Los núcleos básicos de la personalidad como resultado de

Anuncio
Clínica y Análisis Grupal - 1985 - Nº 38
Vol. 00 (0) Pags. 000-000
 Imago Clínica Psicoanalítica
ISSN 0210-0657
Los núcleos básicos de la personalidad como resultado de la
dialéctica pulsión-deseo
Nicolás Caparrós 1
Afortunadamente nos contamos entre ese grupo de autores que manifiestan la opinión de
que la metapsicología psicoanalítica puede ser profundizada y continuada y que no se puede
considerar como una estructura cerrada. En este sentido, desde hace ya varios años hemos
emprendido una serie de trabajos con este fin. Pretendemos lograr una mayor
sistematización que no implique desembocar en la teoría autosuficiente y que articule entre
sí los diferentes saltos que el psicoanálisis ha efectuado a lo largo de su historia. Intentos de
este tipo fueron emprendidos por Bion en Inglaterra, en lo que se refiere a las propuestas –no
teorías- kleinianas y en Francia por autores tan dispares como Lacan, Laplanche y Assoun.
Me refiero, claro está, a propuestas novedosas y no a meras tareas de recompilación, cuyo
interés es mucho menor. La mayoría de estos autores se han apoyado en conceptos “llave”,
bien sea creándolos a partir de elementos ya presentes en el Psicoanálisis, o subrayando de
manera diferente la importancia de los que ya existían. Tal consideración merecen los
“supuestos básicos” de Bion, el “estadio espejo” y el peculiar enfoque del “deseo” que hace
Lacan o el “Psicoanálisis como intervalo imaginario” de Assoun.
Con esta misma pretensión elaboramos nuestros “Núcleos básicos de la Personalidad”.
Como veremos a continuación, este concepto metapsicológico está integrado por
elementos más simples. Más tarde señalamos su relación con la pulsión y el deseo.
La comprensión del “núcleo” precisa el método dialéctico. En efecto, en la teoría
psicoanalítica se hace evidente el salto en cada una de sus construcciones; es una necesidad
propia que, por definición, se coloca fuera de la percepción ingenua del sujeto desde el
mismo instante en que postula la existencia del Inconsciente, y que a la vez rechaza el
realismo ingenuo o incluso el positivismo más sofisticado que hace del experimento el eje
fundamental de sus investigaciones. El Psicoanálisis renuncia, a diferencia de otras ciencias,
a la predicción y procede a explicar (la interpretación es una explicación) sucederes
psíquicos del pasado y presente del sujeto. La transformación de las relaciones actuales con
lo real es uno de sus objetivos, pero utiliza como guía no modelos futuros de conductas
deseables sino la sobredeterminación de los conflictos acaecidos en la biografía del sujeto.
Partiendo de un punto anciado en la biología y estando limitado en otro por el contexto
social –fronteras heterogéneas, como puede verse- el psicoanálisis pretende explicar las
1
Este trabajo ha sido ampliado a partir de su presentación original en el Simposium Ibn-Sina Collomb
(Agosto 84), para su publicación.
Nicolás Caparrós
cicatrices evolutivas y el desarrollo. Lo que el sujeto vaya a ser y lo que el futuro le depare
será cuestión de la teoría de posibilidades o de los augurios, pero no pertenece al campo
psicoanalítico.
El sujeto no puede conocer lo real. En esta proposición late el viejo Kant, pero si es
capaz, en cambio, de definir la realidad como “la imagen de nuestras relaciones con la
naturaleza” (real) (Heisenberg). Las realidades son múltiples y el Psicoanálisis es una
ciencia histórica.
Los núcleos, como tendremos ocasión ver, también son un proceso. Para seguir su
trayectoria sistemática, nos proponemos analizar brevemente los conceptos de “Núcleos
básicos de la personalidad”, “Pulsión” y “Deseo”. Naturalmente, debido a la novedad del
primer concepto, dedicaremos a éste un espacio mucho más amplio.
Bosquejo sobre los núcleos básicos de la personalidad
Los orígenes de esta idea ocupan un espacio importante en el Psicoanálisis. El vocablo ha
sido empleado con diferente alcance por M. Klein, R. Fairbairn, H. Rosenfeld, E. Pichón
Rivière, J. Bleger, H. Kesselman y nosotros mismo. Veamos, siquiera sea de forma somera,
algunas de sus acepciones.
Para M. Klein el concepto de núcleo se superpone con el de objeto interno. El núcleo es
el resultado del proceso de internalización, sin que éste aparezca sistematizado. En Fairbairn
cabría pensar que núcleo es aquello que, perteneciendo al sujeto, queda enquistado fuera de
la esfera de acción del yo. Es una fuente de patología.
El caso de J. Bleger es similar; alcanza sobre todo connotaciones psicopatológicas:
“núcleo es aquello que, perteneciendo al propio sujeto, permanece, no obstante, como cuerpo
extraño del self”. Bleger no explica si éstos son consecuencia de una Spaltung definitiva, de
la represión originaria (Urverdrängung) o del silencio interior creado por la forclusión
(Verwerfung). La irrupción en el yo provocaría catástrofes psicóticas 2. En cualquier caso,
para Bleger núcleo es aquello no integrado en la personalidad, justamente lo opuesto a lo que
nosotros vamos a defender.
Matizando más, Fairbairn, a diferencia de M. Klein, analiza el núcleo como resultado de
la introyección conjunta del sujeto-objeto, es decir de la relación, posición más acorde con la
que sostendremos nosotros. “M. Klein –dice Fairbairn- nunca explicó satisfactoriamente la
manera e que las fantasías de incorporación oral de los objetos pueden dar lugar al
establecimiento de objetos internos como estructuras endopsíquicas; no es posible
denominarlos con propiedad objetos internos, pues seguirán siendo simples ficciones de la
fantasía”. (R. Fairbairn, Teoría Psicoanalítica de la personalidad).
Las ideas de H. Kesselman aportan otros puntos de vista. Este autor utiliza como
paradigmas para describir los núcleos “las así llamadas psicosis básicas: la confusión, la
esquizofrenia y la melancolía”.
“Por esta razón, consideramos a estos tres núcleos (esquizoide, confusional y
melancólico) como las psicosis fundamentales hacia las que podría regresar cualquier ser
2
No estamos de acuerdo con M. Klein y sus seguidores, que quieren ver fondo
Los núcleos básicos de la personalidad como ...
humano si no dispusiera de mejores defensas (neuróticas o psicóticas). Y más adelante: “En
todo ser humano trataríamos de distinguir entonces el predominio, sucesividad,
simultaneidad o alternancia de estos núcleos psicóticos, para configurar el diagnóstico de
estructura psicótica básica de toda personalidad. Queremos decir con esto que si
encontramos predominio de un núcleo, como es lo habitual, podemos hacer un diagnóstico
de estructura psicótica básica de toda personalidad. Queremos decir con esto que si
encontramos predominio de un núcleo, como es lo habitual, podemos hacer un diagnóstico
para ese momento de la clínica. Decimos entonces que para ese momento, esa situación y
esos vínculos sociales, el sujeto presenta un predominio de núcleo confusional,
esquizofrénico o melancólico” (Psicopatología vincular. H. Kesselman. En Clínica y
Análisis Grupal 1977 nº4. págs. 7-28). A mi juicio, en los planteamientos de este autor
aparecen dos diferencias fundamentales con los nuestros: el primero, común a toda la
orientación kleiniana, consiste en el amplio uso que efectúan de la palabra psicosis. Como
hemos insinuado ya, no apoyamos la idea del continuum psicosis-psicopatía-neurosis.
Creemos, eso sí, que en los tres casos se trata de propuestas de desarrollo “positivas” por
parte del sujeto en su compromiso con la realidad, como tales propuestas son otras tantas
estructuras con rangos de complicación diferente, caminos no intercambiables entre sí. En
mi opinión, el error estriba en el vicio kleiniano de haber mezclado la fenomenología con el
análisis para estudiar el mismo problema. De esta circunstancia proviene también el uso
abusivo del término regresión. La posibilidad de regresar pertenece a la estructura peculiar
del sujeto concreto. En otras palabras: una regresión determinada, ya sea tópica o temporal,
es específica de una organización intrapsíquica determinada y no es transplantable sin más a
la organización diferente de otro sujeto. M. Klein en sus estudios sobre los niños tuvo
ocasión raras veces de observar estructuras genéticamente estables, de ahí que les confiriese
a este término una mayor amplitud y universalidad que la que en realidad tiene. Cabe decir
también que el sujeto puede regresar a lo que ya tiene inscrito y sólo a eso. Inevitablemente
esta discusión nos lleva también a abordar el problema de aquellas “neurosis” que devienen
después en psicosis. A este respecto nuestra postura es terminante: en esos casos hay que
convenir que ha existido un error diagnóstico y que hasta ese momento nos habíamos
enfrentado a una pseudoneurosis, es decir a una auténtica psicosis que superestructuralmente
podía remedar a una neurosis.
El segundo punto de discordancia con nuestras ideas se refiere a que el mismo sujeto
puede presentar “predominios nucleares diferentes”. Considero más bien que lo que sucede
es que un mismo sujeto a lo largo de su vida efectúa elaboraciones diferentes a partir del
núcleo básico de personalidad que posee. Esta diferencia estriba, sobre todo, en que para
nosotros el núcleo será una estructura formada por objetos internos y que desde el horizonte
kleiniano la diferencia entre objeto interno y núcleo no siempre existe. Esta breve revisión
bibliográfica sobre los hitos más importantes en la historia del concepto de núcleo debe
servir para resaltar con claridad nuestros puntos particulares de partida.
En esta relación no hemos citado a Freud. En sus trabajos se refiere reiteradamente al
término “complejo nuclear de las neurosis” que devendrá en el complejo de Edipo. Su
acepción también difiere de la nuestra, puesto que tendremos ocasión de ver que lo
fundamental del núcleo básico de la personalidad se forma con anterioridad al complejo de
Nicolás Caparrós
Edipo. Sin embargo, es obligado decir que la perspectiva dinámica de Freud resulta
imprescindible para la construcción del concepto.
Nuestra propuesta
“Núcleo” procede del latín “nucleus”, derivado de “nux-nucis”, nuez. Hace referencia a
la parte más interna que sirve de sostén a cierta cosa, la porción que constituye el principio
de algo a cuyo alrededor se agrupan otros elementos para completarlo.
El Núcleo de la Personalidad, en el sentido psicoanalítico, debe recuperar gran parte de
su significado etimológico, perdido en otras acepciones para las que convendría más la
denominación de “satélite” o de “resto” psíquico. Con el fin de abreviar, iremos haciendo
una serie de puntualizaciones esquemáticas.
El Núcleo es una estructura que pertenece con todos sus elementos al nivel psicológico
de integración
Por lo tanto no se trata de una articulación biopsicológica ni psicosocial. Se integra por
completo en el campo de la psicología profunda en general y del Psicoanálisis en particular.
Como tal estructura no representa un mero conglomerado o yuxtaposición de
acontecimientos biográficos depositados en el interior del sujeto mediante los procesos de
internalización, cualesquiera que fuesen éstos 3. Una estructura viene definida por los
elementos que la forman y las leyes que rigen las relaciones que estos mantienen entre sí.
Los elementos que componen el núcleo son los objetos internos, que, como veremos, son
de tres tipos: objetos parciales, objetos ideales y objetos totales.
Las leyes que rigen las relaciones entre los elementos del núcleo son los mecanismos de
defensa y, de entre ellos, la introyección, la proyección, la escisión, la renegación
(Verleugnung), la represión, la identificación proyectiva y el desplazamiento.
Finalmente, conviene decir que el núcleo es un sistema abierto. El suceso que más
contribuye a modificar las bases iniciales del núcleo es el conflicto edípico. Pero también los
acontecimientos traumáticos, que caracterizan a las neurosis del mismo nombre.
El Núcleo básico de la personalidad es un logro de la evolución y sólo podemos hablar
con propiedad de que un determinado sujeto posee un núcleo cuando se ha culminado el
proceso de la adolescencia. Además, en lo que se refiere a estos, la psicosis representa
precisamente el fracaso de la estructuración de un núcleo. Estas proposiciones sirven de
punto de partida para delimitar la extensión del concepto.
A continuación deberemos precisar lo que acabamos de decir a niveles de enunciado.
Los elementos integrantes del núcleo básico de la personalidad
3
Consideramos con O. Kemberg el proceso de internalización subdivido en tres modalidades la introyección,
la identificación y la identidad del yo, según su sucesiva complejidad.
Los núcleos básicos de la personalidad como ...
El objeto. Convendríamos con Laplanche y Pontalis en definir al objeto como medio
contingente de la satisfacción. Contra lo que puede parecer al sentido común, el amanecer
del psiquismo no comienza en la búsqueda del placer, sino más acá de éste: en la necesidad.
La necesidad es biológica, y el sujeto que nace, al no ser autosuficiente, experimenta
inmediatamente necesidades y su correlato psíquico: el displacer. El placer significa porque
han existido experiencias previas hacia el exterior en busca de la satisfacción de las
necesidades son las pulsiones. La necesidad coincide con la autoconservación, y en ella se
apoyan éstas.
Los objetos 4 son el horizonte potencial de la satisfacción de la necesidad. Estos serían los
objetos primarios o primordiales. Sus características fundamentales: ser relativamente
variados. Y ello por tres circunstancias: por la calidad del objeto en sí, por la forma en que se
oferta al sujeto y por la necesidad que éste sufra en aquel momento 5.
El objeto interno se definiría, en una primera aproximación, como el resultado de la
incorporación al mundo de las vivencias (Erlebnis) del sujeto de un objeto determinado.
Este objeto es, sin duda, la imagen de una relación.
Antes hemos subdividido los objetos internos en tres categorías: objetos parciales, objeto
ideales y objetos totales.
El objeto parcial.Según los escritos kleinianos inspirados en parte en los de Abraham, este objeto es, ante
todo, una parte de una persona significativa que posee en la fantasía caracteres similares a
los objeto total. Seguida al pie de la letra, esta propuesta exige una oposición parcial-total en
la que lo parcial es anterior. Abraham, mucho más riguroso en sus formulaciones, hace
preceder al objeto parcial la incorporación total del objeto. El objeto parcial es una
metonimia primitiva del objeto. A nosotros nos parece indispensable completar esta
formulación porque queda sin contestar por qué el objeto ha de ser inicialmente parcial. La
razón estriba en la inicial ausencia de representaciones (Vorstellung). En este sentido, en los
primeros estadios de la fase oral, aunque el objeto incorporado in toto, inicialmente tiene
escasa significación; es, por así decirlo, puntual. Las representaciones de cosa en inmediata
unión con el objeto se forman a través de relaciones consistentes con éste y son las que
permiten, integrando diversos objetos parciales y no simplemente sumándolos, llegar a la
auténtica construcción de objeto. La fase de construcción de objetos parciales dura ocho
meses.
4
Objetos en su acepción de elementos externos, no en el sentido psicoanalítico.
Es obvio que existen objetos que no pueden satisfacer en manera alguna las necesidades. Pero lo
verdaderamente interesante reside en la actitud del objeto (la teoría sistémica ha trabajado mucho este extremo) y
en los grados de necesidad coyuntural por la que atraviesa el sujeto (la antropología cultural a partir de Margaret
Mead se ha ocupado en profundidad de lo segundo).
5
Nicolás Caparrós
El objeto ideal.Justamente las representaciones de objeto (Sachvorstellung) (ver “Acerca de la
concepción de las afasías. Estudio crítico”. 1891) deparadoras de experiencias de
satisfacción (Befriedigungserlebnis) están en la base de la identidad de percepción (Die
Traumdeutung. 1900) y con ella la primera construcción de un objeto total de características
peculiares al que denominamos Objeto ideal. Postular la existencia de ese objeto nos parece
de suma importancia para la ulterior conceptualización de los núcleos de personalidad de
base. Las representaciones que surgen a partir de los objetos parciales permiten, ya lo hemos
dicho, crear un estrato consistente formado por “objetos buenos” – naturalmente parciales.
En ausencia de reales satisfacciones, el sujeto puede proyectar el objeto bueno idealizado al
exterior, consiguiendo así una satisfacción alucinatoria de sus deseos.
La actitud infantil en esta posición que hemos llamado confusional es muy próxima a lo
especular. El sujeto construye en la realidad una imagen ideal que refleja el cumplimiento de
sus deseos, de los deseos del otro, lo que le insume en una atmósfera de omnipotencia. La
“necesidad” de la posición confusional con su correspondiente objeto ideal se hace evidente
si tenemos en cuenta el proceso de maduración del sujeto. Falto aún de una identidad propia
y obligado a la vez a conseguirla para emanciparse de posiciones que le sumen en la
dependencia del objeto ideal que, por serlo, está desprovisto de aspectos negativos. La fase
confusional discurre entre los ocho meses y los dos años 6.
El Objeto total.La posibilidad de incorporación del objeto total está ligada a las representaciones de
palabra (Wortvorstellung) que deparan una identidad de pensamiento. El mismo objeto
proporciona frustraciones y gratificaciones, situación más acorde con el principio de
realidad.
Este objeto representa la forma fundamental más acabada de relación de objeto. En rigor,
no cabe tras ella ningún perfeccionamiento esencial. Sigue siendo, naturalmente, un tipo de
relación en la que el sujeto es el centro, a la manera del universo ptolomeico; las relaciones
objetivas que paulatinamente se irán estableciendo nunca la sustituirán completamente. Se
puede decir así que en todo sujeto maduro coexisten para siempre los universos de Ptolomeo
y Copernico; la porosidad entre ambos constituye uno de los problemas más apasionantes de
la vida psíquica.
Las leyes psicológicas a las que se someten los elementos que integran los núcleos.Hemos visto que de las relaciones Sujeto-Real surgen los distintos tipos de objetos
internos: parcial, ideal y total. Estas relaciones, a través de las sucesivas etapas de
6
Nuestra posición confusional invade la posición depresiva de M. Klein. Las razones que esgrimismos para
fijar estas cronologías han sido desarrolladas ya en otros trabajos. Ver la bibliografía final.
Los núcleos básicos de la personalidad como ...
maduración (Posiciones aglutinada, esquizoide, confusional y depresiva) 7. Permiten que el
sujeto en sí devenga en sujeto para sí –lo que desde la segunda tópica sería considerarlo
portador de un Ello, u Yo y un Superyo- y que lo real se perciba en realidades diversas. Al
final del proceso existe una discriminación neta entre sujeto y realidad, si es que éste se ha
llevado a cabo con éxito.
La maduración del sujeto, su camino hacia la personificación, discurre con el empleo de
los tradicionalmente llamados mecanismos de defensa 8.
La aparición de los mecanismos de defensa sigue un orden cronológico que sirve para
definir las posiciones. En la posición esquizoide se utiliza la proyección, la introyección, la
escisión y la forclusión (Verwerfung) 9. Las dos primeras se corresponden con los modos
orales de incorporación y expulsión, mientras que la posibilidad de la tercera viene dada por
la intrínseca labilidad de las representaciones.
La posición confusa se caracteriza por la renegación (Verleugnung) y la identificación
proyectiva.
Para terminar, en la posición depresiva surgen la represión y el desplazamiento.
Se trata de operaciones toscas y masivas, tanto más cuanto el estadio evolutivo sea más
temprano, también representan la aparición de estilos de relación con el objeto que
modificarán tanto la forma de incorporarlo, como al propio sujeto que lo incorpora.
Cada una de las posiciones con sus mecanismos de defensa característicos, representa un
estilo fundamental de aprehensión de la realidad. Afirmamos que estos estilos,
convenientemente elaborados en el curso del desarrollo, son los pilares en los que se
sustentan los tres núcleos que vamos a considerar.
Orígenes del Núcleo esquizoide
En la estructura del Núcleo esquizoide los elementos son objetos parciales y los
mecanismos de defensa fundamentales, la proyección, la introyección y la escisión.
Si nos limitásemos a lo antedicho, forzoso sería reconocer que estamos definiendo la
dinámica de una psicosis, y más concretamente de la esquizofrenia. Ya señalamos antes que
7
Estas cuatro posiciones tienen la siguiente cronología: 0-3 meses; 3-8 meses; 8 meses-2º. Año; 2º.año-tercer
año. Por el tipo de objeto incorporado se diferencian en anobjetal, parcial, ideal, total. Los mecanismos de
defensa específicos que aparecen con cada posición proporcionan la tercera clave diferencial.
8
Los mecanismos de defensa (Abwehrmechanismen) podrían ser definidos como aquellas operaciones que
realiza el sujeto en el intento, frustrado o no, de mantener su equilibrio psíquico, permanentemente
comprometido por su vida de relación. Se mueven entre pares antitéticos como son el Placer-Displacer, la
Satisfacción-Frustración. Y se desarrolla en ámbitos más complejos, como Necesidad-Deseo, Real-Realidad.
Si postulamos un encuentro original Ello-Real, los mecanismos de defensa, preservando ciertas partes de este
encuentro primordial, los transforma en un producto ulterior: Yo-Realidad.
Los mecanismos de defensa son a la vez atávicos: intentan preservar la satisfacción original, y socializantes:
la ocultan a las miradas exteriores e incluso a los ojos del propio sujeto.
Es por todo esto por lo que afirmamos que en estos mecanismos se encierra una doble función: la
extensamente conocida como propiamente defensiva, originalmente descubierta en la clínica psicoanalítica, y la
instrumental, puesta al servicio de la maduración del sujeto.
9
El empleo de esta última conduciría a la psicosis.
Nicolás Caparrós
nuestra postura diferencia estrictamente el suceso psicótico de la neurosis y, naturalmente
del proceso evolutivo. La clave de la distinción reside en la forma y en el tiempo en que
estos mecanismos han sido empleados. En ello estriba la diferencia entre lo defensivo y lo
instrumental que venimos reiterando. No creo que sea ocioso incurrir en repeticiones porque
en caso contrario la inercia de los escritos psicoanalíticos anteriores pueden provocar
malentendidos. Cualquier sujeto, para construir su propia personalidad, precisa, por ejemplo,
de proyectar. La proyección le resulta imprescindible para su propio desarrollo; solamente
ciertos usos o una extensión temporal de la proyección amenazaría con convertirle en un
psicótico.
Si se nos permite una metáfora, un ser humano que camina hacia ese límite ideal que se
conoce con normalidad, es un sistema abierto que se mantiene asestado al exterior; su fuerza
radica en su debilidad de depender del medio, en la negación permanente de su existencia,
en la entropía positiva que lleva inexorablemente a la muerte y a su aceptación final como
parte del proceso vital. Por el contrario, la incapacidad de investir libidinalmente al mundo
exterior, conduce al mito de la entropía negativa, al triunfo ilusorio del Eros y al reinado
paradójico desde el inconsciente del Thánatos. En la trascendencia del sujeto radica a la vez
su fuerza y su intrínseca debilidad, en la necesidad estructural de un sentido, en la progresiva
concienciación de ser relativo. Asumir que dinámico y relativo coinciden en última
instancia. Ser una derivada matemática de la proposición inicial que ofrece el nacimiento.
El sujeto humano evoluciona a saltos y sólo la integral social permite ver en esta
evolución una curva armónica. Cuando abordamos al sujeto concreto, los puntos de
inflexión, el salto cualitativo, son la norma.
El sujeto que se desarrolla, el sujeto que crece, parece atravesar por momentos psicóticos
que en realidad no son otra cosa que fases de construcción de lo simbólico. El proceso de
adquisición del símbolo visto fenomenológicamente resulta indistinguible del fracaso en el
camino de acceder a él.
La humanidad en su camino de “mirarse” en una religión que le sirviese de espejo,
recorre sendas objetales parecidas a las que estamos examinando: Primero los dioses locales,
que apenas son sino la explicación mágica
Descargar