Narcisismo y pigmalionismo - Biblioteca Digital de APA

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N arcisismo y pigmalionismo
* Luis Kancyper
"Es la tarea más dificil que he emprendido en mi vida ... que
es tomar a un ser humano y transformarlo en otro ser, creando para él un nuevo modo de expresarse. Equivale a rellenar
el abismo más profundo que separa una de otras a las diferentes clases de la sociedad y a las diferentes almas".
George Bernard Shaw, Pigmalión
En "Una dificultad del psicoanálisis" (1917) Freud señala que "al estado
en que el yo retiene junto a sí a la libido lo llamamos narcisismo, en memoria de la leyenda griega del joven Narciso, que se enamoró de su propia imagen especular".'
Podemos denominar pigmalionismo al estado en que la libido recae sobre el objeto para engendrarlo o moldearlo a partir de un modelo ideal.
Objeto que cautiva al mismo sujeto porque éste permanece fmalmente
enamorado de su propia creación.
Este nuevo acto psíquico le confiere al creador una satisfacción singular pues se "enlaza con un goce narcisista extraordinariamente elevado,
en la medida en que -a través del rodeo del producto concebido por el
Hacedor- demuestra al yo el cumplimiento de sus antiguos deseos de
omnipotencia"," ( p. 117)
Recordemos que la leyenda de Pigmalión conoce dos personajes de este
nombre, ambos de origen semita," El primero es un rey de Tiro, hijo de
Muto y hermano de Elisa. El otro es un rey de Chipre que se enamoró de
una estatua de marfil que representaba una mujer. A veces se decía que
la había esculpido él mismo. A impulsos de su pasión, pidió a Afrodita,
en ocasión de una fiesta de la diosa, que le concediese una esposa que se
pareciera a la estatua. Cuando volvió a su hogar, vio que estaba viva.
• Dirección: Salguero 2334. P. B. "1", (1425) Capital Federal, R. Argentina.
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Luis Kancyper
Se cas6 con su obra hecha mujer, que tuvo por nombre Galatea y con la
cual tuvo una hija llamada Pafo.
Este mito nos ilustra el pasaje del narcisismo a un cierto grado de relaci6n de objeto.
Pigmali6n, a düerencia del mito de Narciso que se satisface autoeróticamente, reconoce al otro en su alteridad, pero luego la desmiente para
configurar con ese mismo otro una relación narcisista intersubjetiva.
Ambos participan de una connivencia inconsciente entre los sistemas
narcisistas y edípicos en juego al servicio de alcanzar la materializaci6n
de la fantasía del neoengendramiento.
Esta fantasía surge comoun intento frustro entre ambas partes para desmentir los orígenes y recuperar la perfecci6ny omnipotencia perdidas de la
infancia y de esta manera suturar los labios de las heridas narcisistas.
La relación vincular entre Pigmalión y Galatea oscila entre el amor
narcisista y el amor objetal, 1 no logrando sino a medias la transformación del primero en el segundo; siendo finalmente un producto de transacción que se podría describir como narcisización del amor de objeto u
objetalizac6n del amor narcisista.
Pigmalión en el mito y en la literatura
La obra Pigmalión de Shaw constituye el sobresaliente ejemplo del mito
en la literatura. Pero la versión del autor presenta diferencias fundamentales con la trama original del mito.
Recordemos que en esta pieza teatral de cinco actos, Shaw describe
una hazaña de la educación: el excéntrico Henry Higgins, escultor de voces y modales, transformará a la pequeña florista londinense Elisa Doolitle en una impecable y bella dama.
El profesor Higgins apuesta al coronel Pickering, un colega mayor que
él y también defensor del celibato a ultranza, que en el término de seis
meses triunfará en su experimentación: hacerla pasar por una duquesa
en un fiesta de gala.
"Menuda faena. Si no fuera por el amor propio que pongo en estas cosas ... Hay que ver sus modales y su facha. Pero no importa. Lograré mi
empeño. Haré una duquesa de esa criatura sacada del arroyo". (p. 44)
"Tranquilícense ustedes. Mis intenciones son las mejores del mundo.
Quiero tratarla con todos los miramientos posibles. Cuento con la colaboración de usted para moldearla y adaptarla a su nueva posición". (p.45)
Durante este período de reeducación Elisa vive en el hogar de Higgins
junto con Pickering. La prueba se realiza exitosamente en la fiesta de
una embajada: se ha transformado en una bella dama. Pero ahora requiere el amor y el respeto de su creador. Demandas que no son correspondidas por Higgins, lo cual despierta una furia narcisista en Elisa:
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"Porque sí, porque lo aborrezco, porque quisiera matarlo, porque me
ponen fuera de mí su brutalidad y su egoísmo. ¿Por qué no me dejó donde estaba, en el arroyo? Ahora se alegra usted de que ya se acabó el experimento y me puede volver a arrojar al arroyo". (p. 110)
"Pero yo nunca he pensado en hacer algo de alguien y usted no piensa
en otra cosa. Yo soy como Dios me hizo".
Higgins le ofrece a cambio que: "Tú y yo y Pickering seremos en adelante tres solterones amigos, en vez de dos hombres y una niña boba".
Mientras que Elisa le responde: "es que no tengo vocación para solterona".
En el epílogo Shaw relata que "Elisa Doolitle se casó con el joven
Freddy que tiene veinte años menos que Higgins, que la quiere sinceramente y no es el superior de ella ni trata de dominarla, ni mucho menos,
en razón de las ventajas de su posición social". (p. 164)
Ella sabe que Higgins no la necesita, lo mismo que no la necesita su padre. La brutal franqueza con la que le dijo aquel día que se había acostumbrado a tenerla cerca y dispuesta para toda clase de pequeños servicios y
que la echaría de menos si se marchara (ni a Freddy, ni al coronel se le
hubiese jamás ocurrido decir cosas por el estilo), la convence cada vez más
de que ella no tiene más importancia para él que un par de zapatillas.
Con todo, ella se da cuenta de que su indiferencia tiene un fondo más prócer que la ofuscación de las almas ordinarias. Se interesa inmensamente
por él. Hasta tiene ciertos momentos perversos en los que desea poder estar
a solas con él en una isla desierta, lejos de todas las conveniencias sociales
y con nadie más en el mundo a quien considerar, para verle bajar de su pedestal y hacerle el amor como cualquier otro hombre.
Todos tenemos secretas imaginaciones de esta clase. Pero cuando Elisa
vuelve a la realidad y huyen los sueños y fantasías, ama a Freddy y
quiere al coronel; no quiere a Higgins ni a su padre.
Galatea nunca quiere de veras a Pigmalión; las relaciones que existen
entre ellos son de esencia demasiado supraterrestre
para ser en su conjunto agradables. (p. 182)
Resulta evidente que Pigmalión, el rey de Chipre en el mito, y el Pigmalión personificado en el profesor Higgins por Shaw, obtienen un goce
narcisista elevado en la contemplación del objeto que los fascina.
Pero mientras que el primero apunta a una salida del narcisismo y a
una búsqueda de una relación objetal y sexual con Galatea, y con la cual
concebir un hijo mediante la aprobación de la Diosa Afrodita; el segundo,
en cambio, permanece en una posición de autosuficiencia narcisista.
Higgins se resiste a una relación amorosa y sexual con Elisa; que representa para él un mero objeto de experimentación para su propio uso y
para obtener la admiración de los otros por el logro de su producto creado.
y encuentra la regulación de su Selbstgefühl en el cumplimiento de la
magia y de la omnipotencia de sus palabras y obras que exteriorizan la
vigencia de su pensamiento animista no superado, que lo exime de la
búsqueda de una verdadera relación de objeto en la realidad exterior.
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Luis Kancyper
Henrik Ibsen
Estimo que la obra teatral Casa de Muñecas, de Ibsen, nos permite ilustrar otros de los múltiples psicodinamismos actuantes en la ruptura de
una relación pigmaliónica de pareja. Pero en este caso, a diferencia del
anterior, Nora nos presenta un momento de desidealización paroxística
que promueve una reacción de desgarramiento narcisista en su marido,
el abogado 1brvaldo Helmer, ante la abrupta decisión de abandonar el
hogar y los hijos. Transcribiré el diálogo entre ambos:
Nora: Ahí está la cuestión. Tú no me has comprendido nunca. Habéis sido
injustos conmigo, 1brvaldo; primero papá, luego tú.
Helmer: ¡Cómo!¿Los dos? .. Pero ¿hay quien la haya querido nunca tanto
como nosotros?
Nora: No me habéis querido jamás. Se os ha antojado agradable encapricharos conmigo, yeso es todo.
Helmer: En suma, Nora, ¿qué significa ese lenguaje?
Nora: Escucha, 1brvaldo. Cuando yo estaba en casa de papá, me exponía
él sus ideas y las compartía yo; si tenía otras por mi parte, las ocultaba, pues no le habrían gustado. Me llamaba su muñequita y jugaba conmigo comojugaba yo con mis muñecas. Después he venido a tu casa ...
Helmer: Empleas unas expresiones singulares par~ hablar de nuestro
matrimonio.
Nora (sin cambiar el tono): Quiero decir que de las manos de papá he pasado a las tuyas. Lo arreglaba todo a tu gusto, del cual participaba yo o
lo simulaba, no lo sé a ciencia cierta; tal vez lo uno y lo otro, mitad por
mitad. Al echar ahora una mirada atrás, se me figura que he vivido
aquí como viven los pobres ... al día. He vivido de las piruetas que hacía
para divertirte, 'lbrvaldo. Por eso te satisfacía. Tú y papá habéis sido
muy culpables con respecto a mí. A vosotros incumbe la responsabilidad de
que yo no sirva para nada.
Helmer: Eres absurda, Nora, absurda e injusta. ¿No has sido feliz?
Nora: Jamás. He creído serlo; pero no lo he sido nunca.
Helmer: ¿Que no has ...no has sido feliz?
Nora: No, he estado alegre, y todo se reduce a eso. Tú te mostrabas
amable conmigo; pero no suponía nuestro hogar más que un salón de
recreo. He sido muñeca-mujer en tu casa, como en casa de papá había
sido muñeca-niña. Y a su vez han sido muñecos míos nuestros hijos.
Encontraba gracioso que jugaras conmigo tú, como cuando yo juego
con ellos lo encuentran gracioso. Ya ves lo que ha sido nuestra unión,
'lbrvaldo. (p. 1032)
[...]
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Helmer: Lo veo ¡ay! lo veo con claridad. Entre nosotros se ha abierto un
abismo. Pero ¿no habrá medio de colmarlo?
Nora: Conforme soy ahora, no puedo ser tu mujer.
Helmer: Tendré fuerza para transformarme.
Nora: Quizá ... cuando te quiten la muñeca.
Helmer: ¡Separarse ..., separarme yo de ti! No, no puedo aceptar esa idea,
Nora.
Nora (dirigiéndose a la puerta de la derecha): Razón de más para que
acabemos. (Sale y vuelve con su abrigo, su sombrero y un saquito de
viaje, que coloca en una silla cerca de la mesa.)
Helmer: ¡Nora, todavía no, todavía no! Aguarda a mañana.
Nora (poniéndose el abrigo): No puedo pasar la noche bajo el techo de un
extraño.
Helmer: Pero ¿no podríamos continuar viviendo juntos como hermano y
hermana?
Nora (sujetándose el sombrero): Bien sabes que no durará eso mucho.
(Echándose el chal sobre los hombros) Adiós, 'Ibrvaldo. (p. 1038)
Jorge Luis Borges
Los personajes en los cuentos y poemas de Borges nos ilustran, a diferencia de la rebeldía de las heroínas de Shaw y de Ibsen, la imposibilidad de
romper las amarras de los pactos narcisistas que subyacen tras las relaciones pigmaliónicas; permaneciendo por lo tanto, en una crónica condena que perpetúa un destino de encierro dentro de un circuito tanático de
una compulsión repetitiva. Este laberinto de Narciso interdicta el acceso
a la desidealización necesaria que interviene durante el proceso de la desidentificación de los proyectos identificatorios, que inexorablemente
constituyen y alienan a todos los sujetos. En cambio los protagonistas
borgeanos permanecen cautivos en la especularidad e inmortalidad para
y con los otros. Los describe en el cuento "Las ruinas circulares" (1944) y
en el poema "El Golem" (1964) que representa a un autómata servil que
ha sacrificado su sexualidad, su afectividad y su agresividad,"
"...Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera
de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser
la proyección del sueño de otro hombre, ¡qué humillación incomparable, que vértigol.i.'"
Luís Kancyper
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El Golem
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Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El hombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.
A pesar de tan alta hechicería
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
Penumbra de las piezas del encierro.
Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
0, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?
¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madej a que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
Considero necesario destacar que estas tres ilustraciones aportadas por
la literatura nos permiten colegir algunos de los medios empleados para
producir efectos pigmaliónicos en la dinámica de la intersubjetividad.
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Elisa, Nora y el Golem deben pagar, para obtener los beneficios de la
protección del Hacedor, el elevado precio que representa la sofocación de
las pulsiones sexuales y agresivas. También Higgins, Helmer y el rabino
de Praga son a la vez víctimas del proceder omnipotente y apsicológico
de la severidad del superyó y de la desmesura de las aspiraciones irrealizables demandadas por el ideal del yo.
Todos padecen del equívoco idealista de la naturaleza humana señalado por Freud en El malestar en la cultura.
El superyó se cuida muy poco de la dicha del individuo, pues no tiene
en cuenta las resistencias a su obediencia, a saber, la intensidad de las
pulsiones del ello, y las dificultades del mundo circundante objetivo (real).
Tampoco se cuida lo bastante de los hechos de la constitución anímica de
los seres humanos, proclama un mandamiento y no pregunta si podrán
obedecerlo. Antes bien, supone que al yo del ser humano le es psicológicamente posible todo lo que se le ordene, pues tendría un gobierno irrestricto sobre su ello.
Ése es un error y ni siquiera en los hombres llamados normales el gobierno sobre el ello puede llegar más allá de ciertos límites. Si se exige
más, se produce en el individuo rebelión o neurosis o se lo hace desdichado. 5 (p. 138)
Estimo que precisamente el pigmalionismo representa a una de las
manifestaciones más elocuentes de los aspectos tanáticos del narcisismo.
De lo hasta aquí planteado surgen algunos interrogantes acerca del
narcisismo y pigmalionismo en la situación analítica. 11
- ¿En qué medida el psicoanálisis se halla permanentemente expuesto
a las perturbaciones provenientes de estas humanas aspiraciones narcisistas y pigmaliónicas?
- ¿Cuánto de estas míticas y literarias parejas de Pigmalión y Galatea,
del profesor Higgins y Elisa, del abogado Helmer y Nora, del rabino de
Praga y el Golem adquiere una presencia efectiva en la realidad material, cuando operan como obstáculos en la relación entre analista y analizando durante el proceso analítico; y entre supervisor y supervisando, y
profesor y alumno en los Institutos de Psicoanálisis?
Pigmalión y la báscula de la idealización
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El sistema pigmaliónico se abastece de la dinámica del movimiento en
báscula de la idealización que estaría dado por la circularidad virtual del
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ideal en la dimensión de la intersubjetividad. Oscilando la localización
del objeto idealizado en el sujeto, o en el otro tomado como objeto, pudiendo alternar las posiciones.
Así, el sujeto que ha renunciado al sentimiento de su propia dignidad,
alberga la esperanza de recuperarla a través del otro. Éste permanece
cautivado con la misión de cumplir y salvar la autoestima que el sujeto
ha depuesto, con la siguiente borradura que deslinda al sujeto y objeto.
El movimiento de báscula de este ideal de perfección se sostiene sobre
el proceso de la desmentida, al servicio de la regulación de los sistemas
narcisistas que participan en esta complicidad inconsciente.
El sujeto desmiente las imperfecciones que el otro posee en la realidad
material, adjudicándole condiciones y propiedades de las que éste carece,
al mismo tiempo que le resta aquellas imperfecciones que perturbarían
al ideal que este otro debiera cumplir, pero que si aún no lo cumple, en
un futuro lo hará. Pigmalión es víctima y verdugo de sí mismo, atado a
las amarras provenientes de las capturas narcisistas de su yo ideal y del
ideal del yo, instancias psíquicas ideales de la personalidad en donde
moran los restos de la omnipotencia divina en el hombre, que sobrellevan la misión de crear y/o remodelar al objeto y al yo a su imagen y semejanza.
Ambos atraviesan un proceso de moldeado pigmaliónico en dos fases
sucesivas: sustracción de lo indeseado y adición dIO)
lo idealizado.
Se funda así un vínculo sado-masoquista porque la afirmación de uno
cabalga sobre la negación del otro, vínculo que oscila entre lo maravilloso y lo ominoso, permaneciendo retenidos en el encierro de la compulsión
repetitiva que se opone al desarrollo y a la discriminación de los componentes del par vincular.
Este encierro se sostiene mediante los procesos de la idealización y de
la desmentida, que congelan el fluir temporal en un tiempo detenido fuera del tiempo. En cambio, resulta evidente que no existe posibilidad de
un crecimiento posible en el individuo, en la pareja, en la familia, si no
se atraviesa -como condición necesaria- el doloroso e intrincado proceso
de la desidealización.
En efecto, el proceso de la desidealizaci6n conduce, prueba de la realidad
mediante, al retiro de la elevada investidura (maravillosa u ominosa) que
había recaído tanto sobre el objeto sobrevalorado (positiva o negativamente) como sobre la omnipotencia del yo, con la consiguiente restructuración
en el vínculo objetal.
"La prueba de la realidad permite diferenciar lo que es simplemente
representado de lo que es percibido: y por ende, instituye la diferenciaci6n entre el mundo interior y el mundo exterior, además que posibilita
comparar lo objetivamente percibido con lo representado, con vistas a
rectificar las eventuales deformaciones de esto último". 10
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La rectificación valorativa del objeto, del yo y del vínculo entre ambos
que surge como efecto del proceso de la desidealización, puede presentarse en forma abrupta o instalarse de un modo lento y progresivo.
Desidealización gradual y paroxística
La desidealización gradual permite conservar el vínculo con el objeto según pautas más realistas y estables; en cambio la desidealización paroxística, que se produce cuando el proceo de la idealización ha operado
anteriormente en un papel defensivo para neutralizar la persecución,
puede llevar a un derrumbe melancólico del Selbstgefühl.
En estos casos, la desidealización deviene en una denigración total del
objeto y del yo y no prepara el camino para acceder a un nuevo proceso,
el de la reparación, que conduciría a saldar las deudas internas y externas.
El pago de estas deudas está condicionado a un trabajo previo de un
proceso de desidealización gradual que implica la discriminación y el reordenamiento valorativo del yo y del objeto.
Este giro [wendung] valorativo se produce cuando el sujeto logra asumir que, en la realidad efectiva, aquel objeto originario, otrora sobrevalorado y desplazado hacia múltiples objetos actuales (el deudor externo),
carece de los atributos de perfección con que el propio sujeto lo había investido desde su principio de placer infantil. Al mismo tiempo, se atenúan
los sentimientos de culpa y las conductas autopunitivas ante los (acreedores internos) representantes del ideal del yo-superyó.
La desidealización del poder omnímodo del yo se produce a partir de
que el sujeto accede a resignar la inalcanzable misión de dar cumplimiento a aquellos ilimitados ideales de perfección y de completud que provienen de su autoimagen idealizada y desde los ideales parentales. Pero conserva el vínculo con el objeto según pautas más realistas y estables.
La resignación de los mandatos pigmaliónicos requiere un lento y complejo proceso de elaboración.
En él se libran una multitud de batallas de ambivalencia, urdidas fundamentalmente en el ámbito del narcisismo, "caracterizado por una tendencia expansionista, hacia la apropiación del espacio y de las cosas del
mundo circundante". 12
En efecto, cuando el analizando asume el abandono de su autoidealización omnipotente (Pigmalión) ante la revelación de que en la realidad material, el otro (Galatea), tomado como objeto es exterior e independiente
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a su modelado pigmaliónico, asiste entonces ante la derrota de sus instancias ideales: yo ideal e ideal del yo; porque el otro además de no alcanzar la perfección y la modificación por él esperadas, resulta ser un
sujeto autónomo y poseedor de cualidades propias y valiosas que él había
atribuido a sus propios poderes creadores.
El proceso de la des identificación de las identificaciones narcisistas requiere una fuerte dosis de agresividad al servicio de los propósitos de
Eros, al servicio de la desalienación, para permitir el pasaje hacia diferentes objetos, más discriminados. Este pasaje implica dolor y combate
por el abandono imaginario del poder ilimitado en la capacidad de cambio y de perfectibilidad atribuido, desde la lógica narcisista y pigmaliónica, tanto al yo como al objeto. Estas batallas parciales de ambivalencia,
libradas en el terreno de las relaciones de tipo narcisista y pigmaliónica,
aflojan la indiscriminación objetal y conducen a la restructuración vincular. Dan acceso, así, a una diferente dimensión de tiempo y de espacio.
Quiebran la cristalización del fluir temporal y rompen a su vez la circularidad de su compulsión repetitiva.
Resumen
En "Una dificultad del psicoanálisis" (1917) Freud señala que "al estado en que el yo retiene junto a sí a la libido lo llamamos narcisismo, en memoria de la leyenda griega del
joven Narciso, que se enamoró de su propia imagen especular".
Podemos denominar pigmalionismo al estado en que la libido recae sobre el objeto para
engendrarlo o moldearlo a partir de un modelo ideal.
Objeto que cautiva al mismo sujeto porque éste permanece finalmente enamorado de
su propia creación.
Este nuevo acto psíquico le confiere al creador una satisfacción singular pues se "enlaza con un goce narcisista extraordinariamente elevado, en la medida en que -a través
del rodeo del producto concebido por el Hacedor- demuestra al yo el cumplimiento de sus
antiguos deseos de omnipotencia".
Pigmalión, a diferencia del mítico Narciso que se satisface autoeróticamente, reconoce
al otro en su alteridad, pero luego la desmiente para configurar con ese mismo otro una
relación narcisista intersubjetiva. Ambos participan de una connivencia inconsciente entre los sistemas narcisistas y edípicos en juego al servicio de alcanzar la materialización
de la fantasía de un neoengendramiento.
Esta fantasía surge como un intento frustro entre ambas partes para desmentir los orígenes y recuperar la perfección y omnipotencia perdidas de la infancia, para de esta manera suturar los labios de las heridas narcisistas.
La relación vincular entre Pigmalión y Galatea oscila entre el amor narcisista y el
amor objetal, no logrando sino a medias la transformación del primero en el segundo;
siendo finalmente un producto de transacción que se podría describir como narcisización
del amor de objeto u objetalización del amor narcisista.
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Summary
NARCISISM AND PIGMALIONISM
In "A difficulty in the path of psycho-analysis" (1917), Freud affirms: "The condition in
which the ego retains the libido is called by us 'narcissism', in reference to the Greek legend ofthe youth Narcissus who was in love with his own reflection."
We call the condition in which the libido falls upon the object in order to engender or
shape it on an ideal model 'Pygmalionism'.
This object captivates the subject, because the latter ultimately falls in love with this
creation.
This new psychic act grants the creator singular satisfaction, since ''it is linked to extraordinarily increased narcissistic enjoyment, since by the round-about way of the product conceived by the Maker it demostrates the realization of the ego's early desires of
omnipotence".
Pygmalion, unlike the myth ofNarcissus who satisfies himself auto-erotically, recognizes the other's otherness only to later disavow it in order to form a narcissistic ínter-subjective relationship with that other. Both participate in an unconscius collusion between
the narcissistic and oedipal systems involved in assisting the materialization
of the
phantasy of neo-engenderment.
This phantasy arises as an unsuccessful attempt to disavow the origins and to recover
the 108t perfection and omnipotence ofinfancy. And in this way to suture the Iips of narcissistic wounds.
The relationship between Pigmalion and Galatea oscillates between narcissistic love
and object love and is able to transform the former into the latter only halfway. It is ultimately a compromise product that could be described as narcissization of object love or
as objectization of narcissistic love.
Bibliografía
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13. Shaw, G. B.: Pigmalión, Bruguera, Barcelona, 1982, pp. 44,45,98, 110, 164, 182.
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