leer más - Maire Lactancia Materna

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Ya no me siento culpable. No ha sido fácil, un feo sentimiento que me ha costado desalojar de mi cabeza, pero he decidido que no vale para nada (al menos para nada bueno).
Todos hacemos lo que creemos mejor para nuestros hijos, y siempre es importante aprender de nuestros errores, ¡no nos queda otra!
Mi Niña Bonita nació hace 7 años y revolucionó nuestras vidas ¡somos papis!, pero también novatos. Todo era alegría, amor, miedo, confusión, instinto, emoción, teoría, práctica, buenos consejos, y no tan buenos... y con la lactancia igual. Por razones en las que no voy a entrar mi Niña Bonita estuvo mamando algo menos de 3 meses... y a partir de ahí biberón. Como casi todo el mundo ¿no? Bueno, realmente mi madre solo me dio el pecho mes y medio, así que no me había ido tan mal. La leche se acaba, y para eso está la de fórmula, que “hoy en día se crían igual de bien que con el pecho”... en fin... no le di más vueltas.
Y 6 años después me volví a quedar embarazada. Pero esta vez me paré a pensar seriamente que tenía que haber algo que desconocía de la lactancia porque una amiga mía estuvo dándole el pecho a su hija ¡más de 2 años! (¿cómo narices lo habría hecho? ¿sería su naturaleza?) Así que le conté mis inquietudes y me regaló un libro de un pediatra, un tal Carlos González que por lo visto sabe mucho del tema. Empecé a leerlo con ganas, y cada vez que llegaba a algo que creía importante y revelador le daba un codazo al padre de las criaturas: “¡Escucha!... oxitocina... prolactina... piel con piel... a demanda... siempre hay leche... crisis de los 3 meses... nutrientes... medicamentos compatibles...” tantas y tantas cosas que estaba aprendiendo, que por una parte me hacían afrontar con mayor seguridad mi nueva maternidad pero por otro lado me hacían ver todos y cada uno de los errores que cometí con mi Niña Bonita.
Cuando mi Peque nació estaba decidida a poner en práctica mis nuevos conocimientos. Confié en mis instintos y en los suyos y así nos entendíamos a la perfección. Desde el primer momento fue todo bien, y disfrutábamos intensamente. Pudimos salvar algunas dificultades : la subida de la leche, una crisis al primer mes, y recientemente una obstrucción a los 11 meses. Poca cosa. Sé que somos muy afortunadas porque no sabemos que son las grietas, infecciones, mastitis, el dichoso percentil bajo... Además nos pudimos permitir pedir una excedencia al terminar mi permiso por maternidad para estar con mis niñas y continuar sin problemas con la lactancia, así que todo iba a las mil maravillas. Pero (siempre tiene que haber un “pero”) esa sensación no se me quitaba de la cabeza. Empezó cuando leí el libro y cada vez iba a más. La lactancia con mi Peque era maravillosa, pero le había privado de ello a mi Niña Bonita cuando aún era muy chiquitina. Yo estaba teniendo una segunda oportunidad, pero ella ya no tendría más. Debería haber leído más, haber buscado más información, (¿seguro que no se puede volver al pasado?...) Mi Niña Bonita nos miraba a mi Peque y a mí mientras le daba la teta: ­¡Ay qué cosita tan tiernaaaaaa! ­le chillaba
Estaba ocurriendo algo que entonces no veía. Un día me la encontré en su habitación con la camiseta subida y dándole la teta a Sandokán (el “Peluche de Bengala”): ­Mira mamá, chuic chuic chuic chuic, Sandokanito también toma teta.
¡Claro que sí! La estaba educando con el ejemplo. Para ella, y a pesar de que sus muñecos venían con biberones, lo normal era dar la teta a su “bebé”.
Y así seguimos: mi Peque va a cumplir un año pegada a su teta; mi Niña Bonita cada vez más mayor y más Bonita; el papá enamorado de sus niñas; y yo disfrutando de lo que tenemos, que es mucho.
María
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