TEMA 7. ANÁLISIS Y VALORACIÓN DE LAS MEDIDAS

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Historia de España
Curso 2010/2011
Prof.: Juan A. Molina
TEMA 7. ANÁLISIS Y VALORACIÓN DE LAS MEDIDAS
DESAMORTIZADORAS
1. Introducción.
2. Antecedentes históricos.
2.1. Legislación desamortizadora de Carlos III (1759-1788).
2.2. Leyes desamortizadoras de Carlos IV (1788-1808).
2.3. Desamortización eclesiástica.
3. La desamortización de Mendizábal (1835-1837).
3.1. Primera ley desamortizadora (1836).
3.2. Segunda ley desamortizadora (1837).
3.3. La oposición a Mendizábal: Flórez Estrada.
3.4. Resultados de la desamortización de Mendizábal
4. La desamortización de Pascual Madoz (1855).
5. Valoración de las desamortizaciones.
1
INTRODUCCIÓN
A pesar de producirse los comienzos de la Revolución industrial en España, durante el
siglo XIX la agricultura fue la actividad económica más importante. Más de la mitad de la
renta nacional procedía del sector agrícola y ganadero, que ocupaba también un lugar
destacado en el comercio de la exportación.
Sin embargo, tres notas caracterizan a la agricultura española de dicha centuria:
•
•
•
su ancestral tecnología: seguía aferrada al arado romano.
su escaso espíritu innovador: continuaba con el cultivo de año y vez.
la tradicional estructura de la propiedad: un reducido número de familias
aristocráticas y entidades eclesiásticas poseían grandes latifundios en la mitad sur de
la Península Ibérica mientras que un número elevado de jornaleros aspiraban a un
trozo de tierra propia y sufría todo tipo de calamidades.
Este estancamiento agrario explica, en gran parte, el retraso de la modernización
económica del país. la preocupación por mejorar la agricultura y redimir las circunstancias
del campesinado se pusieron de manifiesto desde el siglo XVIII, aunque entonces no pasaran
de tímidos intentos.
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
2.1. Legislación desamortizadora de Carlos III (1759-1788)
La agricultura fue, sin duda, uno de los temas que llamó poderosamente la atención
de los ilustrados debido, sobre todo, al aumento demográfico, la subida de los precios
agrícolas, el incremento de la renta en los arrendamientos y el auge de las doctrinas
fisiocráticas (política económica que defendió en principio, la Ilustración y que aseguraba
que el origen de la riqueza residía en la tierra).
Era pensamiento de la época que las tierras en poder de la Iglesia, así como de los
municipios o de otras “manos muertas” rendían poco, estaban al margen del libre comercio
y no tributaban a favor de la Hacienda Real.
Hombres como Pablo de Olavide (intendente de Andalucía) y Gaspar Melchor de
Jovellanos coincidían en la conveniencia de convertir las tierras concejiles, en especial los
baldíos, en bienes de propiedad privada, aunque diferían en el procedimiento.
A raíz de la crisis agraria y los motines de 1766, el conde de Aranda mandaba (Ley
Agraria de 1766) que los baldíos y las tierras labrantías propias de los pueblos de
Extremadura se dividiesen en arrendamiento entre los vecinos más necesitados. Esta medida
se extendió a todo el reino en 1767 con el fin del beneficio común, el fomento de la
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agricultura y el facilitar a los braceros terreno propio que cultivar, pero la vigencia de estas
Reales Previsiones duró poco pues, en 1770, fueron derogadas y las tierras que quedaban por
repartir se decidió que se entregasen, en primer lugar, a los labradores de una, dos y tres
yuntas y, en segundo lugar, los jornaleros. Con estas modificaciones se abandonaba la
finalidad primitiva de las Reales Previsiones y su preocupación por una reforma social
agraria.
2.2.- Leyes desamortizadoras de Carlos IV (1788-1808)
Ante la crisis fiscal progresiva, Manuel Godoy se vio obligado a arbitrar soluciones.
En 1798 se mandó enajenar a beneficio de la Real Hacienda bienes pertenecientes a
Instituciones de Beneficencia de la Iglesia y de carácter municipal (hospitales, hospicios,
casas de misericordia, de reclusión, de expósitos, cofradías,...).
Se inicia así la desamortización tal y como seguirá realizándose a lo largo del siglo
XIX: mediante la apropiación por parte del Estado de bienes inmuebles pertenecientes a
“manos muertas”, venta de los mismos y asignación del importe obtenido con las ventas a la
amortización de los títulos de deuda.
Frente al planteamiento de los ilustrados (desamortizar para reformar), el de Godoy
es desamortizar para sanear la Hacienda Pública, criterio que será el que acabe
imponiéndose por encima de los intereses de las clases rurales.
2.3.- Desamortización eclesiástica
La obra legisladora de las Cortes de Cádiz también abordó el problema de la deuda
pública y una de las soluciones que propuso fue la declarar la bancarrota pero un grupo de
diputados se opuso a ello y consiguió en 1813 que se reconociera la deuda, que se pagaría
con cargo a las rentas de tierras desamortizadas de los jesuitas (que habían sido expulsados
por Carlos III en 1767), de las Órdenes Militares, conventos y monasterios suprimidos o
destruidos durante la guerra (de Independencia), las de la recién abolida Inquisición y la
mitad de los baldíos y realengos.
Este decreto constituye la primera norma legal desamortizadora del siglo XIX pero
apenas pudo aplicarse debido al inminente regreso de Fernando VII.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823) se restableció la legislación desamortizadora
de las Cortes de Cádiz por decreto de 1820, uno de los más radicales: se suprimían todos los
monasterios de las órdenes monacales, no de una forma parcial, sino de una manera
decidida.
3. LA DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL (1835-1837)
Con anterioridad a su llegada al poder ya se habían
promulgado dos decretos en los que se suprimían la Inquisición y la
Compañía de Jesús, que habían sido restablecidas, destinándose sus
bienes a la extinción de la deuda pública.
Pero la primera preocupación de Mendizábal desde que llegó
al Gobierno en 1835 era el problema financiero. Las arcas del
Estado estaban vacías, la deuda pública había alcanzado unas
proporciones gigantescas y el gobierno tenía que hacer frente a una
costosa guerra civil. Ese mismo año, mediante otro decreto,
también suprimía los conventos y monasterios religiosos que no
tuvieran un mínimo de 12 individuos profesos, aplicándose sus
bienes al mismo fin.
Juan Álvarez de Mendizábal
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3.1.- Primera ley desamortizadora (1836)
En 1836 aprobó la venta de bienes raíces que hubieran pertenecido a corporaciones y
comunidades religiosas y la supresión de institutos monásticos, excepto los bienes
destinados a servicios públicos o monumentos nacionales.
Esto supuso la ruptura de relaciones diplomáticas con el Vaticano. La medida despertó
entusiasmo y muchos capitales estériles en las arcas de sus dueños entraron en circulación
pero la subasta de tierras no alcanzó las cotas esperadas, en parte por la condena pontificia,
que consideró un robo la medida unilateral del gobierno.
EL DECRETO DESAMORTIZADOR DE MENDIZÁBAL.
“Atendiendo a la necesidad y conveniencia de disminuir la deuda pública consolidada, y de entregar al
interés individual la masa de bienes raíces que han venido a ser propiedad de la Nación, a fin de que la
agricultura y el comercio saquen de ellos las ventajas que no podrían conseguirse por entero en su actual
estado (…) conformándose con lo propuesto por el Consejo de Ministros, en nombre de mi excelsa hija la
Reina Doña Isabel II, he venido en decretar lo siguiente:
Art. 1. Quedan declarados en venta desde ahora todos los bienes raíces de cualquier clase que hubiesen
pertenecido a las comunidades y corporaciones religiosas extinguidas, y los demás que hayan sido
adjudicadas a la Nación por cualquier título o motivo, y también todos los que en adelante lo fuesen
desde el acto de su adjudicación.
Art. 2. Se exceptúan de esta medida general los edificios que el gobierno destine para el servicio público
o para conservar monumentos de las artes, o para honrar la memoria de las hazañas nacionales. El mismo
gobierno publicará la lista de los edificios que con este objeto deben quedar excluidos de la venta
pública.
Art. 3. Se formará un reglamento sobre el modo de proceder a la venta de estos bienes, manteniendo en
cuanto fuese conveniente y aceptable a las circunstancias actuales el que decretaron las Cortes en 3 de
septiembre de 1820, y añadiendo las reglas oportunas para la ejecución de las medidas siguientes (…)”
Gaceta de Madrid, 21 de febrero de 1836.
“Los beneficiarios de la ley de Mendizábal no podían ser otros que los capitalistas tenedores de títulos de
la deuda o capaces de comprarlos en el mercado; o, ampliando el círculo, la burguesía adinerada de las
provincias, que invirtió su dinero en la tierra a través de operaciones fabulosamente lucrativas
concertadas al amparo de las subastas oficiales, fácilmente trucadas y propicias a todo tipo de abusos y a
la más ladina picaresca”.
Tomás y Valiente, F.: El marco político de la Desamortización. Barcelona, Ariel.
3.2. Segunda ley desamortizadora (1837)
Las esperanzas de Mendizábal de sanear la Hacienda Pública no se cumplieron, por lo
que en 1837 promulgó la segunda ley desamortizadora, concebida más bien como una
reforma tributaria: se suprimieron los diezmos (uno de los componentes principales de las
rentas eclesiásticas) y se declaraban bienes nacionales sujetos a enajenación casi todos los
del clero secular.
La aplicación práctica de esta ley fue casi nula pues la enajenación no debía
comenzar hasta 1840 y ese año fue derogado el artículo de la ley referente a esta
enajenación.
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3.3. Oposición a Mendizábal: Flórez Estrada
Entre las pocas voces de los sectores progresistas que se opusieron a Mendizábal
destacó la de Álvaro Flórez Estrada, que se declaraba partidario de la desamortización pero
contrario al sistema propuesto por el Ministro de Hacienda.
Su preocupación reformista era fundamentalmente social, enlazando con el espíritu
de los ilustrados, pues admitía la desamortización para mejorar la condición de las clases
rurales y, sobre todo, la del jornalero andaluz.
Por ello, su propuesta era arrendar en enfiteusis por cincuenta años renovables a los
mismos colonos que las estaban trabajando a la Iglesia. Esta propuesta era también
beneficiosa para el Estado pues no perdía la propiedad de los bienes y podía invertir el
importe de las rentas en el pago de las deudas; a la par, advertía que con las ventas todas
las clases sociales saldrían perjudicadas y sólo saldrían ganando los especuladores.
3.4. Resultados de la desamortización de Mendizábal.
Al
no
ser
concebida
la
desamortización como una reforma agraria,
las regiones de pequeña y mediana
propiedad subsistieron con esta misma
estructura pero en las regiones donde las
condiciones
geográficas
e
históricas
favorecían el cultivo y la propiedad, como
la España meridional, se fue concentrando
aún más.
Los grandes propietarios y los
miembros de la burguesía, poseedores de
títulos de deuda pública, eran los que
tenían la posibilidad de hacerse con las
fincas subastadas.
En la subasta se pudo comprar
propiedades con títulos de Deuda Pública
pero se admitieron al valor nominal, no al
valor real del momento, por lo que lo
recaudado fue mucho menor de lo esperado
o posible.
No obstante, la desamortización,
junto
con
otras
medidas
agrarias,
contribuyó a un incremento de la
productividad rural y a asegurar unos
ingresos regulares en los años siguientes
que, a la postre, resultaron insuficientes.
4
Valor de los bienes desamortizados por Mendizábal
LA DESAMORTIZACIÓN DE PASCUAL MADOZ (1855)
La enajenación de las tierras de propios de los pueblos era algo que se estaba
gestando desde la década moderada, por lo que no es extraño que los progresistas, al llegar
al poder con el pronunciamiento de 1854, decidieran emprenderla.
La ley de 1855 de Pascual Madoz iba dirigida a la desamortización general de los
bienes del Clero, del Estado, de los municipios y de otras “manos muertas” de menor
entidad.
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Las circunstancias eran distintas a las de 1836 pues no
había guerra civil y los presupuestos se iban cubriendo. Hubo
resistencia a esta ley y la propia reina no quiso firmarla por el
perjuicio que ocasionaba a la Iglesia; de hecho, las relaciones
diplomáticas entre España y el Vaticano se enturbiaron al
infringirse el reciente Concordato con la Santa Sede (1851).
El importe de las ventas se destinaría a nivelar el
presupuesto del Estado, a amortizar la deuda interior y a
financiar obras públicas, pero el dinero recaudado sirvió, en gran
medida, para subvencionar a las compañías ferroviarias.
El gobierno presidido por Narváez (moderado) suspendió la
ejecución de la Ley Madoz en 1856 pero con O’Donnell (Unión
Liberal), en el gobierno a partir de 1858, se volvió a restablecer,
aunque excluyendo los bienes de la Iglesia.
Pascual Madoz
LA DESAMORTIZACIÓN DE MADOZ (1/5/1855).
“Ley declarando en estado de venta todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros, pertenecientes al
Estado, al Clero, etcétera, y cualesquiera otros pertenecientes a manos muertas.
Doña Isabel II, por la Gracia de Dios y la Constitución, reina de las Españas, a todos los que la pesente
vieren y entendieren, sabed que las Cortes Constituyentes han decretado y Nos sancionado lo siguiente:
1. Se declaran en estado de venta, con arreglo a prescripciones de la presente ley y sin perjuicio de los
catgos y servidumbres a que legítimamente estén sujetos, todos los predios rústicos y urbanos, censos y
foros, pertenecientes: al Estado, al Clero, a las Órdenes Militares de Santiago, Alcántara, Calatrava,
Montesa y San Juan de Jerusalén; a Cofradías, obras pías y santuarios, al secuestro del ex infante don
Carlos, a los propios y comunes de los pueblos, a la beneficencia, a la instrucción pública, y cualesquiera
otros pertenecientes a manos muertas, ya estén o no mandadas vender por leyes anteriores (…)”
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VALORACIÓN DE LAS DESAMORTIZACIONES
La
importancia
real
de
las
medidas
desamortizadoras es una cuestión discutida, no sólo por el
dinero que aportó el Estado o por la superficie
desamortizada (que fue considerable), sino porque fue una
medida que afectó a otros aspectos de la vida social y
económica del país, como el Derecho, la Hacienda, la
agricultura, las inversiones, las clases sociales...
La privatización de fincas rústicas afectó a una
extensión equivalente al 25% del territorio español que, en
general, ratificó la estructura de la propiedad
preexistente. De este modo, la desamortización fue una
gran oportunidad perdida para repartir la tierra a los
campesinos y transformar las bases mismas de la
agricultura española, pero la necesidad de obtener dinero
la planteó de forma beneficiosa para quienes tenían
medios para comprar, lo que significaba decretar el
despojo de los campesinos, puesto que se enajenaban gran
Valor de los bienes desamortizados por Madoz
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parte de sus tierras comunales.
El cometido financiero fue cubierto satisfactoriamente, a juzgar por las cantidades
que Hacienda percibió en títulos y en metálico por la venta de los bienes desamortizados
(144.435 millones de reales).
El cuanto al objetivo político de consolidar la causa liberal, la extracción social de
los compradores, restringida inicialmente a los círculos más acaudalados, se diversificó a
medida que se cubrían las etapas del proceso. En conjunto, no obstante, fueron los
miembros de la burguesía (comerciantes, hombres de negocios, miembros de las profesiones
liberales y campesinos acomodados) quienes capitalizaron las fincas más preciadas y de
mayor extensión. Por el contrario, tanto el campesino pobre como el colono dispusieron de
menores posibilidades de acceso a la propiedad.
Por otra parte, la desamortización de fincas urbanas (casas y edificios conventuales)
contribuyó a la transformación del modelo de ciudad del siglo XIX: de la ciudad conventual y
el tono hegemónico de los edificios religiosos a la ciudad burguesa, caracterizada por la
desaparición del viejo caserío, su crecimiento en altura, la apertura de nuevas vías, la
presencia de edificios públicos y los ensanches.
Asimismo, la desamortización ejerció una decisiva y, en general, lastimosa influencia
en la valoración y conservación del patrimonio artístico y cultural que atesoraban las
entidades eclesiásticas (edificios conventuales, archivos y bibliotecas, pinturas y esculturas,
ornamentos y vasos sagrados). La legislación previó para los edificios conventuales destinos
tan diversos como la conservación para uso parroquial o público (conversión en museos,
cuarteles u hospitales), la demolición para la apertura de nuevas calles o el ensanche de las
existentes, o su mera inclusión entre los bienes nacionales sujetos a privatización. El
patrimonio mueble corrió la misma suerte: fue reservado como parte de la memoria
histórica nacional (creación de museos) o sirvió preferentemente de remedio a la crítica
situación financiera.
A la pregunta de ¿para qué sirvió la desamortización? J. Fontana responde que,
desde el punto de vista del gobierno, en la etapa de Mendizábal, sirvió para salvarlo de la
bancarrota y ayudarle a ganar la guerra civil, y en la de Madoz, para financiar la
construcción de la red ferroviaria. Desde el punto de vista económico, se acentuó el
latifundismo, se ratificó la estructura de la propiedad existente y la agricultura no llegó a
situarse a la altura de la producción comercializada de su tiempo.
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COMPOSICIÓN HISTÓRICA
Realice la siguiente composición histórica sobre las medidas desamortizadoras a partir de
los siguientes materiales.
Documento 1
Exposición de Mendizábal a la Regente en la que explica los objetivos del decreto de
desamortización.
Gaceta de Madrid, 21 de febrero de 1836.
“Señora: Vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado, no es
tan solo cumplir una promesa solemne y dar garantía positiva la deuda nacional por medio
de una amortización exactamente igual al producto de las ventas, es abrir una fuente
abundantísima de felicidad pública; vivificar una riqueza muerta (…) El decreto que voy a
tener la honra de someter a la augusta aprobación de V. M. sobre la venta de esos bienes
adquiridos ya para la nación, así como en su resultado material ha de producir el beneficio
de minorar la fuerte suma de la deuda pública, es necesario que (…) se funda en la alta idea
de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoye
principalmente en el triunfo completo de nuestras actuales instituciones…”
Juan Álvarez y Mendizábal
Documento 2
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