Presentación

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Autonomía y representación en personas mayores con demencia:
El ingreso en centro residencial
Juan Medrano
Médico psiquiatra
Red de Salud Mental de Bizkaia
1. Ingreso residencial y capacidad
El ingreso en una residencia de personas mayores tiene implicaciones muy importantes. La
entrada en la residencia pueda que sea el paso definitivo a una forma de vida que es nueva
para la persona, y que podría ser definitiva o, cuando menos, abrir paso hacia posteriores
estancias en otros centros hasta el final de la vida. Los costes de la plaza, y su repercusión en la
economía de la persona, o de su familia, o en las expectativas que hasta entonces hubieran
existido en relación con el patrimonio que pudiera dejarse a los descendientes, son un
importante factor que no puede perderse de vista. Por otra parte, entrar en una residencia
entraña una serie de renuncias a la autonomía personal, un sometimiento a horarios, normas,
una convivencia con compañeros no elegidos y, a menudo, en una misma habitación. Y por
último, una ruptura con la biografía y la historia personal, y una ruptura, también, con el
entorno que ha sido propio, lo que abre la posibilidad de aislamiento y en cierto modo,
exclusión.
Para poder anticipar, comprender, apreciar y sopesar todas estas circunstancias, para, en
definitiva, consentir el ingreso, es necesaria una capacidad de toma de decisiones muy
significativa. El documento “El proceso de información y consentimiento en servicios sociales:
Guía de recomendaciones éticas1”, elaborado por el Comité de Ética en Intervención Social de
Bizkaia, plantea tres posibles situaciones:
1. La persona capaz que acepta o rechaza el ingreso. Su decisión será válida y deberá ser
respetada
2. La persona no capaz que no se opone al ingreso. En este caso el documento referido
plantea que si no se conocen los deseos de la persona cuando conservaba la
capacidad, o no puede comprobarse que lo manifestado por los familiares coincida con
los deseos de ella, cuando el ingreso suponga un claro beneficio para la atención a las
necesidades de la persona, y esta no se niegue ni manifieste ninguna conducta
contraria a dicho ingreso, el consentimiento por escrito lo dará la persona que ejerce
la guarda de hecho de la persona “incapaz de hecho”
3. La persona no capaz que se opone al ingreso. Como se señala en el citado documento,
el internamiento involuntario de cualquier persona solo puede ser una alternativa
asistencial excepcional y ajustarse al principio de proporcionalidad; es decir: debe ser
la única medida posible, o en todo caso la mejor, para atender las necesidades básicas
1
Comité de Ética en Intervención Social de Bizkaia. El proceso de información y consentimiento en
servicios sociales: Guía de recomendaciones éticas (Revisión y redacción: Marije Goikoetxea Iturregui).
Diputación Foral de Bizkaia. Departamento de Acción Social. Abril 2016
1
de una persona y evitar así que corra riesgos graves para su integridad psíquica o física.
Por la drástica limitación que entraña para los derechos de la persona, debe de
realizarse con el máximo respeto a los procedimientos que establece la ley.
•
Si la persona tiene modificada su capacidad de obrar, no es suficiente el
consentimiento del representante, que requiere autorización judicial previa
para “internar al tutelado en un establecimiento de salud mental o de
educación o formación especial” (art. 271.1º CC).
•
Si el paciente no tiene modificada la capacidad de obrar, puede iniciarse un
procedimiento que contemple el internamiento en residencia como medida
cautelar
•
Una tercera vía sería el uso del Art. 763 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, sobre
internamiento no voluntario por razón de trastorno psíquico, que
exploraremos en las páginas que siguen.
2. Artículo 763 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
El Art. 763 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil2 se refiere al Internamiento
no voluntario por razón de trastorno psíquico. Es una ley algunos de cuyos contenidos fueron
declarados inconstitucionales por STC 132/2010, de 2 diciembre3, por abordarse en una ley
ordinaria una privación de libertad, lo que solo puede regularse mediante ley orgánica. A pesar
de ello, y al tiempo que reclamaba al legislador “que, a la mayor brevedad posible, proceda a
regular la medida de internamiento no voluntario por razón de trastorno psíquico mediante ley
orgánica”, el Constitucional aclaraba que la declaración de inconstitucionalidad no conllevaba
la nulidad del artículo, ya que se crearía “un vacío en el Ordenamiento jurídico no deseable”.
Por otra parte, la sentencia destaca que la valoración por parte del tribunal no se había
producido ante un cuestionamiento del fondo de la norma, y señala también que existe el
precedente de que “la posibilidad de no vincular inconstitucionalidad y nulidad ha sido
reconocida por nuestra jurisprudencia”. Por lo tanto, el precepto es formalmente
inconstitucional, pero no cuestionado en cuanto a su fondo, y de hecho, se sigue aplicando de
forma rutinaria.
El texto del Art. 763 establece:
1. El internamiento, por razón de trastorno psíquico, de una persona que no esté en
condiciones de decidirlo por sí, aunque esté sometida a la patria potestad o a tutela,
requerirá autorización judicial, que será recabada del tribunal del lugar donde resida la
persona afectada por el internamiento.
2
Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil. «BOE» núm. 7, de 8 de enero de 2000, páginas 575
a 728. Texto consolidado accesible en: https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2000-323.
3 Pleno. Sentencia 132/2010, de 2 de diciembre de 2010. Cuestión de inconstitucionalidad 4542-2001.
Planteada por el Juzgado de Primera Instancia núm. 8 de A Coruña en relación con los párrafos primero
y segundo del artículo 763.1 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de enjuiciamiento civil. Derecho a la
libertad personal y reserva de ley orgánica: inconstitucionalidad de la previsión, en ley ordinaria, del
internamiento forzoso en establecimiento de salud mental de quienes padezcan trastornos psíquicos.
«BOE» núm. 4, de 5 de enero de 2011, páginas 106 a 112. Accesible en:
https://www.boe.es/boe/dias/2011/01/05/pdfs/BOE-A-2011-274.pdf
2
La autorización será previa a dicho internamiento, salvo que razones de urgencia
hicieren necesaria la inmediata adopción de la medida. En este caso, el responsable del
centro en que se hubiere producido el internamiento deberá dar cuenta de éste al
tribunal competente lo antes posible y, en todo caso, dentro del plazo de veinticuatro
horas, a los efectos de que se proceda a la preceptiva ratificación de dicha medida, que
deberá efectuarse en el plazo máximo de setenta y dos horas desde que el
internamiento llegue a conocimiento del tribunal.
En los casos de internamientos urgentes, la competencia para la ratificación de la
medida corresponderá al tribunal del lugar en que radique el centro donde se haya
producido el internamiento. Dicho tribunal deberá actuar, en su caso, conforme a lo
dispuesto en el apartado 3 del artículo 757 de la presente Ley.
2. El internamiento de menores se realizará siempre en un establecimiento de salud
mental adecuado a su edad, previo informe de los servicios de asistencia al menor.
3. Antes de conceder la autorización o de ratificar el internamiento que ya se ha
efectuado, el tribunal oirá a la persona afectada por la decisión, al Ministerio Fiscal y a
cualquier otra persona cuya comparecencia estime conveniente o le sea solicitada por
el afectado por la medida. Además, y sin perjuicio de que pueda practicar cualquier
otra prueba que estime relevante para el caso, el tribunal deberá examinar por sí
mismo a la persona de cuyo internamiento se trate y oír el dictamen de un facultativo
por él designado. En todas las actuaciones, la persona afectada por la medida de
internamiento podrá disponer de representación y defensa en los términos señalados
en el artículo 758 de la presente Ley.
En todo caso, la decisión que el tribunal adopte en relación con el internamiento será
susceptible de recurso de apelación.
4. En la misma resolución que acuerde el internamiento se expresará la obligación de
los facultativos que atiendan a la persona internada de informar periódicamente al
tribunal sobre la necesidad de mantener la medida, sin perjuicio de los demás informes
que el tribunal pueda requerir cuando lo crea pertinente.
Los informes periódicos serán emitidos cada seis meses, a no ser que el tribunal,
atendida la naturaleza del trastorno que motivó el internamiento, señale un plazo
inferior.
Recibidos los referidos informes, el tribunal, previa la práctica, en su caso, de las
actuaciones que estime imprescindibles, acordará lo procedente sobre la continuación
o no del internamiento.
Sin perjuicio de lo dispuesto en los párrafos anteriores, cuando los facultativos que
atiendan a la persona internada consideren que no es necesario mantener el
internamiento, darán el alta al enfermo, y lo comunicarán inmediatamente al tribunal
competente.
Así pues, aunque se hable de internamiento no voluntario, el fondo de la limitación para
prestar consentimiento es la falta de capacidad (“una persona que no esté en condiciones de
decidirlo por sí”) derivada de un trastorno psíquico. Por tanto, es aplicable también a personas
no capaces que no consienten. Solo cubre los ingresos relacionados con un trastorno psíquico,
3
y no los de personas con enfermedades psíquicas que no quieran ingresar o que no estén en
condiciones de decidirlo.
La autorización será previa, pero se puede adoptar con carácter urgente, lo que, de hecho, es
la práctica generalizada. En tal caso, realizado el ingreso, el responsable del centro deberá dar
cuenta de éste al tribunal competente lo antes posible y, en todo caso, dentro del plazo de
veinticuatro horas. La ratificación deberá efectuarse en el plazo máximo de setenta y dos horas
desde que el internamiento llegue a conocimiento del tribunal. Esta ratificación de la medida
corresponderá al tribunal del lugar en que radique el centro donde se haya producido el
internamiento.
Antes de conceder la autorización (en ingresos no voluntarios ordinarios) o de ratificar el
internamiento que ya se ha efectuado (en ingresos realizados con carácter urgente), el tribunal
oirá a la persona afectada por la decisión, al Ministerio Fiscal y a cualquier otra persona cuya
comparecencia estime conveniente o le sea solicitada por el afectado por la medida. Además,
el tribunal deberá examinar por sí mismo a la persona de cuyo internamiento se trate y oír el
dictamen de un facultativo por él designado.
A lo largo de todas las actuaciones, la persona afectada por la medida de internamiento podrá
disponer de representación y defensa y hay lugar a recurso de apelación.
Los facultativos que atiendan a la persona internada deben informar periódicamente al
tribunal sobre la necesidad de mantener la medida. La cadencia mínima es cada 6 meses, pero
el tribunal puede también requerir otros informes cuando lo crea pertinente. En función de su
valoración de esos informes, el tribunal acordará la continuación o no del internamiento.
3. ¿Es aplicable el 763 a las residencias de ancianos?
La respuesta, históricamente, ha sido variada. Muchas Audiencias Provinciales han mantenido
el criterio de que es así. Otras, entre ellas la de Bizkaia, no lo comparten. La objeción puede ser
doble: por una parte, es posible que haya dudas sobre si la demencia, principal causa de
afectación de la capacidad para consentir el ingreso en personas de edad avanzada, es un
trastorno psíquico en el sentido previsto por el Art. 763. Por otra parte, puede caber la duda
de si el internamiento no voluntario se prevé solo para medio sanitario (hospitales) y no para
el sociosanitario (residencias).
A. Demencia como trastorno psíquico
La demencia, cuya forma más frecuente es la Enfermedad de Alzheimer, se caracteriza
por una progresiva pérdida de funciones intelectuales y de autonomía que aboca a una
merma gradual de la capacidad de tomar decisiones. La Clasificación Internacional de
las Enfermedades de la OMS, en su Décima Edición4, la define así:
Síndrome debido a una enfermedad del cerebro (…), en la que hay déficits de
múltiples funciones corticales superiores, entre ellas la memoria, el
4
VVAA. CIE 10: Transtornos Mentales y del Comportamiento: Descripciones clínicas y pautas para el
diagnóstico. Madrid: Meditor, 1992
4
pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de
aprendizaje, el lenguaje y el juicio.
El déficit cognoscitivo se acompaña por lo general, y ocasionalmente es
precedido, de un deterioro en el control emocional, del comportamiento social
o de la motivación.
Así pues, un rasgo distintivo de la demencia es que conlleva lesión cerebral; si se
quiere, asiento material y, por lo tanto, tiene una dimensión orgánica, física. También
hay que reseñar que generalmente es de inicio insidioso, es decir: no claramente
definido. No suele ser posible determinar retrospectivamente cuándo empezó
exactamente la enfermedad, y lo habitual es que antes de que se establezca el
diagnóstico el paciente haya pasado un tiempo de sutil pérdida de habilidades
intelectuales que no se acompañan de una limitación funcional. En este periodo se
habla de Deterioro Cognitivo Leve o, en términos del DSM-5 de la Asociación
Psiquiátrica Americana5, de un Trastorno Neurocognitivo Menor. El diagnóstico marca
y reconoce el momento en el que la situación clínica y funcional de la persona cae en el
concepto de demencia o, de nuevo en términos del DSM-5, Trastorno Neurocognitivo
Mayor.
Aunque puede presentar muchos síntomas, hoy en día se contempla la demencia
desde un paradigma cognitivo, centrado en la afectación, en especial, de la memoria, y
se valora desde la concepción de funciones cognitivas mensurables que sería posible
cuantificar a lo largo de dimensiones, estableciendo un punto de corte, un valor
numérico en tests o pruebas que marca el diagnóstico, el momento a partir del cual se
puede diagnosticar la enfermedad. A partir de ahí se va produciendo una progresión
con intensificación de las pérdidas, gradual discapacidad y dependencia.
En la demencia pensaba, sin duda, algún comentarista cuando hablaba hace años de
ciertas “enfermedades que rigurosamente, en términos médicos, no constituyen un
"trastorno psíquico" pero que, sin embargo, provocan una situación en la que el
enfermo no está en plenitud de condiciones para decidir por sí sobre su propio
internamiento”6. Es decir, la demencia, desde esta perspectiva, no es–supuestamenteuna enfermedad psíquica para la Medicina. Sin duda esto nace de una trasnochada
visión dualista, como si lo psíquico fuera lo relacionado con lo inmaterial, lo que no
tiene sustrato cerebral (orgánico), lo que de alguna manera lleva al alma. A esta visión
contribuye el hecho de que existe una especialidad médica –la Psiquiatría- que parece
diseñada hasta en su nombre para ocuparse de esa sustancia inmaterial: la psique. No
en vano los psiquiatras somos denominados a veces (con más sorna que precisión)
“médicos del alma”.
Contribuye a la confusión el hecho de que disfunciones del cerebro que se asocian a
las enfermedades mentales más importantes desde el punto de vista clínico y
funcional no son tan aparentes como las lesiones estructurales de la demencia. Y por
otra parte, existe una especialidad más relacionada con el cerebro como órgano, como
estructura, como cuerpo. Es la Neurología, especialidad que en nuestro medio asume
en la mayoría de los casos el diagnóstico de la demencia. Por tanto, desde la visión
5
Asociación Psiquiátrica Americana. DSM-5. Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales
(5ª Ed.). Madrid: Panamericana, 2014
6
Diario Médico, octubre 2003
5
dualista, desde la visión de la Psiquiatría como la Medicina de lo Inmaterial y desde el
reparto de competencias de las especialidades médicas, podría decirse que la
demencia no es un trastorno psíquico.
Sin embargo, esta visión no tiene sentido alguno. Desde la separación de
especialidades, la demencia es tratada en los textos de Psiquiatría, y existen criterios
para diagnosticarla de base psiquiátrica (el referido de la OMS, por ejemplo, o los del
ya mencionado DSM-5). Si nos detenemos en las responsabilidades asistenciales, una
enfermedad orgánica y no “inmaterial” como la demencia se atiende en centros
psiquiátricos tanto comunitarios como hospitalarios (con la particularidad de que en
los ingresos puede hacer necesaria, precisamente, la aplicación del Art. 763). Y desde
la sintomatología de la enfermedad, hasta el 95% de los pacientes con demencia
presentan en algún momento de la evolución síntomas psiquiátricos (llamados
habitualmente “psicológicos y conductuales”)7. En otros países, de hecho, la
especialidad médica Psicogeriatría, rama de la Psiquiatría, atiende a personas con
demencia a lo largo de todo el proceso.
Por lo tanto, si una enfermedad se acompaña en la práctica totalidad de los pacientes,
de síntomas psiquiátricos, si se trata en dispositivos psiquiátricos, si se estudia en
Psiquiatría y si se diagnostica con criterios elaborados desde la Psiquiatría, negar que la
demencia sea un trastorno psiquiátrico no tiene sentido, ni justificación y se acerca al
absurdo. Y ciertamente, no puede liquidarse la cuestión pretendiendo aducir que el
trastorno psíquico al que se refiere el Art. 763 es solo la parte del campo de
intervención de la Psiquiatría que carece de asiento orgánico. La investigación en
Neurociencia ha demostrado que no es cierto que las “otras” enfermedades
psiquiátricas tengan base inmaterial, y aunque la redacción de las leyes se caracterice
a menudo por su imprecisión o por la elección de sinónimos que confunden más que
aclaran las cuestiones de fondo, los términos trastorno psiquiátrico, trastorno mental y
trastorno psíquico son perfectamente intercambiables.
B. ¿Es la residencia un “centro”?
El 763 se aplica de forma rutinaria en centros sanitarios como hospitales monográficos
psiquiátricos y servicios de Psiquiatría en hospitales generales, por lo que podría
pensarse que está concebido tan solo para los ingresos hospitalarios. Ahora bien, nada
indica que su ámbito de aplicación del 763 sea exclusivamente el sanitario. En la
redacción del precepto se habla de “centro” en el que se produce el internamiento, sin
adjetivarlo de forma que permita establecer que los se refiere únicamente al marco
sanitario.
Por otra parte, las residencias, desde el punto de vista de los problemas de salud que
presentan las personas a las que atienden, son policlínicas en las que se asiste a
personas con variadas patologías (casi siempre con comorbilidad). De hecho, estos
dispositivos cuentan a menudo con equipos sanitarios propios y, en todo caso, prestan
7
Kales HC, Gitlin LN, Lyketsos CG. Assessment and management of behavioral and psychological
symptoms
of
dementia.
BMJ.
2015
Mar
2;
350:
h369. Accesible
en:
http://www.bmj.com/content/350/bmj.h369.long
6
apoyos de contenido sanitario con la asistencia de equipos sanitarios del sector
público. Negar, pues, el componente sanitario de las residencias de ancianos se acerca
a negar la realidad.
En este punto es esclarecedora una reciente Sentencia del Tribunal Constitucional (STC
13/2016, de 1 de febrero de 2016)8 que se refiere, precisamente, al ingreso de una
mujer en una residencia de ancianos en el que se aplicó el Art. 763 de forma indebida
en materia de plazos según la resolución. Aun pasando por alto que el relato de los
hechos demuestra que al menos en otros marcos geográficos es natural el ingreso no
voluntario urgente, la sentencia afirma que “nada obsta a que una residencia
geriátrica pueda ser el «centro» al que se refiere el art. 763.1 LEC, siempre que,
además de cumplir con todos los requerimientos legales y administrativos para su
funcionamiento, se halle en condiciones de cumplir con esas condiciones
imprescindibles para el tratamiento psiquiátrico”.
Los requisitos que una residencia geriátrica debería cumplir para ser un “centro” de los
aludidos en el 763 son, pues, según la sentencia, cumplir requerimientos legales y
administrativos para su funcionamiento y poder llevarse a cabo en ella un tratamiento
psiquiátrico. Este tratamiento no implica que sea preciso que exista un profesional
psiquiatra, sino que existan medios “equipos y recursos materiales (medicinas, etc.)”
que permitan tal tratamiento. Aunque en otro punto la sentencia hace referencia a
que la residencia debe disponer de psiquiatra, lo hace para señalar que para realizar un
ingreso involuntario urgente es preciso un informe psiquiátrico actualizado y referido a
valoración reciente, en el que aparezca el diagnóstico y se motive la necesidad de
ingreso. Esa forma de “disponer” de psiquiatra no implica en modo alguno que la
residencia deba contar entre sus trabajadores con un médico de esta especialidad, y el
rol que se atribuye al psiquiatra puede desempeñarse desde cualquier fórmula que lo
permita (interconsultor, psiquiatra habitual del paciente).
Si el ingreso se realiza de forma urgente, el Tribunal Constitucional recuerda que,
según lo dispuesto en el Art. 763, el responsable de la residencia deberá comunicarlo
al tribunal correspondiente al lugar en que se ubique radique el centro.
4. Ventajas e inconvenientes del Art. 763
Considerando, por tanto, que es viable la aplicación del Art. 763 en residencias de ancianos,
cabe considerar qué ventajas e inconvenientes aporta.
El 763 aporta ventajas innegables. Permite una resolución más rápida que procedimientos de
modificación de la capacidad de obrar. También es aplicable a internamientos de personas no
capaces que no se oponen, estableciendo una tutela judicial que reduce el riesgo de influencia
indebida o de abuso por parte del guardador de hecho. Asimismo, prevé su aplicación urgente,
lo que favorece una respuesta en casos e necesidad perentoria, con el valor añadido de que
8
Sala Primera. Sentencia 13/2016, de 1 de febrero de 2016. Recurso de amparo 6167-2014. Promovido
por doña M.S.S., respecto de los Autos de la Audiencia Provincial y de un Juzgado de Primera Instancia
de Madrid que confirmaron la medida de internamiento urgente por trastorno psíquico. Vulneración del
derecho a la libertad personal: resolución judicial tardía y adoptada sin la existencia de informe médico
que justificara la medida adoptada (STC 141/2012). «BOE» núm. 57, de 7 de marzo de 2016, páginas
18409 a 18422. Accesible en: https://www.boe.es/boe/dias/2016/03/07/pdfs/BOE-A-2016-2330.pdf
7
deberá justificarse la necesidad de la medida y de que facilitará tutela judicial desde el primer
momento.
Entre los inconvenientes del Art. 763 debe destacarse la exigencia de celeridad al tribunal, que
cuenta con 72 horas para autorizar o no el ingreso, lo que, dada la abundancia de centros
residenciales para ancianos y su dispersión geográfica, puede ser muy difícil de llevar a cabo.
También supone una mayor carga de trabajo para los tribunales, que deben ordenar y recibir
informes y valorarlos en tanto persista el internamiento. Por último, desde el punto de vista de
la persona afectada, el recurso a un mecanismo utilizado esencialmente en el marco de los
servicios psiquiátricos podría suponer un riesgo de estigmatización.
5. Conclusiones
La demencia y la pérdida de capacidad de ella derivada son ya conocidas en mayor o menor
grado por la sociedad, al ir calando en la cultura la enfermedad y sus características. También
va aumentando en la población la exigencia de ser informado si se padece la enfermedad.
Dado que la demencia no tiene hoy en día curación, ni siquiera mitigación duradera
satisfactoria de sus síntomas cognitivos, se ha criticado en el Reino Unido la presión e
incentivación a los médicos para que la detecten y diagnostiquen en personas que no expresan
necesidad de ser atendidos por sus síntomas. Ahora bien, conocer el diagnóstico de demencia
es importante para poder ejercer la autonomía, estableciendo Voluntades Anticipadas o
tomando decisiones relevantes en tanto se conserve la capacidad para ello.
El conjunto de la población, y no solo las personas a las que se diagnostique demencia y
reciban el diagnóstico, tiene a su disposición lo que los notarios denominan “Instrumentos de
protección de la persona”: Autotutela, Poderes Generales Preventivos y, de nuevo, Voluntades
Anticipadas, que permiten trasladar la autonomía hacia el futuro. Desgraciadamente, estas
herramientas no son suficientemente conocidas ni utilizadas. Y aunque también es cierto que
ni las Voluntades Anticipadas ni ningún otro de estos instrumentos pueden prever o
contemplar todas las eventualidades con las que la vida puede sorprendernos, sí se podría
animar a que uno de los aspectos sobre los que oriente quien las otorga sea la de su
preferencias sobre un posible ingreso en residencia si llegaran a plantearse determinadas
circunstancias. Para ello será necesario que las personas que otorguen estas instrucciones
conozcan qué conlleva vivir en una residencia. Si bien el envejecimiento de la sociedad y los
cambios en la estructura de las familias están haciendo que cada vez sean más las personas
que tienen una experiencia directa de las residencias por estar algún allegado ingresado en
uno de estos dispositivos, no estaría de más que las residencias se abrieran a la sociedad para
facilitar, al tiempo, una integración y una normalización que se destierren de una vez la idea de
que son centros de abandono y olvido de mayores en condiciones indignas.
Pero, en tanto se diseñen, se implementen o se extiendan y generalicen los mecanismos que
consagren la decisión autónoma anticipada, el ingreso en residencia es una circunstancia en la
que puede aplicarse, si fuera necesario, lo previsto en el Art. 763 de la LEC para el
Internamiento no voluntario por razón de trastorno psíquico. A tal efecto es aplicable a
personas no capaces, aplicable a enfermedades supuestamente no psiquiátricas como la
demencia y su compatibilidad jurídica está avalada por el propio Tribunal Constitucional.
8
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