Control social, control mediático y represión

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Control social, control
mediático y represión
Iñaki Gil de San Vicente
Publicado por Matxingune taldea en 2014
Tabla de contenidos
Poder y control social ....................................................................................................
Control social y vigilancia ..............................................................................................
Control social y control mediático ....................................................................................
Control mediático y represiones .......................................................................................
Represión y control social ...............................................................................................
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Poder y control social
Llamamos control social al conjunto de medios por los que un sistema de poder conoce, analiza, evalúa
y mantiene sometidos a sus súbditos. Cada sociedad histórica ha dispuesto de su adecuado sistema
de control social. El control social dispone de gran cantidad de subpoderes, instituciones, burocracias
privadas o públicas operando sobre áreas sociales específicas, estudiándolas, observándolas e
incidiendo en ellas abierta o solapadamente. Entre ellos pueden existir fricciones y choque de intereses,
incluso de tensiones importantes que expresan los cambios sociales complejos. Pero estas dificultades
se solucionan con negociaciones internas, o con la imposición de una nueva jerarquía y hegemonía
de uno de los bloques de poder internos.
Un dato cierto de que una sociedad padece agudas contradicciones difícilmente resolubles, es el de
la pérdida de efectividad de su control social. Su progresiva obsolescencia y anacronismo limita cada
vez más la capacidad de reproducción del poder dominante. Un ejemplo: estadísticas oficiales del
propio Estado español publicadas a comienzos de agosto de 1997 certificaban el ascenso del ideal
autodeterminativo en la juventud vasca, catalana y gallega entre 1988 y 1997, por un lado, pero por
otro, su retroceso en la juventud española. El control estatal orientado a reducir la identidad nacional de
la juventud de los pueblos oprimidos y a aumentar la de la juventud española, ha surtido efecto sólo en
ésta, fracasando estrepitosamente en aquellas. Esta constatación, reforzada con otros muchos informes
similares, explica la feroz ofensiva institucional españolizadora lanzada en los últimos tiempos.
El control social ha permitido al Estado descubrir esta catastrófica fisura y tomar las medidas
correspondientes. El ejemplo citado, uno entre muchísimos, ilustra esa capacidad imprescindible para
todo poder que quiera perpetuarse con métodos que no sean los estrictamente represivos. Napoleón
decía que con las bayonetas se puede lograr todo menos sentarse sobre ellas, y que la mejor política
es hacer creer a los hombres que son libres. El corso traidor sabía que tarde o temprano las personas
oprimidas se terminan sublevando de no ser convenientemente engañados, sobornados, divididos
y enfrentarnos entre ellos. Napoleón no descubrió el Mediterráneo: sólo aplicó las lecciones que
Maquiavelo, Julio César, que cuidaba exquisitamente su imagen física cubriéndose su brillante calva
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mediático y represión
con una corona de laurel, y Aristóteles, primer teorizador de la tesis conservadora de la «constitución
mixta», desquibrieron en su quintaesencia, por citar a tres de los mejores teóricos del control social.
Hemos hablado de una quintaesencia del control social. Es facil comparar a Platón y Aristóteles.
¿Pero qué tienen que ver con San Pablo, San Agustín, Bodino, Hobbes, Locke, Voltaire, Rousseau,
Metternicht, Hamilton, Lincoln, von Bismarck, Max Weber, Mussolini...? ¿Qué tienen que ver entre sí
personajes en apariencia tan irreconciliables?: La defensa del poder vigente. La defensa de la opresión
de la mujer y de los pueblos. El control del conocimiento y de los medios de manipulación de masas, y
la legitimidad del poder para en caso de peligro revolucionario implantar una dictadura, o gobierno de
emergencia o como quiera llamársele, para salvar la propiedad privada de los medios de producción.
Les separan problemas tácticos y técnicos secundarios, resolubles con el desarrollo de las disciplinas
a lo largo de la historia.
La permanencia histórica del control social nace de su supeditación al poder. Llamamos poder a la
capacidad de una minoría o de un sujeto para apropiarse del excedente material y simbólico, físico
y económico, sexual y amoroso, cultural y artístico, de un colectivo o de un sujeto. La quintaesencia
del control social es la que garantiza la existencia del patriarcado, propiedad privada y opresión de los
pueblos. El control social prioriza en cada época las formas adecuadas a esos objetivos. Un ejemplo
es el Código de Hammurabi. Hace 3000 años en Tebas se usaban anuncios publicitarios para localizar
y apresar a esclavos huidos o perdidos. El papa Gregorio VII dijo en 1078 que la costumbre de Roma
consistía en tolerar ciertas cosas y silenciar otras. Los ataques a la izquierda abertzale se remontan a
viejos trucos propagandísticos, pero también a Montgomery en 1959 al decir que quien votase a los
laborista merecía ser recluido en un manicomio.
Control social y vigilancia
Podemos discernir varios controles generales con sus correspondientes especificidades: los controles
permanentes en la mal llamada «vida privada» o «intimidad», en la familia, volcados sobre y contra
la mujer, la juventud y las personas mayores para asegurar su pasividad y conformismo. Aristóteles
reconoció que hasta el campesino libre más pobre, sin ningún esclavo, disponía de sus hijos y
esposa. Los mecanismos sexo-afectivos, psicológicos, educativos y religiosos, y fundamentalmente la
dependencia económica, tienen un papel esencial. Antes de que Freud analizara sus terribles efectos, y
antes de que la Iglesia obligara a la confesión, todos los poderes han sabido que la institución familiar,
la opresión sexual, la dependencia afectiva y amorosa, etc, eran -son- muy eficaces instrumentos de
control.
Otro son los controles de la vida pública; gastos, compras y viajes; servicios sociales, sanidad,
vivienda, educación; empresas de seguros... Una inmensa maquinaria de miles de ordenadores,
ficheros, archivos, funcionarios, empleados privados, profesores y maestros, registra al detalle, con
precisión mecánica, los mínimos datos, todos los números, fechas y horarios; propiedades y deudas;
partes de baja, enfermedades, desde que nacemos hasta que morimos. Los poderes mesopotámicos,
egipcios y chinos registraban todo lo que podían, pero sólo con la conquista de Egipto por Roma y la
masiva explotación del papiro se abrió una nueva fase de control burocrático. Actualmente, las nuevas
tecnologías han superado todo lo imaginable en este sentido.
Un tercero son los controles de tiempos y formas de explotación de la fuerza de trabajo. Conforme éstas
aumentan, se complejiza la sociedad y crecen las resistencias de las personas oprimidas, aumentan
los controles internos y externos. La explotación sexo-económica de la mujer es la más controlada
y vigilada. Después la escala varía según las épocas y formas concretas de trabajo. Los patrones
recurren a capataces, jefecillos y hasta chivatos internos para mantener el ritmo e intensidad del trabajo,
y conocer el estado de ánimo, evaluar el malestar latente, difuso o palpable de las y los esclavos,
siervos, aprendices y trabajadoras y trabajadores de gremios, personas trabajadoras asalariadas. El
capitalismo ha pasado del control de los y las trabajadoras antes de la fábrica unitaria, al control en la
gran fábrica taylor-fordista y del obretos masa, para terminar, por ahora, en el contro flexible, toyotista
o postfordista, del obrero social. En Euskal Herria se añade el control españolista de los sindicatos
estatales.
Por último, las burocracias dedicadas a los controles más serios. Policías, aparatos de «justicia»,
servicios de información, oficinas ministeriales, en especial económicos y de defensa; servicios
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Control social, control
mediático y represión
internacionales, empresas «privadas» de seguridad, detectives... Tácticas y técnicas nuevas como
videovigilancia, nuevas tecnologías, centralización de datos, etcétera, con objetivos más precisos y
selectivos. Antiguamente el censo de bienes y personas era uno de los métodos más sofisticados y
vitales, como enseña el rigor romano. El exhaustivo censo normando de la economía anglosajona en
1086, es un ejemplo de planificación de todos los medios para obtener un objetivo decisivo: expropiar
buena parte de las propiedades anglosajonas. Actualmente los medios son gigantescos: un ejemplo,
de gran transcendencia, son los presupuestos generales de cualquier estado. El poder actual conoce la
realidad social con más profundidad y minuciosidad que otros poderes anteriores.
Cada control tiene su vigilancia. No hay control sin vigilancia, ni viceversa. Pero existe otra vigilancia
más selecta y sofisticada, más peligrosa porque va unida al castigo. Controlar-vigilar es el primer
paso para, después, vigilar más selectivamente y castigar. Funciona una línea de control-vigilanciacastigo o represión. Dentro suyo actúan mecanismos de integración, consenso y reformas, pero
también de división, desactivación y desintegración. Aristóteles aconsejaba a los ciudadanos libres
ricos que cedieran algo a los libre pobres para que no estallasen conflictos. La Iglesia sabe mucho de
complementarizar tácticas. Todo valía contra el movimiento del Libre Espíritu surgido a comienzos
del siglo XIII desde las tesis amaurianas, que resistió hasta bien entrado el siglo XVI: espionaje,
infiltración, delación, tortura, hoguera, y también potenciación de una orden pacifista mendicante,
en apariencia rebelde pero sumisa y destinada a minar los cimientos herejes, los franciscanos. Siglos
después se reactivó esta táctica con la aparición del «pacifismo» inglés y español contra irlandeses
y vascos.
La vigilancia especial se beneficia de las vigilancias más laxas y rudimentarias de los controles básicos.
La videovigilancia suministra abundantísima información audiovisual. El estudio de la masa de datos
administrativos vuelve transparente a sujeto o colectivo vigilado. Desde siempre todas las policías
escudriñan y escuchan el submundo de dimes y diretes, de rumores sobre el comportamiento normal
o anómalo, común o extraño, sorprendente, raro, de los sujetos vigilados. Pero la dominación actual
mejora su efectiva interrelación y multiplica su número. En julio de 1997 en Austria se legalizó la
escucha a distancia en todos los espacios, excepto, por ahora, en los confesionarios. En Gran Bretaña
se discute escuchar a los confesionarios. En la UE se preve imponer las pulseras individualizadas de
telecontrol. Atutxa propuso introducir emisores de telecontrol en la piel de dos mil burgueses, gravar
todas las conversaciones telefónicas de la administración de la CAV....
La complementarización de los recursos está sometida a una estrategia. Asegurar la dominación
patriarcal en una familia con el apoyo del párroco o del psicólogo, o en una fábrica con el apoyo
sindical. Ganar una elecciones o sembrar el miedo para debilitar una movilización popular. A veces
asegurar el capitalismo, el patriarcado y la «unidad nacional», con el apoyo reformista e imperialista
y la represión feroz de las personas que resisten: la «transición» española. Cambiar algo sin valor para
que nada de valor cambie. Las posibilidades van desde lo que narra Tucídides del exterminio de 2000
hilotas por los espartanos, que se creyeron las promesas de libertad, hasta las dictaduras militares, el
fascismo o los regímenes «amigos» del imperialismo.
Control social y control mediático
Cualquier control por «íntimo» que sea, necesita de una producción de legitimidad, conocimiento e
información para justificar y mantener con efectividad su vigilancia. Se mantiene así sin recurrir en
todo momento al castigo o a su amenaza, al miedo consciente. Es más productivo, en la mayoría
de los casos, el miedo difuso, inconsciente, esa mezcla de ansiedad e incertidumbre de las personas
dominadas. La angustia no contradice en absoluto a la falsa sensación de libertad y felicidad. Las
refuerza. Las religiones conocen la demoledora eficacia de la dependencia psíquica, emocional y
cognoscitiva que se alimenta de dichas técnicas disciplinadoras. El control mediático es esencial para
la producción de dependencia y de su falsa felicidad. La dependencia cognoscitiva, la aceptación
acrítica, dogmática, de la «verdad», la que fuera, es objetivo prioritario del control mediático. Una
vez arraigada la dependencia cognoscitiva, aceptada socialmente una «verdad», resulta muy dificil
demostrar su falsedad y erradicarla.
La propaganda es tan vieja como la escritura, y probablemente como el lenguaje. Las murallas de
muchas ciudades del Creciente Fértil, Egipto Antiguo y primeras dinastías chinas están llenas de
textos que ensalzan las azañas de señores, reyes, emperadores y dioses. También las inventan. Los
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Control social, control
mediático y represión
poderes han intentado monopolizar siempre el lenguaje de su época para dictar esas invenciones. El
lenguaje y la memoria orales por chamanes, brujos y ancianos. La escritura cuneiforme, jeroglíficos
e ideogramas por burócratas mesopotámicos, egipcios y chinos. La escritura alfabética por las clases
dominantes y sus escuelas exclusivas. La escritura rápida, como la creada en Roma en el -63 por Tulio
Tirón, por burócratas administrativos. Las imprentas por el dinero burgués y los Estados. Las señales
visuales por la administración napoleónica. Telégrafo, teléfono, radio, televisión, nuevas tecnologías
de comunicación actuales...
La alianza entre control social y control mediático viene de antiguo. En el -720 el mandarín FuhTsien dijo que la repetición es la base del conocimiento, aunque sea falso. Adecuar el imaginario
colectivo a las necesidades del poder fue el objetivo básico del oráculo de Delfos en la Grecia clásica.
Platón justificó el uso de la mentira para mantener el orden social en beneficio de una minoría selecta.
El texto hindú Los Nueve Desconocidos, del -273, dice que el control del pensamiento de las masas
es el conocimiento más peligroso, pues permite gobernar el mundo entero. Catón el Viejo basaba
la efectividad de su oratoria en la repetición machacona de una frase sencilla. En -65, Quinto Julio
Cicerón escribió el Pequeño manual para una campaña electoral. César Augusto se dotó del primer
staff de propaganda con Horacio, Ovidio, Mecenas, Virgilio... Un neoplatónico cristiano, Orígenes,
nacido en +185, justificó la mentira pedagógica como parte del plan divino. Aunque el concilio de
Constantinopla de 553 condenó varias de sus tesis, la idea de la mentira pedagógica se ha impuesto.
El Plan ZEN de 1983 la usa contra el independentismo vasco.
Manipulación viene del latín manipulo, unidad militar elemental de la legión, fácilmente controlable
por el oficial en medio de la batalla. Manipulación, propaganda y guerra psicológica van unidas.
Una brillante manipulación fue la inglesa antes del ataque de la Armada de Felipe II, en 1588. John
Dee hizo creer que se avecinaban grandes temporales en el canal de la Mancha justo para cuando
sus espías en Madrid y Roma le anunciaron la invasión. Fue tan eficaz que retrasó la salida de la
escuadra y debilitó mucho su moral. Pero su aplicación programada data de 1914-1918. Un logro
aliado fue la impactante viñeta del periódico Punch: un matón alemán enorme, feo y amenazante abría
la verja de un prado defendido por un niño belga. En 1917 se creó en Estados Unidos el Comité de
Información Pública que integró a especialistas en marketing comercial. En verano de 1918 se creó en
Gran Bretaña el Departamento de Propaganda Enemiga y se unificó la propaganda aliada. Sus expertos,
muchos civiles vendedores comerciales, elaboraron cuatro criterios intemporales: movilizar y dirigir
el odio al enemigo y minar su moral; aumentar la propia legitimidad y moral de lucha; fortalecer
la unidad de los aliados y atraer hacia ellos a los países neutrales. Estos axiomas se aplican a las
luchas político-electorales, al control-vigilancia-castigo más cotidiano y «privado», o a una campaña
deportivo-electoral, por ejemplo. Se trata de definir y fijar al enemigo, a los aliados y a los neutrales,
y elaborar tácticas diferentes para llegar a un mismo objetivo.
La relación entre propaganda, guerra psicológica y publicidad se agilizó desde entonces. En
1920 el publicita yanki Albert Lasker diseñó la campaña presidencial de W.Harding. Mussolini,
F.D.Roosevelt, Hitler y otros los aplicaron con decisivas innovaciones: la radio y el cine; el avión y los
trenes de propaganda; los actos de masas la mejor manipulación de la psicología colectiva. El dicho
napoleónico de que sólo conocía una regla de la retórica: la repetición, podía ya aplicarse con muchos
más recursos. Pero faltaban todavía innovaciones decisivas para entener las relaciones actuales entre
control social y control mediático: la televisión, el cambio del capitalismo de una fase histórica a otra
y unido a ello pero con importancia propia, la concentración y centralización de las transnacionales
mediáticas. La característica definitoria de esa nueva fase en el control es que acrecienta el papel de
las represiones, de los castigos, como veremos.
Sin embargo existen diferencias entre propaganda política y publicidad comercial. La propagada
tiene dos niveles de presión: el blando aplica la táctica de conversión, división y consolidación; el
duro aplica la del descrédito, contradicción y ridiculización. La publicidad refuerza la ideología y
valores dominantes, consumismo, sexismo, violencia, estéticas artificiales, escapismo. Genera falsas
expectativas individualistas siempre sumisas ya que sin dinero no hay consumo, no hay felicidad
sino desgracia. La publicidad aporta un conocimiento riguroso del impacto de los media sobre las
dependencias psíquicas, emocionales y cognoscitivas. La política los acepta porque conoce la fuerza de
la dinámica carencia-tensión-deseo, tan bien provocada por los publicistas. Acepta las nuevas formas
y horarios de hablar y estar delante de la televisión. Compra, soborna y corrompe a los expertos pero
los integra en su maquinaria, los convierte en tuercas intercambiables, desechables cuando fallan.
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Control social, control
mediático y represión
La propaganda nunca olvida su objetivo estratégico. Desde muy antiguo el poder ha integrado a
intelectuales prestigiosos. Confucio y Aristóteles son casos paradigmáticos. Conocemos el staff de
César Augusto. Gran Bretaña ha tenido intelectuales en sus servicios secretos: en el siglo XVI el más
conocido era Christopher Marlowe. En el XVII Daniel Defoe. En el XVIII Leonard MacNally. En el
XIX Sir Richard Burton. En el XX Somerset Maugham. También redactan los discursos y conferencias
de reyes, presidentes, papas y empresarios que siempre han dispuesto de «plumas negras» o logógrafos.
Otras veces, han sido los dirigentes los que han disfrazado su pensamiento bajo un pseudónimo, o de
forma anónima como hacía Richelieu en la Gazette de París fundada en 1631. Se crea así legitimidad,
consenso, propaganda sofisticada y sutil. Lo que hiciera falta. Sin mirar a la historia, desde hace una
década la intelectualidad española «trabaja» intensamente en el desprestigio de la cultura vasca, de los
derechos de nuestro pueblo e incluso intenta negar la existencia de Euskal Herria como unidad étnica.
Este poder puede hibernar mentalmente a una amplia franza social cuando se relaja y entra en un
estado parecido al letargo. Otra puede ser fascinada por la multicolor abalancha de espectáculos tontos.
Tampoco olvidemos el nerviosismo de quienes no encuentran el programa suficientemente excitante
y hacen zaping hasta dar con el adecuado. Pero lo decisivo es la creación de obediencia y dependencia
que nacen de la necesidad de acabar con la incertidumbre. Los media agudizan esta manipulando,
falsificando y descontextualizando la realidad. De este modo crean necesidad de certidumbre y
sentido en un mundo irreconocible. Pero la dosis diaria de tranquilizante exige obedecer y aceptar
la dependencia de los media. Ambas psicopatologías alimentan situaciones de tensión, estallidos de
violencia irracional, descargas de frustraciones sobre víctimas más débiles e inferiores en la jerarquía
de explotaciones. Cuando el poder necesita un chivo expiatorio general al que culpar de los males,
amplía su descripción y en vez de presentar causantes individuales, acusa a uno colectivo.
Control mediático y represiones
La relación entre control social y control mediático no anula sino que exige la libertad de
funcionamiento de los media en momentos precisos. Los media se adelantan a los controles y a
sus castigos. Los azuzan e incitan con su propaganda. Según los problemas acuciantes, los poderes
recurren a los media para acelerar el endurecimiento represivo o la imposición de determinadas
disciplinas. Y es que los media son más adaptables y maleables al entorno evolutivo que los controles.
Dependen más directamente de los poderes concretos, gobiernos de turno, grandes empresas, alianzas
político-económicas, iglesias y cuarteles, lo que les hace oportunistas y serviciales. La mayoría de
los controles dependen más del poder de clase, patriarcal, de nación dominante y de drogadicción
religiosa, es decir, del poder global que dura tiempos largos, la vida de generaciones enteras, lo que
les hace más lentos pero les ancla más profundamente en el inconsciente de las masas, con toda la
plomiza resistencia al cambio que eso genera.
Los media presionan para acelerar la evolución de muchos controles que por su lentitud no se
adaptan rápidamente a las necesidades del poder. Excitan y provocan comportamientos reaccionarios,
autoritarios y racistas que dormitan en el irracional colectivo. Insuflan espíritu vengativo e inquisidor
en burócratas, funcionarios y trabajadores, instuciones y controles más relacionados con el Estado.
Así la clase dominante acelera su estrategia represiva, aumenta su legitimidad simbólica y se dota
de una masa de choque. Cada época tiene sus medios propagandísticos. En cada época, el poder
despiera con ellos las creencias y comportamientos alienados. El mito, la mentira, la falsificación y
la pompa ostentosa de los granes espectáculos masivos, estos últimos justificados por Aristóteles, son
recurrentes en la historia.
La Biblia ha sido reescrita sin pudor alguno. En Grecia, en el siglo -VII se manipulaban versículos de
Homero, figura clave en el imaginario, para favorecer a ciudades-Estado malparados en esos textos.
En el siglo -VI se agudizó su manipulación al chocar Megara y Atenas. Platón propuso expulsarle del
Olimpo por no adecuarse a su espíritu antidemocrático. En el -36, César Augusto censuró y quemó
algunos Libros Sibilinos, vitales para la identidad colectiva y accesibles sólo a una selecta minoría
de sabios, para asegurar su poder imperial. La Iglesia ha mentido tanto que León X (1513-1521)
reconoció al cardenal Bembo lo provechoso de la fábula de Jesucristo. Clemente XII (1740-1758)
aseguraba a Montfauçon que leer a Dante, Ariosto y otros le ayudaba a soportar los absurdos de la
religión. Voltaire (1694-1778) censuraba descaradamente al cura Meslier (1664-1729), que evolucionó
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Control social, control
mediático y represión
al ateismo revolucionario en su demoledora obra Mi testamento, manipulada por la burguesía progre
hasta su publicación íntegra en 1864. ¿Para qué seguir?
Todos los datos confluyen en la relación de los media con las represiones. Hablamos en plural porque
la propaganda de cada época azuza represiones adecuada a cada control, a su complejidad y diversidad.
Las represiones no se mueven sólo en el plano consciente, ni tampoco en el del simple castigo
o brutalidad. También se mueven en el mundo inconsciente, en los miedos y dependencias de la
estructura psíquica de masas. Otras represiones se ejercitan en el ámbito del desvío, de la desactivación
o integración funcional de deseos, tensiones y reivindicaciones, paralizándolas o satisfaciéndolas
aparentemente. Por último, sólo una parte muy reducida de las represiones son físicas, activas,
violentas, brutales. Estas últimas intervienen, por lo general, cuando las demás, las previas, han
fracasado. Solamente entonces los poderes dan el tercer paso, el que va de del control-vigilancia, que
son los dos primeros, a la reprión o castigo violento, que es el tercero y supuestamente definitivo.
Los poderes de cada época, salvo excepciones, han buscado primero trucos, trampas, mentiras, falsas
reformas y concesiones vacías, terceras vías que se empantanan en la selva de la burocracia política, y
después, o justo momentos antes de que la situación crítica fuera irreversible, han usado la violencia
represiva abierta y pública.
Esta lógica ascendente se produce en todas las situaciones de conflicto y choque entre personas
oprimidas y opresores. Los desacoplamientos y disfunciones en la coordinación de las disciplinas
y recompensas, en la coordinación de los diversos poderes materiales y simbólicos para controlar
globalmente una situación social compleja y con muchas áreas y niveles diferentes de explotaciones
y resistencias, esas dificultades de centralidad de mando, las suele resolver el Estado como aparato
estratégico. Los recursos propagandísticos disponibles en cada época, son orientado y guiados por
esa centralidad que designa prioridades, fases y métodos. Cada época tiene sus centros de mando y
sistematización. Los media de cada época, se mueven en esos encuadres objetivos y subjetivos. Lo
que ocurre es que conforme se expande la lógica burguesa del máximo beneficio, los media han de
responder a más y más exigencias del poder verdaderamente decisivo, el del capital. Han de hacerlo
en una sociedad en proceso de multiplicación de contradicciones y conflictos. Los media han de
evolucionar, adaptarse e incluso adelantarse a esas transformaciones intentando suplir deficiencias de
la propia burguesía, en muchos casos.
Veámoslo en la historia: la Iglesia -pavoroso poder mediático- ha sido básica en el Estado español.
Los concilios de Toledo en la época visigótica. El desdén de Roma para con Nafarroa y su apoyo
a la invasión castellana en 1512. La Inquisición y su persecución de la cultura vasca oral y
preindoereuropea. Su apoyo al Imperio como en 1568 cuando la Inquisición declaró hereje a toda
la población de los Países Bajos y la condenó a muerte. Siglos de sotana y sacristía, ignorancia y
miedo. La «Cruzada Nacional» en 1936, el silenciamiento de los dieciseis curas vascos fusilados por
el franquismo y de los encarcelados y exiliados. La bendición del inhumano lema de «Franco, caudillo
de España por la gracia de Dios», durante sesenta años. El nacional-catolicismo posterior y la Iglesia
de la «transición». Ahora, la Iglesia que da la portada de su revista oficial Vida Nueva a Atutxa, que
purga internamente a los cristianos abertzales y que moviliza a sus bases «pacifistas» en defensa del
régimen vigente. Aunque la Iglesia ha ido perdiendo poder con el ascenso de capitalismo, sigue siendo
un aparato propagandístico clave en la unidad del Estado y de su legitimación. Pero también en el
mantenimiento de los controles cotidianos, familiares, sexuales, amorosos y afectivos, tradicionales,
culturales... La pérdida de afiliación y el enflaquecimiento del rebaño se compensa con las ayudas
estatales, con su presencia en la educación y con sus recursos mediáticos.
La obsolescencia de la Iglesia como fábrica de sumisión, se compensa con recursos nuevos que
también trabajan el mercado de la ansiedad. Sectas religiosas más reaccionarios aún. Revistas y
programas esotéricos, mistéricos, del «más allá», agitan el fantasma del milenio. Sin embargo, lo
característico de la presión mediática es su necesaria multiplicidad. Los media deben trabajar todos
los mercados y, encima, crear nuevos para maximizar el beneficio. Pero los buscan y crean dentro
mismo de los controles sociales, aprobechándose de sus miserias, refocilándose en sus inmundicias.
Telebasura, radio «en directo», revistas «del corazón», etc, son parte de un enorme instrumental de
presión en los controles más «íntimos». La sofisticada técnica de exploración del mercado calibra
rápidamente las audiencias y las ventas incluso por zonas geográficas, franjas y gustos sociales. Se
mejoran en poquísimo tiempo, o se suprimen e introducen otros nuevos. La rapidez en explotar la
lágrima y la risa provocadas, es una garantía de pervivencia en el negocio de la servidumbre al poder.
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Control social, control
mediático y represión
También actúan otros media más selectos. Son los creadores de opinión, que no mera ideología
dominante. Toda sociedad tiene chamanes, sacerdotes, filósofos, intelectuales orgánicos aunque sean
-cada vez más- unos chapuceros ignorantes. Trabajan con instrumentos especiales, bancos y grandes
empresas, consulting, clubs e instituciones privadas, editoriales de prensa, partidos y sindicatos,
universidades, colegios mayores, ministerios y cuarteles, iglesias... Ellos, por lo general, no reducen
esa opinión «culta» a la simpleza del pensamiento popular. Este trabajo lo hacen los media arriba
vistos. Sí supervisan la vulgarización; juzgan la valía de la propaganda simplona del sensacionalismo.
No interfieren en sus negocios excepto si imcumplen su deber de justificadores del orden y excitadores
de los castigos. La autonomía vigilada de los media es flexible según las conyunturas y necesidades
del poder. Pero siempre hay límites infranqueables: la propiedad privada de los medios de producción
y la lógica del beneficio, el patriarcado, la unidad del Estado y su monopolio de la violencia.
Cuando se fuerza alguno de esos límites se activan los instrumentos propagandísticos adecuados al
peligro. Cuando son varios los peligros, se centraliza aún más la propaganda, sube su virulencia,
los creadores de opinión producen en serie y se movilizan más represiones. Cuando se cuestiona la
totalidad de los límites, el sistema en sí mismo, el poder interviene con toda su brutalidad. Este esquema
básico exige introducir, como hemos dicho en su momento, otras técnicas de integración, consenso,
desmovilización, división, etc. Pero, en su quintaesencia, actúa tanto en las líneas básicas y aisladas
de control-vigilancia-represión, como en las áreas más problemáticas y decisivas para la pervivencia
del poder de la clase dominante, del capital como conjunto de relaciones sociales.
Represión y control social
La efectividad de la represión, último recurso del poder, decrece con el tiempo. Los romanos,
sanguinarios como Atila, tras las grandes sublevaciones esclavas de -187, -134, -104 y -73/71,
suavizaron su explotación y facilitaron su compra de la libertad. La Roma Imperial, con espias
en todas partes y rebaños de pesebreros agradecidos, nunca suprimió del todo la crítica literaria
y dedicaba grandes sumas para desactivar la tensión social. El pan et circensis era parte de una
maquinaria en la que destacaban los subpoderes, pequeñas libertades y disciplinas con las que los
ciudadanos más pobres y míseros extraían una porción de excedente a mujeres, esclavos y esclavas y
personas extranjeras. Todo ello cimentado por la alienación y adoración al imperator. Tras el medievo,
Maquiavelo (1469-1527) intentó readaptar este sistema, pero se adelantó a su época y fracasó.
El capitalismo ha absolutizado la lógica del beneficio y ocultado el nuevo mecanismo de explotación:
la plusvalía. Un nuevo control social empezó a tomar cuerpo en el siglo XVII. En 1656 se fundó
el primer Hôpital Général dentro del proceso de fabricación social de la nueva fuerza de trabajo.
Bastantes instrumentos de orden greco-romanos se adaptaron al nuevo control ya que nacieron en
una economía dineraria básica y rudimentaria. Permanece la obsesión controladora hacia todo lo
organizado como la negativa de Trajano a que Plinio creara en Nicomedia una brigada de bomberos
porque podía ser el foco de una revuelta. Pero el capitalismo ha incrementado la obsesión hasta
el paroximo, y lo ha hecho de forma casi imperceptible. El grueso de sus controles son invisibles
y silenciosos porque corresponden a la específica forma burguesa de ocultar la plusvalía bajo la
apariencia de un libre contrato entre partes supuestamente libres.
El capitalismo ha desarrollo una ingeniería psicosocial que oculta las represiones privadas, y sólo
visualiza parte de la violencia represiva pública. El sistema se perfecciona en contextos de explotación
patriarcal y nacional o racista. En estos casos aumenta la invisibilidad de las represiones por el
interés objetivo y subjetivo de los explotadores. Un ejemplo crudo de la sistémica de factores e
invisivilidad represiva es el ataque al euskara. La atención prestada al euskara es ínfima en relación a
la creciente demanda popular. Esa ínfima atención se limita a lo costumbrista, arcaico, folclórico, al
ghetto «privado», familiar, sin salir a la calle ni entrar a la producción social de valores de uso. Además,
dicen, junto al inglés, el castellano es la «lengua del futuro», del trabajo, cultura y modernidad. El
control mediático multiplica los ataques al euskara que realizan las instituciones y el poder español.
Las declaraciones de los políticos son aireadas, justificadas y reforzadas si hiciera falta, pero se oculta
toda información beneficie al euskara.
Formalmente esta globalidad no es represiva. El euskara no sufre represión, en su marco tiene los
mismos derechos que el castellano. Otro tanto sucede con reivindicaciones estratégicas de mujeres,
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Control social, control
mediático y represión
vascos, kurdos... que cuestionen la expropiación del excedente de la persona oprimida por el opresor.
Importa poco demostrar que las leyes son parciales e injustas. El poder mediático silencia esa
demostración y la dependencia cognoscitiva hace que sigan pensando en la verdad oficial, reforzada,
encima, con los réditos que obtienen de la explotación de las mujeres, vascos, palestinos... El que una
parte de estas personas colabore con esa dinámica confirma la veracidad de su falsa ilusión. Los y las
irreductibles e insobornables son inmediatamente calificadas de peligro público. Todos los controles
son activados para detectarlas e identificarlas. El poder mediático trabaja a tope para excomulgarlas y
aislarlas. Las diversas policías y sistemas represivos concretos se vuelcan contra ellas. Formalmente
no existe represión alguna, sólo «movilización ciudadana» y «aislamiento pacífico y democrático»
contra ellas.
En la práctica sucede lo contrario. En una primera fase el control capitalista oculta la víctima, sea una
persona con lepra, tullida, marginada, bruja, loca, revolucionaria, independentista, feminista radical...
En una segunda y definitiva fase los presenta en público. Antiguamente los controles y el poder
necesitaban tenerlos en la calle, en la plaza desde el principio mismo. En el medievo, una ciudad o
pueblo demostraba la efectividad de su sistema de orden con jaulas, picotas y elementos de tortura sitos
en las puertas de sus murallas, a la vista de viajeros y desconocidos. La diferencia de ritmos y etapas
nace del hecho de que el capitalismo dispone de mejores medios de control global por las razones
descritas. Puede así mantener una mayor apariencia de libertad y democracia. Pero cuando la mecánica
de orden queda obstruida por el apelotonamiento de las contradicciones, cuando los sumideros no
evacuan los descontentos y estos se desbordan, el capital escenifica al Otro u Otra, al Mal, al Peligro.
La escenificación no se hace apenas desde el púlpito, aunque sí desde las declaraciones de la Iglesia
contra la lucha armada; ni desde los grandes autos sacramentales, aunque sí desde las manifestaciones
«antiterroristas»; ni desde las puertas de las ciudades, aunque sí desde los controles de policía. El
control actual tiene mayores recursos porque el poder mediático penetra más en la intimidad. El sistema
familiar, pedagógico y educativo, médico y psiquiátrico, laboral y sindical, militar y policial, mediático
y cultural... tienen hoy muchos más recursos que en épocas pasadas. Esta dinámica no es fortuita.
Responde a la necesidad ineludible del poder por aumenta la observación, detección y prevención de
conflictos al multiplicarse los espacios de producción de plusvalía y reproducción de las condiciones
de producción. Es una respuesta a la lógica ciega de la nueva fase histórica del capital que descentraliza
la gran-fábrica y hace proliferar las explotaciones. La ciudad ha dado paso a la gran urbe caótica en
la que los conflictos latentes se multiplican exponencialmente.
Los cuerpos represivos se adaptan a los cambios. Vigilancia de la geografía productiva y reproductiva,
horarios y movimientos de masas, medidas cada vez más importantes. La complejidad caótica de
las vías y medios de transporte, su rapidez, la reducción de las distancias, deben compensarse con
un bestial aumento de controles, televigilancia, transparencia de la privacidad y pensamientos más
íntimos. Los nuevos estratos y niveles trabajadores, y el debilitamiento de los controles keinesianos,
socialdemócratas y estalinistas, hacen que el capital cree nuevos cuerpos y doctrinas represivas. Han
quedado superadas las que se introdujeron a mediados de los setenta, que respondían a la superación
de las fuerzas represivas vigentes desde 1948. Desde comienzos de los noventa la contrainsurgencia
en el capitalismo central ha dado pasos significativos e irreversibles que no podemos analizar ahora.
Sin embargo, esta aparente fuerza oculta una debilidad preocupante. Cada vez más, la realización del
beneficio máximo exige el máximo orden. Las crisis parciales se unifican. Los gastos colaterales y
externos se hacen lastres internos. Hay más control y orden porque el capital es consciente de que
aumentan las dinámicas de descontrol y desorden. Semejante contradicción es aún más aguda cuando
se malvive conscientemente en, por y para un pueblo oprimido. Entonces, las represiones, vigilancias
y controles terminan apareciendo públicamente como lo que son. La dictadura del poder mediático
lo retrasará durante un tiempo, pero su tendencia es clara. De cualquier modo es la acción humana
organizada la que acelera o retrasa esa dinámica, o la que la estanca y pudre en los pantanos pútridos
del sistema, o la destruye brutalmente durante una o dos generaciones. Pero, a la postre, la dinámica
se vuelve a poner en marcha. Está en nuestras manos el que la victoria llegue cuanto antes.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 12 de agosto de 1997
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