Ligia Rubio-White Jugando al amor, Ella y Él decidieron, una

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Uno
Ligia Rubio-White
Jugando al amor, Ella y Él decidieron, una mañana de abril, ponerle el nombre de
"X", al miembro viril.
Durante algún tiempo, juguetonamente, Él hablaba por "X", YElla respondía. Después, a "X" se le pedía opinión sobre talo cual asunto y "X" la daba. Así, poco a poco
"X" se fue volviendo parte integral de la pareja, que parecía estar más compenetrada
por tener ycompartir un amigo secreto.
Él era un poco tímido y apocado y "X" por el contrario, expresaba todo lo que sentía y
quería decir. Poco a poco ysin darse cuenta, Ella fue enamorándose de esa personalidad que, bajo cualquier luz, opacaba la desteñida imagen de Él.
Como en todos los espíritus introvertidos, a Él se le fueron despertando unos celos
furiosos, que culminaron, al confesar Ella, su pasión por "X".
Él quería vengarse. Una traición así sólo podía lavarse en sangre. Lentamente fue
madurando una idea...
y así, una triste mañana del siguiente abril, Ella vestida totalmente de negro, llevó al
cementerio, en una cajita, el cuerpo frío del amante muerto.
Dos
La luz de la luna ilumina la ventana. Una joven se asoma y la admira.
Más tarde, ella se encuentra bajo un farol del alumbrado público. Un hombre se detiene,le susurra algo al oído y ella le pide fuego. Llegan a un entendimiento y se dirigen
lentamente a su destino.
Ella siente junto a sí el calor del cuerpo del hombre y todo su ser se estremece en
respuesta.
Entran a una habitación cualquiera y ambos se ven envueltos en un torbellino de
pasión ... caricias ybesos... el preámbulo al encuentro total de sus cuerpos. Él apaga la
luz yentonces, se escucha una voz que dice con premura:
29
"Sor Ángela, Sor Ángela despierte y apresúrese que llegamos tarde, ya sonó la campana
de Maitines".
Tres
La vio por primera vez a través de una ventana, toda ella blanca, redonda, invitadora
ymagnífica. y ella, desde esa primera vez coquetuela, se escondía de él, como si quisiera
con este inocente juego hechizarlo completamente.
Cuando volvió a verla, ya ella no era perfecta en su redondez, pero seguía siendo igualmente blanca, magnífica y bella.
Poco a poco se fue descuidando, olvidó toda la cautela al andar de arriba abajo, pensando siempre en ella. Obsesionado por la idea de alcanzarla, antes de que desapareciera completamente ante sus ojos.
Una noche, ella no se dejó ver y él, desesperado, esperó y esperó en vano. Cuando
empezaba a clarear el alba, anonadado y casi desfallecido de dolor se recostó contra
una puerta que lo encerró para siempre.
Pobre ratón, en su locura, ¡creía que la luna era de queso!
30
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