La Unidad y Unicidad de Dios

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La Unidad y Unicidad de Dios (Dt. 6:1-9/Mr. 12:28-34)
por Pedro Puigvert
Aunque los términos "unidad" y "unicidad" pueden parecemos iguales hay un matiz entre ambos.
Este atributo divino insiste en el hecho de que Dios es numéricamente uno (unidad) y que en su carácter
es único (unicidad). Implica que no hay más que un solo ser divino y que todos los demás seres tienen
existencia de él, por él y para él. Toda la Biblia da testimonio que existe solamente un Dios verdadero
(1R. 8:60, 1 Co. 8:6,1 Ti. 2:5). El texto con que hemos empezado esta reunión, expresa tanto la unidad
numérica de Dios como su unicidad. El término hebreo "echad" que ha sido traducido por "uno" puede
traducirse también por "solamente uno" o como lo ha hecho la Versión Popular: "el único Señor".
Según Keil, este pasaje no enseña la unidad numérica de Dios, sino más bien que Yahweh es el único
Dios que tiene derecho al nombre Yahweh (Cf. Zac. 14:9). Con todas estas referencias quedan
excluidos los conceptos politeístas sobre Dios. Los judíos piadosos lo recitan dos veces al día unido a
Dt. 11:13-21 y Nm, 15:37-41, en una oración que se conoce como el Shema.
1. Dios es único en su excelencia.- Debemos reconocer que no estamos muy acostumbrados a
reflexionar sobre las perfecciones personales de Dios y que en nuestras oraciones pocas veces
le alabamos por lo que él es, por su grandeza que inspira temor e incita a la adoración. Somos
más dados a mencionar su amor y misericordia, porque pensamos en sus efectos sobre
nosotros, en lugar de contemplarle en toda su magnificencia y poder (Ex. 15:11).
a.
Antes de la creación del universo, (Gn. 1:1). Hubo un tiempo, si bien usamos la
palabra "tiempo" imperfectamente, cuando Dios en la unidad de su naturaleza (aunque
existiendo en tres personas como veremos más adelante), habitaba solo. Era en el
principio, Dios. Entonces no había cielo donde poder manifestar su gloria como lo hay
ahora. No había tierra que requiriera su atención. No había ángeles que cantaran sus
alabanzas, ni un universo que se sostuviera con la palabra de su poder. No había
nada ni nadie, solamente Dios y esto, no durante un corto espacio de tiempo o una
época, sino una eternidad. Durante una eternidad antes de la creación, Dios estuvo
solo; completo, suficiente, satisfecho en sí mismo, no necesitando nada. Porque la
creación no añadió nada al ser de Dios, por cuanto su gloria substancial no puede ser
aumentada ni disminuida. Dios no tenía la obligación ni necesidad alguna de crear el
universo y todo lo que en él hay incluido el ser humano. El hecho de que quisiera
hacerlo fue un acto soberano de su parte, no inducido por nada fuera de sí mismo, sin
más determinación que su propia voluntad (Ef. 1:11). Que él creara todas las cosas fue
simplemente para manifestar su gloria. Porque Dios no gana nada ni siquiera con
nuestra adoración porque no la necesita, mientras nosotros sí necesitamos adorarle a
él. Si alguno piensa que hace un favor a Dios viniendo aquí para adorarlo que se lo quite
de la cabeza, somos nosotros los que nos beneficiamos de tener comunión con Dios.
Él no necesita esta gloria externa de su gracia que procede de sus redimidos, porque
es suficientemente glorioso en sí mismo sin ella. ¿Qué es lo que le movió a predestinar a
sus elegidos para alabar su gloriosa gracia? La respuesta es: "el puro afecto de su
voluntad" (Ef. 1:5). Por tanto, debemos reconocer que no podemos someter a Dios a
obligación alguna hacia su criatura, Dios no sale ganando nada con nosotros (Ro.
11:33-36). Que nadie es escandalice, pero ni siquiera el Señor Jesucristo añadió nada
al ser y a la gloria esenciales de Dios, ni por lo que hizo ni por lo que sufrió. Es verdad que
él manifestó su gloria (Jn. 1:14), pero no añadió nada a Dios. Es verdad que Dios es
honrado y deshonrado por los hombres, pero no en su ser substancial, ya que esto tiene
que ver con su carácter no con su esencia. También es cierto que Dios ha sido
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glorificado por la creación, la providencia y la redención, pero esto tiene que ver con
la manifestación de su gloria y nuestro reconocimiento de ella, Con todo, si Dios lo hubiera
deseado, habría continuado solo por toda la eternidad sin dar a conocer su gloria a
criatura alguna. El que lo hiciera fue determinado solamente por su voluntad soberana.
b. El Dios único es un ser incomparable (Is.40:12-23). Como nada son todas las gentes
delante de Dios y en comparación serán estimadas en menos que nada y que lo que
no es. Éste es el Dios de la Biblia cuya grandeza debiera dejar anonadado al hombre y
caer postrado a sus pies. A veces el ser humano, incluso el creyente, se fabrica un Dios
pequeñito con la pretensión de manejarlo a su antojo, una especie de dios-botones
para servirle según sus antojos. ¡Cuán distinto es el Dios que nos revela Isaías! El
testimonio del NT no difiere en nada porque ambos son obra del mismo autor (1 Ti.
6:15-16). Este Dios debe ser reverenciado y adorado. El está solo en su majestad, es
único en su excelencia, incomparable en sus perfecciones. Lo sostiene todo, pero en sí
mismo, es independiente de todo. El Dios incomparable no puede ser conocido
mediante la investigación, sino solamente como el Espíritu Santo lo revela al corazón por
medio de la Palabra de Dios. Es verdad que la creación revela un Creador y que los
hombres son inexcusables, pero no podemos bajar a Dios al nivel de la comprensión
finita y perder de vista su excelencia única. Se ha trazado una analogía con el indígena
que encuentra un reloj en la selva y después de examinarlo deduce que existe un
relojero. Hasta aquí bien, pero si intentamos ir más lejos, corno por ejemplo que el
indígena trata de formarse una concepción del relojero, sobre sus conocimientos, carácter
moral, su personalidad, etc. ¿podría decir que le conoce realmente? Con toda seguridad
no. Así tampoco, el Dios eterno e infinito está al alcance de la razón humana. El Dios de
la Biblia sólo puede ser conocido por aquellos a los que él se da a conocer, es decir, a
menos que nazca de nuevo espiritualmente, que sea llevado de la muerte a la vida,
trasladado de las tinieblas a la luz, no puede ver las cosas de Dios y mucho menos
entenderlas.
2. El Dios único existe en tres personas.- En principio este enunciado choca con la razón
humana. Al hablar de un Dios en tres personas, nos lleva a la conclusión que el Dios verdadero es
un Dios personal, pero no es una sola persona, sino que existe eternamente en tres personas.
Aquí radica la esencia del mayor misterio de nuestra fe cristiana, ya que entre nosotros, cada
individuo o ser humano individual, es una persona y al multiplicarse las personas lo hacen
también los individuos humanos, mientras que en Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son
tres personas divinas realmente distintas, pero no son tres individuos divinos, sino un solo ser
divino. ¿Cómo puede ser eso? Tenemos que acercarnos a este misterio con reverencia ya que
ningún intelecto creado puede, ni jamás podrá comprenderlo. Solamente por la fe en la
revelación bíblica que expresa esta verdad podemos aceptarlo. Las analogías de la naturaleza
inanimada (agua: líquido, hielo, vapor) o animada (árbol: raíz, tronco, ramas) son incompletas y
distorsionadoras porque encontramos diversidad, pero no unidad esencial. Tampoco sirven los
plurales "Elohim" o "hagamos" porque son mayestáticos de la acción divina, pero no señalan
pluralidad de personas ya que esto sería especular. Citemos solamente Is. 48:16, Mt. 3:16-17,
pero podríamos aportar muchos más.
3. El Dios único y la cruz de Cristo.- ¿Cómo entender la existencia de un Dios en tres personas y lo
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ocurrido en el Calvario, cuando una de las tres personas muere en la soledad más absoluta? (Mt.
27:46). Una explicación posible es que el verbo "abandonar" tiene el significado de "entregar" y la
respuesta es que el abandono de Cristo fue debido a que cargaba con nuestros pecados
siendo entregado por todos nosotros en tanto que pecadores (Ro. 8:32). Otra explicación es
que el Padre no abandonó al Hijo en la cruz, sino que Cristo se sintió abandonado por el
Padre, por cuanto "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Co. 5:19), lo cual
indicaría su presencia en la Cruz sin discernir el modo. Es preferible la primera.
Conclusión. El atributo de la unidad y unicidad de Dios debe llevarnos a tener un concepto
adecuado de su grandeza y poder para adorarle correctamente. El misterio de su existencia trina nos
acerca a su personalidad y a su obra en la cruz. Algunos teólogos se refieren también a la unidad
simple o simplicidad de Dios. Con este término se quiere describir “el estado o la cualidad de un ser
simple, la condición de un ser libre de toda división en partes, y por tanto libre también de toda
composición” (Berkhof). ¿Qué implicaciones tiene esta descripción? En primer lugar, que las tres
personas de la Trinidad, no son otras tantas fracciones que componen su esencia divina; en segundo
lugar, que no hay diferencia entre su naturaleza esencial y sus perfecciones. En tercer lugar, que sus
atributos no son adiciones al ser de Dios. Dios es uno.
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