Dialéctica y epistemología genética

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IDEAS & DEBATES
Fotomontaje: Natalia Rizzo
Dialéctica y
epistemología genética
En IdZ 7 se discutieron los reduccionismos de moda en
las neurociencias, desde un enfoque en que la dialéctica
y la lectura que el marxismo hizo de ella cumplían un
importante rol. Aquí abordaremos cómo esa tradición se ha
problematizado en el terreno epistemológico alrededor de las
conceptualizaciones de Rolando García, que ha destacado allí
el lugar de la dialéctica y señalado paralelismos y diferencias
con el marxismo.
Ariane Díaz
Comité de redacción.
Formado en las ciencias duras, García discutió
duramente contra el empirismo, del que fue un
“convertido”1. Distanciándose a la vez de cualquier tendencia al apriorismo, postuló al constructivismo genético como una alternativa para
dar cuenta de las teorías que acompañaron a la
cantidad de desarrollos científicos que, durante el siglo XX, provocaron tanto entusiasmo como crisis en las teorías científicas. También se
ocupó de los cambios de “marcos epistémicos”
–sistemas de pensamiento que permean las concepciones de una cultura y condicionan sus teorizaciones2– que marcaron época.
La apelación a la dialéctica como un eje del
proceso cognitivo lo llevó a retomar las nociones que había realizado el marxismo. De hecho, García destacó a Marx –en economía
política– junto a Piaget –en psicología– como
antecedentes de las teorías sobre los sistemas
complejos, desarrolladas posteriormente3. Tres
puntos podrían destacarse de esta relación entre constructivismo y marxismo: la noción del
IdZ
Abril
desarrollo cognitivo como proceso no lineal;
la interacción entre sujeto y objeto de conocimiento a través de la actividad del primero; y
la consideración de las determinaciones sociales de la historia de las ciencias. A lo largo de estos núcleos también habrá delimitaciones entre
los abordajes de los marxistas clásicos y aquellos del constructivismo.
La acción como generadora de conocimiento
García postula que el conocimiento surge de
un proceso de organización de las interacciones entre el sujeto y el objeto de conocimiento:
“La génesis de las relaciones y de las estructuras
lógicas y lógicas-matemáticas está en las interacciones sujeto-objeto. No proviene del objeto,
como abstracciones y generalizaciones de percepciones empíricas, ni del sujeto, como intuiciones puras o ideas platónicas”4.
Según García, los niños desarrollan determinados esquemas de acción para interactuar con
el mundo que los rodea. Dichos esquemas no
solo generan totalidades organizadas, sino que
son a la vez “organizantes, en tanto ese algo
exterior adquiere significación”5. Tales formas
elementales son las que, mediante reacomodamientos y reestructuraciones, darán lugar a las
estructuras lógicas que conforman los sistemas
más desarrollados, como los científicos, que encuentran así en la acción su punto de partida.
La apelación a esta capacidad organizante está dirigida contra el empirismo: “la ‘lectura’ de
los hechos supone instrumentos de asimilación,
que no son sino formas de organización que dependen de las estructuras operatorias construidas por el sujeto”6. Es decir que el conocimiento
implica un papel activo del sujeto, algo que Marx
había destacado como aporte positivo del idealismo alemán en sus tesis sobre Feuerbach y más
explícitamente, referido al método de la economía política, en los Grundrisse, a los que García
cita en sus pasajes metodológicos como coincidentes con el pensamiento piagetiano7.
A su vez, la noción de García del conocimiento como proceso retroductivo, es decir, que parte de las etapas más avanzadas en las cuales los
mecanismos se tornan más claros8, sin duda
puede compatibilizarse con las afirmaciones allí
hechas de que las categorías más complejas dan
la clave de las más simples, como la anatomía
del hombre explica la del mono, según la famosa cita de Marx. Y así como en Marx eso no implica un escondido teleologismo por el cual el
mono debía convertirse en el hombre, García
también aclara que cuando un sistema abierto
entra en crisis, la orientación de su reestructuración no está predeterminada9.
Sin embargo, García señala una diferencia con
la concepción esbozada por Marx respecto del papel de la actividad del sujeto. Dice: “En Marx, la
praxis genera conocimiento, el conocimiento de
la sociedad, del mundo, de la historia, se obtiene
actuando sobre la sociedad. En Piaget, la acción
genera los instrumentos que permiten organizar
las interacciones con el mundo exterior, a partir
de las cuales se genera el conocimiento”10.
Castorina y Baquero señalan que esta es
una de las diferencias entre cómo se entiende la acción focalizada por Piaget –limitada a
los procesos cognitivos–, y las ideas de Marx
sobre la praxis, entendida como una dialéctica de adaptación activa del hombre al mundo social y natural11. García reafirmará el lugar
que, con Piaget, dieron a la sociedad en la generación del conocimiento, pero insistirá en
que esas condiciones no modifican los mecanismos que los seres humanos necesitan para adquirir conocimientos12, que requieren un
análisis específico. Si se puede afirmar que la
noción de praxis marxista no niega la especificidad de las herramientas de conocimiento, y
de hecho da pautas sobre ellas, efectivamente
es una noción más amplia que supone una tesis
tanto epistemológica como antropológica: “los
hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento
y los productos de su pensamiento”13.
Fases estructurantes y espiral dialéctica
Si un elemento central del constructivismo es
la idea de desarrollo del conocimiento por etapas, también lo es que dicho desarrollo no es un
proceso lineal sino forjado por crisis que requieren una reestructuración.
Dice García: “La evolución de tales sistemas
no se realiza a través de procesos que se modifican de manera gradual y continua, sino que
procede por una sucesión de desequilibrios y
reorganizaciones”14. Son justamente esos períodos de reestructuración los que Piaget había
descripto como propiamente dialécticos.
La importancia dada a la dialéctica en el proceso cognitivo lo llevó, incluso, a retomar las lecturas que Lenin hiciera de Hegel, en las que García
encontró un programa de investigación epistemológico que anticipa aquel desarrollado por
Piaget. Entre las convergencias que señala están
la insistencia de Lenin en tratar los fenómenos
como sistemas interrelacionados con crecientes
grados de complejidad; el hincapié puesto en la
diferenciación e integración de elementos en una
totalidad; el señalamiento del carácter asintótico
del conocimiento; y la reconstrucción en una fase superior de lo que pasa en el estadio inferior
(constituyendo una espiral)15.
Contra diversas críticas que se realizaron a Piaget, García insiste en que, si la discontinuidad
se da en las fases estructurantes, ello no significa que las fases estructuradas sean estáticas: “La
transición de un estadio a otro es un ejemplo típico de la inestabilidad de un sistema que no logra ya absorber ciertas perturbaciones (…) y debe
por lo tanto reorganizar los instrumentos asimiladores para incorporar nuevas situaciones”16.
Por otro lado, se ocupará de que no se confunda la noción de dialéctica que utiliza para esas fases estructurantes con un mecanismo
que establece relaciones “de forma caótica”17, o
que se confunda con lo que ha dado en llamar
“el credo organicista” propio de la tradición de
Oriente, según el cual todo en el Universo serían procesos de cambios en sucesión continua.
Esto último es algo que, considera, podría advertírsele al marxismo18.
Efectivamente, reducir la idea de dialéctica al “todo cambia” es una simplificación que
no le cabe a Marx, y ni siquiera a Hegel. Si
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Marx declaró haber “coqueteado” con la dialéctica hegeliana cuando concebía lo existente en el fluir del movimiento y enfocaba su
aspecto transitorio, no dejó por ello de explicar la estructura capitalista en sus tendencias
y contratendencias; si Engels la rescató contra una visión de la naturaleza “dada de una
vez y para siempre” –desarrollo que García
no comparte– fue para rechazar las concepciones basadas en un acto de creación divina, sin por eso asumir una “teoría del caos”.
El entusiasmo de Lenin por los “saltos” que
lee en Hegel solo pueden entenderse en relación a una cierta acumulación cuantitativa
previa; finalmente, otro marxista que se interesó por el problema epistemológico, Trotsky,
señala un proceso dialéctico que, como gustaría a García, da importancia tanto a los cambios producidos en una estructura, como a sus
elementos relativamente constantes:
El mundo no es “fluido”, hay cambios en él, la
cristalización de elementos durables (coagulados), aunque no por cierto “eternos”. Entonces
la vida crea sus propios márgenes para sí misma
para más tarde borrarlos. Los cambios cuantitativos de materia de un estadio dado presionan contra esas formas coaguladas, las cuales
eran suficientes para un estadio previo. Conflicto. Catástrofe. O la vieja forma vence (solo
parcialmente vence), haciendo necesaria la autoadaptación del proceso (parcialmente) conquistado, o el proceso de movimiento revienta
la vieja forma y crea una nueva, por medio de
nuevas cristalizaciones de sus matrices y la asimilación de elementos de la vieja forma19.
De hecho, Trotsky extiende esta visión a las
teorías científicas explícitamente, fascinado
por todos los casos en que éstas pusieron “patas arriba” sus presupuestos: “estas transformaciones no tienen un carácter evolutivo [estable]
sino que están acompañados por cortes en graduación, esto es, por pequeñas o grandes catástrofes intelectuales. En suma, esto también
significa que el desarrollo del conocimiento tiene un carácter dialéctico”20.
García aclara que no debemos dejarnos llevar por los estereotipos que de la tríada hegeliana o del pensamiento dialéctico de Marx
se han hecho21, pero a la vez, suele igualar en
su lectura de la tradición dialéctica a Platón,
al taoísmo, a Hegel o a Marx; quizás demasiado enfocado en la discusión con el empirismo –una tradición más bien anglosajona–,
no llega a problematizar que muchas de las
categorías del constructivismo bien podrían
considerarse una “traducción”, en sus propios
términos, de problemas que trató la tradición
dialéctica alemana, donde la crítica, la historia y la dialéctica fueron centrales. El marxismo abrevó de esas fuentes cuestionadoras del
entusiasmo científico positivista de su época, a
la vez que las replanteó radicalmente.
Conocimiento y condiciones externas
Señalamos ya la idea de “marco epistemológico” con la que García intenta dar cuenta de las
determinaciones sociales que condicionan los »
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IDEAS & DEBATES
“Los adversarios a desafiar fueron para Marx en cierta
medida los mismos que para García: el empirismo por un
lado, pero también la asunción hegeliana de la ‘idea’ como
generadora de la realidad.
”
procesos cognoscitivos, algo que sin duda también fue motivo de interés para el marxismo.
Pero García opina también que, de no darse especificidad al problema epistemológico, lo que
tendremos es una sociología de la ciencia que no
logrará desentrañar los problemas de cómo se
logra la “explicación científica” de un fenómeno.
Discutiendo con el empirismo que no hay simplemente “hechos” puros que recabar –García
apunta sobre todo a cómo en las ciencias sociales los “hechos” están lejos de ser neutrales–,
pero también con las teorías postempiristas que,
decepcionadas, vieron a la ciencia como un fenómeno meramente subjetivo22, García buscará ejemplificar la relación que debe establecerse
entre las descripciones y las inferencias teóricas que se dan del fenómeno. Para ello recuenta
el ejemplo de cómo las “leyes de Kepler” sobre
la trayectoria elíptica de los planetas, hechas
a partir de sus mediciones astronómicas, terminaron coincidiendo con las inferencias matemáticas que hiciera Newton basado en sus
formulaciones previas sobre la mecánica. García concluye que “este concepto de explicación
basado en la atribución, a las relaciones empíricas, de las conexiones necesarias que se verifican en las estructuras lógico-matemáticas de las
teorías científicas, constituye la base más sólida
para fundamentar la construcción del concepto
de realidad”23.
Acá encontramos nuevamente confluencia pero también diferencias con la tradición marxista. Los adversarios a desafiar fueron para Marx
en cierta medida los mismos que para García: el
empirismo por un lado, pero también la asunción hegeliana de la “idea” como generadora de
la realidad. Pero García le endilga a Engels haber cometido un error hegeliano en sus análisis
de la dialéctica de la naturaleza, un “realismo
ingenuo” que habría abusado de las teorizaciones de Marx al extender la dialéctica a un terreno externo al desarrollo cognitivo; una crítica
en la cual, por lo demás, no está solo, incluso
dentro del marxismo, ya que ha sido habitual
leer a Engels como defensor de una concepción
mecanicista y apriorista. No podemos abordar
esta discusión aquí, pero señalemos un problema que suele formar parte de estas críticas y que
sin embargo las excede.
La consideración de la dialéctica como constitutiva de una realidad externa al proceso epistemológico, que “trabajada” se expresa en las
formas de conocimiento de esa realidad con
sus propias características, no implica necesariamente ni una mecánica teoría del reflejo, ni
una negación de la especificidad de estos fenómenos, ni una proyección apriorística que fuerce los hechos. Más allá de las consideraciones
que se hagan de cómo fueron desarrollados algunos de estos intentos, el problema de fondo
en estas polémicas es cuál es la relación entre,
en palabras de Marx, el “concreto pensado” y el
“concreto real” en el proceso de conocimiento.
Hablando de su tema, el capitalismo, Marx dirá
en los Grundrisse:
hay que tener siempre en cuenta que el sujeto
–el capitalismo– es algo dado tanto en la mente como en la realidad, y que las categorías, por
tanto, expresan formas de ser, determinaciones
de existencia, a menudo simples aspectos de esta sociedad determinada, de este sujeto, y que
por lo tanto, aun desde el punto de vista científico, su existencia no comienza en el momento
en que empieza a pensarse en ellas24.
Si para Marx no hay un reflejo mecánico ni
una identidad hegeliana entre sujeto y objeto,
sí hay una unidad, que no se agota en el proceso de conocimiento. Una vez más, si no niega
su especificidad, la relación tiene en Marx un
sentido ontológico más fuerte que en la interpretación de García. Esa unidad tiene su base
en la praxis, como enuncia en su segunda “Tesis sobre Feuerbach”: “Es en la práctica donde
el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su
pensamiento”25.
Los ejemplos referidos al mundo físico habían
incomodado a autores que, criticando la idea de
dialéctica de la naturaleza, separaron las ciencias sociales, que estudian fenómenos que pueden ser considerados subjetivos, del estudio de
los fenómenos físicos. No es el caso de García,
para quien: “en tanto se trate de la asimilación
de objetos de conocimiento, no hay dicotomía,
en el nivel psicogenético, entre los fenómenos
del mundo físico y los fenómenos del mundo
social”26. Por otro lado, García incursiona en un
cierto isomorfismo entre los procesos biológicos en su adaptación al medio y los procesos
cognitivos: “En tanto tales, obedecen a mecanismos de desarrollo similares, los cuales si bien
poseen particularidades propias de cada dominio, tiene características comunes”27.
Sin embargo, quizás obligado a diferenciarse
del uso arbitrario que el estalinismo hizo de la
dialéctica en el terreno científico, García no ve
en el fondo del planteo engelsiano un isomorfismo similar al que él propone. Si es cierto que
el estalinismo aunó en su visión de la dialéctica
lo peor del mecanicismo empirista y del apriorismo idealista, tomar como objeto de discusión
dichos estereotipos no permitirá avanzar en la
discusión sobre la “terrenalidad del pensamiento”. Y también es cierto que, a décadas de que
el stalinismo en nombre de la dialéctica eliminara la enseñanza de la lógica formal en pos de
una “lógica dialéctica”, lo que se le ha opuesto
al marxismo en las últimas décadas es más bien
un relativismo posmoderno que teóricamente
reduciría la filosofía de la ciencia a meros efectos del discurso.
La dialéctica del conocimiento, para los marxistas, lo que hace esencialmente es señalar, con
sus especificidades, la historicidad tanto del sujeto como del objeto de conocimiento. Así lo resume Trotsky: “¿Qué expresa la lógica? ¿La ley
del mundo exterior o la ley de la conciencia?
La pregunta está planteada dualísticamente, [y]
por lo tanto no correctamente [porque] las leyes de la lógica expresan las leyes (reglas, métodos) de la conciencia en su relación activa con
el mundo exterior”28.
1. Sistemas complejos, Barcelona, Gedisa, 2006, p. 37.
2. El conocimiento en construcción, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 157.
3. Ibídem, p. 77.
4. Ibídem, p. 61.
5. Ibídem, p. 99.
6. Ibídem, p. 123.
7. Posfacio a Piaget, Las formas elementales de la dialéctica, Barcelona, Gedisa, 1982, p. 203.
8. El conocimiento…, ob. cit., p. 51.
9. Piaget y García, Hacia una lógica de significaciones, Barcelona, Gedisa, 1997, p. 130.
10. “Piaget, las ciencias y la dialéctica” en Herramienta 19, 2002.
11. Castorina y Baquero, Dialéctica y psicología del
desarrollo, Madrid, Amorrortu, 2005, p.71.
12. El conocimiento…, ob. cit., p. 90.
13. Marx y Engels, La ideología alemana, Bs. As., Pueblos Unidos, 1985. Engels desarrollará esta idea como clave de la evolución humana a través del trabajo.
14. El conocimiento…, ob. cit., p. 77.
15. Posfacio a Piaget, ob. cit., pp. 203-206.
16. Piaget y García, Hacia una lógica…, ob. cit.,
p. 130.
17. Posfacio a Piaget, ob. cit., p. 208.
18. El conocimiento…, ob. cit., p. 169.
19. Trotsky, “Cuadernos 1933-35” en Escritos filosóficos, Bs. As., CEIP, 2004, p.54.
20. Ibídem, p. 64.
21. El conocimiento…, ob. cit., p. 169.
22. Ibídem, p. 199-202.
23. Ibídem, p. 207.
24. Madrid, Siglo XXI, 1997, p. 27.
25. Marx y Engels, La ideología alemana, ob. cit.
26. El conocimiento…, ob. cit., p. 62.
27. Piaget y García, Hacia una lógica…, ob. cit., p. 117.
28. Trotsky, ob. cit., p. 50.
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