El movimiento estudiantil y la autonomía universitaria

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El movimiento estudiantil
y la autonomía universitaria
por Alfonso M. Campos y Juan Molinar H.
LOS HECHOS
Aunque en el aspecto meramente historiográfico
son pocos los desacuerdos que existen, aún se conservan ciertas imprecisiones alrededor de los hechos ocurridos en torno al movimiento de 1929.
Es un lugar común afirmar que la revuelta estudiantil. se inició con la oposición de los estudiantes
deDerecho a los reconocimientos trimestrales que
debieron implantarse ese año en sustitución de los
exámenes finales, Esto es sólo parcialmente cierto,
pues si bien la huelga de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales! originada por ese motivo, fue
puntal y vanguardia explosiva del movimiento estudiantil, otros problemas estudiantiles se habían manifestado con anterioridad.
Uno de ellos fue el de la Escuela Nacional Preparatoria, originado por la revisión de su plan de estudios. Los estudiantes de la preparatoria habían
organizado mítines y manifestaciones callejeras
desde marzo de 1929, mes y medio antes del inicio
del conflicto en la Facultad de Derecho, oponiéndose al aumento de un año escolar al plan de
estudios. Esto es importante, pues la Escuela Nacional Preparatoria era la mayor y más poblada de
las instituciones universitarias y una de las más
combativas.
La reforma al plan de estudios de la Escuela Na-
Cabeza de la manifestación estudiantil en protesta contra las autoridades.
Alfonso M. Campos ha llevado estudios en leyes. ciencias políticas e historia. Ha publicado antologías y artículos en diversas revistas especiali/adas. Es autor de una Historia jl/rídica de la VniI'('r.lidad. 188/-/YlY. publicada por la UNAM. Actualmente es
Director de la distribuidora de libros universitarios.
ci?nal Preparatoria se debió a que el estableciml~nto de las. escu~las secundarias, desde 1926,
oblIgaba a la Universidad a coordinar sus estudios
preparatorios con los secundarios. Además, las es- .
cuelas secundarias iban a depender directamente
de !a Secretaría de Educación Pública, lo que no
fue del agrado de algunos sectores estudiantiles.
Las manifestaciones callejeras de las preparatorias
habían ya llegado en ocasiones a provocar enfrentamientos con la policía, como el ocurrido el 16 de
marzo. Estos hechos que fomentaban el descon.tento entre el alumnado, aunados a la combatividad de sus líderes y recién terminado el Congreso de
Estudiantes celebrado en Mérida, facilitaron la movilización de las bases.
Por otro lado, en la Federación Estudiantil Mexicana existía gran inquietud, pues se buscaba que
el secretario de Educación Pública, Ezequiel Padilla, pusiera en vigor un acuerdo del ex-secretario
José Manuel Puig Casauranc, que otorgaba voto
en el Consejo Universitario a los representantes
alumnos y les concedía intervención en los
nombramientos del personal directivo. Dicho
acuerdo, expedido el 9 de marzo de 1928, se dio
como "gracia extraordinaria concedida por la Secretaría de Educación Pública, en tanto que se reforma debidamente la Ley de la Universidad" l.
Además, el acuerdo reconocía como instituciones
representativas de los estudiantes a la Federación
Estudiantil Mexicana y a las sociedades de alumnos de todas las escuelas.
Dicha medida administrativa era el resultado de
las buenas relaciones entre el anterior secretario de
educación y los líderes estudiantiles sustituido el
secretario, el apoyo con que contaba la vanguardia
estudiantil se vio menguado, y esto, forzosamente,
tuvo que tensar las relaciones entre autoridades y
estudiantes.
Por lo que se refiere a la Facultad de Derecho,
ésta empezó el año con problemas, pues desde que
fue nombrado director Narciso Bassols, los estudiantes manifestaron su descontento. El rector
Castro Leal, en una entrevista de prensa realizada
en diciembre de 1978, recordaba cómo Bassols entró con el pie izquierdo a la Facultad, pues desde su
discurso de toma de posesión generó inconformidad estudiantil. En síntesis, cuando Bassols declaró, en abril de 1929, que sí aplicaría los reconocimientos trimestrales acordados por el Consejo
Universitario, los medios estudiantiles estaban ya
agitados. Si, por otro lado, recordamos que este
sistema de evaluación que se pretendía imponer tenía una larga historia de rechazo' y fracaso en la
Facultad de Derecho, fácil resulta imaginar la revuelta.
Mucho hay que decir a propósito de los "reconocimientos" entre los estudiantes de Derecho y en
general entre los universitarios. Implantar tal sistema era un objetivo pedagógico de los profesores
Juan Molinar opta actualmente por un grado en Ciencias políticas y Administración pública en la ENEP Acailán. Colabora en
la Dirección de Asuntos del personal Académico.
universitarios que encontraban inoperante el método de exámenes finales.
Los estudiantes también debatían ese asunto
desde muchos años atrás. Desde 1910. antes de la
inauguración de la Universidad Nacional de México, el Congreso Nacional de Estudiantes trató el
tema, aunque no acordó nada definitivo.
En 1911, el Consejo Universitario ya había resuelto retornar al "sistema de reconocimientos vigentes por Ley y substituido temporalmente por el
de exámenes".2 El sistema fue aplicado durante
1912 en varias escuelas universitarias, pero cuando
se quiso hacerlo en la Facultad de Jurisprudencia,
Ezequiel Padilla, quien entonces era estudiante.
encabezó la lucha que culminó con la creación de
la EscuelaLibre de Derecho.
Posteriormente, Ezequiel A. Chávez, como rector de la Universidad Nacional, intentó regularizar
la aplicación de los reconocimientos en la renuente
Facultad de Jurisprudencia haciendo notar a su director que el artículo 14 del reglamento de esa facultad disponía que el alumnado fuera evaluado
mediante ese procedimiento. Es probable que se
hubiera logrado realizar la medida, pero los cambios habidos en la Universidad como consecuencia
del establecimiento del gobierno carrancista en la
ciudad de México, significaron la renovación de
.todo el personal directivo universitario e impidieron que se continuara con el propósito de Chávez. J
La situación que imperó en la Universidad entre
1917 y 1920 permitió que, paulatinamente, las escuelas que ya habían adoptado el sistema de reconocimiento retornaran a los exámenes de vieja
usanza. De hecho, en los años anteriores sólo la
Facultad de Jurisprudencia había evadido el nuevo
sistema. Esta situación era del todo irregular, pues
el Consejo Universitario seguía discutiendo el
asunto y siempre resolvía que los reconocimientos
eran el mejor sistema de evaluación del aprovechamiento y que, por lo tanto, debían aplicarse. El
problema era la falta de poder en la autoridad universitaria.
Finalmente, en 1925, la Junta de Directores, con
aprobación posterior del Consejo Universitario y
del secretario de Educación Pública, abolió definitivamente los exámenes orales y ordenó el establecimiento de los reconocimientos. De nueva cuenta
la vieja cantaleta se repitió y la medida no pudo llevarse a cabo ese año, debido a que cuando fue decidida ya los cursos habían sido iniciados. 4
Pospuesta su aplicación por enésima vez, durante 1926 todas las sociedades de alumnos discutieron la conveniencia de aceptar la medida que se sabía inminente, aceptando el sistema varias de las
escuelas. Sin embargo, tanto en la Facultad de Derecho como en la de Medicina, los alumnos se negaron a acatar la decisión. El alumnado de la Facultad de Medicina finalmente cedió presentándose al segundo reconocimiento, mas los futuros abogados se mantuvieron renuentes, convirtiéndose en
14
la única escuela universitaria que, a partir de 1927,
seguia evaluándose mediante un examen final. l
El último intento, anterior al de Bassols, para
modificar la forma de evaluación lo hizo el profesor Luis Sánchez Pontón, quien, en una carta dirigida al director Aquiles Elorduy, sugirió establecer
dos exámenes finales, uno oral y otro escrito, en los
cuales los examinados podrían disponer de sus libros y apuntes. El sistema no fue aceptado y la situación permaneció estática hasta que el rector
Antonio Castro Leal y el director Narciso Bassols
retomaron el asunto. La respuesta no se hizo esperar
y losestudiantes declararon la huelga el6demayode
1929, ante la inminencia de los reconocimientos que,
según el reglamento expedido el 27 de febrero de ese
añoserían realizados, en lo que tocaba a la primera
etapa, del 13 al 20 de mayo.
El 9 de mayo una asamblea realizada en el salón
El Generalito declaró la huelga y según el director
Castro Leal, sólo votaron por llevarla a cabo 328
de los 750 estudiantes de la Facultad, por lo que las
autoridades desconocieron la legitimidad del movimiento. A pesar de ello los estudiantes organizados impidieron la continuación de las clases. Debe
notarse que, aunque es cierto que sólo 328 de 750
estudiantes votaron a favorde la huelga, únicamente
27 se opusieron y los casi 400 alumnos faltantes
constituyeron el tradicional contingente estudiantil
que no participó de las asambleas y decisiones estudiantiles.
En el primer día de huelga hubo uno que otro
alumno que pretendió asistir a clases y la respuesta
de los huelguistas fue la esperada: impedir esas acciones para que se respetara la decisión mayorista.
Las autoridades, consecuentemente, criticaron esa
actitud y amenazaron con expulsiones a aquellos
que impidieron el desarrollo de los cursos e incluso
llegó a decir el ministro Ezequiel Padilla que, de
continuar los desórdenes, se clausuraría la escuela,
pues "la Secretaría... está más interesada en atender a las escuelas rurales que a las profesionales,
cuya educación es de carácter enteramente privado".6
Algunas divisiones surgieron en el seno de la
"clase estudiantil" -apelativo usado por autoridades, periodistas y alumnos para designar al estudiantado- siendo la principal la del alumno Prior
Martínez, vicepresidente de la Federación Estudiantil Mexicana, quien aceptaba los reconocimientos.
De inmediato, éste fue llamado servil por los demás
líderes y quedó marginado de la Federación.
Pronto empezaron los estudiantes a racionalizar
la oposición a los reconocimientos, condición sine
qua non para legitimar interna y externamente el
movimiento. Los líderes presentaron el sistema de
reconocimientos como un método anacrónico y
"pro-yanqui", afirmando que establecerlo era una
maniobra de "quienes todavía pretenden entregar
nuestra juventud a las garras opresoras del Coloso
Dorado del Norte.'" Esta afirmación era una clara
f
l
alusión al subsecretario de educación, Moisés
Sáenz, quien había introducido el período secundario en la educación, por lo cual ya había sido
acusado de simpatizar con los Estados Unidos.
Los primeros días el conflicto se planteó así: los estudiantes rechazaban los reconocimientos basándose en argumentos de tinte pedagógico y nacionalista y oponiendo una organización sólida y estable
aprovechando las agrupaciones que ya contaban
con la bendición gubernamental desde años atrás;
las autoridades respondieron con argumentos legales, la aprobación del Consejo Universitario, y con
amenaza de severas medidas correctivas. De hecho, en esos días no se debatía la conveniencia del
sistema, pues las autoridades universitarias daban
por terminada esa discusión. Desde entonces se notó la línea que seguirían el rector, el secretario de
educación y el director de la facultad: atenerse a los
reglamentos y negociar muy poco.
El mismo presidente Portes Gil asumió inicialmente esa actitud, avalando los actos de las autoridades del ramo y acordando la clausura indefinida
de la Facultad, asegurando que si no se establecía
el orden, los recursos ahorrados se aplicarían a la
educación politécnica. Por segunda vez las autoridades manifestaron poco interés por sostener la
educación superior y fijaron prioridades en otras
15
alternativas educativas. Recuérdese que Ezequiel
Padilla y Emilio Portes Gil fueron alumnos fundadores de la Escuela Libre de Derecho, por lo que
no resulta raro que juzgaran que la enseñanza del
derecho debía ser privada, cosa que el secretario de
educación repetidamente afirmó.
Entre el profesorado, que en su mayoría se mantuvo al margen del conflicto, comenzaron a surgirdivisiones. Daniel Cosía Villegas, a la sazón secretario
general de la Universidad, achacó a Aquiles Elorduy
la responsabilidad de no haber aplicado los reconocimientos cuando el Consejo Universitario lo acordó. Este contestó criticando el sistema y asegurando
que para aplicarlo era indispensable quesecumplieran una serie de requisitos pedagógicos imposibles
para la Universidad, tales como la reducción de los
grupos escolares a no más de 25 alumnos.
La gravedad del conflicto obligó a los estudiantes a reforzar su organiiación y formaron un Comité de Huelga que permitió centralizar las decisiones para poder decidir con más rapidez y, sobre
todo, para mantener vivo el movimiento sin necesidad de sostener constantes asambleas con suficiente quórum.
Por otra lado, el Comité formado el 9 de mayo
surgió porque el Presidente de la República no respondió a una petición de arbitraje formulada días
antes por una asamblea estudiantil. Con el Comité
de Huelga colaboraron Ricardo García Villalobos,
Arcadio Guevara, Carlos Zapata Vela, José María
de los Reyes, Santiago Zúñiga, Alejandro Gómez
Arias, Flavio Návar, Luis Martínez, Teodosio
Montalbán, Norberto Valdés, Julio Serrano, Salvador Azuela, Juan Perdomo, Rafael Landa y
Efraín Brito Rosado, entre otros.
Aunque la labor de agitación y aglutinación del
Comité de Huelga era eficiente, los primeros días
del movimiento fueron difíciles; los métodos de
agitación, además de las arengas, mítines y volantes
impresos, eran los manifiestos en la prensa, como
el publicado en El Universal el 13 de mayo. En él se
hablaba, con frases rimbombantes, de las fuentes
culturales de la Patria y de la tiranía que implicaba
segarlas, se apoyaba a Portes Gil y se criticaba a las
autoridades del ramo. El presidente Portes Gil, sin
embargo, contestó que el movimiento era irrespetuoso y dirigido políticamente, ya que algunos de
los líderes: Alejandro Gómez Arias y Salvador
Azuela, eran conocidos como prominentes líderes
oposicionistas.
Después de este apoyo presidencial a las autoridades universitarias éstas cedieron un paso para
avanzar dos: redujeron los reconocimientos a sólo
dos, que debían realizarse durante julio y diciembre de ese año, pero abrieron un nuevo período de
reinscripciones, advirtiendo que si no se reunía un
número suficiente de alumnos la escuela sería clausurada. La medida tuvo sus efectos, pues el 21 de
mayo, según las autoridades, 113 alumnos se inscribieron a pesar de las medidas que los huelguistas
tomaron contra los "esquiroles": dos alumnos rapados y bañados. Esto generó ataques contra los líderes huelguistas, asegurándose en esos días que
los principales líderes no eran verdaderos estudiantes, y que Alejandro Gómez Arias llevaba dos años
sin estar inscrito en la Facultad.
I
A pesar de esas defecciones y de los intentos de
descalificar a los principales líderes, el movimiento
tuvo un nuevo impulso, debido a dos estímulos: los
estudiantes preparatorianos se unieron con los de
derecho, y el mismo día 21 de mayo un piquete de policía disolvió violentamente una concentración estudiantil, provocando actitudes solidarias de los estudiantes de las demás escuelas.
La zacapela fue por momentos muy violenta y
tuvo resultados contrarios a las autoridades, pues
dio nuevos bríos y banderas que reivindicar al estudiantado. A partir de ese día el movimiento adquirió impulso.
A pesar de que en esos días circularon volantes
estudiantiles acusando a los líderes del Comité de
Huelga de manipulación y centralismo, el malestar
provocado por la represión policial borró disidencias y cerró filas inyectando entusiasmo y revanchismo en las filas estudiantiles. Enrique Acosta
Raalú, firmante de un manifiesto que criticaba la
dirección del Comité de Huelga y denunciaba procedimientos calificados de antidemocráticos obtuvo como respuesta una rapada.
Los huelguistas estudiantes de Leyes. frente a la Facultad de Jurisprudencia
16
En la manifestación del 23 de mayo marcharon
juntas las escuelas de Derecho y de la Preparatoria,
a las que se sumaron los contingentes de las secundarias 1, 3 y 4, los de la Facultad Odontológica y
los de la Escuela de Comercio. Durante esa marcha
apedrearon el edificio de la Secretaría de Educación Pública y se suscitaron nuevos enfrentamientos con las fuerzas públicas. Varios estudiantes fueron heridos o aprehendidos, los rumores alarmantes y alarmistas corrían, y la huelga, desde entonces, cambió de escenario ganando la calle.
Una intervención del jefe del Departamento del
Distrito Federal, el exsecretario de Educación José
Manuel Puig Casauranc, garantizó a los estudiante3 que no habría más intervenciones policiales. A
pesar de la promesa del funcionario, a quien los
líderes de esa época llamaban "el amigo de la clase
estudiantil", los enfrentamientos, aunque aislados,
continuaron.
Según cuenta uno de los líderes, Baltasar Oro·
mundo, el doctor Puig se entrevistó con los estudiantes y ofreció su mediación ante el Presidente.
Consecuentemente con la entrevista, Alejandro
Gómez Arias, cabeza del movimiento, redactó esa
noche una carta confidencial que sería entregada al
funcionario a través de un amigo mutuo. El líder
del Comité de Huelga exigía como solución al conflicto: castigo para los policías agresores, la entrega
de los edificios ocupados por las fuerzas públicas y
satisfacción inmediata de las demandas de preparatorianos y abogados.
Demandaba también que esto se hiciera consultando a las masas estudiantiles y advertía que "la
ingerencia de los estudiantes en los organismos de
,la Universidad es absolutamente necesaria y no sólo con voz informativa sino determinante de la
vida escolar". Agregó que "pedimos que se nos
permita organizar la vida universitaria con sujeción a sus propias normas. La autodeterminación
no es un ideal anárquico, la organización y la disciplina de nuestro movimiento que como usted reconoció hoy en la tarde, es ejemplar y magnífica, aseguran la posibilidad de estos fines"8.
Esta carta ha sido considerada por los líderes estudiantiles como la prueba palmaria de que sí solicitaron la autonomía antes de que Emilio Portes
Gil la ofreciera. Esto fue negado durante largos
años por muchos autores, quienes afirmaban que
la autonomía fue una concesión graciosa y magnánima del Presidente de la República.
Resulta innegable que en esa carta sí se habla de
autodeterminación de la Universidad, pero también es evidente que ocupó más la atención de Gómez Arias la obtención de reivindicaciones más inmediatas. Es difícil saber hasta qué punto conocían
los líderes todos los antecedentes autonomistas
universitarios y esto resulta de primordial importancia. Esta carta arroja alguna luz al respecto,
pero ni ella ni los Congresos estudiantiles demuestran plenamente que la llamada "Generación de
29" era poseedora de la tradición autonomista. No
es aventurado pensar que para esa generación, en
el candente momento de la lucha, la autonomía se
redujera a la participación estudiantil con voto en
el Consejo Universitario, ya que ese objetivo, logrado en el papel no había sido ejercido realmente.
La carta de Gómez Arias, al decir de Dromundo
y del mismo Puig Casauranc, le fue solicitada para
que el jefe del Departamento del Distrito Federal
intercediera ante el Presidente de la República.
Puig, según nos dice en su Galatea rebelde a varios
Pigmaliones, envió después, el25 de mayo de 1929,
un extenso memorandum a Portes Gil. En ese documento se sugiere como solución la autonomía e incluso adelanta algunos de los posibles elementos
que podría, a su juicio, contener la ley. Portes Gil,
años después, negó toda intervención de Puig, a
quien incluso llamó colaborador desleal. 9
Portes Gil declaró ese día que lamentaba los sucesos de la víspera, que ya había dispuesto el retiro
de la fuerza pública y que deseaba conocer las causas del movimiento, por lo cual exhortaba al estudiantado a exponérselos personalmente o por escrito. Aun cuando estas declaraciones se publicaron el día 25, Bassols las conoció desde el 24 y ese
mismo día presentó su renuncia fundándola en que
17
de ese modo facilitaría al Presidente la solución del
conflicto.
En una asamblea masiva los estudiantes discutieron las propuestas que presentarían para responder a la exhortación presidencial. En esa ocasión, pese a lo que se diga, predominó el afán reivindicativo inmediato, sobre la reflexión acerca de
la nueva organización universitaria. El pliego petitorio que se redactó resultó ser un agregado sistemático de quejas y exigencias de renuncias, castigos e investigaciones sobre los actos represivos de
las fuerzas públicas y sólo algunas propuestas concretas.
Los puntos incluidos fueron promovidos básicamente por alumnos de las dos principales escuelas
afectadas -la de Derecho y la Preparatoria- y sólo una voz pidió expresamente la autonomía: la de
Elisa Zapata Vela. La mayoría de las demandas se
referían a las renuncias del secretario de Educación
Pública y de su subsecretario -que apenas había
regresado de Estados Unidos pero que era el "introductor de las secundarias" -del rector y de todos los directores de escuelas universitarias y-Ias de
los directores de varias secundarias; se exigió también el cese y consignación de los jefes de policía y
cuerpos de seguridad - Alamillo y Quintana -. Las
únicas propuestas consistían en la creación de un
Consejo Técnico para escuelas técnicas; fusión de
secundarias y preparatorias; paridad de voto en el
Consejo Universitario para maestros y alumnos;
designación presídencial del rector mediante terna
elaborada por el Consejo.
Baltasar Dromundo explica este hecho como
fruto de una confusión, diciendo que ese pliego era
una querella, que se "derivó de la instancia presidencial para que se concretaran quejas por escrito.
De las quejas, y no del programa esencial que era la
meta del movimiento, se ocuparon Ricardo García
Villalobos y otros directivos al contestar al Presidente"lO. La explicación resulta insuficiente por
dos razones: Portes Gil no pidió "quejas" sino
"conocer a fondo cuáles son los propósitos que
animan la actitud de los estudiantes" y el pliego no
sólo incluía "quejas", sino también propuestas,
como son la paridad de votos en el Consejo a maestros y alumnos, la elección del rector y el consejo
técnico de escuelas técnicas.
Es digno de llamar la atención, por otro lado, el
hecho de que, .habiendo sido planteada repetidamente por algunos estudiantes (Gómez Arias,
Azuela y Zapata Vela), la autonomía no fue plasmada en el documento clave del movimiento: su
pliego petitorio presentado al Presidente el 27 de
mayo. Al día siguiente de la presentación del pliego
se realizó una gran manifestación que culminó con
un mitin en el Zócalo, frente a Palacio Nacional.
Desde ahí el Presidente pudo leer mantas y letreros
que decían:
"La sangre derramada clama justicia", "Las
ideas no se combaten con las armas" "Huelga has-
]11(1
f!l
ta obtener justicia", "Queremos maestros revolucionarios, no políticos de ocasión" y alguna que rezaba "Autonomía universitaria".!l
Inmediatamente envió Portes Gil su respuesta:
"Aunque no explícitamente formulada, el deseo de
ustedes es el de ver su Universidad libre de la amenaza constante que para ella implica la ejecución,
posiblemente arbitraria en muchas ocasiones, de
acuerdos, sistemas y procedimientos que no han
sufrido previamente la prueba de un análisis técnico y cuidadoso... Para evitar ese mal, sólo hay un
camino eficaz: el de establecer y mantener la autonomía universitaria"Y
Los días siguientes transcurrieron entre asambleas aceptando la autonomía pero sosteniendo la
huelga, planas de respaldo al secretario de Educación Pública, cartas de apoyo a los estudiantes y
palabras laudatorias al Presidente.
El 31 de mayo la Comisión Permanente del Congreso se reunió para votar unánimemente abrir un
período extraordinario de sesiones destinado a discutir si se concedían facultades extraordinarias al
Ejecutivo para legislar sobre la autonomía universitaria. El período extraordinario fue convocado
para iniciarse el 3 de junio.
Todavía hubo algunas diferencias entre los dirigentes estudiantiles, pues algunos dudaban de la
decisión de aceptar la autonomía, -Serrano, Návar, Brito, Ramírez- por diversas razones: no se
había dado solución a las peticiones de las secundarias, la U niversidad dependería del presupuesto
que el gobierno le diera, etc... 13 Sin embargo había
suficiente consenso alrededor de la decisión de
Portes Gil.
Los estudiantes asistieron a la Cámara de Diputados para conversar con diversos representantes
sobre las reformas que creían debían hacerse; el
Consejo Universitario envió un Memorial a la Cámara apoyando la iniciativa presidencial; la secretaría de Educación Pública anunció que sería Ezequiel Padilla, en su calidad de ministro, quien fundamentaría la iniciativa; Ezequiel Chávez envió a
Moisés Sáenz un proyecto de ley de autonomía
para que lo considerara al elaborar el definitivo.
Todo giraba alrededor de la autonomía universitaria.
El lunes 3 de junio de 1929 comenzó el período
extraordinario de sesiones para debatir la iniciativa que facultaba al Presidenh: para legislar sobre la
autonomía universitaria. Ese día fue leído un memorial que el lo. de junio decidió el Consejo U niversitario elevar a la consideración del H. Congreso de la Unión. La comisión que lo redactó se compuso de Vicente Lombardo Toledano, Alberto Barosio, Pedro de Alba, Roberto Esteva Ruiz y Alfonso Caso. Cuando menos cuatro de ellos habían
firmado o elaborado anteriormente algún proyecto
o iniciativa de la Universidad.
El memorial tenía por objeto hacer del conocimiento de los legisladores los antecedentes que
18
existen sobre la autonomía universitaria. En el documento se hablaba de los barruntos autonomistas
de la ley constitutiva de 1910, del intento de 1917 y
del espíritu autónomo de la Constitución,] además
de mencionar los intentos de 1923 y 1928. Es notable el hecho de que connotados universitarios no
mencionaran otros proyectos como los de 1881, los
dos de 1914 y el de 1915. Esto indica que la tradición autonomista universitaria no era poseída cabalmente por los universitarios, quienes no conocían a fondo, en ese momento crítico, su propia
historia.
Al día siguiente se presentó el Lic. Ezequiel Padilla a informar de la iniciativa. Los estudiantes
quisieron asistir y les fue negado el ingreso, pero algunos "colados" protestaron por la comparecencia de Padilla, por lo cual fueron, según dijeron algunos de ellos, invitados a guardar orden con una
pistola. Fuera de esta anécdota, la sesión fue normal y provista de aplausos, como corresponde a la
tribuna "donde se dicen las grandes verdades a la
Nación". 14
Padilla habló en la tribuna de las "clases intelectuales siempre divorciadas de los intereses del pueblo"; pero también de los "espíritus selectos" que
preparan las reivindicaciones de los pueblos; de la
animadversión que "los hombres de la Revolución" sentían por la autonomía, pero también del
prestigio de los grandes pueblos que han "elevado
a la categoría de ideal" la autonomía; de que no
"sentaría en el banquillo de los acusados" a los intelectuales de México, pero también de que la
"U niversidad de México está constituida en bases
falsas". Se refirió después a la necesidad de investigaciones en el país y del alejamiento entre el e'studiante mexicano y su pueblo. Después calificó a la
huelga de "movimiento genuino de inquietud de la
clase juvenil" que enorgulleció al propio secretario
de Educación, pero hizo notar que el Presidente de
la República, "hombre radiador de ideas revolucionarias" señaló al estudiantado las "pequeñeces" que pedían y les dijo: "¡No allá abajo; allá en
la cumbre espléndida! y pide a ustedes la autonomía
universitaria".tJ Concluyó Padilla haciendo votos
por que la Universidad, ya autónoma, se convirtier a en un aliado del pueblo.
Tras ü'na breve interpelación del diputado licenciado Sánchez Lira, en la cual manifestó dudas sobre la facultad del Congreso para delegar sus facultades legislativas en el Ejecutivo, y de la aclaración
de Gonzalo Santos haciendo notar que Sánchez
Lira ignoraba eso porque no era abogado de la
Universidad Nacional, se votó por unanimidad la
siguiente ley: "Artículo lo. Se faculta al Ejecutivo
de la Unión para que expida una ley que establezca
la Universidad Nacional Autónoma y para que reforme o derogue las disposiciones que se opongan
a esta ley."
"Artículo 20. El Ejecutivo de la Unión dará
cuenta al Congreso, en su próximo período ordina-
rio de sesiones, del uso que haya hecho de dicha facultad."16
El día siguiente fue votada por el Senado, que la
aprobó, con la aclaración del senador Acosta de
que sólo podría darse a la Universidad una autonomía relativa, no absoluta.
Durante los siguientes días se discutió en el Comité de Huelga siel paro continuaba o se daba por
terminado. Gómez Arias propuso que las escuelas
secundarias técnicas y normales regresaran a clases
coincidiendo con la posición presidencial, que consistía en diferenciar el conflicto de la U niversidad y
la Preparatoria del de las secundarias y normales.
Inicialmente fue rechazada esta propuesta pero
tras la renuncia de Gómez Arias y después de repetidas votaciones, se aprobó su iniciativa confirmándole el cargo.
De esta manera se fue reduciendo el conflicto a
una espera por la ley de autonomía, haciendo a un
lado la mayor parte de las exigencias del pliego presentado a Portes Gil; por esta razón se nombró un
"Directorio de Huelga" integrado por Gómez
Arias, Ramírez, de Gorta'ri, Návar, Zapata Vela,
Brito Rosado y Serrano.
La primera decisión del Directorio fue ocupar las
instalaciones de la Universidad, pues "la huelga ha
llegado a un punto en el que tenía que fracasar o
triunfar, y puesto que la Universidad Nacional era
de los estudiantes, había que tomar los edificios" .11
TERCERA SECCION'
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Se hizo un mitin en el Paraninfo y se exigió la renuncia del rector para que fuera designado otro
funcionario. El edificio fue desalojado tres días
después, a petición del Presidente, quien ofreció
entregar a los estudiantes el proyecto de ley para
que le hicieran objeciones.
Poco después fueron divulgadas y aceptadas las
ren uncias de los directores de Derecho y de la Preparatoria, junto con la de Castro Leal, quien aparentemente colaboró en la redacción del proyecto
de ley de autonomía que fue difundido a través de
la prensa el 22 de junio.
Tanto los estudiantes como los profesores, estos
últimos por medio de una asociación promovida
ex profeso por Vicente Lombardo Toledano y Enrique Schulz, discutieron el proyecto presidencial e
hicieron algunas objeciones y sugerencias. Entre
los huelguistas y los profesores de esta asociación
hubo problemas, pues el Director consideraba que
la mayoría de los problemas de esa asociación eran
oportunistas y como sus reuniones fueron boicoteadas incluso hubo necesidad de que el Presidente
les ofreciera a los maestros garantías personales y
un salón en Palacio Nacional para realizar sus reuniones, para evitar que algunos estudiantes continuaran boicoteándolos. Es probable que este último conflicto influyera en el ánimo del Presidente
de la República, pues en poco -en casi nada- fueron tomadas en cuenta las sugerencias formuladas
por maestros y alumnos, y el Ejecutivo expidió la
ley el 10 de junio de 1929.
Con la ley se dio fin no sólo a un conflicto sino a
.una etapa de la historia universitaria, pues a pesar
de las diferencias habidas entre los universitarios,
la idea de la autonomía, en las condiciones en que
fuese expedida, logró la aprobación general.
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NOTAS
l. Archivo Histórico de la UNAM, Archivo de Asuntos Ad·
ministrativos y Escolares/Sección 11 B, paquete 5, legájo 222.
2. Eguia Lis, Joaquín: Informe de labores de la Universidad
Nacional; Imprenta 1. Escalante, S. A., México 1913, p. 11.
3. Archivo Histórico UNAM, Acervo Ezequiel A. Chávez:
Caja 111, memorandum del rector al director de la Facultad de
Jurisprudencia.
4. Boletín de la Secre/aría de Educación Pública: Tomo Y,
Números 3 y 4; abril y mayo de 1925, p. 42.
5. Ibidem: Tomo V, número 10; octubre de 1926, p. 55.
6. El Universal, 7 de mayo 1929.
7. Idem.
8. Reproducido por Baltasar Dromundo en: Crónica de la
Autonomía Universi/aria; Editorial Jus, México 1978, p. 79.
9. Reproducido en Puig Casauranc, José Manuel: op. cil;
Impresores Unidos, S. de R. L.: México 1936.
10. Dromundo, Baltasar: op. ciJ. p. 72.
11. El Universal: 29 de mayo 1929.
12. Portes Gil, Emilio: Quince años de polí/ica en México;
Ediciones Botas; México 1954 (3); p. 354.
13. El Universal 31 de mayo de 1929.
14. Diario de los Deba/es de la Cámara de Dipu/ados:
XIII Legislatura; Martes 4 de junio de 1929; pp. 4·6.
15. Ibidem, p. 10.
16. El Universal, 12 de junio de 1929.
17. El Universal, 10 de julio de 1929.
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