Los procesos de descentralización en América Latina

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© Investigaciones Regionales. 10 – Páginas 173 a 205
Sección PANORAMA Y DEBATES
Los procesos de descentralización en América Latina
Iván Finot*
RESUMEN: Los procesos de la región hasta ahora se orientan primordialmente a facilitar la ejecución de políticas sociales nacionales. ¿Cómo hacer para orientarlos
también a potenciar la autonomía local –y sobre todo hacerlo en condiciones de
igualdad– a fin de hacer viable el desarrollo local y regional, y además avanzar en el
logro de otros objetivos? Para responder a este interrogante el autor elabora una síntesis de la teoría económica sobre descentralización y a la luz de este marco revisa
ampliamente los procesos de la región, utilizando para ello la desigual información
existente. Sus principales recomendaciones para orientar los procesos en el sentido
deseado son: (i) diferenciar entre sistemas de financiamiento de «bienes sociales» y
otros bienes descentralizables: «bienes territoriales», donde el principio de equidad
sería «igual nivel de provisión a igual esfuerzo fiscal»; (ii) inducir un reordenamiento
territorial político-administrativo orientado a reducir grandes desigualdades demográficas y de capacidad entre circunscripciones de un mismo nivel, y (iii) aprovechar
mejor capacidades endógenas de autogobierno.
Clasificación JEL: H7, H77, H4, O54.
Palabras clave: Descentralización, desarrollo local y regional, América Latina.
The Processes of Decentralization in Latin America
ABSTRACT: The processes of the region until now are oriented fundamentally to
ensure the accomplishment of national social policies. How to make to orient them
also to harness the local autonomy –and mainly to do it in conditions of equality– in
order to make the local and regional development possible, and in addition to advance in other objectives? To respond to this question the author elaborates a synthesis of the economic theory on decentralization and, to the light of this frame, he widely reviews the processes of the region, using for it the unequal existing
information. Their main recommendations to orient the processes are: (i) to differentiate between systems from financing from «corporate properties» and other potentials goods to decentralize: «territorial goods», where the fairness principle would be
*
Economista boliviano, Experto en Descentralización de ILPES/CEPAL.
Dirección para correspondencia: [email protected].
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«equal level of provision to equal fiscal effort»; (ii) to induce an political-administrative territorial reordering oriented to reduce great demographic inequalities and of capacity between circumscriptions of a same level, and (iii) to take advantage of better
endogenous capacities self-government.
JEL classification: Decentralization, local and regional development, Latin America.
Key words: H7, H77, H4, O54.
1.
Introducción
a)
Antecedentes históricos
Durante los años 60 y 70 en los países de América Latina las circunscripciones de nivel intermedio (estados, provincias o departamentos) fueron agrupadas en regiones y
fueron creados organismos administrativamente descentralizados para hacerse cargo
del desarrollo de cada una de ellas, principalmente a través de la asignación de gasto
en infraestructura básica. Estos organismos, a su vez, conformaron subregiones en
que agrupaban las circunscripciones de menor dimensión.
Sin embargo, la planificación en general cayó en descrédito como una consecuencia de la «crisis del centralismo» de los años 80 (Finot, 2001). A partir de entonces se
tendió a sustituir la planificación regional por la descentralización política y ésta ha
sido la tendencia prevaleciente hasta nuestros días. Contemporáneamente sin embargo se avizora un retorno a la planificación regional pero esta vez en feliz matrimonio con la descentralización.
Los principales objetivos de la planificación regional fueron hacer frente a la concentración de la producción, el ingreso y la población que venía observándose en todos los países de la región, y reducir ineficiencias propias de la asignación y la ejecución sectorial centralizada, reuniendo para ello las funciones que antes estaban a
cargo de unidades desconcentradas de los ministerios y de otras agencias vinculadas
directamente con actividades productivas, en los mencionados organismos descentralizados de desarrollo regional. Con frecuencia los directorios de estos organismos incluían representaciones corporativas de la sociedad civil y en este sentido implicaban una incipiente descentralización política.
Los actuales procesos de descentralización, sin embargo, se caracterizan por la
descentralización política que implicaron los procesos de democratización iniciados en los años 80. Tales procesos incluyeron no solamente la recuperación del derecho a elegir ejecutivos y legislativos nacionales sino también de elegir gobiernos
subnacionales. Entonces, con excepción de Chile, la descentralización –esta vez
primordialmente política– se orientó, no hacia las regiones y subregiones previamente constituidas sino hacia las circunscripciones político-administrativas tradicionales: hacia estados y municipios (con cierto predominio del nivel municipal) en
el caso de Brasil; hacia estados o provincias, en el caso de los otros países federa-
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les, y hacia municipios, en el de los unitarios. Con frecuencia los gobiernos subnacionales, ahora electos, además de competencias ampliadas en materia de provisión
de servicios de infraestructura básica (equipamiento urbano, vialidad, saneamiento…) debieron asumir funciones en educación escolar y atención a la salud,
particularmente en materia de infraestructura pues sólo en Brasil los niveles subnacionales tienen a su cargo la provisión completa de estos servicios, incluidas remuneraciones.
Los objetivos propios de los procesos de descentralización política fueron: profundizar la democratización y fortalecer la gobernabilidad democrática; avanzar hacia una mayor equidad territorial y social (esto último a fin de ir pagando «la deuda
social» contraída con los ajustes), y reducir el déficit fiscal.
Cerca de veinte años más tarde de iniciados los primeros procesos, se puede afirmar que estos objetivos fueron alcanzados limitadamente. Si bien el sólo hecho de
elegir gobiernos subnacionales es un avance en participación política, por lo general
la descentralización aún contribuye poco a canalizar constructivamente la participación social. Aunque todos los procesos implicaron en una primera instancia redistribuciones territoriales del gasto, después reapareció la tendencia concentradora, y, en
vez de contribuir a reducir los déficits fiscales, la descentralización con frecuencia
generó presiones sobre el gasto no compensadas con mayores recaudaciones subnacionales, lo que requirió la instauración de mayores controles administrativos bajo
distintas modalidades de leyes de responsabilidad fiscal.
Pero sin la descentralización, en la mayoría de los países difícilmente se hubiera
logrado las actuales coberturas de servicios sociales y focalización de políticas contra
la pobreza. Entre aquellos países cuyos procesos son relativamente más profundos,
tanto unitarios (como Chile, Colombia, Bolivia) como federales (Brasil, México) el
aparato estatal descentralizado parece haberse conformado con la función primordial
de ejecutar políticas sociales nacionales.
¿Resultó la descentralización una política más exitosa que la planificación regional para reducir tendencias concentradoras y para asignar más eficientemente el
gasto? La evolución del índice de disparidades territoriales aplicado a PIB’s subnacionales en algunos países parecería indicar lo contrario. En Brasil el coeficiente tendió a descender persistentemente entre 1970 y 1986, pero a partir de 1987 y 1988
(este último año se aprobó la descentralizadora constitución de 1988) se puede observar una tendencia ascendente. En Colombia –país donde el ingreso se concentraba
geográficamente menos que en otros– la tendencia concentradora se ha acelerado a
partir de 1991 (año en que se aprobó la constitución en que fueron instauradas las
transferencias territoriales automáticas).
En lo que se refiere a eficiencia en las asignaciones, el hecho de que la descentralización hubiera contribuido en el pasado a algunos desequilibrios fiscales ya sería un
indicador negativo y algunos estudios muestran que los incrementos en el gasto subnacional que la descentralización implicó no han tenido un correlato con aumentos en
productividad (CEPAL, 1998).
En síntesis, la descentralización política está contribuyendo lentamente a desarrollar ciudadanía y ha sido decisiva para mejorar políticas sociales asistenciales pero no
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Gráfico 1. América Latina: Índice de Disparidades Territoriales
en Países Seleccionados, 1970-1998
1.0000
0.9000
0.8000
0.7000
0.6000
IDR
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0.5000
0.4000
0.3000
0.2000
0.1000
0.0000
1970
1975
1980
1985
Argentina
Bolivia
Brasil
Perú
Colombia
Chile
1990
1995
México
Fuente: I. Finot, 2001.
parece haber contribuido a la desconcentración geográfica ni a la eficiencia del gasto.
Se ha logrado controlar efectos perniciosos para el equilibrio fiscal pero al costo de
reducir autonomía.
b)
El problema
Frente a este panorama, desde los comienzos del presente siglo surge cada vez con
mayor fuerza una necesidad nueva: que las localidades cuenten con la autonomía suficiente para liberar capacidades de innovación y así favorecer la competitividad económica. Cada vez cobra más evidencia que la competitividad depende de articulaciones entre empresas de distinto tamaño, y entre éstas y organizaciones proveedoras de
servicios, y sobre todo de servicios adecuados de infraestructura básica, adecuados a
las características productivas, para lo cual la autonomía política –incluida la financiera– de los poderes locales es indispensable.
¿Cómo hacer que procesos que hasta ahora se han orientado primordialmente a
ejecutar políticas nacionales asistenciales incluyan ahora el potenciamiento de autonomías locales bajo condiciones de igualdad, a fin de crear condiciones para que
los ciudadanos con menores recursos mejoren sus ingresos por sí mismos? Ante la
extrema concentración geográfica de los ingresos que caracteriza a América La-
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tina ¿cómo igualar el derecho ciudadano a proveerse de bienes públicos locales1
sobre la base de la iniciativa y el esfuerzo propios? ¿Cómo avanzar en el logro de
estos objetivos sin menoscabo y más bien en beneficio de objetivos permanentes
como son avanzar en democratización, equidad social y eficiencia fiscal?
Para contribuir a responder a estas preguntas, en este trabajo se hará primero una
síntesis actualizada de la teoría económica de la descentralización y luego se examinará los procesos de la región (particularmente los más avanzados).
2.
Hacia una teoría económica de la descentralización
a)
Dos tipos de descentralización
La teoría de la descentralización por lo general se refiere a la provisión, no a la
producción de bienes provistos públicamente. En América Latina, sin embargo,
junto con una descentralización de decisiones sobre «qué, cuánto, dónde y con qué
recursos proveer», también se ha venido dando una transferencia de las decisiones
sobre «cómo producir» –es decir, con qué combinación de factores e insumos producir– desde mecanismos político-administrativos hacia mecanismos de competencia económica (no necesariamente privatización). A esta segunda forma de descentralización, donde lo esencial no es la privatización sino exponer la producción
de bienes provistos públicamente a la competencia económica, la hemos denominado «descentralización económica» (I. Finot, 1996, 2001), lo que comprende
desde diversas formas de privatización hasta hacer que los consumidores de bienes provistos públicamente puedan optar entre productores públicos y privados y
aun entre distintos productores públicos. La principal condición para que la descentralización económica coadyuve a la eficiencia sería situar a todos los productores en igualdad de condiciones para competir, y el requisito de equidad social
sería contar con subsidios explícitos que reemplacen a los implícitos que con frecuencia se dan en la producción directa. Otros autores que también estudian esta
segunda forma de descentralización son Robert Bennet (1994) y Gonzalo Martner
(1999).
Dicho esto, el presente trabajo se referirá primordialmente a la transferencia de
decisiones vinculadas con la provisión - no la producción – de bienes públicos2. Tales
decisiones pueden ser políticas – principalmente sobre «qué, cuánto, dónde y con qué
recursos proveer» - y administrativas (las necesarias para ejecutar estas decisiones
políticas), o sólo administrativas, figura esta última mediante la cual los gobiernos
nacionales utilizan las administraciones locales como sus agentes. En el primer caso
se trataría de una descentralización política; en el segundo de una descentralización
1
Económicamente, aquellos bienes públicos que, aunque «estén disponibles para todos, sus beneficios
están limitados espacialmente» (Musgrave y Musgrave, 1989). Jurídicamente, los provistos por gobiernos subnacionales.
2
Entendiendo empíricamente por bienes públicos: normas, políticas, servicios y bienes provistos por
organizaciones públicas.
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operativa o meramente administrativa3. El análisis económico de la descentralización
política se conoce bajo la denominación de «federalismo fiscal»4 mientras para estudiar la descentralización operativa puede ser útil la teoría «principal-agente» (como
lo hizo David Heymann, 1988). Siendo el objeto de este trabajo la autonomía, se profundizará en el análisis de la descentralización política.
Gráfico 2
Síntesis: Tipos de Descentralización
Gobierno central
Administración
central
Desc. Pública
Decisiones
políticas y
administrativas
Desc.
Operativa
Decisiones
administrativas
Gobierno local
Desc. Económica
Administración
local
Decisiones
sobre producción
Productos externos
b)
Hacia una teoría económica de la descentralización
Antecedentes
La descentralización se refiere al proceso de provisión de bienes públicos. Tal como
Paul Samuelson demostrara en 1954 en su artículo The pure theory of public expendi3
Para hacer estas distinciones se ha partido de observar, siguiendo a Cristian Von Haldenwang (1990)
tres sistemas diferentes en la gestión pública: el político, el administrativo y el económico. La transferencia de decisiones dentro de cualquiera de estos tres sistemas implica una transferencia de poder lo que, semánticamente, significa descentralización. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente politológico, sólo habría «descentralización» en el caso de transferencias de poder político mientras que transferir
sólo poder de decisión en lo administrativo sería solamente una desconcentración. Otra denominación
utilizada para lo que aquí denominamos descentralización operativa sería «delegación», pero según señalan Palma y Rufián (1989) toda delegación puede ser suspendida por el que delega mientras que la descentralización operativa implica una transferencia permanente de competencias administrativas.
4
Término acuñado por Wallace Oates (1972), uno de los autores que más ha contribuido a lo que podría
denominarse mejor «teoría de la provisión óptima de bienes públicos en varios niveles».
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tures, el problema básico de ineficiencia en la provisión pública es que los resultados
de un proceso votación no corresponden a las preferencias de ningún ciudadano sino,
en el mejor de los casos, es resultado de la suma de tales preferencias. A ello podría
añadirse –como estudió después la escuela Public Choice– que tanto los representantes que adoptan las decisiones como los funcionarios administrativos tienen sus propias preferencias, el predominio de la mayoría en las decisiones políticas –según lo
advirtiera Tocqueville (1835)– y el permanente riesgo de corrupción, tanto de los ciudadanos (evasión de impuestos) como de políticos y administrativos. La suma de las
diferencias entre lo que cada ciudadano esperaría por sus contribuciones a la provisión de bienes públicos, y lo que efectivamente recibe, ha sido denominado ineficiencia asignativa.
Se podría afirmar que el primer ladrillo de una teoría económica de la descentralización fue colocado por Charles Tiebout, quien en un artículo publicado dos años
más tarde (1956), A pure therory of local expenditures sostiene que, cuando existen
gobiernos subnacionales, la combinación de bienes públicos de que es provisto cada
ciudadano varía según la circunscripción en que se encuentre y entonces los ciudadanos expresan sus preferencias no sólo a través de elecciones sino «votando con los
pies», y por tanto la provisión descentralizada responde mejor a las preferencias ciudadanas que una centralizada.
Pocos años más tarde Vincent Ostrom, Charles Tiebout y Robert Warren (1961)
ampliaron esta conclusión al señalar que la relevancia de la provisión de un bien público –medida por la disposición a aportar a su provisión por parte de los ciudadanos– podía variar desde estar confinada a un vecindario (por ejemplo, una vía local)
hasta alcanzar a la mayor parte de la población del globo (por ejemplo, algunos problemas ambientales), y que entre estos dos extremos existiría un vasto potencial de
escalas de organizaciones públicas a través de las cuales los ciudadanos pudieran decidir sobre provisión de bienes públicos. La más eficiente sería aquella que correspondiera mejor con las preferencias de los respectivos interesados. Se podría llegar a
imaginar que, dadas ciertas condiciones tecnológicas, podría haber una organización
pública de escala adecuada para cada bien público. En la práctica, cada gobierno –y
su respectiva circunscripción– resultan demasiado grandes o demasiado pequeños,
pero este problema podría ser encarado a través de arreglos informales entre ellos, a
fin de crear comunidades políticas cuya circunscripción común se adecuara a cada
problema público en particular.
Estos autores señalaron también la importancia de diferenciar entre provisión y
producción de bienes públicos. Si bien sería conveniente que las circunscripciones
dentro las cuales se adoptan las decisiones sobre provisión correspondieran lo más
posible a las demandas geográficamente diferenciadas de los ciudadanos, en la medida en que las diferencias entre circunscripciones fueran sólo cuantitativas, una
misma unidad de producción, de tamaño técnicamente óptimo, podría atender las demandas de varias de ellas.
En 1972 Wallace Oates formalizó lo referido a provisión en su conocido «teorema de la descentralización», donde demuestra que, en el caso de bienes públicos
cuya demanda está geográficamente diferenciada y en ausencia de economías de escala por la provisión centralizada y de externalidades interjurisdiccionales, el nivel de
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bienestar será mayor si los niveles de consumo de dichos bienes son decididos en jurisdicciones descentralizadas que si se decide centralizadamente un mismo nivel para
todas las jurisdicciones.
Tal como lo habían señalado Ostrom, Tiebout y Warren, lo ideal para la eficiencia sería que para cada bien público hubiera correspondencia entre el ámbito de su
demanda y una circunscripción político-administrativa (ya que los procesos de decisión democrática se dan dentro de estas circunscripciones). Obviamente, «la circunscripción de tamaño óptimo» –en el límite, unipersonal– no existe pero, aun así,
la descentralización resulta preferible siempre que las ganancias por ésta sean mayores a las pérdidas de economías de escala propias de las soluciones centralizadas.
Oates se detiene en el problema de las externalidades y concluye que este problema
podría ser resuelto a través de pagos entre circunscripciones (impuestos pigouvianos).
Sobre la base de estos antecedentes es posible definir algunas condiciones para
poder lograr con la descentralización una mayor eficiencia en las asignaciones públicas, sin pérdida de equidad.
Condiciones de eficiencia
Una primera condición sería que los bienes cuya provisión se descentraliza desde
procesos democráticos nacionales hacia procesos democráticos subnacionales tengan
una demanda diferenciada intranacionalmente.
Una segunda condición sería lograr la mayor correspondencia posible entre mapas de demanda de bienes públicos descentralizables y los mapas político-administrativos que circunscriben los procesos de decisión democrática. Para reducir externalidades, más conveniente que introducir compensaciones entre circunscripciones
parece ser contar con órganos de decisión hasta los niveles más próximos al ciudadano e inducir la asociación territorial a partir de este nivel, en función de los mapas
de demanda de los distintos bienes públicos.
Una tercera condición sería que las preferencias locales estén adecuadamente representadas en los respectivos órganos de decisión. Para ámbitos subnacionales, posiblemente el sistema de representación territorial, con obligación de los representantes
de informarse e informar a sus representados, sea más adecuado que el de representación proporcional (Finot, 1990).
Una cuarta condición sería que las preferencias locales sean efectivamente reveladas, para lo cual es indispensable que las decisiones sobre gasto sean adoptadas
conjuntamente con las referidas a los aportes ciudadanos requeridos para financiar
este gasto. En consecuencia, las transferencias compensatorias deberían ser directamente proporcionales a los aportes locales (Finot, 2001).
Una quinta condición sería que las ganancias por descentralizar sean superiores
(o al menos iguales) a las pérdidas en economías de escala propias de la provisión
centralizada. Ello implica buscar un equilibrio entre ambas.
Una condición adicional, derivada de la anterior, sería que las circunscripciones
de los niveles hacia los que se descentraliza deben ser de dimensión similar. De lo
contrario, o no se descentraliza provisiones que se podría descentralizar a las circuns-
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cripciones más grandes, o se descentraliza solamente hacia éstas manteniendo la administración central para hacerse cargo de las circunscripciones hacia las que no se
descentralizó, multiplicando así administraciones.
Condiciones de equidad
Los procesos de descentralización requieren imprescindiblemente de sistemas de
transferencias destinados a compensar diferencias tanto en términos de dotaciones
iniciales como aquellas que puede suscitar la misma descentralización. Tradicionalmente se ha distinguido dos tipos de transferencias intergubernamentales: las no condicionadas («block grants»), destinadas a compensar diferencias en la capacidad de
generación de ingresos públicos, y las condicionadas, al uso y, generalmente al aporte
local («matched grants») cuyo objetivo suele ser reducir desigualdades en la provisión de servicios sociales.
Aparentemente, las transferencias más convenientes en términos autonomía serían las primeras pero tendrían el inconveniente de que generarían decisiones sobre
gasto independientes de los aportes locales, rompiendo así una condición de eficiencia. El tipo de transferencias más adecuado para la descentralización política sería
uno donde las transferencias intergubernamentales fueran subsidiarias respecto a las
decisiones locales, incluidas aquellas referidas a los aportes ciudadanos para proveerse de bienes locales. Lo conveniente entonces, según ya se mencionó, sería que tales transferencias fueran de libre disponibilidad pero proporcionales al esfuerzo fiscal
local. Para garantizar equidad, dicho esfuerzo debería ser medido como porcentaje de
los respectivos ingresos ciudadanos (I. Finot, 2006).
El tema de los servicios sociales será abordado en el punto siguiente.
Se debe señalar, finalmente, que estas condiciones de eficiencia y equidad serían
más fácilmente aplicables en el caso de Estados que se descentralizan, donde la soberanía reside originariamente en el nivel nacional, que en el de aquellos que se organizaron como federales, donde la soberanía nacional proviene de la voluntad de las partes. Ello resulta pertinente para América Latina ya que en dicha región sólo Argentina
se configuró históricamente como un Estado propiamente federal. Incluso Brasil es
resultado de un proceso de descentralización (a partir del Estado unitario que se constituyó durante el Imperio), y México y Venezuela en la práctica aún se encuentran
muy centralizados.
c) Bienes sociales y bienes territoriales, transferencias territoriales
y transferencias sociales
Bienes sociales y bienes territoriales
Al menos en términos cuantitativos, la descentralización política en América Latina
ha consistido principalmente en la transferencia a gobiernos subnacionales de la provisión de: (i) servicios de infraestructura básica (principalmente a vialidad y en algunos casos a saneamiento básico), y (ii) servicios de educación escolar y atención a la
salud, principalmente de su infraestructura.
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¿Tienen estos servicios una demanda geográficamente diferenciada? Evidentemente sí, pero no de la misma manera. Mientras en el caso de los servicios de infraestructura básica la demanda está claramente diferenciada, por factores naturales y económicos, en el caso de la educación y la salud, si bien existen diferencias en aspectos
cualitativos (principalmente por factores culturales en el caso de la educación y biológicos en el de la salud) no se podría aceptar diferencias en cuanto a nivel. En este
segundo caso la demanda estaría definida por los derechos sociales: todo habitante
tiene igual derecho a que el Estado le subsidie el acceso a un mismo nivel mínimo de
educación y atención a la salud, independientemente del lugar donde resida. Este derecho es uniforme y por tanto no solamente no se debería descentralizar los sistemas
de financiamiento que lo garantizan sino más bien se debería tender a centralizarlos
cuando estén descentralizados (Finot 1996).
Entonces, entre los servicios cuya provisión ha sido descentralizada, habría que
diferenciar claramente entre bienes «sociales», para los que el Estado en su conjunto
debería garantizar una igual satisfacción mínima, y bienes «territoriales», que serían
aquellos cuyo nivel de demanda sería conveniente que fuera definido localmente. En
el caso de los bienes sociales, las condiciones de eficiencia y equidad propios de la
descentralización política sólo caben en lo que se refiere a aspectos cualitativos y de
localización –donde la autonomía es plenamente pertinente– mientras que en lo relacionado con financiamiento es conveniente aprovechar los beneficios de la centralización en lo que se refiere a decisiones políticas y de la descentralización operativa
en lo que se refiere a la ejecución. En el cuadro 1 se sintetiza este análisis.
Cuadro 1.
Bienes Territoriales y Bienes Sociales
Casos:
Qué
Cuánto
Dónde
Tipo de Bienes
Servicios de infraestructura básica
Sí
Sí
Sí
Territoriales
Servicios de educación y atención a la salud
Sí
No
Sí
Sociales
Transferencias territoriales y transferencias sociales
Si se acepta que la función económica de la redistribución corresponde al nivel nacional (Musgrave y Musgrave, 1989; Oates, 1972) estos dos tipos de bienes deberían
tener sistemas de financiamiento diferentes: mientras la provisión de los bienes territoriales debería financiarse a través de un sistema de tributos locales y transferencias
intergubernamentales como las señaladas en el punto anterior, en caso de los bienes
sociales, si bien los gobiernos subnacionales deberían concurrir a su financiamiento,
la mayor parte de los recursos, y la definición de las normas bajo las cuales este gasto
debe ser asignado, debería corresponder al nivel nacional, pero los gobiernos subnacionales serían sus agentes ejecutores (típico caso de descentralización operativa).
Mientras en el caso de los bienes territoriales el principio de equidad sería «igual provisión a igual esfuerzo fiscal local», en el de los sociales sería «igual provisión mínima» garantizada a cada habitante por el Estado en su conjunto.
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Como conclusión: sería conveniente diferenciar claramente entre sistemas de
«transferencias territoriales», de un gobierno central a gobiernos locales, que deberían ser subsidiarias respecto a las iniciativas y los esfuerzos locales, y sistemas de
transferencias sociales, del Estado en su conjunto a personas y familias de menores
ingresos, que en el caso de los bienes sociales es conveniente que sean operados por
los gobiernos locales (I. Finot, 1996; ILPES/CEPAL, 1998). Dentro del sistema de
transferencias sociales podrían estar incluidas unas cuya finalidad sea subsidiar el acceso a algunos bienes territoriales, tales como agua potable.
d)
Enfoque
El presente trabajo tiene como objetivo presentar un estado de situación de la descentralización en América Latina con el marco teórico planteado, con la finalidad de examinar la posibilidad de que los procesos puedan orientarse a hacer viables procesos
de desarrollo local y a garantizar a los ciudadanos un igual derecho para encarar, bajo
condiciones de eficiencia y equidad, el mejoramiento de sus condiciones de vida a
través de dicho enfoque.
Se comenzará por mostrar los avances de los procesos en términos de gasto y
luego, a través del análisis de los sistemas de financiamiento del gasto descentralizado, se examinará en qué medida se cumplen o no –y por qué– condiciones de eficiencia y equidad. A continuación se revisará cómo los actuales ordenamientos territoriales político-administrativos favorecen o no las condiciones de eficiencia que la
descentralización requiere. Se concluirá con algunas conclusiones y recomendaciones para avanzar en el logro del objetivo planteado.
El análisis será enfocado a los seis países con procesos más avanzados, tres federales: Argentina, Brasil y México, y tres unitarios: Bolivia, Chile y Colombia. Eventualmente también serán considerados casos de otros países, a fin de dar una visión más general.
Los cuadros sobre gastos e ingresos fiscales son los mismos publicados en un trabajo anterior (Finot, 2005), que fueron elaborados sobre datos del Fondo Monetario
Internacional. Se encuentran algo desactualizados en razón de que aún no se cuenta
con nuevas cifras (debido al cambio acordado recientemente para su elaboración)
pero esos datos siguen siendo los únicos comparables. Los ejemplos sobre equidad
han sido elaborados en base a información generada en dos estudios recientes, uno
sobre Brasil, elaborado por Cristina Aziz (2006) y otro sobre Ecuador, elaborado por
el Consejo Nacional de Modernización de dicho país (2006).
3.
Descentralización del gasto
La distribución del gasto autónomo por niveles –sin seguridad social– en cinco de los
seis países mencionados (no se cuenta con datos comparables para Colombia), muestra cómo en los tres países federales considerados la descentralización política se
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orienta primordialmente hacia el nivel intermedio5. En los países unitarios, a su vez,
el proceso suele orientarse inicialmente hacia el nivel municipal y Bolivia –que en el
gráfico aparece con una importante participación del nivel intermedio– no ha sido la
excepción: en este país los ejecutivos departamentales han empezado a ser elegidos
solamente a partir del presente año.
Una característica general es la aún escasa participación del nivel municipal, que
contrasta con la de países desarrollados: en esos mismos años tal participación se situaba en España cercana al 20% y en Estados Unidos al 24%.
Gráfico 3
.
CHILE 8,1%
BOLIVIA 12,3%
91,9%
18,0%
69,7%
Municipal
MÉXICO 7,4%
27,7%
Intermedio
65,0%
Nacional
BRASIL
15,7%
ARGENTINA
0%
10%
20%
30,0%
54,2%
63,1%
36,9%
30%
40%
50%
60%
70%
80%
90%
100%
* Excepto Brasil: 1991-1999 y México: 1991-2000.
Nota: Para Argentina aparecen sumados el nivel municipal (10% aprox.) y el intermedio.
Fuente: Finot 2005.
En el cuadro 2 se presenta una síntesis de las principales áreas de gasto que han
sido descentralizadas en los cuatro países federales y en cinco unitarios. En los nueve
países considerados en el cuadro ha habido importantes ampliaciones de la participación de los niveles subnacionales en el gasto en servicios de infraestructura básica
(sobre todo infraestructura vial) y sólo en Brasil la gestión de los servicios de educación escolar6 y de atención a la salud está íntegramente descentralizada. En Argen5
Para el caso de Argentina no se cuenta con cifras para el nivel municipal (pero se estima que un 10%
del total del gasto público es decidido en dicho nivel).
6
Primaria y secundaria.
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tina, México, Bolivia, Chile y Colombia las decisiones sobre política de personal en
los servicios de educación escolar prestados directamente por el Estado aún se encuentran centralizadas, y en los mismos países, menos Colombia, también lo están las
del personal en atención a la salud. En Venezuela y Ecuador la descentralización de
estos servicios sociales depende de que lo requieran los gobiernos subnacionales interesados, cosa que han hecho muy pocos gobiernos subnacionales (como los de Zulia y Carabobo en Venezuela y el de Pichincha en Ecuador), pero la política de remuneraciones sigue siendo nacional, y en el Perú los municipios tienen una
participación aún muy reducida en la construcción de infraestructura de tales servicios.
En el cuadro en mención se muestra, para cada país, el nivel o niveles (M; municipal, I: intermedio) al que cada sector fue descentralizado, diferenciando en los casos de educación escolar y atención de salud entre infraestructura y personal. Las iniciales entre paréntesis reflejan, en el caso de Colombia que al nivel intermedio se le
asignó un papel subsidiario en lo que se refiere a educación y salud; en el caso de
Brasil, que la atención de salud de segundo y tercer nivel corresponde en menor medida a los gobiernos municipales (sólo a los grandes municipios), y en el de Venezuela y Ecuador que solicitar la respectiva competencia depende de cada uno de los
gobiernos subnacionales (según ya se mencionó).
Cuadro 2.
Servicios
América Latina, Nueve países: Principales
Áreas de Gasto Descentralizado
BRA
ARG
MÉX
VEN
COL
BOL
CHI
PER
ECU
Infraestr. Básica
M
I
I
I
I
M
(I)
M
I
I
M
I
M
I
Educación
Infraestr.
M
I
I
I
(I)
M
(I)
M
M
N
N
I/N
N
N
N
N
N
N
N
I
I
(I)
M
(I)
M
M
N
(I)
(M)
N
N
N
N
N
N
I
N
Infr.:
M!
N
N
N
Personal
Salud Primaria
Infraestr.
M
I
Personal
Salud
2.° y 3.er Nivel
(M)
I
I
N
En cuanto a descentralización económica, principalmente en Chile pero también
en los otros países mencionados, una gran parte de la producción (o construcción) y
prestación de los servicios de infraestructura básica ha sido descentralizada hacia
productores privados. En el caso de los servicios de educación, también en Chile –y
en menor medida en Bolivia– gran parte de los servicios financiados con recursos públicos son prestados por productores tanto públicos como privados (la Iglesia Católica en Bolivia), en condiciones levemente superiores en beneficio de estos últimos
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(lo que resta beneficios en eficiencia y en equidad). En cuanto a servicios de atención
a la salud, en Brasil tradicionalmente han participado productores filantrópicos (además de los públicos) pero el esquema más avanzado de descentralización económica
bajo condiciones de competencia entre proveedores públicos y privados de seguro y
prestaciones, y de equidad social, es el de Colombia (para mayor información sobre
este sistema ver el trabajo de Iván Jaramillo, 1997).
4.
Financiamiento del gasto descentralizado
En esta sección el análisis se concentrará en los ingresos públicos generados subnacionalmente y en las transferencias de los gobiernos nacionales a los subnacionales.
a)
Ingresos generados localmente
En lo que se refiere al nivel municipal, en todos los países los municipios cuentan con
impuestos sobre el funcionamiento de actividades industriales y comerciales (patentes). También en todos –pero con la excepción de Argentina– los impuestos sobre la
propiedad inmueble (algunos sólo sobre la propiedad urbana) son municipales. En los
países unitarios también son municipales los impuestos sobre circulación de vehículos mientras en los federales esta base pertenece al nivel intermedio.
Algunas características de los ingresos municipales generados localmente son las
siguientes: (i) la mayor parte de su recaudación se realiza en unas cuantas ciudades,
donde se concentran los ingresos y/o las actividades económicas; (ii) la subutilización de los impuestos a la propiedad inmueble, bien por la existencia de generosas
políticas de exenciones a las propiedades de menor valía, bien por avalúos crónicamente bajos de los inmuebles; (iii) vinculado con lo anterior: el predominio en muchos casos de los ingresos por cobro de tasas frente a los ingresos por impuestos; (iv)
con excepción de Brasil, limitaciones para determinar libremente las alícuotas de los
impuestos, y (v) que las contribuciones comunitarias en «tiempo» (reuniones), trabajo, materiales e incluso cuotas para la generación de bienes públicos –que en algunos países (sobre todo en los de mayor cultura de organizaciones de base)– pueden
llegar a ser muy importantes (al menos si se las contabilizara como proporción de los
ingresos de las personas) no son contabilizadas como ingresos fiscales.
En cuanto al nivel intermedio, sólo en los países federales este nivel cuenta con
impuestos importantes: en Argentina con un impuesto en cascada sobre los ingresos
brutos, en Brasil con uno sobre ventas y en México con un impuesto sobre ingresos
personales. El nivel intermedio de Colombia cuenta con impuestos sobre venta de gasolina y consumo de licores y tabaco, y el de Ecuador con contribuciones por mejoras. Otro ingreso fiscal importante para este nivel –y a veces también para algunos
municipios– pero que no es un ingreso tributario, suelen ser las regalías sobre explotación de recursos naturales, particularmente de hidrocarburos. En particular este es
el caso de algunas provincias argentinas, de algunos departamentos bolivianos y de
algunos municipios colombianos y peruanos. En general, los ingresos generados en
el nivel intermedio también suelen concentrarse en pocas circunscripciones donde se
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concentra la generación de valor agregado, los habitantes cuentan con mayores ingresos y/o se encuentran los depósitos de hidrocarburos en explotación.
En el cuadro a continuación se muestra, para nueve países, las principales bases
tributarias de cada nivel subnacional.
Cuadro 3.
Argentina
Nivel:
América Latina, Nueve Países: Bases de los Principales Ingresos
Tributarios Subnacionales
Brasil
Ingresos Ventas
brutos
(Recursos
naturales)1
México
Venezuela Colombia
Ingresos
personales
Intermedio Vehículos Vehículos Vehículos
Inmuebles
Bolivia
Venta de:
Gasolina
Tabaco
Licores
Chile
Perú
Ecuador
Compra Mejoras
vehículos
(Recursos
naturales) 1
(Recursos (Recursos
naturales) 1 naturales) 1
(Recursos
(Recursos
1
naturales)
naturales) 1
Municipal
Vehículos3 Vehículos3 Vehículos3 Vehículos3 Vehículos3 Vehículos3
Inmuebles Inmuebles Inmuebles Inmuebles Inmuebles Inmuebles Inmuebles Inmuebles
Act. Econ.2 Act. Econ. Act. Econ. Act. Econ. Act. Econ. Act. Econ. Act. Econ. Act. Econ. Act. Econ.
1
: Regalías (no son ingresos tributarios).
: Actividades económicas: comerciales e industriales.
3
: Circulación de vehículos.
Fuente: Elaborado en base legislación de cada país.
2
En el gráfico 4 se muestra la importancia que representan estas fuentes de ingreso
para los gobiernos subnacionales de algunos de estos países. Llama la atención la
baja ponderación del nivel municipal y la importancia relativa de los ingresos generados por regalías sobre hidrocarburos para el nivel intermedio en Bolivia.
La baja ponderación del nivel municipal en la generación de ingresos públicos
–en particular a través de impuestos– podría ser explicada tanto por muy extendidas
exenciones de impuestos de propiedades de menor valor como por un crónico subavalúo de los inmuebles no exentos que, además, se concentran en pocas ciudades.
Sistemas de transferencias destinados a compensar (aunque muy parcialmente) disparidades en capacidades tributarias sin estar vinculadas con el esfuerzo fiscal local,
terminan independizando el gasto de las recaudaciones locales.
En este gráfico están incluidas regalías (el caso de Bolivia) pero obviamente estos
ingresos no hacen parte del esfuerzo fiscal subnacional. Si bien se justifican en porcentajes limitados para fines de sostenibilidad económica regional y local, deben ser
considerados como transferencias.
Entonces, en principio, sólo en las circunscripciones que perciben mayores ingresos tributarios: algunas de nivel intermedio en los países federales y relativa-
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Gráfico 4
8,8%
CHILE
91,2%
BOLIVIA 4,1% 8,69%
87,2%
Municipal
MÉXICO 6,0% 19,9%
74,2%
Intermedio
Nacional
6,1%
BRASIL
ARGENTINA
32,1%
61,8%
35,7%
0%
10%
20%
64,3%
30%
40%
50%
60%
70%
80%
90%
100%
* Excepto Brasil: 1991-1999 y México: 1991-2000.
Nota: Para Argentina aparecen sumados el nivel municipal (que carece de impuestos) y el intermedio
Fuente: Finot, I. (2005).
mente pocos municipios donde se concentran los ingresos y las propiedades de mayor valor, las decisiones sobre gasto pueden basarse en los respectivos aportes ciudadanos.
b)
Transferencias intergubernamentales7
Para la mayoría de las circunscripciones subnacionales los ingresos de mayor importancia son, de lejos, las transferencias intergubernamentales. Desde el punto de
vista de la descentralización política las más importantes son las de libre disponibilidad.
Financiamiento
En aquellos países donde los servicios de educación escolar y atención a la salud no
están descentralizados (Venezuela, Ecuador, Perú) las transferencias de libre disponibilidad son utilizadas primordialmente para financiar la provisión de servicios de infraestructura básica. Venezuela destina a transferencias a los estados el 20% de los ingresos nacionales (incluidos los petroleros), porcentaje del cual 4 puntos deben ser
7
Esta parte del trabajo se basa y actualiza otro del autor (Finot, 2005), dedicado íntegramente al tema
de las transferencias, donde se podrá encontrar más detalles sobre transferencias intergubernamentales en
los seis países seleccionados (Argentina, Brasil, México, Bolivia, Chile y Colombia).
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destinados a los municipios dentro de cada estado; en Perú la «coparticipación» sobre
los impuestos nacionales a favor de los municipios alcanza al 5%; en Ecuador, el
15% (4,5 puntos a los consejos provinciales y 10,5 a los municipios). En este país a
estas transferencias se suman otras de libre disponibilidad pero de menor cuantía, algunas de carácter general y algunas destinadas exclusivamente a determinadas provincias y municipios (principalmente aquellos donde se efectúan explotaciones petrolíferas). Ello permite concluir que en dicho país la descentralización de los servicios
de infraestructura básica (sobre todo vialidad) está relativamente avanzada.
De los países donde también están descentralizados los servicios de educación escolar y atención a la salud, sólo Colombia cuenta con un sistema de transferencias sociales destinado a garantizar a todos los habitantes un acceso similar a dichos servicios. En todos los demás (Brasil, Argentina, México, Bolivia, Chile y los países de
Centroamérica) el financiamiento del gasto descentralizado en estos servicios proviene al menos en parte de recursos de libre disponibilidad. En todos estos países las
transferencias de libre disponibilidad provienen, al igual que en Ecuador y Perú, de
«coparticipaciones» en impuestos nacionales. En el caso de Brasil son calculadas sobre las recaudaciones de tan sólo dos impuestos (sobre la renta y sobre los productos
industrializados) pero en los demás países a todos o casi todos los impuestos nacionales. Esta coparticipación varía desde entre 30 y 47% para las provincias en Argentina;
44% en Brasil (21,5 puntos para los estados y 22,5% los municipios); 20% en México, hacia los estados (de los cuales 4 puntos deben ser distribuidos entre los municipios de cada estado), y 20% en Bolivia (a los municipios), hasta alrededor de un
5%, para los municipios, en algunos países de Centroamérica. Los municipios de
Brasil y Argentina perciben además coparticipaciones de algunos impuestos del nivel
intermedio: del impuesto sobre ventas los de Brasil y del impuesto sobre propiedad
inmueble los de Argentina.
En Colombia, hasta 2001 las transferencias de libre disponibilidad eran financiadas en forma similar. En ese año sin embargo se hizo un fondo con el total de transferencias intergubernamentales (coparticipación en impuestos nacionales, situado fiscal
y fondos de cofinanciación) y sobre esa base fueron creados dos sistemas de transferencias sociales (para educación escolar y para atención a la salud) y uno de transferencias territoriales. Como una saludable iniciativa para eliminar el efecto procíclico
de las «coparticipaciones» se estableció que el fondo total de transferencias (del Sistema General de Participaciones) debe crecer ya no en función de los ingresos nacionales sino en función del crecimiento del PIB de largo plazo (Colombia, 2001)8.
Otro caso en que las transferencias de libre disponibilidad no están vinculadas
con la evolución de los impuestos nacionales es el de Chile, ya que desde se inició la
descentralización a los municipios tales transferencias provienen del mismo nivel,
Entre un 50 y un 60% de los impuestos municipales va a constituir un Fondo Común
Municipal que es distribuido en forma inversamente proporcional a la percepción de
ingresos fiscales por habitante de cada municipio.
8
Esta medida favorece también a los gobiernos subnacionales, ya que pueden realizar su presupuestación plurianual sobre proyecciones firmes.
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Criterios de distribución
Los fondos de transferencias de libre disponibilidad así financiados son distribuidos
entre las circunscripciones de cada nivel bajo diferentes criterios. En Argentina esta
distribución es resultado de negociaciones entre las provincias. En Brasil, a partir de
un acuerdo entre estados realizado en 1989, el 75% de las transferencias constitucionales destinadas a este nivel se distribuye entre aquellos que pertenecen a las regiones con mayores índices de pobreza (Nordeste y Norte). En cambio en las destinadas
a los municipios se privilegia a los municipios que no sean capitales de estado (Prado
S., Cuadros W., Cavalcanti C., 2003). En México las transferencias de libre disponibilidad son directamente proporcionales a los incrementos de las recaudaciones tributarias subnacionales, cumpliendo así una condición básica de eficiencia. Si bien este
mecanismo parece equitativo –en la medida en que se premia el incremento del esfuerzo fiscal y no su valor absoluto– en los hechos los estados con mayores ingresos
logran casi siempre mejores resultados. Por otro lado, el esfuerzo tributario que se
mide no es solamente el que se refiere al respectivo gobierno estatal sino incluye los
esfuerzos de los municipios de cada estado. El mecanismo es correcto pero sin duda
tiene que ser mejorado.
En Bolivia el único factor de distribución de los recursos de «coparticipación» a
los municipios es el número de habitantes. En Colombia (Participaciones de Propósito Múltiple) y Ecuador (Ley del 15%) prima el número de pobres. En Colombia,
adicionalmente, un 10% de las transferencias es definido en función de incrementos
en recaudaciones locales. En Chile, ya se ha mencionado, las transferencias son distribuidas en forma inversamente proporcional a los ingresos fiscales por habitante, lo
que se justifica por el hecho de que por ley nacional las propiedades de menor valor
están exentas del pago del impuesto inmobiliario. Este sistema, si bien constituye un
buen mecanismo de redistribución, claramente no incentiva el pago de impuestos locales ni contribuye a que el gasto local se decida sobre la base de los aportes de los
ciudadanos9.
Condicionamientos
En Ecuador y Perú las transferencias de libre disponibilidad no tienen condicionamientos. En Venezuela deben ser gastadas al menos en un 50% en formación bruta de
capital.
En Argentina las transferencias son en principio de total libre disponibilidad, pero
hay una partida que en la práctica está destinada exclusivamente a remuneraciones de
profesores de educación escolar, régimen que actualmente se acuerda en el nivel nacional.
En Brasil, donde todas las decisiones sobre gasto en educación escolar y atención a la salud están descentralizadas, se ha tendido a condicionar no sólo las trans9
En un trabajo anterior planteamos que con la finalidad de involucrar a los ciudadanos en la gestión local habría tender a universalizar la obligación de pagar estos impuestos con la condición de que los beneficios redistributivos por pagarlos sean muy evidentes (Finot, 1996).
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ferencias sino todo el gasto subnacional en función de objetivos sociales y a limitar
el gasto en personal. A la obligación constitucional (para ambos niveles) de dedicar
a educación escolar como mínimo un 25%, y de gastar en salud un 12 % los gobiernos intermedios y un 15% los municipales, se sumó la prohibición de gastar en personal más del 50% (establecida por la Lei de Responsabilidade Fiscal). Para el
caso de la educación escolar, se cuenta además con un sistema de transferencias (el
FUNDEF) destinado a reducir desniveles interjurisdiccionales, y para el de la salud, con otro (el Sistema Único de Salud) orientado en la misma dirección. En Brasil se han ido creando además múltiples transferencias sociales financiadas a través
de «contribuciones», que equivalen a nuevos impuestos pero que son designados
así ya que nuevos impuestos deberían ser obligatoriamente coparticipados (J.
Afonso, 2006).
En México en cambio desde el inicio del proceso se diferenció entre transferencias de libre disponibilidad, sin ningún condicionamiento en su gasto, y transferencias destinadas a educación escolar y a servicios de salud.
En Bolivia las transferencias a los municipios tienen una baja condicionalidad
(15% como máximo para personal) y en Chile ninguna, pero dada la cuantía relativamente baja de estas transferencias, en ambos países la infraestructura (particularmente la social) es financiada principalmente a través de fondos de cofinanciamiento,
para los que suele requerirse aportes locales, a través de los cuales son ejecutadas políticas nacionales. Algo similar ocurre en Centroamérica. En la práctica muchas veces
transferencias en principio de libre disponibilidad son utilizadas en gran parte para financiar aportes locales a políticas nacionales.
El primer país descentralizado en el que se ha hecho una nítida diferenciación
entre transferencias sociales y transferencias territoriales ha sido Colombia
(2001), cuyo Sistema General de Participaciones establece, por un lado, sendos
sistemas de transferencias sociales para educación y salud10, y por otro, transferencias territoriales, denominadas «Participaciones de Propósito Múltiple», las
cuales deben ser destinadas en un 41% a agua potable y alcantarillado y en un
10% a deporte y cultura. Las transferencias sociales son distribuidas entre circunscripciones municipales y departamentales en función de carencias y niveles de ingreso de los habitantes pero los gobiernos municipales –y subsidiariamente los departamentales– deben asignarlas (bajo la forma de subvenciones y subsidios)
siguiendo estrictamente normas definidas nacionalmente. Actualmente un 85% del
Sistema General de Participaciones es destinado a educación escolar y atención de
salud.
En el gráfico 5 se presenta una síntesis actualizada de la evolución de los sistemas
de transferencias.
10
Este proceso se inició en 1993 con la reforma de sus sistema de salud, que permitió la incorporación de
todos los proveedores de propiedad social y también establecimientos privados a la provisión de seguro y
prestación de servicios, instaurando un sistema de subsidios similar al chileno pero extendido a subsidiar
los costos totales (incluyendo infraestructura) de los servicios prestados por los diferentes proveedores
(I. Jaramillo, 1997).
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Gráfico 5
2
Chile
Autonomía de
gasto
Regalías
México
(Ramo 28)
Perú, Ecuador
Argentina
Venezuela
–
1
+
Bolivia
Brasil
Brasil
Colombia
+
Vinculación
con esfuerzo local
Colombia
Bolivia
Fondos de
cofinanciamiento
Chile
Transferencias para fines benéficos:
México, Brasil y Argentina
3
Transferencias sociales (Chile),
Colombia 2001
–
4
Fuente: Versión actualizada de un gráfico similar presentado en Finot, 2005.
Transferencias sociales
Si bien en Colombia se ha efectuado la diferenciación completa entre transferencias territoriales y transferencias sociales, ya mencionada, en varios otros países,
tanto federales como unitarios, han sido instaurados sistemas de transferencias sociales directas del nivel nacional hacia personas y familias. La experiencia más importante es la de Chile, donde si bien la infraestructura social aún es financiada a
través de transferencias territoriales, la base para las transferencias destinadas a
educación escolar y para la asignación de múltiples subsidios –donde el más importante es el destinado a atención de salud– es un sistema de evaluación de beneficiarios que está a cargo de las administraciones municipales, que en esto actúan claramente como agentes de una política nacional de redistribución del ingreso. En la
misma Colombia, el Sistema de Beneficiarios (SISBEN), inicialmente instaurado
para el sistema de salud, contemporáneamente es utilizado para asignar todos los
subsidios (incluidos los de educación) y transferencias directas denominadas «Familias en Acción».
A su vez, los cuatro países federales de la región cuentan con sistemas de transferencias sociales directas desde el nivel nacional hacia familias y personas: en Argentina, el programa «Jefes y Jefas de Hogar»; en Brasil, la «Bolsa Familia» (donde tam-
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bién concurren los otros niveles); en México, el programa «Oportunidades», y en Venezuela distintas «Misiones». En Brasil y México la tarea de evaluar beneficiarios de
estos programas ha sido confiada a gobiernos subnacionales (a los municipales en
Brasil y a los de nivel intermedio en México), en Argentina a «consejos consultivos»
locales, integrados en 2/3 por ONG’s (www.trabajo.gov.ar), y en Venezuela a funcionarios del gobierno nacional apoyados por organizaciones sociales.
En síntesis, al iniciarse los procesos sólo en México se hizo una clara diferenciación entre bienes territoriales y bienes sociales y se estableció que las transferencias
de libre disponibilidad fueran subsidiarias respecto a los esfuerzos subnacionales. Sin
embargo ni siquiera en el país mencionado se hizo una clara diferencia entre transferencias territoriales (a los gobiernos subnacionales) y transferencias sociales (a las
personas y a las familias).
Contemporáneamente, sin embargo, se advierte una clara tendencia no sólo a diferenciar entre bienes sociales y territoriales sino a hacer lo propio con las transferencias, como pioneramente ya lo ha hecho Colombia. La transformación de las transferencias intergubernamentales de territoriales en sociales resulta más difícil en los
países federales pero Brasil encontró el camino para hacerlo (vía «contribuciones»).
A su vez, los relativamente limitados avance de la descentralización hacia los municipios en Argentina y México, y de la descentralización en general en Venezuela, permiten avizorar la posibilidad de establecer dicha diferenciación en nuevos avances.
En todos los países, en la medida en que se progrese en esa diferenciación se podría avanzar en que las transferencias territoriales sean efectivamente subsidiarias
respecto a decisiones autónomas de municipios y de gobiernos de nivel intermedio.
5.
Organización territorial político-administrativa
Otro factor decisivo para que poder avanzar en descentralización –y que ésta contibuya a la eficiencia y a la equidad– sería ir adecuando en función de tal objetivo la
organización político-administrativa, que comprendería tanto el ordenamiento territorial como las formas de participación política y social.
a)
Ordenamiento territorial
El actual ordenamiento territorial político-administrativo de los países de América
Latina proviene en gran parte de la organización territorial colonial, ordenamiento a
partir del cual se ha venido dando un fraccionamiento en el nivel intermedio, un gran
crecimiento demográfico de algunos municipios urbanos y una multiplicación de pequeños municipios en el sector rural.
Una primera observación del actual ordenamiento territorial se refiere entonces al
nivel municipal. En América Latina están organizados como municipios tanto enormes conglomerados urbanos, con varios millones de habitantes, como localidades a
veces con menos de cien habitantes. ¿Cómo decidir qué descentralizar hacia un «nivel municipal» tan extremadamente heterogéneo? Paradójicamente con frecuencia
los procesos de descentralización en vez de frenar esta tendencia han estimulado la
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multiplicación de municipios rurales, sobre todo cuando está previsto que una parte
de las transferencias intergubernamentales sea desembolsada a cada municipio independientemente de otras variables. Este es el caso, por ejemplo, de Brasil, donde se
estima que el número de municipios casi se duplicó desde 1988 (cuando se instauró
el proceso). Como resultado, mientras en las grandes ciudades se pierden las ventajas
de la descentralización la multiplicación de pequeños municipios conspira contra los
beneficios de las economías de escala.
Contrasta con esta situación la inexistencia de políticas que obliguen al fraccionamiento –o al menos a la descentralización política– de los «mega-municipios» y a la
fusión –o al menos el consorciamiento– de los «micro-municipios», a fin de reducir
la heterogeneidad municipal y lograr mayores coincidencias entre los mapas políticoadministrativos y la demanda diferenciada de bienes públicos. Sin embargo, la reciente aprobación en Brasil de una ley por la cual se establece que las asociaciones
entre gobiernos son de derecho público, y por tanto son posibles receptoras de transferencias intergubernamentales, es sin duda una medida beneficiosa para estimular la
asociación entre circunscripciones.
La excepción en lo que se refiere a ordenamiento territorial la hace Chile, donde
(según el Censo de 2002) la comuna (municipio) más poblada (Puente Alto) apenas
sobrepasa los 500.000 habitantes pero se vislumbra que pronto será fraccionada. El
mismo gran Santiago está conformado por varias decenas de municipios, donde el
municipio central, Santiago, sólo cuenta con 201.000 habitantes. Además, desde hace
algunos años se está estimulando, a través de transferencias adicionales, la asociación
de municipios rurales contiguos.
Una segunda observación sobre ordenamiento territorial se refiere al nivel intermedio. En la mayoría de los casos –ya se ha mencionado– este nivel se caracteriza
por un gran fraccionamiento y, nuevamente con excepción de Chile, los intentos por
orientar la descentralización hacia regiones que agrupen las actuales circunscripciones no han prosperado. Sin embargo Perú ha retomado recientemente esa senda: si
bien se resolvió que los departamentos cuenten con gobiernos electos, la asignación
de potestades tributarias y de transferencias de libre disponibilidad que las complementen está condicionada a que los departamentos se agrupen en regiones (en cada
caso, previo plebiscito).
Mientras tanto en algunos países en un fraccionado nivel intermedio coexisten con diversas funciones que a veces se traslapan –gobiernos electos con órganos desconcentrados del gobierno central (el caso, por ejemplo, de Ecuador) y, más frecuentemente, con organismos de desarrollo regional administrativamente descentralizados
cuya jurisdicción alcanza a varias circunscripciones de este nivel (a los que se hizo
mención en la introducción). Esto también ocurre en Ecuador pero también, por
ejemplo, en Colombia. En Brasil también ocurre algo similar, pero en este caso, dada
las dimensiones de este país, es muy posible que se justifique que el gobierno federal
cuente con órganos supra-estaduais de desarrollo regional.
Ya se ha mencionado también que el agrupamiento de circunscripciones de nivel
intermedio es más difícil en los países federales pero tanto en estos países como en los
unitarios la escasa coincidencia entre macro-regionalizaciones y circunscripciones político-administrativas de nivel intermedio es uno de los factores técnicos que frenan
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una mayor descentralización hacia este nivel, que en los países unitarios en algunos
casos aún requeriría de la elección directa de representantes (aun es indirecta en Chile
y Bolivia) y de su Ejecutivo (aun designado en Chile) y en todos, de la asignación de
bases tributarias más amplias. Posiblemente los únicos países para los que no sería
conveniente instaurar gobiernos intermedios autónomos serían los de Centroamérica,
no solo por su dimensión relativamente menor sino porque el proceso de integración
estaría conduciendo a esta subregión a una unidad territorial de tres niveles.
Una tercera observación tiene que ver con el relacionamiento entre ambos niveles
subnacionales: incluso en los países unitarios con frecuencia subsisten ordenamientos
legales que establecen una relación jerárquica entre el nivel municipal y el intermedio. Esto es aún más pronunciado en el caso de los países federales, donde con frecuencia la descentralización hacia el nivel municipal depende del respectivo gobierno
de nivel intermedio. En el caso de la Argentina hasta los impuestos sobre inmuebles
están centralizados en dicho nivel. Ello constituye sin duda un gran obstáculo para el
desarrollo económico local, no sólo en la medida en que éste depende en gran parte
de que se pueda contar con procesos de decisión autónoma en los niveles más próximos al ciudadano que, por agregación, se adecuen a demandas de bienes públicos de
mayor ámbito, sino porque tal desarrollo requiere del respaldo de políticas nacionales. Este obstáculo ha sido claramente superado por Brasil, en cuya Constitución se
establece que la União está conformada por estados, municipios y por el distrito federal, y que entre estados y municipios sólo caben relaciones de coordinación. Es más:
muchos arranjos produtivos locais apoyados por el gobierno federal comprenden
municipios de varios estados.
También en los países unitarios persisten resabios que subordinan en alguna medida la autonomía municipal a los niveles intermedios. En Chile por ejemplo, los proyectos propuestos por los municipios deben ser aprobados no solamente por órganos
desconcentrados del nivel nacional sino, en última instancia, por el respectivo Consejo de Desarrollo Regional (del nivel intermedio).
Una cuarta observación, que tiene que ver con descentralización intramunicipal,
se refiere a órganos submunicipales electos. En Colombia, Venezuela y Ecuador, al
mismo tiempo que los órganos municipales, son elegidas Juntas Parroquiales (Venezuela, Ecuador) o Juntas Administradoras Locales (Colombia), cuya principal función práctica es atraer gasto de otros niveles y controlar su ejecución. Sin embargo,
Colombia (Pasto) y Ecuador (Cuenca) cuentan con interesantes experiencias exitosas
de planificación participativa donde se ha otorgado a estos órganos poder de decisión
sobre gasto municipal correspondiente a su ámbito.
b)
Representación y participación ciudadanas
Según se desprende del análisis económico, una adecuada representación y participación ciudadanas bajo condiciones de igualdad no es solamente un ideal democrático
sino una condición para que la descentralización contribuya a la eficiencia.
En lo que se refiere a representación, paradójicamente mientras en el nivel nacional se tiende a territorializarla, en el nivel municipal (con excepción de Panamá y
Cuba) se conserva el sistema de representación proporcional, sistema evidentemente
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adecuado para la conformación de una cámara de diputados en el nivel nacional pero
no para el nivel municipal. Siguiendo a Luis Morell (1984), el sistema más recomendable para este nivel sería uno territorial, preferentemente no uninominal sino por
distritos con identidad histórico-geográfica, con al menos un representante por distrito, y un número adicional proporcional al número de habitantes11.
En cuanto a participación ciudadana, sin duda el hecho de que los gobernantes locales sean electos representa un avance muy significativo respecto a cuando eran designados por el gobierno central, pero por lo general el concepto de autogobierno que
la descentralización debería implicar está aún muy distante. Contrasta con este hecho
la fortaleza que adquirieron las organizaciones de base durante las dictaduras y/o
como alternativa ante la escasa presencia territorial del Estado. Por ejemplo, en Bolivia, hasta 1994, en que la población rural fue incorporada a la jurisdicción municipal,
las comunidades campesinas cumplían la función de pequeños gobiernos locales a
través de formas de democracia directa (J. Albó, 1988), desarrollando una cultura de
autogobierno territorial que luego se trasladó a los ámbitos urbanos a través de las
migraciones campo-ciudad (I. Finot, 1990).
En general en América Latina contrasta la participación democrática en organizaciones de base, incluidas decisiones sobre gasto que implican aportes de sus miembros, con una cultura oficial en que se espera que todo sea resuelto por los gobiernos
al mismo tiempo que se trata de evadir por todos los medios los necesarios aportes
ciudadanos12. Con frecuencia la evasión queda legitimada por la sospecha fundada de
corrupción por parte de quienes manejan los recursos públicos.
Junto con mejorar la representación ciudadana se hace imprescindible generar
mecanismos para que la cultura desarrollada en las organizaciones de base se traslade
hacia los gobiernos locales, fortaleciendo para ello el papel de agentes que los gobernantes tienen respecto a sus principales, que son los electores. Para ello es necesario
circunscribir la participación ciudadana a decisiones relevantes, donde el beneficio
de participar sea superior al costo de hacerlo. El punto de partida sería contar con información inteligible, tanto de base como de gestión y de resultados, oportuna y circunscrita a lo relevante. Otro factor decisivo puede ser la valorización e incorporación en los esfuerzos fiscales locales las contribuciones comunitarias, como ya ha
sido establecido en Guatemala (2001).
Los avances más significativos en materia de participación social en decisiones y
control del gasto son seguramente los logrados en Bolivia a través de la Ley de Participación Popular (1994), y los presupuestos participativos de Brasil. En el primer
caso el desembolso de las transferencias a los municipios está condicionado a que éstos cuenten con Planes de Desarrollo y Programas Operativos Anuales elaborados
con la participación de los ciudadanos a través de sus organizaciones territoriales de
base (generalizadas en Bolivia), y con Comités de Vigilancia elegidos por dichas organizaciones, a cargo de vigilar que el gasto municipal corresponda a lo acordado y
sea ejecutado correctamente. En la práctica, una buena parte de los proyectos ejecutados no corresponde finalmente con lo acordado pero incluso así se estaría involu11
12
Venimos sosteniendo este punto de vista desde hace varios años; ver, por ejemplo, Finot, 1990.
Lo que resulta estimulado por las condonaciones de deuda que periódicamente se realizan.
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crando en estos procesos participativos al menos un 50% de los ciudadanos (sobre
todo en el sector rural)13.
Los presupuestos participativos de Brasil, a su vez, son procesos de selección de
proyectos de pequeña escala, cuya inclusión en el presupuesto es decidida por consejos de representantes de organizaciones sociales (Conselhos de Orçamento Participativo). Se estima que donde se ha adoptado esta modalidad, lo así decidido por lo general no sobrepasa un 20% de los presupuestos municipales pero existe evidencia de
que al menos en Porto Alegre, el municipio donde se desarrolló primero esta modalidad de participación, ella ha resultado estimulando a los ciudadanos participantes a
no evadir impuestos municipales (Martha Harnecker, 1995). Es interesante comprobar que en los dos casos citados (el de Bolivia y el de Brasil) los nuevos órganos de
decisión y de control han resultado reemplazando parcialmente las funciones de los
concejos municipales, cuya falta de representatividad (debido al sistema como es elegido) se hace evidente.
Dadas estas experiencias, es posible que, si junto con una reforma del sistema de
elección de representantes locales, se instaura órganos electos de nivel submunicipal,
con poder de decisión pero que, al igual que otros niveles, estén obligados a planificar y presupuestar participativamente, se pueda canalizar mejor la cultura de participación y autogobierno que hasta ahora se expresa primordialmente a través de organizaciones sociales de base.
6.
Conclusiones
1.
Los procesos de la región iniciados entre los años 80 y 90 se caracterizan por la
descentralización política pero en la medida en que fueron orientados primordialmente hacia la ejecución de políticas sociales y/o representaron riesgos para
la estabilidad, se tendió a que las transferencias intergubernamentales –e incluso
el gasto, como en Brasil– fueran cada vez más condicionadas, lo que si bien contribuyó al logro de la ejecución de dicha políticas y a la estabilidad, fue restando
autonomía, sobre todo a las circunscripciones, mayoritarias, con menores recaudaciones locales.
2. Cuando fueron iniciados los procesos de la región no se hizo una clara diferenciación entre transferencias territoriales y transferencias sociales. Contemporáneamente sin embargo se puede observar una tendencia general en esta dirección, la
que se ha concretado en Colombia, aunque sin otorgar a las transferencias territoriales un carácter estrictamente subsidiario respecto a las decisiones y los esfuerzos fiscales locales.
3. Excepto en el caso de Chile, los procesos de descentralización política no han
implicado modificaciones en el ordenamiento territorial político-administrativo.
En la mayor parte de los países este ordenamiento aún se caracteriza por un fraccionamiento en el nivel intermedio y una enorme heterogeneidad demográfica en
13
Posiblemente sería más conducente definir que una parte fija del presupuesto municipal será decidida
co las organizaciones de base.
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7.
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Finot, I.
el nivel municipal. Este hecho dificulta el avance de los procesos bajo condiciones de eficiencia.
Con excepción de Brasil, persiste una tendencia a subordinar el nivel municipal
no solamente al nivel nacional sino también al intermedio. Esto, junto con la
mencionada heterogeneidad municipal y la débil capacidad de este nivel para poder contar con aportes ciudadanos tiene que ver sin duda con la limitada participación municipal en la gestión pública que aún caracteriza a la región. De hecho
sólo es posible observar vigorosas gestiones municipales en circunscripciones en
las que, por concentrarse en ella los ingresos y la propiedad, cuentan con mayor
autonomía relativa. La evidente desigualdad en términos de autonomía efectiva
ocasiona una notable diferenciación en el derecho ciudadano a proveerse de bienes públicos locales.
La profundización de la descentralización debería contemplar reordenamientos
territoriales orientados a que las circunscripciones político-administrativas se
adecuen mejor a las diferenciaciones geográficas de la demanda de bienes públicos y, simultáneamente, la transferencia de la provisión de dichos bienes –incluidos los medios de financiamiento– a los correspondientes gobiernos subnacionales, solos o asociados, diferenciando claramente entre aquello que tales
gobiernos podrán decidir autónomamente y aquello que ejecutarán como agentes
del gobierno nacional.
Si bien se registran algunos avances importantes en participación social en la
gestión municipal, aún no se habría logrado incorporar plenamente importantes
culturas participativas y aun de autogobierno en la gestión pública. Ello estaría
mostrando una inadecuación de las modalidades adoptadas para lograr este objetivo que comprende, por ejemplo, la no contabilización de las contribuciones que
a través de estas organizaciones realizan los ciudadanos en la provisión de bienes
públicos.
Con excepción de Panamá y Cuba, en todos los países los representantes de los
ciudadanos en los gobiernos municipales aún son electos por el sistema de representación proporcional cuando los sistemas electorales más adecuados para la
elección de representantes en órganos de este nivel serían los de representación
territorial. La profundización de la descentralización debería contemplar la modificación de los sistemas electorales en el sentido planteado y también la instauración de órganos electos en un nivel submunicipal e incentivos para canalizar en
beneficio de la gestión pública culturas endógenas de autogobierno y participación directa, tales como la contabilización y valorización de las contribuciones
comunitarias.
Con excepción de Brasil, la descentralización política, incluso en los países en
que más ha avanzado, es un proceso históricamente reciente. En otros, como los
centroamericanos y Paraguay, apenas incipiente, y en varios aún deben ser encarados, como en lo que se refiere al nivel municipal en Argentina y México. La
necesidad de aumentar la competitividad económica a través del desarrollo local
y de situar a todas las localidades en igualdad de oportunidades para acometerlo,
podría representar una oportunidad histórica para profundizar la descentralización bajo mejores condiciones de eficiencia y equidad. La tendencia observada a
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diferenciar las transferencias sociales de las territoriales permitiría avanzar en
este propósito.
9. El principio en el que debe basarse una nueva visión sobre las transferencias intergubernamentales es la igualdad jurídica del ciudadano, que en lo que se refiere
a bienes sociales implicaría «igual nivel de provisión mínima garantizado por el
Estado en su conjunto» y en el de los bienes territoriales «igual nivel de provisión a igual esfuerzo fiscal». Para poder avanzar en esta dirección se debería partir de establecer cuál es la situación actual. Primeras aproximaciones permiten
advertir situaciones de gran inequidad en ambos sentidos (ver Anexo).
10. La descentralización no basta para propiciar el desarrollo local, ni siquiera bajo
las condiciones de eficiencia y equidad planteadas. Para lograrlo es necesario
contar además con políticas proactivas de niveles superiores que lo induzcan y
faciliten. Además de políticas generales de apoyo a la investigación y a la pequeña y mediana empresa, sería necesario inducir asociaciones territoriales en
función de diferenciaciones geográficas de la demanda y proveer servicios de infraestructura básica que transcienden los ámbitos municipales. La planificación
regional parece tan indispensable como la descentralización para hacer viable el
desarrollo local.
7.
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ANEXO: Análisis de Equidad en Brasil y Ecuador
La diferenciación entre bienes territoriales y bienes locales ha sido adoptada para
analizar equidad en dos estudios recientes: uno para Brasil, país organizado descentralizadamente desde su constitución como República, realizado por Cristina Aziz
(2006), y otro para Ecuador, país unitario donde la descentralización alcanza aún
muy limitadamente a los servicios de educación escolar y atención a la salud, efectuado por el Consejo Nacional de Modernización de dicho país (Ecuador, CONAM
2006).
1.
Bienes territoriales
En Brasil se calculó el esfuerzo fiscal subnacional en todos los estados, comprendiendo los niveles estadual y municipal, como una relación entre la suma de ingresos
fiscales propios de ambos niveles y el respectivo PIB (T/Y). En el cuadro A1 se
puede observar que este esfuerzo es bastante similar entre regiones pero con notable
variaciones al interior de cada una.
Cuadro A1.
Regiones
Norte
Región
9,3%
Brasil: Esfuerzo Fiscal por Regiones, 2002
(En reales)
Máximo
Mínimo
Tocantins: 14,6%
Amapá: 6,8%
Nordeste
10,3%
Ceará: 12,2%
Sergipe: 8,7%
Centro-Oeste
10,6%
Mato Grosso: 12,4%
Distrito Federal: 8,2%
Sudeste
10,7%
Espírito Santo: 12,3%
Río de Janeiro: 9%
9,0%
Santa Catarina: 9,4%
Rio Grande do Sul: 8,7%
Sur
Fuente: Aziz C., 2006.
A continuación se calculó el gasto en bienes territoriales restando del total del
gasto decidido por los gobiernos subnacionales en cada estado, aquel destinado a
bienes sociales, definidos por la autora como educación escolar, atención de salud,
asistencia social y vivienda. Según se puede observar en el cuadro A2, por un
mismo esfuerzo fiscal un habitante de la región Nordeste recibe en bienes territoriales la mitad o menos que en otras regiones. Y por supuesto también se puede observar grandes disparidades dentro de cada región. Si bien el mayor gasto en la Región Norte podría justificarse por el mayor costo de lograr niveles similares de
provisión en una región selvática, no se encuentra una argumentación similar para
las otras regiones.
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Cuadro A2.
Regiones
Brasil: Gasto en Bienes Territoriales por Esfuerzo Fiscal
según Regiones, 2002
(En reales)
Esfuerzo
Fiscal
(T/Y)
Gasto por Hab. en
Bienes Territoriales
(En reales)
Reales por 1 punto
de esfuerzo fiscal
Comparación
Respecto a
Región Nordeste
Norte
9,3%
868
93
222
Nordeste
10,3%
430
42
100
Centro-Oeste
10,6%
833
78
188
Sudeste
10,7%
679
63
152
9,0%
681
76
181
Sur
Fuente: Elaborado en base a datos de Aziz C. (2006).
En el caso de Ecuador, para calcular el esfuerzo fiscal subnacional fueron utilizados los datos sobre ingresos personales de la Encuesta de Hogares, expandiendo la
muestra a nivel de provincia y, por agregación, a región.
Como era de esperar el esfuerzo fiscal subnacional es apreciablemente menor que
en Brasil pero, nuevamente, por cada punto porcentual que destine un ecuatoriano a
tributos subnacionales obtendrá 31 dólares si vive en la Costa, casi 40 si habita en la
Sierra y 65 si reside en la Amazonía.
Cuadro A3.
Ecuador: Gasto en bienes territoriales* por habitante
y esfuerzo fiscal, según región.
Promedio 2003-2004 (en dólares)
Esfuerzo Fiscal
Subnacional
(TS/Y)
Gasto en Bienes
Territoriales
por habitante
(dólares)
Dólares por
Habitante por Punto
de Esfuerzo Fiscal
Subnacional
Comparación
respecto
a la Costa
Costa
2,7%
84,88
31,21
100
Sierra
2,2%
87,60
39,49
127
Amazonía
3,9%
251,47
64,72
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Región
* Gasto en Bienes Territoriales = Gasto Subnacional – Gasto en Salud y Educación.
Fuente: Elaborado sobre datos de Ecuador, CONAM (2006).
Si se aplica a las cifras mostradas un factor de densidad, las disparidades entre
Costa y Sierra aumentan, y la cifra para la Amazonía se justifica (asumiendo en general el supuesto de que a menor densidad corresponde un mayor costo por habitante
para alcanzar un nivel similar de provisión). Por otro lado, es posible observar notables disparidades al interior de cada región (ver Cuadro A4). Y por cierto, en Brasil es
posible observar una disparidad intra-regional similar.
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Cuadro A4. Ecuador: Gasto en bienes territoriales* por habitante,
por punto de esfuerzo fiscal subnacional, según región y provincia con máximo
y mínimo en cada región, promedio 2003-2004 (en dólares)
Región
Dólares por Habitante
por Punto de Esfuerzo
Fiscal Subnacional
Máximo
Mínimo
Costa
31,21
Manabí: 60,04
El Oro: 26,85
Sierra
39,49
Bolívar: 71,80
Chimborazo: 28,91
Amazonía
64,72
Napo: 107,58
Morona Santiago: 50,52
* Gasto en Bienes Territoriales = Gasto Subnacional – Gasto en Salud y Educación.
Fuente: Elaborado sobre datos de Ecuador, CONAM (2006).
Para ambos países se debería perfeccionar la información a fin de medir con mayor precisión las distancias entre la situación actual y una que correspondiera a «igual
provisión a igual esfuerzo». Por ejemplo, además del factor densidad habría que tomar en cuenta los acervos ya existentes en cada región. Aun así, es evidente que existen notables disparidades y en el caso de Ecuador (y con seguridad también en el de
Brasil) sobre todo entre provincias (o estados) con características físicas similares.
2.
Bienes sociales
En Brasil, el gasto en bienes sociales por pobre (definidos para este país como educación escolar, atención a la salud, asistencia social y vivienda) respecto a la región
Nordeste resulta ser el doble en el caso de la región Norte y alrededor de 3.6 veces
mayor en las otras regiones.
Cuadro A5.
Brasil: Gasto en Bienes Sociales por Pobre, según Región, 2002
(en reales)
Gasto en Bienes Sociales/Número
de Pobres (En reales)
Comparación Respecto
a Región Nordeste
1695
199
851
100
Centro-Oeste
3108
365
Sudeste
2975
350
Sur
3092
363
Regiones
Norte
Nordeste
Fuente: Aziz C. (2006).
Sin embargo al interior de cada región hay grandes disparidades:
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Cuadro A6.
Brasil: Gasto en bienes sociales por pobre, según región y máximos
y mínimos en cada región, 2002 (en reales)
Regiones
Región
Norte
1.695
Nordeste
851
Máximo (Reais)
Mínimo (Reais)
Acre: 2.180
Pará: 894
Sergipe: 1135
Maranhaô: 632
Centro-Oeste
3.108
Distrito Federal: 4.777
Mato Grosso: 2.219
Sudeste
2.975
Sao Paulo: 4.115
Espírito Santo: 2.036
Sur
3092
Santa Catarina: 41.81
Paraná: 2.323
Fuente: Aziz C. 2006.
En Ecuador, mientras en la provincia de Orellana se gastaba en promedio 240 dólares por pobre en edad escolar, en la provincia de Pastaza este gasto alcanzaba a 889
dólares, 3,7 veces más, y en Galápagos a 3.538, 14 veces más.
Gráfico A1. Ecuador: Gasto en educación por pobre en edad de escolar,
según provincias, 2003-2004
(en dólares)
1.000
900
800
Dó lar e s
700
600
500
400
300
200
100
PA
ST
AZ
A
LO
JA
NA
PO
CH
A
PI
CH
IN
AZ
UA
Y
R
BO
LI
VA
SU
CU
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BI
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S
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M
ER
AL
DA
S
TU
NG
UR
AH
UA
LO
S
RI
OS
0
OR
EL
LA
NA
08b Finot
Fuente: Ecuador, CONAM, 2006.
En cuanto al gasto en salud por pobre, varía desde 30 dólares al año en Los Ríos
hasta 119 en Zamora Chinchipe (de 1 a 4). En Galápagos este mismo indicador alcanza a 384 dólares (13 veces más). El mismo indicador para gasto en atención primaria de salud por municipios muestra diferencias mucho mayores (de 1 a 312).
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Gráfico A2. Ecuador: Gasto en atención a la salud por pobre, según provincias
2003-2004
(en dólares)
140
120
Dó lar e s
100
80
60
40
20
pe
hi
o
nc
ap
Ch
i
N
ja
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El
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ra
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G
ua
s
Ri
o
s
0
Lo
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Fuente: Ecuador, CONAM, 2006.
Si se corrige estos resultados por densidad (para prestar un servicio de igual calidad en una región de baja densidad se requiere más recursos que en una de alta densidad), las proporciones se mantienen similares en ambos casos (aunque con diferentes
provincias en los extremos) para el territorio continental y aumentan respecto a Galápagos.
También en el caso de los bienes sociales se debería perfeccionar la información
a fin de medir con más precisión las diferencias entre la situación actual y lo que
constituiría un igual nivel de provisión. Para las regiones más alejadas, adicionalmente al factor densidad habría que tomar en cuenta el mayor costo relativo de contar con personal de nivel equivalente. De todas maneras las disparidades ya son evidentes –incluso en un país unitario como Ecuador– y se debería tender a igualar
estos indicadores.
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