A MENTE HUMANA esp final 22 09

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LA MENTE HUMANA
IVÁN IZQUIERDO,
Centro de Memoria del Instituto de Pesquisas Biomédicas PUC-RS,
Porto Alegre (RS), Brasil.
Llevo más de 40 años dedicados al estudio de la mente humana en sus diversos
aspectos. La mayor parte del tiempo la dediqué a la memoria en sus varias formas y fases.
Pero, para eso, tuve que profundizarme también en otras cuestiones, como los sentimientos,
los estados de ánimo y las emociones, sus efectos en el sistema nervioso central, las
respuestas de este, y los mecanismos que regulan su percepción. Como sabemos desde hace
muchos años, los sentimientos, las emociones y los estados de ánimo tienen una inmensa
influencia sobre la memoria, en muchos casos ya bien delimitada y biológicamente
previsible. Las vías nerviosas que registran y regulan los sentimientos, las emociones y los
estados de ánimo actúan modulando, a través de receptores, cadenas de enzimas específicas
en varias regiones corticales, entre ellas el hipocampo y demás áreas vinculadas a la
memoria, bien como otras áreas relacionadas a la percepción y control de las variables
psicológicas mencionadas, como el grado de alerta, la ansiedad y el estrés. Son las vías
dopaminérgicas, noradrenérgicas y serotoninérgicas que regulan la percepción de, y las
respuestas a, la atención, la ansiedad, el estrés, la excitación y la depresión. La regulación
de la actividad de esas vías a travé s de remedios usados en el tratamiento de la depresión o
de la ansiedad es asociada a los cambios cognitivos en la percepción, formación y
evocación de las memorias más variadas.
También he tenido que estudiar formas de la Psicología que limitan con la Filosofía,
como el Psicoanálisis en sus diferentes expresiones; la que encontré más próxima a los
conocimientos biológicos actuales es la Freudiana, la primigenia. No es casual que Freud
haya previsto, muchas veces, que algún día sus conceptos y entelequias serían explicados
por la biología y substituídos por ideas claras de funciones nerviosas, en algunos casos
hasta con localización anatómica bien determinada. Freud tenia una sólida formación
neurobiológica y publicó varios trabajos en esa área, incluso un estudio pionero para su
época sobre los efectos de la cocaína. Pero, en épocas más recientes, la denominada
: A Mente Humana # 3, outubro de 2004
psicología cognitiva se desarrolló grandemente, y pasó a ser mucho usada en la terapia
contra la depresión, con éxito; tiene correlaciones biológicas muy claras.
Leí algo de lo mucho que fue escrito sobre la consciencia, la naturaleza de los sueños,
y sobre cosas que fueron famosas e ya no existen más. Entre ellas el fenómeno del “déjà
vu”, visto como una forma de epilepsia hasta hace unos 30 años. O las disputas sobre la
“localización” del inconsciente, visto como un objeto anatómico, un substantivo, y no como
hoy se lo ve, un adjetivo; importante, pero adjetivo al fin. Los sueños consisten en
memorias evocadas internamente, mezcladas de una forma diferente de la utilizada en la
vigilia, y no expresadas para el exterior a través de comportamientos. La consciencia es aún
indefinible en términos rigurosos, y muchos creen que bajo ese nombre se esconden
muchas cosas, entre ellas las memorias, los niveles de atención y otras actividades,
propiedades y características del tejido nervioso. Hoy, los que nos dedicamos a las
Neurociencias y vemos a través de ese estudio cuánto ava nzamos y cuánto aun ignoramos
sobre la mente humana, nos sorprendemos de que hace pocos años hayan existido ideas tan
fantasmagóricas sobre ella.
Por ejemplo, hasta hace poco tiempo, confundíamos la mente con el alma. El alma es
una entidad abstracta que el cuerpo y la mente usan para comunicarse con Dios; la palabra
carece de significado entre los ateos. Acreditemos o no en Dios, los humanos podemos
tener mentes alertas u opacas, y hasta brillantes, como la de John Nash. O mentes enfermas,
como la del propio John Nash. Un esquizofrénico, una víctima de estrés postraumático o un
individuo deprimido tienen la mente enferma; pero su alma permanece intacta, ya que es
necesaria la postulación de un Dios para que se pueda comprender la palabra alma, pero no
para reconocer una enfermedad mental. Cristianos, judíos y musulmanes creen que un
enfermo mental pueda llegar al cielo. Los que creen en la transmigración de las almas,
como los budistas, los hinduistas y los espiritistas, ni siquiera consideran la transmigración
de las mentes; un recién nacido (o un animal) no tiene literalmente donde albergar la mente
de un adulto.
No se trata el alma con medios terapéuticos, pero sí la mente, a través de remedios
antidepresivos, antipsicóticos o ansiolíticos, y con diferentes tipos de psicoterapia. Las
funciones mentales pueden referirse a localizaciones anatómicas más o menos específicas:
hacer, recordar y extinguir memorias es función importante del hipocampo. La mente es
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función del cuerpo y de él depende para existir, sufrir y manifestarse. El alma ciertamente
no tiene localización corporal. Los que en ella creen piensan que aparece y desaparece con
el cuerpo; o sea, surge con la concepción y se evapora de este mundo con la muerte. La
mente no existe después de la concepción y muchas veces desaparece mucho antes de la
muerte (aquellos infelices mantenidos vivos como vegetales a través de aparatos, por
ejemplo).
El concepto de espíritu se superpone bastante al del alma; pero también es muchas
veces aplicado a algo abstracto (vida espiritual, espíritu emprendedor, espíritu de lucha) que
difiere tanto del alma como de la mente. También no hay una localización cerebral o
corpórea del espirito.
Personalidad, temperamento e inteligencia son otras entidades abstractas cuyas
definiciones varían según el autor que las usa. Para algunos psiquiatras, son atributos o
consecuencias de la mente; para muchos psicólogos o pedagogos son características del
individuo. Las dos definiciones son usadas muchas veces en conjunto, superpuestas. Hay
quien encuentre que es difícil, o imposible, definir lo que es la inteligencia, por ejemplo.
La memoria y la mente
Ciertamente la mente humana o animal depende en grande parte de la memoria. El
pensador italiano Norberto Bobbio, fallecido este año, decía que “somos aquello que
recordamos”. Yo acostumbro acrecentar “y también somos lo que decidimos olvidar”.
Según nuestros hábitos y personalidad, podemos elegir no olvidar las ofensas y las
agresiones jamás, y en este caso seremos propensos a la amargura, a la paranoia o al
resentimiento.
Podemos
elegir
olvidarlas
por
completo
o
reprimirlas
hasta
que
desaparezcan de nuestro acervo de memorias importantes, y en este caso quedaremos
muchas veces indefensos frente a su reiteración. Podemos también elegir reprimirlas o
extinguirlas hasta que pasen a quedar fuera del acervo de las memorias cotidianas y
fácilmente accesibles, pero a nuestra disposición en caso de que vuelvan a ser necesarias;
por ejemplo, cuando corresponde esquivarnos o defendernos de nuevas ofensas o
agresiones.
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Nuestra mente posee los mecanismos para elegir
entre esas posibles soluciones. El
uso repetido de una u otra de ellas nos lleva por rumbos diferentes en relación a la nuestra
personalidad; y la personalidad no es algo que se obtiene como un diploma a na cierta edad:
podemos cambiarla durante la vida, como producto de las memorias dejadas por las
experiencias. El mundo está lleno de personas que ya fueron “buenas” y, como
consecuencia de una guerra, una humillación o un infortunio, se tornaron resentidas y
peligrosas. Y también de otras que eran resentidas y amargadas y después de un suceso, un
golpe de suerte, el amor de alguien, el amor de muchos, la realización personal, o cualquier
otro motivo (la vejez, por ejemplo, si es benigna) se tornaron tolerantes, afables y de trato
agradable y fructífero. Los cambios de personalidad por el conjunto de experiencias que
tenemos son muchas veces inconscientes y hasta involuntarios; otras veces son conscientes
y producto del nuestro juicio acerca de lo que más nos conviene en la sociedad en que
vivimos, y de nuestro análisis cuidadoso e las características de esa sociedad.
Me referí líneas atrás a la “mente humana o animal”. Es fácil verificar cambios de
temperamento en perros u otros animales de estimación o de laboratorio sometidos a
experiencias de la índole señalada en el párrafo anterior. No es por casualidad ni tampoco
por errores innatos de la carga genética que hay perros que jamás muerden la mano de
quien les da comida, y otros que siempre lo hacen. Los animales también son aquello que
recuerdan y aquello que eligen olvidar.
Las emociones, la mente humana y la memoria
Es evidente que, en todo momento de nuestra vida, en cada minuto, estamos en algún
estado de ánimo o emocional determinado, y en determinado estado sentimental; y que
ambos son fácilmente mutables. Los estados de ánimo, los cambios de humor y los estados
sentimentales causan la activación de, y son regulados por, vías cerebrales muy definidas,
que usan como neurotransmisores la noradrenalina, la dopamina, la serotonina y la
acetilcolina, cada una de ellas actuando sobre receptores específicos diseminados por todo
el cerebro. Algunos de esos estados favorecen la adquisición, consolidación o evocación de
los más diversos tipos de memoria, por acción de las mencionadas vías sobre uno u otro
receptor en las regiones cerebrales que hacen o evocan memorias. A veces, pueden afectar
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en forma opuesta la formación de las memorias de corta y larga duración; otras veces
afectan eses dos tipos de memoria en el mismo sentido; algunas veces, el efecto de alguna
de esas vías predomina sobre el de las otras; ocasionalmente, esas vías actúan
simultáneamente con intensidad semejante. Las memorias muy aversivas o emocionantes
tienen su adquisición, y su subsecuente consolidación, regulada de especialmente por las
vías noradrenérgicas centrales, que fomentan su grabación y, luego, indirectamente, su
permanencia. Todos nosotros recordamos donde estábamos y qué hacíamos cuando vimos
por televisión la muerte de Ayrton Senna. Muchos de nosotros recordaremos vivamente,
años después, algún acontecimiento feliz de nuestra vida, por ejemplo un determinado
cumpleaños, el casamiento, o el nacimiento de los hijos o nietos. La fidelidad de la
grabación y su persistencia son notoriamente menores cuando se trata de memorias menos
importantes o lamativas. En el momento de la evocación, se producirá un nivel emocional
mayor (con mayor descarga central de noradrenalina) al evocar aquellas memorias más
“emocionantes” que al evocar otras. Así, las vías noradrenérgicas, dopaminérgicas y
serotoninérgicas son también cruciales y participan como protagonistas importantes en la
evocación de la memoria, también en las regiones corticales vinculadas a la memoria.
Además de esas vías, hay hormonas liberadas al torrente sanguíneo por la hipófisis,
suprarrenal y otras glándulas que afectan profundamente la formación y la evocación de
memorias, y muchas veces añaden su efecto a los aspectos cognitivos de cada memoria,
tornando la misma dependiente de ellas. La memoria pasa, de esa forma, a ser “la
información aprendida” más “el efecto de la hormona que fue liberada durante la
experiencia correspondiente”. La liberación de la hormona pasa a funcionar como un
componente adicional de la memoria, como un estímulo condicionado más, para decirlo en
términos pavlovianos. Es más fácil evocar esa memoria cuando estamos nuevamente bajo
el efecto de esa hormona (por ejemplo, para experiencias muy novedosas la β -endorfina;
para experiencias muy estresantes, la adrenalina y la adrenocorticotrofina). Esto se
denomina “dependencia de estado”, y es común justamente en experiencias estresantes. El
estado de cuya reproducción la memoria depende es aquel en que nos deja la sustancia
endógena liberada. Recordamos más de las memorias de miedo cuando estamos sometidos
a nuevas situaciones de miedo; recordamos más las memorias de contenido sexual cuando
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estamos en situaciones en que nuestra sexualidad es estimulada, etc. Eso es debido al factor
de que en cada caso segregamos tipos de hormonas distintos y específicos.
La mente humana
La mente humana comprende mucho más que la memoria. En las funciones mentales
participan la percepción, el nivel de alerta, la selección de lo que queremos percibir,
recordar o aprender, la decisión sobre lo que queremos hacer o dejar de hacer, la voluntad,
la comprensión, los sentimientos, las emociones, los estados de ánimo y todo aquello que se
engloba bajo los conceptos de inteligencia y consciencia.
Todas estas variables son fuertemente influenciadas por las memorias y viceversa;
pero son entidades separadas de la misma y con mecanismos propios. En términos de áreas
cerebrales
hay
alguna
especialización,
pero
también
muchas
superposiciones.
El
hipocampo, estructura del lobo temporal, y la corteza subyacente (entorrinal) están
fuertemente vinculados a la formación y a la evocación de memorias. Pero también
registran los niveles de alerta y las emociones, que regulan su función mnemónica. La
amígdala modula y regula el desempeño hipocampal en las memorias aversivas o muy
acertantes; pero, además de eso, ambas estructuras, amígdala e hipocampo, regulan la
secreción de hormonas hipofisarias, que por su vez también regulan la secreción hormonal
de las glándulas suprarrenales, tiróideas y sexuales. Como resultado del registro de
variables internas o externas que aumentan o disminuyen los niveles de alerta y atención y
causan o no ansiedad o estrés, ocurren cambios somáticos (en el cuerpo) que ni siempre se
relacionan directamente a la memoria: hiperventilación, taquicardia, aumento de la presión
arterial, de los movimientos y secreciones del tubo gastrointestinal, secreción de bilis, etc.
Es claro que todos estos fenómenos a su vez afectan a corto y largo plazo la actividad
nerviosa y, dentro de ella, las funciones mentales, incluso las referentes a la memoria. Hay
una relación mente/cuerpo que es la base de la actividad cotidiana de ambos, y también de
la patología llamada psicosomática, que no solamente existe, sino que es una de las bases
de la Psiquiatría y de la Medicina modernas. El estrés repetido puede alterar algunos de los
parámetros fisiológicos mencionados (presión arterial, frecuencia cardíaca, secreción
gástrica) de forma permanente.
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Así, la mente humana comprende muchos aspectos y no es posible estudiarla ni
entenderla, aún a nivel elemental, sin considerar todos esos aspectos. La mente influye
sobre el cuerpo, el cuerpo influye sobre la mente, y ni uno ni otra tienen conexión con el
alma o el espíritu.
Sabemos muchas cosas nuevas e importantes sobre algunos aspectos de la mente
humana y su patología, principalmente sobre la percepción y la memoria. También sabemos
tratar mucho mejor esa patología que hace diez o cincuenta años. Pero todavía queda
mucho por aprender.
La mente es, hoy, hasta fácil de describir en sus aspectos más generales, pero la
funció n mental en cada circunstancia específica de nuestras vidas continua siendo un
misterio. Como prever, frente a una determinada circunstancia, si habrá algún
entrecruzamiento remoto de informaciones que nos hará reaccionar de alguna manera?
Somos sorprendentes, y en esto está la nuestra variedad como individuos, y también
algunas de las nuestras semejanzas.
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