elecciones catalanas: continuidad nacionalista

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ELECCIONES CATALANAS:
CONTINUIDAD NACIONALISTA
as elecciones autonómicas celebradas el
pasado 15 de marzo en Cataluña tuvieron
unos resultados que, en el fondo y más
allá de lógicos movimientos de votantes,
demuestran una gran voluntad de
continuidad política en el conjunto del
electorado. Es decir, los cambios
experimentados en la composición del
Parlamento de Cataluña han sido tan
escasos que no han supuesto ni supondrán cambios
sustanciales en la política nacionalista del actual
gobierno ni, al parecer, excesivos cambios en la
composición de este mismo gobierno. Se trata, como
es sabido, de una coalición, Convergencia i Unió, de
tendencia liberal y democristiana, nacionalista
moderada que no pone en duda la relación de
Cataluña con España en el futuro, pese a que de modo
permanente reclama unas mayores cuotas de
autogobierno y soberanía en aspectos tan esenciales
como el económico, las infraestructuras, el orden
público, la cultura y la lengua, etc. La victoria por
mayoría absoluta de la coalición CiU demuestra
también la gran atracción política y personal que
ejerce el presidente del país, Jordi Pujol, que encabeza
este proyecto moderado en las formas pero
profundamente innovador en la concepción en lo que
debe ser la estructura del Estado español. La victoria
por cuarta vez consecutiva del nacionalismo de Jordi
Pujol se vio acompañada por un ligero descenso de las
izquierdas clásicas (socialistas y ex-comunistas), y
también por un pequeño aumento de los
conservadores del Partido Popular. El único elemento
visible que rompe, ligeramente, un panorama tan
continuista fue un substancioso aumento (de 6 a 1 1
diputados) de la única fuerza que propugnaba l a ,
independencia de Cataluña: Esquerra Republicana.
El Parlamento catalán está formado por 135 diputados.
Políticamente, el caso catalán tiene diferencias casi
únicas en relación con otros fenómenos nacionales
europeos y de todo el mundo. El caso catalán se aleja
conscientemente de todos los fenómenos violentos
(ETA, IRA, etc.); se aleja también de una crisis como la
Balcánica, en la que la desaparición de un Estado ha
significado el enfrentamiento armado de dos
nacionalidades; se aleja también de los procesos
independentistas de la antigua URSS (países Bálticos,
Ucrania, etc); y no tiene nada en común, tampoco, con
movimientos de carácter culturalista o folklórico
ultraminoritarios (Occitania, Bretaña, etc.).
Mayoritariamente, las elecciones del 15 de marzo
pusieron otra vez de manifiesto que el problema no es
liberarse del actual Estado español sino encaiar en él,
plenamente, Cataluña, a través de lo que el propio
Jordi Pujol ha llamado la refundación del estado, una
refundación que no significa hacerlo entrar
en crisis sino modificarlo para que los
catalanes puedan sentirse cómodos y con
plenas garantías económicas y culturales.
La coalición nacionalista CiU pretende
seguir haciendo eso con una perspectiva
totalmente europea y europeísta, con la
esperanza de que las instituciones
comunitarias de Bruselas vayan
transformando lentamente el papel de los estados
tradicionales e, indirectamente, potenciando el papel
de las regiones en cuestiones esenciales para el futuro
de estas mismas regiones. Como puede verse, es un
proyecto asumido mayoritariamente, moderado y
radical al mismo tiempo. Esta continuidad en los
resultados electorales ha logrado que, en el futuro
inmediato, se planteen temas ya tradicionales en las
relaciones entre la Administración española y la
catalana. Antes de junio debe cerrarse una dura
negociación para la financiación económica; quedan
también pendientes aspectos de orden público de
competencias económicas y culturales, etc. Pero el
fondo de la cuestión estriba en que la Generalitat, que
es la institución del autogobierno catalán que preside
Pujol, se convierta plenamente en el Estado español en
Cataluña. En los próximos meses, los resultados del
15 de marzo favorecerán también la meioría de las
relaciones entre el gobierno socialista de Madrid y el
gobierno nacionalista de Barcelona. La fortaleza
electoral de Jordi Pujol y CiU pone de manifiesto que
el planteamiento nacionalista catalán no tiene los pies
de barro y que el denominado "problema catalán"
persiste. Por otro lado, la socialdemocracia española
(PSOE) está experimentando una fuerte crisis derivada
tanto de los problemas generales de la izquierda
europea como de los problemas internos del partido
del señor González, que en los últimos meses se ha
visto rodeado de continuos escándalos de corrupción
económica. El Partido Socialista, pues, podría perder
en el futuro la mayoria absoluta que goza desde
1982. En ese caso, le sería posible encontrar un aliado
parlamentario y entre los nacionalistas catalanes
porque, aun con profundas discrepancias por lo que se
refiere al modelo de Estado, coinciden substancialmente
en la necesidad de seguir con la política económica
neoliberal, modernizar las estructuras españolas y, en
definitiva, en una visión similar de la integración europea
y los problemas occidentales. En definitiva, las elecciones
del 15 de marzo han confirmado la política de progreso
paulatino de la reconstrucción nacional encabezada
por Jordi Pujol y, al mismo tiempo, han dejado tan
abierta como siempre la incógnita
- sobre la
colaboración de las instituciones catalanas en la
gobernabilidad de España.
A L B E R T V l l A D O T I P R E S A S D I R E C T O R D E L P E R I ~ D I C O"AVUI".
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