Geografía asturiana del despilfarro

Anuncio
Geografía asturiana del despilfarro
ELOY MÉNDEZ
Los restos de la mala gestión económica asoman acusadores en cada rincón de
Asturias. La crisis ha sacado brillo a las decenas de proyectos desarrollados en la
región durante los años de bonanza bajo el pretexto de una reactivación económica
para la que no sirvieron y que ahora se han revelado como símbolo de la
irresponsabilidad en el aprovechamiento de los recursos públicos. Edificios
pretendidamente vanguardistas que están vacíos, centros culturales con la puerta
cerrada e infraestructuras paralizadas desde hace tiempo configuran una lista de
despropósitos que impulsaron, sin excepción, todas las administraciones. Un puñado
más de sal para las heridas abiertas por los actuales recortes.
Uno de esos monumentos al derroche es el edificio diseñado inicialmente como
centro de formación de Carbayín Bajo, en el concejo de Siero. El Principado adjudicó
las obras en 2004 por 1,2 millones y, cuando ya habían comenzado, anunció un
cambio en los usos del inmueble para convertirlo en la futura sede del Centro
Tecnológico y Forestal de la Madera (Cetemas). Los trabajos de construcción
finalizaron en 2007, con más de dos años de retraso y un sobrecoste de casi un millón
de euros. Hoy en día sigue cerrado porque carece de los equipamientos necesarios
para albergar a los especialistas previstos, que se han trasladado definitivamente a
Grado. Es sólo la punta del iceberg de las ocurrencias inútiles.
«Ha habido un claro problema de falta de diagnóstico, no se han hecho estudios
sobre las potencialidades reales de la región y, por eso, se han sacado adelante
proyectos innecesarios», asegura Fernando Rubiera, profesor titular de Economía
Aplicada de la Universidad de Oviedo. El experto está convencido de que las
prácticas políticas durante los años previos a la crisis obviaron en muchos casos la
demanda real de la ciudadanía y se dejaron llevar por «criterios difícilmente
comprensibles». «Hay que reconocer que a un alcalde le resulta más fácil vender
electoralmente un museo o una calle con macetas que la inversión en investigación
más desarrollo», afirma.
El Centro de Recuperación de la Fauna Salvaje, impulsado hace un lustro por el
Gobierno socialista de Vicente Álvarez-Areces en el concejo de Sobrescobio,
ejemplifica ese tipo de equipamiento tangible que resulta fácil de vender en las urnas.
Este edificio blanco de formas rectangulares en la localidad de Ladines fue diseñado
como una especie de hospital para las especies que habitan la cordillera Cantábrica,
convertido en la joya de la corona del Parque Natural de Redes.
Además de acoger ejemplares heridos, estaba llamado a ser sede de actividades
científicas y turísticas. El Ejecutivo regional se gastó 5,3 millones de euros en
levantarlo y en dotarlo con quirófanos, sala de rayos X, laboratorios y habitáculos
para jaulones de posoperatorio y musculación de aves y mamíferos. Su única función
desde 2010 ha sido la sanación de «Lara», una osezna que apareció herida en Cangas
del Narcea. Ahora está cerrado a cal y canto. No se sabe si abrirá algún día, después
de que el Ejecutivo de Francisco Álvarez-Cascos alegase «problemas
presupuestarios» para hacer frente a las necesidades de un espacio con elevados
costes de mantenimiento.
Tanto el Centro de la Madera de Siero como el hospital de animales de Sobrescobio
recibieron financiación de los fondos mineros, el plan de ayudas procedentes del
Ministerio de Industria que se creó en la década de los noventa para reactivar las
cuencas hulleras mediante la multiplicación de equipamientos y la puesta en marcha
de programas de formación y radicación de empresas. Una estrategia que, según
denuncian algunos partidos, se ha quedado lejos de alcanzar sus objetivos por la
mala canalización del dinero, dirigida por el Principado en anuencia con los agentes
sociales y los ayuntamientos beneficiados.
Los capítulos con final triste vinculados a estas partidas son numerosos. Entre ellos se
cuentan la residencia universitaria de Mieres, de siete plantas y 4,1 millones de
inversión y que este curso académico sólo ha recibido la solicitud de seis alumnos; un
hotel de tres millones sin inaugurar en la falda del Angliru, concejo de Riosa; un
centro de encuentros para artistas de más de un millón en El Entrego; un pabellón sin
deportistas en Cabañaquinta por valor de 720.000 euros; un centro de interpretación
en las antiguas minas del coto Musel, concejo de Laviana, finalizado en 2009 gracias a
900.000 euros y que ya que tiene goteras por el desuso; o un museo de la leche y el
queso en Morcín, sin fecha de inauguración, pero con algunas grietas en su estructura
básica...
«Ha faltado una visión de conjunto. No se pueden idear equipamientos de forma
discrecional sin conectarlos con la realidad social de un lugar», denuncia Rubiera. «El
éxito de Bilbao con el Guggenheim radica en que se desarrolló una estrategia integral,
perfectamente conectada», añade. «Pero no todo vale para todos los sitios. Imitar por
imitar no suele dar resultado», concluye el docente.
Aun así, los límites del concepto «derroche» son difusos. ¿Lo fue la ampliación de El
Musel, con un sobrecoste millonario y unas enormes instalaciones infrautilizadas que,
no obstante, pueden ofrecer importantes oportunidades de futuro? ¿Lo es el gran
hospital central, que prestará un mejor servicio a miles de pacientes? ¿Y asfaltar
sinuosos caminos empleados por cuatro vecinos que, sin ellos, no podrían llegar a
casa en coche? «Está claro que la crisis ha provocado que nos cuestionemos
actuaciones que hace no mucho tenían un amplio respaldo popular», razona el
economista. «Pero también es indudable que muchas otras infraestructuras resultan
poco propicias para cualquier período. Antes, ahora y siempre», opina. Y pone como
ejemplo el Palacio de Congresos de Oviedo, conocido popularmente como «el
Calatrava», en honor al afamado arquitecto valenciano que lo alumbró.
Según Rubiera, esta mole blanca construida en suelo municipal con inversión privada
para dar cobijo a un auditorio, un centro comercial, varios restaurantes y oficinas de
diversas consejerías no sólo es desproporcionado por el coste -calculado en 300
millones-, sino por su carácter invasivo en el entorno urbano donde está ubicado.
«No es acorde con la personalidad de la ciudad, con sus farolas, con sus calles...
Además, está preparado para acoger un número de congresos al año infinitamente
mayor de la capacidad real que tiene Oviedo», afirma. «¿Por qué nadie estudió antes
las potencialidades del municipio para que fueran acordes al edificio?», se pregunta.
«Es el vivo ejemplo de un proyecto de corta-pega, muy típico de Asturias. Es decir, se
copia de otro lugar donde ha funcionado con éxito sin caer en la cuenta de que cada
región tiene unas características específicas», opina.
En Corvera, también se dejaron llevar por el impulso imitador y decidieron, hace diez
años, levantar un gran centro de encuentros ciudadanos en la cuesta de Los Campos.
El gobierno local lo vendió entonces como el símbolo de una «nueva etapa», un
espacio pensado inicialmente para la reunión de colectivos vinculados a la mujer y
que, sobre la marcha, se hizo extensivo a todas las organizaciones vecinales. Nunca
llegó a ser nada. Tras una inversión de 1,6 millones de euros, procedentes casi todos
del plan europeo «Urban», el esqueleto del inmueble está abandonado y sólo sirve
para que los grafiteros pongan a prueba su originalidad utilizando los muros como
lienzos. Si el Ayuntamiento decidiera derribar esta ruina, podría estar obligado a
devolver el dinero a la Unión Europea. Si lo quisiera recuperar, tendría que sacar del
cajón otro medio millón.
Los desmanes se repiten por el territorio asturiano. La reconversión de la antigua
azucarera de Pravia en un centro multiusos acumula meses de retraso y partidas
presupuestarias a la espera de un acuerdo final entre el Consistorio y la adjudicataria.
Una pintada en una de las vallas que rodea los trabajos de remodelación evidencia el
malestar de los vecinos. «La obra de la vergüenza. Responsable, el alcalde», dice. En
Tineo, la piscina, que costó casi seis millones de euros, sigue sin agua. En Amieva, el
centro de empresas que se llevó otros dos millones a finales de la pasada década se
cae a trozos junto a los caseríos de un concejo que no llega a los mil habitantes. El
antiguo refugio de cazadores de Brañagallones, en Caso, transformado en un
establecimiento hotelero permanece clausurado desde una avería eléctrica sufrida
hace dos años, tras haberse quedado con 1,1 millones de euros. El Entrego contempla
cómo se resquebraja desde 1996 el centro medioambiental que absorbió caudales
públicos de varios ejecutivos regionales.
«Hubo un momento en el que todo el mundo aplaudía cualquier cosa que se hiciera
y, ahora, ha llegado el momento de la flagelación», lamenta Alfonso Toribio,
presidente del Colegio de Arquitectos de Asturias. Según explica, la mala
planificación de los gestores públicos está detrás de esta situación. «No parece lógico
que, en muchos casos, se hiciera el continente sin tener claro el contenido. No tiene
sentido diseñar un edificio sin saber para qué va a servir o si va a servir realmente
para lo que se pretende», añade.
Por eso, considera que habría sido más apropiado optar por edificaciones con usos
más flexibles. «Cuanto más tranquilo sea un diseño, más fácil será que se emplee para
lo que inicialmente no iba a ser empleado», razona. «Está claro que el fenómeno
Bilbao no funciona siempre. Para eso, es necesario que se dé una serie de
circunstancias específicas», concluye.
El Principado buscó hace unos años ese efecto llamada al que los expertos aluden con
dos proyectos de proporciones gigantescas tanto en lo espacial como en lo
presupuestario: el centro cultural Niemeyer de Avilés y Laboral Ciudad de la
Cultura, en Gijón. Convertidos en símbolo del «arecismo», ambos recibieron, desde
un principio, críticas por un exceso de ambición para una región con poco más de un
millón de habitantes. «No se actuó de forma responsable. Se ejecutaron ideas sin
haber realizado previamente estudios que las avalaran desde un punto de vista
socioeconómico. O, lo que es peor, contratando a especialistas para que encajaran en
sus estudios unas ideas previamente concebidas», relata Fernando Rubiera, fiel a su
discurso de ajustar al milímetro las necesidades de la demanda con la oferta. «Se pecó
de grandonismo», concluye.
Los acontecimientos avalan la opinión del economista. Las siluetas ovaladas del
Niemeyer forjadas a base de cientos de millones para acoger continuas
representaciones artísticas languidecen en la margen derecha de la ría avilesina, con
una programación cuesta abajo y sometida ahora a los dictados del juez que está al
frente del concurso de acreedores del centro cultural. Convertido durante la pasada
legislatura en uno de los principales puntos de fricción entre el Ejecutivo de Foro y el
PSOE, el centro cultural se encuentra asfixiado y su capacidad para atraer cada año a
miles de turistas hasta la ciudad está en entredicho.
Las sensaciones son parecidas en La Laboral. El Centro de Creación Industrial del
complejo destaca como un recinto reducido a un espectro muy minoritario de la
población y, desde su arranque, ha encontrado la oposición de muchos artistas
regionales, que acusan a la administración autonómica de haberlos marginado en
favor de una corriente que apenas cuenta con representantes en Asturias. Por otra
parte, los sucesivos cambios que se han producido en la dirección del teatro durante
los últimos tres años evidencian que hubo una manifiesta imprevisión en relación a la
selección de espectáculos o se valoró equivocadamente el «target», término utilizado
por los publicistas para calificar al tipo de público.
Pero los espacios artísticos o científicos son sólo una pequeña parte de los fracasos
clamorosos. En ese capítulo, las infraestructuras destinadas a las comunicaciones y el
transporte se llevan la palma. Uno de los paradigmas es el túnel del metrotrén de
Gijón, una obsesión personal de Francisco Álvarez-Cascos como ministro de
Fomento, que duerme el sueño de los justos en las entrañas de la mayor ciudad
asturiana. Se inició en 2003 entre Viesques y El Humedal con el propósito de que el
ferrocarril realizara varias paradas a lo largo del tejido urbano. Y, aunque los trabajos
de perforación terminaron en 2007, nadie sabe si algún día se podrá utilizar y ningún
partido político quiere ahora hablar de la prolongación del trayecto hasta Cabueñes,
que fue motivo de encendidos debates hace casi una década. Nada menos que 106
millones se han quedado enterrados para siempre por culpa de esta gran obra de
ingeniería.
Los castillos en el aire se repiten en la Zona Logística de Asturias, que Álvarez Areces
calificó como «el futuro de la región». La primera fase de urbanización -de 107
hectáreas y adjudicada en 46,1 millones- de esta inmensa área ubicada en la
parroquia gijonesa de San Andrés de los Tacones y destinada al almacenamiento de
mercancías a gran escala acumulan meses de retraso. Muchos colectivos ciudadanos
cuestionan que vaya a mejorar los flujos portuarios, tal como prometieron sus
impulsores, y dudan de que las carreteras de la región dispongan de la suficiente
capacidad para dar cobertura al proyecto total. Por eso, los vecinos han exigido al
Principado en varias ocasiones que libere los terrenos previstos para el desarrollo de
la segunda y tercera fases, tras el largo proceso de expropiación que obligó a muchos
dueños a vender sus parcelas por precios «raquíticos».
Mención aparte merecen los sobrecostes que han experimentado muchas de las
actuaciones estrella de los últimos años y que, en casos como el de El Musel, hicieron
peligrar incluso fondos procedentes de las ayudas europeas. Es el caso del nuevo
Palacio de Justicia de Gijón, con una inversión muy superior a los 25 millones de
euros previstos en un primer momento y que todavía está pendiente de recibir los
muebles y el resto de material que permitan albergar todos los juzgados del concejo.
«Estas prácticas se repitieron por toda España durante los años del boom económico
y, evidentemente, en Asturias no fuimos una excepción», resalta Rubiera. La parálisis
y los fondos en saco roto son una constante también en las operaciones de
soterramiento de vías de Avilés y Langreo. Ninguna Administración se atreve a
pronosticar si alguna vez se harán realidad, al menos tal como fueron anunciadas a la
ciudadanía en los programas electorales con los que concurrieron muchas
formaciones en sucesivas citas electorales. Tampoco han llegado las explicaciones de
los anteriores gestores de Feve después de que la compañía ferroviaria adquiriera
trenes urbanos sin contar con el equipamiento necesario para hacerlos circular o
tranvías preparados para funcionar con hidrógeno y que no llegaron a arrancar por
fallos técnicos.
«Había dinero para todo, pero mucho de lo necesario aún está por concluir», comenta
Alfonso Toribio. Los tramos pendientes de la Autovía del Cantábrico o la Variante
del Pajares lo certifican y dejan claro que el despilfarro en muchas obras menores
contrasta con los sucesivos retrasos acumulados por las grandes vías de
comunicación, necesarias según todos los colectivos sociales para elevar el nivel
competitivo de la región. Una paradoja que los partidos políticos han empezado a
utilizar como munición para sus ataques a los adversarios. Como si hubieran
olvidado que, hasta hace muy poco, todos rivalizaban por la paternidad de esos
mismos proyectos de los que ahora reniegan y que acumulaban muchos ceros en las
cuentas anuales de todos los gobiernos.
Descargar