R6 b LATERCERA Domingo 24 de agosto de 2014 La diputada comunista Camila Vallejo aborda en profundidad los costos políticos de su tránsito de líder estudiantil a parlamentaria oficialista y evalúa el rumbo de las reformas impulsadas por el gobierno de Michelle Bachelet. TEXTO: Francisca Miranda R. FOTOGRAFIA: Esteban Zúñiga L os últimos días de Camila Vallejo han sido de contrastes. El martes 19, la diputada se emocionó en la Comisión de Educación durante la aprobación del proyecto de ley que regula el lucro, la selección y el copago en la educación, la misma demanda que en 2011 la posicionó como la líder estudiantil más popular de las últimas décadas. Pero sólo días antes, la encuesta CEP reveló el vuelco en su imagen pública tras su ingreso al Congreso: la dirigenta tiene el mayor nivel de rechazo entre los personajes políticos evaluados por el sondeo. El mismo lugar -años atrás- fue ocupado por otra emblemática líder del PC, Gladys Marín. “La Gladys fue también una de esas luchadoras que trataron de construir un país distinto”, dice Camila Vallejo, quien a seis meses de su llegada al Congreso enfrenta la baja en su popularidad y el complejo escenario para las reformas de la Nueva Mayoría. ¿A qué atribuye el hecho de que, teniendo tanto nivel de conocimiento, genere esos niveles de rechazo en las encuestas? Yo creo que lo que estamos haciendo toca pilares fundamentales de lo que es el modelo neoliberal en materia educacional y, por lo tanto, es dar un golpe de timón a las lógicas de hacer sociedad desde la perspectiva educacional que se impusieron en la dictadura, y se mantuvieron y se enraizaron durante los gobiernos de la Concertación. Haber cuestionado esos pilares, y más encima estar hoy en día derrumbándolos de alguna manera, obviamente no le gusta a parte importante de la sociedad chilena, que no solamente es la que ideológicamente defiende el modelo instaurado por Pinochet, sino que la que culturalmente se ha comprado ese modelo y que se ha acostumbrado a vivir con ese modelo, y que cualquier movimiento que hagamos a esas lógicas de construir educación, que son mercantiles, les asusta, les atemoriza. Es entendible la reacción y este rechazo sobre mi gestión, acrecentado de la derecha, porque van a estar defendiendo cada vez de manera más fuerte sus intereses sobre la materia, su visión, y tratando de hacer todo lo posible por no abrir más flancos al derrumbe de un modelo que creemos que ya hizo agua por todos lados. En el cónclave oficialista que Bachelet encabezó en Cerro Castillo hace algunas semanas, junto con criticar el desmarque de algunos de la Nueva Mayoría frente a las reformas, usted usó su intervención para plantear que estaba poniendo parte importante de su capital personal para validar los cambios. ¿Cree que ha sido eso lo que le ha pasado la cuenta ante la opinión pública? Si estoy dentro de la Nueva Mayoría y si estoy apoyando su programa de gobierno, es porque creo que es un programa de gobierno que recoge muchos de los aspectos que hemos ido demandando históricamente, y porque estoy convencida de que es necesario avanzar, a pesar de todas las dificultades que se enfrentan en el camino. Y por eso es que he estado dispuesta a todas las críticas y a pasar todos los malos ratos que he tenido que pasar, porque creo en el programa. El martes se emocionó -incluso hasta las lágrimas- cuando se aprobó el proyecto sobre el lucro, la selección y el copago... Yo no sé qué habrá sentido la gente cuando estuvo escuchando en vivo la sesión y las intervenciones, pero, desde dentro, a mí me produjo mucha emoción estar ahí en esa comisión, definiendo algo que para mí y para quienes siento representar es importantísimo. No pensaba que me iba a emocionar, porque yo veía la votación y sabía que teníamos los votos para aprobarlo, y creía que de alguna manera era casi un trámite, pero estando ahí, escuchando las intervenciones y tomando el peso del momento, me pareció que era algo emocionante. Uno como que se pone a pensar en los que vienen, y para mí lo más cercano de quienes vienen es mi hija. Y yo no quiero que la Adela esté en la sala de clases con puras Adelitas, yo quiero que tenga la posibilidad de estar en un sistema público o particular gratuito, pero que tenga la posibilidad de conocer a un niño que tiene otra condición socioeconómica, a un niño que o es negro o es peruano o es mapuche o es de pelo rubio, colorín o es de derecha o izquierda. Quiero que conozca la diversidad de nuestro país. En términos personales, ¿le han resultado muy complejos el cambio y la inserción en la dinámica parlamentaria? Es una tarea sumamente compleja. Es todos los días discutir proyectos de ley distintos, teniendo conversaciones con gente. A mí me solicitan mucho de fuera también, por temas no sólo de educación, sino relacionados con mi distrito. Por lo tanto, el tiempo que te queda libre es muy acotado. Y eso implica costos para una persona que tiene familia. Además, “He estado dispuesta a las críticas y malos ratos porque creo en el programa” se hace complejo porque la institucionalidad política, y particularmente el Congreso, tiene muchos vicios, muchos amarres, lo que hace más difícil poder llevar a cabo los cambios que hemos planteado desde el movimiento social y desde el PC. ¿Y la dificultad que implica coordinar posturas con algunos aliados? Obviamente que están las diferencias y matices propios que tiene la representación política del Congreso. O sea, aun siendo de la Nueva Mayoría, nosotros tenemos algunos puntos de vista distintos, tenemos matices, y hay veces en que cuesta llegar a impulsar con mayoría elementos que no están dentro del programa, o que estando dentro del programa en el nivel de detalle, muchas veces encontramos que no estamos todos en la misma vereda. Sobre este punto, usted ha sido bastante crítica frente al rol que ha cumplido la DC, que, respecto de la agenda del gobierno, aparece como el partido más díscolo. Yo no reconozco a la DC como díscola. Creo que es el presidente de la DC quien de repente tiene opiniones personales que, si bien son legítimas, no se alinean con la opinión mayoritaria del colectivo de la DC. Al menos, eso es lo que veo. Quizás estoy especulando, pero lo que veo en la Comisión de Educación de la Cámara son diputados que están convencidos de que es necesario terminar con la selección, el lucro y el copago. Y hablo de Mario Venegas, que preside la comisión y tuvo una excelente defensa del proyecto, y de Yasna Provoste. ¿Y qué poder le asigna al presidente de la DC, Ignacio Walker, en el debate interno del oficialismo? Una cuestión que es real es que en la Comisión de Educación, Ignacio Walker tiene poder de veto, porque son cinco miembros: dos de derecha y tres de la Nueva Mayoría. Y la verdad es que cuando Ignacio Walker presenta indicaciones, es la derecha la que lo apoya, y eso dificulta la posibilidad de hacer valer la ma-