Fernando I, el olvidado emperador español. La Aventura de la

Anuncio
DOSSIER
FERNANDO I
El olvidado
emperador español
Fernando I y Carlos V (Toledo, Museo de Santa Cruz).
El hermano menor de Carlos V
nació en Alcalá de Henares y se
crió en la Corte itinerante de sus
abuelos, los Reyes Católicos,
pero fue alejado de España para
que no rivalizara por la
gigantesca herencia de Isabel y
Fernando. Tras la abdicación
imperial de Carlos, quedó al
frente de la rama europea de los
Habsburgo, que perduró hasta
1918. Una gran exposición en
Viena evoca la vida y el tiempo
de este emperador español, casi
desconocido en la Península
Artículos de:
Joseph Pérez
Georg Kugler
Ferdinand Opll
Ana Mur Raurell
Un infante
castellano
La inevitable
división
Influencia española
en Viena. La huella
Karl Friedrich Rudolf
José Martínez Millán
Christopher F. Laferl
pág. 56
pág. 64
pág. 70
1
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
Un infante
CASTELLANO
Fernando I, en un óleo de
Hans Maler. El futuro
emperador fue forzado a
abandonar España en
1518, tras la llegada de
su hermano Carlos.
El emperador Fernando I fue educado como infante de Castilla en la corte
itinerante de los Reyes Católicos. Karl Friedrich Rudolf describe su
adolescencia española, a la que puso brusco fin su hermano Carlos V
C
uando Isabel la Católica murió en Medina del Campo, el
26 de noviembre de 1504, vivía a poca distancia, en Arévalo, un pequeño nieto suyo de nombre Fernando, hijo de la princesa Juana
y nacido el año anterior. La reina lo había enviado allí para que se educase al
margen de los conflictos que la enfrentaban con Juana. El centenario de este
hermano de Carlos V, muy poco conocido en España, se sitúa entre el de éste, a quien sucederá como emperador
del Sacro Romano Imperio, y el de su
abuela. A Fernando se le puede considerar como el primer infante de los
Austrias nacido en suelo español, pero
también, tomando en consideración su
formación en la corte de los Reyes Católicos, como el último de los Trastámara. Destinado, sin embargo, a abandonar su patria para marchar al otro lado de Europa, como heredero de los
territorios de su abuelo paterno, el emperador Maximiliano I.
La vida de Fernando empezó el 10 de
marzo de 1503 en Alcalá de Henares,
donde nació, y terminó en Viena, donde murió en el actual Palacio Imperial
(Hofburg) como emperador, a la edad
de 61 años, el 24 de julio de 1564, a las
siete de la tarde. Su tumba se encuentra
en la catedral de San Vito en Praga. Según escribió su hijo mayor Maximiliano
II, que asistió a la muerte de su padre,
a su embajador Dietrichstein en Madrid:
“Su majestad murió mientras dormía,
sin dolor; no era más que piel y huesos”.
El fundador de la rama vienesa de
los Habsburgo era fruto del matrimonio entre un duque de Borgoña y una
infanta de Castilla y Aragón, y nació en
la patria de su madre, donde en principio vivió. Los paisajes españoles, por
tanto, fueron los escenarios de la pri-
KARL FRIEDRICH RUDOLF es miembro del
Instituto Histórico Austríaco, Madrid.
2
Detalle de la vista de Alcalá de Henares, dibujada por Anton van Wyngaerde. Fernando I nació
en esta ciudad en 1503.
mera etapa de su vida, cuando el pequeño acompañaba a la corte itinerante de sus abuelos maternos, los Reyes
Católicos.
Una madre complicada
Isabel, la infanta Juana y la Corte se establecieron varios meses en Alcalá de
Henares en la primavera de 1503. Después siguieron camino hacia Madrid,
continuaron el viaje hacia la Sierra, pasando por la calzada romana, remontaron el puerto de Fuenfría, de 1.769 metros de altura, y llegaron en agosto a
Segovia. Juana llevaba siete años casada con Felipe el Hermoso, archiduque
de Austria y duque de Borgoña. La madre de Fernando es un personaje difícil
de interpretar, cuya complejidad ha sido argumento de libros y películas. La
relación que tenía con su hijo es también difícil de entender. Cuando nació
Fernando, tenía ya una niña y otro hijo varón, el futuro Carlos V. En esta
época, no se puede hablar de matri-
monio por amor. Como en toda la
Edad Media, la boda entre aquellas dos
personas formaba parte de alianzas y,
en este caso, respondía a los planes
políticos del Rey Católico y del emperador Maximiliano I, que se habían
unido contra el rey de Francia.
Para la infanta Juana, el matrimonio
no había sido fácil, ya que por razones
políticas, en 1501 había tenido que dejar a sus hijos en los Países Bajos, para
emprender, como heredera del reino
de Castilla, camino hacia la Península,
con su marido como príncipe consorte.
Fernando vivió poco tiempo con su
madre. A su padre, Felipe el Hermoso,
no le recordaría. Cuando murió en Burgos, en septiembre de 1506, el infante
tenía poco más de tres años. El único
periodo en que le encontramos al lado
de su madre se sitúa entre 1507 y 1508.
Existe una carta –la cita Bethany Aram
en su libro sobre Juana– que demuestra sin embargo que se preocupó por la
3
UN INFANTE CASTELLANO
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
Una gran exposición en Viena
F
ernando I nació como infante de Castilla y Aragón en Alcalá de Henares en
1503, murió como emperador del Saco Romano Imperio en Viena en 1564 y fue sepultado en el coro de la catedral gótica de
Praga. Entre estas dos fechas se desarrolla
una vida típica de un miembro de una dinastía poderosa de la Baja Edad Media y
de comienzos de la Moderna. Sin embargo,
visto en retrospectiva, este destino estuvo
lleno de interrupciones inesperadas y giros
decisivos.
Su niñez y juventud estuvieron marcadas por una moderna educación humanística. Después, cuando el joven Fernando
llegó a los Países Bajos, hubo de enfrentarse al problema de la reforma de la Iglesia, que para él era nuevo por completo.
Tuvo que ocuparse de esta cuestión durante el resto de su vida. Los Países Bajos
fueron una etapa en su viaje hacia Austria. Casarse con Ana Jagelona, princesa
de los reinos de Bohemia y de Hungría,
fue una decisión personal suya, pero
adoptada bajo el dictado de sus obligaciones dinásticas. De esta manera, se sumergió en la turbia lucha por el poder en
el Danubio y en la frontera oriental de
Europa central. Para ser independiente
política y económicamente, tuvo que
arrebatar a su hermano Carlos V la base
territorial, lo que consiguio en dos etapas, en 1521 y 1522. En “sus” Países
Austríacos, donde nunca había estado antes, cuya lengua no habló, cuyas tradiciones políticas desconocía y cuyo clima le
resultó extraño creó, al lado de su hermano, un Imperio enorme, que constó de
Austria –que se extendía entonces hasta
el Mar Adriático–, Bohemia con Silesia y
Lusacia, además de Hungría con Transilvania y Croacia. De esta forma, se convirtió en el fundador de la Monarquía Habsbúrgica, situada entre el Este otomano y
el Occidente alemán.
salud del niño. Escribe en junio de
1507 desde Hornillos, camino de Burgos, al noble Pedro Núñez de Guzmán,
clavero de la Orden de Calatrava y ayo
de Fernando: “os vengays con el y venid por los lugares y caminos mas sanos”. Tampoco la comida era tan mala
o escasa como afirmaba el cronista de
Fernando, su capellán fray Alonso de
4
La exposición que se ha organizado en
torno a su figura en Viena no trata de sacar
a Fernando de la sombra de su hermano
Carlos, que siempre ha sido el centro del
interés de la investigación histórica, sino
de presentarle bajo la luz de sus propias actuaciones.
La exposición comienza con una sección
que contiene objetos procedentes de colecciones españolas relativos a los primeros
años de vida de Fernando en la Península,
periodo que termina con su viaje a los Países Bajos. La siguiente sección se centra en
su sucesiva residencia en Viena, Praga, Budapest y Bruselas, como centros políticos y
económicos de la época. Objetos procedentes de colecciones checas y húngaras
ilustran la sucesión de Fernando en los
reinos de Bohemia y Hungría y su lucha
contra los ejércitos otomanos, cuya cultura, paradójicamente, ejercía una fuerte
fascinación en los países habsbúrgicos.
La muestra refleja también los problemas de la Reforma religiosa, las relaciones
dinásticas con España, los príncipes alemanes, Italia y Polonia y el desarrollo del arte
y la ciencia de la época. La exposición se
cierra con la muerte del emperador y las ceremonias fúnebres.
Destacan por su calidad artística las
obras de Pisanello, Tiziano, Archimboldo,
Juan de Flandes, Antonio Moro y Durero,
entre otros. Son interesantes las ostentosas
armaduras y arneses de guerra de los más
famosos maestros del momento, así como
los tapices flamencos de excelente factura.
Georg Kugler
Comisario de la exposición
El Emperador Fernando I. 1503-1564.
La Génesis de la Monarquía
de los Habsburgo
Viena, Kunsthistorisches Museum
1010 Viena, Maria Theresien-Platz
www.khm.at/home5.html
Osorio, si se observa lo que se compró
en estos años para la corte de Juana:
“gallinas, capones, cabrito, longaniza,
perdiz, huevos, miel, higos, tocino, leche, salmón, fruta, mero, buñuelos”. En
una ocasión, al menos, Fernando cayó
enfermo, cuando viajaba en 1508 con
su abuelo Fernando el Católico hacia
Córdoba y Sevilla. A finales de 1509, su
El infante Fernando, hacia los diez años de
edad. Sólo estuvo con su madre entre 1507 y
1508 (Viena, Kunsthistorisches Museum).
médico notó una cierta mejoría: “El bazo está más blando y menor. Sed ninguna. La largura de los paroxismos entre ocho y nueve horas”. Sólo a mediados de 1510, la cuartana le dejó, como
informaron los médicos a Fernando el
Católico. Ser sangrado debió ser bastante desagradable para el niño.
En esos años, sobre todo a partir de
1511, empezó su educación. En esto,
Fernando se diferenció mucho de su
hermano, con el cual desde siempre se
le ha comparado. Aunque tenían los
mismos padres, desde el punto de vista de su educación y entorno personal,
eran personajes muy distintos, que incluso hablaban idiomas diferentes.
Carlos se crió en el ambiente de la corte borgoñona, mientras Fernando creció, igual que su tío, el infante Juan
–fallecido en 1497 a los 19 años– en
las tradiciones de la Corte de los Reyes
Católicos.
Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, padres de Carlos V y Fernando I, según un dibujo de Jörg Kölderer, hacia 1522. Fernando no tenía
recuerdos de su padre, que murió en Burgos en 1506, cuando el infante tenía poco más de tres años (Viena, Biblioteca Nacional)
va del Cardenal Cisneros, se publicó la
Biblia Políglota. El viajero de origen
austríaco Hieronymus Münzer observó
el alto nivel cultural de los nobles de la
corte de los Reyes Católicos en 1495 y
escribió: “El idioma español está más
“que me recitaron largos trozos de Juvenal, de Horacio, etc. Los que pretenden entrar en la corte real llegan a cuatrocientos, y tienen muchos preceptores. Se despiertan las humanidades en
toda España. Son muy esclarecidos es-
Nobleza culta y elocuente
Fernando tuvo una formación religiosa,
humanística y cortesana tras los años más
brillantes de la Corte de la reina Isabel
En el caso de Fernando, sus primeros
quince años se enmarcan en el desarrollo de la vida intelectual de la Península. Es el momento de mayor esplendor
cultural tras la época de Isabel la Católica y de su marido, los años que siguen
a la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares, en la que, por iniciati-
cerca del latín que el italiano. Ahora va
tomando arraigo la elocuencia, principalmente entre los próceres y nobles de
España, con cuyo ejemplo, estimulados
los clérigos y los otros ciudadanos, se
consagran todas las artes y Humanidades”. Hay nobles jóvenes, continúa,
tos adolescentes. Pasan sus horas en el
estudio y en otros servicios del rey, y
en la caza para no perder ni una hora
en la ociosidad”. Es el resultado de lo
que hoy llamaríamos la “política cultural” de Isabel la Católica.
Estas notas se escriben en una épo-
ca crucial del proyecto de los Reyes
Católicos, en 1495, el momento de la
doble boda, y dos años antes de la
muerte del infante Juan, “joven de diecisiete años, que para su edad, sabe
tanto latín y es tan buen orador, que
causa admiración”. Tenemos que entender la figura de Fernando no tanto
como la de un hijo segundón, sino
como la de infante español, que recibe una formación bien definida, humanística, religiosa y de cortesano,
siendo su ayo clavero de la Orden de
Calatrava.
Rodeado de españoles
El humanista italiano Lucio Marineo Sículo, junto con su colega Petrus Mártir,
se encontraba en esos años en la Corte
castellana, y era profesor de latín de los
5
UN INFANTE CASTELLANO
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
acordaba (…) decía algunos dichos así
siendo niño de cinco hasta nueve o
diez años tan agudos, tan discretos que
todos se maravillaban”.
Esto nos permite una cierta lectura
del carácter del infante. El parecido
que tiene con su abuelo materno tuvo
reflejos en el gobierno de sus dominios. En palabras del historiador francés Berenguer, como soberano Fernando trabajó por afianzar su autoridad de
la misma forma en que lo habían hecho poco antes los Reyes Católicos en
España.
La vertiente política de estos años se
presenta mucho menos halagüeña. La
lucha por el poder en Castilla después
de la muerte de Isabel la Católica convirtió al niño en una especie de prenda.
Muerto su padre en 1506, le protegió en
esa situación poco clara la ciudad de
Valladolid. Había miedo a una guerra civil, cómo en la época de Enrique IV de
Castilla, cuando un grupo de nobles eligió al infante Alfonso como rey, e incluso se habló ya de un posible destierro de Fernando en los Países Bajos.
Terminó ese período con la llegada del
rey de Aragón desde Italia, que apartó
al niño de su madre, que se encerró en
Tordesillas. Fueron éstos años decisivos,
en los que Fernando acompañó a su
abuelo dos veces hasta Sevilla, en 15089 y en 1511. Así, a los seis y ocho años
fue testigo de dos expediciones: una,
para reestablecer la autoridad de la Corona; la otra, para la preparación de una
guerra en el Norte de África. En la memoria del niño quedó la imagen del rey
triunfante, ya que durante el viaje hasta
Sevilla, en cuyo Alcázar residieron, las
ciudades y villas del camino preparaban
a su paso suntuosas fiestas.
La archiduquesa Margarita de Austria, en una miniatura de 1509. Fernando vivió en su Corte
entre 1518 y 1521, rodeado de españoles y flamencos (Viena, Biblioteca Nacional).
jóvenes de las familias Guzmán y Velázquez de Arévalo, y quizás también
de Fernando. Desde su nacimiento
hasta 1517, el príncipe estuvo rodeado
exclusivamente de españoles: su ayo,
Pedro Núñez de Guzmán; su capellán,
fray Álvaro de Osorio, que había estudiado en Salamanca; los pajes, entre
ellos miembros de la familia Guzmán,
Osorio y Velázquez de Arévalo; y los
oficiales y criados de su corte, que en
parte le acompañaron a Austria en
1521 y que se quedaron con él duran6
te muchos años, como Martín de Guzmán.
Esto corresponde a la descripción
que nos ofrece fray Álvaro de Osorio
en estos años: “Parecía en todas cosas
así en la condición, en el gesto y como
en el andar y en todas las otras cosas al
rey don Fernando su abuelo. Era naturalmente inclinado a cosas de artificio
como de pintar y esculpir y sobre todo
a fundir cosas de metal y a hacer tiros
de pólvora y tirar con ellos. Holgaba
de oír crónicas y cuentos y de todo se
Aquel primer encuentro tuvo como
trasfondo la cuestión de la sucesión en
los Reinos Hispánicos. A partir de este
momento, y tras la muerte del Cardenal, Fernando se encontró bajo el control y el poder absoluto de su hermano, aunque aún viviera la reina Juana
y, por poco tiempo, el emperador Maximiliano I. Finalmente, los hermanos
se despidieron en Aranda de Duero en
abril de 1518. El adiós a la Península
fue sólo físico, porque nunca, hasta su
muerte, se olvidó de sus raíces. Desde
ese momento, los destinos de los dos
hermanos se desarrollaron en puntos
diametralmente opuestos en Europa.
Mientras Fernando se casó con la hermana del último rey de Hungría, Carlos
reanudó con su matrimonio las relaciones dinásticas con Portugal.
Las etapas del viaje
Competencia entre hermanos
Carlos V, en 1516. Al año siguiente mantendría su primer encuentro con Fernando, con el que
mantuvo siempre una difícil relación (por Van Orley, Nápoles, Galería Nacional de Capodimonte).
Aunque no se ponían en duda los derechos hereditarios de Carlos en los
reinos españoles, desde la corte flamenca se obervaba con creciente inquietud cómo el infante Fernando, al
lado de Fernando el Católico y de su
nueva esposa Germana de Foix, se
convertía en un competidor de su hermano mayor, que era un desconocido
en la Península.
La muerte de Fernando el Católico,
en 1516, supuso un vuelco definitivo
en el destino de Fernando, que acabó
siendo enviado al destierro, cuando sus
partidarios perdieron el pulso que sostenían con los defensores de los derechos de Carlos a la sucesión. Éste escribió en español una serie de cartas,
fechadas el 7 de septiembre 1517 en el
puerto de Middelburg, que se conservan en el Archivo General de Simancas
y confirman que las medidas que ordenó tomar obedecían a los consejos que
le llegaban desde la Península.
Las personas del entorno de Fernando que se consideraron más peligrosas
para los intereses del primogénito de
Juana fueron destituidas por el cardenal
Cisneros en Aranda de Duero. A pesar
de las protestas del infante, fueron sustituidos por partidarios de Carlos, tanto
flamencos como españoles. Con el primer encuentro directo de los dos hermanos en Mojados, el 12 de noviembre
1517, se inició una relación complicada, que no terminaría hasta que Carlos
V renunciara, cuatro décadas después,
a la Corona imperial, acto celebrado en
Bruselas en el que no estuvo presente
su hermano.
Fernando tuvo su primer contacto con
centroeuropeos entre 1518 y 1521 durante su viaje a los Países Bajos. Esa estancia fue una etapa intermedia, en la
que Fernando vivió en la corte de su tía,
la archiduquesa Margarita, rodeado de
españoles y de flamencos, gobernados,
hasta 1522, por un mayordomo austríaco de nombre Wilhelm o Guillermo de
Rogendorf, apellido que los españoles
transformaron en Rocandolfo. Era la fase de la incorporación del infante español a la Casa de Austria. Durante esos
años no hace mucho, más bien espera
acontecimientos, entre viajes de placer y
fiestas. En realidad, Fernando se había
quedado allí porque a principios de
1519 había muerto en Austria su otro
abuelo, el emperador Maximiliano I. Esto había frustrado los planes de Carlos
de alejarle enseguida todavía más de España, como había previsto.
En enero de 1519, desde Austria se
había solicitado impacientemente la
presencia de los dos hermanos después
de la muerte de Maximiliano I. Todavía
deberían pasar años hasta que, entre
1521 y 1522, Carlos, ya emperador, entregara a Fernando su herencia centroeuropea. En Linz, en la Alta Austria, a
orillas del Danubio, Fernando se casó
con Ana Jagelona, princesa de los reinos de Hungría y Bohemia, lo que en
pocos años abrió al desterrado infante
los nuevos horizontes de lo que sería la
longeva Monarquía Danubiana, que
perduraría hasta 1918.
n
7
UN INFANTE CASTELLANO
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
Los Comuneros
E
n 1506, muerto Felipe el Hermoso, se
había formado en torno al infante don
Fernando un partido ambicioso, cuyas máximas figuras eran Pedro Núñez de Guzmán, clavero de la Orden de Calatrava,
fray Alvaro Osorio de Moscoso, obispo de
Astorga, y Sancho de Paredes, camarero
del príncipe. La familia Guzmán esperaba
que un día el infante pudiera desempeñar
un papel político en España. El rey de
Aragón, su abuelo, estaba en las mismas
disposiciones. En un primer testamento,
redactado en Burgos, el 2 de mayo de
1512, había nombrado al infante goberna-
dor de Castilla y maestre de las Órdenes
Militares en caso de que él desapareciera.
Dicho testamento no afectaba para nada
los derechos del hermano mayor, el príncipe Don Carlos, que había sido jurado heredero del trono por las Cortes de 1506 y
también por las de 1510, pero se creaba
una situación de hecho en el caso de que
Carlos tardara en venir a España. La Corte
de Bruselas entendió perfectamente el peligro y por ello envió a España a Adriano
de Utrecht, preceptor del príncipe Carlos
(octubre de 1515): se trataba de velar por
los intereses del príncipe ante el Rey Católico y ante el Consejo Real. Tras largas y
difíciles negociaciones, Fernando consintió en modificar su testamento. Pocos dí-
as antes de morir, en enero de 1516, nombró gobernador al cardenal Cisneros, en
lugar del infante Fernando.
Pocas personas estaban al tanto de las
últimas disposiciones del Rey Católico.
Tanto era así que los miembros de la casa
del infante, una vez conocida la noticia de
la muerte del rey de Aragón, convocaron a
los miembros del Consejo Real con el propósito de hacerse cargo del gobierno del
reino, fiados de la validez del testamento
de Burgos. Recibieron una respuesta en la
que se ha querido ver, a posteriori, una profecía de la dignidad imperial de Carlos:
Non habemus regem nisi Caesarem. No hubo
ningún intento por impedir el cumplimiento del testamento y Cisneros empezó
a ejercer inmediatamente de gobernador.
El problema que seguía significando el infante no dejaba sin embargo de preocuparle. Como Carlos retrasaba su llegada, los
partidarios de Fernando cobraron ánimos
y aumentaron notablemente. Al núcleo
primitivo se unieron los descontentos de
toda clase, decepcionados por Cisneros o
por la Corte de Bruselas, así como todos
aquellos que se sentían inquietos ante la
próxima perspectiva de ver el reino entregado a un soberano extranjero, rodeado de
cortesanos borgoñones y flamencos. En
1516-1517, la popularidad y el prestigio
del infante no dejaron de crecer. Una parte de la nobleza vacilaba y parecía dispuesta a entrar en sus filas. A pesar de estar estrechamente vigilado, Fernando no
dejaba de representar un peligro. Se rumoreaba que la familia Guzmán tenía la
intención de llevar a Fernando a Aragón;
se decía también que la viuda del Rey Católico, Germana de Foix, apoyaba aquel
proyecto.
¡Ay de ti, Castilla!
De ahí que la Corte de Bruselas pensara en
reaccionar cuando se decidió por fin la
marcha de Carlos a España. El 7 se septiembre de 1517, Cisneros recibió la orden
de alejar a los Guzmanes, quienes, sorprendidos, dejaron su lugar al marqués de
Aguilar, al que se encargaba la tutela del
infante hasta que llegaran sus nuevos preceptores, Diego de Guevara y M. de la
Chaux, dos personas allegadas a la corte de
Los caudillos comuneros en el patíbulo (por
Antonio Gisbert, s. XIX, Madrid, Congreso de
los Diputados).
8
Bruselas. Desde el mes de junio, Chièvres
había decidido que el infante abandonaría
España en cuanto llegara su hermano. Sin
embargo, para evitar una posible reacción
por parte de los castellanos, aquella decisión se puso en práctica con unos meses de
retraso. Las Cortes de Valladolid (1518)
pidieron que el infante permaneciera en
España hasta que Carlos hubiera contraído
matrimonio y la sucesión estuviera asegurada, pero la suerte estaba echada. Inmediatamente después de que las Cortes hubieran sido disueltas, el infante abandonó
España para siempre (mayo de 1518). El
hecho provocó malestar y protestas, incluso indignación en algunos sectores, como
indica el cartel que apareció en las puertas
de la iglesia de San Francisco, en Valladolid: “¡Ay de ti, Castilla, si consientes que
se lleven al infante Fernando!”
Dos años después, varios partidarios del
infante iban a formar en las filas de los comuneros, por resentimiento, tal vez, pero
también por los mismos motivos políticos
que antes les habían impulsado a apoyar a
un infante español frente a un príncipe
que ellos consideraban como extranjero.
Ramir Núñez de Guzmán y su hijo Gonzalo, Suero del Águila y Francisco de Mercado fueron exceptuados del perdón de
1522 y condenados a muerte en rebeldía.
Los dos primeros tuvieron que salir de España y marcharse al extranjero; la casa que
Ramir Núñez tenía en León fue derribada
“hasta los cimientos” y sus tierras, confiscadas y vendidas; en 1532, sin embargo,
Carlos V ordenó devolver todos sus bienes
a su primogénito, Martín de Guzmán,
quedando éste obligado a indemnizar a los
compradores. Suero del Águila y Francisco de Mercado tuvieron más suerte: fueron
por fin perdonados. La actitud que aquellos partidarios del infante tuvieron en
1520 justifica, retrospectivamente, la prudencia de la Corte dos años antes. La autoridad moral de los comuneros hubiera sido enorme si hubieran podido contar con
el infante para oponerse a su hermano.
Sandoval escribe acertadamente al respecto: “Según lo mal que se llevaba en [Castilla] el gobierno de los flamencos, y el no
haber nacido en este suelo su rey y natural
señor, con grandísima facilidad se levantaran todos con el infante don Fernando,
que aun sólo con el nombre ganaba las voluntades de los españoles”.
Joseph Pérez
9
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
La inevitable
DIVISIÓN
habitantes. Mientras que las personas
vivían en un marco temporal limitado
(tempus), la dinastía se concebía como
una persona ficta, de duración ilimitada
en el tiempo (aevum); de ahí que se
pudieran reclamar territorios y posesiones después de haberlas perdido desde
hacía mucho tiempo. Carlos V encarnaba y encabezaba, al menos, tres dinastías (Borgoña, Habsburgo y Trastámara)
por lo que podía identificar su política
con las antiguas tradiciones e intereses
de sus múltiples reinos heredados.
La naturaleza colectiva de la dinastía
la formuló sucintamente el propio Maximiliano I, cuando declaró a su hija Margarita y a su nieto Carlos que todos eran
una y la misma cosa y compartían los
mismos fines (une mesme chose correspondant à ung mesme desir et affec-
A la muerte de Carlos V,
la dinastía de los
Habsburgo quedó
dividida en dos ramas,
encabezadas por Felipe II
y Fernando I. José
Martínez Millán
analiza el complejo
rompecabezas imperial
E
l Imperio de Carlos V estuvo
formado por un conglomerado de reinos con muy desigual organización y diferente
administración, lo que impidió cualquier modificación en sus respectivos
ordenamientos. El Estado dinástico, a
pesar de que a veces pudo comportarse como burocrático e impersonal, estaba orientado hacia la persona del rey,
quien concentró en sus manos diferentes formas de poder y de recursos materiales y simbólicos –dinero, honores,
títulos, indulgencias, monopolios, etcétera–. De esta manera, a través de una
redistribución selectiva de favores, los
monarcas pudieron mantener unas relaciones de dependencia (clientelares) o,
por mejor decir, de reconocimiento personal y así perpetuarse en el poder.
Del mismo modo, el sistema político
internacional tenía sus raíces en vínculos y normas de carácter dinástico. La
dinastía era mucho más que un grupo
de personas; era la encarnación de los
derechos colectivos sobre territorios y
JOSÉ MARTÍNEZ MILLÁN es profesor de Historia
Moderna en la U. Autónoma, Madrid.
10
tion), por consiguiente, todos los miembros debían obedecer a la cabeza de la
dinastía y aceptar el papel subordinado
que les correspondiese, ya que los personajes del grupo no debían considerarse tanto individuos autónomos sino como elementos susceptibles de ser utilizados para mayor gloria de la dinastía.
En este aspecto, el comportamiento de
las princesas Habsburgo fueron ejemplares, ya que asumieron grandes sacrificios personales con este fin.
Las numerosas herencias que Carlos
recibió le convirtieron en el monarca
más poderoso de Europa: de su abuelo
paterno heredó la Casa de Habsburgo,
dinastía que procedía del alto Rin, que
en Austria había logrado la dignidad
principesca y, en donde aún conservaba los cinco ducados austríacos y las
tierras del Tirol, a pesar de los numerosos repartos de territorios producidos a
causa de distintas disputas de herencia.
Así mismo, aunque el titulo de Emperador no era hereditario, su abuelo Maximiliano lo dejó preparado para que, a
su muerte, fuera elegido en su lugar.
También se convirtió en la cabeza de
la Casa de Borgoña a través de la herencia de su abuela paterna, María de Borgoña, cuyas propiedades se componían
del ducado de Borgoña, con Dijon; de
Artois y Picardía, con Arrás, Lille, Ypres,
Gante y Brujas, además del condado libre de Borgoña, el Franco Condado
(con Dole y Besançon), así como los
ducados de Luxemburgo y Limburgo.
Aunque sus abuelos maternos pertenecían a la misma dinastía (Trastámara),
cada uno de ellos era monarca de extensos territorios. Por parte de su abuela, la reina Isabel la Católica, Carlos recibió la inmensa Corona de Castilla, a la
que se añadían los recientes descubrimientos de América; mientras que de
su abuelo, Fernando el Católico, la Corona de Aragón con todos los territorios
italianos, que sus antecesores habían
conseguido durante la baja Edad Media.
Empeño familiar
Las herencias que recibió Carlos V le convirtieron en el monarca más poderoso de Europa, pero al
final hubo de dividir su patrimonio entre su hermano y su hijo (grabado de Barthel Beham, 1531).
A partir de 1526, Fernando I unió a sus territorios austríacos los reinos de Hungría y Bohemia.
Finalmente, en 1558 se convirtió en emperador (grabado de Barthel Beham, de 1531).
Desde el principio de su reinado, Carlos
demostró no estar dispuesto a perder ni
una sola de sus posesiones. Ahora bien,
para gobernar tan lejanos y diversos reinos y principados tuvo que contar con
los miembros de su familia: su tía Margarita de Austria fue nombrada gobernadora de los Países Bajos hasta su muerte
11
LA INEVITABLE DIVISIÓN
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
Luis II de Hungría, cuñado de Fernando I,
murió en 1526 abriendo la vía para que éste
incorporara el reino a sus posesiones.
María de Hungría, esposa de Luis II, era
hermana de Carlos V y Fernando I (retrato de
Hans Krell).
en 1530, sucediéndole en el mismo cargo su hermana María de Hungría. En España, su esposa Isabel ejerció la regencia durante sus ausencias (1529, 1535 y
1538), sucediéndole sus hijos, Felipe
(1543-1548) y María –ya casada con su
primo Maximiliano– entre 1548 y 1551.
Los extensos territorios del centro de
Europa requerían una dedicación y autoridad especial, no solo porque allí se
encontraban los principados que formaban el Imperio, ahora revueltos a consecuencia de la Reforma, sino también
porque los ducados austríacos tenían
frontera con el Imperio Otomano, cons-
manera, a partir de 1521, Fernando dispuso de una herencia territorial que no
poseyó otro miembro de la familia a excepción de Carlos. Más tarde, Carlos reforzó la autoridad de su hermano nombrándolo Rey de Romanos (el 5 de enero de 1531), título que le resultó determinante para heredar el Imperio.
Las responsabilidades que Carlos tuvo que dar a su hermano para mantener unidos y defendidos los territorios
de la familia, además de la inteligencia
política natural que poseía, muy semejante a la de su abuelo, el Rey Católico,
inevitablemente llevaron a que Fernan-
En 1521, Carlos V alentó a Fernando a
casarse con Ana de Hungría y en 1531 le
reforzó nombrándole Rey de Romanos
tante amenaza para la Cristiandad. Con
este fin, en mayo de 1521, Carlos alentó
el matrimonio de su hermano Fernando
con Ana de Hungría, al tiempo que su
hermana María se desposaba con Luis
II, hermano de Ana. Como especie de
dote, Carlos aceptó entregar a Fernando
los cinco ducados austríacos –además
de entregarle la regencia del Tirol,
Württemberg y otros territorios–, heredados de su abuelo, cuyo dominio se
había reservado hasta entonces. De esta
12
do consiguiera más autonomía política
de la que el Emperador deseaba.
Su formación hispana despertó intensos afectos entre los súbditos, que
provocaron el recelo de su hermano
Carlos, quien lo envió a Flandes nada
más tomar posesión de estos reinos en
1518. En la corte de Malinas, fue acogido por su tía Margarita de Austria,
quien terminó su educación en un ambiente erasmista.
En 1521, Fernando contrajo matrimo-
nio con Ana de Hungría, recibiendo los
territorios austríacos de mano de Carlos,
pero hasta la muerte de su cuñado, Luis
II de Hungría (1526), Fernando no cobró cierta autonomía política, precisamente al reivindicar con firmeza los derechos a los tronos vacantes de Hungría
y Bohemia, correspondientes a su mujer. En dicho año, Fernando fue elegido
rey de Bohemia, pero además, fue elegido rey por un grupo minoritario de
nobles húngaros, a condición de que su
título fuera electivo y se comprometiese
a respetar todas las costumbres del reino y los privilegios de la nobleza.
A pesar de que la opinión general le
aconsejaba que se quedara solamente
con Bohemia y dejase que la convulsa
Hungría se dividiera entre los otomanos y la nobleza húngara, Fernando
persiguió durante toda su vida lo que
parecía una quimera: recuperar la totalidad del reino, para lo que tuvo que
enfrentarse con su rival al trono, Juan
Zapolya, y contra los turcos, quienes, a
partir de 1541, se establecieron de forma permanente en Hungría.
Tacto con la nobleza
Aunque llegó a ver la coronación de su
hijo como su sucesor, no consiguió eliminar el principio electivo; pero sí en
Bohemia, aprovechando que (en 1547)
los bohemios hicieron causa común con
los protestantes del Imperio. La derrota
de éstos por el Emperador les dejó a
merced de Fernando. Con mucho tacto
y habilidad, Fernando atacó solo el poder de las ciudades, destruyendo su independencia, pero perdonó a los nobles con la condición de que accedieran
a que en el futuro la Corona de San
Wenceslao fuera hereditaria.
Mantener unidos y en paz tan heterogéneos territorios resultó harto complicado, no solamente por los enemigos
externos a ellos, sino sobre todo por los
problemas políticos y religiosos que se
originaron en el Imperio a causa del
surgimiento de la Reforma. Tras diversos intentos por llegar a un acuerdo y
evitar la división, Carlos V utilizó las armas contra los protestantes –organizados en la Liga de Samalkalda– venciéndoles en la batalla de Mühlberg. Animado por esta victoria, el Emperador intentó resolver definitivamente la situación política y religiosa del Imperio.
Desde el punto de vista político, Car-
Vista general de la ciudad de Viena a finales del siglo XVI, según un grabado del Civitates Orbis Terrarum.
los V trazó un plan que consistía en
formar una Liga Imperial que englobase a todos los territorios que componían el Imperio; pero no todos estuvieron de acuerdo. Los príncipes protestantes no se dieron por vencidos y comenzaron a realizar una resistencia desesperada de carácter religioso, arrastrando también a una amplia base social. Los Estados temían que el Emperador tomase decisiones relativas al Imperio sin contar con ellos, por lo que,
buena parte de ellos, no asistió a la
asamblea federal que Carlos había convocado en Ulm (1547), donde iba a
proponer su proyecto. Por su parte, los
electores presentes prefirieron mantenerse en reserva y ganar tiempo para
discutir el tema en la Dieta que se iba
a celebrar en Augsburgo. Sin embargo,
en dicha Dieta, las posibilidades de
que cuajase el proyecto imperial disminuyeron desde el momento que los
príncipes electores lograron imponer
su astuta propuesta de discutir el tema
de la Liga por curias, lo que abría la
posibilidad de alargar indefinidamente
las negociaciones y tener que concluir
soluciones parciales.
Al mismo tiempo, su hermana María
le advertía de las consecuencias de su
plan para la autonomía de los Países
Bajos frente a las instituciones del Imperio y le proponía asegurar la situación particular de los mismos, acordando la protección del Imperio de modo
que los favoreciese, dando preferencia
a los intereses dinásticos frente a los
imperiales, pues el Tratado de Borgoña
(1548), establecido entre él –como emperador y señor de los Países Bajos– y
los Estados del Imperio, redondeaba el
Círculo imperial borgoñón, que resultó
esencial para el posterior desarrollo de
los Países Bajos y su separación del Imperio.
Desde el punto de vista religioso, el
Emperador había propuesto que todos
El plano de Viena de 1529
P
ocas semanas después del levantamiento del sitio de las tropas otomanas, que habían asediado la ciudad de Viena, en el otoño de 1529 viajó hasta allí el
pintor, impresor y editor Niklas Meldeman, originario de Nurenberg. Quería realizar una imagen de esta ciudad, que se
había convertido en el bastión frente a los
infieles. Compró a un pintor anónimo un
cuadro, en el que se describían los acontecimientos –y en menor grado la topografía urbana– en una especie de vista circular desde la torre de la Catedral de San Esteban. Sobre esta imagen, Meldeman ter-
minó el 2 de mayo de 1530 una xilografía, que justamente se puede considerar
uno de los más destacados testimonios de
las primeras vistas urbanas de Viena. Relata Diego de Serava, educador de los jóvenes nobles en la corte de Fernando I,
que en la defensa de la ciudad participaron unos setecientos infantes españoles
bajo el mando de sus comandantes, como
Luis de Avalos, maestre de campo.
Ferdinand Opll
Director del Archivo de la Ciudad
y del Land de Viena
los Estados del Imperio –incluso los reformistas– enviasen representantes al
Concilio, lo que causó resistencia por
parte de los evangélicos. No obstante,
una vez que el Papa abogó (en marzo
1547) por trasladar el Concilio a Bolonia, los príncipes se unieron para que
fueran los protestantes y el Concilio se
mantuviese en Trento. Ahora bien, semejante deseo no se pudo llevar a cabo a causa del enfrentamiento entre
Carlos V y Paulo III, al considerar éste
que el Emperador había consentido el
asesinato de su hijo, Pier Luigi Farnesio, en septiembre de 1547. Para resolver el impasse creado, Carlos V esbozó
una solución provisional –la aplicación
de un Interim– hasta que de nuevo se
convocase el Concilio.
Ambiciones para Felipe
En medio de la euforia que le había
producido la victoria sobre los protestantes, Carlos pensó que su hijo, el
príncipe Felipe, podía ocupar su puesto de cabeza de la dinastía, situándolo, incluso, por encima de su hermano
Fernando. Con tales designios, ordenó
que efectuase un viaje por Europa
(1548) con el fin de darse a conocer
ante sus futuros súbditos. Esta acción
levantó el problema sucesorio en el
marco de la Casa de Austria y en el Sacro Imperio Romano. Fernando –temiendo ser desplazado– se lo comunicó a su hermana María, quien se reunió con sus dos hermanos en Augsburgo (1551) para discutir el plan de
la herencia. El proyecto de Carlos no
fue bien recibido por Fernando, quien
se creía con derecho a sucederle en el
Imperio, y provocó un distanciamiento entre ambos.
13
LA INEVITABLE DIVISIÓN
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
su hermano para celebrar la Dieta, sobre
todo porque ya no cabía pensar en una
solución universal. Tras la decisión de
Carlos de no asistir a la Dieta de Augsburgo (1555), se planteó un serio debate entre Bruselas y Viena en torno al alcance de las competencias por las cuales estaba autorizado Fernando a dirigir,
como representante de su hermano.
El Imperio, de rama en rama
Isabel de Castilla
(1451-1504)
Maximiliano I
(1459-1519)
EMPERADOR de 1493 a 1519
Fernando de Aragón
(1452-1516)
María de Borgoña
(1457-1482)
El final de la unidad imperial
La reforma religiosa complicó para Fernando I el problema de mantener unidos sus
territorios. Predicación del nuncio papal en Viena, por Jacob Seisenegger.
A las desavenencias familiares se
unieron los problemas políticos. El año
1552 comenzó con presagios de guerra. Mauricio de Sajonia había llegado a
un acuerdo con Enrique II Valois, al
que se le unieron los príncipes protestantes del Imperio. El Tratado de
Chambord (enero 1552) permitía al rey
francés apoderarse de Metz y Verdún,
mientras los protestantes atacaban al
propio Carlos V. Este tratado perseguía
la destrucción del poderío de la Casa
de Austria en Europa. No obstante, el
vínculo de enemistad común que unía
a Francia con los adversarios de Carlos
en el Imperio era demasiado débil, por
lo que el Emperador pudo retomar
fuerzas y responder al ataque de Francia, poniendo cerco a la ciudad de
Metz, pero el asedio fracasó. Los ciudadanos de Metz quisieron adornar su
victoria construyendo una insignia que
14
volvía al revés la divisa del Emperador
(Non plus ultra) por la inscripción Non
ultra Metas (“No más allá de Metz”).
Tras la derrota, Carlos cayó en una
profunda depresión y se retiró a Bruselas, desvinculándose de los asuntos del
Imperio y dejando que su hermano actuase cada vez más de acuerdo con el
título de Rey de Romanos que poseía.
Por otra parte, desde que el papa Julio
III suspendiera, en abril de 1552, el
Concilio de Trento, que se había reanudado en 1551 con la participación de
los Estados protestantes, Carlos V enterró sus esperanzas de ver una solución
conciliar, por lo que pospuso el cumplimiento de las exigencias políticosreligiosas de los príncipes protestantes
hasta la próxima Dieta, confiando en
que aún podía derrotar a Francia e imponer su voluntad.
Ya en 1553, Carlos cedió la iniciativa a
Carlos comprendió que el problema de
toda su herencia era ocasionado por el
Imperio, por lo que procedió a su abdicación y a dividir su patrimonio entre su
hermano y su hijo. Ello significó el final
de la unidad real del Imperio mundial
de los Austrias; es decir, de la soberanía
supranacional del Emperador, así como
de la misión impuesta por la idea de
una unidad política y eclesiástica de la
Cristiandad. En 1555, Felipe renunciaba
a ser candidato al título de Rey de Romanos en caso de morir Fernando. Al
mismo tiempo, la cancillería de Carlos
redactada un documento secreto en el
que se nombraba a Felipe vicario general del Imperio sobre toda Italia, en el
momento de acceder al trono de los reinos hispanos. La abdicación de Carlos
como emperador tuvo lugar más tarde;
por diversos motivos constituyó la parte
más complicada del proceso de abdicación: Fernando y los príncipes electores
tenían sus reservas ante el proyecto de
Carlos, puesto que presentaba un precedente que no estaba legislado. Carlos
abdicó el 3 de agosto de 1556, pero el
interregno hasta el ascenso de Fernando
duró dos años. Finalmente, el 14 de
marzo de 1558, en la catedral de Francfort, se procedía a un “cambio de soberano”, único en la historia del Imperio y
que no cabe denominar ni elección ni
coronación.
A partir de entonces, se abrió una doble rama en la dinastía de los Austrias. A
los sucesores, Felipe II y Fernando I, les
quedaba una dura tarea por realizar:
construir los fundamentos institucionales de lo que serían dos grandes Monarquías. Con todo, es preciso advertir que,
aunque tras la muerte de Carlos V, la dinastía se había dividido en dos cabezas,
las relaciones posteriores demuestran
que, hasta la guerra de los Treinta Años,
la rama hispana siempre fue considerada (o al menos, así se lo creía ella) la
“hermana mayor”.
n
1469
1477
Juana de Castilla
(1479-1555)
Felipe el Hermoso
(1478-1506)
1496
Carlos V
(1500-1558)
EMPERADOR de
1519 a 1556
Isabel de Portugal
(1503-1539)
Isabel
(1501-1526)
María
(1505-1558)
Catalina
(1507-1578)
Fernando I
(1503-1564)
EMPERADOR de
1558 a 1564
Ana de Bohemia
(1503-1547)
1526
1521
Felipe II
(1527-1598)
Maximiliano II
(1527-1576)
EMPERADOR de 1564 a 1576
15
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
Funerales por el emperador Fernando I en Viena, el 6 de agosto de 1565.
Influencia española
en Viena
La emperatriz María saliendo de Praga camino de Madrid, con un séquito de jóvenes huérfanas, en 1582 (Madrid, Descalzas Reales).
LA HUELLA
La formación española de Fernando I influyó en las costumbres, la moda
y la ciencia de su Corte, pero los modales aristocráticos castellanos no
llegaron al pueblo. Christopher Laferl rastrea su presencia en Viena
A
l caminar por las calles de
Viena, sólo el conocedor
de la Historia austríaca percibirá algún que otro detalle de la influencia española en Austria. A un observador culto, las dos
CHRISTOPHER F. LAFERL es profesor del Instituto de Lenguas Románicas, U. de Viena.
16
columnas de la Karlskirche le recordarán las Columnas de Hércules, tan importantes en la heráldica española.
Igualmente se asombrará al pasar por
una calle del distrito 9 que se llama
Schwarzspanierstraße, “calle de los
españoles negros”, o mejor dicho, “del
hábito negro”, y leerá con interés la
inscripción del Schweizertor de la
Hofburg “Ferdinandus Romanorum,
Germaniae, Hungariae, Boemiae etc.
Rex, Infans Hispaniarum, Archidux
Austriae, Dux Burgundiae etc. anno
MDLII”. Pero estas pocas reliquias históricas son solamente la parte visible
del iceberg de documentos, en su mayoría escritos, sobre las relaciones culturales entre Austria y España, que co-
mienzan con la llegada de Fernando I
en los años veinte del siglo XVI y terminan con Carlos VI, doscientos años
más tarde.
El Infans Hispaniarum, Fernando I,
el nieto de Fernando el Católico, un
personaje educado en España, llegó a
ser archiduque de Austria, Estiria y Carintia, conde del Tirol y en 1526, después de la Batalla de Mohács, rey de
Bohemia y Hungría. Los años veinte
del siglo XVI, el momento en el queFernando llegó a Viena, ciudad que eligió como capital en 1533, fueron una
década especialmente conflictiva tanto
en España como en Austria y Alemania. Es la época de los grandes conflictos sociales, de las Guerras de los Campesinos en Europa Central, de los movimientos de las Comunidades en Castilla y de las Germanías en Valencia, y
del comienzo de la Reforma, que desembocó en las Guerras de Religión.
La ciudad de Viena, que había vivido
durante el reinado de Maximiliano I
una época de esplendor humanista, entró en una de las fases más difíciles de
su historia. Bajo la influencia de sus
consejeros flamencos, el joven Fernando I suprimió cruelmente el gobierno
burgués de la ciudad, que se había establecido en los tres años que mediaron entre la muerte de Maximiliano I
en 1519 y su llegada en 1522. En 1525,
un incendio destruyó más de 400 casas
de la ciudad y desde el final de la década toda Austria y sobre todo Viena
fueron amenazadas constantemente
por la expansión otomana.
Una ciudad pequeña
En el primer asedio de la ciudad, en
1529, todos los suburbios fueron quemados y la población de la ya pequeña
ciudad se vio reducida a menos de
20.000 habitantes. Otras ciudades del
Imperio tenían bastantes más pobladores, como Colonia, con 35.000, Nuremberg y Magdeburgo, con 40.000, y sobre todo Augsburgo, con 45.000. Pero,
en comparación con Paris o Londres,
ninguna ciudad de lengua alemana era
realmente grande. En el Imperio, había
muchas, pero ninguna con más de
50.000 habitantes.
A diferencia de Augsburgo, Colonia
o Nuremberg, Viena era en los años
veinte del siglo XVI una ciudad bastante pobre, casi destruida, por lo que
no puede haber sido demasiado atractiva para los españoles que acompañaron a Fernando. Esta decepción y
tal vez un cierto menosprecio se reflejan en un poema de Cristóbal de Castillejo, poeta áulico y secretario para la
correspondencia española de Fernando I. Este poema se llama Respuesta
del autor a un caballero que le preguntó qué era la causa de hallarse tan
bien en Viena, mejor conocido por el
título Elogio de la ciudad de Viena,
desde que el romanista Ferdinand
Wolf lo redescubrió para el público
austríaco.
El segundo título tiene que ser cali17
INFLUENCIA ESPAÑOLA EN VIENA. HUELLA
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
Las órdenes militares hispánicas en Centroeuropa
F
ernando I nació en España, donde vivió los años de su infancia. Sin lugar a
dudas, este dato es imprescindible para
comprender su posterior actuación en sus
territorios centroeuropeos, como Austria y
Bohemia, donde habían arraigado movimientos protestantes, a la hora de enfrentarse a los problemas derivados de la Reforma y las Guerras de Religión. Sus primeras impresiones y vivencias proceden de
una sociedad que busca su identidad en el
paso de la Edad Media a la Moderna, que
acabaría cristalizando en la codificación
excluyente de unas estructuras cada vez
más cerradas, surgidas de ideales medievales y modificadas para los nuevos tiempos:
las Órdenes Militares Hispánicas de Santiago (1170) y Calatrava (1158), a la que
pertenecía su ayo y gobernador de su casa,
Pedro Núñez de Guzmán, y Alcántara
(1176). Aunque nacieron de y para la Reconquista en el territorio peninsular, no
hay que olvidar el papel que el Papado les
adjudicó en Europa durante el siglo
XIII, por lo que su actuación en la
Contrarreforma en Austria no constituye una novedad, sino una continuación de su acción en campo europeo, en
situaciones en las que se veía amenazada la unidad de la Cristiandad.
La diferencia respecto al período medieval se basa, fundamentalmente, en
que los caballeros actuarán militarmente
sólo a título individual, constituyendo sobre todo una base ideológica en ámbito nobiliario católico. Esta pérdida de su papel
militar se puede achacar a que con los Reyes Católicos empezó la creación de un
ejército permanente. El infante Fernando
estuvo muy familiarizado con el protagonismo que ejercieron las Órdenes Militares
Hispánicas en la vida política de los años
transcurridos en España. La razón del peligro potencial del infante para los derechos
de su hermano Carlos pasaba, en gran medida, por su acceso o no a los maestrazgos
de dichas Órdenes, como llaves de todo el
Reino. Inclinada la balanza a favor de Carlos, quien como contrapartida tendrá que
afrontar en Castilla el estado de agitación
provocado por las maniobras de su abuelo
Fernando el Católico, el infante Fernando
abandonó la Península, pero no se trataba
de una ruptura, sino de una transferencia
18
de muchos elementos, entre ellos de estas
instituciones, a sus nuevas tierras.
A Fernando I le acompañaron en su viaje a Flandes caballeros castellanos, como
Luis de Tovar y Sosa. Una vez instalado en
Austria, fueron llegando a su Corte otros
Estatua de Felipe II con armadura, realizada
por Helmschmid y Holzmann en Augsburgo,
en 1544 (Viena, Kunsthistorisches Museum).
tantos, alguno de ellos comprometido con
el movimiento comunero, como Martín
de Guzmán, personaje de gran importancia en la vida de Fernando I. También encontramos en su Corte miembros de las
familias Hoyos, Meneses, Mercado, Laso
de Castilla, Manrique de Lara, Manrique
de Mendoza, Acuña, Robles y Leyte. Todos ellos pertenecientes a familias con larga tradición en las Órdenes Militares en la
Península, solicitarán a través de Fernado
I los hábitos de las Órdenes. Formaron lo
que se puede considerar un grupo de presión en la corte multicultural de Fernando I, y para ellos, los hábitos constituyeron un elemento de cohesión, propulsaron
sus carreras en la Corte y favorecieron la
aparición de unos lazos continuos con la
Península.
Su integración en la sociedad austríaca, a través de matrimonios con damas
nobles del país, y la adquisición de tierras, también encomiendas de las
Órdenes en España, hechos en los que
ocupa un primer plano la protección de
Fernando I, reforzó su posición. Al mismo
tiempo, tuvo lugar un fenómeno paralelo
entre los hijos de estos nobles castellanos
y damas austríacas, y los nobles austríacos
autóctonos, que empezaron a solicitar hábitos castellanos, tanto porque eran signo
externo de su adhesión a la ideología católica en tiempos difíciles, como por los
beneficios económicos que podían ir emparejados a ellos. Entre los primeros hay
que citar a Ramiro Núñez de Guzmán
Schönburg, hijo de Martín de Guzmán y
de Ana de Schönburg; entre los segundos,
a Wilhelm von Rogendorf y su hijo Christoph; Georg Proskosky; Otto von Neidegg; y Adam von Dietrichstein, a su vez
casado con una dama de origen catalán,
Margarita de Cardona. Así empezó una
relación social, cultural y económica entre
Austria, Bohemia y España, que se prolongó durante el resto del siglo XVI y el
XVII, y que jugó una baza importante en
el proceso de recatolización del ambiente
cortesano de la alta nobleza de los Habsburgo, a la que no fueron ajenos además
los embajadores españoles en Viena y los
austríacos en Madrid.
Ana Mur Raurell
Instituto Histórico Austríaco, Madrid
Edición de 1547 de la Historia General de Indias. El interés por la
lengua española se evidencia en la Biblioteca Nacional Austríaca.
ficado de erróneo, porque el poema
de Castillejo no tiene nada de elogio,
ya que el autor más bien se burla de
Viena en el texto. Los versos siguientes, por ejemplo, no pueden ser tomados en serio:
Pues la Cámara de Cuentas
Y Regimiento real,
Do se juzga el bien y el mal
Y se trata de las rentas,
Es cosa muy principal.
Hay docta universidad
Y devota clerecía,
Que dan honra a la ciudad,
Y gentes de autoridad
Que tratan mercaduría.
Yo tengo buena posada,
[...]
En muchas cartas, Castillejo se quejaba que no se le pagaba el debido salario y que sus prebendas ni siquiera le
abastecían de lo más necesario. La Universidad de Viena tenía antes de la Reformatio Nova, en el año 1554, cuatro
años después de la muerte de Castille-
Historia General de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo,
impresa en Toledo en 1526 (Viena, Biblioteca Nacional Austríaca).
jo, muy pocos estudiantes, y el clero
vienés había abandonado en su mayoría los monasterios de la ciudad. Es imposible que los versos citados tengan
valor afirmativo y, conociendo el contexto histórico, las expresiones “docta
universidad”, “devota clerecía” y “buena posada” sólo pueden ser entendidas
de manera irónica.
En pos del ascenso social
Tampoco a los demás españoles que
siguieron a Fernando a Austria les pudo haber parecido una Tierra de Promisión. y por esta razón hay que preguntarse por qué cambiaron España
por aquel país. Seguramente, muchos
de ellos emigraron porque en España
no tenían las mismas posibilidades de
ascender social y economicamente,
porque eran segundones, o tal vez
erasmistas y conversos, o porque eran
miembros de familias comprometidas
con el movimiento de las Comunidades, como Martín de Guzmán.
La mayoría de los nobles españoles
en Austria, como los Salamanca, los
Serna, los Mercado, los Laso de Castilla, los Meneses, o los Hoyos, cuyo
nombre existe todavía hoy en Austria,
se integró en la nobleza estamental
austríaca y llegó a poseer bienes. En
este contexto, el ejemplo más conocido es el caso de Gabriel de Salamanca, una de las figuras más importantes
en los primeros años del gobierno de
Fernando I. En los cinco años en los
que tuvo el cargo del tesorero general
de Fernando, acumuló tantas riquezas
que éste tuvo que cesarlo a causa de
los protestas. Su hermoso palacio renacentista en Spital an der Drau es
muestra de la ascensión de este burgalés que, de orígenes más bien humildes, llegó a ser conde.
Pero no había solamente españoles
en los círculos cortesanos. Desde el
primer asedio de Viena, en el año
1529, se solicitó reiteradas veces la presencia de soldados españoles para defender los intereses de los Habsburgo.
En Viena, llegaron a tener tan buena
19
INFLUENCIA ESPAÑOLA EN VIENA. HUELLA
FERNANDO I, EL EMPERADOR ESPAÑOL OLVIDADO
rreforma, pero la segunda oleada de
españoles que llegó a Austria después
de 1550 ya parece cuadrar mejor con la
imagen de católicos intransigentes. Como a partir de 1540 España se identificaba cada vez más con las metas contrarreformistas, también los españoles
que llegaron con la emperatriz María,
hija de Carlos V y esposa de Maximiliano II, a Austria se presentaron como
soldados de la Iglesia católica militante, en un grado mucho mayor que sus
compatriotas de los primeros años.
Jesuitas y jerónimos
La Virgen de la Misericordia protege a los Reyes. Los clérigos españoles alcanzaron puestos
destacados en la Corte austríaca. (Por Diego de la Cruz, Burgos, Monasterio de Las Huelgas).
fama que en el nuevo arsenal junto al
lado Danubio trabajaban siempre varios españoles, que recibían un salario
más alto que los soldados de procedencia austríaco-alemana.
El soldado español que defiende los
intereses de la dinastía y de la Iglesia católica es tal vez la imagen más duradera
de España que prevaleció en Austria y
en Alemania. Pero esta imagen proporciona una idea un poco tergiversada,
sobre todo en lo que concierne al siglo
XVI, porque eran también españoles los
que fundaron el primer hospital de la
corte en Viena – aquí hay que nombrar
a Diego de Serava– y porque tenían una
reputación muy elevada en los campos
de la medicina y la farmacia.
Fernando I insistió en tener médicos
españoles, como los doctores Cosmás
20
de Borja y Pedro Carnicer, y boticarios
españoles, como Antonio Calvo y Pedro de Azaylla. Y como Fernando I pedía con una insistencia significativa a
sus embajadores en España huesos de
melocotones, cerezas y, sobre todo, de
A partir de la segunda mitad del siglo
XVI, la influencia española en la iglesia
católica de Austria aumentó. A Viena
no solamente llegaron jesuitas españoles como el Padre Vitoria, personaje
muy importante en la Corte. Fernando
I quiso también llevar la orden de los
jerónimos a Innsbruck. En los ultimos
años del gobierno de Fernando I, tres
clérigos españoles de la Corte alcanzaron puestos muy destacados: Antonio
de Castillejo, sobrino del ya mencionado poeta, fue nombrado obispo de
Trieste; Francisco de Córdoba, el confesor de la emperatriz María, escribió
dos libros importantes que fueron repartidos por el Conde de Luna, embajador de Felipe II, entre los participantes del Concilio de Trento; y Jacobo
Nogueras, también clérigo de la Corte,
entró en una disputa teológica contra
el protestante Paul Skalich en el año
1557, al parecer con éxito, ya que poco después fue nombrado obispo.
En estos años, no solamente la teología española adquirió gran importancia
en el clero austríaco, también la religiosidad española causó profundo
asombro entre el pueblo vienés, como
lo demuestran por ejemplo algunos los
La teología española tuvo eco en el clero
austríaco y su religiosidad causó
profundo asombro entre el pueblo vienés
albaricoques, Austria le debe la difusión de estos árboles frutales.
En la primera mitad del siglo XVI, los
españoles en Austria todavía no se correspondían con la idea común que en
Europa Central se tenía de España como la principal potencia de la Contra-
comentarios contemporáneos sobre
una procesión que la comunidad española había realizado en Viena.
La presencia de los españoles en la
Corte vienesa seguramente es la causa
principal por la cual la llamada moda
española se difundió tan rápidamente
Fernando I en 1564. Su Corte seguía la moda de la aristocracia
española (por Arcimboldo, Linz, Stadtdtmuseum Nordico).
en los países hereditarios de los Habsburgo. Ya en una cuenta del año 1539,
aparece la suma que la Corte gastó para las capas españolas de los jóvenes
archiduques Maximiliano y Fernando,
dos nietos de Fernando I. En general,
los puestos de sastres, zapateros y
guardarropas los ocupaban españoles,
como lo prueban los nombres Martín
de Arandia, Alfonso de Serna o Francisco Fernández Medina en las listas
del personal de la Corte. A diferencia
de la moda anterior, llamada alemana, que tenía caracter igualitario y
más bien burgués, la llamada moda
española acentuaba la diferencia de
clases y por ello era exclusivamente el
estilo de viestir de las clases altas. Su
aceptación en diferentes cortes europeas expresa claramente la hegemonía
cultural que la aristocracia española
ejercía en Europa al comienzo de la
Epoca Moderna.
Lectores de castellano
Los nobles europeos no solamente se
vestían a partir de la segunda mitad
del siglo XVI según las reglas de la
moda aristocrática española, sino que
también comenzaron cada vez más a
Maximiliano II, en 1553, heredó la corona imperial a la muerte de su
padre Fernando I (por Arcimboldo, Viena, Kunsthistorisches Museum).
aprender castellano y a leer libros españoles. El interés por la lengua española se ve bien reflejado en los fondos
de la Biblioteca Nacional Austríaca, cuyo predecesora contenía ya en la época de Fernando I libros españoles tan
importantes como las obras de Fray
Antonio de Guevara, el Libro de oración y meditación del místico Fray Luis
de Granada, el Corbacho del Arcipreste de Talavera, el Amadís de Gaula, La
Celestina y los díalogos de los hermanos Valdés.
Un interés especial se ve en el gran
número de obras que tratan de la conquista del Nuevo Mundo. En Viena,
no solamente se tradujeron las Cartas
de relación de Hernán Cortés, sino
también se leían las obras de Cieza de
León, Francisco López de Gómara y Alvar Núñez Cabeza de Vaca. El Sumario
de la natural y general historia de las
Indias de Fernández de Oviedo fue pedido personalmente por Fernando I a
su embajador en España, Martín de Salinas, ya en 1526.
En comparación con la presencia de
las culturas italiana, francesa y eslava,
los españoles que estuvieron en Austria en los siglos XVI y XVII no dejaron
ninguna huella permanente en Europa
Central. Únicamente el historiador especializado sabe descifrar uno u otro
vestigio de la cultura española. Esta ausencia se debe a dos factores: primero,
porque las relaciones dinásticas entre
las dos ramas de la Casa de los Habsburgo terminaron al comienzo del siglo
XVIII; y segundo, porque el fenómeno
de la cultura española en Austria tenía
un carácter marcadamene elitista. Aparte de las acciones militares, la cultura
española en el extranjero era un fenómeno de la Corte y de la aristocracia y
no tenía casi ninguna influencia en el
pueblo en general.
n
PARA SABER MÁS
BERENGER, J., El Imperio de los Habsburgo
(Trad. de Godofredo González), Barcelona,
1993.
GONZÁLEZ NAVARRO, R., Fernando I (1503-1564).
Un Emperador español en el Sacro Romano Imperio, Madrid, Alpuerto, 2003.
LOPE HUERTA, A., Fernando I de Habsburgo, Alcalá
de Henares, Brocar, 2000.
OPPL, F. y RUDOLF, K., España y Austria (Ed. española de Rudolf, K. ) Madrid, Cátedra, 1997.
RUDOLF, K., “De la corte itinerante a la corte estable: Fernando I”, en: Carlos V y la quiebra del humanismo político en Europa, vol. 2, ed. José Martínez Millán, Madrid, 2001.
Descargar