Acción de tutela, verdadero mecanismo de protección de derechos humanos Orlando de la Hoz Estudiante de quinto semestre de Derecho de la Universidad del Norte. [email protected] Corte Constitucional, Sentencia T-1078/12 (M.P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub) “Más que un asunto de política criminal, la trata de personas es un problema de violación de derechos humanos y desde esa perspectiva deben protegerse los derechos de las víctimas”. Es esta quizás una de las frases que de mejor manera sintetiza el fallo de la Corte Constitucional –calificado por algunos como histórico– que se procederá a analizar. Este fallo ha servido para que Amalia (nombre que la Corte ha decidido usar para caracterizar a la demandante) pueda verse hoy día, casi 50 años después de ocurridos los sucesos, reivindicada en la integridad de sus derechos fundamentales, que aproximadamente en 1963, en un municipio llamado Anzoátegui, perteneciente al departamento del Tolima, empezaron a verse vulnerados cuando el señor Vitaliano Sánchez Castañeda, mediando contrato de adopción, se quedó con Amalia. Es este el inicio de una historia de constantes vejámenes y abusos físicos, verbales e incluso sexuales a los que fue sometida en su niñez Amalia por parte de sus padres adoptivos, y que solo tuvo una suerte de final cuando en 1972 –con la ayuda de una amiga vecina y un miembro de la armada– la niña logró escapar del suplicio diario al que estaba sometida. Tiempo después, para 2011, Amalia, siendo ya una mujer adulta pero con un cúmulo de dudas irresolutas sobre su identidad y origen (entre otra serie de vulneraciones a sus derechos fundamentales que se mantenían vigentes a la fecha) interpone una acción de tutela pidiendo que se le garanticen los derechos a la identidad, familia, justicia, verdad, reparación, libertad, integridad sexual y dignidad humana. Todo esto con la ayuda incondicional de Mónica Sánchez, una valiente mujer que a pesar de ser hija de los victimarios no dudó en ayudar a Amalia en todo el proceso de presentación de la tutela, aun cuando serían sus propios padres los que se verían perjudicados. A continuación se narrará en forma somera los hechos acontecidos en el caso y se proseguirá con las consideraciones de la Corte y su fallo definitivo. 41 U R Í D I C A J C T U A L I D A D Hechos probados, consideraciones de la Corte y fallo definitivo A Para 1963 el señor Vitaliano Sánchez Castañeda traslada del municipio de Anzoátegui a la ciudad de Bogotá a Amalia, cuya edad debería rondar los 7 años, con el fin de entregarla a María Odilia de Franco, suegra de este, para que le ayudara en las labores domésticas. Aquí se dice que la señora María Odilia de Franco la prestaba a familiares con el fin de que realizara para ellos labores similares. En dicha ciudad labora aproximadamente 3 años y luego retorna de manera permanente a Anzoátegui para realizar las mismas labores que realizaba inicialmente en esta última población, pero esta vez en la residencia de Vitaliano, y su esposa, la señora Eunice Beltrán de Sánchez. El documento en el que al parecer se efectúa la adopción de Amalia tiene fecha del 15 de febrero de 1964; respecto a la autenticidad de este documento, la Corte la acreditó por completo. En la residencia del señor Vitaliano labora aproximadamente hasta que llega a la edad de 15 años, momento en el cual, cansada de los abusos y maltratos diarios de los que era objeto, escapa. Se ha establecido que su jornada en esos años empezaba desde muy temprano en la mañana, con motivo de ayudar a preparar el desayuno para sus “hermanos” (que eran 6) y terminaba en la noche, luego de hacer la cena y asear debidamente la cocina. Su habitación era el cuarto del servicio, lo cual deja entrever su estatus en la familia. Por todas estas labores Amalia nunca recibió remuneración alguna; los demandados ulteriormente alegaron que el pago o la remuneración lo constituían la crianza, los alimentos y las ropas que se le brindaban. 42 En todo este tiempo fue sometida a constantes maltratos de diverso de tipo. Se le decía repetitivamente que su madre era una prostituta, y que esa era la razón de su abandono, situación que le ocasionó graves conflictos internos. Además de estos maltratos verbales se le sometía también a mal- tratos físicos, como por ejemplo, fuertes golpes de tacón, meterla a la fuerza en la alberca cuando se orinaba, entre otros (especialmente escalofriante es la escena que narra Mónica cuando describe la forma en que su madre en una ocasión, como castigo, y producto de una cólera incontrolable, colgó a Amalia de una viga y, suspendida en el aire, procedió a propinarle salvajes y repetitivos golpes con un cable). Respecto a los abusos sexuales, aunque los reportes técnicos ofrecidos por expertos indican que no hay motivos para creer que los relatos de Amalia son fantasiosos, la Corte Constitucional termina por establecer que no se puede determinar de manera exacta quiénes fueron los agresores. Adicional a todo esto, Amalia nunca fue enviada al colegio con real interés en su permanencia, no podía disponer de su tiempo ni le era permitido salir de la casa; tampoco tuvo nunca documentos de identidad, ni los demandados tuvieron nunca real interés en que los tuviera. A causa de todo esto, Amalia en la actualidad desconoce su origen familiar y su verdadero nombre, ya que si bien se referían a ella por un nombre, no existe verdadera certeza sobre si ese fue el nombre que le otorgaron sus verdaderos padres. Por último, a través de conceptos técnicos calificados se determina que Amalia tiene daños emocionales considerables y sufre de “trastorno de estrés postraumático de gravedad crónica”, cuyos efectos se evidencian en unas relaciones sociales disminuidas, baja autoestima, poca conciencia sobre su situación, entre otros muchos efectos negativos que hacen mella en la calidad de vida de una persona. Habiendo probado todos estos hechos, la Corte Constitucional declara procedente la acción de tutela; a diferencia de los jueces de instancia, que optaron por negar la tutela declarándola improcedente basados en distintos argumentos. El juez de primera instancia se refirió a la improcedencia de la acción de tutela en este caso, ya que, según él, los delitos de los cuales se acusa a los demandados habían prescrito. Con respecto a este argumento la Corte dice que dichas prescripciones en los términos no pueden ser imputadas al demandante, ya que esto sería desconocer la situación en la que se hallan las personas sometidas a trabajos forzosos y maltratos, las cuales pueden tener dificultades al momento de sobreponerse a estas situaciones para denunciar a sus victimarios a causa de los traumas padecidos. Este fue el caso de Amalia, quien manifestó en varios momentos la dificultad que le significó hacer la denuncia, ya que llegó incluso a admitir que tenía aún sentimientos de miedo hacia sus victimarios. Observó también la Corte, en cuanto a la decisión de primera instancia, que el juez erró en su deliberación de sugerir la acción penal, ya que esta carece en el caso concreto de idoneidad para los objetivos que el demandante se propone. No se puede olvidar, dice la Corte, que el demandante no busca la penalización de sus demandados sino la tutela de sus derechos fundamentales. Respecto a los argumentos del juez de segunda instancia, a saber: que la tutela era improcedente por falta de inmediatez en su aplicación, la Corte respondió que si bien las presuntas vulneraciones de los derechos tuvieron inicio entre 1963 y 1964, no se puede ignorar que al parecer algunas vulneraciones siguen observándose a la fecha, por ejemplo, en su derecho a la identidad y también los efectos que han tenido dichas vulneraciones en su salud emocional. Luego la Corte procedió a evaluar las vulneraciones alegadas; estableciendo primeramente que a partir de los hechos probados, y a la luz de variedad de tratados internacionales aludidos, se puede afirmar que Amalia fue sometida a trabajos forzosos, a trata de personas, e incluso a cierta modalidad de esclavitud, y que a causa de esto se establece que la parte demandada ha vulnerado y sigue vulnerando derechos fundamentales de la parte demandante; además de señalar que independientemente de que la parte demandante carezca de vías judiciales para reclamar la reparación, en virtud del derecho a la reparación, la misma debe ser efectuada. En este momento, la Corte insiste en un aspecto primordial: las conductas perpetradas por la par- te demandada, que ya se han establecido en los hechos, no serán evaluados desde la perspectiva de las acciones penales posibles, sino desde la posibilidad que aún se estén presentando presuntas vulneraciones de derechos fundamentales, que si bien empezaron hace mucho tiempo, se mantienen vigentes a la fecha. En últimas, la Corte optó por acoger todas las presuntas vulneraciones de derechos fundamentales de Amalia como verdaderas, e inclusive con una gran mayoría de ellas produciendo efectos a la fecha. Entre estas se destacan el derecho a la verdad, a la identidad, a la dignidad, la justicia y la reparación. En referencia a este último, la Corte ha dicho que, dado que el demandante en el caso concreto carece de las vías ordinarias para hacer efectivo el derecho a la reparación, será procedente para el caso entonces la intervención del juez de tutela para ejecutar esta reparación, a través de la aplicación excepcional del artículo 25 del Decreto 2591 de 1991, que concede, bajo la constatación de unas situaciones fácticas determinadas, la potestad al juez de tutela de ordenar una indemnización por el daño emergente causado por las vulneraciones. Por último la Corte tomó como medida, con el propósito de poner fin a la vulneración de los derechos fundamentales de Amalia a la identidad, a la familia y otros, ordenar al Ministerio del Interior que brinde la ayuda necesaria a la demandante para encontrar a su familia y permitirle reconstruir su pasado. También como medida auxiliar, y en búsqueda de la no repetición de situaciones similares, la Corte ordenó que se realicen campañas con miras a erradicar definitivamente del Estado colombiano toda modalidad de trabajo forzoso que pueda atentar contra los derechos humanos de las personas. En definitiva, la Corte resolvió: revocar el fallo de segunda instancia que confirmó la decisión del juez de primera; tutelar la totalidad de los derechos aludidos por el demandante; ordenar al Ministerio del Interior brindar la colaboración necesaria a la demandante para encontrar a su familia y reconstruir su pasado; condenar a Vitaliano Sánchez Castañe- 43 U R Í D I C A J C T U A L I D A D A da y a Eunice Beltrán de Sánchez al pago de una indemnización a favor de la demandante y ordenar la realización de campañas dirigidas a erradicar de las conductas que dieron lugar al presente caso, con énfasis especial en las áreas rurales del país. 44