CARTA SINODAL DEL ARZOBISPO DE SANTA FE DE BOGOT A AL , CLERO Y FIELES DE LA ARQUIDIOCESIS CON :l\IOTIVO DE LA PUBLICACION DE LAS CONSTITUCIONES SINODAI~ES y DEL JUBŒEO CONCEDIDO POR S. S. PIO IX EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU PONTIFICADO. BOG01'A. Focion Mantilla. editor. NOS VICENTE ARBELAEZ, ~nr la he ~io,g n ht la ~antn ~tb£t ~rzQhis~a ht ~anta ;$£ b£ ~ogQ't~tt}nla:ba asisÜnt£ al ~ólin ~otttifida xc. xc. gt¡tCÏa Al Venerable Clem y ii~!es de nucstn Arquidiacesis. slluG y beedicÍon en el Senor. CARÍSDIOS lUJOS NUESTROS: En cumplimiento de los graves y delicados deberes de nuestro sagrado ministedo pastoral, os dirigimos hoy la palabm. El Apóstol San Pablo nos dice, que en todo tiempo, ya sea oportuna ó importunamente, levantemos nuestra voz para instruir á Ia grey encomendada á nuestro cuidado. (1) Creemos que ninguna ocasion más oportuna podria presentársenos para haceros algunas advertencias saludables, que la actual, en que acaban de tener lugar dos hechos notables en el gobierno de la Arquidiócesis. El primero es la terminacion del concurso, cu el cual han sido provistos casi todos los beneficios punoquiales que se hallaban vacantes, encontl'ándose hoy sus pastores en medio de una grey nueva y con los conocimientos prácticos adquiridos por muchos de ellos en el largo ejercicio de su ministerio, los cuales les serán sumame!.Jte útiles, tanto para evitar aquellos procedimientos que les lWIl sido perniciosos, como para emplear los que la experiencia les ha hecho conoccr como buenos para la acertada direccion y santificacion de las almas. i Cuán bello es el campo que se presenta á un Párroco que se encarga do una nueva gloey, y que, ademas de tener la experiencia adquirida con cI ejercicio del ministerio, se (1) 2.~ ad Timot. IV, v. 2. encuentra adornado de las virtudes de la caridad y del celo por la salvacÏon de las almas! Allí, con el poderoso influjo do su huen ejemplo en la práctica de las virtudes cristianas, con la constante predicacion de las sublimes y consoladoras máximas ùe nnestra sacrosanta Religion, y sohre todo, con la paciencia, la dulzura y la prudencia, se ganará el corazon de todos sus feligreses; y entónces lJ quó empresa útil )' benéfica para su grey se propondrá que no vea realizada felizmente? Sus dias pasarán con rapidez sobre la tierra; y en el cielo recibirá la corona deoitlJ. á sus fatigas, con la cual le recompensará superahundantemontc el Pastor Eterno; y su memoria será bendecida en el mundo por aquellos cuyas almas santificó, y cuyas miserias contribuyó á aliviar. El otro hecho notahle quo mencionamos es la publicacion de las Constituciones sinodales, las quo sancionamos con el voto de nuestro Clero, y que comenzarán il regir desde cI 15 de Octubre próximo. Todavía cxpel'Ímcntamos una viva satisf.1.ccion al recordar la solicitud y el grande interes con que ta!lto el Vcnerahlc C::tpítulo metropolitano, como el Clero de la Al'quidiócesis, se unieron á N os con sus oraciones y sus votos en esta solemne A8umhlea, á donde cI espíritu de Dios nos condujo, y en la cual creemos haber inaugurado para esta Iglesia un período fecundo en benéficos resultados., Sí; abrigamos una profunda conviccion de que el exacto cumplimiento de estas Constituciones será suficiente para renovar ci espíritu que dehe animar á los fieles en el cumplimiento de sus deheres religiosos, y al Clero en el ejercicio de su ministerio. Pero por huenas que sean las disposiciones allí consignadas, si ellas permanecen como letra muerta y sin que se les dé puntual y exacto cumplimiento, por aquellos á qlli~nes corresponde hacerlo, todo será inútil. Las cosas continuarán como ántes, con la diferencia de que nuestra responsahilidad será más grande ante Dios, pues que teniendo leyes escritas, cuya puntual observancia obraria nuestra propia santificacion, las hemos mirado con criminal indiferencia. Es para N os, do tanta importancia el fiel cumplimiento de cuanto se dispone en el Sínodo diocesano, que hemos creído de nuestro deber, ántes que empiece á regir, di· rigiros la presente Carta sinodal, para inicial'Os en las principales materias qU\:lél contiene, y al mismo tiempo llamar vuestra 8tencion de una manera especial, sobre los puntos que juzgamos más interesantes, atendidas las circunstancias de la época que atravesamos. l. La unidad de la Iglesia puede decirse que es su espÍl"Ítu y su vida. La celeb¡'acion de Concilios, ora sean generales, ora pro~ vincialcs ó sinodalcs, se ha considerado siempre como uno de los medias más poderosos para reanimar los vínculos de union recíproca que dehen existir entre los fieles y sus Pastores, y muy pa¡'ticularmente para establecer leyes que, est.ando de acuerdo con las necesidades de la época y las circunstancias de los lugares, aviven el fuego sagrado de la caridad que debe santificarnos á todos. Estas santas asociaciones han sido siempre utilísimas para el bien de la Religion y de la sociedad en general, y en algunos casos, de absoluta necesidad. Lo son cuando se establece una nueva iglesia sobre cuya cuna se debe velar, y cuyos primeros pasos es necesario dirigir. En este sentido ha sido necesaria en la Union americana la ceJebracion ele esa série de Concilios provinciales que tan bGl1éficosresultados han producido en favor de aquella iglesia naciente. Pero lo son alln más en una iglesia que, siendo antigua, se halla estahlecida en un pais como el nuestro, profunda y constantemente agitado por convulsiones intestinas, teniendo elia imperiosa necèsidad de reparar los males que se le han causado, y de prcmunirse contra los asaltos que á cada instante se le }ll"cparan. Las funestas agitaciones políticas do que ha sido teatro nuestra patria, desde la época de su emuneipacion, y la influencia quo han ejo¡'cido sobro el modo dû ser de la Iglesia on ella, fué, sin duda, lo quo inspiró á nuestro Santísimo Padre Pio IX, para dirigirse á nuestro ,ilustre predecesor y á SllS sufragáneos, invitándolos á que celehrasen un Concilio provincial, que uniformase, en cuanto fuese posible, la disciplina de esta Provincia eclesiástica. Por el inespcl'ado falleCimiento de nuestro predecesor, tocó á Nos presidir y llevar á feliz término dicho Concilio. Todo cuanto en él se sancionó, que fué aprobado con elogios de la Santa Sede, necesitaba ponel'se en práctica de ulla manera especial en cada diócesis; y esta necesidad se remedió en la nuestra, con la rcunion del Sínodo diocesano. II. Todo cuanto hay de admirable en la constitucion y jOl·arquía de la Iglesia, desde el Romano Pontífice hasta el último de sus ministros, no es otra cosa que el cuerpo que representa su accion exterior, cuy.::.alma ó principio de viua es la fc, sin la cual es imposible agradar á Dios. (2) Por osto es que la Iglesia ha considerado como el principal y primero de sus uebcres, consenar intacto el sagrado depósito de la fe, que le fué confiado por N uestw Señor Jesucristo; y por h mismo, era muy natural que la primera Constitucion sino:;".! se ocupase de las COfl<lS que concierncn á ella. Todo lo (lue ataca la pureza del dogma, arruina infüliblemcnte la Iglesia. V cd aquí p;)r qué ella ha despicgado siempre tanto ceio contra toda clase de elTüI'es. Siendo la Iglesia la columna y fùndumento do la verdad, jümas ha transigido ni transigirá con la mentira. Así como clmar repele ùe su seno toda corrupcion, ella jamas deja mezclar en su vida elementos viciosos, y por esto se le acusa de intolerante y exclusivista. No ohstantc estos caUficativos, que con tanta frecuencia é injudcia se le prodigan, continúa imperturhahle su marcha, cumpliendo la sublime y henéfica mision de conSCl·var incólume el depósito do la fe, ora s~lÏalando á los fieIes en dónde está el er,·or, om condcnándole call sus solemnes decisiones. Pero es muy particularmente por medio de los Concilios que ha ejercido esta parte interesante de su ministerio. Es ellos en donde, asistida de Ulla mancm especial por el Espíritu Santo, ha destruido las más poùerosas herejías, pcrsiguiéndolas hasta en sus últimas manifestaciones. Continuando la misma mision y obrando con el mismo espíritu, de nuestros antepasados, hemos examinado en union de nucstros hermanos en el .Episcopado, en el Concilio provincial, los pl'incipales errores contemporáneos, y hemos impreso sobre ellos (2) Ad lIeb. cap, XI, v. 6. el sello de la reprobacion, señalando al mismo tiempo en nuestro Sínodo diocesano, los medios prácticos de conservar la fe en la grey que nos ha sido encomendada. N o contentos con esto, y queriendo que nuestro Clem y nuestra grey tengan á la vista todos los falsos sistemas que hoy se han reproducido con diferentes formas y ~10mbres,y que recientemente han sido condenados por la Santa Sede y por el Último Concilio general del Vaticano, ordenámos quo en el Apéndice del Concilio provincial se puhlicase la célebre Encíclica de Su Santidad Pio IX, Quanta cura, de 8 de diciemhre ~e 18Gt, con el Syllabus; y en el del Sínodo diocesano, las dos Constituciones dogmáticas sobre la fe católica y la Iglesia de Cl"Ísto, sancionadas en diC'JlOConcilio. Hoy, pues, llamamos sériarncnte la atüncion de nuestro venerable Clero, sobre la imperiosa necesidad de explicar á los fieles, en términos claros y precisos, esa multitud de fit!sos [;Ístemas que son el alma de la civilizacionmoderna, y que explícitamente han sido condenados por la Iglesia. Es verdad que los defensores y propagadores de estas falsas máximas, á cada instante nos las presentan como los únicos medios de que la humanidad consiga su verdadera felicidad, sosteniendo que nada hay más insignificante é inofensivo que tales ideas. Pero una triste experiencia nos enseña )0 contrario. La tierra tiembla bajo sus pusos y no arcanzamos á comprender cómo los autores de estas sistemas, no ven en el desarrollo de sus prinpios, entreabierto cI profundo abismo en que todos estamos á punto de caer. l, En dónde encontrarémos la causa de tan constantes y profundus conmociones sociales, y de tun incesantes peligl'os '? De dónde esa fiebre revolucionaria, que sin cesar turba nuesti'a tranquilidad y nos mantiene en estado de permanente alarma y de fundados temores '? N o es dificil hallarla. Se encuentra en esa multitud de falsos si~tcmas, que, proclamados por hombres sin fe y sin religion, han caido y germinado en las masas; y hé aqní el orígen del malestar que sin tregua agita y corroe la sociedad. Ah! aun cuando no se amara la verdad por sí misma, seria necesario detestar el Cl'ror por las funestas consecuencias que apareja. Y cm efecto ¿qué siglo ha sido más fecundo que el nues~ro en sistemas falsos, en teorías cngañadoras y en monstruosos extravíos? Se · pretende destruir desde sus fundamentos tanto la sociedad religiosa como la sociedad civil. Se ataca á Dios, al hombre, al cielo, á la tierra; el órden moral y el órden material. i Cuándo se han proferido blasfemias más horrorosas contra la Divinidad? En qué otro tiempo se han profesado máximas más subversivas para la sociedad? Allí están palpitantes los efectos de los principios proclamados por la Commulw de Paris. y como una prueba inequívoca de que en nuestro pais ger·· mina y toma cada dia más incremento el mismo mal que hoy socava los fundamentos de la sociedad europea, presentamos esa multitud de periódicos, en cuyas inmundas producciones sus autores se burlan con cinismo y audacia incalificables, de todo cuanto hay de más sagrado y digno de respeto y veneracion en la Religion de nuestros padres. La individualidad del hombre y su responstibilidad moral desaparecen en todos los sistemas que tienen el panteismo por base ó por resultado. Y en efecto i qué viene á ser segun ellos la libertad humana, la distincion de lo justo y de lo injusto, la existencia del bien y del mal, y las pen:ls y recompensas de la otra vida? Una ciega fatalidad presidiria á nuestros destinos. N llesUos deberes serian arreglados por nuestros apetitos. La voz de la conciencia seria el eco de antiguas preocupaciones. El interes y el placer, hé aquí la única guia que tendría la humanidud en sus procedimientos. El hombre no seria ya un sé¡' inteligente, no tondria ni una alma ni un corazon; seria ulla máquina grosera, destinada á perocer como los brutos. Sí; tales son las consecuencias necesarias de esos falsos sistemas que hoy se sostienen y que han sido engendrados por el orgulloso racionalismo, que tiende á convcrtir el mundo en una nueva torre de Babel. Si los pueblos siauies')Jl en masa las funestas vias hácia las cuales los impelen los quo hoy se llaman sus apóstoles, sus protectores y defensores, Dios no necesitada para castigarlos, sino dejados obrar de conformidad con sus principios, y necesariamente la sociedad humana se convertiría ell un infierno, pl'esentándonos un cuad,'o tan triste y desgarrador como el que últimamente nos ha mostrado la ciudad u de Paris. La Iglesia católica ha reprobado todas estas máximas y doc~ trinas, ora por el oráculo infalible del Vicario de Jesucristo en la tierm, ora por la congregacion de todo el Episcopado unido al Romano Pontífice, que forma la Iglesia docente; yesos mismos sistemas y doctrinas son los que N os y nuestros Hermanos en el Episcopado de esta Provincia eclesiástica, reunidos en el Concilio provincial, hemos reprobado solemnemente. La Iglesia sostiene íntegro el depósito de la fe, y califica como herejes á aquellos que solamente eligen ciertas vcrdades del Evangelio para sostünerlas á su modo. La verdad dividida y mutilada no es ya la verdad. Esta conducta de la Iglesia excita contm ella los clamores de sus adversarios, que la acusan ùe intolerante y de enemiga del progreso y de la libertad ùe los pueblos. Pero teneù entendido que ella sólo es intolerunte con el error, enemiga del progreso que no tiene por base la justicia, y opuesta al libertinaje, que no es otra cosa que el abuso ùe la verdadera libertad. Bien sabemos que la Iglesia en todos tiempos ha sido objeto de calumnias; pero las quo hoy se le dirigen son de tal naturaleza, quo e:'í un deber imprescindible de nuestro ministerio rechazurlas y hacerlas conocer, puesto que no tienen ot~o objeto que arrancur del corazon de los fioles el amor y el respeto que debcn á la Religion de SIlS padres, y engendrar un ódio profundo á sus ministros. Se le calumnia en sus instituciones y CI\ su historia; se le en· lumnia en StlS sentimientos mas íntimos, cuando se le dice que permanece ins(msibJe á los sufrimientos .-1'1 los pobrcs y dosgraciados. l\'Iadre tierna, ama, sin duda, con un amor igual á todos sus hijos; i pero para quién reserva ella los cuidados más l::;olícitos, las más afectuosas caricias, siguiendo el (~jemplo de Jcsucristo, sino para los débiles y los pequeños y para todos los que sufren? 1, Quién ha inspirado á esas vírgenes tiernas y delicadas, tanto amor para sacrificarse por el alivio de los desgraciados? i Quién ha fundado y sostenido tantos establecimientos ùc beneficcncia que fimllaban ci patrimonio de los pobres en los siglos pasaùos ? i Quién les ha abiorto tantos asilos y propamdo tantos 80corro:-< para el alma y para el cuerpo? En fin, quién ha f(Jl'Inudo el corazon de tantos jóvenes heróicos y abnegados, que diariamente se consagran á los pobres y se inmolan por ellos'? Hablen aq~1Í mismo en nuestra patria los numel'osos establecimientos de caridad quo contaban con cuantiosas rentas; i quiénes los fundaron y sostuvieron? iN o ha sido la Iglesia la que si;:mpre ha considerado como su primera gloria ser madre de los pobres y de todos esos huél-fanos á quienes la natumlcza ha abandonado '?Hoy casi on todas partos han sido estos estahlecimientos secularizados, y sinembargo, ella continúa ejerciendo en ellos su benéfica influencia, y no contenta con aliviar los dolores del CUCl'PO, derrama con ternul'a en su alma, palal)l'as de consuelo y de esperanza, Se calumnia á la Iglesia cuando se asegura que es indiferente ú hostil á todos los esfuerzos qne las ciencias políticas y sociales hacen para mejorar la condicion de las clases desvalidas. Léjos de esto, la Iglesia siempre aplaudo toùas las tentativas que se dirigen á tan laudable ohjeto: lo que pide, es sel' asociada á estas empresas, para \levar á ellas el espíritu del cristianismo, único que, como lo demuestra la historia) tiene en sí el elemento conservador y reparador de la humanidad. Es verùad que la Iglesia no oculta al ho:nh¡'c bs penas que experimentará durante su vida; pero destinaùa para ser el ángel tutelar de la humanidad, la conduce por la mano al traves del difícil sendero de este valle de IÚgrimas, la sosticnQ y f(}I,tificadel'l'umando cn sus heridas el bálsamo do sus eonsudos celestiales, y para reanimar su corazon, le muestra al fin dd viaje la patria celestial, donde tCl'luinarán todas sus penas. A esta inculpacion que se hace al Catolicismo en sus relaciones con las miserias del mundo, se agrega la de la intolerancia de sus minis1roB. Acusacion injusta y á la cual no pucde atribnírselc otro orígen, que unn. ignorancia crasa, ó una I'efinadu malicia de parte de la sociedad moderna, con el fin do dmmcl'editarlo. A nadie se oculta que la naturaleza, el deber y el fin del Clero se didgen á consen'a1' y observar \ns leyes de Dios y de la Iglesia, y que delante de este sagrado deber, no sólo el Clero, sino todo católico sincero desprecia los más grandes peligros de la vida, y aun lOR mismos horrores de la muerte. Así fué como los Apóstoles y sus discípulos fundaron la Iglesia. Sin embargo, hoy que el Clel'o se \'0 ohligado á decir corno en otro tiempo, non licet, la sociedad moderna se queja de su intolerancia, cambiando el nombre de Jas coSr'.s. El Clero no obliga á ninguno á ser católico; pero el que lo es, tionc ci debel' do observar las lt>yesdel catolicismo, ó no cs católico sincc}'o, La.sociedad moderna desea quo cI Clero condescienda en todo con sus prct:J:1siones, ann cuando éstas insulten las leyes de Dios y de lu Iglesia; i pero á quién se oculta la injusticia de semejante pl'eten~ion ? Esto no es otra cosa que exigir que el Cloro sea injus~o, infiel y prevaricador; en una palabm, qlle no sûa Cloro católico, Pc~ supongamos aún que él condcscenùiosc; esta culpable connivencia ninguna pretension, ningun procedimiento inj~sto legitimaria, ni ante Dios ni ante la Igl~:;ia, y con esto sólo legada á la historia el funesto ejemplo de una. triste y vergonzosa apostasía. Finalmente, nos haríamos interminables si nos propusiésemos haCCI' conocer la multitud de calumnias con que en la presente época los enemigos del Catolicismo y del Clero lo exhiben ante el mundo, pam hacerla odioso é impedir de esta manera, la benéfica influcnGÏa que dehe ejercer su sagrado ministerio. Continuarémos la rápida cxp08icion que nos hemos propuesto hacer dll los principales trabajos del Sínodo diocesano. III. . 1\<10:11:15 del Gober irnlH'escindible oue tiene la In-Iosia de COI1~ d(J:lllr y prn;ô;cribirel 01'1'01' dondelpiicra y bajo cualquiera fomm que S'J p:'(\s::;ntc, para conservar puro el depósito (18 la fe que se le ha COnDtl<l;) por el mismo Jesucristo, nec3:,ita tambicn establece. leyes C¡Ufl, emanando de su propio espíritu, varien segen la diversiJad de los tiempos y de los lugarcs, y tongan por objeto facil:tar el cumplimiento ùe su e10vada mision sohre la tierra, De esta naturaleza ::lontodas las Constituciones de nuestro Sínodo dioccsano ~ pero os llamamos muy particularmente la atencion, venerables Sdcerdotes, sobre el exacto cumplimiento de cuanto disponen las que tratan de la predicacion de la palabra divina; de los ejercicios espirituales para los sacerdotes; de los que deben darse á los fieles en las parroquias; de las misiones á las tribus salvajes que existen J en la Arquidiócesis, y de la enseñanza del Catecismo, ó instruccioll religiosa á los niños. Queremos, atendidas las circunstancias, fijar vuestra consideradon en este último punto. IV. Al dirigiros la palabra sobre una materia tan interesante, con la cual están ÍnÜmamente ligados nn solo la fè y el porvenir de los individuos y de las familias, sino tambicn de la sociedad, permitid que os excitemos á cumplir exactamente todo cuanto sobre esta materia dispusimos en la 7." Constitucion. En clla os manifestamos que, entre las necesidades urgentes que existen hoy en los pueblos encomendados á nuestro cuidado pastoral, ninguna es tan apremiante como la instruccion religiosa y moral de los niños. Allí os decimos tambien que esta impor'tante obligacion de nuestro ministerio es de precepto divino pam los pastores de almas, á los cuales se dirigió Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo: "Id Y enseñad á todas las gentes," (I) En otro lugar les dice San Pedm: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros," (2) Antes de esto ya habia dicho el Profeta: "Los labios del sacCl'dote .1.rdan la ciencia, y la ley buscarán do su boca." (3) Pero, carísimos hijos nuestros, si en todos los tiempos ha sido uno de los deberes más importantes. dol ministerio pastoral, la constante vigilancia en la educacion religiosa de los niños, lo es mu)' particularmente hoy, ya considcrqmos que la causa que mas poderosamente influye, así en la decadencia de la fe como en la perversion Je las costumbres, proviene era gran parte dû la ignorancia de la Religion, ya considcrcm()~~cuán luctlloso y triste será (,1 porvenir de nuestra Patria, si al mismo tiempo que el Gobierno declara en su decreto orgánico de instruccion pública, qne no interviene en la instruccion religiosa de la juventud, tanto el Clero como los padres de filluilia permanocen indiferentes en un negocio de tan trascendent.ales consecuencias, No lo dudeis:" la cducacion por !a influencia que ejerce se bre el niño y sobl'e la flmilia, elementos primitivos de toda (1) ~lalh" C. XXVIIT, v. 19. (3) Malach. C. II, v, 7. (2) 1. n Petri. (J. Y. v. 2. sociedad, forma las costumbres domésticas, inspil'a las virtuues sociales y prepara milagros de restaul'acion en el órden intelectual, moral y religioso. La educacion haec la grandeza de los pueblos, mantiene su csplendOl', previene su decadencia y los levanta ùe sus caiùas; pero para obtener tan benéficos resultados debe ser profundamente moral y religiosa. Si fijamos nuestras miradas sobre la Francia, la España, la Italia y otras nacíoncs célebres hoy por sus desgracias, y les preguntamos las causas de clins, sin duda nos responderán, que desde el mismo momento en que la educacion de la juventud se pervirtió en sus fuentes, dejando ùe ser religiosa, brotó ci gérmen de sus divisiones que produjeron su debilidad, sus constantes agitaciones que han traido como consecuencia nccesnl'Ía su decadencia. Cada pueblo es digno de su suerte, y el nuestro lo será de la suya, si despues de tantas conmociones violentas como ha experimentado y de las cuales se resiente hasta en las íntimas relaciones que son el sosten ue la sociedad, no nos convencemos de que lo único que puede salvado es regenerar la educacion de .la juventud, estableciéndola sohre bases esencialmente religiosas y morales. Y en efecto, i á quién se pueùe ocultar que la ignorancia de los deberes religiosos es la fuente más fecunda de la corr~pcion, de los errares, de la insubordinacion y de la impiedaù de los hombres? Y cuál es la situacion de nuestro pais á este respecto 1 Ah! Por más que se resienta nuestro amor pl"Opioy nuestra susceptibilidad, nos es preciso decir la verdad . .En este siglo que se llama, )' que sin duda lo es, el siglo de las luces y del progreso material, existe un~ grande ignorancia en materia religiosa. Si fijamos la atencion ya en las g¡'¿mdes ciudades, ya en las poblaciones pequeñas, ya en los campos, tendrémos que convenir en que la mayor' parte de sus habitantes tienen ideas incompletas, y las más veces erróneas, de los dogmas y de los preceptos morales de nuestra divina y sacrosanta Religion. De aquí el orígen de sus falsos juicios y de sus prevenciones, y la facilidad con que se les puede hacer odiosa esa Religion que no aman, porque no la conocen, y que no conocen porque no se les ha enseñado ó no la han estudiado ni en sus dogmas, ni en su moral, ni en la vida de sus verdaderos servidores. Si vol- CARTA vemos nuestras miradas hácia la parte cuita de la sociedad, tenemos que confesar, que por grande que sea su instruccion en vados ramos del saber humano, y por mas qlle haya profundizado sus conocimientos ora en las ciencias naturales, ora en las políticas, á cada instante da pruebas ostensibles de su carencia de instruccion religiosa. Cuán raros son los hombres instruidos que en la época presente e~tudian y profundizan las sublimes máximas de nuestra Religion! Ah! en otro tiempo la ciencia religiosa florecía en el mundo. Los hambres de alta posicion y de grandcin:3trucdon, consideraban como uno de sus pdmcros deberes consagrarse al estudio y meditacion de su importante y consoladora docfj·ina. Si nos fijamos en los escl'itos de los enciclopcdistas y filósof()s del siglo XVIII, tcndlemos que confesar que, no obstante el ódio que profesaban al Catolicismo, lo estudiaban para combatirlo. Entónces era posible empellar el combate, ponIue en la lucha habia un terreno comun; pel"Ohoy, esos mismos qlle se llaman filósofos y que le tienen el mismo ódio que sus progenitores,jamas han fijado su atencion en ci conjunto de su doctrina. Se han formado un fantasma del Cn~:)licismo, y ES á esc fantasma al que persiguen cruelmente con sus constantes calumnias y ampulosas declamaciones. Es dittil ~omuatirlos, porque SOl) tan fi.Jlsossus sistemas respecto del Catolicismo, que querrian formar á su moJo, como son ÜlIsas é incompletas Jas nociones que de él tienen; do sucrte que seria necesario disipar su ignorancia, ántes que atacar sus errores· Esta situacion constituye uno de los más grandes males de nuestro tiempo. Y i cuál es la causa? Sin duda que la indolencia con que se ha mirado un negocio tan interesante por aquellas personas á quienes Dios ha confiado la juventuù como un depósito "Sagrado ó como una tierna planta, de cuya buena ó mula direccion ùeponde el ponenir ùe la sociedad. Es verdad que en el Clero han ex.istido varones celo;.;osy vigilant(\s, que constantemente han levantado su voz para llamar la atencion háciu el cumplimiento de un deber que á todos nos incumbe, y consagrado una gran parte de su vida y ùe las lauores de su ministerio á la educacion de los niños; pero tambien es cierto que entre nosotros 'esta irnportantÍsima parto del mini-sterio ha carecido de método y organizacion, y por eso el fruto de los trabajos emprendidos en él, ha sido casi estéril. Este inconveniente es el que se trata de remediar con ]0 que se establece en la Constitucion sinodal, que previene á cada Párroco recorrer su parroquia y formar una lista de los niños y niñas de edad de seis á diez y siete años, para establecer las clases de que allí se hahla. A nadie se oculta el diligente cuidado COllque los padres, venciendo toùa clase de dificultades, procuran la instruccion de sus hijos, pero desgraciadamente sin fijarse en su educacion moral y religiosa. Todos sus cuidados se dirigen á ilustrar su entendimiento, sin tener en cuenta la formacÏon del COl'uzon, y crecn que han cumplido con sus deberes á este respecto, cuando han colocado á sus hijos en un establecimiento en donde les enseñen lectura, escritura, rudimentos de cálculo, idiomas, ciencias naturales, &c ~ pero sin tener en cuenta cómo marcha en é! la educacion religio sa, y quiénes son los directores y profesores; olvidándose sin duda, de qae por más vasta que sea ]a instruccion que reciban sus hijos si no tiene por base la formacion de su corazon en la virtud, pre cabiéndolos contra los ataques del vicio, más hien les será perjudicial que útil. 4 , 4 Madres cristianas, á quienes la Providencia ha confiado ci precioso tesoro de vuestras hijas, pam quc formeis de ellas vírgenes prudentes ó mujeres fuertes, llamadas á ejercer ora en la Iglesia, ora en el mundo, ora en el seno de la familia, esa influencia dulce y benéfica que es propia de la mujer piadosa: i haheis comprendido vuestra alta mision 1 N o hay duda de que el corazon de ]a madre es el mejor maestro, y que tiene inmenso poder sobre el de sus hijas; pero i cuántas hay que por indolencia, ó guiadas por un amor ciego excusan sus debilidades, no tienen el valor de herir para curar; cúrrando los ojos para no ver, y los labios para no reprender sus defectos, y dejándolas en completa libertad, por lo que poco á poco caen en los tres grandes escollos que destl'u_ yen la virtud de la mujer: la ligereza, la curiosidad y la vanidad 1 Adernas de estos hechos, que son tangihles y que á nadie se ocultan, es necesario que tcngamos en cuenta lo que sobre esta materia se previene en el decreto orgánico de instruccion pública primaria que ha expedido cI Gobierno general y que probablemente ~rá adoptaùo en los Estados que forman el territorio de la Arquidiócesis. El artículo 36 de dicho decreto, dice así: "El Gobierno no interviene en la instrnccion religiosa; pero las horas de escuela se distribuirán de manera que á los alumnos les quede tiempo suficiente para que, segun la voluntad de sus padres, reciban dicha instruccion de sus párrocos ó ministros." Como se ve, por lo dispuesto ell dicho artículo no se prohibe que en Jas escuelas primarias sostenidas por el Gobierno se dé enseñanza religiosa á Jos nifios, sino que se dispone que el tiempo se distribuya de tal manera que los ministros Ó í)árrocos puedan daria, de acuerdo con los padres de familia. Pero tened presente que de hoy en adelante no habrá en Jas escuelas sostenidas por el Gobierno enseñanza religiosa por parte de éste, y por consiguiente i cuál será el porVenil" de la generacion que se levanta si, á pesar de esta situacion, tanto el Clero como los padres de familia permanecen indiferentes1 Desgraciados de nosotros si no nos convencemos de que cuanto más general sea la instmccion, tanto más importante y necesario es que sea religiosa! Os encarecemos que medite_ sériamentc este pensamiento. Léjos de nosotros la idea de rechazar los esfuerzos patrióticos que el Gobierno hace hoy para difundir la instruccion primaria y ponerla al alcance hasta de las últimas clases de la sociedad, estableciendo los nuevos métodos que la experiencia ha demostrado f..ïcilitan la adquisicion de los conocimientos humanos. Por el contrario, los aplaudimos y celebramos con toda la efusion de nuestro corazon. Lo que sí lamentamos es que ese mismo Gohierno que tan solícito y diligente se muestra por la instruccion de todas las clases de la sociedad, al mismo tiempo retire el apoyo y la influencia que le dan su poder y sus recursos á la educacion religiosa de sus súbditos. Esta indiferencia y abstraccion del Gobierno es tanto más sensible, cuanto que en la N aeioll no existe otra religion que la Católica, Apostólica, Romana, principal elemento de unidad y fuerza que hay entre sus hijos. Nuestras quejas no se dirigen á tal ó cual funcionario, pues bien sabemos que desde que el ateismo oficial se sancionó en la Constitucion, ha sido SINODAL. indispensable que se haya hecho sentir en todos los actos del Gobierno, y por esto no nos es extraño que de él participen los sistemas de educacion que comienzan á ponerse en práctica. Lo que queremos hacer notar es, que desde que en un pais, cualquiera que sea, Dios y la Religion dejan de presidir la cducacion de la juventud, desde ese mismo instante ésta carece del elemento de vida que puede hacer su grandeza y su prosperidad. Así lo demuestra la experiencia, y así nos lo dijo el mismo Dios por boca del Apóstol: "La ciencia prot-ma sin el apoyo do la divina, infla el espíritu y corrompe el corazon." Pero si es digno de lamentarse que un Gobierno permanezca indiferente respecto de la educa. cion religiosa de sus súbditos, cuya~ consecuencias no pueden ménos de serie funestas, deberíamos por lo ménos decir que esta falta puede ser remediada por el Clero y por los padres de familia, haciendo uso de la libertad que se les concede y cumpliendo diligentemente con sus sagrados debel'Os. Mas cuando el Gobierno no sólo es indiferente en la instruccion religiosa de la juventud, sino que pone los medios para impedir los buenos resultados de los esfuerzos que el Clero y los particulares hacen en este sentido, entónces toda clase de temores deben abrigarse para el porvenir. Y i á quién puede ocultarse que ésta es la actitud del Gobierno desde el momento en que ha permitido en la Universidad el estudio por textos CUY:lS doctrinas están expresamente condenadas por la Iglesia, y desde que, como en Boyacá, se ha hecho obligatorio tal estudio en el Colegio del Estado 1 Con la enseñanza que allí se da á la juventud se destruye todo cuanto se ha hecho por su educacion religiosa. Es allí donde se forma y se sostiene ese espíritu que en materia de religion no es nada ni cree en nada. Ved ahí la fuente en donde la presente generacion y las venideras irán á beber el veneno que seca hasta en sus raicès la disposicion natural del hombre para servir y adorar á Dios. Es allí en donde se establece entre maestros y discípulos esa inteligencia, las más veces tácita, pero algunas explícita, que coloca en ci l'Uf/gode preocupaciones y de convenciolles sociales todas las verdades de la RcvcIacion. Allí es en 2 18 C A R T A. donde se enseña, no solo en la cátedra, sino en los hábitos y cn los detalles de la vida, ci arte de despreciar filosóficamente el yugo de la ley del Señor. Allí es en donde se elabora la idea tan valida entro nosotros~ de que para scr hombre práctico es necesario no ceñirse á la observancia de ninguna religion. Allí es en donde so desarrolla esa enfermedad monstruosa del espíritu, que consisto en adoptar como verdaderas en lo pasado y sólo por algun tiempo, las soluciones cternas de la Revelacion cristiana. Tl)do esto puede ser indiferente y aun agradable á los filósofos, á los políticos, á los incrédulos; pero á los ojos de los católicos que saben de dónde vienen, á donde van, y lo que vale una alma rescatada con la sangre de un Dios, no puede ser considerado sino con profundo dolor. En vista de esto deberiamos decir lo que con motivo semejante decia, con justísima razon, un elocuente Obispo do Chat·tres: " Es increible que despucs de las pruebas actuales, flagmntes, incomparables por su fuerza y por su evidencia, del espíritu anticristiano y anticatólico que la Universidad comunica á sus discípulos, ,se obligue á millares de padres católicos á conducir ellos mismûs á sus hijos á esta fuente en donde beberán doctrinas directamente contrarias á 1a fe. N o temo decido: esta prueba aunque exonta de violencias externas y de persecucion declarada, es la mas terrible y la mas peligrosa á que hayan sido sometidos jamas los miembros de la verdadera Iglesia." Hemos querido soJamente manifestar en dónde está el grave mal que desde tiempo atras estamos palpando, y cuyos amargos frutos ya hemos devorado; toca ahora á Jas familias católicas pensar y saber á qué se atienen. Pero, á pesar de todo esto i continuarémos en la misma indiferencia que hasta aquí, en un negocio que á todos nos interesa y á cuya buena direccion todos estamos obligados á contribuir 1 N o, mil veces no: ésta es la respuesta que nos parece oir de todo el Clero de nuestra Arquidióccsis, de todos los padres de familia y de todas aquellas personas que por su posicion pueden in1luir en el porvenir de su Patria, y en cuyos corazones todavía no se ha extinguido el fuego sagrado del amor por la Religion que nos legaron nuestros padrcs. Sí, nos levantarémos del profundo sueño en que hasta aquí hernos estado sumergidos; porque si continuamos en él todos perecerémos. Venerables Párrocos: ahí teneis en las escuelas públicàs una bella porcion de vuestra amada grey, que reclama de una manera especial vuestm solicitud pastoral. Tomad de vuestra cuenta su educacion religiosa, y cuando os encontreis ejerciendo el ministerio de la enseñanza, en medio de esta parte predilecta de vuestro rebaño, acordaos de aquellas palabras de Jesucristo: "Dejad á los niños que vengan á mí; y en verdad os digo, que los que no fuel'en semejantes á eUos no entrarán al Reino de 103 cielos." Pero para cumplir con este deber es necesario que os pongais de acuerdo con los preceptores, para fijar las horas en que ha de darse la enseñanza, que deberá ser diaria, tanto en la escuela de niños como en la de niñas, para que sea fructuosa. En donde all"lál'roco, por razon de las multiplicadas ocupaciones de su ministerio, le sea imposible asistir diaria y personalmente á la escuela, deberá hacerlo por medio de una persona do confianza, para que en nombro suyo y bajo su inmediata inspcccion lo ayude en esta importantísima tarea. Comprendemos que al principio se os presentarán graves dificultades; pero éstas son las que estais llamados á vencer con la prmlencin, la paciencia, y sohre todo con la perseverancia, quo sabe inspirar la verdadera caridad cristiana y el celo pOI' la santificacion de las almas, de que debe estar animado un fiel discípulo de Jesucristo. Al llamar vuestra atencion á un negocio tan intcresante os hacemos responsables ante Dios y los hombrer;, si por vuestra negligencia, la educacion religiosa que ùe hoy en adelante sc clé en las escuclas, no corresponde al interes matemal que la Iglesia tiene po,' la salvacion de sus hijos. Tened presente que la Iglesia no necesita para cumplir su mision sohre la tierra, sino de lihertad; y si teniéndola, la Religion y la fe dcsapal'ücen en algun pais: ¡;;US ministros son responsahles ante Dios. Padres y madres de fiunilia: como VllCstro Pastor Of4 {lamos la voz de alerta para que tcngais pt'esente que, sí atendiendo al estado actual de la educacion de la juventud, soria grande nuestra responsabilidad si no os indicásemos los peligros y os señalásemos los medios de prevenirlos, la vuestra no será menor si permaneceis sordos é indiferentes á nuestras indicaciones. Siéndonos imposible en esta carta pastoral determinar la manera cómo los Venerables Párrocos deben cumplir con ci deber .le enseñar en las escuelas, nos reservamos disponer lo conveniente ¡.;obreeste punto, en una circular que tendrá por objeto poner en cjecucion la Constitucion Sinoda], que organiza la enseñanza del Catecismo en la Arquidióccsis. V. Siendo la falta de instruccion religiosa una de las causas principales de la decadencia de la fe y la perversion moral de los pueblos, y correspondiendo muy especialmente á los ministros de la religion poner remedio eficaz á tan terrible mal, i quién podrá desconocer la imperiosa necesidad que éste tiene hoy de consagrarse al estudio profundo de la Religion 1 El espíritu no puede dar sino de su abundancia, y lJ cómo podria el clero comunicar conocimientos que no tuviera y mucho ménos refular victoriosamente esa diversidad de argumentos y sofismas con que hoy pretenden los enemigos de nuestra sacrosanta Religion desprestigiar, y si posible fuera, echar por tierra, SllS dogmas y verdades fundamentales? Sin duda quo no hny otro remedio que la sólida instruccion del clero en las ciencias sagradas, la cual no puede obtener sino por una metódica y decidida con::;agracion al estudio. Esta necesidad se hace sentir mucho más entre nosotros, en la presente época, ya consideremos el caráctcr de impiedad que la distingue, ya la dcstruceion ùe esos establecimicntos dc cducacion en los cuales la juventud rccibia una educacion verdadcramente cristiana, ora la dispcrsion de IU<lórdelles religiosas que Cil otro tiempo fueron aquí ccntro::; y focos cientíiico::;, om lo raras que son hoy las vocaciones a.l estudo eclcsiástico, y la grande escasez de Clero· que ya se hace sentir, y que nos obliga á emplearlo todo en los trabajos exteriores del ministerio, Todas estas son otras tantas causas que influyen poderosa y constantemente contra la conveniente instruccion del Clero, y por lo mismo es deber nuestro reanimar pOI' todos los medios que estén á nuestro alcance, ese fuego de Jas ciencias sagradas, que hoy más que nunca debe brillar en el sacerdocio, Para remediar esta urgente necesidad, fueron sancionadas las Constituciones nona y décima sétima de nuestro Sínodo diocesano, cuya puntual observancia será uno de nuestros principales cuidados, Allí, ademas do fijar las cualidades de que deben estar adornados todos los que desean ser adscritos á la milicia sagrada, se determinan las ma terias quo deben haber cursado, y en las cuales deberán sufrir un rig!lroso exámen, ántes de confcl'írseles cada uno de los órdenes sagrados hasta obtener el del Presbiterado, El puntual cumplimiento de cuanto en ellas se dispone, es suficiente para que los levitas que de hoy en adelante asciendan al Presbitel'ado, den la garantía de tener la instruccion de que debe estar adornado un nuevo sacerdote, para comenzar á ejercer las delicadas funciones de su ministerio. Pero no siendo Hunca suficientes los conocimientos adquiridos en el Seminario, por más sólidos y extensos que sean, si al mismo tiempo no se conservan y se adelantan con diligentísimo cuidado, se han establecido por dichas Constitueiones las Conferencias dc casos morales y Iitúrgicos, cuya grande importancia á nadie puede ocultarsc. Las constantes rcunionos dol Clero, para discutir y uniformar sus procedimientos en todo cuanto tienc relacion con el ministerio, siompre se han considerado por la Iglesia como uno de los medíos que dan más benéficos resultados. Pero la necesidad de estas reuniones es mucho más premiosa cn esta Arquidiócesis, en donde la grande distancia de una palToquia á otra, y lo dificil·de Jas vias de comunicacion, hace que los párrocos vivan casi incomunicados. De esta incomunicacion de los pál'¡"OCOS resulta la diversidad de sus procedimientos en materias que, aunque realmente sean opinables, convenùria uniformar, de acuerùo con el espíritu dc la Iglesia. No sólo deseamos vivamento quo el Clero comprenda el grande interes que tenemos en que todo cuanto so establece sobre sus frecuentes conferencias sea cumplido con exactitud, sino (lue prevenimos á nUestl'os Vicarios, que con la frçcuencin que les sea posible nos den informes detallados, tanto sobre los resultados de ellas, como sobre los obstáculos que puedan oponerse á su buen éxito. VI. Conc1uirémos llamando vllestra atencion muy espccialment6 sobre lo que dispone el Sínodo respecto <.leiasco y ornato de los lugares sagrados. Los templos son lugares santificados por la real presencia de Cristo Señor Nuestro, y á donde los fieles concurren para tributar sus homenajes al Altísimo. Jamas nos cansarémos de instar y suplicar á los Venerables Pál'rocos y demas sacerdotes paru que fijen su atencion, como es debido, á fin de que estos lugares no sólo tengan la belleza y elegancia que corresponden á la casa de Dios, siuo que la pulcritud y el esmero con que se conserve todo cuanto concierne al culto, sea la expresion de nuestra fe. En efecto, nada da peor idea de un Párroco, y si se quiere de un pueblo, que el desgreño y desaseo en el templo y en las cosas concernientes al culto. Si todo lo que se ha dispuesto en el Sínodo respecto de la manera como se deben conservar las iglesias, orato1'Ïos, sacristías &c. &c, es fielmente observado por nuestros Párrocos, esto solo será suficiente para considerar superabundantemente remunerados nuestI·os esfuerzos. En Párroco culto, si dientes. todas las parroquias, hasta en las más }lObl'OS,cuando el toma el intcrcs dehido, puede sostener el templo y el no con lujo, sí con ci asco y con el decoro corresponAsí nos lo ha manifestado la experiencia. Deseamos vivamente qno los Venerables Párrocos, donùe sea necesario, poniéndose de acuerdo con sus feligl'cscs y teniendo en cuenta lo que sobre esta matoria dispone el Sínodo, Pl:OCU- I·en la constl'Uccion ó reforma de los templos de sus respectivas parroquias. Deseamos, igualmento, no olviden quo su mision.como Ministros de la Iglesia es eminentemente civilizadora, y que por lo mismo deben llenarIa tanto con el ejemplo y la predicacion del Evangelio, que producirán la mejora de costumhres en sus feligreses, como con el decoro del culto y de la Casa del Señor, que tan poderosmncnte influyen para aumentar la piedad y suavizar el carácter de los puehlos. Cuánto no ganaria un Párroco, que ademas del exacto cumplimiento de los deberes de su ministerio, so mostrase interesado y protegiera con su influencia toJas las mejoras materiales que pueden dar impulso á la industria y á lus diversas fuentes de riqueza que en este incipiente pais pueden abrir cI porvenir de un pueblo, dándole útil y conveniente ocupacion á sus hijos 1 En fin, tm·minarémos pidiendo al Dios de las misericordias, que así como por su infinita bondad permitió que nos reuniésemos con nuestro Clero, para sancionar en el Sínodo diocesano todo cmmto creímos conveniente para la mejora de las costumbres y el esplendor del culto divino, así conceda á nuestros vener~bles Párrocos el espíritu de celo que necesitan para cumplir diligentemente cuanto en él se dispone. VII. De acuerùo con la Encíclica de Su Santidad Pio IX, de 4 de Junio último, en la cual, con motivo del vigésimoquinto aniversario de su Pontificado, nos autorizó para dar la absolucion papal y para que fijásemos el dia en que todos los fieles, que devotamente comulgaron, pudiesen ganar indulgencia 'plenaria, pidiendo por la concordia de los príncipes cl'Ïstianos, la extirpacion de las herejías y la exaltadon de nuestra Santa Madre Iglesia, señalamos el 8 de Diciembre próximo para que, cumpliendo las condiciones indicadas, puedan disfhltar los fieles de nuestra Arquidiócesis da las gracias de que hemos hahlado. Esperamos que los Párrocos se dirigirán á sus feligreses, manifcstándolos la Siluucion en flue hoy se encuentra el augusto I C~RTA Jefe de la Iglesia, y el deber que tienen de pedir á Dios que despues do los dias de tribulacion con que ha tenido á bien probado le conceda la libertad de quo nocesita para apacentar, su grey. Dada en la Sala de nuestro despacho, seUada con nuestro sello mayor, firmada por N os y por nuestro Secretario, en Bogotá, á diez de Octubre de mil ochocientos setenta y uno. v:¡ e E N T E, Arzobispo de Santa Fe de .Bogotá. JOAQUIN PARDO VERGARA Secretario.