Capítulo XVI El off the record Julia Armas, la jefa de sociedad, entró aquel mediodía al despacho del director un tanto agitada. Traía un papel en la mano, con membrete oficial. “Director, los militares afirman haber detectado, desde el radar de la Peña del Chachi, en Lanzarote, un objeto volador no identificado que se acercaba a las islas. Dos cazas despegaron de la base de Gando en su busca, pero no observaron nada; ya han regresado”. “Es un buen tema, Julia, sigue con él”, dijo el jefe. “Busca antecedentes: a mediados de los setenta, un resplandor iluminó la noche de Canarias durante horas y horas; no hubo versión oficial, pero años después se supo que el origen de la intensa luz amarilla había sido un misil disparado por error desde un submarino francés. ¿Tiene este asunto características similares?”, preguntó. “La nota no dice nada de resplandores; las radios y la televisión acaban de ofrecer la noticia; desde luego, es un asunto muy extraño”, confirmó la joven. “Llama a un ex piloto de Iberia amigo mío, Álvaro González Tarife; él sabe mucho de ovnis y, además, lo cuenta bien. Se ha encontrado con alguno en sus tiempos de comandante de vuelo”, dijo el periodista, extendiendo a su redactora el número de teléfono del aludido. El director sabe que un objeto volador no identificado es un bombón informativo. No falla, vende mucho. En cierta ocasión se dijo que una enorme nave extraterrestre había tomado como base un lugar costero de Arico, en el sur de Tenerife. Hubo gente que incluso la vio; lo juraba. Y hubo quien dijo haber sido abducido por los tripulantes de la nave, trasladado a bordo y sometido a un chequeo médico. Y hubo también quien aseguró haber recibido importantes revelaciones de carácter científico por parte de aquellos seres, mucho más pequeños e inteligentes que los humanos. “Estos sucesos tienen casi siempre una explicación racional, pero otras no”, dijo el director a Germinal Mendoza, el redactor-jefe del turno de mañana, que se acercó a su despacho para cambiar impresiones sobre el tema del día. “Recuerdo el caso de un piloto de Caravelle que sufrió el asedio de una nave espacial cuando volaba a nueve mil metros de altura sobre el Levante español; cazas de la base de Manises fueron alertados por el comandante Lerdo de Tejada; despegaron con todo su armamento listo, se acercaron a la zona y pudieron comprobar que una nave muy extraña estaba situada junto al avión cuya tripulación pedía auxilio; al detectar la presencia de los aparatos militares, el ovni desapareció a gran velocidad, sin ser reconocido por los radares civiles y militares”, relató el periodista. “Tú tenías un amigo piloto, director, que sabía mucho de estas cosas y que escribió novelas sobre ovnis”, dijo Germinal Mendoza. “Sí, el pobre José Antonio Silva, una grandísima persona y un buen escritor. Compuso algunas novelas sobre ovnis y sobre terrorismo a bordo de un avión. Tenía mucha imaginación y había recuperado interesantes historias sobre los objetos voladores no identificados. Desgraciadamente, murió joven, ya no nos puede ayudar; pero siempre me dijo que no estábamos solos en el universo; lo creía a pie juntillas”, dijo el director. “¿Abriremos mañana con eso, no?”, se interesó Germinal Mendoza. “Sí, claro. Vamos a ver si Internet nos ofrece algunos antecedentes sobre ovnis en Canarias, que no creo, y a montar una buena historia para mañana. Si te digo la verdad, Mendoza, a mí estos temas me encantan; no te comprometen, se los cree todo el mundo y puedes fabular con ellos sin miedo a que te los rebatan, porque los amigos de E.T. son calladitos, jamás mandan cartas de réplica a los periódicos”, bromeó el director. “A mí todavía se me ponen los pelos de punta con los ovnis”, se sinceró Mendoza. “Ocurre con todo lo desconocido. Fíjate, hace años, en compañía de algunos amigos, llevamos a cabo algunas experiencias psicofónicas; estábamos en contacto con Germán de Argumosa, un famoso experto español. Practicábamos estas técnicas en estudios de Radio Nacional de España, prácticamente herméticos. Las tuvimos que dejar porque escuchábamos gritos procedentes del más allá que te ponían la carne de gallina; eran voces atormentadas, llenas de dramatismo, que según parece venían del infierno, o al menos de un lugar en donde las personas moraban de manera muy infeliz. Yo, incluso, quedé aterrado una vez, Germinal; salí de la estancia, sentía mucho miedo. Al reproducir la grabación se escuchó claramente una voz de mujer, antes de abrir yo la puerta, que me gritaba que no lo hiciera, que me quedara”. A partir de esa noche no asistí más a esas sesiones que me estaban haciendo sentir pavor. El director notó que también a él se le ponía la carne de gallina. Se arremangó la camisa y mostró a Mendoza su brazo, erizado. El redactorjefe, contagiado por las palabras de su jefe, experimentó igual sensación y salió del despacho frotándose el antebrazo. Buscó a Julia Armas para preguntar qué más sabía. “Los militares dicen que no habrá más información, que ha sido una falsa alarma de invasión aérea hostil”, respondió la jefa de sociedad. “Nos quedamos sin historia”. “Ni de broma”, respondió Germinal Mendoza, “dice el director que todo el mundo se ponga a investigar y a fabular; y ya sabes que cuando el director lo dice…”, ironizó el redactor-jefe. Ana pasó a su jefe una llamada del responsable de prensa de la Comandancia General. Tras colgar el teléfono, convocó a los encargados de las secciones a una reunión en su despacho. Les comunicó que la Fuerza Aérea había detectado un avión espía no tripulado, que se había desviado de su rumbo y penetrado en el espacio de influencia de Control Canarias, con riesgo para la aviación comercial. “¿Americano?”, preguntó Mendoza. “Sí, pero ese avión no existe”, dijo el director. “Es decir, que nadie lo va a reconocer”, terció el redactor-jefe. “Exacto. Fue destruido por los cazas españoles, pero tampoco el Ejército del Aire va a confirmarlo”, informó el director. “¿Qué hacemos, jefe?, preguntó Julia. “Contarlo todito, de pe a pa”, ordenó el director. “Pero esa información es off the record, señor, ¿o no se la confió su amigo de la Comandancia?, apostilló Andrés Vega. “¿Qué es el off the record para ti, Vega? ¿Una patente de corso del funcionario que te cuenta un secreto? ¿Un signo de confianza? ¿Una orden? ¿Un truco de quien te ofrece la información para que la publiques con misterio y el otro lavarse las manos? ¿Qué es? “Una muestra de confianza que no debe ser traicionada, director”, dijo Vega, muy serio. “Pues yo opino que la mejor muestra de confianza de alguien con responsabilidad pública hacia un periodista es no contarle nada”, apostilló Julia Armas. “Esta chica es de las mías”, dijo Germinal Mendoza. “Los secretos no existen en esta profesión de codazos y de carreras a ver quién llega antes; vivimos en una auténtica jungla”. “No se comprometan al silencio con quienes intenten colarles un off the record; yo no prometí nada al teniente coronel Arnulfo Guerrero, o sea que adelante con toda la información que tenemos, incluso con lo que les he contado. Y tú, Julia, quédate conmigo, que hay más”. El director relata todo lo que sabe a la bella jefa de la sección de sociedad. Y al concluir su monólogo, le dice: “Julia, no te olvides que además de ser cierto, lo que vayamos a publicar ha de estar bien contado. Puedes imaginarte lo que quieras, se trata de un avión espía. Algo de origen incierto, que nadie va a reconocer que existe. Sin llegar al disparate, todas las teorías podrían ser válidas y muy celebradas por el público”, dijo el viejo periodista. Y añadió: “Tú ya me entiendes”. El director ha de salir ese día a almorzar. Pidió el coche y la escolta, que jamás le abandonaba. Se marchó pensando en las psicofonías de hacía tantos años. Y sintió el mismo escalofrío de aquel mediodía en su despacho.