Cochinchina

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Domingo. 14 de junio de 2015 • LA RAZÓN
Historia
Toni MONTESINOS
E
l vasto mundo de los dichos populares nos dice que «irse a la Cochinchina», o referirse a alguna cosa que
«está en la Cochinchina» es sinónimo de aludir a un sitio tan desconocido como
lejano. Lo explica así la Fundación del Español
Urgente (Fundéu BBVA): «Uno se puede ir de
viaje lejos. Luego puede irse de viaje más lejos
aún. Pero sólo cuando se ha ido a la Cochinchina el interlocutor entenderá que está
realmente en un sitio tan raro y lejano como
para no seguir preguntando más». Todo el
mundo asentirá tras leer esta definición, pero
tal vez pocos sabrán que el nombre de Cochinchina (o Conchinchina, no se sabe cuándo ni por qué se le añadió una ene) es hoy el
sur deVietnam y, mucho menos, que España
tuvo una relación directa con la zona al apoyar
la iniciativa de Francia de anexionar ese territorio, en el delta del río Mekong y llamado
originalmente Annam, que los galos rebautizaron como Cochinchine. Ahora, un libro
escrito por un militar que presenció todo
aquello y que se publicaría en Cartagena en
1869, el Mariscal de Campo Carlos Palanca
Gutiérrez, titulado «Reseña histórica de la
expedición de Cochinchina» (Miraguano
Ediciones) reaviva ese episodio prácticamente olvidado. Tal olvido es denunciado por
Alejandro Campoy
Fernández, oficial
«ESTA HAZAÑA
del Ejército de Tierra
bélica desgarró en activo, en una
breve pero muy
la vida de
completa nota al
nuestros
comienzo del extenso volumen, dado
soldados en
que semejante y
tierras hostiles» exótica expedición
apenasestáreflejada
en los libros de estudios secundarios, dedicándosele,comomucho,«algúnpárrafoaesta
hazaña bélica que desgarró la vida de más de
mil españoles en tierras ajenas y hostiles y que
no tiene la conmemoración histórica que a
todas luces merece».
Heroicidad sin réditos
Pero ,¿de dónde partió la decisión de que las
tropas españolas alcanzaran una región tan
lejana, tanto en lo geográfico como en lo que
respecta a sus intereses políticos o económicos por aquel entonces, como el Reino de
Annam durante la segunda mitad del siglo XIX
y que, asimismo, iba a constituir el comienzo
de la colonización gala de Indochina? El oficial
Campoy lo resume del siguiente modo: «La
participación de España en la guerra de la
Cochinchina es consecuencia del compromiso internacional que adquirió nuestro país
con la firma delTratado de la cuádruple Alianza compuesta por Gran Bretaña, Portugal y
Francia. Las ambiciones mercantiles y comerciales de este último país demandaron la colaboración del nuestro y requirió la cooperación de un contingente español acuartelado
en Filipinas, compuesto por más de 1.500
soldados españoles y tagalos». Un acto valiente aquél, como lo refleja el hecho de que durante seis meses varias docenas de soldados
españoles en Saigón resistieran tenazmente
las embestidas del enemigo, a la espera de que
llegaran refuerzos franceses, y un acto sacri-
PUNDONOR
Este
grabado
recoge el
asalto a la
fortaleza
de Saigón
por las
tropas
francoespañolas
el 17 de
febrero
de 1859
Sangre española en la
Cochinchina
Un volumen de 1869 cuenta cómo España
guerreó en el Reino de Annam, lo que sería el
comienzo de la colonización gala de Indochina
ficado sin rédito alguno de ninguna clase;
todo lo contrario, pues el resultado sería sangriento por el número de bajas sufridas, que
se añadirían a los asesinatos previos de diversos misioneros españoles por orden de los
mandarines locales. Tampoco se extraería
rédito político ni económico, ya que el tratado
subsiguiente que se firmaría tras el conflicto
daría ventajas a Francia pero dejaría totalmente fuera a España, cuyas tropas regresarían a las Filipinas de las que habían salido. Al
mando de ellas había estado Palanca Gutiérrez, por entonces coronel y con una gran
experiencia internacional, pues había llegado
a ser gobernador de Santiago de Cuba. Su libro, que disfrutaría de una segunda edición
en 1870, en Madrid, lo ha recuperado Ángel
LuisEncinasMoral,profesordelaUniversidad
Complutense, añadiendo además la correspondencia que el mariscal de campo mantuvo, por un lado, con los jefes plenipotenciarios
de las tropas francesas en Cochinchina, y por
el otro, con los representantes gubernamentales de la reina Isabel II.
En el prólogo, Encinas Moral recuerda
cómo en 1954, «el general vietnamitaVo Nguyen Giap, al frente del Viet Minh, derrotó a las
tropas coloniales francesas». Una victoria de
gran trascendencia por cuanto era la primera
vez que «un ejército colonial europeo era derrotado por un movimiento de liberación
nacional», poniéndose fin a noventa y dos
años de dominio francés, desde «el tratado de
LA BRAVURA DEL
GENERAL PALANCA
D
e una edición a otra, la primera
de 1869 y la segunda el año
siguiente, Carlos Palanca, en su
libro sobre la participación española
en la Cochinchina, pasó de general
a mariscal tras su nombramiento
por parte del general Prim. Carlos
Palanca Gutiérrez había nacido en
Valencia en 1829 y moriría en 1876
en Madrid, donde hoy una calle lleva
su nombre. Integrante de la
armada de Infantería, fue
segundo jefe de las tropas
españolas destinadas en
esa zona del actual Vietnam
de 1858 a 1863. Más tarde
era enviado a Cuba durante
la Guerra de los Diez
Años (1868-1878),
donde fue gobernador de Santiago de
Cuba, para más
tarde convertirse
en capitán general de Canarias
de 1872 a 1873.
El general
Carlos Palanca
5 de junio de 1862, firmado por Francia, España y el Reino de Annam por el que Francia
recibía varias provincias annamitas y España
recibía una indemnización de guerra por su
participación en un conflicto bélico que se
había iniciado en 1858». Luego, vendrá la
guerra de Vietnam (1959-1975), hasta que el
Acuerdo de París de 1973 facilite el alto el
fuego y el Vietnam del Norte y el Vietnam del
Sur enfrentados se reunifiquen dos años más
tarde formando un solo Estado.
A mediados del siglo XIX, el Vietnam como
ubicación naval estratégica y el Vietnam que
perseguía a los cristianos eran sendos puntos
de mira para los occidentales. Tras el apresamiento de un misionero dominico español de
Tonkín (hoy parte norte del país), que luego
sería salvajemente decapitado, se puso en
acciónladiplomacia,yFrancia(conNapoleón
III) y España (llena de corrupción interna y «el
prestigio internacional perdido») resolvieron
llevar a cabo una cooperación militar que
sería aciaga para los hombres del mariscal
Palanca, que en la dedicatoria a Juan Prim,
«capitán general del Ejército, conde de Reus,
marqués de los Castillejos», habla de cómo
«allí padeció aquel puñado de valientes, que
lejos de la madre patria, desnudos, sin víveres… respondieron tan bien a mi voz cuando
el honor de su bandera y la noble emulación
que con el Ejército francés sostuvieron, los
puso frente a numerosas masas enemigas
en un país tan insalubre, como inhospitalario». Con una prosa digna de resaltar
por su amenidad y elegancia los informes
de Palanca son un documento excepcional desde el punto de vista estrictamente
militar y, sobre todo, político y organizativo; una lectura ya indispensable para todo aquel interesado en saber cómo se desarrolla una contienda desde
dentro y cómo ésta puede
convertirse en una crónica
que haga justicia tanto al
pueblo autóctono como
aquel español que dio prueba de «su sufrimiento, su valor
individual, su generosidad
después de la victoria».
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