi adolescente y no del todo consciente de su encanto. Lord Henry, mundano y convencido de que el hedonismo es la única verdad, se convierte en algo así como el “provocador” de Dorian Gray: le hace ver, en conversaciones que “aturden” y fascinan al muchacho, que sólo la belleza y la juventud tienen sentido. Terminado el retrato, Dorian Gray siente, ante él, celos: “Yo envejeceré —piensa— y la figura del retrato, en cambio, será siempre perfecta”. Pero no será así: es la figura del retrato la que mágicamente va acumulando los signos de la edad y la disipación: arrugas de desgaste y muecas de crueldad. Mientras, Dorian Gray sigue siendo inalterablemente joven y hermoso. Y todo, hasta lo más extraño de sí mismo, le provoca narcisismo y curiosidad: “Se enamoró cada vez más de su propia belleza, y se interesó cada vez más por la corrupción de su alma. Examinó con un cuidado minucioso, y a veces con monstruosas y terribles delicias, las líneas atroces que marchitaban aquella frente arrugada, o que se retorcían alrededor de la boca, gruesa y sensual, preguntándose en ocasiones cuáles eran más horribles, si las señales del pecado o las de la edad. Colocaba sus blancas manos junto a las manos bastas e hinchadas del retrato, y sonreía”. Cuando, al final, abrumado y hastiado, decide destrozar con un cuchillo la imagen horrenda, muere él mismo. La hermosura, entonces, vuelve al lienzo, y el espanto de las arrugas y la fealdad torna al cadáver. A la derecha, página manuscrita del cuarto capítulo de El retrato de Dorian Gray de O. Wilde. La novela tiene otros elementos clásicamente wildeanos. Por ejemplo, un continuo centellear de paradojas aforísticas en las conversaciones —a cargo, casi siempre, de Lord Henry Wotton— que funcionan como breves manifiestos esteticistas y neopaganistas: “La belleza, la verdadera belleza, acaba donde empieza la expresión intelectual. La intelectualidad es en sí misma un modo de exageración y destruye la armonía de cualquier faz”. “El cuerpo peca primero y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo de purificación”. “El único modo de desembarazarse de una tentación es ceder a ella”. “Sí —continuó Lord Henry—, ése es uno de los grandes secretos de la vida: curar el alma por medio de los sentidos y los sentidos por medio del alma”. Se nota aquí —y en mil otras frases dispersas en el texto— una peculiar unión de decadencia y paganismo, incluso en el leve moralismo de la escena final, del que Wilde echó mano, como queda dicho, para defenderse de las acusaciones de inmoralidad. Wilde hacía allí, según creyeron muchos, ostentación de sus vicios. Sin embargo, esa “mala fama” acrecentó la repercusión de la novela, e hizo que Wilde le agregare siete capítulos, hasta que alcanzó los veinte. Actor no en el sentido profesional (se paseaba por Piccadilly con un lirio o un girasol en la mano) sino en el más irreparable de una predisposición casi orgánica, Wilde trae a la memoria, de manera irresistible, sus fuentes y reminiscencias, con un estilo, suave y persuasivo, elaborado sobre los modelos franceses (Gautier, Flaubert). Wilde siguió también los pesos de Walter Pater (1839-1894), autor de Retratos imaginarios (una galería de exquisitos adolescentes meditativos cuyas vidas parecen marchitarse y extinguirse trágicamente como las flores de un invernadero), que enseñó a no sacrificar ningún aspecto de la experiencia y a no encerrarse en un sistema que impidiese le apasionada búsqueda de sensaciones. Walter Pater provocó en Inglaterra el movimiento esteticista, y Wilde lo llevó a las más exquisitas filigranas con El retrato de Dorian Gray. Pero, detrás de esta obra de Wilde, está también, por supuesto, Al revés, de J. K. Huysmans, la biblia del decadentismo. Éste es el libro que Lord Henry regala a Dorian Gray y que provoca su “envenenamiento” y su afán de perseguir los placeres de la vida al margen de cualquier condicionamiento moral. Se ha señalado, también, como antecedente de Dorian Gray, Mademoiselle de Maupin (1835), de Théophile Gautier, que fue quizá le primera novela de la corriente estético-decadente. Sin embargo, le obra de Wilde —aunque abunden en ella el spleen y la luz de artificio de los decorados de lujo y molicie— no se explica a partir de estos únicos componentes. El retrato de Dorian Gray es la más viva de las novelas de su género, una incitación al esplendor báquico del neopaganismo, y un perfecto autorretrato —ideal— de Oscar Wilde a través de los tres personajes principales que dan vida a la obra. Así lo interprete Luis Antonio de Villena. Según el poeta español, Basilio Hallward —el pintor— sería le encarnación de Oscar Wilde como artista puro, “entregado con ardor a su misión creadora, enamorado de la belleza —en arte— y pederasta platónico (es el descubridor de Dorian Gray) por amor a esa misma belleza”. Lord Henry Wotton, por su parte, representa al Wilde mundano: “El artista que trabaja con su propia vida. El dandy brillante y cínico en una sociedad elegante, y el pederasta real que se arriesga al placer mórbido de la doble vida”. Finalmente, Dorian Gray representaría el máximo deseo de Wilde: “Dorian es el muchacho hermoso de las ánforas griegas, el perfecto ideal del erómeno (con toques decadentes), el símbolo de todos los muchachos que Wilde tuvo y buscó en su vida. Imagen ideal e imposible. Joven lord arrogante y despótico (pero bello, sobre todo) al que Oscar Wilde hubiera deseado parecerse”. Portada de la primera edición de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. FICHA DE LA PELÍCULA EL RETRATO DE DORIAN GRAY (1945) TÍTULO ORIGINAL The Picture of Dorian Gray AÑO 1945 DURACIÓN 110 min. PAÍS EE.UU. DIRECTOR Albert Lewin GUION Albert Lewin, basada en la novela homónima de Oscar Wilde MÚSICA Herbert Stothart FOTOGRAFÍA Harry Stradling (B&W) REPARTO Hurd Hatfield, George Sanders, Donna Reed, Angela Lansbury, Peter Lawford, Lowell Gilmore, Richard Fraser y Morton Lowry. PRODUCTORA MGM PREMIOS 1945: Oscar: Mejor fotografía B&N. 3 nominaciones GÉNERO Drama. Thriller | Siglo XIX SINOPSIS Un atractivo joven aristócrata llamado Dorian Gray (Hurd Hutfield) permuta su alma por la juventud eterna, provocando con una invocación que sea el retrato realizado por su amigo Basil Hallward (Lowell Gilmore) el que sufra el proceso natural del envejecimiento. (FILMAFFINITY) CRÍTICAS Nota de los críticos de la web filmaffinity.com: 7,2 EL RETRATO DE DORIAN GRAY (2009) TÍTULO ORIGINAL Dorian Gray AÑO 2009 DURACIÓN 112 min. PAÍS Reino Unido DIRECTOR Oliver Parker, quien no se enfrentó, con esta obra, por primera vez a un texto de Oscar Wilde. Ya lo había hecho con anterioridad en Un marido ideal (An Ideal Husband, 1999) y La importancia de llamarse Ernesto (The Important of Being Earnest, 2002). GUION Toby Finlay, basada en la novela homónima de Oscar Wilde MÚSICA Charlie Mole FOTOGRAFÍA Roger Pratt REPARTO Ben Barnes, Colin Firth, Rebecca Hall, Rachel Hurd-Wood, Ben Chaplin, Emilia Fox, Caroline Goodall, Fiona Shaw, Maryam d'Abo, Douglas Henshall, Michael Culkin y Johnny Harris. PRODUCTORA Ealing Studios / Fragile Films GÉNERO Drama. Thriller | Siglo XIX SINOPSIS Dorian Gray (Ben Barnes) es un atractivo aristócrata que, habiendo heredado una mansión, regresa a su Londres natal tras pasar la adolescencia aislado en el campo. Abrumado por la vida nocturna londinense, Dorian se sumerge en ella de la mano de Lord Henry Wottom (Colin Firth), quien le muestra los lugares más recónditos y peculiares de la capital inglesa. Allí pronto Dorian queda seducido por el estilo de vida decadente de Wotton, ajeno a toda moral, al tiempo que comienza a obsesionarse con alcanzar la eterna juventud. Un retrato suyo pintado por un amigo suyo, el artista Basil Hallward (Ben Chaplin), se convertirá en un recordatorio palpable de sus graves faltas con el paso del tiempo. A diferencia del resto de los mortales, el apuesto Dorian permanece impasible al sucederse los años y es el retrato en cambio, el que envejece y asume su degradación física y moral. (FILMAFFINITY) CRÍTICAS “La película de Parker carece de estilo (...) El clímax, en el que el cineasta se abona a las más gastadas retóricas de un cine de terror indigno de tal nombre, da la perfecta medida del nivel de la operación”. (Jordi Costa: Diario El País) “Brocha gorda y marco mejorable. (...) puesta en escena de macramé y con olor a naftalina (...) Puntuación: * (sobre 5)” (Javier Cortijo: Diario ABC) “Parker despliega un arsenal de efectismos, (...) convierte el esquivo y serpenteante relato original en un simplificado cuento de monstruos y fantasmas. (...) Notable Colin Firth (...) Puntuación: ** (sobre 5)” (Manuel Yáñez Murillo: Fotogramas) “Oscila con desequilibrio entre el terror y el retrato de la época victoriana sobre los que se asienta la novela. (...) Puntuación: **1/2 (sobre 5)” (Andrea G. Bermejo: Cinemanía) Nota de los críticos de la web filmaffinity.com: 5,1 Fuentes: - - Enciclopedia de “Historia de la Literatura” de Colección RBA Editores. Volumen V. Página web Wikipedia: http://es.wikipedia.org/ Página web FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/