Puede que algunas veces tengas dificultades, seas silencios@, esperando que alguien se acerque a ti, ser el más popular y que todos hagan lo que dices o ser un estúpido que hace las cosas solo por caerles bien. Alan era un chico de 16 años, estaba metido en drogas y peleas. El único secreto que mantenía en ese entonces era la repugnancia hacia estos hábitos pero no lo decía ya que mantener a sus “amigos” cerca de él era lo que le satisfacía en la vida. Su madre era una buena mujer, siempre intentó darle el mejor futuro a su hijo, pero la ausencia de su padre le jugó un papel importante en su vida. Ese espacio vacío que mantenía en su corazón lo llenó con los vicios y la atención de sus amigos. El 17 de diciembre (Una semana antes de navidad) fue un día como cualquier otro, sus amigos lo invitaron a salir con ellos durante la noche. Entre ellos se encontraba Jenny, ella era su novia aunque era una de las muchas con las que había andado. Él solo la quería para no quedar como un idiota frente a sus amigos al no tener novia. Ella sabía el propósito de Alan al tenerla y era por eso que también se tomaba la relación a la ligera. Siempre iban cerca de los barrios más adinerados ya que en ellos se encontraba menos la policía rondando por esos lugares. Frecuentaban la plaza del lugar, era un ambiente tranquilo, bien decorada, lo único que les molestaba era los villancicos que sonaba generalmente por las tardes. Él tomaba la navidad como una estupidez, que era solo un día que usaban como excusa para regalar cosas y recibir a cambio. No creía nada sobre la religión y el verdadero significado de esta. Se sentaron en un círculo y cada uno siguió con lo suyo. Alan hablaba con uno de sus amigos cuando se extrañó el no ver a su novia cerca. Podía ser que solo la tenía de adorno, pero no iba a dejar que su reputación se desmoronara por culpa de una chica que le está poniendo el gorro con otro chico. Empezó a buscarla entre los demás pero no la halló. Dejando de lado a sus amigos se adentró al pequeño bosque que había en la parte trasera de la plaza. A lo lejos escucho como las ramas sonaban como si alguien las pisara, primero pensó que era él, pero después de un segundo lo volvió a escuchar y esta vez no había sido él ya que estaba quieto. Creyendo lo peor de su novia la fue a buscar, mientras avanzaba se escuchó unas risas mescladas con alientos de cansancio. Apresuró el paso llegando a unos matorrales los cuales se movían. Corrió uno de estos y ahí se encontró con Jenny. Ella estaba besando a uno de los chicos de su grupo. Se reían al seguir y en más de una ocasión la chica decía “te amo” al otro chico, dejando a Alan pasmando. Ante la adrenalina de ser engañado avanzó hacia ellos. Los chicos se soltaron al escuchar pasos cerca de ellos y antes de que dijeran algo Alan ya había pasmado un puñetazo en la cara del chico haciendo que este callera hacia atrás. Jenny dio un grito y se alejó de ambos. El chico que se encontraba en el suelo se puso de pie mientras se quitaba la sangre de la nariz. — ¿Y a ti que te pasa? —Preguntó el chico con tono amenazador. —Lo que pasa es que te estas besuqueando con mi novia —Enojado se abalanzó contra el chico para darle otro golpe, pero este fue más rápido, golpeando a Alan en el abdomen. —Pues era tu novia —Dijo con una sonrisa — ¿Qué se siente ser engañado? —Le dio una patada en el abdomen y luego continúo con otras por todo el cuerpo, dejando a Alan inmovilizado, retorciéndose de dolor en el suelo. —Erik ya basta —Jenny tomó al chico por el brazo, este paró ante la súplica de la chica. Alan levantó la vista para mirar a su novia esperando ser consolado por ella, pero en cambio recibió una mirada de tristeza y de desprecio. Ella ya no lo iba a poyar después de esto y eso le dolía. —Ya vamos —Dijo Jenny jalando a Erik. Quería detener la pelea. Antes de irse, Erik le escupió en la cara a Alan y le dio una última patada, dejándolo sólo, en medio del bosque y mal herido. Alan no sabía si gritar de dolor por los golpes o de rabia por haber sido engañado de esa manera, y pensar en que ahora lo tratarían como idiota. Sin saber por qué, gritó fuerte, tratando de sacar sus sentimientos fuera de su cuerpo. Se llevó las manos a la cara y sin querer derramó una que otra lágrima. No pasaron más de diez minutos cuando escuchó unos pasos acercarse a él. Secó sus lágrimas creyendo que se trataría de uno de sus amigos e intentó ponerse de pie, pero el dolor no lo dejó, haciendo que soltara otro pequeño grito de sufrimiento. Vio una luz que lo apuntaba lo cual lo segó. Cuando se dispersó vio la sombra de una chica acercándose rápidamente a él hasta quedar incanda a su lado. — ¿Estás bien? —Dijo la chica poniéndole la mano en la cara para comprobar de que estaba consiente. Alan levantó la vista y se encontró con unos ojos café oscuro. Intentó abrir la boca para decir que lo suelte, pero el dolor de su abdomen hizo que soltara otro quejido. La chica preocupada ante el estado del chico le limpió la cara y, con las pocas fuerzas que tenía, logró ponerlo en pie y, rodeando su cuello con uno de los brazos de Alan, comenzó a caminar hacia una pequeña cabaña, la cual estaba a unos pocos metros de ahí. Al ir caminando, Alan pensaba lo estúpido que debía verse el ser socorrido por una chica a estas horas de la noche, estar en ese estado y el no haber podido defender su orgullo. Temía lo que dijeran su grupo de amigos si se enteraban y aún más su madre, la cual estaría devastada ante el hecho. No quería imaginarse su cara al descubrir en que había estado metido y como a causa de eso había sido golpeado. Llegando a la cabaña, la chica tocó fuerte la puerta. Le abrió un hombre, ya anciano, el cual se encontraba con una bata y se acomodaba bien los lentes para poder ver bien lo que sucedía. — ¿Qué ha pasado? —Preguntó el hombre, viendo espantado a Alan al cual por la nariz derramaba un poco de sangre y el tener la ropa sucia lo hacía más deplorable. —No lo sé, no me ha dicho nada —Dijo la chica cansada. El hombre sin pensarlo más la ayudó a entrar al herido. Lo recostaron en su sofá con cuidado. Alan dio un suspiro y, sin decir nada, cerró los ojos, adolorido, tapándoselos con su ante brazo. No quería pensar en todo lo sucedido, pero aun así la rabia y la angustia volvían solos. — ¿Qué hacemos ahora? —preguntó la chica al hombre, el cual era su padre. Él le respondió negando con la cabeza, aun confundido. Había recién entrado un desconocido a su casa y para más estaba mal herido. Ya estaba asustado de que su hija lo hubiera encontrado y, gracias a Dios, no le había pasado nada. — ¿Qué ha pasado? —Se escuchó la voz de otra mujer, la cual bajaba las escaleras mientras se acomodaba una bata. Era la madre de la chica. —No lo sé mamá —Respondió la chica llevándose las manos a la cabeza, estaba asustada ante el hecho de ver a un chico mal herido y justo en medio del bosque. No era cosa que se viera todos los días. — ¿Dónde lo has encontrado, Anny? —Dijo la mujer mientras se acercaba rápidamente a Alan. Le apartó el brazo de los ojos y con sus dos manos lo miró, examinándolo para no ver que tuviera heridas graves —Le sale sangre de la nariz —Dijo la mujer mirando a su mirado. —Anny, trae el botiquín —Ordenó el hombre a su hija. Ella sin reclamar corrió al baño y rápidamente llegó frente a su madre con el botiquín de primeros auxilios. La madre tomó unas gazas y limpiando el alrededor de la nariz del chico intentó curarlo. — ¿Estas bien? —Preguntó Anny viendo a Alan a los ojos. Él no despegaba su mirada de la chica delante de él he inevitablemente recordó el suceso ocurrido con su novia. Enojado intentó ponerse en pie, pero el dolor del abdomen se lo impidió — ¿Te duele algo? —Dijo Anny, desviando su mirada al abdomen —Un poco el abdomen, pero no es para tanto… — Soltó un quejido al haber sido tocado por la chica en el lugar del golpe —No lo hagas por favor — Rogó, apartando la mano de Anny hacia un lado y apretándola por el fuerte dolor. —Querido —Habló la madre de Anny —Trae los antinflamatorios, por favor —Ordenó la mujer a su marido. Él sin protestar fue y volvió en seguida junto con un vaso con agua. —Ten bébelo —Le acercó el medicamento y el agua juntos. Alan, sin protestar ante el acto de las personas, se lo tomó tratando de aliviar el dolor. Dejaron actuar el remedio por unos minutos y después de un rato ya no dolía al tratar de enderezarse. Se sentó en el sofá junto a los demás y con la cabeza a gachas dio las gracias. — ¿Nos contaras que te paso? —Dijo el hombre fríamente al muchacho. Alan levantó la cabeza y con la mirada suplicó que no le hablaran del tema. El hombre entendió y prosiguió —Quédate por esta noche, ya es tarde para que andes solo por aquí y menos mal herido de esta manera. Alan la pensó. No quería quedarse más en una casa con extraños, pero no se atrevía a dar la cara a sus amigos, los cuales lo deberían estar esperando, ni a su madre al verlo en ese estado. Con voz débil les dio un “Sí” y un “gracias” de seguido. Esa noche la pasaría con ellos. El hombre mandó a su hija para que le acomodara la habitación de huéspedes para que durmiera ahí por esa noche. Después de estar acomodada, Anny siguió con el cuidado del muchacho, obligando a sus padres volver a la cama y convenciéndolos de que ella se haría cargo de todo. Ayudó a Alan llegar a la habitación y con sumo cuidado lo dejó en la cama. El chico dio un suspiro de frustración y maldijo en su mente a aquellos dos chicos los cuales eran supuestamente sus amigos. No podía confiar fácilmente en desconocidos ya que sus supuestos amigos ya lo habían traicionado. Sintiéndose observado, miró a Anny de reojo, esta lo miraba preocupada esperado algún comentario del chico. —Estoy bien, ya te puedes ir —Dijo Alan levantando la cabeza y viéndola serio. — ¿De verdad no te duele nada más? —Intentó tocarle la mano, pero el chico la apartó —De verdad, estoy bien —Dijo enojado. No quería la compasión de nadie y mucho menos de una chica. Ella, entendiendo el malestar de Alan, se levantó de la cama y se sentó en una silla cercana. Alan rodó los ojos y, enojado, miró a Anny, no quería lidiar con una chica más durante ese rato, ya había tenido bastante atención por esa noche. —Me puedo cuidar solo, ya vete —Indicó la puerta molesto. Anny no hizo gesto alguno y se cruzó de brazos mientras lo veía —Te prometo que no haré nada contra tu casa, no robaré ni…nada —Tengo que quedarme para vigilarte por la noche, tengo que estar segura de que no te pase nada. Aún estás muy mal herido. —Mira niñita –Le dijo entre pequeñas risas. No la entendía. —Ya estoy grande para cuidarme sólo —Si –Rodó los ojos —Tanto como para quedarte tirado en el bosque y gimiendo de dolor —Le devolvió la sonrisa haciendo que Alan se enojara. Le había dado en el orgullo. —Eso no te importa —Enojado le levantó el dedo de al medio y sonrió esperando su reacción. Se asombró al ver la seriedad de la chica y el no ser insultado ante el hecho. Era la primera vez que veía a una chica tan relajada ante un insulto. No era costumbre quedarse callado después de ser molestado, o eso creía. — ¿Ya terminaste? —Seria, se inclinó y apoyó su cabeza en sus manos —Si quieres duérmete pero yo voy a seguir aquí —Sonriendo triunfante. — Aunque sigas con tus berrinches. Derrotado, se echó hacia atrás y se cubrió la cabeza con la almohada. El sueño le costó llegar ya que sus pensamientos lo abundaban por doquier y el odio y vergüenza también lo controlaban. Anny no dijo nada más como había dicho antes y se quedó vigilándolo hasta que se durmió. *** Alan caminaba entre sus supuestos amigos con una sonrisa en la cara, pero de pronto todo cambiaba cuando todos comenzaban a reírse de él. Jenny se iba a los brazos de aquel chico, su madre le decía que ya no lo quería y que se fuera de su casa. Había descubierto lo que hacía y no le había agradado para nada. El rechazo de todos y el ser menospreciado comenzó a sucumbir en desesperación y tristeza. Quería llorar, se sentía muy mal. Quería morirse en el instante. Una cálida voz hizo que despertara. Estaba sudando y tenía lágrimas en los ojos. Antes de decir cualquier cosa sintió como su cabeza de encontraba apoyada en los brazos de Anny, ella le susurraba a su oreja haciendo que se tranquilizara y con sus manos acariciaba su cabello. Lo estaba consolando. La chica que hace poco había insultado lo estaba consolando. Nunca había visto tal acto.