—Lo dejo en sus manos y espero que esté a la altura. Y si algo falla

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—Lo dejo en sus manos y espero que esté a la altura.
Y si algo falla, usted pagará por eso. Desde luego, olvídese
de seguir trabajando en la editorial si a mi hijo le pasa
algo o me trae problemas. Y al revés: si el viernes cuando
nos despidamos todo ha sido un agrado, si no ha habido
asaltos o pataletas o escándalos… veré cómo lo podemos
premiar. ¿Está claro? Yo no juego, señor Garzón. Yo no he
llegado donde estoy sólo buscando inspiración o leyendo
a Balzac. Cuido lo mío. Sé lo que valemos. No somos
una estirpe más. Haga lo posible para que pueda seguir
comportándome como el caballero que soy. ¿Entendido?
Rafa golpea la ventana.
Sonríe como el niño que es.
Está más que claro que ha conseguido el botín por el
que vino a estos lados.
Avanzan rumbo al norte, hacia la Costanera Norte, por
la Norte Sur. Rafa desea pasar por una picada que Juan Sevilla Bilbao le ha dicho que es notable, pero Alfredo sugiere
que es mejor que pidan room-service cuando lleguen al
hotel W pues están atrasados y tienen la cena de bienvenida.
Esto no se mueve.
Algo pasó, concluye Sevilla.
¿No hay otra vía? Esto está peor que el Tlalplan, reclama Rafa.
Confíe, confíe.
Eso trato.
«La autopista del sur», comento.
Mi padre fue amigo de Cortázar. ¿Sabía, mister experto? Pero después se alejaron. Mi papá se distanció del
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modelo cubano y de Cortázar. Pero eso usted lo sabe ya
que es experto en mi padre.
No soy experto.
¿Va a terminar siendo experto en mí?
Quizás.
Eso espero. Qué mohammed. ¿Usted espera eso?
¿Qué implica ser experto?
Conocerse muy bien.
Uno a veces conoce a alguien muy bien, pasa mucho
tiempo junto a esa persona, y luego se da cuenta de que
no la conoce, Rafa. Te pegan una desconocida, como se
dice acá.
Se revelan, más bien. O sucede la anti-epifanía: de
pronto ves a la persona desnuda, tus ojos son rayos X,
ves más de lo que deberías ver. La vida se encarga de
armar momentos en los que todo se pone a prueba y es
entonces cuando casi nadie sale ileso. Todos fallamos,
todos decepcionamos, todos somos frágiles y arruinamos todo. Y quedas tan mal, Alf querido, tan con la
sangre burbujeando, que es entonces cuando salen los
poemas.
¿Escribes poemas?
No voy hablar de eso ahora. No aún. Más tarde quizás, ¿le parece? Una vez pensé en escribir mis memorias
pero me falta vida. No puedo escribir novelas porque todos dirán que soy hijo de mi padre. Además no me gusta
mentir. Ni narrar. Estoy preparando un documental sobre
un director de cine porno amateur que también es actor.
Es acerca de un oso…
¿Como Bernard?
Un oso oso. Peludo. Con sobrepeso. Humano, joto
pero oso, masculino, muy velludo, de la colonia Portales…
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Es un oficinista anónimo… De Pemex… Y le gustan los
chacales.
¿Los qué?
Chicos y hombres de clase baja. Algunos gay o bi o de
esos que dicen que son straight. Algunos de hecho lo son.
El asunto es que los filma. Se ve su cara chupando, follando, lamiendo. Asqueroso a veces. En baños públicos, en los
vapores, en su casa, que es horrible de naco. Y sus videos,
que los sube a XTube, son un hit. Arrasa. Soy súper fan. No
tiene inhibiciones, admiro eso. Tiene centenas y centenas
de videos mohammed y millones de personas en todo el
mundo los han visto y los han comentado y les han colocado estrellas. En realidad lo está haciendo un amigo cineasta
pero yo lo estoy financiando y ayudando en los rodajes. Me
gusta mirar. Ahora estamos entrevistando a algunos de sus
chacales fuck-buddies. Firma sus videos y todos lo conocen como Osote Chilango. Se llama Félix Navarro.
Qué personaje. Puede ser un éxito.
Acá en Chile quiero juntarme con Pablo Honey, que
vende la imagen del chico clase alta aburrido que hace
shows con su Mac y tiene trusas caras y es súper lindo…
¿Lo conoce? Es soñado.
No.
¿No es fan de Cam4? Ahí está el futuro. No en las
aulas ni en los libros. Quise estudiar literatura francesa
pero me aburrí. Puedo entrar a la universidad que quiera
pero para qué. Supongo que soy poeta. Pero por ahora
soy curioso. Me parece errado estudiar de joven. Ahora
es cuando quiero vivir. Deseo fotografiar chicos, hacer
porno romántico, quizás diseñar osos de peluche, ropa.
Luego estudio algo. Ya de grande. Igual heredaré mucho.
¿Ha sufrido muchas decepciones?
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¿Cómo?
¿Ha sufrido muchas decepciones?
Su resto. ¿Por qué?
La raza humana es la peor: entre las penas, las debilidades y la necesidad de ser tomado en cuenta, todo puede
pasar, Alf, ¿no cree? Y pasa. Es increíble lo que la gente
hace o está dispuesta a hacer para sentirse tranquila, contenida, apaciguada, ¿no? Da algo de pena.
A mí a veces me da asco.
Yo igual soy un poco así. No voy a estar criticando al
resto y no asumir. Antes que nada soy egoísta, pero bueno.
Yo creo que todos lo somos. ¿Usted lo es?
Creo que sí. Me gustaría no serlo pero es imposible.
Al menos no ando por la vida tratando de quedar bien
con todos.
Disculpen, muchachos. Rafilla: ¿conoce a los Dinamita Show? Son unos cómicos. Notables. Yo los he atendido.
Tengo sus rutinas para que las vea en la pantalla. ¿Ha visto
la película del Kramer?
¿Me conecta este playlist, Juanito?
Bluetooth: busque AngelitoSevilla, todo junto, y
listeilor.
Rafa aprieta unos botones en su iPhone y de pronto
suena Diana Ross: I’m Coming Out.
Amo a Diana Ross. ¿Muy gay? Es mi lado Michael Jack­
son. Aunque a mí no me gustan los niños. Soy adicto a los
vellos así que los niños no, no. Es un crimen. No entiendo
por qué los adolescentes se rasuran. Si uno ama a los hombres es porque los quiere hombres, ¿no? Sin pelos no hay
paraíso, como dicen. A mí me gustan más como usted. No
confío en los chicos, en los menores de treinta. No confío
en ellos porque sé cómo son. Tenaces. Se parecen a mí.
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No creo. Nadie se parece a ti, Rafa.
¿Me está coqueteando?
No.
Pues parece. Me gusta eso que me dijo. Me dijo que
soy único. Qué lindo. Aprobado.
Eres único. Y no eres feo, eso lo sabes.
Usted tampoco. Y eso lo sabe. Una vez, en un avión
DF-New York, Business Class… Me subo, con guayabo, porque la noche anterior había estado parrandeando,
había ido a ver a Diana Ross al Auditorio Nacional y
después con unos amigos chilangos a beber por ahí al
Centro Histórico, que está bien puto. Pues estoy mirando
mi revista y se sienta a mi lado… ¿quién cree usted?
Algo me dice que Diana Ross.
Pues sí. Queridísima. Un encanto. Y lectora. Fan
como todos de Gabo. Ay, Dios. Un cliché. Desde que
Oprah lo amó, todos lo aman. Le recomendé la película
que hicieron del libro de mi padre y nos reímos de Julio
Iglesias, aunque a mí me encanta ese video de All of You,
me parece tan gay in a California eighties kind of way.
Nos reímos mucho. Todos esos Adonis bailando al lado de
la piscina. Me encanta. Le dije que una vez yo y madre vimos en un hotel esa cinta en que ella hace de modista que
triunfa: Mahogany. Con esa canción tan linda. Me adoró.
Me quería adoptar. Yo, aunque no lo crea, Alf, puedo ser
encantador. Encantador y entrañable.
Lo creo.
No creo.
Créeme.
¿Se acostaría conmigo?
Borracho. No me acuesto con chicos menores de
veinticinco.
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O sea, le gustan los chicos. Lo admite.
Lo miro un buen rato serio, mudo, impávido, hasta
que capto que también estoy coqueteando.
Prefiero los hombres, sentencio serio, algo agotado
pero capaz que enganchando.
¿Varoniles? Es tan varonil, Alf. Tan hétero-friendly.
Le encanta eso. Sentirse macho. Qué aburrido. ¿Yo le
parezco varonil?
Sí, a pesar de todo. Tienes una mezcla rara.
¿Cómo?
Eres como un chico gay de clase alta local que ha
tomado mucho y está en confianza y se suelta mientras
Diana Ross no para de sonar. Maraqueas, como decimos
acá. Pero poco. Como cuando un hueón en la cama se
toma sus confianzas y…
¿Y qué?
Ni te conozco. No voy a hablar de sexo contigo.
¿Cómo cree que la gente se conoce, Alf?
Eres coqueto al hablar. Te concedo eso. Bernard te da
un toque.
Bernard me salvó. Pero sí, tengo algo ambiguo que
provoca morbo y duda. Mejor, ¿no? Más mohammed. Esa
es mi gracia, lo sé. Y si me pongo bajo cierta luz and if a
strike a pose, no me veo mal.
Tienes todo bajo control. Una performance. Me gusta.
¿Le gusto?
No, me gusta tu onda. Eres cautivante.
¿Le cautivo?
Basta, Rafa. Recién estamos partiendo. Me caes bien
y estoy contento de pasar estos días contigo. Qué bueno
que justo me conociste.
¿Cree que fue casualidad, que nos topamos así como así?
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Sí, ¿no?
O sea, sí en la medida en que justo usted trabaja en la
editorial… Si fuera el cajero de un cine que queda en la
periferia de esta ciudad interminable, pues no, claro. Pero
al azar hay que ayudarle. Uno debe tener la capacidad de
olfatear y ver quién quiere, quién es bien parecido, donde
está la presa, con quién se puede establecer complicidad
y risas.
¿Y si hubiera estado en la sala de conferencias con tu
padre?
Habría entrado a buscarlo. Yo lo elegí. Capté que podía ser the one. The chosen. ¿Quiere saber cómo supe?
¿Supiste qué?
Que es de la tribu.
¿Se me nota?
Ay, qué antipático. Qué aburrido. No, no se le nota,
Alf. Es de esos. Parece uno de esos chacales de los baños
de vapor del DF. «Soy macho, mira mis huevos, soy un
chacalote.» Dios.
Deberías ser actor.
Ya actúo suficiente. Y no; no se le nota. Uf, qué pregunta. Tenga cuidado. Y aunque no sé por qué círculos
usted se mueve, Alf, creo que no es bueno andar con semen fresco en la camisa.
Fue un error.
¿Hay errores?
¿Cómo me tomaste la foto? A ver, dime. Me intrigaste,
dale, sigue. Cuenta.
Fácil. Sus pestañas.
¿Qué?
No, es chiste. Soy payaso, ¿no cree que lo soy? ¿Le
parezco banal? ¿No lo hago reir?
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Sonreir.
Mejor, más sutil. Pues mire: cuando llegué a Alfaguara,
fui al baño. Necesitaba orinar. Y ahí abrí Grindr. ¿Debo
seguir?
Me viste ahí.
Lo vi, claro. A nueve metros. Qué emoción. Dije: un
poco nerd pero simpático. Una cara de fiar. Será alguien
de finanzas, de diseño o de la parte editorial. Ya tenía claro
que en Santiago la de prensa era una chica. En Caracas
era un tipo aburrido, hétero, sin vuelo y con sobrepeso.
Así que me dije lo busco y lo seduzco y exijo que sea mi
escort, como dice mi padre.
Tú todo lo logras. Siempre te sales con la suya.
Nada lo logro y por eso intento salirme con la mía,
claro. Obvio. Es lógico, ¿no cree? ¿Usted no haría lo mismo? La gente juzga pero no sabe. No me rencille. No trate
de verme con sus ojos sino con los míos. ¿Exijo mucho?
Una cosa, Rafa: lo de escort. Yo cobro extra, ojo.
Yo no tengo problemas en pagar o que me paguen. El
sexo pagado es tan válido como pagar por una cena o por
drogas. Pero es mejor gratis. Cuando te invitan. En todo
caso, para que me conozca más, no soy fácil. I’m not a slut y
no eres del todo mi tipo. Usted es guapillo, no guapo, como
dicen en Madrid. Odio como usted a los niños pero yo
también lo soy y aunque los desprecie son más lindos, amo
su olor cítrico, uno puede aprovecharse de sus inexperiencias y tonteras e inseguridades y además están en el peak de
su performance sexual. Los de su edad en cambio ya están
en declive. ¿Qué usa? Cialis es mejor que Viagra, ¿no?
Aún nada.
No le creo. ¿Nunca ha quedado blanda?
Sí, obvio.
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¿Nunca no le ha funcionado?
Sí. A veces el hedor de un tipo…
Uf, sí.
Eso de las mandarinas…
¿Qué?
¿Es invento tuyo? Eso que pusiste en tu perfil, Rafita.
Vi tu Grindr mientras esperaba. Mejor mandarinas que
medias naranjas o algo así…
Ah, es divertido, ¿no? Lo leí una vez. No, creo que
lo escuché en una comedia romántica que vi en el cable.
Fue una traducción de algo que quizás dijo o no Hugh
Grant.
En inglés la gente busca almas. Acá somos más de comer.
Y nada: la traducción era algo así como ¿para qué la
media naranja si puedes comer mandarinas? Me reí. Y la
usé. ¿Cree eso?
No. Para nada.
Yo sí. Me quedo con las mandarinas, Alf. No hay dónde perderse. A mi edad sólo deseo comer y que me coman pero… claro… usted es mayor… Busca otras cosas,
seguro. ¿Por qué no pone Busco novio o Buscando una media
naranja o Quiero un poco de afecto?
Eso no se dice. Asusta. Es poco erótico hablar de sentimientos cuando andas de caza, Rafa. Eso lo sabe todo el
mundo.
¿Le asusta?
Claro.
Con este calor, para qué pensar, mejor follar.
¿Cómo? ¿Eso quieres: tirar?
Quiero que el calor se calme, Alf. Dígame: ¿quiere
follar uno de estos días?
¿Contigo?
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No dije eso: pregunté nomás si quiere ligar uno de estos días o va a ser una suerte de Maggie Smith en A Room
With a View vigilándome como una chaperona solterona.
Me encanta esa película. Y la novela, claro.
No me respondió. ¿Va a guardar castidad hasta que
parta?
¿Quién sabe?
Buena respuesta. Conoceremos chicos, ya verá. Haremos muchas cosas, lo pasaremos bien. Tal vez nos enamoremos y vivamos un romance. Qué intenso sería. Quiero
saber todo todo todo de usted, Alf. Todo acerca de sus
mandarinas y todo acerca de sus medias naranjas.
Empieza a sonar Upside Down y Rafa marca el ritmo
con los dedos arriba de la mesita desplegable tipo avión
que está limpiando.
Amo esta canción… Inside out and round and round…
Boy you turn me… I’m crazy to think you’re all mine…
Estás loco, Rafa.
Ay, sí. Se me hace agua la canoa, soplo nucas, muerdo
almohadas, órale. ¿Me entiende? ¿Se dice así?
Se te derrite el helado.
Con este calor, pues ni modo. Me gusta la manta fiada,
no mames. Aprobado. Juancillo, querido: dos cosas.
Dígame joven maestro.
Quiero un informe de discos y fiestas que haya durante estos días y datos donde comprar o arrendar disfraces.
Los mejores. Los más estrafalarios. Y baños de vapor o
saunas o…
¿Gay?
No, con gordos rotarios. Obvio. Como los que le gustan al Osote Chilango. En el DF son un desmadre, Dios.
Viera. Los saunas Finisterre los amo. Qué nombre tan
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poético, ¿no? El fin del mundo. Ah, echo de menos los
placeres encontrados ahí.
Yo apostaría por los Baños Prat, Rafilla. Les gustan a
los australianos. A los de Delta y Air France y ahora a los
de United. Mucho chico de Copa. Son limpios, hay dos
piscinas, masajistas. Filete.
¿Los conoce, Alf?
Son nuevos. «Al abordaje, muchachos» es el eslogan.
Están bien, dicen. Hay noches de osos ahora. Los sigo en
Instagram. Decadentes pero a propósito. Onda El club de
la pelea. Olor a Todo Vale, todo pasando, puros machos. Lo
mejor es el aroma a hombre y…
… lo primero es el olor, sí, más que las vergas paradas o
las nalgas perfectas, todos esos vellos rulientos y humeantes
en la neblina densa del vapor, los prepucios que gotean o las
barbas impregnadas de agua, los tipos en cuatro, el chico rubio
arrodillado en el sauna seco, eso vale, vale oro, por eso uno paga
y hace filas comiendo churros y crepes para entrar a los Prat
como si fuera una disco, pero no es nada comparado al inolvidable, irrepetible, amargo y ácido y dulce y degenerado y básico
y crudo aroma que te entra por la nariz sin aviso y te pega y
te gusta y se queda ahí impregnándote, penetrándote, tal como
las manos de esos desconocidos en la oscuridad del subterráneo
oscuro que estaban pajeándose más allá o tocando a otros por
todas partes, intruseando y recorriendo, admirando y sobando,
y luego te rozan la barba o te meten sus dedos húmedos y
salivosos por tus fosas nasales y no hay nada más que hacer y
eso es lo rico: todo será pico, vergas duras y bolas llenas y culos
listos donde los dedos se pierden, semen ligero, leche espesa que
cae en tus nalgas, una mata inimaginable e interminable de
pendejos y cabezones de todos los tamaños y temperaturas y
pollas curvas y culos resbaladizos, listos, eso es lo que se recuer424
da, lo que más recuerdo de los célebres y míticos Baños Prat,
esa es la gracia de los Prat, al abordaje muchachos, sí, y tantos
muchachos, muchachos por todas partes, a oscuras, eléctricos y
anónimos en esa noche química gatillada por poppers y Redbulls y shots de vodka y toda esa estética naval, Billy Budd,
Moby Dick, los chicos que limpian como marineros franceses
y los que atienden con sus apretados trajes de la Guerra del
Pacífico y ese mural de Arturo Prat desnudo, peludo, de barba,
calvo pero rico, mino, oso, osillo, arriba del urinario abierto
y más muchachos, todos abordables, todos al abordaje, minos
que pulsan y bombean y succionan y gordos que no se ven y
petisos peludos y macizos inflados y osos y pendejitos cuicos
y flaites y pichangueros y veguinos y veganos y cuidadores
de auto que tienen descuento y los camioneros y los liceanos
que llegan de uniforme y todos esos extranjeros que huelen a
ajo y a ají y barbas rubias y albinos raros y viejos culeados y
haitianos color ébano y colombianos acaramelados y peruanos
lindos y argentinos peludos y hartos milicos, cadetes, marinos,
PDI, aviadores con pectorales esculpidos y pacos, mucho paco,
estudiantes de cine voyeurs, tatuados, y hay axilas como praderas en llamas, humeantes, barbas y espaldas dripeando sudor,
todos abordándose, frotándose, chupándose, culiándose, vergas
venosas, feas, aterradoras, innegables, vivas, palpitando, ahí en
la oscuridad, cercanos pero anónimos, todos mezclados, mezclándose, semen en el suelo de cemento, semen en las paredes,
el agua que dripea del techo, el sudor de todos, los aromas a
sexo que se resisten a desaparecer bajo las duchas ultra modernas y diseñadas y esos jabones líquidos que parecen litros
de semen pero con un leve aroma a escocés barato o ron bueno,
todo oscuro, todos contra todos, dale, eso, para dentro, chúpame,
se lo succiono, esas son bolas o es un culo y ningún sitio de
Chile huele así, ningún cuarto de ningún chico de Cam4 logra
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alcanzar esa amalgama de intensos aromas que el vapor y el
calor reinante dispara para que se fusionen en una suerte de
elixir flotante en ese inmenso subterráneo al que se llega en
un ascensor de carga pasado a óxido, los afiches de Cruising
y de chicos setenteros posando para revistas de la época en las
paredes, el piso menos uno, el menos uno, el mundialmente
célebre minus one inspirado en el Mineshaft de la época de oro
de Manhattan, ese camarín infinito sin entrenador y a oscuras
que a todos les da miedo y ganas de ingresar, una creación impresionante que elevaba a Santiago a niveles impensados, leves
rayos falsos de luz que se cuelan y las nubes de humo entre
las máquinas de las calderas y el sonido como sacado de Metrópolis de Fritz Lang (¿eran calderas?, ¿maquinarias?, ¿era
todo una recreación?) pero una cosa es cierta en ese vestidor
donde todos estaban desvestidos: los cuerpotes resbalosos, sobados, excitados, erectos, intensos, pegotes, saladitos, dilatados,
ansiosos, abiertos, dispuestos, montados, generosos como esos
susurros de culos que reciben, la música de los labios mojados
tragando, el sonido del lubricante que ataja y suaviza, el ruido
ensordecedor y asfixiante de las máquinas, vapores que se liberan como locomotoras, ferrocarriles, el estallido de vergas que
salen exhaustas y cremosas, el lenguaje coa, lumpen, carcelario,
cuico, teatral, minos, perritos, Fes, chacales, tíos, chongos, cabrones, bugas, putitos, todo el universo frotándose, lamiéndose,
mamando, todas las edades, clases, pollas y bultos, paquetes y
trozos, todas esas razas y genes, tipos y estereotipos ahí, toscos,
hoscos, sementales, básicos, rústicos, calientes, duros, viriles, impetuosos, ganosos, todos esos penes tiesos en la oscuridad, tanteándose, esos prepucios echados para atrás en la noche, toda
esa esperma gruesa hirviendo, saltando, corriéndose, acabando,
viniendo, esos mecos pegándose en esos rulos enmarañados,
deslizándose, bajando, esos intercambios a ciegas y esos mano426
tazos y caricias y besos y tulazos, sí, lenguas y escupos y esos
«no vas a salir vivo, hueón», «cagaste con mi pedazo de tula,
cabrón», «pa’ dentro todo, loco», «atragántatelo, hueco culeado», «date vuelta, perrito» y me doy y lo siento partirme con
su pichula eterna de concreto y ni sé quién es pero lo huelo y
lo suelto, me acomodo en la oscuridad y otro u otros me tocan y
me lo tiran arriba como escupo y acabo con el olor, su olor y mi
olor y el aroma de todos, el aroma del vapor de vergas calientes
que sudan en los baños Prat.
¿Usted ha estado, Juan?
He ido pero acompañando, don Rafita. He mirado.
Don Arturo ahí pilucho, a la vista, como un santo, no sé,
eso no va conmigo, pero comprendo el juego. He tenido
tíos marinos. Sé lo que sucede en los barcos, en los puertos.
¿Vamos, Alfredo?
No sé. No creo.
Iremos. Aprobado. Me encanta.
Juancillo: ¿tiene un espejo para lo que nos cedió el tío
Gregory?
Al lado del mini-bar hay un pequeño cajón. Adentro
hay de todo. Hasta lubricante le tengo. Condones. Nunca
se sabe.
¿Pajillas?
Obvio.
Rafa abre el cajón y revisa todo lo que hay. Saca un
espejo del tamaño de un cuaderno universitario cuyos
bordes son de un plástico esmeralda. Coloca el espejo en
la mesa plegable, saca de su mochila un frasco que alguna vez fue de pastillas de guaraná Vitamin Life. Caen al
asiento unos poppers.
Treinta gramos de perico. ¿Alcanzará para estos días?
¿Usted qué cree, Alfredo Garzón? Dígame.
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