MENORES INADAPTADOS: UNA EXPERIENCIA DE TRATAM[IENTO EN LIBERTAD Doctor Ernesto Coy Ferrer Profesor de Psicología Social Universidad de Murcia Conviene hacer una aclaración previa. El término menores hace referencia, a nuestros efectos aquí y ahora, a niños y adolescentes fundamentalmente, con prescindencia de la distinción entre mayoría y minoría de edad penal. Las conductas de estos sujetos, también si son desviadas, responden sin lugar a dudas a cambios sociales, a situaciones de crisis; en definitiva, a una dinámica social susceptible de ser estudiada a través de dichas conductas, que frecuentemente reflejan las necesidades. los problemas y las convulsiones de la sociedad global. Las conductas desviadas de los menores suelen instrumentalizarse, en el ámbito de lo que hace ya tiempo viene siendo denominado «campañas de alarma social», por una política de corte netamente conservador que tiene como objetivo ocultar a la atención de los cuidadanos graves problemas de injusticia social, intentando hacer ver que el comportamiento desviado es una de las causas, en lugar de efecto, de tales problemas. Incluso la ciencia oficial, en Criminología, Sociología, Psicología, ha jugado un papel importante en la difusión de estereotipos y prejuicios en este campo. Bastantes teorías, en efecto, destacando aspectos secundarios o irrelevantes del fenómeno, han contribuido a dificultar la intelección de los procesos, harto complejos, que terminan en la desviación y10 ¡a delincuencia. Es cierto que si nos mantenemos en posiciones verdaderamente críticas, no podemos aspirar a una explicación completa y definitiva de la desviación social, de la que la delincuencia no es sino una sub-categoría. Los mecanismos del poder influyen claramente sobre la información y sobre la propia investigación científica. Pero, inicialmente y como mínimo, es necesario desmitificar los plantea- mleestos oficiales sobre el tema si queremos aprehender la dimensión, las implicsclones y el auténtico significado de la desviación social. Como hemos dicho y escrito en reiteradas ocasiones, la solución al problema de la desviación yio la delincuencia de los menores pasa necesariamente por la tiarasformación de las estructuras sociales que haga posible un cambio social real. Esto implica la existencia y funcionamiento de unos Servicios Sociales que respondan a las necesidades de todos los ciudadanos, así como la realización de reformas legales y actividades culturales encaminadas a favorecer la tolerancia hacia las conductas problemáticas y desviadas. A este propósito, hay que destacar que, en general, nuestra sociedad atribuye la respowsabiIPdad de las conductas desviadas ylo delictivas de los menores a éstos, quienes, por ello, estarían en deuda con aquella debiendo ser castigados de alguna forma. Sin emba-o, de acuerdo con Bandini y Gatti (1979), pensamos justamente lo coatra-i.~,Es la sociedad la que está en deuda con grandes sectores de niños y jóvenes a los que sistemáticamente niega los medios necesarios para su adecuado desenvolvimiento en la vida social. «Se trata entonces de garantizar a estos jóvenes, al menos, en el sector de Servicios Sociales, algún tipo de compensación a la larga serie de privaciones que han sufrido» (Bandini y Gatti, 1979, 441). La necesidad del cambio social no exime de la intervención parcial y a corto y medio plazo, con objeto de ayudar a los menores inadaptados. Y es que en la práctica no es fkcil deslindar prevenci~nprimaria y tratamiento, ya que la inadaptación no es algo estático, sino, en palabras de Bandini y Gatti (1979), «el resultado de un proceso de progresiva marginación, que se desarrolla a lo largo del tiempo, sobre la base de carencias económicas, sociales, familiares, psíqui=as del menor, y que se realiza a través de las interacciones entre el menor, la comunndad, las instituciones, los grupos» (24. 444). Dicha ~ntervencBBnno puede estar en contradicción con el planteamiento gesxcra4 de cambio social, sino que debe tender a impulsar y facilitar el referido cambio. bi joven desviado es un producto social y no algo de naturaleza innata o pars316gJ,ca, pero también es cierto que los procesos de etiquetamiento, de estigmrtiaaci6n y de exclusión generan cambios en los jóvenes que los sufren, inci6ieido pncaundamewte sobre su identidad personal y , consecuentemente, sobre Ias f ~ r m a sde irateracción social y sobre Ia capacidad de valorar la realidad y controlarla adecuadamente. Estos j6venes, por tanto, necesitan perentoriamente apoyo y ayuda. Se les debe proporcionar un ambiente distinto a aquel en el que se han desenvuelto, pcro si^ .separarles de la comunidad propia (barrio, zona), posibilitándoles mejores csndicioo*esde vida. Dos de entre las posibles respuestas a Ia situación de los menores inadaptados, están constituidas por lo que se denomina ~colocacihpnen familia» (o e ~ o gimiento familiar*) y «comunidad-apartamento>>(entre nosotros, pisos puente, hogares funcionales.. .). . La expresión «colocación en familia» es usada para designar una de las medidas que los Tribunales Tutelares de Menores, como sabemos, pueden adoptar en nuestro país, en su facultad reformadora o correctora. También existe en otros países algo equivalente, como es el caso del affidamentofamiliare italiano. Nuestra legislación la contempla, pero en la practica los Tribunales Tutelares de Menores no la han aplicado sino excepcionalmente. Confiar a un menor en situaciones y/o con comportamientos problemáticos a una familia distinta de la suya de origen, supone que la familia sustitutiva se encarga de educar al niño o adolescente intentando responder a sus necesidades, pero sin que se interrumpan las relaciones con la primera. La colocación debería ser decidida por los trabajadores de los Servicios Sociales de los Ayuntamientos, que habrán de em]prender una siempre dificil labor de sensibilización y de intensificación de las relaciones entre la familia de origen y aquella a la que se confía el menor. Hay que prestar también el suficiente apoyo económico. Sin embargo, hay que resaltar que ésta es una intervención cuya puesta en práctica no resulta nada fácil. Por una parte, es dificil encontrar familias daspuestas y con las condiciones adecuadas para sustituir a las de origen. Por otra-> pueden surgir serios conflictos entre ambas. Y, finalmente, la integración de ci. chico claramente problemático en una familia distinta de la suya puede producir dificultades conflictos, tensiones de muy variado tipo. Otra clase de respuesta consiste en lo que se llama «comkanidad-aparto1mento». El conocimiento sobre el terreno, en la ciudad de Génova, de este tipo de institución fundamenta las consideraciones que siguen. La «comunidad-apartamento» surge como alternativa a las llamadas einstituciones totales», cuyas caractedsticas negativas para el desarrollo de los Enenores han sido claramente puestas de manifiesto, entre otros, por Eavin Goffmaal (1972). Se concibe la Comunidad como una estructura educativa descentralizada, de pequeñas dimensiones (5 a 8 chicos), vinculada funcionalmente a los equapas territoriales de Servicios Sociales, gestionada democráticamente e integrada, ler más plenamente posible, en el propio entorno social. Es dirigida por un equipo de unos seis educadores. Su programa de actuación va dirigido, fundamentalmente. a que los menores imposibilitados para vivir en el grupo familiar propio consigan uha reinserción social autónoma, o bien puedan llegar a estar en condiciones de reintegrarse a su familia de origen. Una idea básica en la concepción de la «coniunidad-apartamento» consiste en conseguir que ésta no reproduzca la estructura de la familia tradicional, sino que constituya un modelo alternativo de vida comunitaria. Asimismo, se busca el establecimiento de relaciones estrechas entre la Comunidad y la realidad circundante, a través de la participación de los vecinos y de las fuerzas sociales del barrio y10 de la zona de ubicación de la Comunidad en la gestión de ésta y en la realización de los programas, arbitrando instrumentos que hagan efectiva dicha co-gestión. Estrechas son también las relaciones que se precisa establecer entre las comunidades-apartamento y los Servicios Sociales, posibilitadas por la colaboración entre los educadores y los trabajadores de los equipos de Servicios Sociales. Conjuntamente deberán resolver sobre los ingresos de menores en una Comunidad, sobre el momento de su salida y sobre las modalidades de actuación en las familias de los chicos. Las características físicas de la Comunidad (pisos o apartamentos) y su dimensión micro-social permiten que la organización de la vida comunitaria sea bastante flexible, si bien existen unas normas mínimas que se consideran fundamentales para la convivencia comunitaria. Los chicos comen y duermen en el apartamento, pero trabajan o estudian fuera, pudiendo organizarse la jornada según sus necesidades e intereses y manteniendo relaciones con el mundo exterior. La relación que se crea en la Comunidad entre los educadores y el muchacho tiene especial importancia. Las frecuentes ocasiones de contacto y comunicación y la posibilidad, derivada de lo anterior, de prestar atención a los problemas individuales, hacen que puedan ser superados los conflictos derivados de la vida masificada de las «instituciones totales» y se convierten en condiciones irnportantes para el proceso de desarrollo y de cambio del chico. CARACTERISTICAS DE LOS ADOLESCENTES DE LAS COMUNIDADES Por razones de espacio sólo haremos unas breves consideraciones respecto de algunas notas comunes que se podrían resumir en algunas variables de identificación: edad, sexo, ocupación y situación familiar. La edad de estos muchachos suele estar comprendida entre los 12 y los 16 anos, dándose prioridad a la admisión de los más jóvenes que tienen por delante un periodo de tiempo que posibilita la realización de un proyecto educativo. Se tiende a mantener una cierta homogeneidad entre las edades de los chicos que ya están en una Comunidad y las de los que son admitidos por primera vez. La justificación de esta tendencia se basa en la dificultad que se cree puede encontrar un menor que inicie su convivencia con un grupo de chicos cuya edad sea notablemente más baja o mas alta que la suya. Por lo que se refiere al sexo hay que hacer notar que tan sólo un 28%, aproxinnadamenfe, de las Comslnidades que existen para adolescentes en el municipio de Génova. acogen ch'icas. Esta desproporción puede ser explicada por el hecho de que la inadaptación o desviación social femenina produce, en general, menor alarma que la masculina, disminuyendo la visibilidad social del fenómeno. Y ello pese a que 10;s comportamientos femeninos desviados más frecuentes tienen relación cori e! sexo (cfr. Coy, 1979), incluyendo la prostitución. Tales comportarnientos esrán fuertemente estigmatizados, pero no son sometidos a los mismos mecanismos represivos que los actos desviados más frecuentes entre los varones, como el hurto, el robo o el gamberrismo. Además, razones socio-culturales determinan que resulte más difícil que una chica sea alejada de su propia familia que si se trata de un chico. En primer lugar. la chica realiza, generalmente, toda una serie de actividades en la familia, como tareas domesticas o atenciUn a hermanos más pequeños, que la convierten en útil o «funcional» para el equilibrio de la familia nuclear. En segundo término. las pautas educativas imperantes en nuestra sociedad hacen a las chicas, normalmente, nienos agresivas y rebeldes y las llevan a abstenerse de actos delictivos considerados incompatibles con el papel de la mujer en la sociedad. En definitiva, la chica plantea menos problemas a su familia y a la sociedad que el adolescente varón. De acuerdo con los reiterados resultados de numerosas investigaciones, de los que se desprende la relación entre la inadaptación (desviación yio delincuencia) y el empleo del tiempo, hay que señalar que la mayoría de los mrachachos que en los últimos años han ido ingresando en las «comunidades-apartamento>) no tenia una ocupación escolar o laboral regular (frecuentemente ni tan siquiera irregular) en el momento de su incorporación. En tales casos. uno de los primeros objetivos consiste en estructurar mínimamente la vida cotidiana de los sujetos. Se intenta prioritariamente hacerles recomenzar o comenzar la actividad laboral o escolar con garantías de continuidad y después se individualizan una serie de actividades a proponer al chico para su tiempo libre. Sin embargo, hay que tener en cuenta que frecuentemente la realidad social hace muk dificil el logro de tales objetivos. La escuela se revela como una estructura Inadecuada para la inserción del adolescente inadaptado. Esto motiva que entre los chicos de las .comunidades-apartainento~matriculados en la escuela, sólo una minona asista a ella de forma regular y que sea todavía menor el porcentaje de los mismos que consiguen ser aprobados y, consiguientemente, promocionados al curso superior. Por otra parte, las posibilidades de trabajo que se les ofrecen son muy escasas, en precarias condiciones y sin perspectivas de futuro. Esto aparece confirmado por el hecho de que casi todos los muchachos que encuentran trabajo desarrollan su actividad laboral sin que los que les dan trabajo cumplan con lo exigido por las disposiciones legales vigentes en la materia. Por lo que respecta al tiempo libre, los centros juveniles en los que los menores podría desarrollar actividades de varios tipos y construir relaciones sociales con sus coetáneos, son pocos y en muchos barrios, inexistentes. La situación familiar y las condiciones en cuanto a nivel de estudios y posición ocupacional de los padres, también coinciden con las de los menores inadaptado~de otras latitudes, a tenor de los resultados de múltiples investigaciones, aunque generalmente referidas a la desviación o a la delincuencia «vista», esto es, sin tener en cuenta el contingente incluido en lo que se viene llamando «cifra negra» o «cifra oscura». Efectivamente, es muy alto el porcentaje de chicos en «comunidades-apartamento» cuyos padres vivien separados (de hecho o de derecho). Pero este dato no puede ser, sin más y con carácter único, considerado como necesariamente causante de inadaptación, sino ante todo como consecuencia de una situación de carencia y dificultad que termina por incidir en las relaciones entre los progenitores. Los niveles de estudios de los padres son muy bajos, si no nulos, y la condición profesional más frecuente en el caso del padre es la de obrero sin cualificar, o eventual, o en paro; mientras que, en la mayoría de los casos, la madre se dedica a «sus labores». SALIDA DE UNA COMUNIDAD Son escasos los chicos que abandonan una «comunidad-apartamento» habiendo estado poco tiempo en ella. Por contra, es relativamente alto el porcentaje de los que pasan más de un año en una Comunidad. En algunos casos el chico no se integra en la nueva. estructura, la rechaza y desarrolla un comportamiento destinado a conseguir que se le recomiende el abandono de aquella. Es muy infrecuente que un chico rechace de inmediato la Comunidad y haga lo posible para marcharse recién ingresado. Esto podría explicarse por el clima de relativa tolerancia y flexibilidad existente en la Comunidad, clima que rara vez produce reacciones de rechazo precoz. En algunos casos la «comunidad-apartamento» no parece ser la estructura adecuada para albergar a un muchacho concreto. Sólo cuando esta inadecuación se muestra evidente, valorándose que la permanencia del chico puede ser perjudicial para él o para los demás, se decide que la abandone. Finalmente, en otros casos, el equipo de educadores estima que existen las condiciones apropiadas para la reinserción del chico en su familia o para un proyecto de «colocación en familia» (distinta a la suya). Es claro que el tiempo para la realización de un proyecto educativo como el que se plantea no puede ser breve y comporta, por tanto, una permanencia bastante prolongada del muchacho en la Comunidad. tanto, una permanencia bastante prolongada del muchacho en la Comunidad. En resumen, el objetivo prioritario de las «comunidades-apartamento* consiste en ayudar a los menores en ellas albergados a romper la barrera de desconfianza y de miedo que los separa de la realidad social, lo cual es más fácilmente realizable cuando la personalidad de los sujetos no está todavía plenamente estructurada. Un proyecto educativo que parte de las condiciones de vida de los menores problemáticos, necesita también, tras su salida de una Comunidad, el apoyo y seguimiento de los Servicios Sociales para evitar que las dificultades que los chicos encontrarán en algunas ocasiones malogren el trabajo desarrollado en la fase precedente. Para terminar, una llamada de atención. Debemos estar alertas ante la posibilidad de incurrir en viejas y superadas concepciones benéfico-asistenciales de la ayuda a los menores en situaciones problemáticas. Porque, en efecto, «a través de estas acciones no se debe tender a una integración conformista de los jóvenes en la sociedad, ni a su instrumentalización política o de otro tipo, sino a su emancipación. Tal emancipación se realiza sobre la base de las soluciones de los problemas y de los conflictos que han llevado a los jóvenes a la inadaptación y de la oferta de oportunidades concretas de inserción social. En cierto sentido todos nosostros deberíamos ser reeducados y , también, emancipados. El inadaptado debe poder liberarse de su identidad negativa y debe tener oportunidades reales de progresar socialmente, los demás deben comprender los mecanismos sociales que conducen a la exclusión y, en consecuencia, cambiar su actitud hacia el llamado desviado» (Bandini y Gatti, 1979, 449; subrayados nuestros). EL <<PAPEL>, DE LOS TRABAJADORES SOCIALES Es claro que todos tendemos a ver la realidad según nuestros propios esquemas de referencia. En los últimos años se vienen produciendo cada vez más denuncias del carácter represivo y autoritario de las instituciones encargadas del tratamiento de la inadaptación de los menores. Las intervenciones preventivas, terapéuticas y rehabilitadoras pueden estar ocultando la función autoritaria que el sistema social confía a los técnicos y a los trab-ladores sociales (Foucault, 1976). Según estas críticas ei desarrollo de las ciencias sociales y la existencia cada vez más importante de trabajadores especializados en tales ciencias, cumplen el objetivo de mantener un control autoritario sobre individuos «distintos>>y carentes de poder, ocultando esta intervención tras la apariencia de la ciencia y Ia finalidad asistencial. Si el trabajador social (educador de calle, psicólogo, pedagogo, médico, asistente social ...) quiere escapar a estas críticas, en muchos casos fundamentadas, deberá cambiar su centro de interés del estudio e intervención sobre sujetos calificados de desviados al análisis de situaciones claramente problemáticas y de comportamientos consecuentes también problemáticos. El comportamiento problemát~cohabrá de ser estudiado allí donde surge y se desarrolla y la investigación de las causas deberá apoyarse en estudios que Pdciliíen ¡a comprensión de la vida cotidiana de los sujetos en situaciones problemáticas (como orféinatos, barrios periféricos, hacinamiento, paro, migraciones, escolarización deficiente o nula...), sus relaciones con los demás, con los grupos en que se deserivuelve, con las instituciones. En definitiva, el trabajador social debe tratar de aprehender la identidad personal del sujeto con comportamientos y/o en situaciones problemáticos. Y ello porque Ia identidad es un patrimonio psicosocial que surge tanto del reconocimiento de los otros como de las opciones y de las reacciones del individuo. Intervenir sobre la desviación o, mejor dicho, sobre comportamientos prob3emáticos que pueden incluso constituir la base de un proceso cnminógeno, irtilizando el concepto de identidad, significa intervenir sobre una serie de interacciones entre el individuo y la colectividad. Tal intervención, entonces, no privilegia una actuación sobre el niño o el adolescente con problemas, sino que está centrada sobre los diversos polos que entran en juego y que constituyen un sistema y, por tanto, un conjunto de elementos recíprocamente vinculados. Este tipo de intervención no puede ser concebido como una tarea únicamente técnica, sino que debe adquirir una relación política y social, en cuanto que una distinta aceptación y comprensión de la inadaptación exige una transformación de las realidades sociales y del sistema de poder. Las distintas formas de tratamiento en libertad de los menores inadaptados pueden y deben ser enmarcadas en una concepción del «papel» de los trabajadores sociales como la que ha quedado delineada. Concretamente, estos planteamientos deberán estar presentes antes. durante y después de la estancia de chicos problemáticos en una «comunidad-apartamento», modalidad de tratamiento en libertad que parece contar, hoy por hoy, con mayores garantías de éxito en la resolución de los problemas de estos menores. Este es el reto que se plantea en el actual momento histórico a los trabajado- res sociales. Porque el aumento de la calidad d e vida y la prornociorr de! biene3tar social también dependen de todos nosotro\. AMBROSET, S. y FRANCIOSO, M.: Disadattarnento minorile e ternpo libero. Rassegna di Criminologia, 1982. XIII, 169-178. BANDINI, T. y GATTI, U . : Dinamica ,furniliare e dilinquenz~giovuniie, Milán. Ciuffre, 1972. 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